Los bolcheviques habían realizado tan a conciencia la labor
de atraerse a todas las fuerzas armadas del país, que su victoria
final del 7 de noviembre se logró prácticamente por falta
de enemigo. El golpe de octubre fue "más fácil que levantar
una pluma", para servirse de las palabras de Lenin. Ni un sólo regimiento
se alzó para defender la democracia rusa. Con las fuerzas de la
antigua policía dispersas, el Gobierno de Kerensky en Petrogrado
no contaba más que con los cadetes militares y los batallones de
mujeres, muy defectuosos, frente a los destacamentos al mando de revolucionarios
profesionales bolcheviques. La lucha por el poder supremo en un Imperio
que comprendía la sexta parte del globo terráqueo se decidió
entre fuerzas asombrosamente reducidas por ambas partes, tanto en las provincias
como en las dos ciudades principales.
(El Oeste democrático civilizado, que caminaba hacia su cuarto
año de guerra, no quería creer en el hecho consumado. Después
de llevar los bolcheviques casi una semana en el Poder, Kerensky aseguró
sinceramente al mundo sorprendido, que el bolchevismo "como fuerza organizada...
no existe ya, ni siquiera en Petrogrado". El triunfo bolchevique había
sido más fácil y seguro en Petrogrado que en Moscú
y en las provincias. Los cosacos estacionados en Petrogrado eran "neutrales"
[incluso el cuartel general y los más declarados reaccionarios],
y rehusaban prestar ayuda al Gobierno provisional, reservándose
el derecho de obrar por cuenta propia, mientras que el general Krassnov
marchaba sobre la capital con un numero desconocido de tropas. Los jefes
y empleados de los Bancos, Ministerios y prácticamente todas las
instituciones de la Administración Pública se habían
declarado en huelga. Los Sindicatos de Ferrocarriles, Teléfonos,
Telégrafos y Correos, dirigidos por mencheviques, amenazaron con
ir a la huelga y paralizar todos los servicios de comunicaciones y transportes
mientras los vencedores no consintieran en formar un Gobierno de coalición
de todos los partidos socialistas, pero sin participación de Lenin
ni de Trotsky. Aquella amenaza produjo una crisis más aparente que
real en la dirección del Partido bolchevique.)
Inmediatamente después de la insurrección, por insistencia
del ala derecha bolchevique (Zinoviev, Kamenev, Rikov, Lunacharsky y otros),
se iniciaron negociaciones con los mencheviques y los populistas respecto
a un Gobierno de coalición. Entre otras condiciones, los partidos
derribados por el alzamiento pedían una mayoría para ellos,
y, por encima de todo, que se apartase del Gobierno a Lenin y a mí,
como responsables personales de la "aventura" de octubre. Los miembros
derechistas del Comité Central se inclinaban a aceptar esta petición.
Se estudió el asunto en el Comité Central durante la sesión
del 1. º (14) de noviembre. He aquí lo que dice el acta: "Se
propone expulsar a Lenin y a Trotsky. Esto significa decapitar a nuestro
Partido, y no lo aceptamos." La facilidad con que los derechistas se prestaban
incluso a entregar sumisamente el Poder, fue condenada por el Comité
Central como "miedo de la mayoría del Soviet a utilizar su propia
mayoría". Los bolcheviques no se negaban a compartir el Poder con
otros partidos, pero sólo a base de la debida proporción
de fuerzas dentro de los Soviets. Lenin declaró que las negociaciones
con los partidos pequeñoburgueses sólo tenían sentido
como pantalla para apartar la atención de las acciones militares.
Mi moción para concluir las negociaciones con los transaccionistas
fue aprobada. Stalin no tomó parte en los debates; pero votó
con la mayoría. En protesta, los representantes de la derecha se
retiraron del Comité Central y del Gobierno. La mayoría del
Comité Central se dirigió a la minoría exigiéndole
someterse incondicionalmente a la disciplina del Partido. El ultimátum
iba firmado por diez miembros y candidatos del Comité Central: Lenin,
Trotsky, Stalin, Sverdlov y otros. Respecto al origen del documento, uno
de los miembros del Comité Central, Bubnov, declara: "Después
de escribirlo (Lenin), hizo entrar uno a uno en su despacho a los miembros
del Comité Central, informándoles del texto de la declaración
e invitándoles a firmarla." La narración es interesante porque
permite evaluar con justeza la importancia del orden de las firmas. Lenin
me enseñó el ultimátum en primer lugar, y después
de firmar yo, llamó a los otros, comenzando por Stalin. Así
era siempre, o casi siempre. Si el documento no se hubiese dirigido contra
Zinoviev y Kamenev, las firmas de éstos probablemente figurarían
delante de la de Stalin.
Pestkovsky refiere cómo durante los días de octubre "hubo
de elegir entre los miembros del Comité Central a los directores
de la insurrección. Fueron elegidos Lenin, Stalin y Trotsky". Al
confiar la dirección a estos tres, digamos de pasada que el colaborador
de Stalin sepulta definitivamente el "centro" práctico al que ni
Lenin ni yo pertenecíamos. En el testimonio de Pestkovsky hay esta
vez un grano de verdad. No durante los días del alzamiento, pero
sí después de su victoria en los centros importantes, aunque
antes de establecer ningún género de régimen estable,
fue necesario crear una compacta plana mayor del Partido, que pudiese imponer
localmente todas las decisiones necesarias. Como consta en el acta, el
29 de noviembre (12 de diciembre) de 1916, el Comité Central eligió
para resolver cuestiones perentorias un Buró compuesto de cuatro
personas: "Stalin, Lenin, Trotsky y Sverdlov." "A este cuarteto se dio
el derecho de resolver todos los asuntos extraordinarios, pero con obligación
de incluir en la decisión a todos los miembros del Comité
Central que estuviesen a la sazón en Smolny." Zinoviev, Kamenev
y Rikov se habían apartado del Comité Central a causa de
su acusada disconformidad. Esto explica la composición del cuarteto.
Pero Sverdlov se veía absorbido por la Secretaría del Partido,
hablaba en mítines, arreglaba conflictos y rara vez estaba en Smolny.
El cuarteto se redujo prácticamente a un terceto.
(En la noche del 19 al 20 de febrero de 1918, el Consejo de Comisarios
del Pueblo, formado por la coalición bolchevique-essar de izquierda)
eligió un Comité Ejecutivo (compuesto de) Lenin, Trotsky,
Stalin, Proshyan y Karelin, que fue autorizado a realizar todo el trabajo
ordinario en los intervalos de una a otra sesión del Consejo. (Este
Comité Ejecutivo del Gobierno comprendía a los mismos tres
bolcheviques y a dos essars de izquierda. Sin embargo, no hay motivo para
imaginar que esos tres formasen un "triunvirato".) El Comité Central
se reunía frecuentemente, y resolvía todas las cuestiones
importantes y particularmente complicadas. El terceto era necesario para
decidir sin dilación asuntos inaplazables relacionados con el curso
del alzamiento en provincias, los intentos de Kerensky para entrar en Petrogrado,
el suministro de víveres a la capital, y otros análogos.
Este terceto perduró, al menos nominalmente, sólo hasta que
el Gobierno se trasladó a Moscú.
Fustigando la política de los bolcheviques después de
1917, Iremashvili escribe: "El triunvirato, hecho de ideas inextinguibles
de venganza, comenzó a exterminar con inhumana crueldad todo lo
vivo y lo muerto", etc. En el triunvirato, Iremashvili incluye a Lenin,
a mí y a Stalin. Puede decirse con seguridad que esta idea del triunvirato
nació en el ánimo de Iremashvili sólo mucho después,
cuando Stalin hubo llegado al primer plano de importancia. Hay, sin embargo,
una chispa de verdad (o, al menos, de apariencia de verdad) en esas palabras
de Iremashvili. Con relación a las negociaciones en Brest-Litovsk,
se citan una y otra vez estas palabras de Lenin: "Consultaré a Stalin
y le contestaré." Lo cierto es que el terceto existió solamente
en ciertos momentos, aunque no siempre con la participación de Stalin.
Dimitrievsky se refiere asimismo a este terceto, aunque en un tono y con
un punto de referencia distintos:
"Incluso Lenin en aquel período sintió la necesidad de
Stalin a tal grado, que cuando llegaron noticias de Trotsky desde Brest
y hubo que tomar una decisión mientras Stalin no estaba en Moscú,
Lenin informó a Trotsky:
""Quisiera consultar con Stalin antes de contestar a tu pregunta"".
Y sólo tres días después telegrafió Lenin:
"Stalin acaba de llegar. Lo estudiaré con él y te daremos
en seguida nuestra respuesta."
Las decisiones más importantes de aquella época se adoptaron
no pocas veces por acuerdo entre Lenin y yo. Pero en este caso, en que
había disparidad de criterio, era necesaria una tercera persona.
Zinoviev estaba en Petrogrado, y Kamenev no siempre permanecía en
Moscú. Además, él, como otros miembros del Politburó
y del Comité Central, dedicaban una parte considerable de su tiempo
a la agitación, a la dirección de los Soviets y a otros menesteres
apremiantes. Por eso, antes de salir de Tsaritsyn, solía desempeñar
las obligaciones del "tercero". Lenin era muy escrupuloso en cuestiones
de forma, y, naturalmente, nunca se permitía responder en su solo
nombre, Por lo general, las observaciones que con cierta frecuencia figuraban
en la literatura reciente a propósito de que Lenin dirigía,
ordenaba, etc., están inspiradas solamente por analogía con
el régimen stalinista. Lo cierto es que tal estado de cosas nunca
existió. Se daban instrucciones, en efecto, y se dictaban órdenes
únicamente por el Politburó, y durante la ausencia de miembros
del mismo, hacía sus veces el terceto, que constituía el
quorum de sus cinco componentes. Cuando Stalin estaba ausente, Lenin consultaba
con Kretinsky, secretario del Comité Central, con la misma escrupulosidad,
y en los archivos pueden verse muchas referencias a tales consultas.
Pero por entonces se hablaba mucho más de un "diunvirato". Durante
la guerra civil, el "laureado poeta" del Soviet, Dyemyan Byedny, escribió
unos versos sobre "nuestro dueto". Nadie hablaba entonces de un triunvirato.
En todo caso, cualquier persona que usara tal expresión nunca se
habría referido a Stalin como tercero, sino a Sverdlov, que era
el popularísimo presidente del Comité Ejecutivo Central de
los Soviets y firmaba todos los decretos más importantes. Recuerdo
haber hablado con él varias veces sobre la insuficiente autoridad
de algunos de nuestros miembros directivos en provincias, En una de estas
ocasiones, Sverdlov observó: "En las localidades aceptan sólo
tres firmas: la de Ilich, la tuya y hasta cierto punto la mía."
(Sverdlov, dijo Lenin, era persona de aptitudes organizadoras verdaderamente
notables, y de prodigiosa capacidad para trabajar duro, muy superior a
Stalin.) "Nadie era tan capaz de llevar a la vez tareas de organización
y políticas como Sverdlov -dijo Lenin en el Congreso del Partido
de 1920-. Y tendremos que probar a remplazar su actividad con la labor
de toda una junta."
