Liu Shaoqi

Para ser un buen comunista

(1939)

 

3.

La autoeducación de los comunistas y la práctica revolucionaria de las masas

 

Para llegar a ser los más fieles y los mejores discípulos de los fundadores del marxismo-leninismo, debemos realizar nuestra educación bajo todos los aspectos en el curso de la grande y larga lucha revolucionaria del proletariado y de las masas. Es decir, necesitamos estudiar la teoría marxista leninista; aprender a examinar y a resolver los problemas, colocándonos en la posición y en el punto de vista del marxismo-leninismo y sirviéndonos de su método; asimilarnos la estrategia y la táctica revolucionarias del proletariado; penetrarnos de la ideología y de la moral proletarias; defender sin cesar la unidad del Partido, practicar la crítica y la autocrítica, y observar la disciplina del Partido; desarrollar un estilo de trabajo compuesto de labor dura y de áspera lucha; reforzar nuestros lazos con las masas; adquirir conocimientos en las diversas ramas de la ciencia, etcétera. Todos somos miembros del Partido Comunista y todos debemos, por consiguiente, sin excepción, realizar nuestra educación bajo los aspectos arriba indicados. Pero como los miembros de nuestro Partido difieren los unos de los otros por su grado de conciencia política, por su experiencia en la lucha, por las funciones que ocupan, por el nivel de su cultura y por las condiciones en las que realizan su trabajo, existen naturalmente algunas diferencias entre ellos en lo que concierne a los aspectos de su educación, a los que deben prestar una atención especial o consagrar esfuerzos particulares. 

Cuando, en la antigüedad, Tsengtse decía: “Me examino cada día en tres cosas”[10], insistía en el examen de conciencia. El libro de las odas [11 ], en estos versos célebres: “Como se trabaja con el buril el marfil, se pule la piedra y se talla el jade”, hace alusión a la necesidad de la mutua ayuda y critica entre amigos. Todo esto muestra que, para hacer progresos, hay que desplegar grandes esfuerzos en la educación de sí mismo y concederle a eso una gran importancia. Sin embargo, lo que los antiguos denominaban educación de sí mismo era, en la mayoría de los casos, una cosa idealista, formal, abstracta, sin lazos con la práctica social. Exageraban el papel de lo subjetivo, se imaginaban que su “buena voluntad” abstracta bastaría para hacerlos capaces de transformar el estado de cosas existente, para transformar la sociedad y transformarse a sí mismos. Esto es evidentemente absurdo. No debemos educarnos de esa manera. Somos materialistas revolucionarios, y la educación que nos damos a nosotros mismos no puede estar desprendida de la práctica revolucionaria de las masas.

Lo esencial para nosotros es no aislarnos jamás de las luchas revolucionarias llevadas a cabo continuamente por las masas populares, sino asociarnos a ellas para estudiar, resumir y aplicar las experiencias revolucionarias del pasado. Esto significa que debemos hacer nuestra educación y formarnos en el curso de la práctica revolucionaria misma, y hacerlo con el único fin de servir al pueblo, de contribuir por nuestra parte a la práctica revolucionaria. Significa también que debemos con toda modestia aprender a adquirir la postura, el punto de vista y el método del marxismo-leninismo, las nobles cualidades proletarias de sus fundadores, y que debemos aplicar todo esto a nuestra propia práctica, a nuestra vida cotidiana, a nuestras palabras, a nuestros actos y a nuestro trabajo, corrigiendo o eliminando sin cesar todo lo que, en nuestra ideología, se oponga a ello, y reforzando así nuestra ideología y nuestras cualidades proletarias, comunistas. Significa, finalmente, que debemos prestar un oído atento a los consejos y a las críticas de nuestros camaradas y de las masas, estudiar minuciosamente los problemas prácticos que se plantean en la vida y en el trabajo, recapitular con cuidado las experiencias y las lecciones recogidas en el curso de nuestro trabajo y, a la luz de todo esto, verificar si hemos comprendido bien el marxismo-leninismo y si hemos aplicado correctamente su método, descubrir, para corregirlas enseguida, nuestras insuficiencias y nuestros errores, y mejorar nuestro trabajo. Por otra parte, necesitamos, partiendo de experiencias nuevas, examinar si no hay alguna conclusión o aspecto del marxismo-leninismo que se pueda completar, enriquecer y desarrollar. En una palabra, debemos unir la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución.

