El ex-comandante en jefe de los ejércitos del frente norte, Novitski,
en contestación al llamamiento que le había dirigido uno
de mis colaboradores en el comisariato, ha enviado un telegrama a mi nombre,
en el que explica por qué está obligado a rechazar el cargo
que se le ofrece. Las explicaciones del ex-general Novitski se reducen
a esto: la colaboración de los especialistas debe estar condicionada
por la confianza en ellos y por la observancia de garantías a su
dignidad profesional y humana, con las cuales el ciudadano Novitski, dice
él, no puede por el momento contar.
En manifestaciones oficiales he aclarado la cuestión de las
relaciones recíprocas que pueden y deben existir entre el poder
soviético y los especialistas militares llamados a trabajar en la
creación de las fuerzas armadas de la República Soviética,
y no veo la utilidad de volver sobre este asunto con motivo de la manifestación
del ciudadano Novitski; pero no puedo dejar de señalar que ésta
no va dirigida contra el poder soviético, sino contra los especialistas
militares que creen no solo posible, sino además de su deber trabajar
para garantizar la capacidad defensiva del país. A lo que en el
fondo el camarada Novitski llama a todos los especialistas militares en
esa carta, que ha hecho publicar en los periódicos, es el sabotaje
de la República Soviética. Esa carta no admite otra interpretación.
Sin embargo, el ciudadano Novitski es profesor en la Academia del Estado
Mayor. La misión directa de la Academia es educar a los especialistas
militares para formar el ejército soviético.
Es muy natural que la manifestación del ciudadano Novitski me
obligue a preguntar a Ud., como jefe de la Academia, en qué medida
alguien que invita a sabotear el trabajo de defensa puede al mismo tiempo
tener el título de instructor militar.