Cuando llegué a Petrogrado a principios de mayo, apenas me acordaba
del nombre de Stalin. Probablemente lo habría encontrado en la Prensa
bolchevique, al pie de artículos que no atraían gran cosa
mi atención. Mis primeras entrevistas fueron con Kamenev, Lenin
y Zinoviev. Con ellos se hicieron negociaciones sobre fusión. No
encontré a Stalin en las sesiones de los Soviets, ni en el Comité
Ejecutivo Central, ni en los numerosos mítines que consumían
considerable parte de mi tiempo. Al llegar, inmediatamente me puse en estrecho
contacto con todas las figuras dirigentes en virtud de mi misión
dentro del Comité Central, pero no eché de ver a Stalin ni
entre los miembros de segunda fila del Comité Central, como Bubnov,
Milutin, Nogin y otros. (Después de la fusión de los interdistritos,
[Mezhraiontsy] con los bolcheviques, Stalin continuó siendo una
figura secundaria.) "En la Mesa presidencial del Parlamento previo -dicen
las actas del Comité Central del Partido-, Trotsky y Kamenev representaban
a los bolcheviques." (Cuando llegó el momento de enviar representantes
rectores del Partido a la Asamblea Constituyente repetidas veces mencionada,
a la que se asignaba la labor de determinar en forma parlamentaria democrática
el futuro Gobierno de Rusia, Stalin fue designado portavoz del Comité
Central del Partido para nombrarlo. Como dice el acta, las palabras de
Stalin fueron: "Camaradas, propongo como candidatos a la Asamblea Constituyente
a Lenin, Zinoviev, Kollontai, Trotsky y Lunacharsky.") Estas fueron las
cinco personas propuestas en nombre de todo el Partido. Recordemos que
(según la historiografía oficial) sólo dos semanas
antes, yo, en unión de los mencheviques y los essars, había
expuesto al parecer que Lenin se presentara a consejo.
En la lista completa de bolcheviques delegados para la Asamblea Constituyente,
encabezada por Lenin, el nombre de Stalin se consigna en octavo lugar.
Los veinticinco nombrados eran primeros candidatos oficiales del Comité
Central. La lista fue preparada por una Comisión a la que asesoraban
tres miembros del Comité Central: Uritsky, Sokolnikov y Stalin.
Lenin protestó enérgicamente contra la lista: había
en ella demasiados intelectuales dudosos, pocos trabajadores de confianza.
"Totalmente inadmisible era también el número desproporcionado
de candidatos elegidos entre personas poco probadas que, habían
ingresado recientemente en el Partido (como U. Larin). Al llenar la lista
de este modo, y no con candidatos que realmente hayan trabajado meses y
meses en el Partido, el Comité Central abre la puerta de par en
par al arribismo, a los que buscan puestos en la Asamblea Constituyente...
Es evidente que entre los interdistritos (Mezhraiontsy), poco hechos aún
al trabajo proletario y a la dirección de nuestro Partido, ninguno
se opondría, por ejemplo, a la candidatura de L. D. Trotsky, porque,
en primer lugar, Trotsky, en cuanto llegó adoptó la posición
de los internacionalistas; en segundo lugar, luchó entre los interdistritos
por la fusión; en tercer lugar, durante los difíciles días
de julio se mostró a la altura de las tareas y fue un campeón
leal del Partido del proletariado revolucionario. Es claro que no puede
decirse otro tanto de muchos de los miembros que ingresaron en el Partido
ayer mismo, y cuyos nombres figuran en la lista..."
De los veinticinco (representantes bolcheviques), trece fueron castigados
más tarde por Stalin, o condenados después de morir.
Después de la conquista del Poder, Stalin comenzó a sentirse
más seguro de sí mismo, aunque siguió siendo una figura
de segunda fila. Pronto observé que Lenin estaba "ascendiendo" a
Stalin, apreciando en él la firmeza, la sangre fría, la tenacidad
y hasta cierto punto la astucia, como atributos necesarios para la lucha.
No esperaba de él ideas independientes, iniciativa política
o imaginación creadora. Stalin avanzaba lentamente y con cautela-,
cuando podía, se quedaba quieto, Pero la victoria en Petrogrado
y luego en Moscú le convencieron. Comenzó a acostumbrarse
al Poder. "Después de octubre -escribe Alliluyev-, Stalin se trasladó
a Smolny y ocupó allí dos cuartitos del piso bajo." (Era
miembro del primer Consejo de Comisarios del Pueblo, como Comisario de
Nacionalidades.) Después de la Revolución, la primera sesión
del Gobierno bolchevique se celebró en Smolny, en el despacho de
Lenin, donde un tabique de madera sin pintar separaba el rincón
de la telefonista y la mecanógrafa. Stalin y yo fuimos los primeros
en llegar. De detrás del tabique llegó hasta nosotros el
vozarrón de Dybenko: estaba hablando con Finlandia y la conversación
era un tanto tierna. El corpulento y arrogante marinero de veintinueve
años y negra barba, había intimado hacía poco con
Alejandra Kollontai, mujer de antecedentes aristocráticos, que conocía
media docena de lenguas extranjeras y se acercaba a los cuarenta y seis.
En ciertos círculos del Partido se murmuraba no poco a propósito
de aquello. Stalin, con quien hasta entonces no había sostenido
yo una conversación personal,, vino hacia mí con una especie
de inesperado alborozo, y señalando con el hombro hacia el tabique,
dijo a través de una sonrisa forzada: "¡Ahí está
ése con Kollontai, con Kollontai!" Sus gestos y su risa me parecieron
fuera de lugar y de una vulgaridad insoportable, especialmente en aquella
ocasión y aquel lugar. No recuerdo si le contesté algo, volviendo
la cabeza a otro lado, o si le respondí secamente: "Es asunto suyo."
Pero Stalin se dio cuenta de que había cometido un error. Cambió
de expresión, y en sus ojos brilló el mismo relámpago
de animosidad que había sorprendido en
Viena. Desde entonces, nunca
más intentó conversar conmigo sobre temas personales.
A fines de enero de 1918, como representante del Partido, Stalin participó
en una conferencia de representantes de varios partidos socialistas de
izquierda del extranjero. En ella se llegó a la conclusión
de que "debía convocarse una conferencia socialista internacional...
bajo las siguientes condiciones: primera, que los partidos y organizaciones
convengan en seguir el camino de la lucha revolucionaria contra "sus propios
Gobiernos" para lograr la paz inmediata; segunda, que apoyen la Revolución
rusa de octubre y al Gobierno de los Soviets".
Por la época de las negociaciones de Brest-Litovsk se disolvió
la Asamblea Constituyente. La iniciativa fue de Lenin, que también
tomó sobre sí la tarea de trazar el instrumento correspondiente.
Durante aquellos días se publicó la Declaración de
los Derechos de los Trabajadores y de los Pueblos Oprimidos. En el texto
de estos documentos históricos hay correcciones hechas por Bujarin
y Stalin. "La mayoría de sus correcciones -declara una nota al pie
de las obras de Lenin- no tienen carácter de principio."
Los puestos que Stalin ocupó durante los primeros años
posteriores a la Revolución, y las misiones especiales, sobre todo
de carácter organizador o diplomático que desempeñó
muy diversas. Pero otro tanto sucedió a la mayoría de los
funcionarios responsables de aquella época. Directa o indirectamente,
todo el mundo estaba ocupado con la guerra civil; las obligaciones corrientes
solían confiarse a los auxiliares más próximos. Stalin
figuraba como miembro del cuadro de dirección del órgano
central, pero, de hecho, nada tenía que ver con Pravda. Realizaba
una labor más sistemática, interrumpida por viajes al frente,
en el Comisariado de Nacionalidades. El Estado Soviético estaba
en plena formación, y no era fácil determinar en el nuevo
orden de cosas esta relación recíproca entre las distintas
nacionalidades. La orientación general de esta labor, y, como es
natural, también la iniciativa, era completamente de Lenin, quien
desde tiempo inmemorial había atribuido a la cuestión nacional
una enorme importancia, sólo superada por la del problema agrario.
Resulta claro, por el Diario de su secretaria, que con frecuencia recibía
delegaciones y dirigía cartas, indagaciones e instrucciones con
referencia a uno u otro grupo nacional. Todas las medidas más principales
habían de pasar por el Politburó; las de menos importancia
se trataban por teléfono con Lenin. En el Comisariado de Nacionalidades
recaía simplemente la ejecución técnica de las decisiones
ya adoptadas.
La información concerniente a la labor de este Comisariado puede
hallarse en las Memorias de Pestkovsky, publicadas en 1922 y 1930. Fue
el auxiliar principal de Stalin durante los primeros veinte meses del régimen
soviético. Viejo revolucionario polaco que había sido condenado
a trabajos forzados en Siberia, y partícipe en la Revolución
de octubre, que ocupó después de la victoria los puestos
más diversos, entre ellos el de ministro soviético en México
de 1924 a 1926, Pestkovsky estuvo durante largo tiempo en uno de los grupos
de oposición, pero acertó a rectificar a tiempo. La señal
de arrepentimiento reciente se encuentra en la segunda edición de
esas Memorias, pero ello no les priva de su espontaneidad e interés.
La iniciativa de su colaboración salió de Pestkovsky,
que había llamado a varias puertas sin encontrar aplicación
para sus modesta aptitudes:
* "-Camarada Stalin -dije-, ¿eres el comisario del Pueblo para
los asuntos de las Nacionalidades?
-Sí.
-Pero, ¿tienes un comisariado?
-No.
-Bueno, entonces yo te haré un comisariado.
-Magnífico. ¿Qué necesitas primero?
-De momento, me basta una credencial.
Entonces, Stalin, que detestaba las palabras inútiles, fue a
la oficina ejecutiva del Consejo de Comisarios del Pueblo, y regresó
a los pocos minutos con la credencial solicitada."
En una de las habitaciones de Smolny ya ocupadas, Pestkovsky encontró
una mesa libre que arrimó a la pared, y por encima de ella clavó
un pliego de papel con la inscripción: "Comisariado del Pueblo para
Asuntos de las Nacionalidades." Luego agregó a la instalación
dos sillas.
* "-Camarada Stalin -dije-, no hay consignado un céntimo a nuestro
nombre.
Por entonces, el nuevo Gobierno no había tomado posesión
del Banco del Estado.
-¿Necesitas mucho dinero? -preguntó Stalin.
-Para comenzar, con mil rublos tendría suficiente.
-Ven dentro de una hora.
Cuando me presenté una hora después, Stalin me mandó
pedir a Trotsky tres mil rublos prestados.
-él tiene dinero. Lo encontró en el antiguo Ministerio
de Negocios Extranjeros.
Fui a ver a Trotsky y le entregué un recibo por tres mil rublos.
Que yo sepa, el Comisariado del Pueblo de las Nacionalidades no ha devuelto
aún ese dinero al camarada Trotsky."
[Stalin estuvo al lado de Lenin el 9 (22) de noviembre de 1917, desde
las dos hasta las cuatro y media de la madrugada, cuando Vladimiro Ilich,
conferenciando por hilo directo con el comandante en jefe general Dujonnin,
daba órdenes para entablar inmediatamente negociaciones de paz con
todas las naciones en guerra. Al negarse Dujonnin, escribió una
orden destituyéndole y nombrando a N. V. Krylenko comandante en
jefe. [A propósito de incidentes como éste] Pestkovsky escribe
que Stalin se convirtió en el "lugarteniente" de Lenin en la dirección
de las acciones revolucionarias de lucha. Estaba encargado de vigilar las
operaciones del Don, de Ucrania y otras partes de Rusia. La palabra "lugarteniente"
no encaja bien aquí; más corriente sería decir "ayudante
técnico". Como la observación del curso de la guerra civil
en el país se hacía principalmente por vía telegráfica
directa, esta función corría asimismo a cargo de Stalin,
porque sus obligaciones le dejaban más tiempo libre que las suyas
a los restantes miembros del Comité Central.
