El 11 de junio de 1936, el Ejecutivo de los soviets adoptó una
nueva Constitución que, si creemos en las palabras de Stalin, repetidas
diariamente por toda la prensa, será "la más democrática
del mundo". Realmente, la manera como fue elaborada esta Constitución
hace nacer algunas dudas. Ni en la prensa ni en las reuniones se dijo nada.
El 1 de marzo de 1936, Stalin dijo a un periodista americano, Roy Howard,
que "adoptaremos nuestra nueva Constitución al terminar el año".
Así es que Stalin sabía de forma precisa cuándo sería
adoptada la nueva Constitución que el pueblo aún ignoraba.
¿Cómo no deducir que la Constitución "más democrática
del mundo" se elaboró y se impuso de una manera poco democrática?
Es cierto que el proyecto se sometió en junio a la apreciación
de los pueblos de la URSS. Pero en vano se buscaría en toda la superficie
de la sexta parte del globo al comunista que se permitiera criticar la
obra del Comité Central, o al sin partido que se aventurara a rechazar
la proposición del partido dirigente. De forma que la "discusión"
se redujo a enviar mensajes de gratitud a Stalin por la "vida feliz" que
concede a las poblaciones... El contenido y estilo de estos mensajes los
fijaba la Constitución precedente.
El primer artículo, llamado de la estructura social, termina
con las siguientes palabras: "El principio del socialismo, de cada uno
según su capacidad, a cada uno según su trabajo, se aplica
en la URSS". Esta fórmula inconsistente, por no decir vacía
de significado, que por inverosímil que parezca pasó de los
discursos y de los artículos al cuidadosamente estudiado texto de
una ley fundamental, atestigua, más que incapacidad teórica
total de los legisladores, lo que hay de mentira en la nueva Constitución,
espejo de la casta dirigente. No es difícil adivinar cómo
se afirmó el nuevo "principio". Para definir a la sociedad comunista,
Marx usó la célebre fórmula: De cada uno según
su capacidad, a cada uno según sus necesidades. Las dos proposiciones
están indisolublemente ligadas. De cada uno según su capacidad
significa, en la interpretación comunista, no capitalista, que el
trabajo ha cesado de ser una imposición para transformarse en una
necesidad del individuo; que la sociedad ya no tiene que recurrir a coerciones;
que sólo los enfermos y los anormales pueden escapar al trabajo.
Trabajando según su capacidad, es decir, según sus medios
físicos y psíquicos, sin violentarse, los miembros de la
comunidad, aprovechándose de una técnica elevada, aprovisionarán
suficientemente los almacenes de la sociedad para que cada uno se surta
ampliamente "según sus necesidades" sin control humillante. La fórmula
del comunismo, bilateral pero indivisible, supone la abundancia, la libertad,
el desarrollo de la personalidad y una disciplina muy elevada.
Desde todos estos puntos de vista, la URSS está mucho más
cerca del capitalismo atrasado que del comunismo. La Unión Soviética
aún no puede dar a cada uno "según sus necesidades", y por
la misma causa tampoco puede permitir a los ciudadanos que trabajen "según
su capacidad". La Unión se ve obligada a mantener el trabajo a destajo,
cuyo principio puede anunciarse con estas palabras: "obtener lo más
posible de cada uno, dándole lo menos". Es cierto que en la URSS
nadie trabaja más allá de su "capacidad" en el sentido absoluto
de la palabra, es decir, por encima de su potencial físico y psíquico.
Pero tampoco en el régimen capitalista lo hace. Los métodos
más crueles y más refinados de explotación tropiezan
con los límites fijados por la Naturaleza. La mula azotada por su
conductor también trabaja "según su capacidad", de lo que
no vamos a deducir que el látigo es un principio socialista para
uso de las mulas. El trabajo asalariado no pierde en el régimen
soviético su envilecedor carácter de esclavitud. El salario
"según el trabajo" está calculado, en realidad, en interés
del trabajo "intelectual", en detrimento del manual y, sobre todo, del
trabajo no cualificado. Es una causa de injusticia, de opresión
y de coerción para la mayoría, de privilegios y de "buena
vida" para la minoría.
