La historia de la humanidad es la historia del continuo desarrollo del reino de la necesidad al reino de la libertad. Este proceso no tiene término. En las sociedades en que existen clases, la lucha de clases no tiene fin. En la sociedad sin clases, jamás terminará la lucha entre lo nuevo y lo viejo, y entre lo justo y lo erróneo. En los terrenos de la lucha por la producción y de la experimentación científica, la humanidad está en constante progreso y la naturaleza en constante desarrollo; nunca se quedan en un nivel determinado. Por lo tanto, el hombre necesita sintetizar constantemente sus experiencias, y descubre, inventa, crea y avanza. Todas las ideas en favor del estancamiento, el pesimismo, la inercia o la complacencia son erróneas. Lo son porque no corresponden ni a los hechos históricos del desarrollo de la sociedad humana a lo largo de cerca de un millón de años, ni a los hechos históricos de la naturaleza conocidos par nosotros hasta la fecha (por ejemplo, la naturaleza tal como se refleja en la historia de los cuerpos celestas, de la tierra, de la vida y de otros fenómenos naturales).
Las ciencias naturales son una de las armas del hombre en la lucha por su libertad. Con el fin de lograr la libertad dentro de la sociedad, el hombre utiliza la ciencia social para comprenderla, transformarla y realizar la revolución social. Con el objeto de lograr la libertad en la naturaleza, el hombre utiliza las ciencias naturales para comprenderla, conquistarla y transformarla, y así logrará la libertad en alla.
La filosofía marxista -- el materialismo dialéctico -- tiene dos características sobresalientes. Una es su carácter de clase: afirma explícitamente que el materialismo dialéctico sirve al proletariado. La otra es su carácter práctico: subraya la dependencia de la teoría respecto a la práctica, subraya que la práctica es la base de la teoría y que ésta, a su vez, sirve a la práctica.
La filosofía marxista considera que el problema más importante no consiste en comprender las leyes del mundo objetivo para ester en condiciones de interpretarlo, sino en aplicar el conocimiento de esas leyes para transformar activamente el mundo.
De dónde provienen las ideas correctas del hombre? Caen del cielo? No. Son innatas en su cerebro? No. Provienen únicamente de la práctica social, de los tres tipos de práctica social: la lucha par la producción, la lucha de clases y la experimentación científica.
El ser social del hombre determine su pensamiento. Las ideas correctas características de la clase avanzada, una vez dominadas por las masas, se convierten en una fuerza material que transforma la sociedad y el mundo.
En su práctica social, el hombre sostiene toda clase de luchas y extrae ricos experiencias tanto de sus éxitos como de sus fracasos. Innumerables fenómenos del mundo exterior objetivo se reflejan en el cerebro del hombre por media de los órganos de los sentidos -- la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto --. Al comienzo, el conocimiento es sensorial. Al acumularse suficiente conocimiento sensorial, se produce un salto al conocimiento racional, es decir, a las ideas. Este es un proceso en el conocimiento. Es la primera etapa del proceso global del conocimiento, etapa que conduce de la materia objetiva a la conciencia subjetiva, de la existencia a las ideas. En esta etapa, aún no se ha comprobado si la conciencia o las ideas (incluyendo las teorías, principios políticos, planes y medidas) reflejan correctamente las leyes del mundo exterior objetivo, aún no puede determinarse si son acertadas o no. Luego, viene la segunda etapa del proceso del conocimiento: la etapa que conduce de la conciencia a la materia, de las ideas a la existencia, etapa en que se aplica a la práctica social el conocimiento obtenido en la primera etapa para ver si esas teorías, principios políticos, planes o medidas consiguen los éxitos esperados. En términos generales, lo que obtiene éxito es correcto, y lo que fracasa, erróneo; esto sucede especialmente en la lucha del hombre con la naturaleza. En la lucha social, las fuerzas que representan a la clase avanzada a veces sufren reveses, no porque sus ideas sean incorrectas, sino porque, en la correlación de las fuerzas en lucha, no son, por el momento, tan poderosas como las fuerzas reaccionarias; en consecuencia, fracasan temporalmente, pero han de triunfar tarde o temprano. A través de la prueba de la práctica, se produce otro salto en el conocimiento del hombre. Este es más importante que el anterior, porque sólo éste puede probar si es acertado o erróneo el primer salto en el conocimiento, o sea, las ideas, teorías, principios políticos, planes o medidas formuladas en el curso de la reflexión del mundo exterior objetivo. No hay otro medio de comprobar la verdad.
A menudo, sólo es posible llegar a un conocimiento correcto después de muchas repeticiones del proceso que conduce de la materia a la conciencia y de la conciencia a la materia, es decir, de la práctica al conocimiento y del conocimiento a la práctica. Esta es la teoría marxista del conocimiento, la teoría materialista dialéctica del conocimiento.
Quien quiera conocer una cosa, no podrá conseguirlo sin entrar en contacto con ella, es decir, sin vivir (practicar) en el mismo media de esa cosa. (...) Si quieres conocer, tienes que participar en la práctica, en la transformación de la realidad. Si quieres conocer el saber de una pera, tienes tú mismo que transformarla comiéndola. (...) Si quieres conocer la teoría y los métodos de la revolución, tienes que participar en la revolución. Todo conocimiento auténtico nace de la experiencia directa.
El conocimiento comienza por la práctica, y todo conocimiento teórico, adquirido a través de la práctica, debe volver a la práctica. La función activa del conocimiento no solamente se manifiesta en el salto active del conocimiento sensorial al racional, sine, lo que es más importante, también debe manifestarse en el salto del conocimiento racional a la práctica revolucionaria.
Es bien sabido que, al realizar una cosa, cualquiera que sea, a menos que comprendamos sus circunstancias reales, su naturaleza y sus relaciones con otras cosas, no conoceremos las leyes que la rigen, ni sabremos cómo hacerla, ni podremos llevarla a feliz término.
Si el hombre quiere culminar su trabajo con éxito, es decir, lograr los resultados esperados, tiene que hacer concordar sus ideas con las leyes del mundo exterior objetivo; si no lo consigue, fracasa en la práctica. Después de sufrir una derrota, extrae lecciones de ella, modifica sus ideas para hacerlas concordar con las leyes del mundo exterior y, de esta manera, convierte el fracaso en éxito: he aquí lo que se quiere decir con la derrota es madre del éxito y cada fracaso nos hace más listos.
Somos marxistas, y el marxismo nos exige que al examinar cualquier problema, partamos de los hechos objetivos y no de definiciones abstractas, y que formulemos nuestra orientación, política y medidas sobre la base del análisis de estos hechos.
El método fundamental de trabajo que todos los comunistas debemos tener bien presente, consiste en determinar nuestra línea de trabajo en función de las condiciones reales. Si examinamos las causas de nuestros errores, veremos que todos se deben a que nos apartamos de las condiciones reales existentes en un momento y lugar dados y trazamos subjetivamente nuestra linea de trabajo.
El idealismo y la metafísica son las cosas más fáciles del mundo porque permiten a la gente que disparate a gusto, sin basarse en la realidad objetiva ni someterse a la prueba de ésta. En cambio, el materialismo y la dialéctica requieren esfuerzos. Se fundamentan en la realidad objetiva y se someten a su prueba. Si uno no hace esfuerzos, caerá en el idealismo y la metafísica.
Al tratar una cosa, debemos examinar su esencia y considerar su apariencia nada más que como guía que conduce a la entrada. Y una vez que cruzamos el umbral debemos aprehender la esencia de la cosa. Este es el único método de análisis seguro y científico.
La causa fundamental del desarrollo de las cosas no es externa sino interna; reside en su carácter contradictorio interno. Todas las cosas tienen contradicciones en su interior, de ahí su movimiento y su desarrollo. El carácter contradictorio interno de una cosa es la causa fundamental de su desarrollo, en tanto que su interrelación e interacción con otras cosas son causas secundarias.
La dialéctica materialista considera que las causas externas constituyen la condición del cambio y las causas internas, su base; además, considera que las causas externas actúan a través de las internas. A una temperatura adecuada, un huevo se transforma en pollo, pero ninguna temperatura puede transformar una piedra en pollo, porque sus bases son diferentes.
La filosofía marxista entiende que la ley de la unidad de los contrarios es la ley fundamental del universo. Esta ley tiene validez universal, tanto en la naturaleza y en la sociedad humana, como en el pensamiento del hombre. Los contrarios en una contradicción forman una unidad a la vez que luchan entre sí, lo cual impulsa el movimiento y el cambio en las cosas. En todas partes existen contradicciones, pero tienen diverso carácter según sea la naturaleza de las cosas. En cualquier cosa concreta, la unidad de los contrarios es condicional, temporal, transitiva y, por eso, relativa, mientras que la lucha entre los contrarios es absoluta.
El método analítico es dialéctico. Por análisis entendemos analizar las contradicciones en las cosas. Ningún análisis acertado es posible sin un conocimiento intimo de la vida ni una comprensión real de las contradicciones de que se trata.
Lenin dice que el análisis concreto de la situación concreta es lo más esencial del marxismo, el alma viva del marxismo. Muchos de nuestros camaradas, poco acostumbrados a pensar en forma analítica, no quieren analizar y estudiar repetida y profundamente las cosas complejas, sino que prefieren formular conclusiones simplistas que son absolutamente afirmativas o absolutamente negativas. (...) Desde ahora, debemos remediar este estado de cosas.
La manera como estos camaradas enfocan las cuestiones es errónea. En vez de considerar sus aspectos esenciales o principales, destacan los no esenciales o secundarios. Es de señalar que hay que tratar estos últimos aspectos uno por uno sin subestimarlos, mas no debemos considerarlos como esenciales o principales, pues, de lo contrario, nos desorientaremos.
Las cosas en el mundo son complejas y las deciden diversos factores. Debemos examinar los problemas en sus diferentes aspectos y no en uno solo.
