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Leon Trotsky
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P. Frank presenta el Tercer Congreso Mundial de la Internacional Comunista así: «El 3er Congreso se reunió en Moscú del 22 de junio al 12 de julio de 1921, es decir menos de un año después del 2º Congreso. Al igual que éste, hubo mucha asistencia. Estaban presentes en el Tercer Congreso Mundial 602 delegados, de los que 291 tenían voto pleno y 311 voto consultivo. Representaban a 58 partidos o formaciones provenientes de 48 países o nacionalidades diferentes. Además de las secciones regulares de la IC, estaban representados en Moscú el KAPD, cuyo reconocimiento como organización simpatizante había sido cuestionado ante el congreso por el KPD, diversos grupos británicos, delegaciones sindicalistas de Francia por ejemplo. La mayoría de los participantes pertenecían todavía a delegaciones europeas. Sesionaban en este congreso, como en los precedentes, representaciones de diversos países asiáticos (China, India, Mongolia, Irán), del Próximo Oriente (Armenia, Egipto, Turquía, Palestina). El Poale Zion (partido judío de Palestina) también estaba presente. América Latina todavía estaba débilmente representada (Argentina, México). Es de señalar, respecto a ífrica, que habían llegado delegados de ífrica del Sur.
En comparación con el congreso precedente se había reducido considerablemente el ceremonial asociado a la celebración de un congreso. La atmósfera también era diferente a la del Segundo Congreso Mundial. Ya no se veía la euforia ni el entusiasmo desbordante de entonces, más bien dominaba una atmósfera tensa.
Las grandes esperanzas revolucionarias del congreso anterior no se habían realizado, se habían presentado enormes dificultades, se habían sufrido choques y partidas. Desde la llegada de las delegaciones a Moscú, quienes lo ignoraban supieron que se habían producido divergencias, que puede que incluso todavía existiesen, dentro de la delegación soviética. Lenin y Trotsky, cuya autoridad personal era inmensa, habían adoptado una posición que estaba en minoría en la apertura del congreso. La lucha interna era grande y proseguiría a lo largo del congreso, y, en una medida mucho menor, incluso tras él. El comité ejecutivo había solicitado que los partidos enviasen una representación muy amplia que desbordase el número de delegados que tenían voto pleno o consultivo.
Ya no estaban algunos líderes políticos, que ocuparon un lugar importante en el 2º Congreso. Los más notorios eran evidentemente Paul Levi y Serrati. El primero no había apelado al congreso sobre su expulsión del partido alemán y el comité ejecutivo. El Partido Socialista Italiano había planteado apelación sobre la exclusión decidida por el CEIC a consecuencia del Congreso de Livorno, pero Serrati había procurado no formar parte de la delegación: había enviado a un viejo militante muy respetado, Lazzari, así como a otros dos delegados, Maffi y Riboldi, los tres pertenecían a la tendencia del PSI favorable a la aceptación de las decisiones del Congreso de la Internacional Comunista. Nada hacía pensar en que el partido francés fuera puesto en el banquillo pero ni Cachin ni Frossard, que ejercían sin embargo entonces un papel dirigentes de primer plano en el partido, no estaban presentes.»
El orden del día fijado y enviado para comenzar el congreso el 1 de junio, publicado en l'Humanité del 17 de marzo y recogido en la información del MIA, era el siguiente: 1) Informe del comité ejecutivo; 2) Crisis económica mundial y nuevo papel de la Internacional Comunista; 3) Tácticas de la Internacional Comunista durante la revolución; 4) Período de transición (acciones parciales y lucha revolucionaria final); 5) Campaña contra la Unión Sindical Internacional de ímsterdam; 6) Consejo internacional de sindicatos rojos e Internacional Comunista; 7) Estructura interna de los partidos comunistas, sus métodos de acción y la esencia de esa acción; 8) Estructura interna de la Internacional Comunista y sus relaciones con los partidos adheridos; 9) Cuestión oriental; 10) Partido Socialista Italiano e Internacional Comunista (recurso del Partido Socialista Italiano contra la decisión del Comité Ejecutivo); 11) El KAPD y la Internacional Comunista (recurso del UKPD contra la decisión del comité ejecutivo); 12) Movimiento de mujeres; 13) Movimiento de jóvenes comunistas; 14) Elección del comité ejecutivo y designación de lugar de reuniones; 15) Diversos.
El mismo Frank resume: «en los trabajos del 3er Congreso tres cuestiones ocuparon el primer plano: el examen de la situación mundial, el informe del comité ejecutivo, la discusión del cual se centró en la cuestión italiana y el caso Paul Levi, los problemas de táctica de la IC, cuya discusión se centró en la «acción de marzo». El congreso se ocupó, además, de la política de la Nep introducida en la Unión Soviética, de la creación de la internacional sindical roja y, por fin, en los propios problemas de organización del centro internacional.» El informe sobre la crisis económica mundial y el nuevo papel de la Internacional Comunista corrió a cargo de Trotsky, el lector lo encontrará en este capítulo. Teniendo en cuenta que numerosos delegados sólo poseían conocimientos rudimentarios del marxismo, Trotsky ofreció un informe muy pedagógico, de ahí la redacción de sus tesis al respecto que también se publican en este capítulo; en la nota introductoria de esta editorial ya hemos hecho referencia a la nota de Engels sobre el carácter de la evolución de la crisis económicas en el capitalismo ya maduro, carácter que se acentúa en su época imperialista y que Trotsky también señala en sus informes e intervenciones. El lector también encontrará en esta obra una intervención de Trotsky en el congreso sobre la cuestión italiana; el partido italiano había cometido errores atribuibles a su poca depuración de elementos reformistas, debía recuperar la »˜reputación revolucionaria»™. Radek hizo el informe sobre la táctica, informe que incluía la discusión sobre los acontecimientos de marzo en Alemania. En la discusión de este informe, y en relación con el desarrollo de la táctica adecuada a seguir en Alemania y en la Internacional, tuvieron que entrar a fondo tanto Lenin como Trotsky, como para este caso podrá ver el lector en sus intervenciones publicadas aquí. El informe sobre la situación en Rusia corrió a cargo de Lenin y entró, como era necesario, en la nueva orientación económica. Kollontai se enfrentó al informe resumiendo las posiciones de la Oposición Obrera y Trotsky intervino en defensa de la nueva orientación contestando a Kollontai, su intervención también consta en este capítulo.
Rakosi, en su nota introductoria a Los primeros cuatro congresos de la Internacional Comunista, tras señalar que la internacional tenía secciones organizadas en 50 países, que entre estas secciones se contaban las de los más importantes grandes partidos de masas de Europa y que el desarrollo de la revolución y la caída del capitalismo sufría de un enlentecimiento no previsto en los dos congresos anteriores, explica: «Tras el hundimiento de las potencias de Europa central, la ola revolucionaria era monstruosamente fuerte y se tenía la impresión de que las revoluciones burguesas serían seguidas inmediatamente por las revoluciones proletarias. En Hungría y Baviera, el proletariado logró durante algún tiempo apoderarse del poder. Aun después de la derrota de las repúblicas soviéticas de Hungría y de Baviera, la esperanza en una rápida victoria de la clase obrera no había desaparecido. Recuérdese la época en que el Ejército Rojo estaba ante Varsovia y en que todo el proletariado se preparaba febrilmente para nuevas luchas.