Tal debe ser el método de los comunistas para realizar su educación. Este método marxista-leninista de educación de sí mismo no tiene nada en común con los métodos idealistas, separados de la práctica revolucionaria de las masas.

Para aplicar con consecuencia este método marxista-leninista de educación de uno mismo, debemos combatir resueltamente y eliminar por completo uno de los mayores males que nos ha legado la antigua sociedad en el terreno de la educación y de los estudios: el divorcio entre la teoría y la práctica. En la antigua sociedad mucha gente, al instruirse, pensaban que no era necesario ni incluso posible el actuar de acuerdo con lo que aprendían y, al mismo tiempo que predicaban la justicia y la virtud en sus escritos y en sus discursos, eran en el fondo unos bribones empedernidos. Los reaccionarios del Kuomintang leían y releían los Tres principios del pueblo[12 ] y , recitaban el Testamento de Sun Yat-sen [13], pero, de hecho, aplastaban al pueblo con impuestos, se entregaban a la corrupción y a las matanzas, oprimían a las masas, se mostraban hostiles a las “naciones del mundo que nos tratan en pie de igualdad”, corrían precisamente a entenderse con el enemigo de la nación, es decir, a entregarse a él. Un viejo sieutsai [14 ]me dijo un día que de todos los preceptos de Confucio él sólo podía aplicar uno solo: “El arroz no será nunca demasiado puro, la carne no estará nunca cortada demasiado fina” [15]. En cuanto a los otros, él no podía observarlos y, por otra parte, tampoco tuvo nunca la intención de hacerlo. Si esto era así, ¿con qué fin querían todavía mantener escuelas y estudiar las “enseñanzas de los sabios”? Para conseguir honores y enriquecerse. Se trataba de hacer uso de las “enseñanzas de los sabios” para oprimir a los explotados y de hacer profesión de justicia y de virtud para engañar al pueblo. Ese fue la actitud de las clases explotadoras de la antigua sociedad hacia los sabios que esas clases “reverenciaban”. Es inútil decir que nosotros, comunistas, nunca debemos adoptar una actitud parecida cuando estudiamos el marxismo-leninismo y lo que hay de mejor en la herencia histórica de nuestro país. Lo que nosotros aprendemos, debemos ponerlo en práctica. Nosotros, revolucionarios proletarios con intenciones honestas y puras, no queremos ni engañarnos a nosotros mismos ni engañar al pueblo ni traicionar a nuestros antepasados. Este es un rasgo característico y uno de los grandes méritos de los comunistas.

Este mal de la antigua sociedad, ¿es posible que no tenga influencia alguna en nosotros? No, eso no es posible. Ciertamente, entre vosotros no hay nadie que estudie el marxismo-leninismo para llegar a funciones elevadas, para hacer fortuna o para oprimir a los explotados. ¿Pero se puede afirmar que nadie de vosotros tiene nunca la idea de que sus pensamientos, sus palabras, sus actos y su vida no tienen necesariamente que ser guiadas por los principios del marxismo-leninismo o que no es necesario aplicar todos los principios que se aprende? ¿Nadie de vosotros piensa nunca que, si estudia el marxismo-leninismo, si hace estudios teóricos más avanzados, es para conseguir un éxito personal, para sacar de ahí vanidad o para convertirse en una celebridad? No puede asegurar que no existe nadie entre vosotros que tenga estas ideas. Esta manera de pensar no es conforme al marxismo-leninismo, va contra su principio fundamental: la unión de la teoría y de la práctica. Ciertamente, debemos estudiar la teoría, pero también aplicar lo que hemos aprendido; y es para aplicarla, es para el Partido, para el pueblo y para la victoria de la revolución, para lo que estudiamos.