Sólo quienes abordan los problemas de manera subjetiva, unilateral y superficial dictan órdenes presuntuosamente apenas llegan a un nuevo lugar, sin considerar las circunstancias, sin examinar las cosas en su totalidad (su historia y su situación actual en conjunto) ni penetrar en su esencia (su naturaleza y las relaciones internas entre una cosa y otras). Semejantes personas tropiezan y caen inevitablemente.
Al estudiar un problema, debemos guardarnos de la subjetividad, la unilateralidad y la superficialidad. Por subjetividad se entiende no saber abordar los problemas objetivamente, es decir, no saber abordarlos desde el punto de vista materialista. Ya he hablado de esto en mi trabajo Acerca de la práctica.Por unilateralidad se entiende no saber abordar los problemas en todos sus aspectos. (...) O puede llamarse ver la parte y no el todo, ver los árboles y no el bosque. De esta manera, no es posible encontrar el método para resolver las contradicciones, ni cumplir las tareas de la revolución, ni llevar a buen término el trabajo encomendado, ni desarrollar correctamente la lucha ideológica en el seno del Partido. Cuando decía Sun Wu en su exposición del arte de la guerra: Conoce a tu adversario y conócete a ti mismo, y podrás librar cien batallas sin correr ningún riesgo de derrota, se refería a las dos partes beligerantes. Wei Cheng, de la dinastía Tang, también comprendía lo errónea que era la unilateralidad cuando decía: Si escuchas a ambas partes, se hará en ti la luz; si escuchas a una sola, permanecerás en tinieblas. Pero nuestros camaradas a menudo examinan los problemas de manera unilateral y, por este motivo, dan con la cabeza en el muro. (...) Lenin dijo: Para conocer realmente un objeto hay que abarcar y estudiar todos sus aspectos, todos sus vínculos y mediaciones. Esto jamas lo conseguiremos por completo; pero la exigencia de estudiar las cosas en todos sus aspectos nos previene contra los errores y la rigidez. Debemos recordar sus palabras. Por superficialidad se entiende no considerar ni las características de la contradicción en su conjunto ni las características de cada uno de sus aspectos, no reconocer la necesidad de ir al fondo de una cosa y estudiar minuciosamente las características de su contradicción, sino limitarse a mirar de lejos y, después de una ojeada a los contornos generales de la contradicción, tratar inmediatamente de resolverla (responder una pregunta, zanjar una disputa, conducir un asunto o dirigir una operación militar). Semejante forma de proceder lleva inevitablemente a consecuencias funestas. (...) La unilateralidad y la superficialidad son también subjetividad, porque todas las cosas objetivas se hallan en realidad ligadas unas con otras y se rigen por leyes internas; sin embargo, hay personas que, en lugar de reflejar las cosas tal como son, las consideran de modo unilateral o superficial, e ignoran sus relaciones recíprocas y sus leyes internas; por tanto, su método es subjetivista.
Unilateralidad significa pensar en términos absolutos, es decir, enfocar los problemas metafísicamente. En la valoración de nuestro trabajo, es unilateral considerarlo o todo positivo o todo negativo. (...) Considerarlo todo positivo es ver sólo únicamente los elogios y no las críticas: Presentar nuestro trabajo como si fuera bueno en todos sus aspectos es contradecir los hechos. No es cierto que todo sea bueno; todavía existen deficiencias y errores. Tampoco es cierto que todo sea malo; pensar así también contradice los hechos. De ahí la necesidad de analizar. Negarlo todo es creer, sin ningún análisis que nada se ha hecho bien y que la grandiosa empresa de la construcción socialista, la gran lucha en que participan centenares de millones de personas, es un embrollo sin nada digno de elogio. Estos puntos de vista son sumamente erróneos y perjudiciales, y sólo pueden desalentar a la gente, aunque muchas de las personas que los sostienen se distinguen de las que son hostiles al sistema socialista. En la valoración de nuestro trabajo, es erróneo tanto el punto de vista de que todo es positivo, como el de que todo es negativo.
Al examinar cualquier cuestión, los marxistas deben ver no sólo las partes sino también el todo. Una rana en el fondo de un pozo dice: El cielo no es mayor que la boca del pozo. Esto no es cierto, porque el cielo no es del tamaño de la boca de un pozo. Estaría en lo cierto si afirmase que una parte del cielo es del tamaño de la boca del pozo, porque ello corresponde a la realidad.
Debemos aprender a examinar las cuestiones en todos sus aspectos, a ver no sólo el anverso de las cosas sino también su reverso. En determinadas condiciones, una cosa mala puede conducir a buenos resultados, y una cosa buena, a resultados malos.
Junto con reconocer que, en el curso general del desarrollo histórico, lo material determina lo espiritual y el ser social determina la conciencia social, también reconocemos y debemos reconocer la reacción que ejerce lo espiritual sobre lo material, la conciencia social sobre el ser social y la superestructura sobre la base económica. Esto no va en contra del materialismo, sino que, justamente, evita el materialismo mecanicista y defiende el materialismo dialéctico.
En una guerra, los mandos no pueden pretender ganarla traspasando los límites impuestos por las condiciones objetivas, pero dentro de tales límites sí pueden y deben poner en pleno juego su actividad consciente en la lucha por la victoria. El escenario de acción para los mandos en una guerra debe construirse dentro de lo que permiten las condiciones objetivas, pero sobre este escenario pueden dirigir magníficas acciones de épica grandiosidad.
El hombre debe adaptar su pensamiento a las condiciones que han cambiado. Claro está que nadie debe dejarse llevar por la fantasía, ni elaborar planes de acción a despecho de las condiciones objetivas, ni pretender lo que en realidad es imposible. Pero el problema actual es que las ideas conservadoras de derecha aún ocasionan funestos trastornos en muchos terrenos e impiden que el trabajo en esos terrenos marche a tono con el desarrollo de las circunstancias objetivas. El problema actual es que muchos consideran imposible lo que podrían cumplir si se esforzaran.
Debemos utilizar el cerebro y pensar cada cosa cuidadosamente. Como dice el refrán: Frunce el entrecejo y se te ocurrirá una estratagema. En otras palabras, la mucha reflexión engendra sabiduría. Para deshacernos del hábito de actuar a ciegas, tan difundido en nuestro Partido, debemos alentar a nuestros camaradas a pensar, aprender el método analítico y cultivar el hábito del análisis.
Si en un proceso hay varias contradicciones, necesariamente una de ellas es la principal, la que desempeña el papel dirigente y decisivo, mientras que las demás ocupan una posición secundaria y subordinada. Por lo tanto, al estudiar cualquier proceso complejo, con dos o más contradicciones, debemos esforzarnos al máximo por encontrar su contradicción principal. Una vez aprehendida la contradicción principal, todos los problemas se resuelven fácilmente.
De los dos aspectos contradictorios, uno ha de ser el principal y el otro, el secundario. El aspecto principal es el que desempeña el papel dirigente en la contradicción. La naturaleza de una cosa está determinada fundamentalmente por el aspecto principal de la contradicción, aspecto que ocupa la posición dominante.
Pero esta situación no es estática; el aspecto principal y el no principal de una contradicción se transforman el uno en el otro y, en consecuencia, la naturaleza de la cosa cambia.
No basta con plantear tareas; hay que resolver, además, el problema de los métodos para cumplirlas. Si nuestra tarea es cruzar un río, no podremos hacerlo sin un puente o una embarcación. Mientras no se resuelva el problema del puente o la embarcación, será ocioso hablar de atravesar el río. Mientras la cuestión de los métodos no esté resuelta, será inútil hablar de las tareas.
En relación a cualquier tarea, si no se hace un llamamiento general, será imposible movilizar a las amplias masas para la acción. Sin embargo, si los dirigentes se limitan a lanzar un llamamiento general -- si no se ocupan personal y concretamente, en algunas organizaciones, de la ejecución cabal del trabajo que llaman a realizar, abren una brecha en algún punto y adquieren allí experiencias para orientar a las demás entidades --, no podrán comprobar si es justo el llamamiento general ni enriquecer su contenido, y además correrán el peligro de que el llamamiento quede en letra muerta.
Ningún dirigente puede dar orientación general a las entidades a su cargo, a menos que obtenga experiencia práctica de parte de determinados individuos y de ciertos asuntos en una entidad subordinada específica. Este método debe ser generalizado para que los cuadros dirigentes a todos los niveles aprendan a aplicarlo.
En ningún lugar puede haber al mismo tiempo muchas tareas centrales. Sólo puede realizarse, en un lapso determinado, una tarea central, complementada por otras de segundo y tercer orden. Por lo tanto, el responsable principal de una localidad debe tener en cuenta la historia y circunstancias actuales de la lucha allí, y ordenar apropiadamente las diferentes tareas. No debe actuar sin plan propio, saltando de una tarea a otra según le lleguen de los organismos superiores, pues de lo contrario se verá enfrentado a una multitud de tareas centrales y sumido en la confusión y el desorden. Ninguna organización superior debe tampoco asignar simultáneamente muchas tareas a una organización inferior, sin indicar su importancia y su urgencia relativas ni especificar cuál es la tarea central, porque este modo de proceder llevará desorden al trabajo de la organización inferior y le impedirá conseguir los resultados previstos. El dirigente debe tener en cuenta la situación en su conjunto, elaborar su plan general a la luz de las condiciones históricas y las circunstancias existentes en cada localidad, decidir con justeza el centro de gravedad y el orden de ejecución de los trabajos para cada periodo, realizar con tenacidad lo decidido y asegurar el logro de determinados resultados: esto es parte del arte de dirigir.
Debe mantenerse (cada buró o subburó del Comité Central del Partido) constantemente al corriente de la marcha del trabajo, intercambiar experiencias y corregir los errores; no debe esperar varios meses, medio año o un año antes de celebrar reuniones de balance para hacer una revisión general y una rectificación general de los errores. Dilatar conduce a grandes pérdidas, mientras que corregir los errores apenas surgen, reduce las pérdidas.