Pero la burguesía demostró una capacidad de resistencia mayor de lo que se había creído. Su fuerza consistía sobre todo en que los socialtraidores que durante la guerra combatieron tan heroicamente contra el proletariado, se revelaron, incluso después de la guerra, como los mejores apoyos del capitalismo tambaleante. En todos los países en que la burguesía ya no podía seguir siendo el ama de la situación, pasó el poder a los socialdemócratas. Fueron «gobiernos socialdemócratas», con Noske y Elbert en Alemania, Renner y Otto Bauer en Austria, con Tusar en Checoslovaquia, con Bí´hm y Garami en Hungría, los que manejaron los asuntos de la burguesía durante el período revolucionario y ahogaron en sangre las tentativas de liberación del proletariado.
La prosperidad aparente que siguió inmediatamente a la guerra constituyó también un obstáculo para la revolución pues les permitió a los capitalistas ofrecer trabajo a los soldados desmovilizados. La burguesía logró calmar a los obreros sin trabajo proporcionándoles subvenciones. A esto se le agregó un fenómeno psicológico importante: la fatiga de las amplias masas de la clase obrera, que recién salían de los sufrimientos y privaciones sufridos durante cuatro años de guerra imperialista. Además, los partidos comunistas, a quienes les correspondía la tarea de dirigir y coordinar la lucha del proletariado, aún estaban en vías de formación y a menudo adoptaban falsos métodos de lucha.
Todas esas circunstancias le permitieron a la burguesía reagrupar lentamente sus fuerzas, conquistar su seguridad y retomar una parte de las posiciones perdidas. Cuando la burguesía ya no les necesitó, expulsó a los socialistas del gobierno en todos los países donde participaban, y los capitalistas retomaron la dirección de sus asuntos. Crearon organizaciones militares ilegales, armaron al sector consciente de la burguesía y pasaron al ataque contra la clase obrera.
Mientras, la situación económica también había sufrido profundas trasformaciones. En la primavera de 1920, surgió en Japón y Norteamérica una crisis que se extendió poco a poco a todas las naciones industriales. El consumo disminuyó rápidamente, la producción se redujo, centenares de millares, millones de obreros, fueron despedidos. Los mercados disminuyeron rápidamente y se redujo la producción. Las luchas defensivas de los obreros alcanzaron grandes dimensiones pero terminaron en derrotas, lo que fortaleció la situación de la burguesía.
Esa era la situación cuando se inauguró el Tercer Congreso Mundial de la Internacional Comunista. El congreso examinó ante todo la situación de la economía mundial y abordó luego el problema de la táctica que requería la nueva situación. La burguesía se fortalecía, al igual que sus servidores, los socialdemócratas. Ya había pasado la época de las victorias fáciles obtenidas por la Internacional Comunista en el curso de los años inmediatamente posteriores a la guerra. Mientras se esperaban nuevos combates revolucionarios, debíamos reconstruir y fortalecer nuestras organizaciones y conquistar las posiciones de los reformistas mediante un tenaz trabajo en el seno de las organizaciones obreras. La ocupación de fábricas en Italia, la huelga de diciembre en Checoslovaquia, la insurrección de marzo en Alemania, demostraron que los partidos comunistas, incluso cuando combatían manifiestamente por los intereses de todo el proletariado, no podían derrotar a las fuerzas unidas de la burguesía y de la socialdemocracia, cuando no solamente no contaban con las simpatías de las grandes masas sino que tampoco abarcaban a esas masas en el seno de sus organizaciones, arrancándolas de las otras organizaciones. Por eso el congreso lanzó la siguiente consigna: «¡Hacia las masas!». [...]
Inmediatamente se manifestó una cierta oposición «izquierdista» contra esta táctica. El KAPD creyó estar ante un abandono de la lucha revolucionaria y acusó a la Internacional Comunista de intentar en el terreno político la misma retirada que el poder de los soviets se vio obligado a efectuar en el terreno económico. Algunos buenos camaradas tampoco comprendieron al comienzo la necesidad de esta táctica.
Paralelamente con los problemas tácticos, los problemas de organización fueron los más debatidos. En vistas de la conquista de los sindicatos, el Buró Sindical organizado por el Segundo Congreso Mundial, en colaboración con los sindicatos que se habían adherido en el intervalo de los dos congresos, constituyó la Internacional Sindical Roja.»
En efecto, aunque la Oficina Sindical había previsto constituir la Internacional Sindical Roja el 1 de mayo se decidió postergar esa constitución para hacerla coincidir con la realización del Tercer Congreso Mundial. De hecho la Internacional Sindical Roja («Profintern») se constituyó el 3 de julio de 1921 en Moscú. En la obra de Broué ya citada, éste relata así ese momento: «El II Congreso había decidido la constitución de una comisión preparatoria para la fundación de una Internacional Sindical Roja (ISR, Profintern) de la que Afred Rosmer, que permaneció en Moscú tras el congreso, había asumido la responsabilidad hasta el III Congreso. La atracción de la revolución rusa todavía era muy vigorosa en toda la corriente libertaria. En igual medida en que los comunistas rusos (y con ellos el CEIC) estaban determinados a organizar la escisión en los partidos socialistas para crear partidos comunistas, rehusaban plantear escisiones sindicales para la constitución de sindicatos revolucionarios o rojos.
La idea subyacente a la fundación de la Internacional Sindical Roja era la de la creación de un centro sindical internacional que competiese con la Internacional Sindical de ímsterdam y que fuera susceptible de recibir, igual que ésta, las adhesiones de sindicatos enteros, incluso de cartels regionales y locales o de minorías eventualmente, pero respetando la unidad de las organizaciones existentes. Tal construcción era perfectamente lógica en la perspectiva del desarrollo revolucionario en el plazo de meses, lo que era el caso durante el II Congreso. Por el contrario se convertía en completamente contradictoria a partir del momento en que, como en el III Congreso, se pensaba que de allí en adelante era cosa de años pues las burocracias sindicales disponían entonces de todos los medios de protección y de policía interna, incluyendo, como lo probaba la experiencia de la CGT francés, el de organizar la escisión para conservar la dirección.
La situación, por otra parte, era muy diferente en el III Congreso. En primer lugar, la Unión Sindical Italiana de Armando Borghi, molesta por lo que llamaba «el control» del partido comunista, había decidido mantenerse al margen. La CNT, destruida en Cataluña en tanto que organización de masas por la campaña de asesinatos del general Martínez Anido, se alejaba basándose en temas libertarios y ya no volvería. Todavía se desconocía, y Rosmer hablaba con admiración de la «nueva generación de sindicalistas» prestos a entender el Octubre ruso. Victor Serge ha dejado esbozos inolvidables de Andrés Nin y Maurín, el primero «tras su gafas rodeadas de oro, con una expresión concentrada que la dicha de vivir atenuaba», el segundo con «una aire de joven caballero como los dibujaban los prerrafaelistas [...] Eran todo entusiasmo». Los rusos que dirigían ese trabajo, a excepción de Losovsky, manifestaban un gran desconocimiento de los medios sindicales de occidente, muchos de cuyos miembros importante jamás pudieron acostumbrarse al estilo de las proclamas a lo Zinóviev y, sobre todo, a su propensión a las injurias.