El camarada Mao Tse-tung ha dicho:

“La gran fuerza del marxismo-leninismo está precisamente en su vinculación con la práctica revolucionaria concreta de cada país. Para el Partido Comunista de China, eso supone aprender a aplicar la teoría del marchina. Si los comunistas chinos, que son parte de la gran nación china, carne de su carne y sangre de su sangre, hablasen del marxismo separándolo de las características de China, su marxismo no pasaría de ser abstracto y vacío. Por ello, el problema que todo el Partido hade comprender y resolver con urgencia es cómo aplicar el marxismo concretamente en China, de modo que todas sus manifestaciones tengan un carácter inequívocamente chino, es decir, aplicar el marxismo a la luz de las características de nuestro país. Debe eliminarse el estilo de cliché extranjero [16,] debe haber menos cantinelas abstractas y vacías, y debe mandarse a descansar al dogmatismo, dando paso al estilo y espíritu chinos llenos de vida y lozanía, que gustan a la gente sencilla de nuestro país.” [17]

En su estudio del marxismo-leninismo, nuestros camaradas deben seguir el método indicado por el camarada Mao Tse-tung.

 

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[10] Sacado del capítulo “Hsiué eul”, en las Conversaciones de Confucio. Tsengtse (505-435 a. J. C.) fue un discípulo de Confucio. (Nota del autor.)

[11] Colección de 305 poemas chinos, la más antigua en su género, que se remonta a la época Tchuentsieu. (Nota del autor.)

[12] Se trata de los principios y de los programas enunciados por Sun Yat-sen, referentes al nacionalismo, la democracia y el bienestar del pueblo en la revolución democrática burguesa en China. En 1924, en el “Manifiesto del primer congreso nacional del Kuomintang”, Sun Yat-sen formuló de nuevo sus Tres principios del pueblo; allí interpretaba el nacionalismo como oposición al imperialismo, la igualdad entre las diferentes nacionalidades del país y la alianza, en vista de la lucha común, con las naciones del mundo que nos tratan en pie de igualdad, y se declara por un apoyo activo a los movimientos obreros y campesinos. Los antiguos Tres principios del pueblo fe convirtieren así en los nuevos Tres principios del pueblo, que incluían estas tres tesis políticas fundamentales: la alianza con Rusia, la alianza con el Partido comunista y el apoyo a los campesinos y a los obreros. (Nota del autor.)

[13] Testamento hecho por Sun Yat-sen en marzo de 1925 poco antes de su muerte. En su testamento, Sun Yat-sen exigía la aplicación consecuente del “Manifiesto del primer congreso nacional del Kuomintang”. (Nota del autor.)

[14] A partir de la dinastía de los Tang, los exámenes imperiales de la China feudal fueron organizados en tres niveles: nacional, provincial y de distrito (o tcheu). El que aprobaba los exámenes de distrito se llamaba sieutsai. (Nota del autor.)

[15]  Sacado del capítulo “Hsiang tang” de las Conversaciones de Confucio. (Nota del autor.) 

[16] El estilo estereotipado o estilo de la "composición en ocho partes" era una forma particular de composición exigida en los exámenes imperiales en la China feudal desde el siglo XV al XIX. Este tipo de escrito, vacío de todo contenido, no hada otra cosa que jugar con las palabras y buscaba únicamente la forma. Cada una de sus partes estaba sujeta a reglas inmutables, e incluso a un número de caracteres determinado, y para componerlo no se tenía que hacer otra cosa más que adaptarse mecánicamente a las fórmulas requeridas para un asunto determinado. El estilo estereotipado extranjero designa los escritos difundidos por los intelectuales superficiales de la burguesía y de la pequeña burguesía después del Movimiento del 4 de mayo de 1919; igualmente desprovistos de sentido y hechos de clichés y de lugares comunes, estos escritos estuvieron en curso largo tiempo en las filas de la cultura revolucionaria. (Nota del autor.)

[17] Mao Tse-tung: “El papel del Partido Comunista en la guerra nacional”, Obras escogidas, t. II, pág. 216, Madrid, Fundamentos.