Dentro de la lucha contra el movimiento insurreccional hoy en disgregación
ha aparecido cierta confusión de nociones que amenaza con crearnos
a la larga serios inconvenientes prácticos. Se trata ante todo de,
la noción misma de guerrilla. En nuestros artículos y nuestros
discursos esta noción se ha convertido hoy en sinónimo de
indisciplina, de bandidaje, de bandolerismo. Definida en gran parte por
la noción de "escaramuzas", la guerrilla participa no obstante de
la doctrina militar oficial, si no como hijo legal, al menos como bastardo
legalizado. Si la guerra tiene por finalidad, hablando de un modo general,
deshacer al adversario, la guerrilla por su parte se aplica a provocar
dificultades y daños al enemigo. Desde el punto de vista de la organización
y las operaciones, las escaramuzas se caracterizan por la gran independencia
de los destacamentos.
Movimientos insurreccionales espontáneos a medias, como los
que hemos observado en Ucrania, siempre contienen cierto elemento de guerrilla.
Sin embargo, esto no quiere decir que "guerrilla" signifique siempre acción
espontánea de destacamentos desprovistos de formación militar
y mal armados. La guerrilla también puede ser una forma de acción
de destacamentos de maniobras cuidadosamente constituidos que, a despecho
de su total independencia, están rigurosamente sujetos al Estado
Mayor operacional. Combatiendo hoy al bandidaje en todas sus formas, inclusive
las seudocomunistas, claro está que no recusamos la necesidad ni
la utilidad de los movimientos de guerrilleros. Al contrario, podemos declarar
con absoluta seguridad que en el futuro desarrollo de la guerra la guerrilla
tendrá una importancia cada vez mayor.
Ha habido críticos que en repetidas oportunidades le, han reprochado
a nuestro método de guerra el hecho de estar grávido de pesadez,
oponiéndole la necesidad de una estrategia de maniobras más
ligera y rápida que dé al mismo tiempo una mayor independencia
a diversos destacamentos móviles. Partiendo, entre otros principios,
de éste, Tarasov-Ródionov
[1]
ha probado la inutilidad y hasta el peligro de reclutar especialistas militares,
cuyo pensamiento se encuentra supuestamente anquilosado por los hábitos
y las nociones de la guerra de posición. La estrategia "proletaria"
de Tarasov-Ródionov, incompatible con la pasividad y la contemporización
de la guerra de posición, exige movilidad, iniciativa local y combatividad,
con la esperanza de hallar siempre en la retaguardia del enemigo nuevos
recursos de abastecimiento.
Dejando a un lado por el momento el problema del ulterior desarrollo
de nuestra estrategia, no podemos pese a todo dejar de destacar que las
características de la guerra "proletaria" -que según Tarasov-Ródionov
vuelven inútil la integración de los antiguos oficiales "de
posición"- son en realidad los métodos operacionales característicos
de Dutov, Kaledin, Kornilov, Krasnov y Denikin. No mantienen, justamente,
un frente único; precisamente en sus tropas es donde los destacamentos
de maniobras, en los que domina la caballería, tienen suma importancia.
Shkura, Pokrovski y algunos otros utilizan las escaramuzas guerrilleras
para rodear el punto central del enemigo y atacarlo en su punto débil,
lanzarse sobre su retaguardia y encontrar en ésta nuevos recursos
de abastecimiento entre los elementos burgueses de la población
y entre los kulaks. De tal manera que la estrategia que los muy elocuentes
"comunistas" intentan legalizar a título de nueva estrategia "proletaria"
-incompatible a su modo de ver, con la mentalidad de los generales zaristas-
ha sido en rigor empleada hasta ahora por estos últimos con todo
éxito, perseverancia y amplitud. La experiencia prueba que en la
concepción recién mencionada la guerrilla puede ser en ciertas
circunstancias un arma sumamente eficaz en manos de cada una de las clases
combatientes en el curso de la guerra civil. No obstante, cuando existe
el propósito de enseñar lo esencial de los métodos
de los francotiradores entre la tropa de Kolchak (¡los esquiadores!)
o de Denikin (¡la caballería!), resulta absurdo mencionar
al respecto la estrechez de espíritu "posicional" de los generales
zaristas.
Como tipo predominante, la guerrilla es el arma del beligerante más
débil contra el más fuerte. éste intenta destrozar
y aplastar al más débil; a su vez este otro, consciente de
su debilidad, pero sin rehuir el combate -ante la perspectiva cierta de
alguna futura modificación-, se esfuerza por debilitar y desorganizar
a su poderoso adversario.