No dejen que los problemas se acumulen y causen muchas complicaciones antes de resolverlos. Los dirigentes tienen que marchar al frente del movimiento y no a la zaga.
Lo que necesitamos es un estado de ánimo entusiasta pero sereno, un trabajo intense pero ordenado.
Todos aquellos que se encarguen de un trabajo práctico deben investigar las condiciones en las bases. Semejante investigación se hace especialmente necesaria para quienes tienen conocimientos teóricos pero no se hallan al corriente de las condiciones reales; de otro modo, no podrán vincular la teoría con la práctica. Quien no ha investigado no tiene derecho a hablar. Aunque esta afirmación mía ha sido ridiculizada como empirismo estrecho, hasta la fecha no me arrepiento dé haberla hecho; al contrario, sigo insistiendo en que sin haber investigado nadie puede pretender el derecho a hablar. Hay muchos que, apenas descienden de su carroza, comienzan a vociferar, a lanzar opiniones, criticando esto y censurando aquello; pero, de hecho, todos ellos fracasan sin excepción, porque sus comentarios o críticas, que no están fundamentados en una investigación minuciosa, no son más que cháchara. Incalculables son los daños que han causado a nuestro Partido semejantes enviados imperiales, a los que encontramos aquí y allá, casi en todas partes. Con razón dice Stalin que la teoría deja de tener objeto cuando no se halla vinculada a la práctica revolucionaria. Y con razón agrega que la práctica es ciega si la teoría revolucionaria no alumbra su camino. Sólo se puede acusar de empirismo estrecho a los prácticos, que andan a tientas y carecen de perspectiva y previsión.
Tomar esta actitud (la marxista-leninista) significa buscar la verdad en los hechos. Por hechos entendemos todas las cosas que existen objetivamente; por verdad entendemos las relaciones internas de las cosas objetivas, es decir, las leyes que las rigen; y por buscar entendemos estudiar. Debemos partir de las condiciones reales dentro y fuera del país, la provincia, el distrito o el territorio, y deducir de ellas, como guía para nuestra acción, las leyes inherentes a esas condiciones y no leyes imaginarias, es decir, debemos encontrar las relaciones internas de los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor. Y para esto debemos basarnos en los hechos, que existen objetivamente, y no en nuestra imaginación subjetiva, ni en un entusiasmo momentáneo, ni en la letra muerta de los libros; debemos apropiarnos del material en detalle y, a la luz de los principios generales del marxismo-leninismo, extraer de este material conclusiones correctas.
Proceder como un hombre que caza gorriones con los ojos cerrados o como un ciego que coge peces a tientas, tratar las cosas superficialmente sin penetrar en los detalles, entregarse a una verborrea jactanciosa y contentarse con conocimientos fragmentarios mal asimilados: tal es el estilo de trabajo, extremadamente malo, que aún se observa entre muchos camaradas de nuestro Partido, un estilo totalmente opuesto al espíritu fundamental del marxismo-leninismo. Marx, Engels, Lenin y Stalin nos enseñan que es necesario estudiar concienzudamente la situación, partir de la realidad objetiva y no de los deseos subjetivos. Pero muchos de nuestros camaradas actúan en forma diametralmente contraria a esta verdad.
No puede usted resolver un problema? Pues bien, póngase a investigar su situación actual y sus antecedentes! Cuando haya investigado cabalmente el problema, sabrá cómo resolverlo. Toda conclusión se saca después de una investigación, y no antes. Unicamente un tonto se devana los sesos, sólo o unido a un grupo, para encontrar una solución o elaborar una idea sin efectuar ninguna investigación. Debe subrayarse que esto no conducirá en absoluto a ninguna solución eficaz ni a ninguna idea provechosa.
La investigación se asemeja a los largos meses de gestación, y la solución del problema, al día del nacimiento. Investigar un problema es resolverlo.
Con la actitud marxista-leninista, una persona aplica la teoría y el método marxista-leninistas a la investigación y estudio sistemáticos y minuciosos de la situación. En vez de trabajar solamente a dictado del entusiasmo, combina, como dice Stalin, el ímpetu revolucionario con el sentido práctico.
El único media para conocer una situación es hacer una investigación social, una investigación sobre las condiciones reales de las diversas clases sociales. Para quienes están encargados del trabajo directivo, el método esencial para conocer la situación es elegir, de acuerdo a un plan, algunas ciudades y aldeas para realizar allí una serie de minuciosas investigaciones, utilizando el punto de vista fundamental marxista, es decir, el método de análisis de clases.
Una reunión de investigación no necesita ser muy numerosa; basta con la presencia de tres a cinco, o siete u ocho personas. Para cada reunión es necesario destinar suficiente tiempo, preparar de antemano un cuestionario y, además, hacer personalmente preguntas, anotar las respuestas y discutir con los asistentes. Esto quiere decir que sin un gran entusiasmo, sin la decisión de dirigir la mirada hacia abajo, sin la sed de conocer, sin la disposición a despojarse de toda presunción para ser alumna modesto, será imposible realizar ninguna investigación o hacerla bien.
Toda disposición correcta de un mando emana de su decisión justa; la decisión justa emana de su juicio justo sobre la situación, y el juicio justo emana de un reconocimiento circunstanciado e indispensable y de un examen cuidadoso y sistemático de todas las informaciones recogidas a través del reconocimiento. El mando emplea todos los medios de reconocimiento posibles y necesarios, y examine las informaciones así recogidas acerca del enemigo, desechando la cáscara para quedarse con el grano, descartando lo falso para conservar lo verdadero, pasando de un aspecto a otro y de lo externo a lo inferno; luego, considerando las condiciones de su propio campo, hace un estudio comparativa de la situación de ambas partes y de sus relaciones mutuas; de este modo, forma su juicio, toma su decisión y elabora su plan. Este es el proceso completo del conocimiento de una situación, proceso que debe recorrer un jefe militar antes de formular su plan estratégico, de campaña o de combate.
Y aunque lográramos éxitos inmensos en nuestro trabajo, no tendríamos ningún fundamento para volvernos engreídos y presuntuosos. La modestia contribuye al progreso, y el engreimiento conduce al atraso. Debemos tener siempre presente esta verdad.
Con la victoria, pueden surgir dentro del Partido ciertos estados de ánimo: el engreimiento, la presunción de ser hombre meritorio, la inercia y la falta de deseo de progresar, la afición a los placeres y la aversión a continuar una vida dura. Con la victoria, el pueblo nos estará agradecido y la burguesía se presentará a adularnos. Ya está probado que el enemigo no puede vencernos por la fuerza de las armas. Sin embargo, la adulación de la burguesía puede vencer a los débiles de carácter que haya en nuestras filas. Es posible que existan entre los comunistas algunos que el enemigo no ha podido vencer con las armas y que frente a él se han hecho merecedores del título de héroes, pero que, incapaces de resistir a los proyectiles almibarados, caerán derrotados por ellos. Debemos estar prevenidos contra esto.
Muchas cosas pueden convertirse en fardos, en cargas, si nos aferramos a ellas ciega e inconscientemente. Por ejemplo: quien haya cometido errores, puede sentirse irremediablemente agobiado por ellos y caer en el abatimiento; el que no haya incurrido en errores, puede creerse irreprochable y volverse vanidoso. La falta de éxitos en el trabajo puede provocar pesimismo y depresión, en tanto que los éxitos pueden engendrar arrogancia y altanería. Un camarada que tenga corta historia de lucha puede con ese pretexto eludir responsabilidades, y un veterano puede considerarse infalible por su largo pasado de lucha. Los camaradas obreros y campesinos, orgullosos de su origen de clase, pueden mirar a los intelectuales por encima del hombro, y los intelectuales, por poseer algunos conocimientos, pueden menospreciar a los camaradas obreros y campesinos. Quien posea conocimientos especializados puede considerarlos como capital para envanecerse y despreciar a los demás. Hasta la edad podría servir de motivo para presumir: un joven que se tenga por inteligente y capaz, podría despreciar a los viejos, y un viejo, por su rica experiencia, podría despreciar a los jóvenes. Todas estas cosas se convierten en cargas, en fardos, si se carece de espíritu critico.
Algunos camaradas en el ejército se han vuelto arrogantes y se comportan de manera arbitraria con los soldados, el pueblo, los organismos gubernamentales y las organizaciones del Partido. Siempre reprochan a los camaradas encargados del trabajo local y nunca se reprochan a sí mismos. Sólo ven sus propios éxitos, pero no sus deficiencias. Sólo quieren escuchar lisonjas, y no críticas. (...) el ejército debe esforzarse por erradicar estos malos hábitos.
Un trabajo duro es como una carga que, colocada frente a nosotros, nos desafía a echárnosla al hombro. Algunas cargas son livianas, otras, pesadas. Hay quienes prefieren las cargas livianas a las pesadas; escogen para sí las primeras y dejan las segundas para los demás. Otros camaradas actúan de manera diferente: dejan las comodidades a los demás y toman sobre sus hombros las cargas pesadas, son los primeros en soportar las penalidades y los últimos en disfrutar de las comodidades. Estos son buenos camaradas. Todos debemos aprender de su espíritu comunista.
No pocas personas se muestran irresponsables en su trabajo, prefieren lo liviano a lo pesado dejan las cargas pesadas a otros y escogen para sí ;as livianas. En cada ocasión, piensan en sí mismas antes que en los demás. Cuando llegan a hacer alguna pequeña contribución, se hinchan de orgullo y la pregonan temiendo que alguien quede sin saberlo. No sienten cariño hacia los camaradas y el pueblo, y los tratan con frialdad indiferencia y apatía. En realidad, esas personas no son comunistas, o, al menos, no pueden ser consideradas como verdaderos comunistas.
