En el frente del este me he convencido de algo de lo que en rigor ya
estaba seguro antes de mi viaje: nuestros fracasos allí no tienen
nada de terrible, mucho menos de catastrófico.
Desde luego, la pérdida de Ufa es un serio fracaso. El repliegue
de nuestras unidades no ha sido detenido en todas partes; si lo ha sido,
la estabilidad indispensable está lejos de ser en todas partes sólida.
Sin embargo, y teniendo en cuenta las condiciones de nuestra guerra, más
bien habría que asombrarse de que no hayamos sufrido grandes reveses
con mayor frecuencia.
Nos batimos en más de 8.000 verstas. Nuestro ejército
ha alcanzado una fuerza numérica notable, pero si se toma en consideración
el largo increíble del frente resulta evidente que estamos obligados
a someter a una altísima tensión la fuerza viva del ejército.
Los refuerzos que enviamos suelen ser -discúlpeseme la expresión-
refuerzos semifabricados que aún necesitan tratamiento: antes de
integrarse por completo a las unidades pueden durante algún tiempo
debilitarlas.
El problema de los refuerzos es actualmente el centro principal de
la actividad de las autoridades militares. En los frentes los ejércitos
han quedado definidos y estabilizados; los cuadros se han forjado y templado
en el curso de los combates. Habría, pues, que poder mantener el
efectivo numérico de los ejércitos activos en su nivel indispensable
(las pérdidas en muertos y heridos son bastante elevadas, sobre
todo por causa de enfermedad). Al mismo tiempo los refuerzos deben ser
de una calidad correspondiente, tanto desde el punto de vista militar como
desde el político. Las tropas complementarias provienen de las unidades
de reserva de la retaguardia. En ellas están representadas las muestras
humanas más dispares. Es indispensable, por lo tanto, llevar las
unidades de reserva a la altura requerida, así en el campo militar
como en el político.
Hay que confesar con franqueza que entre nosotros el aspecto político
deja muchísimo que desear. Sabemos por qué. Todos los militantes
políticos están recargados de los más diversos trabajos
en los Soviets, y por consiguiente la propaganda sufre de una manera notable;
tanto en las aldeas y el ejército como en los medios obreros mismos,
las secciones de educación y propaganda no dan fin a sus tareas,
y no pueden terminarlas porque carecen de las fuerzas necesarias. Los mejores
propagandistas ocupan puestos de responsabilidad. Pero aún queda
una solución: valerse de la organización del partido en su
condición de tal, es decir, obligar a cada responsable político,
independientemente del puesto que ocupa, a llevar a cabo, en general, un
trabajo de propaganda y educación, de manera particular en el ejército.
Algunas personas abominablemente irreflexivas, incapaces de silenciar
la mínima cosa y faltas de deseo de aprender nada, continúan
pretendiendo que las tropas complementarias son políticamente malas
porque su formación está íntegramente en manos, de
los especialistas militares. Puras fruslerías. A la cabeza de las
secciones militares locales de retaguardia -comisariatos, distritos, provincias
y regiones- hemos ubicado, justamente, militantes medianamente responsables.
Con arreglo a las nuevas instrucciones, los especialistas militares se
han trasformado en simples adjuntos técnicos
[1].
Por consiguiente, todas las autoridades se encuentran en manos del militante
político-comisario. Echar sobre la espalda de los especialistas
militares todos los defectos de la actividad política es simplemente
perder el tiempo en estériles habladurías.
Por el momento, nuestro objetivo es crear en cada batallón de
reserva un sólido núcleo de trabajadores conscientes de su
responsabilidad. Es, por así decir, un fermento que debe ser mantenido
y que no se lo debe dispersar sino en la medida de su natural crecimiento.
Elementos menos conscientes cristalizarán en torno de ese núcleo.
Toda nuestra experiencia prueba qué importante es no dejar entrar
en el ejército elementos de otra clase social; en la práctica,
los kulaks. Ahí se plantea el difícil problema de la evaluación
de la frontera entre el campesino medio y el kulak. Esta cuestión
no se resolverá del mismo modo en todas las provincias pues hay
que tener en cuenta las condiciones económicas y sociales locales.
Cada comisariato militar tomado aparte no se halla en situación
de resolver el problema. En rigor llegamos, así al problema fundamental
de toda nuestra política para con el campesino medio. Actualmente
este problema está considerado como el más importante; se
plantea tanto en la vida práctica como en las decisiones de las
instancias dirigentes. Sin duda alguna, métodos prácticos
para distinguir políticamente al campesino medio del kulak se establecerán
con toda la precisión requerida a fin de permitirles a las autoridades
locales orientarse. Ello nos permitirá prohibir el acceso de los
kulaks al Ejército Rojo y, con ello, cerrarles el paso de la formación
militar.
Entre las causas que se hallan en el origen del debilitamiento de la
estabilidad en ciertas regiones del frente, no puedo callar el demonio
de la critica que parece vivir en gran número de nuestros camaradas.
En modo alguno quiero señalar con eso que la crítica de la
política militar es inadmisible o indeseable. Está permitida
y se la desea, aunque, hasta ahora nunca las críticas hayan dicho
nada que sea valedero. Sencillamente están atrasadas varios meses
respecto del departamento militar; siempre impulsadas por su demonio, buscan
la tontería. Lo intolerable es, no obstante, que militantes que
no están de acuerdo con nuestro sistema militar, o que dan sencillamente
prueba a su respecto de una animosidad indefinida, hayan sido enviados
al frente a trabajar. El ejército, sobre todo un ejército
que está peleando, no es un club de discusiones. Necesitamos militantes
que tengan fe en su trabajo y que sean capaces de sacar adelante su tarea
sin mirar atrás ni al costado, porque entonces resulta fácil
"tomárselas" con el mejor ejército.
Si se tiene en consideración, repito, lo extenso de nuestro
frente y el espacio que el Ejército Rojo ha recorrido combatiendo
durante el invierno; si se tiene en cuenta la prolongada preparación
de nuestros adversarios con miras a una ofensiva común en la primavera,
así como la interdependencia de esa ofensiva y las revueltas minuciosamente
preparadas (revueltas en las que los socialistas revolucionarios de izquierda
han colaborado al poner a disposición de ellas su experiencia clandestina
y su aparato ilegal), puede afirmarse con toda confianza que el ejército
ha contenido de una manera admirable el impulso común del enemigo.
Espero y creo que el próximo período será testigo
de nuestros éxitos.
[1] En tiempos del Consejo Superior
de Guerra y durante el primer período posterior a la organización
de los comisariatos militares, éstos eran ocupados por especialistas
militares; cada uno de ellos tenía adjuntos dos comisarios. A partir
del segundo semestre de 1919 se aplicaron nuevas disposiciones, según
las cuales la responsabilidad la actividad militar incumbía en las
regiones, los distritos y las provincias a los comisarios militares; en
calidad de ayudas técnicas se les había adjuntado jefes militares
designados entre los especialistas.