La revolución de febrero y la de octubre se llevaron a cabo esencialmente
bajo el signo de la lucha por la paz sobre bases democráticas honestas.
La burguesía, que en el primer período de la revolución
había recibido el poder, frenó con su política imperialista
la causa de la paz.
Solo después de la revolución de octubre, cuando el poder
pasó directamente a manos de los soviets, Rusia entró en
la etapa de la lucha directa y activa por la paz.
Con esa intención hemos hecho todos los esfuerzos posibles hemos
aceptado todos los sacrificios, llegando hasta desmovilizar el antiguo
ejército y declarar el cese de las hostilidades con los Imperios
Centrales. Pero el imperialismo alemán, que no sufría mayor
presión revolucionaria interna, cayó con todo su peso sobre
una Rusia casi desarmada y, asestándole una serie de pérfidos
golpes, la obligó a firmar una paz terriblemente dura.
Mientras la existencia de Rusia se halle amenazada constantemente por
Alemania, Japón y las otras potencias imperialistas, la paz no puede
durar, y de ahí que la organización de la defensa del país,
la movilización de todas sus fuerzas, para una resistencia armada
contra el enemigo exterior e interior, sea la tarea esencial que nos dicta
este momento.
¿Cuáles son, pues, las medidas concretas y prioritarias
que se deben adoptar inmediatamente y con todos sus alcancéis?
Instrucción militar obligatoria para toda la población
de Rusia. Cada obrero y cada campesino deben consagrar cotidianamente cierto
número de horas a su instrucción militar. En calidad de instructores
hay que reclutar a los antiguos soldados experimentados, a los suboficiales
y a los representantes del antiguo personal de mando.
Agarraremos por el cuello y exhibiremos a la luz del día a todos
los oficiales, médicos y especialistas intelectuales que hasta este
momento han demostrado gran celo en materia de sabotaje. Se dice que los
ex oficiales son de índole contrarrevolucionaria, que es peligroso
confiarles la parte militar del ejército socialista. Pero, en primer
lugar, solo estarán encargados del aspecto técnico y operativo-estratégico
del trabajo; todo el aparato del ejército, su organización
y construcción interior serán asuntos exclusivos de los soviets
de diputados obreros y soldados. En segundo lugar, los oficiales y generales
eran peligrosos cuando eran los dueños de todo el mecanismo del
poder del estado. Hoy día son incapaces de quebrar y minar las bases
del poder soviético. Y que todos ellos sepan y no olviden que a
la menor tentativa por aprovecharse de sus posiciones con fines contrarrevolucionarios
sufrirán un fuerte castigo, serán tratados con toda la severidad
del orden revolucionario y no habrá piedad para con ellos.
En lo que respecta a la disciplina en el ejército, debe ser
la de hombres unidos por una sola y firme conciencia revolucionaria, la
conciencia de su deber socialista. No será la disciplina basada
en las órdenes de arriba, la del bastón del oficial, sino
la disciplina fraternal, consciente, revolucionaria.
En vista de la aproximación de la primavera y los trabajos del
campo, no es posible decretar ahora la movilización general. Mientras
tanto será preciso limitarse a introducir la instrucción
militar obligatoria para todos y formar destacamentos de combate voluntarios
que constituirán el esqueleto del nuevo ejército de masas.
El país está quebrantado; la economía, desorganizada,
y no hay un control severo. Y sin control es muy difícil organizar
la defensa. Paralelamente a la lucha implacable contra los especuladores
y los capitalistas, que insisten todavía en enriquecerse con la
miseria del pueblo y agravan el ya caótico estado del país,
llevaremos a cabo una lucha igualmente decisiva y severa contra los elementos
extraviados de los trabajadores que saquean y destruyen la propiedad común
en decenas y centenas de millares de rublos. El pueblo revolucionario justificará
la lucha contra esos elementos descarriados, en nombre de la defensa y
salvaguardia de la propiedad pública.
Tenemos enemigos por todas partes; pero en Europa también tenemos
amigos: la clase obrera. A ella le es mucho más difícil que
a nosotros luchar contra su propia burguesía, magníficamente
organizada y siempre poderosa. Pero cuatro años de guerra preparan
inevitablemente un terreno sólido para la revolución en toda
Europa. Tarde o temprano el fuego de la guerra civil revolucionaria estallará
en Europa; tampoco en esa guerra debemos ser los últimos; debemos
estar armados de pie a cabeza para la lucha; debemos vencer y venceremos,
pues la clase obrera insurreccionada de todas las naciones tiene que triunfar,
y triunfará, en una lucha decisiva contra sus eternos enemigos que
han comenzado y que aún continúan con sus pillajes y carnicerías
increíblemente sangrientos.