En vez de reconocer francamente que estas normas burguesas del trabajo
y del reparto predominan en la URSS, los autores de la Constitución,
dividiendo en dos el principio comunista, dejan para un porvenir indeterminado
la aplicación de la segunda proposición y declaran que la
primera está realizada, añadiéndole mecánicamente
la norma capitalista del trabajo a destajo y haciendo de todo el "principio
del socialismo". ¡Y sobre esta falsificación erigen el edificio
de la Constitución!
El artículo 10, que, al contrario de la mayor parte de ellos
es bastante claro, tiene por objeto defender la propiedad personal de los
ciudadanos en sus artículos de economía doméstica,
consumo, confort y uso cotidiano contra los atentados de la burocracia
misma, y es, sin duda alguna, de la mayor importancia práctica en
la esfera económica. Con la excepción de la "economía
doméstica", la propiedad de esta especie despojada de la mentalidad
interesada y envidiosa que la llena, no sólo será preservada
bajo el comunismo, sino que tendrá un desarrollo sin precedentes.
Es dudoso que el hombre altamente civilizado quiera embarazarse con mediocres
superfluidades de lujo; pero nunca renunciará a las conquistas del
confort. El fin inmediato del comunismo es, justamente, asegurar a todos
las comodidades. Pero en la URSS el problema de la propiedad no se presenta,
por ahora, en sus aspectos comunistas, sino en los pequeño burgueses.
La propiedad personal de los campesinos y de los ciudadanos no notables
es objeto de un tratamiento arbitrario e indignante por parte de la burocracia
inferior, que con frecuencia se asegura un confort relativo con estos medios.
El aumento del bienestar del país permite en estos momentos renunciar
al decomiso de bienes personales y conduce, incluso, a alentar la acumulación
como un estimulante del rendimiento del trabajo. Al mismo tiempo, no podemos
olvidar la ley que protege la isba, la vaca el reducido mobiliario del
campesino, del obrero, del empleado y que legaliza la casa particular del
burócrata, su villa, su coche y otros "artículos de consumo
personal o comodidades" que se ha apropiado gracias al principio socialista:
"de cada uno según su capacidad, a cada uno según su trabajo".
Y no hay que dudar que el coche del burócrata será mejor
defendido por la ley fundamental que la carreta del campesino.
SOVIETS Y DEMOCRACIA
En el plano político, la nueva Constitución difiere de
la antigua en la sustitución del sistema electoral soviético,
fundado en los grupos de clase y de producción, por el sistema de
la democracia burguesa basado en el llamado "sufragio universal y directo"
de la población atomizada. En pocas palabras, estamos ante la liquidación
jurídica de la dictadura del proletariado. En donde no hay burguesía
tampoco hay proletariado, nos explican los autores del proyecto, de manera
que el Estado proletario se convierte en el del pueblo, simplemente. Este
razonamiento seductor tiene un retraso de diecinueve anos o un adelanto
de muchos. Al expropiar a los capitalistas, el proletariado comenzó
realmente a liquidarse a sí mismo como clase. Pero de la liquidación
en principio a la reabsorción efectiva en la comunidad, el camino
es largo, tanto más cuanto que el Estado debe encargarse por mucho
tiempo del pesado trabajo del capitalismo. El proletariado soviético
existe aún como clase, profundamente distinto al campesinado, a
los técnicos intelectuales y a la burocracia; más aún,
es la única clase absolutamente interesada en la victoria del socialismo.
La nueva Constitución tiende a reabsorberlo políticamente
en la "nación", aunque antes no se haya reabsorbido económicamente
en la sociedad.