El congreso de fundación, previsto primero para el 1 de mayo de 1921, se aplazó a julio, junto al de la internacional. Lo convocaron conjuntamente la comisión preparatoria y el ejecutivo de la IC y se invitó a todos los sindicatos hostiles a la Internacional de ímsterdam, «última barricada de la burguesía internacional», decía Zinóviev. Estuvieron presentes 380 delegados, de los cuales 336 con voto, que representaban a 41 países y, se decía, a 17 millones de sindicados sobre un total mundial de 40. El debate, bastante vivo, se centró en dos puntos. El norteamericano Bill Haywood, el héroe IWW, se convirtió en el portavoz de quienes querían la ruptura con todos los sindicatos existentes y se le opusieron tanto Losovsky como Zinóviev. La guerrilla de los franceses, españoles y otros sobre la cuestión de la independencia de los sindicatos llevó a un texto, redactado por el inglés Tom Mann y firmado también por Rosmer, que preveía un estrecho contacto orgánico entre los diferentes movimientos obreros revolucionarios, ante todo entre la Internacional Comunista y la ISR. Esta fórmula fue adoptada por 282 votos contra 25 y contribuiría mucho al fracaso de la ISR. Los enemigos del comunismo sacaron la conclusión de la existencia de lo que se correspondía a menudo con la actitud práctica de los comunistas rusos, a saber la voluntad por su parte de subordinar los sindicatos. Pero de lo que les acusaron con más éxito fue de escisionismo.»
Por su parte, sigue Rakosi: «También se discutió el problema de la Internacional de la Juventud y del movimiento de las mujeres, así como el concerniente al trabajo en las cooperativas y en las uniones deportivas obreras.
El congreso escuchó luego un informe sobre la Rusia de los soviets y aprobó por unanimidad la táctica empleada.
Se llevaron a cabo grandes debates sobre el informe concerniente a la actividad del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Algunos camaradas no aprobaban la política del comité ejecutivo en el problema italiano, en el caso Levi y en la cuestión del KAPD. Pero el congreso aprobó en todos esos puntos la actividad del comité ejecutivo. Los acontecimientos no han hecho más que confirmar la corrección de esas decisiones.
El congreso finalizó el 12 de agosto con la discusión de la cuestión de oriental.»
El 15 de junio de 1921, Moscú
¡Guerreros del Ejército Rojo!
Para el tercer periodo del Congreso Mundial de la Internacional Comunista que se reúne en Moscú.
Es una gran alegría y honor para los obreros, campesinos y soldados rojos de Rusia saludar en los muros de la capital roja a los mejores representantes de la clase obrera mundial.
¡Guerreros rojos! Durante tres años y medio han defendido la primera República de los Trabajadores del mundo contra los incesantes intentos de rapiña y los ataques de los bandidos y opresores de todos los países capitalistas. En el Volga y el Obi, en la Dvina septentrional y Neva, en la Berezina y en el Dnieper, en el Don y en el Kuban, han luchado y muerto bajo la bandera de la Internacional [la III Internacional]. Ustedes han derramado su sangre en la defensa de la Rusia Soviética, la fortaleza del proletariado mundial. Al mismo tiempo que han defendido el corazón de la Rusia Soviética, el Moscú Rojo. Ustedes han asegurado a los representantes de la clase obrera mundial la oportunidad de reunirse bajo su protección para elaborar las nuevas maneras y métodos de luchar contra la coerción capitalista en nombre de la fraternidad, la libertad y la felicidad de toda la humanidad oprimida.
El 17 de junio, en nombre de todo el Ejército Rojo, la guarnición de Moscú saluda solemnemente a nuestros queridos huéspedes, nuestros hermanos en lucha. Combatientes revolucionarios, ¡Soldados rojos, comandantes, comisarios! ¡Vamos a unirnos fervientemente a la Internacional Comunista!
L. TROTSKY,
Comisario de Guerra y Asuntos Navales del Pueblo
¡Camaradas! El problema a que consagro mi informe es muy complejo; temo que mi discurso no lo abarque. Me veo obligado a pedirles que le presten verdadera atención, pues no estoy seguro de haber acertado al reunir los datos conseguidos de tal forma que mi informe requiera el menor esfuerzo por parte de mis oyentes. Es decir, que no estoy seguro tampoco, de poder expresar mis ideas sobre la situación internacional con el orden y la claridad necesarios.
Después de la guerra imperialista, entramos en un período revolucionario, o sea en un período durante el cual las bases del equilibrio capitalista se quiebran y caen. El equilibrio capitalista es un fenómeno complicado; el régimen capitalista construye ese equilibrio, lo rompe, lo reconstruye y lo rompe otra vez, ensanchando, de paso, los límites de su dominio. En la esfera económica, estas constantes rupturas y restauraciones del equilibrio toman la forma de crisis y booms. En la esfera de las relaciones entre clases, la ruptura del equilibrio consiste en huelgas, en lock-outs, en lucha revolucionaria. En la esfera de las relaciones entre estados, la ruptura del equilibrio es la guerra, o bien, más solapadamente, la guerra de las tarifas aduaneras, la guerra económica o bloqueo. El capitalismo posee entonces un equilibrio dinámico, el cual está siempre en proceso de ruptura o restauración. Al mismo tiempo, semejante equilibrio posee gran fuerza de resistencia; la prueba mejor que tenemos de ella es que aún existe el mundo capitalista.
