El régimen comunista significa condiciones de existencia iguales,
o por lo menos semejantes, para todos los miembros de la sociedad, con
independencia de su trabajo o de su capacidad. Llegaremos a ello así
que nuestra sociedad sea más rica y al mismo tiempo haga desaparecer
las reminiscencias más injustas y groseras del antiguo régimen.
Actualmente vivimos en una época de transición. Los viejos
hábitos y las viejas costumbres tienen aún gran influencia
sobre la gente. Además es insuficiente la producción de bienes
materiales elementales. En la distribución tanto de nuestros medios
como de nuestras fuerzas estamos obligados a tener en cuenta el sistema
de competición, es decir, asegurar en primer lugar en trabajadores
y medios materiales los sectores más importantes de la actividad
nacional. De allí deriva la situación claramente privilegiada
de la organización militar en la Rusia soviética. La consigna
"Todo para el frente" significaba y continúa significando el debilitamiento
de las instituciones locales de los soviets, del partido y de los sindicatos,
la aminoración del trabajo educativo, el racionamiento de la alimentación
de los obreros y obreras, con el objeto de asegurar a las fuerzas armadas
de la República Soviética todo cuanto le es indispensable.
La situación así creada es tal, que para un obrero estar
sometido al régimen del soldado rojo se convierte casi en un ideal,
irrealizable para la mayoría.
La clase obrera y la parte revolucionaria del campesinado comprenden
la importancia del Ejército Rojo y la necesidad primordial de su
abastecimiento. Si esta comprensión no existiera, el Ejército
Rojo ya no existiría. Cada vez nos convencemos más de la
legitimidad de la decisión de asegurar al Ejército Rojo todo
cuanto necesita, ya se trate de la formación de escuadrones de voluntarios
como de la recolección de ropa de abrigo, etc.
Ahora bien, las masas trabajadoras, que viven con raciones de hambre,
no pueden verificar las necesidades indiscutibles del ejército,
como tampoco pueden controlar la real llegada a destino de todo lo que
se recolecta para el ejército. Y como en este terreno las cosas
no andan evidentemente a pedir de boca, las masas trabajadoras expresan
un natural descontento contra los desórdenes, las injusticias y
el despilfarro de ciertos órganos del departamento militar.
A ello se añade además el hecho de que en el seno mismo
de la organización militar hay desigualdades, que en ciertos casos
son absolutamente justificables y necesarias, pero que en otros no parecen
indispensables y superan, por remate, toda medida, lo cual significa que
son redondamente criminales.
Cada soldado se hace perfectamente a la idea de que el comandante de
su unidad goce de ciertos privilegios en cuanto al alojamiento, a los medios
de trasporte y hasta a la ropa. Todo soldado honesto y razonable sabe que
el comandante debe tener la posibilidad de reflexionar en la situación,
de impartir instrucciones, etc., en condiciones que permitan más
o menos la realización de tal trabajo. Un resfrío o cualquier
otra enfermedad del comandante tienen repercusiones sobre toda la unidad
mucho más graves que la enfermedad de un soldado, así se
trate del más valeroso. Ni que decir tiene que sería deseable
asegurarle, todo lo necesario a cada uno de los soldados del Ejército
Rojo. Sin embargo, esto no es posible por ahora, sobre todo en un país
extenuado como el nuestro. Y siendo las cosas como son, la aplastante mayoría
de los soldados rojos reconocen sin vacilar la necesidad para los cuadros
de comando y los comisarios de disfrutar de ciertas ventajas materiales,
que preservan los intereses del conjunto de las actividades militares.
No obstante, tales ventajas solo deben derivar de las exigencias militares.
Evidentemente sería muy bueno poder trasportar a todos los tiradores
en auto, pero por desgracia no tenemos suficientes vehículos. Es
natural, luego, poner a disposición únicamente de los comandantes
y los miembros de los consejos militares revolucionarios de los ejércitos
los coches que éstos necesiten, y en ciertos casos, también,
a la de los jefes y comisarios de división que deban recorrer todas
las unidades diseminadas en grandes espacios. Resulta igualmente comprensible
que haya un caballo a disposición del comandante del batallón.