Las conversaciones de Stalin por telégrafo directo eran esencialmente
entre técnicas y políticas. Cumplía instrucciones.
De sumo interés resulta una de sus primeras conversaciones por línea
directa, el 17 (30) de noviembre de 1917, con Porsh, representante de la
Rada ucraniana. Esta institución era similar al Gobierno de Kerensky,
y se apoyaba en la capa superior de la pequeña burguesía.
Indudablemente, también contaba con la ayuda de la gran burguesía
y de los aliados contra los bolcheviques. Los Soviets de Ucrania iban cayendo
por aquel tiempo bajo la influencia de los bolcheviques, y estaban en abierta
oposición con la Rada. Era inevitable un choque entre ésta
y los Soviets, especialmente después de la Revolución de
octubre en Petrogrado y Moscú. Porsh, en nombre de la Rada, preguntaba
cuál era la actitud del Gobierno de Petrogrado respecto al problema
de las nacionalidades y a la suerte de Ucrania y de su régimen interno
y particular. Stalin contestó sin concretar nada. "El Poder de Ucrania,
como en otras regiones -decía Stalin-, debe pertenecer a la totalidad
de diputados de los trabajadores, soldados y campesinos, incluyendo en
él también la organización de la Rada. En esa esfera
hay un gran margen para la coincidencia entre la Rada Central y el Soviet
de Comisarios del Pueblo." ésta era precisamente la combinación
que los mencheviques y los essars pidieron después de la Revolución
de octubre, y sobre esta cuestión versaban las negociaciones que
Kamenev no había podido llevar a buen fin.
Al otro extremo de la línea, en Kiev, junto al ministro ucraniano
Porsh, estaba el bolchevique Sergio Bakinsky, quien también solicitaba
respuesta a varias preguntas. Uno y otro se vigilaban. Bakinsky representaba
a los Soviets. Dijo que la Rada central no creía posible transferir
el Poder localmente a los Soviets. Contestando a Bakinsky, Stalin dijo
que si la Rada Central no se prestaba a convocar un Congreso de Soviets
con los bolcheviques, "lo convocase él sin la Rada". Además:
"El Gobierno de los Soviets debe aceptarse localmente. Este es un mandamiento
revolucionario que no podemos dar de lado, y no comprendo cómo la
Rada Central de Ucrania puede argumentar contra un axioma." Un cuarto de
hora antes Stalin había declarado que era posible combinar los Soviets
con las organizaciones democráticas de la Rada; ahora se pronunciaba
por el Gobierno de los Soviets sin ningún género de combinación,
como axiomático. ¿Cómo explicarse esta contradicción?
No tenemos documentos a la vista. Pero la mecánica que encubre la
conversación está muy clara. Durante las negociaciones, Stalin
enviaba la cinta del piso bajo del Smolny al piso superior, a Lenin. Habiendo
leído éste la proposición de Stalin de combinar los
Soviets con las organizaciones de la Rada, no pudo menos de enviarle una
enérgica nota. Tal vez bajase corriendo al cuarto del telégrafo
para decir a Stalin lo que pensaba. Stalin no discutió, y en la
segunda parte de su conversación dio instrucciones totalmente opuestas
a las transmitidas en la primera parte de ella.
Como miembro del Politburó, Stalin estaba incluido en la delegación
del Partido Comunista ruso al Congreso del Partido Socialista fines. Pero
esta inclusión sólo tenía carácter nominal.
Stalin no tomó parte en la labor de aquél. "Cuando a fines
de diciembre de 1917 se reunió el Congreso del Partido finlandés
-escribe Pestkovsky-, surgió la cuestión de señalar
a quién seguirla la clase trabajadora de Finlandia. El Comité
Central de los bolcheviques envió a aquel Congreso a Stalin como
representase suyo." Ni Lenin, ni yo, ni Sverdlov podíamos abandonar
Petrogrado; y, por otra parte, Zinoviev y Kamenev no servían en
aquella época para la tarea de provocar una insurrección
en Finlandia. La candidatura de Stalin parecía la más apropiada.
En aquel Congreso fue, seguramente, donde Stalin conoció a Tanner,
con quien, veintidós años después, hubo de tratar
en vísperas de la guerra finosoviética.
El mismo Pestkosvky se refiere a la íntima colaboración
entre Lenin y Stalin. "Lenin no podía prescindir de Stalin siquiera
un día. Probablemente por eso nuestro despacho en el Smolny estaba
"bajo las alas" de Lenin. Durante el día llamaban a Stalin infinitas
veces, o se presentaba en nuestro despacho para llevárselo. Stalin
pasaba con Lenin la mayor parte del día. No sé lo que hicieran,
pero en cierta ocasión, al entrar en el despacho de Lenin, sorprendí
un cuadro interesante. De la pared pendía un gran mapa de Rusia.
Delante había dos sillas, y en ellas estaban sentados Ilich y Stalin,
moviendo los dedos por la zona Norte, creo que por Finlandia.
"Por la noche, cuando la agitación en el Smolny cedía
un poco, Stalin iba al hilo directo y se pasaba allí horas enteras.
Llevaba las más largas negociaciones, bien con nuestros jefes militares
(Antonov, Pavlunovsky, Muravyov y otros), bien con nuestros enemigos, con
el ministro de la Guerra de la Rada ucraniana, Porsh. De vez en cuando,
si por un asunto urgente se veía obligado a salir, me llamaba al
telégrafo." Los hechos se refieren aquí más o menos
correctamente; la interpretación es parcial. En aquel período,
Lenin necesitaba mucho de Stalin; de eso no puede dudarse. Zinoviev y Kamenev
habían estado sosteniendo una lucha contra Lenin; yo pasaba mi tiempo
en los mítines o en Brest-Litovsk, sobre todo esto último;
Sverdlov cargaba con la responsabilidad de todo el trabajo de organización
del Partido. Stalin, en realidad, no tenía obligaciones definidas.
El Comisariado de las Nacionalidades, sobre todo al principio, le consumía
poco tiempo. Por consiguiente, desempeñaba las funciones de jefe
de personal o de empleado de confianza a las órdenes de Lenin. Las
conversaciones por telégrafo directo eran esencialmente técnicas,
aunque de gran responsabilidad, y Lenin sólo podía confiarlas
a una persona experta, perfectamente informada de todas las tareas y cuidados
de Smolny.
[Incluso después del traslado de Petrogrado a Moscú,
Lenin continuó fiel a la regla axiomática de no dar órdenes
personales. Unos tres años más tarde cuando] el 24 de septiembre
de 1920, Ordzhonikidze le pidió permiso por telégrafo desde
Bakú para enviar un destructor a Enzeli (Persia), Lenin escribió
en el mismo telegrama: "Preguntaré a Trotsky y a Krestinsky." En
efecto, hay multitud de notas de esta clase en telegramas, cartas e informes.
Lenin nunca decidía por sí mismo; siempre acudía al
Politburó. Dos o tres de sus miembros solían estar en Moscú.
De estos cientos de notas sobre el propósito de consultar con miembros
del Politburó, sólo se han extraído las que llevan
la inscripción de "consultar con Stalin", para interpretarlas en
el sentido de que Lenin no sabía dar un paso sin él.
[Con referencia a las negociaciones de Brest-Litovsk], los historiógrafos
de Stalin se han despachado a su gusto. [Tenían documentos auténticos
que citar en apoyo de su mitología, documentos de los archivos del
Comisariado de Negocios Extranjeros, presidido entonces por Trotsky. Así,
en 1935, escribía un tal Sorin:]
* "En una carta a Lenin, desde Brest, Trotsky proponía el siguiente
plan, profundamente aventurado en esencia: no firmar una paz anexionista,
sino continuar la guerra, y desmovilizar a la vez el ejército. El
15 (2) de enero, en una Conversación por hilo director con Trotsky,
que pedía una respuesta, Vladimiro Ilich calificó el plan
de Trotsky de "disputable", y demoraba la contestación definitiva
hasta que llegase Stalin, que por entonces no estaba en Petrogrado, y a
quien Vladimiro Ilich deseaba consultar. Reproducimos la reseña
completa de estas conversaciones:
"15 (2) enero. Trotsky y Lenin sostuvieron por hilo directo las siguientes
conversaciones: Trotsky pregunta a Lenin si recibió una carta que
le dirigió por medio de un soldado lituano. Trotsky necesita una
respuesta inmediata a esa carta. La respuesta debe estar concebida en términos
de conformidad o de desacuerdo."
"Lenin al aparato: Acabo de recibir tu carta especial. Stalin no está
aquí, y no he podido enseñársela aún. Tus planes
me parecen contestables. ¿No es posible aplazar la decisión
final hasta después de una sesión especial del Comité
Ejecutivo Central? Tan pronto como vuelva Stalin le enseñaré
la carta. - Lenin."
"Debemos procurar diferir la decisión todo lo posible, esperando
tus noticias. Trata de apresurarte. La delegación de la Rada está
realizando una política de traición flagrante. El estudio
del plan en el Comité Central me parece inconveniente, pues puede
provocar una reacción antes de llevar el plan a efecto.-Trotsky."
Respuesta a Trotsky: "Desearía consultar primero con Stalin antes
de contestar a tu pregunta. Hoy sale a visitarte una delegación
del Comité Ejecutivo Central de Ucrania en Jarkov, que se asegura
que la Rada de Kiev está en la agonía. - Lenin."
Cuando las negociaciones de 18 (5) de enero alcanzaron un punto crítico,
L. D. Trotsky pidió normas por hilo directo, y recibió, una
tras otra, las dos siguientes notas:
1. "A Trotsky: Stalin acaba de llegar. Consultaré el caso con
él y te daremos nuestra contestación.-Lenin."
2. "Informad a Trotsky que consiga una tregua y venga a Petrogrado.-Lenin.
Stalin."
[La historia oficial del Partido bolchevique, publicada en 1939, se
desborda aquí por completo. Afirma lo siguiente:]
* "El 10 de febrero de 1918 se interrumpieron las negociaciones de paz
de Brest-Litovsk. A pesar de que Lenin y Stalin insistían en firmar
la paz en nombre del Comité Central del Partido, Trotsky, que presidía
la delegación soviética en Brest, traidoramente violó
las instrucciones explícitas del Partido bolchevique. Declaró
que la República Soviética se negaba a firmar la paz en las
condiciones propuestas por Alemania, y al mismo tiempo informó a
los alemanes que la República Soviética no continuaría
la guerra y seguiría desmovilizando el ejército.
"Esto era monstruoso. Los imperialistas alemanes no podían pedir
más de este traidor a los intereses de la patria soviética."
[Pasando de la página 207 a la 208 del mismo libro, encontramos
la siguiente invención:]
* Lenin calificó esta decisión de "extraña y monstruosa".
En aquel tiempo, el Partido no comprendía aún cuál
era la razón de la conducta hostil al mismo de Trotsky y los "comunistas
de izquierda". Pero como se ha probado últimamente en la causa contra
el "Bloque de derechistas y trotskistas" antisoviéticos (iniciado
en 1938), Bujarin y el grupo de "comunistas de izquierda", encabezado por
él, en unión de Trotsky y de los essars "de izquierda", ya
conspiraban entonces secretamente contra el Gobierno soviético.
Bujarin, Trotsky y sus cómplices conspiradores según ha resultado,
tendían a anular el tratado de paz de Brest, detener a V. I. Lenin,
J. V. Stalin, Ya. M. Sverdlov, matarlos y formar un nuevo Gobierno de bujarinistas,
trotskistas y essars "de izquierda".
