Entre los millares de oficiales que bajo las órdenes de Krasnov
derraman la sangre de obreros, de campesinos rusos y de cosacos trabajadores,
hay muchos enemigos inveterados del pueblo, de contrarrevolucionarios encarnizados;
pero hay también muchos que han sido a su vez engañados y
ven ahora con espanto a dónde los conduce el traidor Krasnov.
En un comienzo, Krasnov exhortaba a luchar contra Alemania, y en nombre
de ello exigía el derrocamiento del poder soviético. Krasnov
reclutaba a los oficiales bajo el estandarte del patriotismo, pero por
patriotismo entendía la devolución de las regiones rusas
tomadas por el ladrón alemán. Después él mismo
se pasó al campo de los parásitos y lacayos del emperador
Guillermo. Krasnov trabajó mano a mano con Skoropadski, y Skoropadski
no era más que un uriadnik alemán en la Ucrania sometida.
Guillermo cayó bajo la presión de los obreros y soldados
alemanes que seguían las huellas de los obreros y el ejército
rusos. Después de Guillermo vino la caída de Skoropadski.
Krasnov ofreció entonces rápidamente sus servicios, es decir,
la sangre de los cosacos y de los campesinos trabajadores, a los bandidos
franceses e ingleses, que en nombre de sus ganancias están dispuestos
a hacer pedazos a cualquier país, a cualquier pueblo, a cualquier
estado.
Solo redomados estafadores políticos pueden afirmar que los
capitalistas y usureros ingleses y franceses se preparan a enviar sus tropas
a Rusia para restablecer, desinteresadamente, lo que califican de "el orden".
Solo ingenuos e idiotas pueden creerlo. En realidad, si Inglaterra, Francia,
Estados Unidos o Japón, hubieran enviado sus tropas a nuestro país,
lo habrían hecho únicamente para ocuparlo, de la misma manera
que el káiser alemán ocupó Ucrania para hacer de Rusia
una colonia impotente, sin voluntad, agotada, despojada.
Por suerte, los brazos de los rapaces anglofranceses son cada vez más
cortos. Los pronunciamientos obreros en Francia son incesantes.
En el ejército no hay calma, el ejército exige la desmovilización.
La burguesía inglesa pagaría caro por la caída del
poder soviético, pero prefiere hacerlo con manos extranjeras, las
manos de los Krasnov, Abrahám Dragomirov, Dutov, Denikin y otros
traidores del pueblo trabajador. Las fuerzas personales del imperialismo
no son suficientes para mantener sometidos a Alemania, Austria, los Balcanes,
Francia -ocupada en gran parte por las tropas inglesas- y toda Rusia, y
tener, además, la mirada fija sobre Norteamérica y Japón,
ya que todavía el botín no ha sido repartido. De ahí
que las esperanzas de la burguesía rusa de ver entrar en las fronteras
de Rusia las cuantiosas tropas anglofrancesas sean cada vez más
y más ilusorias.
En los periódicos gubernamentales ingleses y franceses aparecen
artículos sobre este tema.
Los conspiradores del Don lo comentan con mala cara. La prensa burguesa
de Ucrania, desilusionada, habla ya de ello abiertamente.
De donde se desprende, con certeza, que toda la innoble aventura de
Krasnov tiene que concluir, dentro de algunas semanas, en un fiasco vergonzoso.
Krasnov ha prometido a sus amos extranjeros terminar en breve plazo
con el poder soviético y ha recibido de ellos, por su trabajo de
Caín, las monedas de plata.
Los imperialistas anglofranceses, convencidos por la experiencia de
la dificultad de derribar el poder soviético, lo piensan diez veces
antes de decidirse a lanzar contra él sus cuerpos de ejército,
tanto más cuanto que los cuerpos alemanes que entraron en Ucrania
con el estandarte tricolor de los Hohenzollern salieron de allí
con el estandarte rojo del poder soviético.
Ya no se ve siquiera ayuda extranjera. Las tropas de Krasnov y de Denikin
se han metido en un callejón sin salida. Millares de oficiales inexperimentados
y sin madurez política, en cuyas cabezas se han machacado los viejos
prejuicios burgueses monárquicos, han creído en un comienzo
en las bellas frases de Krasnov sobre el patriotismo y la salvación
del país, y lo han seguido. él ha hecho de ellos unidades
particulares de oficiales, los ha trasformado en gendarmes con cuya ayuda
mantiene obedientes a los cosacos y a los campesinos movilizados. Los cosacos
perecen; los campesinos movilizados, a menudo medio desnudos, perecen;
los oficiales engañados por Krasnov perecen.
Ahora una gran parte de ellos han comprendido que estaban en un callejón
sin salida. Muchos estarían dispuestos a abandonar el campo pestilente
de Krasnov y, confesándose culpables, volver a la Rusia soviética.
Pero temen la justicia legítima del poder revolucionario, temen
la venganza por la sangre que han derramado.
Evidentemente, sus crímenes son grandes; se han convertido en
renegados del pueblo trabajador y han pedido la ayuda de sus peores enemigos;
han derramado sangre obrera. Pero el pueblo revolucionario es magnánimo
con los enemigos que reconocen sus crímenes delante del pueblo y
están dispuestos no sólo a deponer las armas, sino también
a servir honestamente en las filas de la Rusia trabajadora.
¡Ay de los felones! ¡Muerte a los traidores! Pero misericordia
para el enemigo que se ha convertido y pide clemencia.
En nombre del poder militar supremo de la República Soviética
declaro:
Cada oficial que solo o a la cabeza de su unidad venga voluntariamente
a nosotros desde el campo de Krasnov será absuelto si prueba con
su trabajo estar dispuesto a servir honradamente al pueblo. En la carrera
militar o civil encontrará un lugar en nuestras filas.
¡Abajo el traidor Krasnov, que ha engañado a los cosacos
trabajadores, que ha engañado a tantos antiguos generales!
¡Viva la cooperación pacífica de los obreros, campesinos,
cosacos trabajadores y de todos los ciudadanos honestos que independientemente
de su pasado, están dispuestos a servir al pueblo con abnegación!