Los que pretenden independizarse así, generalmente se aferran a la doctrina del yo primero y se equivocan en la cuestión de las relaciones entre un militante y el Partido. Aunque respetan de palabra al Partido, en la práctica se colocan a sí mismos en primer término y relegan el Partido al segundo. Qué buscan? Fama, posición y oportunidad de lucirse. Seimpre que se les encarga de alguna sección de trabajo, procuran independizarse. Para este fin, engatusan a algunos, desplazan a otros y recurren, entre camaradas, a la jactancia, las lisonjas y la adulación, introduciendo en el Partido Comunista el estilo filisteo de los partidos políticos burgueses. Es su deshonestidad lo que les hace pasarlo mal. Creo que debemos trabajar honestamente, porque sin una actitud honesta nada se puede realizar en el mundo.
Los comunistas deben comprender el principio de subordinar las necesidades de la parte a las del todo. Si una proposición es factible para una situación parcial pero no para la situación en su conjunto, es necesario subordinar la parte del todo. A la inversa, si la proposición no es factible para la situación parcial, pero sí para la situación en su conjunto, es precise igualmente subordinar la parte al todo. Esto es lo que se entiende por tomar en consideración los intereses del todo.
Búsqueda de una vida cómoda. En el Ejército Rojo existen no pocas personas cuyo individualismo se manifiesta en sus ansias de comodidades. Esperan que su unidad marche a las grandes ciudades. Quieren ir allí no a trabajar sino a pasarlo bien. Lo que más les desagrada es trabajar en las regiones rojas, donde la vida es dura.
Hay que combatir la tendencia al seccionalismo, tendencia a preocuparse sólo par la propia sección, sin atender a los intereses de los demás. Seccionalista es quien permanece indiferente ante las dificultades de los demás y no quiere ceder a ningún cuadro que le piden otras secciones o, como el que tome el campo del vecino como desaguadero, cede sólo a los cuadros mediocres, sin mostrar la menor consideración hacia las demás secciones, localidades o personas. Quien precede así ha perdido totalmente el espíritu comunista. Se caracteriza por su falta de consideración por la situación en su conjunto y su total indiferencia hacia las demás secciones, localidades o personas. Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos para educar a tales individuos y hacerles ver en el seccionalismo una tendencia sectaria, que se volverá peligrosa si se la deja cundir.
El liberalismo se manifiesta en diferentes formas:
Tener clara conciencia de que una persona está en un error, pero como se trata de un conocido, paisano, condiscípulo, amigo íntimo, ser querido, viejo colega o antiguo subordinado, no sostener una discusión de principios con ella y dejar pasar las cosas a fin de preservar la paz y la amistad. O bien, en el deseo de mantenerse en buenos términos con esa persona, tratar superficialmente el asunto en lugar de ir hasta el fondo. Así, tanto la organización como el individuo resultan perjudicados. Este es el primer tipo de liberalismo.
Hacer críticas irresponsables en privado en lugar de plantear activamente sugerencias a la organización. No decir nada a los demás en su presencia, sino andar con chismes a sus espaldas; o callarse en las reuniones para murmurar después. No considerar para nada los principios de la vida colectiva, sino dejarse llevar por las inclinaciones personales. Este es el segundo tipo.
Dejar pasar todo lo que no le afecte a uno personalmente; decir lo menos posible aunque se tenga perfecta conciencia de lo que es erróneo; ser hábil en mantenerse a cubierto y preocuparse únicamente de evitar reproches. Este es el tercer tipo.
Desobedecer las órdenes y colocar las opiniones personales en primer lugar; solicitar consideraciones especiales de la organización, pero rechazar su disciplina. Este es el cuarto tipo.
Entregarse a ataques personales, armar pendencias, desahogar rencores personales o buscar venganza en vez de debatir los puntos de vista erróneos y luchar contra ellos en bien de la unidad, del progreso y del buen cumplimiento del trabajo. Este es el quinto tipo.
Escuchar opiniones incorrectas sin refutarlas, e incluso escuchar expresiones contrarrevolucionarias sin informar sobre ellas, tomándolas tranquilamente, como si nada hubiera pasado. Este es el sexto tipo.
Al hallarse entre las masas, no hacer propaganda ni agitación, no hablar en sus reuniones, no investigar ni hacerles preguntas, sino permanecer indiferente a ellas, sin mostrar la menor preocupación por su bienestar, olvidando que se es comunista y comportándose como una persona cualquiera. Este es el séptimo tipo.
No indignarse al ver que alguien perjudica los intereses de las masas, ni disuadirlo o impedir su acción, ni razonar con él, sino dejarlo continuar. Este es el octavo tipo.
Trabajar descuidadamente, sin plan ni orientación definidos; trabajar sólo para cumplir con las formalidades y pasar los días vegetando: mientras siga siendo monje, tocaré la campana. Este es el noveno tipo.
Considerar que se ha rendido grandes servicios a la revolución y darse aire de veterano; desdeñar las tareas pequeñas pero no estar a la altura de las grandes, ser descuidado en el trabajo y flojo en el estudio. Este es el décimo tipo.
Tener conciencia de los propios errores pero no intentar corregirlos, tomando una actitud liberal consigo mismo. Este es el undécimo tipo.
En una colectividad revolucionaria, el liberalismo es extremadamente perjudicial. Es una especie de corrosivo, que carcome la unidad, debilita la cohesión, causa apatía y crea disensiones. Priva a las filas revolucionarias de su organización compacta y su estricta disciplina, impide la aplicación cabal de la política y aleja a las organizaciones del Partido de las masas que éste dirige. Se trata de una tendencia sumamente perniciosa.
Los adictos al liberalismo consideran los principios del marxismo como dogmas abstractos. Aprueban el marxismo, pero no se muestran dispuestos a practicarlo o a practicarlo cabalmente; no intentan sustituir su liberalismo por el marxismo. Tienen su marxismo y también su liberalismo: hablan del marxismo pero practican el liberalismo; el marxismo es para los demás y el liberalismo para ellos mismos. Llevan ambos en su bagaje y encuentran una aplicación para cada uno. Así es como piensa cierta gente.
El Estado popular protege al pueblo. Sólo cuando existe un Estado popular, el pueblo puede, en todo el país y con participación de cada uno, educarse y transformarse par métodos democráticos, y desembarazarse así de la influencia de los reaccionarios internos y externos (influencia aún muy fuerte en la actualidad y que subsistirá largo tiempo y no puede ser eliminada rápidamente), librarse de los malos hábitos e ideas adquiridos en la vieja sociedad, evitar dejarse descarriar por los reaccionarios, y continuar avanzando, avanzando hacia la sociedad socialista y la comunista.
Para nadie resulta difícil hacer una cosa de provecho. Lo difícil es hacer cosas de provecho durante toda la vida sin hacer jamás nada malo; actuar siempre en interés de las grandes masas, de la juventud y de la revolución, y empeñarse durante décadas en una lucha ardua sin ceder nunca. Esto es lo más difícil de todo!
La unificación de nuestro país, la unidad de nuestro pueblo y la unidad de todas nuestras nacionalidades constituyen las garantías fundamentales para la victoria segura de nuestra causa.
Solamente con la unidad del Partido Comunista se podrá alcanzar la unidad de toda la clase (obrera) y de toda la nación; solamente con la unidad de toda la clase y de toda la nación se podrá vencer al enemigo y dar cima a la revolución nacional y democrática.
Uniremos sólidamente a todas las fuerzas de nuestro Partido bajo los principios de organización y disciplina del centralismo democrático.. Nos uniremos con todo camarada que esté dispuesto a observar el Programa, Los Estatutos y Las decisiones del Partido.
En 1942 resumimos este método democrático de resolver las contradicciones en el seno del pueblo en la fórmula unidad -- crítica --unidad. Esto, expresado en forma más detallada, significa partir del deseo de unidad, resolver las contradicciones mediante la crítica o lucha y conseguir una nueva unidad sobre una nueva base. Según nuestra experiencia, éste es el método correcto para resolver las contradicciones en el seno del pueblo.
Nuestro ejército ha alcanzado una excelente unidad dentro de sus propias filas y con aquellos que están fuera de ellas. En el orden interno, existe unidad entre oficiales y soldados, entre los niveles superiores e inferiores y entre el trabajo militar, el político y el de los servicios de retaguardia. En el orden externo, existe unidad entre el ejército y el pueblo, entre el ejército y los organismos gubernamentales y entre nuestras tropas y las tropas amigas. Todo lo que perjudique a la unidad debe ser eliminado.
En el seno del pueblo, la democracia es correlativa al centralismo, y la libertad, a la disciplina. En ambos casos se trata de dos aspectos opuestos de un todo único, contradictorios y a la vez unidos; no debemos destacar unilateralmente uno de ellos, negando el otro. En el seno del pueblo, no se puede prescindir de la libertad, ni tampoco de la disciplina; no se puede prescindir de la democracia, ni tampoco del centralismo. Esta unidad de democracia y centralismo, y de libertad y disciplina, constituye nuestro centralismo democrático. Bajo este sistema, el pueblo disfruta de amplia democracia y libertad, pero al mismo tiempo debe mantenerse dentro de los límites de la disciplina socialista.
Es necesario reafirmar la disciplina del Partido, que consiste en: 1) la subordinación del militante a la organización; 2) la subordinación de la minoría a la mayoría; 3) la subordinación del nivel inferior al superior, y 4) la subordinación de todo el Partido al Comité Central. Quien viola estas reglas de disciplina, socava la unidad del Partido.
La disciplina del Partido exige, entre otras cosas, que la minoría se someta a la mayoría. La minoría, si su opinión ha sido rechazada, debe apoyar la decisión aprobada por la mayoría. Si lo estima necesario, puede volver a presentar el asunto a la reunión siguiente para su consideración, pero de ningún modo debe actuar en contra de la decisión ya adoptada.
Las Tres Reglas Cardinales de Disciplina son las siguientes:
1) Obedecer las órdenes en todas las acciones.