La última guerra imperialista constituyó el acontecimiento que, acertadamente, consideramos como un golpe terrible, sin precedente histórico, asestado al equilibrio del mundo capitalista. Es así que, después de la guerra, comienza la época de los grandes movimientos de masas y de las luchas revolucionarias. Rusia, el más débil de los eslabones que formaban la cadena capitalista, fue quien primero perdió su equilibrio, y también quien antes ingresó en la vía revolucionaria (marzo de 1917). Nuestra revolución de febrero tuvo resonancias enormes en las masas trabajadoras de Inglaterra. El año 1917 fue, en Inglaterra, el de las inmensas huelgas por medio de las cuales el proletariado inglés logró frenar el proceso de caída de las condiciones de vida entre las masas trabajadoras provocado por la guerra. En octubre de 1917, la clase obrera de Rusia se tomó el poder. Una ola de huelgas recorrió el mundo capitalista, empezando por los países neutrales. En otoño de 1918, Japón soportó los grandes desórdenes llamados «del arroz», que según datos, arrastraron al movimiento hasta un 25 por ciento de la población del país, y provocaron crueles persecuciones por parte del Gobierno del Mikado. En enero de 1918, estalló en Alemania una importante huelga. Al final de 1918, después del debate del militarismo germánico, estallaron revoluciones en Alemania y Austria-Hungría. El movimiento revolucionario continúa expandiéndose. El año 1919 es el más crítico para el capitalismo, sobre todo para el de Europa. En marzo de 1919 se proclama en Hungría la República Soviética. En enero y marzo de 1919, obreros revolucionarios sostienen terribles combates contra la república burguesa en Alemania. En Francia hay tensión en la atmósfera durante el período de desmovilización, pero las ilusiones de victoria y las esperanzas de sus frutos dorados siguen siendo igualmente fuertes. La lucha ni siquiera se aproxima aquí a las proporciones que asume en los países conquistados. En los Estados Unidos, hacia fines de 1919, las huelgas adquieren mayor amplitud y arrastran a su seno a los mineros, a los metalúrgicos, etc., etc. El gobierno de Wilson da inicio a persecuciones furiosas contra la clase obrera. En la primavera de 1920, en Alemania, la tentativa contrarrevolucionaria de Kapp moviliza y dispone al combate a la clase trabajadora. Sin embargo, el intenso movimiento desordenado de los obreros alemanes es ahogado esta vez por la República de Ebert, que ellos acaban de salvar. En Francia la situación política se agudiza en mayo de 1920, desde la proclamación de la huelga general. No hay, además, tal huelga; que está mal preparada y traicionada por los jefes oportunistas, los cuales (aunque no lo osaron confesar) jamás la quisieron. En agosto, la marcha del Ejército Rojo sobre Varsovia, que constituye parte de la lucha revolucionaria internacional, sufre un fracaso. En septiembre, los obreros italianos, tomando al pie de la letra la agitación revolucionaria (puramente verbal) del Partido Socialista, se apoderan de las fábricas y de los talleres; pero, traicionados vergonzosamente por el Partido, sufren derrotas en toda la línea y son sometidos, a partir de este hecho, a una contraofensiva implacable por parte de la reacción coaligada. Es en diciembre cuando estalla otra huelga revolucionaria en Checoslovaquia. Finalmente, durante el año 1921 un gran combate revolucionario que produce numerosas víctimas, se desarrolla en la Alemania central, y en Inglaterra se produce una obstinada huelga entre los mineros.
Cuando, durante el primer período inmediato a la guerra, observamos el crecimiento del movimiento revolucionario, algunos de nosotros pudimos creer (asesorados por razones históricas) que tal movimiento, cada día más fuerte y extendido, debía conducir inevitablemente al poder a la clase obrera. No obstante, ya han transcurrido casi tres años desde la guerra europea. En el mundo entero, salvo en Rusia, el poder continúa en manos de la burguesía. Verdad es que, en este tiempo, el mundo capitalista no quedó inmutable. Ha sufrido cambios. Europa y el mundo entero, atraviesan un período de desmovilización extremadamente peligroso para la burguesía; período de desmovilización de los hombres y de las cosas, es decir de la industria; período durante el cual se ha producido un monstruoso acrecentamiento de la actividad comercial y, enseguida, una crisis que aún dura. He aquí que una pregunta nace con enorme amplitud: la evolución que en este momento se realiza ¿tiende realmente a la revolución, o habrá que admitir que el capitalismo ha vencido los obstáculos creados por la guerra y que, si aún no se ha restablecido el equilibrio capitalista, está en vías de restablecerse sobre nuevas bases después de la guerra?
Si antes de analizar esa pregunta en relación con su base económica, la estudiamos desde el punto de vista político, a la fuerza habremos de comprobar que toda una serie de detalles, hechos y declaraciones, atestigua que la burguesía se ha hecho más fuerte y más estable como clase en el poder, o al menos así lo cree ella. En 1919, la burguesía europea estaba en plena confusión; era para ella una época de pánico, eran los días del miedo loco al bolchevismo, al cual imaginaba bajo formas vagas y amenazadoras, y al cual los carteles en París mostraban como a un hombre con el cuchillo entre los dientes.
En realidad, encarnado en este espectro del bolchevismo con un cuchillo, estaba el miedo de la burguesía europea a la retribución por los crímenes que cometió durante la guerra. Sabía bien la burguesía hasta qué punto los resultados de la guerra no se correspondieron con las promesas que ella había hecho. Conocía perfectamente la extensión de los sacrificios en los hombres y en los bienes, y temía el arreglo de sus cuentas. El año 1919 fue, sin duda, el año más crítico para la burguesía. En 1920 y 1921, se la ve adquirir nuevamente su seguridad de antaño y acrecentar su aparato gubernamental que, a consecuencia de la guerra, en ciertos países (Italia, por ejemplo), se encontraba en plena descomposición y que hoy se refuerza, sin duda alguna. El aplomo de la burguesía toma la forma más sorprendente en Italia después de la cobarde traición del Partido Socialista en el mes de septiembre. La burguesía creía encontrar en su camino cuadrillas de asesinos, y se dio cuenta pronto de que sólo tenía ante sí cobardes.
Una enfermedad que en estos últimos tiempos me ha inmovilizado, me permitió, a cambio de no realizar mi trabajo activo, leer un gran número de folletos extranjeros, y he acumulado un paquete de recortes en los que claramente se observa el cambio de sentimientos de la burguesía y su nuevo concepto de la situación política mundial. Todos los testimonios se reducen a uno solo: la moral de la burguesía es, en estos momentos, indudablemente mejor que en 1919 e incluso que en 1920. Así, tomo como ejemplo, las notas publicadas en un periódico suizo, serio y puramente capitalista, Neue Zí¼richer Zeitung, sobre la situación política en Francia, Italia y Alemania, son muy interesantes sobre este particular. Suiza, que depende de esos países, se interesa mucho por su situación interior. He aquí lo que decía este diario sobre los acontecimientos de marzo en Alemania:
«La Alemania de 1921 no se parece a la de 1918. La conciencia gubernamental se refuerza por todos lados, hasta el punto de que los métodos comunistas encuentran actualmente una viva resistencia en casi todas las capas sociales, aunque la fuerza de los comunistas, que no estaban representados durante la revolución más que por un pequeño grupo de hombres resueltos, haya aumentado diez veces.»
En abril, el mismo diario, en ocasión de las elecciones en el parlamento italiano, describe la situación interna de Italia del modo que sigue:
«Año 1919: la burguesía está desordenada, el bolchevismo ataca decididamente. Año 1921: el bolchevismo está vencido y disperso, la burguesía ataca decididamente.»
Un periódico francés influyente, Le Temps, dijo, en ocasión del Primero de Mayo de este año, que no quedaba ni rastro de la amenaza del golpe de Estado revolucionario que envenenó la atmósfera de Francia en mayo del año pasado, etc...
