OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

CARTAS DE ITALIA

 

 

EL PRECIO POLITICO DEL PAN1

 

El mantenimiento del precio político del pan empieza a afligir demasiado la hacienda públi­ca italiana. El pan se vende a una lira el kilo. Y el valor real de un kilo de pan es, más o menos, de tres liras y media. El Estado pierde las dos liras y media de diferencia entre el va­lor real del pan y su precio político. Esta pérdi­da representa más de seis mil millones al año que, si la lira baja más aún, se convertirán con el tiempo en siete u ocho mil millones.

El gobierno considera, naturalmente, indis­pensable reducir al mínimum posible este gas­to fiscal. El déficit ordinario asciende a tres mil quinientos millones de liras. Si a este défi­cit ordinario se junta un déficit extraordinario de más de seis mil millones, el Estado se ha­llará frente a un déficit total de cerca de diez mil millones al año. El alza del precio del pan es, por consiguiente, para el gobierno el primer paso hacia la nivelación gradual del presupuesto.

Por supuesto, no se pretende todavía que el consumidor pague por el kilo de pan su valor efectivo. El gobierno sabe que el precio del pan tiene que continuar siendo un precio político. Por el momento no se trata, pues, sino de conseguir que la cámara acuerde elevar el precio político del kilo de pan en cincuenta centavos aproximadamente. Se espera que, obtenida de la cámara esta alza, pueda obtenerse otras alzas sucesivas.

Pero ni siquiera esta elevación puede ser fá­cilmente concedida por la mayoría de la cáma­ra, no obstante la solidaridad de esta mayoría con los conceptos económicos del gobierno. Exis­te un voto de la cámara, —voto propuesto por el grupo socialista, pero aprobado casi unáni­memente—, contrario a que el precio político del pan sea tocado. Y los socialistas reclaman que la cámara mantenga ese voto suyo, en el cual se sostiene que para saldar el déficit del pan, el gobierno debe recurrir al aumento de las con­tribuciones que pesan sobre las clases ricas. Pa­ra sancionar el proyecto gubernamental, la ma­yoría de la Cámara tiene, pues, que vencer un intransigente obstruccionismo de las izquierdas.

El gobierno trata a toda costa de estimular el aumento de la producción de trigo del país para restringir en lo posible su adquisición en el exterior. En este sentido ha dictado una se­rie de providencias que se aguarda que deter­minen un considerable crecimiento de los culti­vos de trigo. Pero de esta política algunos eco­nomistas dicen que es muy equivocada. A juicio de ellos, lo que conviene a Italia no es dedicar sus tierras a los cultivos de cereales sino a los cultivos que rindan comercialmente más. Es pre­ferible al aumento de la producción de trigo la producción de cualquiera otra materia que ten­ga un precio mayor en los mercados. Lo im­portante no es que Italia produzca trigo sino que gane dinero con qué comprarlo.

Pero el trigo que se produce en Italia fija anualmente el precio que, examinados los gas-tos de producción, estima justo. Este precio, co­mo se comprende, es siempre muy inferior al que Italia, a causa de la depreciación de la lira, se ve obligada a pagar por el trigo extranjero. He aquí la razón por la que el gobierno desea que Italia reduzca su importación de trigo.

Los campesinos, conforme a la ley, están en la obligación de vender íntegramente su cosecha, no reservándose de ella sino la cantidad indispensable para su consumo y no pudiendo és­te sobrepasar los límites señalados al consumo de las poblaciones urbanas por el racionamien­to. Es imposible evitar, sin embargo, que se guarden parte mayor de la que deben. Y que, por ende, en el campo se coma mejor pan que en la ciudad.

El aumento del precio político que actualmente se discute concluirá, indudablemente, por ser aprobado por la cámara. La mayoría de la cámara es favorable a él. El Partido Popular, que ha reunido a los partidos liberales, asegu­ra al gobierno el número de votos precisos pa­ra derrotar al Partido Socialista en el Parlamento, está resuelto a votar cualquier ala, aún a trueque de desencantar a los elementos pro­letarios a quienes debe su fuerza.

Pero, de toda suerte, será tanto el esfuerzo con que se arranque a la Cámara este aumen­to que resultará muy difícil intentar enseguida los nuevos aumentos necesarios para desgravar casi completamente al Estado del peso del pre­cio político. Y el problema del pan, que es la síntesis de los problemas financieros de Italia, quedará, en buena cuenta, sin resolver.

Que la búsqueda de una solución cause la caída del gabinete, no sería por otra parte raro. El precio del pan ha provocado ya una crisis ministerial. Nitti perdió el poder a consecuen­cia de su intento de iniciar el alza. Este no fue el motivo fundamental de su caída. El motivo fundamental fue el descontento que su política suscitaba en las filas de su propia mayoría encargada de sostenerlo. Mas el aumento del pre­cio del pan proporcionó a este descontento la oportunidad de una manifestación explícita e irreparable.

Y lo mismo puede ocurrirle a Giolitti. Los grupos de la mayoría le darán el aumento que hoy les pide. Pero el día en que les pida un se­gundo aumento, si alguno de esos grupos tie­ne interés de que Giolitti deje el gobierno, no podrá dárselo. Poco importa que la mayoría parlamentaria respalde íntegramente la menta­lidad del gobierno sobre la manera cómo Italia debe resolver sus problemas económicos. Las crisis ministeriales tienen generalmente su origen en razones partidistas. Las razones programáti­cas son siempre las que menos amenazan la vida de los gabinetes.

 


NOTA:

1 Fechado en Roma, diciembre de 1920; publicado en El Tiempo, Lima, 29 de marzo de 1921.