2) No tomar a las masas ni una solo aguja ni una solo hebra de hilo.
3) Entregar todas las casas capturadas.
Las Ocho Advertencias son las siguientes:
1) Hablar con cortesía.
2) Pagar con honradez lo que se compre.
3) Devolver toda cosa solicitada en préstamo.
4) Indemnizar par todo objeto dañado.
5) No pegar ni injuriar a la gente.
6) No estropear los sembrados.
7) No tomarse libertades con las mujeres.
8) No maltratar a los prisioneros.
Deben elevar (los oficiales y soldados de nuestro ejército) su sentido de la disciplina y, en forma resuelta, cumplir las órdenes, aplicar nuestra político, observar las Tres Reglas Cardinales de Disciplina y las Ocho Advertencias y fortalecer la unidad entre el ejército y el pueblo, entre el ejército y el gobierno, entre los oficiales y los soldados, y la unidad de todo el ejército; no será tolerada ninguna infracción de la disciplina.
El Partido Comunista no teme la crítica porque somos marxistas, la verdad está de nuestro lado y las masas básicas, los obreros y campesinos, están con nosotros.
Los materialistas consecuentes son intrépidos; esperamos que todos los que luchan a nuestro lado asuman valientemente sus responsabilidades, superen las dificultades y no tengan miedo a los reveses o las burlas, ni vacilen en criticarnos a nosotros, los comunistas, y brindarnos sus sugerencias. Quien no teme morir cortado en mil pedazos, se atreve a desmontar al emperador: éste es el espíritu intrépido que necesitamos en nuestra lucha por el socialismo y el comunismo.
Tenemos el arma marxista-leninista de la crítica y la autocrítica. Podemos deshacernos del mal estilo y conservar el bueno.
La concienzuda práctica de la autocrítica es otro rasgo que distingue a nuestro Partido de los demás partidos políticos. Hemos dicho que la habitación se debe limpiar regularmente, porque de otra manera se amontonará el polvo, y que tenemos que lavarnos la cara regularmente, porque de otra manera se nos cubrirá de mugre. La mente de nuestros camaradas y el trabajo de nuestro Partido pueden cubrirse de polvo y deben ser limpiados y lavados. El agua corriente no se corrompe y a los goznes de la puerta no los carcomen los gusanos. Este proverbio expresa cómo el movimiento constante impide el ataque de los microbios y otros organismos. Revisar regularmente nuestro trabajo, desarrollar durante el proceso de revisión el estilo democrático de trabajo, no temer a la crítica ni a la autocrítica y aplicar aquellas máximas populares chinas tan buenas como di todo lo que sepas y dilo sin reservas, no culpes al que hable, antes bien, toma sus palabras como una advertencia y corrige tus errores, si los has cometido, y guárdate de ellos si no has cometido ninguno: he aquí la única forma eficaz de evitar que el polvo y microbios políticos infecten la mente de nuestros camaradas y el cuerpo de nuestro Partido.
Dentro del Partido se producen constantemente oposición y lucha entre diferentes ideas. Esto es un reflejo, en el Partido, de las contradicciones entre las clases y entre lo nuevo y lo viejo en la sociedad. Si en el Partido no hubiera contradicciones ni luchas ideológicas para resolverlas, la vida del Partido tocaría a su fin.
Estamos por la lucha ideológica activa, pues ella es el arma que garantiza la unidad interna del Partido y demás organizaciones revolucionarias en beneficio de nuestro combate. Todos los comunistas y revolucionarios deben empuñar esta arma.
Pero el liberalismo rechaza la lucha ideológica y propugna una paz sin principios, dando origen a un estilo decadente y filisteo, que conduce a la degeneración política de ciertas entidades y miembros en el Partido y demás organizaciones revolucionarias.
Al luchar contra el subjetivismo, el sectarismo y el estilo de clisé del Partido, debemos tener presentes dos principios: primero, sacar lecciones de los errores pasados para evitarlos en el futuro, y segundo, tratar la enfermedad para salvar al paciente. Hay que poner al descubierto, sin tener consideraciones con nadie, todos los errores pasados, y analizar y criticar en forma científica todo lo malo en el pasado, para que en el futuro el trabajo se realice más cuidadosamente y mejor. Eso es lo que quiere decir sacar lecciones de los errores pasados para evitarlos en el futuro. Pero, al denunciar los errores y criticar los defectos, lo hacemos, igual que un médico trata un caso, únicamente para salvar al paciente y no para matarlo. Una persona con apendicitis se salvará si el cirujano le extrae el apéndice. Si una persona que ha cometido errores no oculta su enfermedad por temor al tratamiento, ni persiste en sus errores hasta hacerse incurable, sino que, honesta y sinceramente, desea curarse y enmendarse, debemos acogerla y curarle la enfermedad para que se convierta en un buen camarada. Jamás podremos lograr éxito si nos dejamos llevar por un impulso momentáneo y la fustigamos sin mesura. No se puede tratar con imprudencia enfermedades ideológicas o políticas; hay que adoptar el único método adecuado y eficaz: tratar la enfermedad para salvar al paciente.
Con relación a la critica en el seno del Partido, es preciso mencionar otro punto: algunos camaradas, al hacer críticas, pasan por alto las cuestiones importantes y limitan su atención a las mezquinas. No comprenden que la tarea principal de la crítica es indicar los errores políticos y de organización. Por lo que respecta a los defectos personales, a menos que estén vinculados a errores políticos y de organización, no hay que censurarlos demasiado para no sumir a los camaradas en el desconcierto. Además, si semejante crítica se desarrolla la atención de los miembros del partido se concentrará exclusivamente en defectos de poca monta, y todos se volverán tímidos y cautelosos y olvidarán las tareas políticas del Partido. Esto es un grave peligro.
En la critica en el seno del Partido, debemos guardarnos del subjetivismo, los juicios arbitrarios y la banalización de la crítica; toda afirmación debe fundarse en hechos y toda crítica debe tener sentido político.
La crítica dentro del Partido es un arma para fortalecer sus organizaciones y aumentar su capacidad de combate. Sin embargo, en la organización del Partido en el Ejército Rojo, la crítica no siempre tiene este carácter: a veces se convierte en ataque personal. A consecuencia de ello, no sólo se perjudica a los individuos, sino también a la organización del Partido. Esta es una manifestación de individualismo pequeñoburgués. El método para corregirla es ayudar a los miembros del Partido a comprender que la critica tiene por objeto aumentar la capacidad de combate del Partido a fin de lograr la victoria en la lucha de clases, y que no debe utilizarse para realizar ataques personales.
Porque servimos al pueblo, no tememos que se nos señalen y critiquen los defectos que tengamos. Cualquiera, sea quien fuere, puede señalar nuestros defectos. Si tiene razón, los corregiremos. Si lo que se propone beneficia al pueblo, actuaremos de acuerdo con ello.
Los comunistas chinos, que en todas nuestras acciones partimos de los intereses supremos de las grandes masas del pueblo chino, estamos convencidos de la completa justicia de nuestra causa, no nos detenemos ante ningún sacrificio personal y estamos dispuestos en todo momento a dar nuestras vidas por esta causa, cómo podríamos entonces ser reacios a desprendernos de las ideas, puntos de vista, opiniones o métodos que no respondan a las necesidades del pueblo? Cómo podríamos alegrarnos de que el polvo y microbios políticos ensucien nuestros limpios rostros e infecten nuestros sanos cuerpos? Incontables mártires revolucionarios han ofrendado sus vidas por los intereses del pueblo, y a los vivos se nos llena de dolor el corazón cada vez que les recordamos. Habrá interés personal que no podamos sacarificar o error que no podamos superar?
Nunca debemos sentirnos satisfechos con nuestros éxitos. Debemos refrenar la autosatisfacción y criticar constantemente nuestros defectos, al igual que nos lavamos la cara y barremos el suelo diariamente para quitar el polvo y mantenerlos limpios.
La critica debe hacerse a tiempo; no hay que dejarse llevar por el hábito de criticar sólo después de consumados los hechos.
Aleccionados por los errores y reveses, hemos aguzado nuestro ingenio y manejamos major nuestros asuntos. Es difícil para cualquier partido político o persona evitar los errores, pero debemos tratar de cometer los menos posibles. Si cometemos un error, debemos corregirlo, y cuanto más rápidamente y más a fondo, mejor.
El comunista debe ser sincero y franco, leal y activo, considerar los intereses de la revolución como su propia vida y subordinar sus intereses personales a los de la revolución. En cualquier momento y dondequiera que esté, ha de adherirse a los principios justos y luchar infatigablemente contra todas las ideas y acciones erróneas, a fin de consolidar la vida colectiva del Partido y su ligazón con las masas; ha de preocuparse más por el Partido y las masas que por ningún individuo, y más por los demás que por sí mismo. Sólo una persona así es digna de llamarse comunista.
Hay que hacer comprender a cada camarada que el criterio supremo para juzgar las palabras y actos de un comunista reside en precisar si éstos concuerdan con los más altos intereses de la abrumadora mayoría del pueblo y se granjean su apoyo.
En ningún momento y bajo ninguna circunstancia, puede el comunista poner en primer lugar sus intereses personales; al contrario, debe subordinarlos a los intereses de la nación y de las masas populares. De ahí que el egoísmo, la flojera, la corrupción, el afán de figurar, etcétera, sean lo más despreciable, mientras que la entrega abnegada, el entusiasmo y la energía en el trabajo, la dedicación de todo corazón al deber público y el esfuerzo concienzudo y tenaz merezcan respeto.
Los comunistas deben ester dispuestos en todo momento a perseverar en la verdad, porque la verdad concuerda con los intereses del pueblo; los comunistas deben estar dispuestos en todo momento a corregir sus errores, porque todo error va en contra de los intereses del pueblo.