La "guerra grande" -masas imponentes, unidad del frente, dirección
centralizada, etc.- procura vencer al enemigo. La "guerra pequeña"
o guerrilla -pequeños destacamentos de maniobras independientes
unos de otros- procura debilitar y extenuar al adversario. Tal y como Dutov,
Krasnov y Denikin contaban con una ayuda del exterior. Su objetivo consistía,
pues, en frenar el poder soviético, en no darle respiro, en aislarlo
de las regiones importantes, en destruir la red ferroviaria y religarla
con las provincias periféricas, en no permitirle emprender un amplio
trabajo económico planificado. Entonces el método natural
de los más débiles era la guerrilla.
En todo momento el poder soviético ha sido y sigue siendo el
campo más fuerte. Su objetivo -vencer al enemigo a fin de tener
las manos libres para emprender la edificación socialista- no ha
cambiado desde su advenimiento al poder. Durante el primer Período,
cuando las esperanzas de los guardias blancos de obtener ayuda de Alemania
y luego de, Francia e Inglaterra tenían cabal fundamento y los blancos
se conformaban con debilitar el poder soviético asestándole
golpes periféricos, el poder soviético procuraba por todos
los medios desarmar a esos enemigos marginales a fin- de no darles la posibilidad
de sobrevivir hasta la intervención exterior. Por eso aun en la
época de su inicial debilidad militar el poder soviético
tendía a la centralización del ejército y a la constitución
de un frente único para oponerse a las incursiones del enemigo,
de carácter desorganizador.
Y precisamente la posición política del proletariado,
convertido en clase dirigente, lo ha impulsado hacia formas más
estructuradas de la organización militar, opuestamente a los "generales
zaristas", que en su condición de rebeldes consagraron su experiencia
y su espíritu de invención al desarrollo y utilización
de la guerrilla. Echando un vistazo retrospectivo a la toma de Siberia
y Arcángel por los blancos, a la ocupación circunstancial
de las ciudades del Volga, a los éxitos del adversario en el frente
occidental y también en gran parte a las victorias de Denikin en
el sur, es imposible no darse cuenta de que su carta de triunfo son las
incursiones, las emboscadas, los profundos movimientos envolventes completados
con insurrecciones o complots en la retaguardia y hasta con complots en
el seno mismo del Ejército Rojo; en una palabra, los métodos
calificados de específicamente proletarios por Tarasov-Ródionov,
por oposición a los métodos de posición de los generales.
Hay no obstante que añadir inmediatamente que cuanto más
se debilitaba la esperanza de una intervención directa de Europa
occidental y cuanto más aumentaban los éxitos personales
de Denikin, como antes los de Kolchak, más evidente se hacía
que ambos trataban de crear un frente más o menos único y
centralizar la dirección de las grandes formaciones de combate;
en otros términos, se esforzaban por pasar de la "pequeña
guerra" o guerrilla como arma-tipo a la "guerra grande", que en tal caso
habría sido sencillamente completada con las incursiones y los golpes
de mano de la guerrilla. Ese cambio en la estrategia de Kolchak y Denikin
queda subrayado por el hecho de que, al no contar ya con una ayuda militar
exterior, se vieron compelidos a prever como finalidad esencial no solo
el debilitamiento del poder soviético por sus propias fuerzas, sino
también su aplastamiento. Esta forzada transición de la guerrilla
a la gran guerra lleva el germen esencial de la ineluctable derrota de
Kolchak y Denikin, pues todo ejército blanco de masa está
condenado a la disgregación.
Bien comprendida, la guerrilla no impone a cada uno de los participantes
menos exigencias que la gran guerra; al contrario, impone más. Repetimos:
no hay que confundir una sublevación militar inexperimentado con
la guerrilla en su condición de tal. La sublevación de los
campesinos ucranianos contra la ocupación alemana y las bandas de
Skoropadsky y la revuelta de los kulaks contra el poder soviético
difieren de manera esencial, por los métodos de acción, de
los cuerpos guerrilleros del general Shkura y Pokrovski. Por una parte
tenemos que vérnoslas con pequeños grupos surgidos a medias
espontáneamente, muy caóticos, organizados y armados a la
disparada y lanzando sus golpes a tientas, y por la otra debemos 'enfrentar
a tropas plenamente organizadas, pensadas hasta en los menores detalles,
poseedoras de un elevado porcentaje de especialistas militares calificados
(oficiales) y provistas de armas y municiones bien adaptadas; son destacamentos
que llevan a cabo operaciones militares cuidadosamente calculadas y que
excluyen todo aventurerismo. Está absolutamente claro que tenemos
ante nosotros manifestaciones de dos categorías profundamente distintas,
a las que no se puede definir sencillamente con la etiqueta de estrategia
"del proletariado" o "de los generales", como querría hacerlo Tarasov-Rádionov.