Los reformadores decidieron, después de algunas vacilaciones,
dejar al Estado la denominación de soviético. No es más
que un grosero subterfugio dictado por razones análogas a las que
hicieron que el imperio napoleónico guardara, durante cierto tiempo,
la apariencia republicana. Los soviets son esencialmente los órganos
del Estado de clase y no pueden ser otra cosa. Los órganos de la
administración local son democráticamente elegidos, son municipalidades,
dumas, zemstvos, lo que se quiera, pero no soviets. La asamblea legislativa,
democráticamente elegida, será un parlamento atrasado o,
más exactamente, una caricatura del parlamento, pero no será
en ningún caso el órgano supremo de los soviets. Nuevamente
los reformadores muestran, al tratar de aprovechar la autoridad histórica
de los soviets, que la orientación, nueva en principio, que tratan
de dar a la vida del Estado no se atreve a decir su nombre.
Considerada en sí misma, la igualación de los derechos
políticos de los obreros y campesinos puede no modificar la naturaleza
social del Estado, si la influencia del proletariado en el campo está
suficientemente asegurada por la situación general de la economía
y por el grado de civilización. El desarrollo del socialismo debe
ir en ese sentido. Pero si el proletariado, que sigue siendo una minoría
del pueblo, cesa realmente de tener necesidad de una supremacía
política para garantizar el camino hacia el socialismo, es porque
la necesidad misma de una coerción deja de hacerse sentir, cediendo
su lugar a la disciplina de la cultura. La abolición de la desigualdad
electoral debería estar precedida por una atenuación evidente
de las funciones coercitivas del Estado. Sin embargo, la nueva Constitución
no dice palabra sobre esto ni, lo que es más importante, en la vida
misma.
La nueva carta "garantiza" a los ciudadanos "las libertades" de expresión,
de prensa, de reunión, de manifestación callejera. Pero cada
una de estas garantías reviste la forma de una sólida mordaza
o de cadenas y esposas. La libertad de prensa significa el mantenimiento
de una censura previa implacable, cuyos hilos se concentran en el secretariado
del Comité Central, que no ha sido elegido por nadie. La libertad
de imprimir letanías bizantinas al Jefe está, naturalmente,
"garantizada" en toda su integridad. En cambio, gran número de artículos
y de cartas de Lenin, incluyendo su "testamento", quedan bajo llave, pues
en ellos se trata a los jefes actuales con cierta severidad. Si este es
el caso de Lenin, es innecesario hablar de otros autores... El mando grosero
e ignorante instituido en las ciencias, en la literatura y en el arte es
mantenido. La "libertad de reunión" significará, como antiguamente,
la libertad para ciertos grupos de asistir a las reuniones convocadas por
las autoridades para tomar resoluciones decididas de antemano. Bajo la
nueva Constitución, como bajo la antigua, centenares de comunistas
extranjeros que se fiaron del "derecho de asilo" permanecerán en
las prisiones y en los campos de concentración por haber pecado
contra el dogma de la infabilidad. Nada cambia en lo que se refiere a las
libertades. La prensa soviética ni siquiera trata de engañarnos
a este respecto. Al contrario, proclama que la reforma constitucional tiene
por principal objeto "la consolidación ulterior de la dictadura".
¿La dictadura de quién y sobre quién?
Como ya hemos oído, la liquidación de los antagonismos
de clase ha preparado la igualdad política. No se trata de una dictadura
de clase, sino de una dictadura "popular". Pero cuando el pueblo emancipado
de los antagonismos de clase se transforma en el sostenedor de la dictadura,
esto sólo puede significar la reabsorción de la dictadura
en la sociedad socialista y, sobre todo, la liquidación de la burocracia.