Los comunistas tienen que preguntar el porqué de todas las cosas y valerse de su propio juicio para examinar cuidadosamente si corresponden a la realidad y si están bien fundadas; no deben en absoluto seguir ciegamente a otros ni preconizar la obediencia servil.
Debemos alentar a los camaradas a tener plenamente en cuenta los intereses del todo. Cada miembro del Partido, cada rama de trabajo, cada palabra y cada acción deben tener como punto de partida los intereses de todo el Partido. No se tolerará en absoluto violar este principio.
Los comunistas deben ser ejemplares tanto por su sentido práctico como por su previsión y clarividencia, porque únicamente el sentido práctico les permitirá cumplir las tareas asignadas, y sólo la previsión y la clarividencia les impedirán extraviarse en el avance.
Los comunistas deben ser los más perspicaces, los más dispuestos a sacrificarse, los más firmes y los más capaces de apreciar las situaciones sin ideas preconcebidas; tienen que apoyarse en la mayoría de las masas y conquistar su apoyo.
Los comunistas deben asimismo dar ejemplo en el estudio. En todo momento, deben ser alumnos de las masas populares a la vez que sus maestros.
Los comunistas, al trabajar en los movimientos de masas, deben comportarse como amigos de masas populares y no como sus superiores, como sus maestros infatigables y no como politiqueros burócratas.
Los comunistas jamás deben separarse de la mayoría de las masas, ni dirigir sólo a unos cuantos contingentes progresistas en un avance temerario, sin tener en cuenta la situación de la mayoría; deben preocuparse por forjar estrechos vínculos entre los elementos avanzados y las grandes masas. Esto es lo que significa pensar en la mayoría.
Los comunistas somos como la semilla y el pueblo como la tierra. Dondequiera que vayamos, debemos unirnos con el pueblo, echar raíces y florecer en él.
En todo lo que hacemos, los comunistas debemos saber vincularnos con las masas. Si los miembros de nuestro Partido se pasan la vida entre cuatro paredes, a cubierto de la tempestad y apartados del mundo, podrán servir para algo al pueblo chino? No, en absoluto; no necesitamos semejantes personas como miembros del Partido. Los comunistas debemos salir al encuentro de la tempestad y enfrentar el mundo: la poderosa tempestad y el gran mundo de la lucha de masas.
El papel de vanguardia de los comunistas y su ejemplo tienen una importancia vital. En el VIII Ejército y el Nuevo 4° Cuerpo de Ejército, los comunistas deben sentar un ejemplo de valentía en el combate, un ejemplo en la ejecución de las órdenes, la observancia de la disciplina, la realización del trabajo político y el afianzamiento de la cohesión y la unidad internas.
El comunista nunca debe creerse infalible ni comportarse en forma altanera, pensando que sobresale en todo mientras los demás no tienen nada bueno; jamás debe encerrarse en su pequeña habitación, ni fanfarronear, ni actuar como tiranuelo.
Los comunistas deben escuchar las opiniones de las personalidades no pertenecientes al Partido, y darles oportunidad de expresarse. Si lo que dicen es correcto, debemos aplaudirlo y aprender de sus puntos fuertes; incluso si no tienen razón, debemos dejarles terminar sus palabras y, luego, darles con paciencia las explicaciones necesarias.
A aquellos que han cometido errores en su trabajo, salvo los elementos incorregibles, los comunistas no deben dejarlos de lado, sino al contrario, deben persuadirlos para que se transformen y emprendan un nuevo camino.
Los comunistas no deben desdeñar o menospreciar a las personas políticamente atrasadas, sino acercarse a ellas, unirse con ellas, convencerlas y alentarlas a progresar.
Para asegurar que nuestro Partido y nuestro país no cambien de color, debemos no sólo tener una linea y una política correctas, sino también preparar y forjar decenas de millones de continuadores de la causa revolucionaria del proletariado.
El problema de la formación de continuadores de la causa revolucionaria del proletariado se refiere, en el fondo, a si la causa revolucionaria marxista-leninista iniciada por los revolucionarios proletarios de la vieja generación contará con quienes la sigan llevando adelante, si la dirección de nuestro Partido y nuestro Estado seguirá en manos de los revolucionarios proletarios, si nuestros descendientes proseguirán avanzando por el justo camino trazado por el marxismo-leninismo, esto es, se refiere a si podremos precavernos con éxito contra la aparición del revisionismo jruschovista en China. En una palabra, se trata de un problema importantísimo que afecta al destino, a la misma existencia de nuestro Partido y nuestro Estado. Se trata de un problema de importancia fundamental para la causa revolucionaria del proletariado de aquí a cien, mil e incluso diez mil años. Basándose en Los cambios operados en la Unión Soviética, los agoreros imperialistas depositan sus esperanzas de evolución pacífica en la tercera o cuarta generación del Partido chino. Haremos fracasar completamente este ag¸ero imperialista. En todas partes, desde las organizaciones más altos hasta la base, debemos prestar constante atención al problema de preparar y forjar continuadores de la causa revolucionaria.
Qué requisitos han de llenar los continuadores de la causa revolucionaria del proletariado?
Deben ser verdaderos marxistas-leninistas, y no, como Jruschov, revisionistas disfrazados de marxista-leninistas.
Deben ser revolucionarios que sirven de todo corazón a la inmensa mayoría de las masas populares de China y del mundo, y no individuos como Jruschov, que sirve a los intereses de una exigua capa social burguesa privilegiada en su país, y a los intereses del imperialismo y la reacción en el plano internacional.
Deben ser políticos proletarios capaces de unirse con la inmensa mayoría para trabajar con ella. No sólo deben unirse con quienes compartan sus opiniones, sino también saber unirse con los que sostengan opiniones diferentes e incluso con los que se hayan opuesto a ellos y cuyos errores hayan sido probados por la práctica. Sin embargo, deben estar especialmente vigilantes contra los arribistas y conspiradores como Jruschov, y evitar que tales malvados usurpen, sea al nivel que fuere, la dirección del Partido y del Estado.
De ben aplicar de modo ejemplar el centralismo democrático del Partido, dominar el método de dirección basado en el principio de de las masas, a las masas, cultivar un estilo democrático de trabajo y saber escuchar la voz de las masas. No deben minar el centralismo democrático del Partido, ser despóticos, organizar ataques por sorpresa contra los camaradas, ni actuar de modo arbitrario y dictatorial, como lo hace Jruschov.
Deben ser modestos y prudentes, guardarse de la arrogancia y la precipitación, estar penetrados del espíritu autocrítico, ser valientes para corregir las deficiencias y errores en el trabajo. Jamás deben encubrir sus errores, atribuirse a sí mismos todos los méritos e imputar a otros todas las culpas, como lo hace Jruschov.
Los continuadores de la causa revolucionaria del proletariado nacen de la lucha de masas y crecen y se forjan en las grandes tempestades revolucionarias. Hay que probar y valorar a los cuadros y seleccionar y formar a los continuadores en el curso de la prolongada lucha de masas.
Nuestro Partido debe extender sus organizaciones a todo el país, formar conscientemente a decenas de miles de cuadros y disponer de centenares de dirigentes de masas de primera calidad. Deben ser cuadros y dirigentes versados en marxismo-leninismo, perspicaces en lo político y competentes en el trabajo, imbuidos del espíritu de sacrificio, capaces de resolver independientemente los problemas, indoblegables ante las dificultades y fieles en su servicio a la nación, a la clase y al Partido. Apoyándose en ellos, el Partido se asegurará los vínculos con sus militantes y las masas, y apoyándose en la firma dirección de ellos sobre las masas, el Partido logrará vencer al enemigo. Ser ajenos al egoísmo, al heroísmo individualista y la ostentación, a la indolencia y la pasividad y al sectarismo altanero, y ser desinteresados héroes de su nación y de su clase: he aquí las cualidades y el estilo de trabajo que se exige de los militantes, cuadros y dirigentes de nuestro Partido.
Una vez determinada la linea política, los cuadros constituyen un factor decisivo. Por consiguiente, es nuestra tarea de lucha preparar planificadamente una gran cantidad de nuevos cuadros.
El criterio que debe aplicar el Partido Comunista en su político de cuadros es ver si éstos llevan adelante con firmeza la línea del Partido, observan su disciplina, mantienen vínculos estrechos con las masas, poseen la capacidad de orientarse independientemente en el trabajo y son activos, empeñosos y desinteresados. Esto es lo que significa designar a la gente según sus cualidades.
Hay que persistir firmemente en el sistema de la participación de los cuadros en el trabajo colectivo de producción. Los cuadros de nuestro Partido y nuestro Estado son trabajadores comunes y no señores que cabalgan sobre el pueblo. Participando en el trabajo colectivo de producción, Los cuadros mantienen los vínculos más amplios, constantes y estrechos con el pueblo trabajador. Esta es una medida cardinal y de importancia fundamental en el sistema socialista, una medida que contribuye a superar el burocratismo y a prevenir el revisionismo y el dogmatismo.
Debemos saber valorar a los cuadros. No los juzguemos únicamente por un breve periodo de su actividad o un solo hecho en su vida, sino también par todo su pasado y todo su trabajo. Este es el método principal para valorar a los cuadros.
Debemos saber utilizar a los cuadros. En resumen, el dirigente tiene dos responsabilidades principales: formular ideas y utilizar a los cuadros. Hacer planes, tomar decisiones, dar órdenes y directivas, etc., entran en el concepto de formular ideas. Para poner en práctica las ideas, el dirigente tiene que unir a los cuadros e impulsarlos a la acción. Esto entra en el concepto de utilizar a los cuadros.
Debemos saber preocuparnos por los cuadros. El método para hacerlo es el siguiente:
Primero, orientarlos en su trabajo. Esto implica dejarlos desplegar su iniciativa en el trabajo para que se atrevan a asumir responsabilidades y, al mismo tiempo, darles indicaciones oportunas para que, a la luz de la línea político del Partido, puedan poner en pleno juego su espíritu creador.