Son manifestaciones características de circunstancias diversas,
de fases diferenciadas de la guerra civil y de momentos diferentes. Son
armas en manos de una u otra de las clases enfrentadas y hasta por momentos
de ambas a la vez simultáneamente.
Nuestro Ejército Rojo ha nacido de los destacamentos obreros
de la Guardia Roja y de los destacamentos rebeldes de campesinos, a los
que se añadieron luego formaciones más o menos reglamentarias
llegadas de la retaguardia. Los destacamentos rebeldes y los de los Guardias
Rojos solo podían obtener éxitos militares en el curso del
primer período, a raíz de la primera e irresistible escalada
revolucionaria de las clases trabajadoras y del general desorden de las
clases poseyentes, prácticamente desarmadas. La dirección
operacional unificada de los Guardias Rojos y de los destacamentos rebeldes
podía utilizarse únicamente dentro de límites muy
precisos. Las líneas operacionales eran en rigor las del desarrollo
de la revolución en sí. Los destacamentos se desplazaban
por las líneas de menor resistencia, es decir, allí donde
encontraban más comprensión y una colaboración mayor,
allí donde más fácil resultaba sublevar las masas
trabajadoras. En esa época el comando apenas podía fijarse
tareas operacionales independientes y se hallaba en la imposibilidad de
elegir la dirección de sus golpes: en cierta medida tan solo podía
coordinar la presión de los destacamentos que avanzaban como las
aguas del deshielo en primavera, cuando avanzan impetuosas por los flancos
de la montaña.
Si por guerrilla se entiende, un método de maniobras rápidas
y ligeras, de incursiones, súbitas, queda patente que los destacamentos
rebeldes eran -vistos su primitivismo y la inexperiencia de sus efectivos
de combate y comando- los menos indicados para verdaderas operaciones de
guerrilleros.
En cambio, Denikin, teniendo a su disposición un gran número
de oficiales supuestamente siempre bajo la influencia de la "incomprensión
posicional", tenía notablemente más posibilidades de crear
destacamentos de maniobras sólidamente constituidos, capaces de
llevar a cabo tareas definidas y de alta responsabilidad en su carácter
de guerrilla.
Es una verdadera absurdidad afirmar que nuestro comando central, hipnotizado
por los ejemplos de la guerra de posición, no haya intentado desde
un primer momento dar a las operaciones mayor flexibilidad e iniciativa,
así como conceder a la caballería un lugar más importante;
sin embargo, durante el primer período todos los esfuerzos en este
sentido tropezaron con la insuficiente preparación de los propios
hombres.
Los destacamentos de guerrilleros exigen cualidades excepcionales por
parte de los cuadros de comando, desde el jefe de destacamento hasta el
brigadier, así como una elevada preparación militar de los
soldados rasos. Precisamente lo que nos faltaba. No teníamos, además,
ni bastantes jinetes, ni bastantes caballos. Al considerar la guerra de
movimiento como un privilegio de la clase obrera (lo que es unilateral)
y la caballería como un factor indispensable para la guerra de movimiento
(lo que es cabalmente justo), tenemos que hacernos a la evidencia, no sin
estupefacción, de que la caballería logra sus mayores éxitos
precisamente en las regiones más atrasadas del país: en el
Don, en el Ural, en las estepas de Siberia, etc. Observemos también
que buena parte de nuestros enemigos, como Kornilov, Dutov, Kaledin y Krasnov,
pertenecen a la caballería...
Hace más de medio siglo pudo observarse el mismo fenómeno
en el curso de la guerra civil en Norteamérica, donde los estados
del sur, reaccionarios, esclavistas, disponían de una inmensa superioridad
en caballería y además se beneficiaban de modo proporcional
con una preparación superior de los efectivos de comando; así,
en las posibilidades de maniobras e iniciativas, los sudistas tenían
una notable ventaja sobre los nordistas, que eran, sin embargo, más
progresistas y revolucionarios.
Por ser de más fácil constitución en su condición
de arma, la caballería no se hacía presente, lo que obligó
a nuestro comando a esforzarse por crear una infantería capaz de
participar plenamente en una guerra de movimiento; pero el nivel poco elevado
de las unidades de infantería y la falta de caballos hicieron imposible
la realización de tal tarea en el curso de la primera época
de la guerra civil.
Las nuevas promociones de marxistas intentan en coro deducir su sistema
militar y su estrategia de clase de la psicología ofensiva del proletariado.