[Examinemos ahora las actas. Sesenta y tres bolcheviques asistieron
a la Conferencia del 21 (8) de enero 1918, de los cuales una mayoría
absoluta (32) votaron en favor de emprender una guerra revolucionaria.
La posición de Trotsky (ni paz ni guerra), obtuvo 16 votos; la de
Lenin (paz con el Imperio alemán), 15 votos. La cuestión
se examinó de nuevo tres días después por el Comité
Central del Partido. Las actas de la sesión del 24 (11) de enero
de 1918, dicen lo siguiente:]
* "El camarada Trotsky propone que se someta a votación la siguiente
fórmula: "Terminemos la guerra, no hacemos la paz, desmovilicemos
el Ejército." Para someter a votación. En favor, 9; en contra,
7.
"Se puso a votación la propuesta de Lenin: "Insistimos en que
la paz se firme de todos modos." (En favor, 12; en contra, 1.) La de L.
D. Trotsky: "¿Vamos a lanzar una apelación a la guerra revolucionaria?"
(En favor, 2; en contra, 11; abstenciones, 1); y "Paramos la guerra, no
hacemos la paz, desmovilizamos el Ejército". (En favor, 9; en contra,
7.)"
En aquella sesión, Stalin fundaba la necesidad de firmar una
paz separadamente en este argumento: "No hay ningún movimiento revolucionario
en el Oeste; no hay hechos, sino tan sólo potencialidades, y no
podemos tener éstas en cuenta." "¿No podemos tenerlas en
cuenta?", fue la refutación inmediata de Lenin; es verdad que la
revolución en Occidente no ha empezado; "sin embargo, si cambiáramos
nuestra táctica por eso, seríamos traidores al socialismo
internacional".
El día siguiente, 25 (12) de enero, se examinó la cuestión
de la paz en la sesión conjunta de los Comités Centrales
de los bolcheviques y de los socialrrevolucionarios (essars) de izquierda,
por mayoría de votos se acordó someter a la consideración
del Congreso de los Soviets la fórmula: "Ni empeñar guerra
ni firmar paz."
¿Cuál fue la actitud de Stalin respecto a esta fórmula?
Esto es lo que Stalin declaraba una semana después de la reunión
en que la fórmula fue aprobada por 9 votos contra 7:
"Sesión de 1 febrero (19 de enero) de 1918. Camarada Stalin:
"...La salida de esta difícil situación se nos brinda en
el punto de vista intermedio, o sea en la posición de Trotsky"."
Las palabras de Stalin se harán perfectamente comprensibles teniendo
presente que en todo aquel período crítico la inmensa mayoría
de las organizaciones del Partido y Soviets estaban por la guerra revolucionaria,
y que, por tanto, la posición de Lenin solo podía resolverse
en una revolución del Partido y del Estado (lo que, naturalmente,
no era posible). Así, lejos de equivocarse, Stalin reconocía
un hecho incontrovertible, al decir que mi proposición era entonces
la única salida de la situación para el Partido.
[En 1 de febrero] la delegación de los Soviets en la Conferencia
de la Paz, en Brest-Litovsk, hizo pública la declaración
oficial de la negativa del Gobierno soviético a firmar la paz anexionista
y de la terminación de la guerra con las potencias de la Cuádruple
Alianza. [Dos días después se publicó] la orden del
generalísimo N. V. Krylenko, dando fin a la actividad militar contra
dichas potencias y desmovilizando el Ejército ruso.
[Refiriéndose a estos sucesos un año después,
Lenin escribió:]
* "¿Cómo ocurrió que no hubiese una sola tendencia,
sentido ni organización del Partido que se opusiera a aquella desmovilización?
¿Qué nos ocurrió? ¿Es que habíamos perdido
la cabeza por completo? Nada de eso. Oficiales no bolcheviques andaban
diciendo, aun antes de octubre, que el Ejército no podía
seguir luchando, que no podía mantenerse en el frente unas semanas
más. Después de octubre, eso se hizo palpable a todo el mundo
que quisiera mirar las cosas cara a cara, que no tratase de volver la espalda
a la cruda y desagradable realidad, ni de ocultarse o echarse el sombrero
ante los ojos, contentándose con frases arrogantes. No había
Ejército. Era imposible atenerse a él. Lo mejor era proceder
a la desmovilización lo antes posible.
Aquél era el lado enfermo del organismo estatal ruso, que no
podía sostener sin momento más la carga de la guerra. Cuanto
antes lo desmovilizásemos, antes se disolvería en partes
no enfermas todavía, y el país estaría en condiciones
de prepararse para sus nuevas y difíciles tareas. Esto es lo que
sentíamos cuando por unanimidad, sin la más leve protesta,
aprobarnos la resolución, la decisión que, desde el punto
de vista de los acontecimientos exteriores, era absurda: desmovilizar el
Ejército. Era lo que debía hacerse. Decíamos que sostener
el Ejército era una vana ilusión. Cuanto antes lo desmovilizáramos,
antes comenzaría la convalecencia de todo el organismo social en
conjunto. De aquí que las frases revolucionarias: "Los alemanes
no pueden avanzar", y su consecuencia: "No podemos declarar terminado el
estado de guerra; ni guerra ni firma de paz" envolviesen un error tan profundo,
una valoración tan excesiva de los hechos. Pero, supongamos que
avanzan los alemanes. "No, no serán capaces de avanzar.""
En realidad, el avance de las tropas alemanas duró catorce días,
del 18 de febrero al 3 de marzo. Todo el día 18 de febrero dedico
el Comité Central a la cuestión de cómo reaccionar
al avance alemán que había comenzado.
Después de romperse las negociaciones de Brest, el 10 de febrero,
y de publicar los delegados rusos una declaración de terminación
de la guerra y de negativa a firmar la paz con Alemania, el "partido militar"
(el partido de anexión a toda costa) había vencido. En una
conferencia celebrada en Hamburgo el 13 de febrero, bajo la presidencia
del emperador Guillermo, se aprobó la siguiente declaración
que él mismo propuso: "La negativa de Trotsky a firmar el tratado
de paz conduce automáticamente a la terminación del armisticio."
El 16 de febrero, el mando militar alemán informó oficialmente
al Gobierno soviético de la terminación del armisticio con
la República de los Soviets, a contar del mediodía del 18
de febrero, violando así la condición estipulada de que el
aviso de finalizar el armisticio debía darse siete días antes
de iniciar la acción militar.
La cuestión de cómo reaccionar ante el avance alemán
se planteó primeramente en la reunión del Comité Central
del Partido, de la noche del 17 de febrero. La proposición inmediata
de Alemania de abrir nuevas negociaciones para la firma de la paz fue rechazada
por seis votos contra cinco. En cambio, nadie votó por "la guerra
revolucionaria"; N. I. Bujarin, G. I. Lomov y A. A. Joffe "renunciaron
a votar por plantearse así la cuestión". Por mayoría
de votos se aprobó una resolución "difiriendo la reanudación
de negociaciones de paz hasta que el avance se manifestase en grado suficiente
y se haga notar su influencia sobre el movimiento obrero" Con tres abstenciones,
se aprobó por los votos restantes la siguiente decisión:
"Si es hecho el avance alemán y no hay sublevación revolucionaria
en Alemania y Austria, tenemos que hacer la paz."
El 18 de febrero, iniciado ya el avance alemán, el Comité
Central del Partido estuvo reunido todo el día, con breves interrupciones
(en una de las actas se cita como hora "por la noche", sin mencionarse
la de las otras dos). En la primera sesión, después de intervenir
Lenin y Zinoviev en favor de firmar la paz, y yo y N. I. Bujarin en contra,
se rechazó por siete votos contra seis la moción de "presentar
inmediatamente una proposición para reanudar las negociaciones de
paz". En la segunda sesión, o sea la de la noche, después
de hablar Lenin, Stalin, Sverdlov y Krestinsky en favor de reanudar las
gestiones de paz, y Uritsky y Bujarin en contra, y de manifestarme yo en
el sentido de no reanudarlas, sino solicitar de los alemanes sus condiciones,
se sometió a votación el punto siguiente: "¿Debemos
presentar inmediatamente al Gobierno Alemán una proposición
de concertar la paz en el acto?" Esta proposición fue aprobada por
siete votos (Lenin, Smilga, Stalin, Sverdlov, G. Sokolnikov, Trotsky, Zinoviev)
contra cinco (Uritsky, Lomov, Bujarin, Joffe, Kretinsky) y una abstención
(Stassova). Entonces se convino en formular una declaración explícita
del acuerdo y redactar el texto de la comunicación que había
de dirigirse al Gobierno alemán. Se puso a votación la propuesta
de Lenin sobre los puntos de que habla de constar el telegrama. Salvo dos
abstenciones, el resto voló por anotar y referirse a la dureza de
las condiciones de paz; en el sentido de firmar, desde luego, las condiciones
conocidas, indicando que no había posibilidad de rechazar otras
aún peores, se pronunciaron siete contra cuatro y dos abstenciones.
La tarea de formular el texto se delegó en Lenin y en mí.
Lenin escribió acto seguido el radiograma, y,, con leves correcciones
mías, se aprobó éste en la reunión conjunta
de los Comités Centrales de los bolcheviques y de los essars de
izquierda, mandándose las firmas del Consejo de Comisarios del Pueblo
a Berlín el 19 de febrero.
En la sesión del Consejo de Comisarios del Pueblo de 21 de febrero,
los representantes de la izquierda essar votaron en contra de utilizar
la ayuda de la Entente para contrarrestar el avance alemán. Se habían
iniciado negociaciones con los aliados sobre ayuda militar y técnica
poco después de la revolución de octubre. Las llevábamos
Lenin y yo con los generales Lavergne y Niessel y el capitán Jacques
Sadoul por los franceses, y con el general Raymond Robbins por los norteamericanos.
El 21 de febrero, en relación con el continuado avance de los alemanes,
el embajador francés Noulens me telegrafió: "En su resistencia
a Alemania, pueden contar con la cooperación militar y económica
de Francia." Naturalmente, la diferencia entre el militarismo alemán
y el militarismo francés no era para nosotros cuestión de
principio. Era sólo cuestión de asegurar la necesaria neutralización
de ciertas fuerzas antagónicas a fin de salvar al Gobierno soviético.
(Pero el Gobierno francés no cumplió su palabra.) Clemenceau
proclamó una guerra santa contra los bolcheviques. Entonces nos
vimos obligados a firmar la paz de Brest-Litovsk.
La respuesta al radiograma de los Soviets que bosquejaba las condiciones
alemanas de paz se recibió en Petrogrado a las diez y media de la
mañana (del 23 de febrero). Comparadas con las condiciones de paz
ofrecidas el 10 de febrero, las nuevas eran mucho peores. El Ejército
rojo debía evacuar inmediatamente Letonia y Estonia, que ocuparía
la Policía alemana; Rusia se comprometía a concertar la paz
con los Gobiernos burgueses de Ucrania, Finlandia, etc. Se discutió
(el mismo día) si se aceptaban los términos de paz alemanes,
primero en la sesión del Comité Central del Partido bolchevique,
y luego en una reunión conjunta de nuestro Comité Central
y el de los essars izquierdistas, y, por último, en la sesión
plenaria del mismo Comité Ejecutivo Central de toda Rusia.
En la reunión del Comité Central del Partido bolchevique,
Lenin, Zinoviev, Sverdlov y Sokolnikov hablaron en favor de aceptar aquellas
condiciones y firmar la paz. Bujarin, Dzerzhinsky, Uritsky y Lomov se manifestaron
contrarios a ello. Yo declaré que, "de haber tenido unanimidad,
podíamos habernos encargado personalmente de organizar la defensa.