De tal modo, que no parece ya dudoso que la clase burguesa haya recobrado vigor, ni que los Estados hayan reforzado su aparato policial después de la guerra. Pero este hecho, por importante que sea, no resuelve el problema; en todo caso, nuestros enemigos se apresuran a sacar la conclusión del fracaso de nuestro programa. Seguramente esperábamos ver derrotada a la burguesía en 1919. Pero es evidente que no estábamos muy confiados en ello, y que no ha sido en esta derrota en donde hemos basado nuestro plan de acción. Cuando los teóricos de la II Internacional y de la Internacional Dos y Media dicen que hemos fracasado en lo que concierne a nuestras predicciones, uno podría pensar que se trataba de predecir un fenómeno astronómico. Es como si nos hubiéramos equivocado en nuestros cálculos matemáticos según los cuales un eclipse solar ocurriría en tal y tal día, y por lo tanto demostráramos ser malos astrónomos. En verdad, no se trataba de eso: no predecíamos un eclipse de sol, es decir un fenómeno fuera de nuestra voluntad y del campo de nuestra acción. Se trataba de un acontecimiento histórico que debía cumplirse, y se cumplirá con nuestra participación. Cuando hablábamos de la revolución que debía resultar de la guerra mundial, significaba que intentábamos e intentamos aún explotar las consecuencias de tal guerra, a fin de acelerar el advenimiento de la revolución mundial. El hecho de que la revolución no ha sucedido todavía en el mundo entero o, al menos, en Europa, no significa «que la IC haya sido vencida» porque el programa de la Comintern no está basado en datos astronómicos. Todo lo cual aparece claro para cualquier comunista que lo analice, siquiera sea brevemente, desde su punto de vista. No habiendo sobrevenido la revolución sobre las huellas candentes de la guerra, es evidente que la burguesía se ha aprovechado de un momento de descanso, si no para reparar, al menos para enmascarar las espantosas consecuencias amenazadoras de la guerra. ¿Lo ha logrado? En parte. ¿Hasta qué punto? Este es el fondo mismo de la cuestión, que roza el restablecimiento del equilibrio capitalista.
¿Qué significa el equilibrio capitalista del que tan bonitamente habla el menchevismo internacional? Este concepto del equilibrio no ha sido analizado ni expresado por los socialdemócratas. El equilibrio capitalista está determinado por hechos, fenómenos y factores múltiples: de primera, segunda y tercera categoría. El capitalismo es un fenómeno mundial. Ha conseguido dominar el mundo entero, como ha podido observarse durante la guerra: cuando un país producía de más, sin tener mercado que consumiese sus mercancías, mientras que otro necesitaba productos que le eran inaccesibles. En aquel momento, la interdependencia de las diferentes partes del mercado mundial se hacía sentir en todo sitio. En la etapa alcanzada antes de la guerra, el capitalismo estaba basado en la división internacional del trabajo y en el intercambio internacional de los productos. Es necesario que América produzca determinada cantidad de trigo para Europa. Es preciso que Francia fabrique determinada cantidad de objetos de lujo para América. Es imprescindible que Alemania haga cierto número de objetos vulgares y económicos para Francia. Sin embargo, esta división del trabajo no es siempre la misma, no está sujeta a reglas. Se estableció históricamente, y a veces se turba por crisis, competencias y tarifas. Pero, en general, la economía mundial se funda sobre el hecho de que la producción del mundo se reparta, en mayor o menor proporción, entre diferentes países. Semejante división del trabajo universal, conmovida hasta la raíz por la guerra ¿se ha reconstruido o no? He ahí uno de los aspectos del asunto.
En cada país, la agricultura provee a la industria con objetos de primera necesidad para los obreros y con bienes para la producción (materias primas); a su vez, la industria provee al campo de objetos de uso personal y doméstico, así como de instrumentos de producción agrícola. De este modo queda establecida cierta reciprocidad. En el interior de la misma industria asistimos a la fabricación de instrumentos de producción y a la fabricación de objetos de consumo, y entre estas dos ramas principales de la industria se establece cierta interrelación, la cual pasa por constantes rupturas para ser reconstruida sobre nuevas bases. La guerra destruyó estas relaciones. Durante la misma la industria de Europa (y en gran medida las de América y Japón) no produjeron tantos bienes de consumo y medios de producción como de destrucción. Pues si llegaban a producir objetos de uso personal, éstos se destinaban principalmente a los soldados de los ejércitos imperialistas, con desventaja para los productores obreros. Ahora bien, las relaciones rotas entre la ciudad y el campo, entre las distintas ramas de la industria dentro de cada país. ¿Se han reconstruido o no?
Hay que considerar, además, el equilibrio de las clases basado sobre el de la economía nacional. En el período anterior a la guerra, existía una paz armada, no solamente en lo que se refiere a las relaciones internacionales sino (en gran escala) en cuanto se refería a la burguesía y al proletariado, gracias a un sistema de acuerdos colectivos referente a los salarios; sistema llevado a cabo por los sindicatos centralizados y el capital industrial, a su vez centralizándose más y más. Tal equilibrio se rompió con la guerra, lo que ha provocado un movimiento formidable de huelgas en el mundo entero. El equilibrio relativo de las clases en la sociedad burguesa, equilibrio sin el cual toda producción se hace imposible, ¿se ha restablecido o no? Y si es así, ¿sobre qué bases? El equilibrio entre las clases está estrechamente ligado al equilibrio político. La burguesía, antes y durante la guerra, sostenía su mecanismo interior con la ayuda de los socialdemócratas, de los socialpatriotas, que eran sus principales agentes y mantenían la clase obrera en el marco de un equilibrio burgués. íšnicamente por esto pudo la burguesía hacer la guerra. ¿Ha reconstruido ya su sistema político, y hasta qué punto los socialdemócratas conservan o perdieron su influencia sobre las masas y son capaces de representar su papel de guardianes de la burguesía?
Más tarde se aborda la cuestión del equilibrio internacional, es decir, de la coexistencia de los Estados capitalistas, sin la cual, evidentemente, la reconstrucción de la economía capitalista se hace imposible. ¿Ha sido alcanzado ya el equilibrio en esta esfera, o no?
Todos los aspectos del problema deben ser analizados para que podamos contestar a la pregunta si la situación mundial continúa hacia la revolución o, por el contrario, si tienen razón los que consideran nuestros puntos de vista revolucionarios como utópicos. El estudio de cada aspecto de este problema debe ilustrarse con hechos numerosos y cifras difíciles de someter a tan grande asamblea y que apenas pueden retenerse. Así que, brevemente, trataré de exponer algunos datos esenciales que nos permitan orientarnos.
¿Se ha establecido una nueva división del trabajo? En este terreno, el hecho decisivo es el traspaso del centro de gravedad de la economía capitalista y del poder burgués de Europa a América. Es este un hecho esencial que cada uno de vosotros, camaradas, debe grabar en su memoria de la manera más fija, a fin de que podáis comprender los acontecimientos que ante nosotros se desarrollarán aún en el transcurso de los años que sigan. Antes de la guerra, era Europa el centro capitalista del mundo; era su principal depósito, su principal oficina y banca. El industrial europeo, inglés en primer término, y alemán en segundo; el comerciante europeo, inglés sobre todo; el usurero europeo, inglés en primer lugar, enseguida francés, eran los directores efectivos de la economía mundial y, por consecuencia, de la política universal. Esto acabó. Europa ha sido arrojada a segundo lugar.