El soldado rojo nunca discutirá esas ventajas; si las discute, siempre
se le puede dar explicaciones y, en la mayoría de los casos, convencerlo.
Cada soldado comprenderá que el primer par de botas y el primer
capote corresponden al comandante: si un soldado descalzo y mal vestido
puede en rigor permanecer en la isba, el comandante, en cambio, debe estar
siempre listo para el combate.
Pero cuando el auto sirve para alegres paseos a la vista de los soldados
rendidos de cansancio, o cuando los comandantes se visten con una elegancia
provocadora ante sus soldados medio desnudos, es imposible evitar que éstos
murmuren y se indignen.
En ciertos casos, repetimos, el privilegio es esencialmente necesario;
es un mal que por el momento no se puede eliminar. Sin embargo, un exceso
manifiesto de privilegios ya no es un mal, sino un crimen. Y en general
la masa de los soldados sabe muy bien dónde terminan las ventajas
indispensables, dictadas por las circunstancias, y dónde comienza
el abuso de privilegios.
La utilización de ventajas conquistadas en violación
de las reglas, de los decretos y las órdenes presenta un carácter
particularmente desmoralizador y corrosivo. Se trata, con absoluta evidencia
y en muy primer lugar, de las veladas de juerga con la participación
de mujeres, etc.
Semejantes manifestaciones no son del todo excepcionales. Prácticamente
todo soldado las conoce. A menudo se habla en las unidades, con un frecuente
aumento de detalles, de las comilonas y las francachelas que se efectúan
en "los estados mayores". Cuando ocurre algún revés, la masa
de los soldados se ve inducida, con razón o sin ella, a buscar las
causas del descalabro en el modo de vida demasiado alegre de los cuadros
de comando. Hay que añadir que en período de repliegue los
soldados extenuados y a menudo casi descalzos observan a no pocas mujeres
en los peldaños de los estados mayores, de la intendencia. etc.
También el problema de los permisos desempeña un papel
nada desdeñable. El Consejo Militar Revolucionario de la República
ha discutido este asunto en reiteradas oportunidades y con toda la atención
debida,
e invariablemente ha desembocado en la imposibilidad absoluta de introducir
un sistema de permisos para los soldados. Claro está que tales instrucciones
son válidas tanto para los soldados rasos como para los cuadros
de comando y los comisarios. Sin embargo -y para nadie es esto un secreto,
para los soldados menos que para nadie- los cuadros de comando y los comisarios
suelen otorgar permisos en forma de misión. Por ejemplo, la mujer
del adjunto del jefe de depósito de la división de artillería
va a ver a su marido (lo que de por sí es ilegal), y luego el adjunto
en cuestión recibe una orden de misión de una semana para
ir a acompañar a su mujer. Y por lo demás hay soldados del
equipo de protección de -ese mismo depósito que no han vuelto
a ver a su familia en los tres últimos años.
Semejantes hechos son absolutamente intolerables en el Ejército
Rojo, que solo puede desarrollarse sobre la base de una creciente solidaridad
interna de todos sus miembros.
El Ejército Rojo se construyó gracias a los esfuerzos
gigantescos de miles y miles de militantes conscientes y abnegados. Comenzó
con cuerpos de guerrilleros y regimientos rápidamente organizados,
interiormente inestables y mal soldados, para tras formarse luego en una
poderosa organización que ya tiene sus tradiciones. Los soldados
bajo bandera al cabo de uno o dos años aprenden por sí solos
y enseñan a sus camaradas más jóvenes cómo
encontrarse en los buenos y los malos aspectos de la organización
militar, en las ventajas legales o ilegales de los cuadros de comando,
etc. El mejor soldado del Ejército Rojo no es el sumiso que jamás
protesta. Al contrario, el mejor soldado suele ser el más despabilado,
el más observador, el más crítico. Por su valentía
y su espíritu de inventiva adquiere naturalmente cierta autoridad
dentro de la masa de los soldados; no obstante por sus observaciones críticas,
basadas en hechos que todos conocen, suele debilitar la autoridad de los
comandantes y de los comisarios a los ojos de los soldados. Importa añadir
a ello que los elementos contrarrevolucionarios y los agentes del enemigo
se valen hábil y conscientemente de las circunstancias apuntadas
para crear motivos de descontento y agudizar el antagonismo entre la masa
de los soldados y los cuadros de comando.