Tal es la doctrina marxista. ¿Tal vez ha sido malinterpretada? Pero
los autores mismos de la Constitución invocan, es cierto que con
gran prudencia, el programa del partido redactado por Lenin. Allí
puede leerse: "(...) La privación de los derechos políticos
y las restricciones, cualesquiera que sean, hechas a la libertad, sólo
se imponen a título de medidas provisionales. (...) A medida que
desaparezca la posibilidad objetiva de la explotación del hombre
por el hombre, desaparecerá la necesidad que impone estas medidas
provisionales (...)". Las medidas de "privación de derechos" son
inseparables, pues, de las "restricciones", cualesquiera que sean, de la
libertad. El advenimiento de la sociedad socialista se caracteriza no sólo
por el hecho de que los campesinos se igualan con los trabajadores, y que
los derechos políticos son concedidos de nuevo al pequeño
porcentaje de ciudadanos de origen burgués, sino sobre todo por
el hecho de que se establece la auténtica libertad para el 100%
de la población. Con la liquidación de las clases desaparecen
la burocracia, la dictadura y también el Estado. ¡Pero tratad
de hacer una alusión semejante en la URSS! La GPU encontrará
en la nueva Constitución medios para enviaros a uno de sus numerosos
campos de concentración. Las clases han sido suprimidas, de los
soviets no queda más que el nombre, pero la burocracia subsiste.
La igualdad de derechos del obrero y del campesino no es más que
su igual privación de todo derecho ante la burocracia.
No es menos significativa la Introducción del voto secreto.
Si admitimos que la igualdad política responde a la igualdad social,
habría que preguntarse por qué el voto aún tienen
que resguardarse con el secreto. ¿Qué teme la población
del país soviético y contra quién hay que defenderla?
La antigua Constitución soviética veía en el voto
público, así como en la privación del derecho al voto,
armas de la clase revolucionaria contra sus enemigos burgueses y pequeño
burgueses. No podemos dar por bueno que ahora el voto secreto sea introducido
en beneficio de una minoría contrarrevolucionaria. Se trata, evidentemente,
de defender los derechos del pueblo. ¿,Pero qué puede temer
el pueblo socialista después de haber derrocado al zar, a la nobleza
y a la burguesía? Los sicofantes ni siquiera se plantean el problema,
que es, sin embargo, más edificante que las obras de los Barbusse,
de los Louis Fisher, de los Duranty, de los Webb y tutti cuanti.
En la sociedad capitalista el voto secreto tiene por objeto sustraer
a los explotados de la intimidación de los explotadores. Si la burguesía
terminó por concederlo, ante la presión de las masas, fue
porque estaba interesada en proteger un poco su Estado de la desmoralización
que ella misma le inculcaba. Pero parece que en la sociedad socialista
no puede haber intimidación de los explotadores. ¿Entonces
contra quién hay que defender a los ciudadanos soviéticos?
Naturalmente que contra la burocracia; Stalin lo confiesa con bastante
franqueza. Al ser interrogado: "¿Por qué se necesita el voto
secreto?", responde literalmente: "Porque nosotros queremos dar a los ciudadanos
soviéticos la libertad de votar por aquellos a quienes deseen elegir".
Así sabe el mundo, por fuente autorizada, que los ciudadanos soviéticos
aún no pueden votar según sus deseos. Sería un error
deducir que la Constitución de mañana les asegurará
esta posibilidad. Pero lo que nos interesa en estos momentos es otro aspecto
del problema. ¿Quiénes son esos nosotros que pueden conceder
o negar al pueblo la libertad de voto? La burocracia, en cuyo nombre habla
y obra Stalin. Sus revelaciones se refieren al partido dirigente y al Estado,
puesto que él mismo ocupa el puesto de secretario general gracias
a un sistema que no permite a los miembros del partido dirigente elegir
a quien les plazca. Las palabras: "Nosotros queremos dar a los ciudadanos
soviéticos la libertad de votar" son infinitamente más importantes
que las constituciones soviéticas antiguas y nuevas, pues su imprudencia
hace adivinar cuál es la Constitución efectiva de la URSS
tal como existe, no en el papel sino en la lucha de las fuerzas sociales.
DEMOCRACIA Y PARTIDO
La promesa de dar a los ciudadanos soviéticos la libertad de
votar por "aquellos a quienes deseen elegir" es más bien una metáfora
estética que una fórmula política. Los ciudadanos
soviéticos no tendrán el derecho de elegir a sus "representantes"
más que entre los candidatos que les designen, bajo la égida
del partido, los jefes centrales y locales. El partido bolchevique ejerció,
indudablemente, un monopolio político en el primer periodo de la
era soviética. Pero identificar estos dos fenómenos sería
confundir la apariencia con la realidad. La supresión de los partidos
de oposición fue una medida provisional dictada por las necesidades
de la guerra del bloqueo, de la intervención extranjera y del hambre.