Ensayemos determinar en cifras aproximadas el traspaso del centro de gravedad económica y medir la decadencia económica de Europa. Antes de la guerra, la propiedad nacional, o sea el conjunto de fortunas de todos los ciudadanos y de todos los Estados que participaron en la última guerra, estaba valuado en unos 2,4 billones de marcos oro. La cantidad de cosas que producían en el curso de un año, ascendía a un ingreso de 340 mil millones de marcos oro. ¿Qué ha gastado y destruido la guerra? 1,2 billones de marcos oro, la mitad justa de lo que los países beligerantes habían amasado durante toda su existencia. Es evidente que se cubrían los gastos de guerra con las rentas corrientes. Pero si admitimos que la renta nacional de cada país cayó incluso un tercio durante la guerra, a consecuencia de la enorme disminución de la mano de obra, y que así alcanzó 225 mil millones de marcos oro; si, por otra parte, tomamos en consideración el que todos los gastos, fuera de los de guerra, absorbían el 55%, a la fuerza tendrá que reconocerse que las rentas nacionales corrientes no pudieron cubrir los gastos de la guerra más que en la proporción de 100 mil millones de marcos oro anualmente. Lo cual representa 400 mil millones de marcos oro en los cuatro años de lucha. Por consecuencia, los 800 mil millones de marcos que faltaban debían ser sacados del capital de las mismas naciones beligerantes y, sobre todo, en base de la no reconstrucción de su aparato productor. Se comprende que la fortuna general de los países beligerantes, no representa después de la guerra 2,4 billones de marcos oro, sino solamente 1,6 billones de marcos oro, de forma que ha disminuido en un tercio.
Sin embargo, todos los países que tomaron parte en la guerra no se arruinaron en las mismas proporciones. Al contrario, hay entre los beligerantes, países que se han enriquecido, como los Estados Unidos y Japón. Lo cual quiere decir que los Estados europeos que lucharon han perdido más de un tercio de su fortuna nacional; algunos, como Alemania, Austria-Hungría, Rusia, Balcanes, perdieron más de la mitad.
El capitalismo como sistema económico está, como ustedes saben, lleno de contradicciones. Esas contradicciones alcanzaron proporciones colosales durante la guerra. A fin de procurarse los medios con que hacer la guerra, el Estado ha pedido recursos por medio de las medidas siguientes: en primer lugar, emitiendo papel moneda y, por otra parte, lanzando préstamos. De tal modo, la circulación de los antedichos valores aumentaba cada vez más. Gracias a este medio, el Estado sacaba del país valores materiales y efectivos y los destruía en la guerra. Cuanto más gastaba el Estado, cuantos más valores reales destruía, más se amontonaban en el país los valores ficticios. Los contratos de préstamo se apilaban por doquier. Parecía que el país se había enriquecido extraordinariamente, pero en realidad sus fundamentos económicos se debilitaban cada vez más, se quebrantaban más, caían en ruinas. Las deudas del Estado alcanzaron la cifra de 1 billón de marcos oro, lo que representa un 62% de la actual riqueza de los países beligerantes. Antes de la guerra circulaban papel moneda y títulos de crédito por un valor aproximado de 28 mil millones de marcos oro. En este momento la cantidad es entre 220 mil y 280 mil millones, o sea diez veces más, sin contar claro, a Rusia, pues sólo hablamos del mundo capitalista. Todo esto concierne principalmente (aunque no «exclusivamente») a los países de Europa; sobre todo, a los del continente y, en primer término, a la Europa central. En general, conforme Europa devenía más pobre se recubría, y se recubre, de una cada vez más espesa costra de valor en papel, o sea lo que se llama capital ficticio. Este capital ficticio (papeles de crédito, bonos del tesoro, títulos de la deuda, billetes de banco, etc.) representa o el recuerdo del capital difunto o la esperanza del capital nuevo. Pero en el presente no corresponde a ningún capital real. Cuando el Estado negociaba un empréstito para obras productivas, como por ejemplo, el Canal de Suez, los valores en papel emitidos por el Estado tenían al dorso un valor real: el Canal de Suez, que permite el paso de los barcos, recibe una remuneración, da rentas; en una palabra, participa de la economía nacional. Cuando el Estado hacía empréstitos para la guerra, los valores movilizados a favor del empréstito destruían y reunían a un mismo tiempo valores nuevos. No obstante, los títulos de la deuda han quedado en los bolsillos y en las carteras de los ciudadanos; el Estado les debe centenas de millones, esas centenas de millones que existen bajo la forma de billetes en el bolsillo de los que se los prestaron al Estado, ¿son millones verdaderos? No existen. Han sido destruidos, quemados. El detentador de ese papel ¿qué aguarda? Si es un francés, espera que Francia arranque esos millones a Alemania, junto con su carne, y le pague.
La destrucción de los cimientos de las naciones capitalistas, la destrucción de su organización productora, ha retoñado (en verdad) bajo diversas relaciones que se escapan a las estadísticas. Este hecho es singularmente llamativo en lo que se refiere a la vivienda. Vistos los beneficios enormes del tiempo de guerra y de después, todas las fuerzas del capital han tendido hacia la producción de nuevos objetivos de consumo personal o militar. En cuanto al restablecimiento de la organización productora fundamental, se ha ido descuidando cada vez más. Sobre todo en lo que respecta a la construcción de viviendas urbanas. Se reparan mal las casas viejas, se construyen nuevos inmuebles en cantidades insignificantes. Así se ha provocado una necesidad colosal de vivienda en el mundo capitalista. Debido a la actual crisis la destrucción del aparato productivo puede no ser perceptible hoy, ya que los principales países capitalistas no utilizan más que la mitad o un tercio de sus capacidades productivas. Pero en la esfera de la vivienda, debido al constante crecimiento de la población, la desorganización del aparato económico se manifiesta a pleno. Se necesitan centenas de miles y hasta millones de viviendas en América, Inglaterra, Alemania y Francia. Pero los trabajos necesarios para resolver esas necesidades encuentran dificultades insuperables, provocadas por el empobrecimiento general. El capitalismo europeo debe y deberá ajustarse los cinturones, reducir el alcance de sus operaciones y descender a un nivel más bajo en los próximos años.
Como he dicho, en el cuadro del empobrecimiento general de Europa diferentes países se han arruinado en diferentes proporciones. Consideremos el caso de Alemania, el país que más ha sufrido entre las grandes potencias capitalistas. Citaré algunas cifras fundamentales que caracterizan la situación de Alemania antes y después de la guerra. Estas cifras no son exactas, claro. El cálculo estadístico de la riqueza y de las rentas nacionales es una cosa muy difícil de lograr bajo la anarquía capitalista. Un cálculo real de las rentas y riquezas no será posible más que en los regímenes socialistas, y se expresará en unidades de trabajo humano. Claro que hablamos del régimen socialista bien organizado y funcionando regularmente, que tan lejos estamos todavía de alcanzar. Pero hasta las cifras que no son exactas del todo nos servirán para darnos una idea aproximada de los cambios producidos en la situación económica de Alemania y de los demás países en los últimos seis o siete años.