Olvidan, ¡ay!, un hecho fundamental: no siempre al carácter
de clase ofensivo corresponde una cantidad suficiente de... caballos de
caballería.
De esta exposición surge una conclusión opuesta a la
de Tarasov-Ródionov. El bajo nivel de formación militar y
educación de los Guardias Rojos, de las masas rebeldes y hasta de
los movilizados, la notoria insuficiencia de un efectivo de comando calificado
y cabalmente fiel, la casi general ausencia de caballería: todo
esto ha compelido naturalmente al poder soviético a hacer uso de
una estrategia de masas y de un frente único, con características
de guerra posicional muy inestable en sus comienzos.
En cambio la desconfianza para con los obreros y los campesinos y una
abundancia de efectivo de comando experimentado en el espíritu de
guardia blanco, así como una relativa abundancia de caballería,
impulsaron a los jefes militares contrarrevolucionarios a organizar pequeños
destacamentos móviles de maniobras y algunas "aventuras" de francotiradores
cuidadosamente calculadas.
Como ya hemos señalado, sería no obstante imprudente
pegar de manera teórica esta etiqueta a las dos clases enfrentadas,
contentándose muy lindamente con cambiar el destinatario. En rigor
asistimos a una modificación de ambos tipos' Los generales blancos,
habiendo obtenido algunos éxitos, han recurrido a la movilización
forzada de los campesinos y hasta de los obreros; ponen en pie, así,
un ejército impresionante por sus efectivos, pero que debido a ello
se priva de movilidad y posibilidades de maniobras. Junto a los diversos
ejércitos "posicionales", los blancos crean destacamentos de cuerpos
especiales, los que gozan de una independencia operacional bastante grande.
Por lo demás, en el curso de una lucha tensa que abarca durante
meses y meses diferentes frentes en condiciones naturales muy variadas
y en circunstancias operacionales muy diversas, el Ejército Rojo
ha educado en su seno a una serie de unidades selectas provistas de un
efectivo de comando bien templado y lleno de iniciativas. Los esfuerzos
del primer período por organizar destacamentos de guerrilleros tuvieron
como único resultado... la elaboración de planes de un batallón
de maniobra, sin llegar no obstante a la creación de destacamentos
de maniobra realmente capaces de efectuar tareas de guerrilla. Hoy, todas
las premisas necesarias para la fundación de tales destacamentos
existen, aun cuando todavía haya que superar muchos obstáculos
en la organización de la caballería. Son obstáculos
que disminuirán a medida que avancemos en las estepas de Oremburgo
y cuanto antes alcancemos el Don.
Hoy es mucho más fácil que un año o seis meses
atrás integrar una movilidad superior y más iniciativa en
la actividad de combate del Ejército Rojo. Sin embargo, aún
tendremos en este campo mucho que aprender de los "generales zaristas",
precisamente de los que combaten del otro lado de la barricada.
Finalmente, puede decirse que como consecuencia de una larga guerra
civil los métodos militares de ambos campos se aproximan. Si hoy
concedemos mayor atención a la creación de la caballería,
nuestros adversarios, que desde hace tiempo vienen siguiendo nuestro ejemplo
de movilización masiva, montan sus secciones políticas, sus
centros y sus trenes de propaganda. Ya habíamos podido observar
una aproximación como esta en cuanto a los métodos y los
medios de ambos campos durante la guerra imperialista. Cuando se combate
durante mucho tiempo los enemigos terminan por aprender mucho uno del otro:
rechazan lo inútil y remedian las carencias.
Sin subestimar por nada del mundo la importancia de la técnica
o de la organización de la dirección operacional (en todos
estos terrenos hay, como ya se lo ha señalado, cierta mejora) puede
afirmarse con certeza que en resumidas cuentas la salida del combate se
decidirá en función de la fuerza de convicción de
los "centros de propaganda", es decir, en función de la idea que
resulte más apta para convencer a las masas populares y para mantener
la unión espiritual, sin la cual ningún ejército es
posible. Es una salida que no presenta duda alguna. Nuestro frente se ve
íntegramente recorrido por trenes que llevan el nombre de Lenin,
el del camarada Kalinin; en cuanto a ellos, su tren se llama... ¡Purishkiévich!
La salida del combate ya está fijada. Solo nos resta apresurar
la victoria, pero sin apartarnos del camino elegido, sin embarazarnos con
doctrinarismo seudoproletario y teniendo en cuenta las lecciones de la
vida, aun cuando se nos aparezcan con los rasgos de las "iniciativas" de
generales zaristas.
Kremenchug, Romodán, 24 de julio de 1919.
[1] Véanse sus ridículas
"tesis" en Los asuntos militares. L.T.