OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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CARTAS DE ITALIA |
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D'ANNUNZIO, DESPUES DE LA EPOPEYA1
El que fuera un día poeta de Eleonora Duse y otro día de la República de Fiume, descansa hoy a orillas del lago de Garda de sus jornadas de soldado, de político, de aviador y de caudillo. Lógicamente, habría que suponerle dedicado a la poesía, al amor y a otras cosas no menos blandas, dulces e imperecederas. Porque, a orillas de un lago, en sociedad de una pianista bella, italiana, enamorada y "niente affátto" platónica, un poeta no debería dedicarse a cosas distintas. (Aunque es verdad que cuando se trata de un poeta no hay que hacer ninguna suposición lógica. Sobre todo, cuando se trata de un poeta como D'Annunzio). Pero, si bien no es de excluir que la poesía y el amor lo ocupen en parte, parece que D'Annunzio no está exclusivamente consagrado a la actividad poética o a la actividad erótica en la tibia ribera del lago lombardo. D'Annunzio, no es, como los demás, un poeta que vive fuera del tiempo y del espacio. Es un hombre inquieto, con tanta imaginación como dinamismo, que no puede amar, el aislamiento aristocrático y eremítico de la torre de marfil. No es un cincelador benedictino de rimas y de sueños. No se aviene con la poesía simplemente estática y contemplativa. Quiere un puesto emocionante en la historia contemporánea. No un puesto de espectación y de crítica, sino un puesto de combate. No puede, por consiguiente, pensarse que la malaventura de Fiume lo haya dejado desengañado y abatido de manera incurable y definitiva. Ni puede verse en su albergue del lago de Garda el retiro cenobítico de un poeta decepcionado que busca la "escondida senda" por donde iban los sabios en los tiempos de fray Luis de León. Sin duda alguna, el fracaso de la empresa de Fiume ha sido duro y contundente. D'Annunzio esperaba provocar un gran movimiento nacional en favor de Fiume. Creía que el pueblo italiano detendría la mano amenazadora del gobierno de Giolitti. Por esto resistió a todas las intimidaciones y despidió a todos los parlamentarios. Confió en que si Giolitti ordenaba contra Fiume la coerción militar, desobedeciesen su orden las tropas destinadas a cumplirla. Y que esta rebelión encontrase el apoyo de la masa civil. Pero nada de esto ocurrió. Las tropas obedecieron al gobierno. El pueblo se desinteresó de la suerte de la "ciudad mártir" y de su comandante. Los batallones fascistas juzgaron prudente y discreto no solidarizarse con su heroicidad. La conmoción aguardada no se produjo. D'Annunzio hubo de vertir en una proclama palabras acérrimas contra el pueblo que así lo abandonaba y a quien disputaba probablemente que las trompetas de Fiume pretendiesen turbar la cena de Navidad. Mas D'Annunzio tiene un alma demasiado acerada y marcial para sentirse irremediable-mente abatido por una derrota, así sea de las más descomunales y dolorosas. Hay que descartar, pues, toda probabilidad de que ponga término, con la aventura de Fiume, a su actividad política. La aventura de Fiume era una aventura caballeresca y quijotesca. Era una empresa épica. Como tal, era también una empresa anacrónica, mal avenida con los tiempos en los cuales ha sido acometida y realizada. Carecía, por estas razones, de ambiente, de atmósfera. Estaba condenada a concluir asfixiada, como ha concluido. D'Annunzio -no puede dejar de comprenderlo. Y como es un hombre que, revestido de su retórica clásica, cual de una armadura medieval, posee una aguda sensibilidad moderna, su empresa futura tiene que ser por fuerza, en esta parte, una rectificación de su empresa pasada. ¿Cuál será la futura empresa de D'Annunzio? No es posible adivinarlo. De D'Annunzio se sabe únicamente que actuará. No cómo actuará. Lo mismo podemos verlo reaccionario con el duque Aosta que revolucionario con Bombacci. Porque lo fundamental en las empresas de D'Annunzio no es la ideología. La ideología es casi siempre lo menos concreto, lo menos preciso, lo menos vigoroso. Lo fundamental es la acción. El propio D'Annunzio no es, seguramente, un enamorado de su ideología. Es en cambio, seguramente, un enamorado de su acción. D'Annunzio comprende que vive en una hora grande y fecunda de la historia de la humanidad. Percibe los latidos íntimos de la agitación contemporánea. Y siente la necesidad de participar, en primera línea, en la lucha. No aceptará que lo elimine de la escena universal otro factor que la Muerte.
NOTA: 1 Fechado en Roma, marzo de 1921; publicado en El Tiempo, Lima, 5 de junio de 1921.
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