Se calculaba la riqueza nacional de Alemania antes de la guerra en 225 mil millones de marcos oro, mientras que el ingreso nacional más alto de preguerra fue de 40 mil millones de marcos oro. Como es sabido, en aquella época Alemania se enriquecía velozmente. En 1896 su renta era de 22 mil millones de marcos oro. En dieciocho años (1896-1913) aumentó 18 mil millones, a razón de mil millones por año. Aquellos dieciocho años fueron la época del formidable crecimiento del capitalismo en el mundo entero, y sobre todo en Alemania. Hoy, la riqueza nacional de esta nación se estima en 100 mil millones de marcos oro, y su ingreso en 16 mil, o sea un 40% del que tenía antes de la guerra. Verdad que Alemania perdió una parte de su territorio, pero sus pérdidas más considerables fueron los gastos de guerra y el pillaje sufrido después. El economista Richard Calwer (de Alemania) considera que, tanto en el terreno de la industria como en el de la agricultura, Alemania produce al presente mucho menos de la mitad de lo que producía antes de la guerra. De modo que los cálculos del economista alemán confirman en todos sus puntos las cifras que acabo de citar. Al mismo tiempo, la deuda del Estado alemán aumenta hasta alcanzar los 250 mil millones de marcos; es decir, que es dos veces y media mayor que la riqueza de Alemania. Por otra parte, a este país se le han impuesto unas retribuciones de 132 mil millones de marcos. Si los ingleses y los franceses decidieran tomar esta suma entera e inmediatamente, se verían obligados a meterse en los bolsillos a Alemania, desde las minas de Stinnes hasta los botones de la camisa del presidente Ebert. El papel moneda se cifra actualmente en Alemania en 81 mil millones de marcos. Cinco mil millones apenas se garantizan por las reservas oro. De donde resulta que el valor interior del marco alemán no alcanza ahora más de siete peniques.
Lo cierto es que, después de la guerra, Alemania apareció victoriosa sobre el mercado mundial, exportando a bajo precio sus mercancías. Pero mientras que estos bajos precios dejaban beneficios considerables a los negociantes y exportadores alemanes, representaba a fin de cuentas, la ruina para la población alemana considerada de conjunto. En efecto, el bajo precio en el mercado mundial se obtenía disminuyendo los salarios y dejando morir de hambre a los obreros, haciendo participar al Estado de la compra del pan, tasando de cierta manera los alquileres, lo que provocaba a su vez la detención de la construcción de inmuebles, limitando las reparaciones, etc.. De tal modo, cada artículo alemán arrojado al mercado mundial lleva consigo una parte de la riqueza nacional alemana, contra la cual Alemania no dispone de ningún equivalente.
A fin de «sanear» la economía alemana, es preciso estabilizar su moneda: es decir que hay que detener la emisión de valores papel y disminuir la cantidad de los que están en circulación. Pero para obtener tal resultado hay que renunciar al pago de las deudas, proclamar la quiebra del estado. Sin embargo, esta medida equivale por sí sola a la ruptura del equilibrio, ya que ella implica una transferencia de propiedad de sus actuales poseedores a otras manos, y debe por lo tanto provocar una encarnizada lucha de clases por la nueva distribución del ingreso nacional. Mientras tanto Alemania se empobrece y continúa cayendo.
Tomemos ahora un país victorioso: Francia. Si comparamos la situación actual de Francia con la que tenía durante los años 1918-1919, diremos: «Sí, algunas mejoras se advierten». Citaré ahora algunas cifras que los economistas burgueses franceses están presuntuosamente utilizando en un intento de demostrar que la economía capitalista de este país se ha restaurado. Examinemos por ejemplo, el estado de la agricultura francesa. Francia producía antes de la guerra, 86 millones de quintales métricos de trigo, 52 de avena, 132 de papas por año. El año 1919 ha dado 50 millones de trigo; la cosecha de 1920 ha dado 63. En 1919 se han recolectado 77 millones de quintales de papas; en 1920, 103. Examinemos el estado del ganado: en 1913 Francia contaba con 15 millones de carneros; hoy (1921) tiene 12,8 millones. Había en Francia 7 millones de cerdos en 1913; ahora, 4. Como se ve, la disminución es considerable. Veamos la producción de carbón, base esencial de la industria. En 1913 se extraían en Francia 41 millones de toneladas de carbón, contra 22 millones en 1919 y 25 en 1920. Si tomamos en consideración la producción de Alsacia-Lorena y de la cuenca del Sarre conseguiremos la cifra de 35,6 millones de toneladas en 1919. Por consecuencia, comprobamos aquí un aumento de la producción, que sin embargo está muy lejos de obtener el nivel de antes de la guerra. ¿Por qué medios se ha alcanzado este progreso, por pequeño que sea? En la agricultura se debe sobre todo, al trabajo encarnizado del labriego francés. En el terreno capitalista se ha logrado por el pillaje contra Alemania, a la cual se le han tomado vacas, granos, máquinas, locomotoras, oro y especialmente carbón.
Desde el punto de vista de la economía nacional no hay nada positivo aquí, ningún valor nuevo; se trata principalmente de un desplazamiento de los valores antiguos. Es preciso añadir que las pérdidas de Alemania fueron de una vez y media a dos veces más grandes que las conquistas de Francia.
Vemos, pues, que habiéndole arrebatado Francia a Alemania sus principales distritos de producción metalúrgica y carbonera, aún está lejos de alcanzar su propio nivel de producción de antes de la guerra. Tomemos el comercio exterior francés. El balance comercial caracteriza el equilibrio económico internacional, o sea el estado de los cambios entre diversos países. Un país capitalista considera como favorable su situación si exporta al extranjero más que lo que importa. La diferencia se le paga en oro. Semejante balance se denomina activo. Si un país se ve obligado a importar más que a exportar, su balance es pasivo y le obliga a añadir a las mercancías exportadas una parte de sus reservas-oro. De tal modo, la base de su sistema monetario y de su crédito se arruina. Fijándonos en Francia en los dos últimos años (1919-1920), los dos años que la burguesía francesa ha consagrado al trabajo de »˜reconstrucción»™, veremos que el pasivo comercial de 1919 se cifraba en 24 mil millones, y en 1920 en 13 mil. El burgués francés jamás vio cifras parecidas ni aun en las pesadillas más terribles de antes de la guerra. El pasivo comercial de estos dos años es de 27 mil millones. Durante el primer trimestre de 1921, Francia realizó su balance comercial sin pasivo, o lo que es igual, a que sus exportaciones han sido iguales a sus importaciones. Por esta razón algunos economistas franceses cantaron victoria: «Francia está en vías de reconstruir su equilibrio comercial», se decían. Pero el órgano directivo de la burguesía francesa, Le Temps, escribía sobre esto el 18 de mayo: «Están equivocados. No tuvimos que desembolsar oro durante estos tres meses solamente porque importamos muy pocas materias primas. Pero esto simplemente significa, que en la última parte del año exportaremos pocos productos manufacturados en base a materias primas extranjeras en general y americanas en particular. Por lo tanto, si hemos tenido un balance comercial favorable en estos tres meses, en el próximo período el déficit comercial empezará ineludiblemente a crecer.»