Segundo, elevar su nivel. Esto significa brindarles la oportunidad de estudiar y educarlos, de modo que eleven su preparación teórica y su capacidad para el trabajo.
Tercero, controlar su trabajo y ayudarles a sintetizar sus experiencias, a desarrollar sus éxitos y a corregir sus errores. Confiarles una tarea sin controlar su ejecución, y prestarles atención sólo cuando cometen errores graves: ésta no es la forma de preocuparse por los cuadros.
Cuarto, emplear, en general, el método de la persuasión con los cuadros que hayan cometido errores y ayudarles a corregirlos. Sólo se puede recurrir al método de la lucha con los que hayan cometido errores graves y rechacen toda guía. En todo esto, la paciencia es necesaria. No es correcto calificar a la ligera de oportunista a la gente ni empezar precipitadamente a organizar luchas contra ella.
Quinto, ayudarles en sus dificultades. Cuando un cuadro cae enfermo o tropieza con dificultades materiales, familiares, etc., tenemos que prestarles toda la atención posible.
Así es cómo hemos de preocuparnos par los cuadros.
Un grupo dirigente, verdaderamente unido y vinculado con las masas, sólo puede formarse gradualmente en el proceso de la lucha de masas, y no al margen de ella. En el curso de una gran lucha, la composición del grupo dirigente no debe ni puede, en la mayoría de los casos, permanecer enteramente invariable en las etapas inicial, media y final. Es necesario promover constantemente a los activistas surgidos en el curso de la lucha, para sustituir a los miembros originales del grupo dirigente que resulten inferiores en comparación con ellos o que hayan degenerado.
Si nuestro Partido no cuenta con una plena cooperación entre las amplias masas de cuadros nuevos y los viejos cuadros, nuestra causa se detendrá a media camino. Por eso, todos los viejos cuadros deben acoger con gran cariño a los cuadros nuevos y mostrarles la mayor solicitud. Es cierto que los cuadros nuevos tienen sus defectos. Como no hace mucho que participan en la revolución, les falta experiencia y es lógico que algunos de ellos conserven rastros de la viciosa ideología de la vieja sociedad, residuos de la ideología individualista pequeñoburguesa. Pero esos defectos pueden ser eliminados gradual mente a través de la educación y el temple en la revolución. Las cualidades de los nuevos cuadros residen, como señaló Stalin, en que tienen un agudo sentido de lo nuevo y, par lo tanto, poseen un gran entusiasmo y una gran actividad, cualidades de que carecen algunos cuadros viejos. Los cuadros, nuevos y viejos, deben respetarse mutuamente, aprender los unos de los otros, superar las debilidades propias aprendiendo de las cualidades de los demás, para mantenerse unidos como un solo hombre en bien de la causa común y prevenir las tendencias sectarias.
Tenemos que preocuparnos no sólo por los cuadros del Partido, sino también por los que no militan en él. Fuera del Partido hay muchas personas capaces, y los comunistas no podemos ignorarlas. Es deber de cada comunista deshacerse de toda presunción, saber trabajar junta con los cuadros que no militan en el Partido, proporcionarles una sincera ayuda, tratarlos con color como a camaradas y orientar su actividad hacia la gran causa de la guerra contra los agresores japoneses y de la construcción del país.
El mundo es de ustedes, y también de nosotros; pero en última instancia, es de ustedes. Los jóvenes, plenos de vigor y vitalidad, se encuentran en la primavera de la vida, como el sol a las ocho o nueve de la mañana. En ustedes depositamos nuestras esperanzas.
( . . . )
El mundo les pertenece. El futuro de China les pertenece.
Es necesario hacer comprender a toda la juventud que nuestro país es todavía muy pobre, que esta situación no se podrá cambiar radicalmente en un plaza breve y que sólo mediante los esfuerzos mancomunados, que desplieguen la joven generación y todo el pueblo trabajando con sus propias manos, se podrá convertir a China en un país próspero y poderoso en el curso de varios decenios. La instauración del sistema socialista nos ha abierto el camino que conduce a la sociedad ideal, pero para que ésta se haga realidad tenemos que trabajar duramente.
Una buena parte de la juventud, por falta de experiencia política y social, no sabe comparar la nueva China con la vieja; no le resulta fácil comprender a fondo ni las incontables penalidades que nuestro pueblo ha experimentado en su lucha para liberarse de la opresión del imperialismo y de la reacción kuomintanista, ni el largo periodo de arduo trabajo necesario para construir una bella sociedad socialista. He aquí por qué debemos realizar constantemente una educación política viva y eficaz entre las masas, decirles siempre la verdad sobre cualquier dificultad que surja y estudiar con ellas la manera de resolverla.
La juventud es la fuerza más activa y vital de la sociedad. Los jóvenes son los más ansiosos de aprender, y los menos conservadores en su pensamiento. Así son especialmente en la época del socialismo. Esperamos que las organizaciones del Partido en todos los lugares en colaboración con las organizaciones respectivas de la Liga de la Juventud, estudien con atención la forma de desplegar en particular la energía de los jóvenes, y que no los traten como cualquier persona ni pasen por alto sus características peculiares. Desde luego que los jóvenes tienen que aprender de los viejos y demás adultos y hacer todo lo posible para emprender, con el consentimiento de éstos, toda clase de actividades útiles.
Cómo juzgar si un joven es revolucionario? Cómo discernirlo? Sólo hay un criterio: si está dispuesto a fundirse, y se funde en la práctica, con las grandes masas obreras y campesinas. Es revolucionario si lo quiere hacer y lo hace; de otro modo es no-revolucionario o contrarrevolucionario. Si se identifica hoy con las masas obreras y campesinas, es hoy revolucionario; si mañana deja de hacerlo o pasa a oprimir a la gente sencilla, se transformará en no-revolucionario o en contrarrevolucionario.
Mientras no se han incorporado de todo corazón a las luchas revolucionarias de las masas y no se deciden a servir a los intereses de las masas y a fundirse con ellas, los intelectuales tienden a menudo al subjetivismo y al individualismo, y se muestran poco prácticos en su pensamiento y vacilantes en su acción. Por consiguiente, aunque la gran masa de intelectuales revolucionarios de China desempeñan un papel de vanguardia y sirven de puente con las masas, no todos continúan siendo revolucionarios hasta el fin. Una parte de ellos abandonan las filas revolucionarias en los momentos críticos y se hunden en la pasividad, mientras que un pequeño número incluso se convierten en enemigos de la revolución. Los intelectuales sólo pueden superar estos defectos en la misma lucha prolongada de las masas.
Además de continuar coordinando sus actividades con la tarea central del Partido, la Liga de la Juventud debe realizar su propio trabajo, que responde a las características de los jóvenes. La Nueva China debe pensar en la juventud y preocuparse por el crecimiento de la joven generación. Los jóvenes tienen que estudiar y trabajar, pero, como se hallan en edad del crecimiento físico, debemos prestar atención tanto a su trabajo y estudio como a sus actividades recreativas y deportivas y a su descanso.
En China, los hombres viven dominados generalmente por tres sistemas de autoridad (la autoridad política, la del clan y la religiosa -- N. de la Red.), (...) En cuanto a las mujeres, además de estar sometidas a estos tres sistemas de autoridad, se encuentran dominadas por los hombres (la autoridad marital). Estas cuatro formas de autoridad -- política, del clan, religiosa y marital -- encarnan la ideología y el sistema feudal-patriarcales en su conjunto y son cuatro gruesas sagas que mantienen amarrado al pueblo chino, en particular al campesinado. Se ha descrito más arriba cómo los campesinos derriban la autoridad política de los terratenientes en el campo, que constituye el pilar de los demás sistemas de autoridad. Con el derrocamiento de la autoridad política de los terratenientes, comienzan a tambalearse la autoridad del clan, la religiosa y la marital. (...) En lo que concierne a la autoridad marital, siempre ha sido comparativamente débil en las familias de los campesinos pobres porque las mujeres de estas familias, por necesidad económica, tienen que hacer más trabajo físico que las mujeres de las clases acomodadas y, en consecuencia, tienen mayor derecho a hablar y decidir en los asuntos familiares. En los últimos años, con la creciente ruina de la economía rural, se ha minado la base de la dominación del hombre sobre la mujer. Y recientemente, con el surgimiento del movimiento campesino, las mujeres han comenzado en muchos lugares a organizar asociaciones femeninas rurales; ha llegado para ellas la hora de levantar la cabeza, y la autoridad marital es sacudida día a día. En una palabra, con el crecimiento del poder de los campesinos, están tambaleando la ideología y el sistema feudo-patriarcales en su conjunto.
Uníos, tomad parte en la producción y las actividades políticas para mejorar la situación económica y política de la mujer.
Proteger los intereses de la juventud, la mujer y la infancia -- prestar ayuda a los estudiantes refugiados; ayudar a los jóvenes y las mujeres a organizarse para participar, en pie de igualdad con los demás, en todas las actividades que contribuyan a la guerra de resistencia contra los invasores japoneses y al progreso social; asegurar la libertad de matrimonio y la igualdad entre el hombre y la mujer, y dar a los niños y jóvenes una educación útil; (...)
Nuestra tarea fundamental en la producción agrícola es reajustar en forma organizada el empleo de la fuerza de trabajo y alentar a las mujeres a participar en la producción.
Con el fin de construir una gran sociedad socialista, es de suma importancia movilizar a las grandes masas de mujeres para que se incorporen a las actividades productivas. En la producción, hombres y mujeres deben recibir igual salario por igual trabajo. Sólo en el proceso de la transformación socialista de la sociedad en su conjunto se podrá alcanzar una auténtica igualdad entre ambos sexos.
Después dé consumada la cooperativización agrícola, muchas cooperativas se encuentran con escasez de mano de obra. Se ha hecho necesario movilizar a la gran masa de mujeres que no han trabajado en la tierra para incorporarlas al frente laboral. (...) Las mujeres chinas constituyen una importante reserva de fuerza de trabajo, reserva que debe ser movilizada para la lucha por construir un gran país socialista.