Hubiéramos podido hacerlo... Pero eso requería la máxima
unidad. Como no la había, no quería cargar con la responsabilidad
de votar por la guerra". El Comité Central resolvió por siete
votos contra cuatro, con cuatro abstenciones, aceptar en el acto la proposición
alemana, prepararse para una guerra revolucionaria y (unánimemente,
con tres abstenciones), efectuar una votación entre los electores
del Soviet en Petrogrado y Moscú, para cerciorarse de la actitud
de las masas respecto a la conclusión de la paz.
En aquella sesión del Comité Central de 23 de febrero,
Stalin declaró: "No necesitamos firmar, pero hay que iniciar enseguida
negociaciones de paz." A lo que Lenin replicó: "Stalin no tiene
razón al decir que no necesitamos firmar. Las condiciones deben
firmarse. De no hacerlo firmáis la sentencia de muerte del Gobierno
de los Soviets para dentro de tres semanas." (Y el acta dice además:
"El camarada Uritsky, contestando a Stalin, dijo que las condiciones habían
de aceptarse o rechazarse, pero que ya no era posible entablar negociaciones.")
A cualquier enterado de los asuntos en aquellos momentos (incluso a
un ardiente y tenaz defensor de una guerra revolucionaria contra la Alemania
imperial como Uritsky) le era evidente la inutilidad de resistirse. La
propuesta de Stalin obedecía totalmente a la falta de una posición
meditada. Ya el 18 de febrero, el Ejército alemán [había
ocupado] Minsk. Su avance se desarrollaba con extraordinaria rapidez. La
política de retroceder se había apurado hasta las heces.
[Y, sin embargo,] Stalin proponía [cinco días después,]
el 23 de febrero, no firmar la paz, sino... entablar negociaciones.
Stalin habló de nuevo en la sesión del 23 de febrero,
esta vez en defensa de la necesidad de firmar el tratado de paz. Aprovechó
la ocasión para rectificarse igualmente en cuanto al punto de la
revolución internacional [al verse criticado] por Lenin. [Stalin
dijo:] "También nosotros apostamos por la Revolución, pero
vosotros contáis por semanas, mientras que nosotros lo hacemos por
meses." Esto se ajustaba enteramente al humor de aquellos días y
a las palabras de Sergeyev (Artemio) [en la sesión del 24 (11) de
enero de 1918], de que todos los miembros del Comité Central estaban
conformes en una cosa: en que sin la victoria de la Revolución en
el plazo más breve posible (según Stalin de allí a
pocos meses), la República de los Soviets perecería. Así,
por entonces prevalecía unánimemente el "trotskismo" en el
Comité Central del Partido.
Esencialmente, Stalin no adoptó una posición independiente
en el período de las negociaciones de Brest. Vacilaba, esperaba
la ocasión, mantenía la boca cerrada... intrigaba. "El viejo
espera aún la paz -me decía, moviendo la cabeza en dirección
a Lenin-, pero no la conseguirá." Luego, probablemente iría
a decir a Lenin algo parecido respecto a mí. La verdad es que nunca
se ponía al' descubierto, seguramente porque nadie se interesaba
por su opinión ni por sus contradicciones. Tengo la certeza de que
mi tarea principal, consistente en hacer nuestra actitud respecto a la
paz lo más comprensible que pudiera al proletariado del mundo, era
una consideración secundaria para Stalin. él estaba interesado
por la "paz en un país", lo mismo que después había
de interesarse por el "socialismo en un país". Durante la votación
decisiva se unió a Lenin. Sólo al cabo de unos años,
en provecho de su lucha contra el trotskismo se tomó la molestia
de componer para su uso cierta apariencia de "punto de vista" sobre los
acontecimientos de Brest. Compárese su actitud con la de Lenin,
quien, dirigiéndose al VII Congreso del Partido, el 8 de marzo,
inmediatamente después de la enconada lucha de facciones, dijo:
* "Además, debo referirme a la posición del camarada Trotsky.
Es necesario distinguir dos aspectos de su actividad; cuando comenzó
las negociaciones en Brest, utilizándolas espléndidamente
para la agitación, todos estábamos de acuerdo con el camarada
Trotsky... La táctica de Trotsky, en cuanto tendía a ganar
tiempo, era justa. Pero se hizo injusta cuando se declaró terminado
el estado de guerra sin haber firmado aún la paz... Pero como la
Historia ha disipado aquello, no vale la pena recordarlo."
Evidentemente, había una profunda diferencia entre la política
de Lenin en todo el asunto de la crisis de Brest-Litovsk y la política
de Stalin, que estaba más cerca de Zinoviev. Debe consignarse que
únicamente Zinoviev tuvo el valor de reclamar la inmediata firma
de la paz, profetizando que la suspensión de las negociaciones llevaría
de seguro a una agravación de las condiciones inmediatamente; pero
Lenin pensaba que dando largas a las negociaciones de paz se hacía
agitación revolucionaria y que las tareas de la revolución
internacional estaban por encima de las consideraciones patrióticas,
por encima de las condiciones territoriales y de todo otro orden del tratado
de paz. Para Lenin, la cuestión era asegurarse un respiro en la
lucha por la revolución internacional. Stalin seguramente opinaba
que la revolución internacional era algo "potencial" con lo que
no podía contarse. Verdad es que más tarde, rectificó
estas palabras, para imponerse a otros, pero, en esencia, la revolución
internacional en aquellos días, como mucho más tarde, siguió
siendo para él una fórmula sin vida, de nula utilidad para
la política práctica.
Precisamente en la época de esta crisis fue cuando se vio claro
que los factores de la política mundial eran incógnitas para
Stalin. Nada sabía de ellas, ni le interesaban. Entre las capas
mejor preparadas de los trabajadores alemanes se entablaban discusiones
apasionadas sobre las negociaciones iniciadas por los bolcheviques con
objeto de concertar la paz. No pocos exteriorizaban la opinión de
que los bolcheviques y el Gobierno de los Hohenzollern estaban representando
una comedia en la que el desenlace era conocido de antemano. La lucha por
la revolución requería que aclarásemos a los trabajadores
que no podíamos proceder de otra manera, que los enemigos nos arrollaban
y nos veíamos forzados a firmar el tratado de paz. Precisamente
por esa razón, el avance alemán era nuestra mejor prueba
de la índole obligada del tratado. Un ultimátum de Alemania
no hubiera sido bastante; un ultimátum pudiera haberse tornado también
como parte de la comedia ensayada. Era muy diferente, en cambio, el movimiento
efectivo de las tropas alemanas, la ocupación de ciudades y de efectos
militares. Estábamos perdiendo una enorme riqueza, pero ganábamos
a su costa la confianza política de la clase trabajadora de todo
el mundo. Tal era el sentido del desacuerdo.
Según el texto de la Constitución, un Comisariado del
Pueblo se componía del presidente y de la Junta que constaba, a
su vez, de media docena y hasta de una docena de miembros. No era tarea
fácil dirigir un departamento. Según Pestkovsky, "todos los
miembros de la Junta sobre Asuntos Nacionales estaban en oposición
con Stalin, y con frecuencia dejaban a su comisario del Pueblo en minoría"
El contrito autor se apresura a añadir: "Stalin decidió reeducarnos,
y a ello se consagró con perseverancia, poniendo en tal propósito
infinita perspicacia y discreción." Es lástima que Pestkovsky
no entre en pormenores sobre este aspecto de la cuestión. Pero sí
nos enteramos por él del original modo de resolver Stalin sus conflictos
con la Junta. "A veces perdía la paciencia -relata Pestkovsky-,
pero nunca lo demostraba durante las reuniones. En esos casos, cuando a
causa de nuestras inacabables discusiones en las conferencias se impacientaba,
salía de la habitación con gran habilidad; "por un momento"
desaparecía de pronto de la habitación para retirarse a un
rincón del Smolny, y más tarde del Kremlin. Era imposible
encontrarle. Al principio solíamos esperarle; pero, al cabo, aplazábamos
la reunión. Yo me quedaba solo en nuestro despacho común,
aguardando pacientemente su vuelta, pero en vano. En aquellos momentos
solía sonar el teléfono; era Vladimiro Ilich llamando a Stalin.
Le ¡Replicaba que Stalin había desaparecido, y él contestaba
invariablemente: "Buscadle en seguida." No era cosa fácil. Salía
a dar una larga carrera por los corredores interminables del Smolny o del
Kremlin en busca de Stalin, para encontrarte en los sitios más inesperados.
Un par de veces le hallé en el cuarto del marinero camarada Vorontsov,
en la cocina, tendido en un diván y fumando una pipa mientras cavilaba
sobre su tesis."
No menos colorido hay en la descripción que hace Pestkovsky
de la búsqueda de local para el Comisariado en Moscú, cuando
el Gobierno se trasladó allí en marzo siguiente desde Petrogrado.
Entre los Departamentos se desencadenó una furiosa pelea por las
casas particulares de los comerciantes. El Comisariado Popular de Nacionalidades
no consiguió absolutamente nada al principio. "Yo puse a contribución
a Stalin." Ignoro a quién pondría Stalin a contribución.
"Al poco tiempo, el Comisariado Popular de Nacionalidades estaba en posesión
de varias casas particulares. La Oficina central y los bielorrusos se alojaron
en la Povarskya; los letones y los estonios en la Nikitskaya; los polacos
en el Arbat los judíos en Prechistenka, y los tártaros en
un local de la ribera. Además, Stalin y yo teníamos despachos
en el Kremlin. Stalin no pareció satisfecho ni mucho menos con la
situación. "Ahora es completamente imposible teneros a todos a la
vista. Deberíamos encontrar una casa grande y estar allí
todos reunidos." Esta idea no le abandonó un solo minuto. Pocos
días después, me dijo: "Nos han dado el 'Gran Hotel' de Siberia,
pero el Consejo Supremo de Economía Nacional se lo ha apropiado.
Sin embargo, yo no pienso ceder. Di a Alliluyeva que escriba lo siguiente
en varias cuartillas: Estos locales están ocupados por el Comisariado
Popular de Nacionalidades. Y llévate unas chinches.""
Alliluyeva, futura esposa de Stalin, era mecanógrafa en el Comisariado
de Nacionalidades. Armados de las mágicas cuartillas y de chinches,
Stalin y su ayudante fueron en automóvil a la calle de Zlatoustensky.
"Ya estaba oscureciendo. La entrada principal del hotel estaba cerrada.
En la puerta se veía un trozo de papel con el siguiente texto: "Esta
casa está ocupada por el Consejo Supremo." Stalin lo arrancó,
y en su lugar pusimos nuestros letreros. "Ya no nos queda más que
entrar aquí", dijo Stalin. No era fácil hacerlo. Con gran
dificultad encontramos la entrada posterior. Por una razón ignorada
la electricidad no funcionaba. Nos alumbramos con cerillas. En el segundo
piso tropezamos con un largo pasillo. Clavamos nuestros avisos en varias
puertas, al azar. Cuando llegó el momento de volvernos se nos habían
terminado los fósforos. Al bajar en la más completa oscuridad,
nos caímos hasta el piso de abajo y casi nos rompimos la cabeza.
Al fin, pudimos encontrar el camino hasta nuestro automóvil."
Exige algún esfuerzo de imaginación figurarse a un miembro
del Gobierno, al amparo de la oscuridad, entrando violentamente en un edificio
ocupado por otro Ministerio, arrancando unos avisos y poniendo otros en
su lugar. Puede decirse con certeza que no se le hubiera ocurrido tal cosa
a ningún otro comisario del Pueblo miembro del Comité Central.