No hay duda alguna de que el núcleo mismo de nuestro ejército
es íntegramente sano. Pero hasta el organismo más sano debe,
también protegerse; si no, fenómenos nocivos pueden causarle
daño. La última conferencia de nuestro partido incluyó
en su orden del día el problema de las relaciones entre las "cumbres"
y la "base", así como el de la necesidad de su acercamiento basado
en la camaradería. He aquí un objetivo que debe ser llevado
en primer lugar a conocimiento de la totalidad de los elementos dirigentes
del ejército.
Desde luego que resulta imposible comparar el ejército con una
organización del partido. Una orden debe seguir siendo una orden,
y la disciplina militar debe seguir siendo lo que es. No obstante, el poder
formal de una orden será aun más indiscutible si las fuerzas
de vanguardia del ejército logran eliminar los hechos anormales,
atenuar las desigualdades existentes, vincular de más íntima
manera las "cumbres" y la "base", etc.
Dado el gran alcance de los problemas recién mencionados, solicito
a los consejos de guerra revolucionarios de los frentes y los ejércitos
que consideren la adopción de, medidas con miras a eliminar los
fenómenos anormales y dañinos de la vida del Ejército
Rojo. Sería deseable que se convocara a este respecto a una reunión
de los principales responsables de los ejércitos y las divisiones.
Los principios rectores de reuniones de ese tipo podrían definirse,
en mi opinión, de la siguiente manera: 1) Sin pretender eliminar
en lo inmediato todas las ventajas que hay en el ejército, esforzarse
sistemáticamente por proceder de modo que sean :realmente limitadas
al estricto mínimo; 2) Eliminar lo antes posible todos los privilegios
que no se desprenden directamente de los imperativos militares y cine atentan
infaltablemente contra el sentimiento de igualdad y camaradería
de los soldados rojos; 3) Restablecer en todo su rigor órdenes e
instrucciones existentes a propósito de los permisos y las órdenes
de misión, de la prohibición de que las esposas acudan a
las zonas de combate, de, la prohibición de las bebidas alcohólicas,
etc.; 4) Los consejos militares revolucionarios deben estar a la cabeza
de la lucha contra los atentados cometidos contra las instrucciones y las
órdenes mencionadas; 5) Escuchar con atención todo reclamo
de los soldados relativo a procederes injustos en el campo del abastecimiento
y a propósito de privilegios ilegales y favores concedidos a unos
a costillas de los otros; 6) En los casos manifiestos de culpabilidad o
de mala voluntad, citar a los culpables ante el tribunal público
en presencia de los representantes de las unidades interesadas, y en seguida
difundir ampliamente el veredicto convenientemente adecuado a los necesarios
comentarios; 7) Controlar con suma atención que los provocadores
contrarrevolucionarios no difundan falsos rumores tendientes a atizar el
descontento a raíz de privilegios y favores de que supuestamente
gozan los cuadros de comando y los comisarios; si en el origen de tales
rumores se encuentran culpables malintencionados, desenmascararlos y citarlos
ante el tribunal público en presencia de los delegados de las unidades
interesadas; 8) Reforzar el control de la actividad de los órganos
de suministro, fortificarlos y aumentar por todos los medios la exactitud
y la precisión de su trabajo; 9) Reforzar la actividad de educación
política.
Os ruego dar a conocer a quien corresponda y lo más rápidamente
posible las medidas adoptadas, así como vuestras opiniones a este
respecto con miras al informe al Comité Central del Partido y al
Consejo Militar Revolucionario de la República.