Toda mujer capaz de trabajar debe ocupar su puesto en el frente laboral según el principio de a igual trabajo, igual salario, exigencia que debe realizarse lo antes posible.
En el mundo actual, toda cultura, toda literatura y arte pertenecen a una clase determinada y están subordinados a una linea político determinada. No existe en realidad, arte por el arte, ni arte que esté por encima de las clases, ni arte que se desarrolle paralelo a la político o sea independiente de ella. La literatura y el arte proletarios son parte de la causa de la revolución proletaria en su conjunto; son, como decía Lenin, engranajes y tornillos del mecanismo general de la revolución.
La cultura revolucionaria es una poderosa arma revolucionaria para las grandes masas del pueblo. Antes de que se produzca la revolución, prepara ideológicamente el terreno, y durante ella, constituye una parte necesaria e importante del frente general de la revolución.
Nuestra literatura y nuestro arte sirven a las grandes masas del pueblo, y en primer lugar a los obreros, campesinos y soldados; se crean para ellos y son utilizados por ellos.
Nuestros trabajadores de la literatura y el arte tienen que cumplir esta tarea; tienen que cambiar de posición, pasarse gradualmente al lado de los obreros, campesinos y soldados, al lado del proletariado, adentrándose en ellos, incorporándose a la lucha práctica y estudiando el marxismo y la sociedad. Sólo así podremos crear una literatura y un arte verdaderamente al servicio de los obreros, campesinos y soldados, una literatura y un arte verdaderamente proletarios.
Nuestro propósito es asegurar que la literatura y el arte encajen bien en el mecanismo general de la revolución, se conviertan en un arma poderosa para unir y educar al pueblo y para atacar y aniquilar al enemigo, y ayuden al pueblo a luchar con una misma voluntad contra el enemigo.
La critica literaria y artística tiene dos criterios: el político y el artístico. (...)
Hay un criterio político y hay un criterio artístico. Cuál es la relación entre ellos? La político no equivale al arte, ni una concepción general del mundo equivale a un método de creación y critica artísticas. No sólo negamos que haya ningún criterio político abstracto y absolutamente invariable, sino que también negamos que haya ningún criterio artístico abstracto y absolutamente invariable; en toda sociedad de clases, cada clase tiene sus propios criterios político y artístico. Pero todas las clases, en todas las sociedades de clases, siempre colocan el criterio político en el primer lugar y el artístico en el segundo. (...) Lo que exigimos es la unidad de la política y el arte, la unidad del contenido y la forma, la unidad del contenido político revolucionario y el más alto grade posible de perfección de la forma artística. Una obra de arte que carece de valor artístico, por progresista que sea en lo político, no tiene fuerza. Por eso nos oponemos tanto a las obras artísticas que contengan puntos de vista políticos erróneos como a la tendencia a crear obras al estilo de cartel y consigna, obras acertadas en su punto de vista político, pero carentes de fuerza artística. En el problema de la literatura y el arte, tenemos que sostener una lucha en dos frentes.
Que se abran cien flores y compitan cien escuelas de pensamiento es la orientación para promover el desarrollo del arte y el progreso de la ciencia, para hacer florecer la cultura socialista de nuestro país. Pueden desarrollarse libremente distintas formas y estilos en el arte, y competir libremente diferentes escuelas en la ciencia. Consideramos que es perjudicial al desarrollo del arte y de la ciencia recurrir a medidas administrativas para imponer un particular estilo de arte o escuela de pensamiento y prohibir otro. El problema de lo correcto y lo erróneo en el arte y en la ciencia debe resolverse mediante discusiones libres en Los círculos artísticos y científicos, a través de la práctica del arte y de la ciencia, y no de manera simplista.
Un ejército sin cultura es un ejército ignorante, y un ejército ignorante no puede derrotar al enemigo.
En la transformación de la China agraria y atrasada en una China industrializada y avanzada, se nos plantean tareas arduas, y nuestra experiencia es muy reducida. Por eso, es preciso que sepamos aprender.
Las condiciones cambian permanentemente, y para adaptar su pensamiento a las nuevas condiciones, uno debe aprender. Incluso quienes tienen una mayor comprensión del marxismo y se mantienen comparativamente firmes en la posición proletaria, deben continuar aprendiendo, asimilar cosas nuevas y estudiar problemas nuevos.
Podemos aprender lo que ignorábamos. No sólo sabemos destruir el mundo viejo, sino que también sabemos construir uno nuevo.
Hay dos maneras de aprender de otros. Una es la dogmática, que significa copiarlo todo, sea o no aplicable a las condiciones de nuestro país. Esta no es una buena actitud. La otra es hacer funcionar nuestras cabezas y aprender lo que se adapte a nuestras condiciones, es decir, asimilar cuanta experiencia nos sea útil. Esta es la actitud que debemos adoptar.
La teoría de Marx, Engels, Lenin y Stalin es aplicable universalmente. No hay que considerarla como un dogma, sino como una guía para la acción. Estudiar el marxismo-leninismo no es simplemente aprender su terminología, sino estudiarlo como ciencia de la revolución. No sólo hay que comprender las leyes generales establecidas por Marx, Engels, Lenin y Stalin como resultado de su estudio extensiva de la vida real y de la experiencia revolucionaria, sino también aprender la posición y el método que adoptaban al examinar y resolver los problemas.
Si tenemos una teoría justa, pero nos contentamos con hacer de ella un tema de conversación y la dejamos archivada en lugar de ponerla en práctica, semejante teoría, por buena que sea, carecerá de significación.
Hay que dominar la teoría marxista y saber aplicarla; dominarla con el único objetivo de aplicarla. Si usted puede aclarar uno o dos problemas prácticos desde el punto de vista marxista-leninista, merecerá elogios y podrá decirse que ha logrado algunos éxitos. Mientras más problemas aclare y más amplia y profundamente lo haga, mayores serán sus éxitos.
Cómo unir la teoría marxista-leninista con la práctica de la revolución china? Dicho en lenguaje corriente, esto se logra disparando la flecha en el blanco. Cuando uno dispara una flecha, tiene que apuntarla a un blanco. La flecha es al blanco como el marxismo-leninismo a la revolución china. Algunos camaradas, sin embargo, disparan sus flechas sin ningún blanco, o tiran al azar; esas personas pueden perjudicar fácilmente a la revolución.
Los que tienen experiencia en el trabajo práctico deben estudiar la teoría y leer concienzudamente. Sólo así podrán sistematizar y sintetizar sus experiencias para elevarlas al nivel de la teoría, y no tomarán sus experiencias parciales por verdades universales, ni caerán en el error del empirismo.
Leer es aprender; practicar también es aprender, y es una forma más importante de aprender. Nuestro método principal es aprender a combatir en el curso mismo de la guerra. Una persona que no ha tenido oportunidad de ir a la escuela también puede aprender a combatir, aprender en el curso mismo de la guerra. La guerra revolucionaria es una empresa del pueblo; en ella ocurre con frecuencia que la gente, en vez de combatir después de haber aprendido, comienza por combatir y después aprende. Combatir es aprender.
Entre un civil corriente y un militar hay cierta distancia, pero no una Gran Muralla, y esta distancia puede ser eliminada con rapidez. Participar en la revolución y en la guerra: he aquí cómo eliminarla. Al decir que aprender y aplicar no es fácil, nos referimos a que no es fácil aprender a fondo y aplicar con habilidad. Al decir que los civiles pueden convertirse con rapidez en militares, nos referimos a que no es difícil cruzar el umbral. Para resumir estas dos afirmaciones, recordemos la vieja sentencia china: Nada en el mundo es difícil para el que se propone hacerlo. Iniciarse en el arte de la guerra no es difícil y perfeccionarse también es posible; sólo se necesitan celo y habilidad para aprender.
Debemos aprender de todas las personas entendidas (sean quienes fueren) a trabajar en el terreno económico. Debemos estimarlas como maestros, aprendiendo de ellas respetuosa y concienzudamente. No aparentemos saber cuando no sabemos.
El conocimiento es problema de la ciencia y no admite la menor deshonestidad ni la menor presunción; lo que exige es ciertamente lo contrario: honestidad y modestia.
La complacencia es enemiga del estudio. Si queremos realmente aprender algo, debemos comenzar por deshacernos de la complacencia. Nuestra actitud hacia nosotros mismos debe ser aprender sin sentirnos jamás satisfechos, y hacia los demás, no cansarnos de enseñar.
Algunos han leído unos cuantos libros marxistas y se creen muy doctos, pero, como lo que han leído no les ha penetrado ni prendido en la mente, no saben utilizarlo y sus sentimientos de clase siguen como antes. Otros son muy engreídos y, habiendo aprendido algunas frases librescas, se hacen pasar par notabilidades y se hinchan de orgullo, pero, cada vez que se levanta una tormenta, toman una posición muy diferente de la de los obreros y la mayoría de los campesinos. Vacilan mientras éstos permanecen firmes, se muestran equívocos mientras éstos son francos y directos.
Para adquirir una verdadera comprensión del marxismo, hay que aprenderlo no sólo de los libros, sino principalmente a través de la lucha de clases, del trabajo práctico y del contacto íntimo con las masas obreras y campesinas. Si, además de leer libros marxistas, nuestros intelectuales logran cierta comprensión del marxismo a través del contacto con las masas obreras y campesinas y de su propio trabajo práctico, hablaremos todos el mismo lenguaje: no sólo tendremos el lenguaje común del patriotismo y del sistema socialista, sino que podremos también tener el lenguaje común de la concepción comunista del mundo. En este caso, todos trabajaremos mucho mejor.
Edición
MOVIMIENTO POPULAR PERU DE ALEMANIA
(Agosto de 1999)
Marxists Internet Archive
(Mayo de 2001)