En este rasgo reconocemos al Koba de los días de la cárcel
de Bakú. Stalin no podía menos de saber que la cuestión
discutible de un edificio había de decidirse en última instancia
por el Consejo de Comisarios del Pueblo ante un hecho consumado. El intento
fracasó; el edificio fue concedido al Consejo Supremo de Economía
Nacional, que era un Ministerio más importante. Ya tenía
Stalin otra rencilla secreta contra Lenin.
La mayoría de la Junta razonaba, según el relato de Pestkovsky,
del siguiente modo: toda opresión nacional era solamente una de
las manifestaciones de la opresión de clase. La Revolución
de octubre ha destruido la base de la opresión clasista. Por consiguiente,
no había necesidad de organizar en Rusia repúblicas y regiones
Autónomas. La división territorial debía hacerse sólo
con sujeción a normas económicas. "...La oposición
a la política leninista, por extraño que parezca de primera
intención, era especialmente fuerte entre los bolcheviques no rusos
(letones, ucranianos, armenios, judíos, etc.). Los bolcheviques
de las tierras fronterizas que sufrían opresión se habían
formado en la lucha con partidos nacionalistas, y se inclinaban a rechazar,
no sólo el veneno del patrioterismo, sino incluso las reivindicaciones
sociales progresivas. La Junta del Comisariado Popular de Nacionalidades
contaba con dos no rusos rusificados, que oponían su abstracto internacionalismo
a las necesidades de desenvolvimiento de las nacionalidades oprimidas.
Realmente, su política apoyaba la vieja tradición de la rusificación,
y era intrínsecamente un peligro especial en las circunstancias
de la guerra civil."
El Comisariado Popular de Nacionalidades se creó para organizar
todas las antiguas naciones oprimidas de Rusia mediante Comisariados nacionales
(como el armenio, el bielorruso, el judío, el letón, el musulmán
-llamado más tarde tártarobashkir-, el polaco y las secciones
de los montañeses del Cáucaso, los alemanes, los kirghises,
los ucranianos, los chuvash, los estonios, los calmucos, los yugoslavos,
los checoslovacos -para servir a los prisioneros militares checos-, los
votiacos y los komis). El Comisariado trataba de organizar la educación
de las nacionalidades sobre una base soviética. Publicaba un periódico
semanal, La Vida de las Nacionalidades, en ruso, y varias publicaciones
en diversas lenguas nacionales. Pero se dedicaba principalmente a organizar
repúblicas nacionales y regionales, para encontrar los necesarios
cuadros dirigentes entre los mismos naturales de ellas; a la orientación
general de las entidades territoriales recién organizadas, y a cuidar
de las minorías nacionales que residían fuera de su propio
territorio segregado. A los ojos de las nacionalidades atrasadas que por
primera vez se vieron solicitadas por la Revolución a llevar una
existencia nacional independiente, el Comisariado de Nacionalidades tenía
una indudable autoridad. Les abría las puertas que llevaban a una
vida independiente dentro del marco del régimen soviético.
En aquella esfera, Stalin era un ayudante insustituible para Lenin. Stalin
conocía la vida del pueblo aborigen del Cáucaso, íntimamente,
como sólo un nativo podía conocerla. Llevaba aquel primitivismo
en la sangre. Le gustaba la sociedad de aquella gente, encontraba un lenguaje
común para conversar con ellos, no recelaba que pudiesen superarle
en nada, y, por consiguiente, los trataba con aire democrático,
amistoso. Lenin apreciaba estas cualidades de Stalin, que otros no compartían,
y en todos sentidos trató de respaldar la autoridad de Stalin frente
a toda clase de delegaciones nacionales. "Trátalo con Stalin. Conoce
bien ese asunto. Sabe cómo andan las cosas. Discute el asunto con
él." Tales consejos salieron de sus labios centenares de veces.
En todas aquellas ocasiones en que Stalin tenía serios conflictos
con los delegados nacionales, o con su propia Junta, se acudía al
Politburó, donde todas las cuestiones en litigio se resolvían
invariablemente en favor de Stalin. Esto reforzó, seguramente, su
autoridad aún más en el concepto de los círculos rectores
de las nacionalidades atrasadas: del Cáucaso, del Volga, de Asia.
La nueva burocracia de las minorías nacionales llegó a ser
más tarde un baluarte no despreciable del poder de Stalin.
El 27 de noviembre de 1919 se celebró en Moscú el 11
Congreso de Organizaciones comunistas musulmanas de toda Rusia y de los
pueblos del Este. Abrió el Congreso Stalin en nombre del Comité
Central del Partido. Fueron elegidos cuatro miembros honorarios: Lenin,
Trotsky, Zinoviev y Stalin. El presidente del Congreso, Sultán-Galiyev,
uno de los que después tuvieron mal fin, propuso que el Congreso
saludara a Stalin como "uno de esos luchadores que arden con una llama
de odio contra el imperialismo internacional". Pero es muy característico
para la gradación de los dirigentes en aquel tiempo, que incluso
en este Congreso terminase el informe de Sultán-Galiyev sobre la
revolución política en general con la salutación:
"¡Viva el Partido Comunista ruso! ¡Vivan sus dirigentes, camaradas
Lenin y Trotsky! " Aun este Congreso de los Pueblos del Este, celebrado
bajo la dirección inmediata de Stalin, no creyó necesario
incluir a Stalin entre los líderes del Partido.
Stalin fue comisario Popular de Nacionalidades desde el momento de
la Revolución hasta la liquidación del Comisariado en 1923,
al crearse la Unión Soviética y el Consejo de Nacionalidades
del Comité Ejecutivo Central de la U.R.S.S. Puede considerarse firmemente
comprobado que, por lo menos hasta mayo de 1919, Stalin no tuvo mucho quehacer
con los asuntos del Comisariado. Al principio, Stalin no escribía
los editoriales de La Vida de las Nacionalidades; luego, cuando el periódico
empezó a salir en formato grande, comenzaron a aparecer los editoriales
de Stalin un número tras otro. Pero la productividad literaria de
Stalin no era grande, y fue disminuyendo de año en año. En
1920-1921 sólo encontramos dos o tres artículos suyos. En
1922, ni uno solo. Por entonces, Stalin se había pasado por completo
a la política de máquina.
En 1922, el Consejo de dirección del periódico decía:
"Al iniciar la publicación de La Vida de las Nacionalidades, el
camarada Stalin, comisario Popular de Asuntos de las Nacionalidades, tomó
en ella parte activa. Escribió en aquel periódico no sólo
artículos editoriales, sino también a menudo revistas informativas
y colaboraba con notas para la sección de "Vida del Partido" y otras."
Leyendo estas colaboraciones, reconocemos al antiguo director de las publicaciones
de Tiflis y de la Pravda de San Petersburgo en 1913.
Así, en varios números, dedicó su atención
al Este. ésta fue una idea directriz de Lenin. Puede seguirse en
varios de sus artículos y discursos. Indudablemente, el interés
de Stalin por el Este revestía en gran medida carácter personal.
él mismo era natural del Este. Si ante representantes del Oeste,
desconocedor como era de la vida occidental y de sus lenguas, se encontraba
siempre apurado, con representantes de las naciones atrasadas del Este,
cuya suerte dependía en considerable proporción de él
en calidad de comisario, se hallaba incomparablemente más a gusto
y pisaba terreno más firme. La idea básica era de Lenin.
Pero en Lenin, las perspectivas del Este y del Oeste estaban íntimamente
trabadas. En primer plano, en 1918, estaban los problemas de Occidente,
no de Oriente; la guerra se hallaba a punto de terminar, había motines
en todos los países, revoluciones en Alemania y Austria-Hungría
y en otras partes. Por ejemplo, el artículo de Stalin titulado No
hay que olvidar el Este apareció en el número de 24 de noviembre
de 1918, esto es, coincidiendo con la revolución en Austria-Hungría
y en Alemania. Todos nosotros habíamos mirado estas revoluciones
como precursoras de las revoluciones socialistas de Europa. Y entonces
escribía Stalin que "sin el movimiento revolucionario en el Este,
es inútil pensar en el triunfo final del socialismo"; en otras palabras,
Stalin consideraba el triunfo del socialismo imposible, no sólo
en Rusia, sino en Europa, sin el despertar revolucionario del Este. Aquello
era una repetición de la idea directriz de Lenin; pero en esa repetición
había una división, no sólo de trabajo, sino también
de intereses: Stalin no tenía absolutamente nada que decir con referencia
a las revoluciones del Oeste. No conocía Alemania, su vida ni su
lengua, y otros escribían sobre ello con mucho más conocimiento
de causa. Stalin se encontraba sobre el Este.
En 1 de diciembre de 1918, Stalin escribió en La Vida de las
Nacionalidades un artículo titulado "Ucrania se está liberando."
Era la misma vieja retórica seminarista. La repetición ocupa
el puesto de otros recursos: "No dudamos de que el Gobierno Soviético
de Ucrania será capaz de ofrecer la debida resistencia a sus nuevos
huéspedes importunos, los esclavizadores venidos de Inglaterra y
Francia. No dudamos de que el Gobierno Soviético de Ucrania sabrá
desenmascarar la misión reaccionaria de tales huéspedes",
y así ad nauseam. En un artículo publicado en la misma revista
el 22 de diciembre de 1918, escribía: "Con ayuda de las mejores
fuerzas comunistas, la máquina estatal soviética (en Ucrania)
se está reorganizando. Los miembros del Comité Central de
los Soviets en Ucrania tienen a su frente al camarada Pyatakov..." Las
mejores fuerzas comunistas que componían el Gobierno de Ucrania
eran: Pyatakov, Vorochilov, Sergeyev (Artemio), Kviring, Zatonsky y Kotsubinsky.
De todos ellos sólo Vorochilov ha sobrevivido y llegó a mariscal.
Sergeyev (Artemio) murió en accidente; los demás fueron ejecutados
sin reservas o desaparecieron sin dejar huellas. Tal fue el sino de "las
mejores fuerzas comunistas".
El 23 de febrero publicó un editorial titulado Dos campos, en
el que decía, entre otras cosas: "El mundo se ha dividido resuelta
e irrevocablemente en dos campos: el campo del imperialismo y el campo
del socialismo... Las olas de la revolución socialista crecen sin
freno, y asaltan las fortalezas del imperialismo... Su fragor resuena en
las tierras de los pueblos oprimidos... Bajo los pies del imperialismo,
el suelo se enciende..." A pesar de las olas, estas imágenes son
estereotipadas, y no están muy de acuerdo unas con otras. En todo
ello se advierte cierto tonillo de insinceridad bajo el énfasis
de la pobreza de estilo burocrático. El 9 de marzo de 1919, La Vida
de las Nacionalidades publicó un artículo de Stalin bajo
el título de Después de dos años, que expresaba sus
conclusiones: "La experiencia de los dos años de lucha del proletariado
confirma cuanto vaticinó el bolchevismo..., la inevitabilidad de
la revolución proletaria mundial..." En aquellos días, la
perspectiva del bolchevismo no se había reducido a socialismo en
ningún otro país. Del mismo tipo eran todos los demás
artículos, todos ellos completamente horros de originalidad de pensamiento
y de atractivos de forma. Los artículos eran francamente de carácter
doctoral, sin sustancia, lacios y falsos.