Pero el partido gobernante, que en ese momento era la organización
auténtica de la vanguardia del proletariado, vivía intensamente.
La lucha de los grupos y de las fracciones en su seno, sustituía,
en cierta medida, la lucha de los partidos. Ahora que el socialismo ha
vencido "definitiva e irrevocablemente", la formación de fracciones
en el partido se castiga con el internamiento en un campo de concentración,
si no es con una bala en la nuca. La prohibición de los partidos
primitivamente provisional, se ha transformado en un principio. Las Juventudes
comunistas pierden el derecho de dedicarse a la política en el preciso
momento en que se publica el texto de la nueva Constitución. Los
jóvenes de uno u otro sexo gozan del derecho de voto a partir de
los dieciocho años, y el límite de las Juventudes Comunistas
(veintitrés años) no se ha reducido. La política ha
sido declarada, de una vez por todas, el monopolio de una burocracia que
escapa a todo control.
Al entrevistador americano que le pregunta cuál será
el papel del partido bajo el régimen de la nueva Constitución,
Stalin responde: "Desde el momento en que ya no hay clases, que los límites
se borran entre las clases ('ya no hay', y sin embargo 'los límites
se borran entre clases inexistentes' -L.T.), subsiste cierta diferencia
superficial entre las diversas capas de la sociedad socialista, pero no
podría ser un terreno que alimente las rivalidades de partidos.
Donde no hay varias clases, no puede haber varios partidos, pues un partido
es una parte de una clase". Tantos errores como palabras, y a veces más.
Como si las clases fueran homogéneas. Como si sus fronteras estuvieran
netamente determinadas de una vez por todas. Como si la conciencia de una
clase correspondiera exactamente a su lugar en la sociedad. El análisis
marxista de la naturaleza de clase del partido se convierte así
en una caricatura. El dinamismo de la conciencia social está excluido
de la historia, en interés del orden administrativo. En realidad,
las clases son heterogéneas, desgarradas por antagonismos interiores,
y sólo llegan a sus fines comunes por la lucha de las tendencias,
de los grupos y de los partidos. Se puede conceder con algunas reservas
que un "partido es parte de una clase". Pero como una clase está
compuesta de numerosas capas -unas miran hacia adelante y otras hacia atrás-,
una misma clase puede formar varios partidos. Por la misma razón,
un partido puede apoyarse sobre capas de diversas clases. No se encontrará
en toda la historia política un solo partido representante de una
clase única, a menos que se consienta en tomar por realidad una
ficción policíaca.
El proletariado es la clase menos heterogéneo de la sociedad
capitalista. La existencia de las capas sociales, como la aristocracia
obrera y la burocracia, basta sin embargo para explicarnos la de los partidos
oportunistas que se transforman, por el curso natural de las cosas, en
uno de los medios de la dominación burguesa. Que la diferencia entre
la aristocracia obrera y la masa proletaria sea, desde el punto de vista
de la sociología estaliniana, "radical" o "superficial", importa
poco. En todo caso, de esa diferencia nació, en su época,
la necesidad de romper con la socialdemocracia y de fundar la III Internacional.
Incluso si en la sociedad soviética "no hay clases" es, no obstante,
al menos incomparablemente más heterogéneo y compleja que
el proletariado de los países capitalistas y puede, en consecuencia,
ofrecer un terreno propicio para la formación de varios partidos.
Al aventurarse imprudentemente en el terreno de la teoría, Stalin
demuestra, una vez más, lo que no hubiera deseado. Su razonamiento
no establece que no puede haber partidos diferentes en la URSS, sino que
no puede haber partidos; pues en donde no hay clases, en general la política
no tiene nada que hacer. Pero Stalin hace una excepción "sociológica"
a esta ley, en favor del partido, del que es secretario general.