El 7 de noviembre (esto es, el tercer aniversario de la Revolución
de octubre), encontramos a Stalin en Bakú, donde habló en
la sesión solemne de los Soviets, pronunciando un informe titulado
Tres años de dictadura proletaria. En el Congreso del Pueblo de
Daguestán, el 13 de noviembre, Stalin proclamó la autonomía
de Daguestán. "El discurso del camarada Stalin -según nos
informa el periódico del Comisariado de Nacionalidades- fue interrumpido
en varios de sus pasajes por tempestades de aplausos y la Internacional,
y terminó en medio de una ovación estruendosa." El 17 de
noviembre, en el Congreso del Pueblo del Territorio de Terek, celebrado
en Vladikavkaz, Stalin en persona "proclamó la autonomía
soviética del Pueblo de Gurian", y se presentó con un informe
sobre la mencionada República Soviética autónoma de
Gurian. Entre el 18 y el 21 de diciembre de 1920 tuvo lugar la primera
Conferencia de Repúblicas Autónomas, territorios y, regiones
de toda Rusia. Kaminsky transmitió a la Conferencia saludos en nombre
de Stalin, que no pudo asistir por hallarse enfermo. La moción para
enviar un saludo a Stalin se aprobó por unanimidad. Pero en ese
Congreso de los Pueblos del Este, dicen las actas: "Fueron elegidos presidentes
honorarios del Congreso: los camaradas Lenin, Zinoviev y Trotsky... Estruendosos
aplausos... Miembros honorarios de la presidencia fueron elegidos... y
Djugashvili-Stalin..." ¡Otra vez en último lugar!
En Viena, asesorado por Lenin, había escrito Stalin una obra
interesante sobre el problema nacional, pero su intento de continuarla
independientemente en Siberia dio tal resultado que Lenin juzgó
imposible publicar siquiera su artículo. En la Conferencia de marzo
de 1917, Stalin desarrollaba la tesis de que la opresión nacional
es producto del feudalismo, perdiendo totalmente de vista el imperialismo
como principal factor de la opresión nacional en nuestra época.
En 1923 situaba en el mismo plano del nacionalismo granruso, que tenía
tras sí tradiciones seculares y la opresión de naciones débiles,
el nacionalismo defensivo de estas últimas. Estos errores palmarios,
errores estalinistas, son explicables en conjunto, como ya se ha apuntado,
por el hecho de que no una sola cuestión en que se eleve a una concepción
sistemática. Se sirve de proposiciones inconexas del marxismo conforme
las necesita de momento, eligiéndolas como quien escoge zapatos
por el tamaño de una zapatería. Por eso se contradice con
tanta facilidad a cada nuevo sesgo de los acontecimientos. Así,
aun en el campo del problema nacional, que se convirtió en su especialidad,
Stalin no pudo llegar a un concepto integral.
"Reconocer el derecho a la secesión no significa recomendarla
-escribía en Pravda el 10 de octubre del año 1920-. La secesión
de las comarcas limítrofes hubiese minado el poder revolucionario
de la Rusia central, que estimulaba el movimiento liberador del Oeste y
del Este. Las naciones limítrofes segregadas hubieran caído
inevitablemente bajo la dominación del imperialismo internacional.
Basta echar una ojeada a Georgia, Armenia, Polonia, Finlandia, etc., que
se han separado de Rusia y sólo conservan una mera ilusión
de independencia, puesto que, en realidad, se han convertido en vasallas
incondicionales de la Entente. Basta recordar la reciente historia de Ucrania
y de Azerbaijan, la primera violada por el capitalismo alemán, y
el segundo por la Entente para comprender en toda su plenitud el sentido
contrarrevolucionario de la exigencia de secesión de un país
limítrofe en las condiciones internacionales reinantes."
"La oleada revolucionaria del Norte -escribía Stalin en el primer
aniversario de la Revolución de octubre- se ha difundido por toda
Rusia, inundando una comarca tras otra. Pero en este punto se ha encontrado
con un dique formado por los "Consejos nacionales" y los "Gobiernos" territoriales
(Don, Kubán, Siberia), que se organizaron incluso antes de octubre.
Burgueses por naturaleza, no deseaban de ningún modo destruir el
viejo mundo burgués. Antes al contrario, juzgaban deber suyo preservarlo
y robustecerlo con todas sus fuerzas. Naturalmente, se convirtieron en
focos de reacción, agrupando en torno suyo cuanto había de
contrarrevolucionario en Rusia... Pero la lucha de los "Gobiernos nacionales"
y territoriales (contra el Centro soviético) resultó desigual.
Atacados por ambos lados, de fuera por el Gobierno soviético, y
de dentro por sus propios trabajadores y campesinos, los "Gobiernos nacionales"
hubieron de retroceder después del primer choque... Completamente
derrotados, los "Gobiernos nacionales" tuvieron que solicitar ayuda, contra
sus propios trabajadores y campesinos, de los imperialistas de Occidente."
Así comenzó la ola de intervención extranjera
y la ocupación de las comarcas limítrofes, pobladas predominantemente
por nacionalidades no rusas, que no podían menos de odiar a Koltchak,
Denikin, Wrangel, o a su policía imperialista y rusificante. En
un informe que presentó Stalin en Bakú, el 8 de noviembre
de 1920, con el título de Tres años de revolución
proletaria, encontramos las siguientes palabras decisivas: "No cabe duda
de que nuestro camino dista mucho de ser fácil, pero tampoco es
dudoso que no nos asustan las dificultades..." Parafraseando ciertas palabras
de Lutero, Rusia podría haber dicho: "Aquí estoy, en la frontera
entre el viejo mundo capitalista y el mundo socialista; en esta frontera
uno los esfuerzos de los proletarios del Oeste con los del campesinado
del Este, para echar abajo el viejo mundo. ¡Que el dios de la Historia
me ayude!"
[Según] Petskovsky:
* "En la primavera de 1918, el Comité Central decretó
crear la República tártaro-bashkir. Para dar cumplimiento
a esta decisión más concretamente, se convocó en el
mes de mayo una Conferencia en Moscú, compuesta de representantes
del Partido y organizaciones soviéticas del territorio del Ural,
representantes de las nacionalidades tártara y bashkir, y funcionarios
del Comisariado Popular de Nacionalidades.
"Los delegados del territorio del Ural en esta Conferencia eran los
camaradas Syromolotov y Tintul, y traían con ellos a un comunista
bashkir "auténtico", el camarada Shamigulov. Los tres eran adversarios
resueltos de la creación de la República tártaro-bahkir,
considerándola en cierto modo como una concesión al nacionalismo
panislámico. Habiendo recibido este inesperado refuerzo, nosotros,
los "izquierdistas" de la Junta del Comisariado de Nacionalidades, cobramos
ánimos y resolvimos oponer firme resistencia al "oportunismo" de
Stalin. De este modo, los partidarios de crear una República se
encontraron en minoría. El único que resueltamente apoyó
a Stalin fue Nur-Vajitov, dirigente de los comunistas tártaros,
con Ibragimov, un essar de izquierda representante de los tártaros
de Ufa. El comunista único de Bashkir, Shamigulov,, se expresó
en contra de la República, estimándole una concesión
innecesaria al nacionalismo. Peor fue la conducta de otro bashkir, Manatov.
En la reunión votó por la República, para no "reñir
con sus superiores", pero en el vestíbulo nos estimulaba a luchar
resueltamente contra su creación, porque, a su parecer, los bashkires
no deseaban formar con los tártaros en una misma República.
"Después convocó Stalin una sesión de la Conferencia
y declaró que, por haber resuelto de antemano el asunto el Comité
Central, había que votar en favor de la organización de la
República; nos resistimos, y después de protestar contra
la decisión del asunto antes de haber reunido la Conferencia, abandonamos
el mitin de fracción y nos negamos a participar en ulteriores deliberaciones
del Consejo. Al mismo tiempo nos mofábamos de Stalin, diciendo que
"se quedaba con un essar de izquierda". Aquello nos valió una reprimenda
escrita del Comité Central."
Después de proclamada la República autónoma de
Bashkir en noviembre de 1917, brotó de las masas una gran simpatía
por el Gobierno soviético. La dirección de estas masas de
Bashkir pasó a manos de los elementos nacionalistas acaudillados
por Zak-Validov, que representaba los intereses de los burgueses kulaks
de la población. Gradualmente, este grupo degeneró en una
avanzada de actividad antisoviética, y estableció contacto
con Dutov y Koltchak. Sin embargo, por presión de las masas, después
de liquidar Koltchak la autonomía de Bashkir, Zar-Validov se vio
forzado a entablar negociaciones con el Gobierno soviético. En febrero
de 1919, después de la liquidación por parte de Koltchak,
el Gobierno de Bashkir se pasó al lado del Gobierno soviético,
y hacia fines del mismo mes, en Simbirsk, en el Cuartel general del frente
Este, la delegación del Gobierno bashkir firmó un acuerdo
preliminar que garantizaba la autonomía al pueblo bashkir a condición
de establecer un Gobierno a base de la Constitución soviética
y de actuar en común los destacamentos bashkires con el Ejército
rojo contra los blancos, entre otros puntos.
A primeros de marzo de 1919, Stalin comenzó en Moscú
las negociaciones con la delegación bashkir a propósito de
crear la República Soviética de Bashkiria. El resultado de
estas negociaciones fue el convenio del Gobierno' soviético central
con el Gobierno de Bashkir respecto a la Bashkiria soviética autónoma,
concertado el 20 de marzo de 1919. A primeros de marzo también tuve
que salir de Moscú, habiendo declinado participar en el VIII Congreso
del Partido en vista de los reveses militares sufridos en las cercanías
de Ufa. Stalin continuó tranquilamente en Moscú, en el Congreso,
y hasta el 20 del mismo mes llevó adelante las negociaciones con
la delegación bashkir. Sin embargo, los historiadores contemporáneos
de Bashkiria apenas citan a Stalin en relación con este asunto.
[Las dos citas siguientes (la primera de Antagulov y la segunda de Samoilov)
son típicas]:
1
"La lucha entre los camaradas rusos y bashkires se hizo más honda,
y comenzó una anarquía completa. En un sitio los rusos eran
detenidos en nombre del Gobierno de Bashkiria; en otros, los bashkires
eran detenidos en nombre del Gobierno local. El viaje del camarada Trotsky
a Ufa coincidió casualmente con esta situación (marzo de
1920). Los funcionarios bashkires comenzaron de nuevo negociaciones con
el Gobierno soviético en la persona del camarada Trotsky, y consiguieron
ponerse de acuerdo en muchos puntos."
2
"Entretanto, como resultado de informaciones recibidas de Bashkiria,
el Centro dedicó no escasa atención al asunto bashkir. A
mediados de marzo, el camarada Trotsky, que llegó a Ufa con poderes
especiales, nos llamó allí para conferenciar sobre las cuestiones
bashkires. A aquella conferencia de Sterlitamak, representando a los bashkires
acudieron Validov, Tujvatulin, Rajmatuvin y Kasprensky representando al
Comité territorial, y a los funcionarios del Centro, fueron Dudnik,
Samoilov, Sergeyev (Artemio), Preobrazhensky, y el presidente del Comité
Ejecutivo provisional de Ufa, Eltsin."
Durante los años iniciales del régimen soviético,
el bolchevismo en Ucrania era débil. La causa debe buscarse en la
estructura nacional y social del país. Las ciudades, cuya población
estaba constituida por granrusos, judíos, polacos y sólo
en pequeña proporción por ucranianos, eran en grado considerable
una especie de colonias. Entre los obreros industriales de Ucrania, buena
parte eran granrusos. Entre la ciudad y el campo había un abismo
casi imposible de salvar. Aquellos intelectuales ucranianos que se interesaban
por la aldea, por el idioma y la cultura ucranianos, encontraban en la
ciudad una acogida semiburlona, y aquello, naturalmente, los impelía
con resentimiento en dirección al patrioterismo. Las facciones socialistas
no ucranianas de las ciudades no tenían sentido de afinidad con
la vida de las masas en los pueblos. En las ciudades ucranianas representaban
la cultura de los granrusos con la que la mayoría de ellos, especialmente
los intelectuales judíos, no estaban sobradamente familiarizados.
De ahí, en buena parte, el carácter exótico del bolchevismo
ucraniano, la ausencia del mismo durante el período en que pudo
haber echado sólidas raíces, su profunda independencia, y
los múltiples conflictos, reyertas y constantes disputas faccionales
intestinas.
Era deber de Stalin, en su calidad de comisario popular de Nacionalidades,
no perder de vista el desarrollo del movimiento nacionalista en Ucrania.
Sólo par eso estaba más íntimamente relacionado que
otros con el Partido bolchevique ucraniano. Aquella afinidad comenzó
ya en 1917, poco después de la Revolución de octubre, y se
prolongó varios años. En Ucrania, Stalin representaba al
Comité Central ruso de los bolcheviques. En cambio, en ciertos Congresos
generales del Partido representaba a las organizaciones ucranianas. Esto
era corriente por aquella época. Tomó parte en las conferencias
del Partido Comunista ucraniano como uno de sus dirigentes efectivos, y
como la vida de la organización ucraniana se consumía en
gran parte en continuas querellas, conflictos y agrupaciones faccionales,
Stalin se sentía en tal atmósfera como un pez en el agua.
Su período ucraniano estuvo lleno de deslices, y por eso permanece
totalmente, secreto. [Los relatos oficiales estalinianos, obligados a consignar
un fracaso tras otro en el intento de imponer la línea del Partido
en Ucrania durante toda la permanencia de Stalin al frente del Comisariado
Popular de Nacionalidades, soslayan cuidadosamente toda mención
de su nombre en conexión con la epidemia de fracasos. No afirman
que, en fin de cuentas, "los errores en las cuestiones campesina y nacional
cometidos en Ucrania a principios de 1919, y que contribuyeron a la calda
del Gobierno soviético allí" se debían a la poco adecuada
defensa que Stalin hizo de la política fijada por el Comité
Central del Partido Comunista ruso. Criticando este desacierto, decía
Lenin: "Sólo una parte muy pequeña de las granjas bien administradas
debieran convertirse en granjas soviéticas, pues de otro modo no
nos entenderemos con los campesinos... Necesitamos una política
similar a la que nos hizo falta a fines de 1917 y muchos meses de 1918...
Por consiguiente, hemos de dedicar un gran número de granjas soviéticas
al reparto general de tierras."]
[Al presentarse en la IV Conferencia del Partido de toda Ucrania el
16 de marzo de 1920, como representante plenipotenciario del Comité
Central, armado de la explícita resolución de aquel organismo
sobre la cuestión ucraniana, Stalin se halló de nuevo frente
a una abigarrada oposición, cuyo punto de vanguardia eran los adeptos
de la tendencia del "centralismo democrático" de Sapronov, derrotada
al discutirse en la Conferencia del Partido de toda Rusia en diciembre
anterior. Esta vez se conocían de antemano todos los argumentos
de esa oposición, y el comisario popular de Nacionalidades adujo
las refutaciones que para el caso le había preparado Trotsky, a
quien confió dicha tarea el Politburó. Sin embargo, fue derrotado
en la liza de la Conferencia ucraniana. El Comité Central tuvo que
intervenir disolviendo el Comité Central ucraniano elegido por la
IV Conferencia y haciendo volver de Ucrania a varios funcionarios adictos
al chauvinismo granruso, antes de que pudieran difundir su política,
que insistía sobre la inflexible imposición del principio
de la "autodeterminación de las naciones". El punto cardinal de
la resolución del Comité Central adoptado en la Conferencia
del Partido en toda Rusia, celebrada en diciembre de 1919, declaraba: ]
"En vista del hecho de que la cultura ucraniana... ha sido suprimida
durante siglos por el zarismo y las clases explotadoras de Rusia, el Comité
Central del Partido Comunista ruso hace obligatorio para todos los miembros
del Partido contribuir por todos los medios a orillar cualquier obstáculo
que se oponga al libre desenvolvimiento de la lengua y la cultura ucranianas.
A causa de siglos de opresión, las tendencias nacionalistas se encuentran
entre los sectores más atrasados de las masas ucranianas, y teniendo
esto en cuenta, es deber de los miembros del Partido tratarlos con extrema
tolerancia y discreción, ofreciéndoles una amistosa explicación
de la identidad de intereses de las masas trabajadoras de Ucrania y de
Rusia. Los miembros del Partido... deben imponer efectivamente el derecho
de las masas trabajadoras a estudiar en lengua ucraniana y usar ésta
en todas las instituciones soviéticas...,, esforzándose por
hacer de la lengua ucraniana un arma para la educación comunista
de las masas obreras. Deben emprenderse en el acto gestiones para conseguir
un número suficiente de funcionarios, en todas las instituciones
soviéticas, que conozcan el idioma ucraniano, procurando que, en
lo sucesivo, todos los empleados estén en condiciones de hablar
dicho idioma."
Esto debería haber sido una tesis de fácil defensa. Aunque,
por regla general, Stalin no era un polemista afortunado, considerando
la relación de fuerzas sorprende su derrota, de todos modos. Es
muy posible que habiendo advertido desde un principio que la actitud de
la Conferencia era adversa a su tesis, Stalin resolviera jugar al ganapierde,
dando a entender por intermediarios que defendía aquella tesis,
no por propia convicción, sino por cuestión de disciplina.
De este modo podía contar con matar dos pájaros de un tiro:
ganarse la simpatía de los delegados ucranianos y transferir la
abominación de la derrota sobre mí, como autor de la tesis.
¡Semejante intriga cabía muy bien en la índole del
hombre!
[Los siguientes documentos de la época arrojan nueva claridad
sobre la sovietización de Georgia]:
1
* Al Consejo Revolucionario de Guerra del frente caucásico. Para
Ordzhonikidze.
Recibimos tu carta de queja. Estás equivocado al juzgar mi pregunta,
que es mi deber, como falta de confianza. Espero que antes de una entrevista
personal conmigo abandonarás este injustificado tono de molestia.
Lenin.
//96.
3 de abril de 1920.
2
* A Bakú, por Rostov.
Al miembro del Consejo Revolucionario de Guerra del frente caucásico,
Ordzhonikidze:
(Para entregar por personas responsables, informando de la entrega
a Sklyansky, del Consejo Revolucionario de Guerra de la República.)
El Comité Central te ordena retirar todas las unidades del territorio
de Georgia a la frontera, y abstenerte de penetrar en Georgia. Después
de las negociaciones de Tiflis, es evidente que no está descartada
la paz con Georgia. Informa inmediatamente de todos los hechos más
precisos acerca de los rebeldes.
Por orden del Politburó:
Lenin. Stalin.
3
//004/109.
5 de mayo de 1920.
[Hay una carta escrita en papel con membrete del comandante en jefe
de todas las fuerzas armadas de la República, fechada en Moscú
el 17 de febrero de 1921, 864, y con la indicación de "Secreto,
Personal", dirigida al vicepresidente del Consejo Revolucionario de Guerra
de la República. Llevaba dos inscripciones al margen, una de Sklyansky,
transfiriéndola a Lenin; otra de Lenin, devolviéndola a Sklyansky.
Lo esencial del texto era]:
* ...Por iniciativa del mando del II Ejército, nos encontramos
ante el hecho consumado de la incursión en Georgia: se han cruzado
las fronteras y el Ejército Rojo ha entrado ya en contacto con el
de Georgia...
Comandante en jefe, S. Kamenev,
Comisario Militar del E. M. / S. / Danilov.
Jefe de Personal del Consejo Revolucionario
de Guerra, / P. / Lebedev.
4
Ekaterinburg.
* A Moscú, para Sklyansky. Secreto.
Haz el favor de escribirme un resumen sucinto de lo relativo a las
operaciones militares contra Georgia, cuándo comenzaron, por orden
de quién, y lo demás. Necesito esa nota para el Pleno.
Trotsky.
//16.
21 de febrero de 1921.
* (Escrita a máquina, firmada por el camarada Sklyansky.) (Escrito
por Lenin; copia de un documento secreto.)
Absolutamente secreto.
El Comité Central estaba inclinado a permitir que el II Ejército
ayudase activamente la sublevación en Georgia y la ocupación
de Tiflis, ajustándose a las normas internacionales y siempre que
todos los miembros del Consejo Revolucionario de Guerra II, después
de examinar seriamente todos los testimonios, estén seguros del
éxito. Os advertimos que estamos reunidos sin pan, a causa del transporte,
y que, por consiguiente, no os daremos un solo tren ni un solo vagón.
Nos vemos forzados a obtener del Cáucaso tan sólo grano y
aceite. Pedimos inmediatamente respuesta por hilo directo, con la firma
de todos los miembros del Consejo Revolucionario de Guerra II, así
como de Smilga, Sytin, Trifonov, Frumkin. Hasta nuestra respuesta a los
telegramas de todas estas personas, no emprendáis nada decisivo.
Por orden del Comité Central:
Krestinsky, Sklyansky.
[Sin fecha.]
6
Camarada Sklyansky: Inmediatamente haz poner esto en clave en tu presencia
y con sumo cuidado, después de fotografiar el original, y mándalo
a Smilga, para que acuda personalmente al hilo directo y lo descifre él
mismo. (Informa de ello al comandante en jefe, pero sin enseñárselo.)
Stalin mismo enviará a Ordzhonikidze.
Así, una precaución triple y diversa. Bajo tu responsabilidad.
Lenin.
14 de febrero de 1921.
(Escrito de propia mano por el camarada Lenin.)
La Georgia menchevique no podía resistir. Eso lo comprendíamos
todos. Sin embargo, no había unanimidad en cuanto al movimiento
y a los métodos de sovietización. Yo era partidario de un
período preliminar de trabajo dentro de Georgia, a fin de desarrollar
la sublevación y acudir después en su ayuda. Pensaba que
después de la paz con Polonia y la derrota de Wrangel, no había
peligro directo desde Georgia, por lo que el desenlace podía aplazarse.
Ordzhonikidze, secundado por Stalin, insistía en que el Ejército
Rojo invadiese inmediatamente Georgia, donde suponía la sublevación
ya madurada. Lenin se inclinaba a unirse con los dos miembros georgianos
del Comité Central. La cuestión se decidió en el Politburó
el 14 de febrero de 1921, mientras yo estaba en los Urales.
La intervención militar se realizó con pleno éxito
y no provocó ninguna complicación internacional, de no tener
en cuenta la frenética campaña de la burguesía y de
la II Internacional. Y, sin embargo, el método de sovietización
de Georgia tuvo enorme importancia durante los años siguientes.
En regiones donde las masas obreras antes de la Revolución habían
procurado, en la mayoría de los casos, pasarse al bolchevismo, aceptaron
las dificultades y sufrimientos subsiguientes como vinculados a su propia
causa. Esto ocurrió así en las regiones más atrasadas,
donde la sovietización corría a cargo del Ejército.
Allí, las masas trabajadoras consideraban las privaciones adicionales
como resultado del régimen impuesto desde fuera. En Georgia, la
sovietización prematura dio alientos a los mencheviques durante
cierto período, y condujo a la insurrección de masas de 1924,
cuando, según admitió el propio Stalin, "Georgia debía
ser "arada de nuevo"".