Bujarin trata de abordar el problema desde otro ángulo. El problema
de los caminos a seguir, hacia el capitalismo o hacia el socialismo, no
se discute en la URSS; por tanto, "los partidarios de las clases enemigas
o liquidadas no pueden ser autorizados a formar partidos". Sin insistir
en que, en el país del socialismo victorioso los partidarios del
capitalismo debían parecer ridículos Don Quijotes incapaces
de formar un partido, los desacuerdos políticos existentes distan
de quedar abarcados en la alternativa: hacia el socialismo o hacia el capitalismo.
Hay otras: ¿cómo avanzar hacia el socialismo? ¿con
qué ritmo?. La elección del camino no es menos decisiva que
la de la meta. ¿Pero quién escogerá los caminos? Si
no hay nada que pueda alimentar a los partidos, no es necesario prohibirlos.
Por el contrario, es necesario, aplicando el programa bolchevique, suprimir
"todas las trabas, cualesquiera que sean, a la libertad".
Stalin, al tratar de disipar las muy naturales dudas de su interlocutor
americano, emite una nueva consideración: "Las listas electorales
serán presentadas al mismo tiempo por el partido comunista y por
diversas organizaciones políticas, de las que tenemos centenares".
"Cada capa [de la sociedad soviética] puede tener sus intereses
especiales y reflejarlos (¿expresarlos?) a través de las
numerosas organizaciones sociales". Este sofisma no vale más que
los otros. Las organizaciones "sociales" soviéticas -sindicatos,
cooperativas, sociedades culturales- no representan los intereses de "capas
sociales", pues todas tienen la misma estructura jerárquica. Aun
cuando en apariencia sean organizaciones de masas, como los sindicatos
y las cooperativas, los medios dirigentes privilegiados desempeñan
en ellas un papel activo y la última palabra siempre la dice el
"partido", es decir, la burocracia. La Constitución no hace más
que mandar al elector de Poncio a Pilatos.
Este mecanismo está expresado muy fielmente en el texto de la
ley fundamental. El artículo 126, eje de la Constitución,
en el sentido político, "asegura a los ciudadanos el derecho" de
agruparse en organizaciones sociales: sindicatos, cooperativas, asociaciones
juveniles, deportivas y de defensa nacional, culturales, técnicas
y científicas. En cuanto a pertenecer al partido que concentra el
poder en sus manos, no es un derecho, sino un privilegio de la minoría.
"Los ciudadanos más activos y más conscientes (es decir,
los que están reconocidos como tales por las autoridades -L.T.)
de la clase obrera y de las otras capas de trabajadores, se unen en el
partido comunista que constituye el núcleo dirigente de todas las
organizaciones de trabajadores tanto sociales como del Estado". Esta fórmula,
de una franqueza asombrosa, introducida en el texto mismo de la Constitución,
reduce a la nada la ficción del papel político de las "organizaciones
sociales", esas sucursales de la firma burocrática.
¿Pero si no hay luchas de partido, probablemente las diversas
fracciones del único partido existente podrán manifestarse
en las elecciones democráticas? A un periodista francés que
le interrogaba sobre los grupos en el seno de¡ partido gobernante,
Mólotov respondió: "Se han tratado de formar fracciones en
el partido (...), pero hace varios años que la situación
se ha modificado radicalmente a este respecto, y que el partido comunista
está realmente unido". Nada lo demuestra mejor que las depuraciones
incesantes y los campos de concentración. El mecanismo democrático
es perfectamente claro, según los comentarios de Mólotov.
"¿Qué queda de la Revolución de Octubre -pregunta
Víctor Serge-, si todo obrero que se permite una reivindicación
o una apreciación crítica está condenado a la prisión?
¡Después de eso se puede establecer cualquier voto secreto!"
En efecto; el mismo Hitler no ha renunciado al voto secreto.
Los razonamientos teóricos de los reformadores a propósito
de las relaciones de las clases y del partido se sostienen por los pelos.
La sociología no entra en el asunto; se trata de intereses materiales.
El partido gobernante de la URSS es la máquina política de
una burocracia que ejerce un monopolio, que tiene algo que perder, pero
que va no tiene nada que conquistar. El "terreno propicio" quiere conservarlo
para ella sola.
En un país en donde la lava de la revolución aún
no se ha enfriado, los privilegios queman a quienes los poseen como un
reloj de oro robado a un ladrón aficionado. Los medios dirigentes
soviéticos han aprendido a temer a las masas con un miedo perfectamente
burgués. Stalin justifica "teóricamente" los privilegios
crecientes de las capas dirigentes con la ayuda de la Internacional Comunista,
y defiende a la aristocracia soviética con la ayuda de los campos
de concentración. Para que el sistema siga funcionando, Stalin se
ve obligado de vez en cuando a ponerse del lado del "pueblo" contra la
burocracia, con el consentimiento tácito de ésta, claro está.
Encuentra útil recurrir al voto secreto para limpiar un poco el
aparato del Estado de tina voraz corrupción.
Ya en 1928, Rakovski escribía a propósito de historias
de gángsters ocurridas en el seno de la burocracia y reveladas al
gran público: "Lo más característico en esta ola de
escándalo, y lo más peligroso es la pasividad de las masas,
de las masas comunistas más, que de las masas sin partido... Por
temor al poder o por indiferencia Política, no han protestado, se
han limitado a murmurar". Durante los ochos años transcurridos después,
la situación ha empeorado gravemente. La corrupción del aparato,
que se manifiesta a cada paso, ha empezado a amenazar la existencia misma
del Estado, no ya como instrumento de la transformación socialista
de la sociedad, sino como fuente de poder, de ingresos y de privilegios
de los dirigentes. Stalin ha tenido que dejar entrever este motivo de la
reforma: "Muchas de nuestras instituciones, dijo a Howard, funcionan mal".
Notable confesión: después de que la burocracia ha creado
con sus propias manos la sociedad socialista, experimenta la necesidad
de un... látigo. Y ese es el móvil de la reforma constitucional.
Hay, además, otro no menos importante.
Al liquidar a los soviets, la nueva Constitución disuelve a
la clase obrera en la masa de la población. Los soviets, es cierto,
han perdido desde hace largo tiempo todo significado político. Pero
el crecimiento de los antagonismos sociales y el despertar de la nueva
generación hubiesen podido reanimarlos. Hay que temer sobre todo
a los soviets de las ciudades en cuya actividad toman parte los jóvenes,
y, especialmente, jóvenes comunistas exigentes. El contraste entre
la miseria y el lujo es demasiado notable en las ciudades. La primera preocupación
de la aristocracia soviética fue desembarazarse de los soviets de
obreros y de soldados rojos. Es más fácil hacerle frente
al descontento disperso del campo. Incluso se puede, con cierto éxito,
utilizar a los campesinos de los koljoses contra los obreros de las ciudades.
No es la primera vez que la reacción burocrática se apoya
en el campo en su lucha contra la ciudad.
Lo que la nueva Constitución tiene de importancia, en principio,
lo que en realidad la coloca por encima de las constituciones más
democráticas de los países burgueses, es la transcripción
prolija de los documentos esenciales de la Revolución de Octubre.
La apreciación de las conquistas económicas que se encuentra
en ella, deforma la realidad a través del prisma de la mentira y
de la charlatanería. Todo lo que se refiere a las libertades y a
la democracia, no es más que usurpación y cinismo.
Representando como lo hacen, un inmenso paso atrás desde principios
socialistas a principios burgueses, la nueva Constitución, cortada
y cosida a la medida del grupo dirigente, sigue el mismo curso histórico
que el abandono de la revolución mundial en favor de la Sociedad
de Naciones, la restauración de la familia burguesa, la sustitución
de la milicia por el ejército permanente, la resurrección
de los rangos y condecoraciones, y el crecimiento de la desigualdad. Reforzando
jurídicamente el absolutismo de una burocracia "fuera de las clases",
la nueva Constitución crea las premisas políticas para el
nacimiento de una nueva clase poseedora.