Antes de la guerra había menos de 6 mil millones de francos en billetes en circulación: actualmente pasan de los 38 mil. En lo que concierne al poder de compra del franco, el mismo periódico Le Temps hace observar que hacia fines de marzo, cuando ya la crisis había comenzado en el mundo entero, los precios en América aumentaron en un 23%; es decir, menos de un cuarto en relación con los de antes de la guerra, mientras que en Francia aumentaron un 260%, o sea más de tres veces y media que los de antes de la guerra. Esto significa que el poder de compra del franco ha disminuido. Examinaremos ahora el presupuesto francés. Se divide en dos partes: ordinario y extraordinario. El ordinario se valúa en 23 mil millones de francos, cifra desconocida antes ¿Adónde van esas sumas monstruosas? Quince mil millones se destinan a cubrir los intereses de las deudas, cinco mil millones al ejército; total 20 mil millones. Esto es cuanto el estado francés se apresta a sacar del contribuyente. En realidad, sólo alcanza a obtener 17 mil quinientos millones. Por lo tanto el ingreso normal del gobierno no basta para pagar los intereses y mantener el ejército. Nosotros vemos aún gastos extraordinarios: más de 5 mil millones para las tropas de ocupación y toda clase de retribuciones y reconstrucciones consecutivas a la guerra. Estos gastos son inscriptos a cuenta de Alemania. Pero es bastante autoevidente, que a medida que pasa el tiempo, Alemania es cada vez menos capaz de pagarlos. Entretanto el Estado francés continúa viviendo gracias a los nuevos empréstitos o imprimiendo papel moneda. León Chavenon, uno de los periodistas financieros franceses más autorizados, director de un periódico económico muy importante, L'Information, preconiza la supresión continua del papel moneda declarando: «No evitaremos esta necesidad sino por medio de una quiebra declarada.» De tal manera, no existen más que dos eventualidades: una quiebra disfrazada, gracias a la impresión ilimitada de papel moneda o una quiebra franca. He aquí que estamos en Francia, un país victorioso que, en mitad de una Europa en ruinas, se encuentra en una situación favorable, en el sentido que ella pudo y puede reconstituir su equilibrio a costa de Alemania. La situación de Italia y de Bélgica no es mejor que la de Francia.
Pasemos ahora al país más rico y poderoso de Europa: Gran Bretaña. Durante la guerra nos acostumbramos a decir que Inglaterra se enriquecía con la guerra, que la burguesía inglesa llevó a Europa a la guerra, y que se calentaba al calor del fuego que atizó. Lo cual era verdad hasta cierto punto. Inglaterra se enriqueció en el primer período de la guerra pero empezó a perder en el segundo. El empobrecimiento de Europa, especialmente de Europa Central sirvió para romper las relaciones comerciales entre Inglaterra y el resto del continente. Esta circunstancia debía, a fin de cuentas, afectar terriblemente a la industria y a las finanzas de Inglaterra, y la afectó. Además, Inglaterra debió soportar gastos formidables debidos a la guerra. Se encuentra actualmente en decadencia y ésta se acentúa cada vez más. El hecho que cito puede ser ilustrado por medio de cifras relativas a la industria y al comercio, pero no existe ningún género de duda, y tiene su completa expresión en la serie de declaraciones oficiales de los banqueros e industriales ingleses más notables. En el transcurso de marzo, de abril y de mayo, han publicado en los periódicos ingleses las cuentas de las asambleas anuales de las sociedades por acción, de las bancas, etc. Esas asambleas, en las cuales los directores de las empresas han leído sus informes sobre la situación general de los negocios del país, o bien de sus ramas de industria respectivas, ofrecen documentación sumamente instructiva. He reunido una gran cantidad de esos informes. Atestiguan todos lo mismo: la renta nacional de Inglaterra, el conjunto de las rentas de los ciudadanos del mismo Estado, es menor que antes de la guerra.
Inglaterra se empobrece. La productividad del trabajo disminuye. Su comercio internacional ha bajado en 1920 en relación con el del año anterior al de la guerra, en al menos un tercio, y en ciertas ramas (las más importantes) mucho más todavía. Semejante cambio es muy notable, sobre todo en la industria del carbón, que representaba la rama principal de la economía inglesa o, mejor, la base de todo el sistema económico mundial de Inglaterra: el monopolio carbonero constituía la raíz del poder, el vigor y la prosperidad de todas las otras ramas de la industria inglesa. Ningún rastro de tal monopolio subsiste hoy. He aquí los datos relativos al estado de la economía que nos ocupa: en 1913, las minas inglesas dieron 287 millones de toneladas de carbón; en 1920, se extrajeron 233, lo que representa un 20% menos. En 1913 la producción de hierro de Inglaterra llegó a 10,4 millones de toneladas; en 1920, poco más de ocho millones, otro 20% de menos. Exportaba, en 1913, 73 millones de toneladas de carbón, y en 1920 apenas 25, un tercio del total de preguerra. Pero la crisis de la industria y de la exportación de carbón en 1921 tomó terribles proporciones. Se extrajeron en enero 19 millones de toneladas; en febrero 17; en marzo 16. Enseguida sobreviene la huelga general durante la cual la extracción del carbón se reduce casi a cero. La exportación en los primeros cinco meses de 1921 es seis veces menor que la del período correspondiente del año 1913. La explotación del mes de mayo de 1921, calculada en dinero, es tres veces menor que la del mes de mayo de 1920. La deuda nacional de Inglaterra se cifraba el 1 de agosto de 1914 en 700 millones de libras esterlinas; el 4 de junio de este año alcanzaba los 7.709 millones. Aumentó once veces. El presupuesto se ha triplicado.
El derrumbamiento de la economía inglesa ha encontrado su más gráfica expresión en que una libra esterlina ya no es más una libra esterlina. En el mercado financiero mundial siempre ocupó la libra una situación preponderante. Las divisas de los demás países se conformaban al valor de la libra, que los ingleses llaman soberano. En este momento, la libra ha perdido su papel director. Su plaza es ocupada por el dólar, dueño actual del mercado financiero. La libra esterlina ha perdido ante el dólar un 24 por ciento de su valor nominal. Tal es la situación de Inglaterra, el país más rico de Europa, el que menos ha sufrido militarmente, y el que más se enriqueció en el primer período de la guerra.
Los datos que acabamos de citar caracterizan suficientemente la situación de Europa entera. De los países que participaron en la guerra, Austria ocupa un polo a título de país que más ha sufrido (sin hablar de Rusia), e Inglaterra ocupa el polo opuesto. Entre estos dos países se encuentran: Alemania, Italia, Bélgica, Francia. Los países balcánicos se han arruinado completamente y han vuelto al estado de barbarie económico-cultural. En lo que concierne a los países neutrales, sin duda que se enriquecieron al principio de la guerra; pero, no pudiendo jugar un papel económico autónomo (porque estaban intercalados entre las grandes potencias, de las cuales dependían económicamente) la ruina de los principales estados de Europa, tuvo como corolario enormes dificultades económicas para los países neutrales que también rebajaron el nivel que alcanzaron en el primer período de la guerra.
Así, la fortuna de Europa en su conjunto, en cuanto comprende la cantidad de riquezas materiales producidas por la población europea entera, ha caído en al menos un tercio comparado con los tiempos de preguerra. Lo fundamental, como dije, es la ruina de la organización productora. El campesino no encuentra abonos químicos, instrumentos de arar, máquinas agrícolas; el propietario de minas, deseando alcanzar los precios más elevados para su carbón, no renueva su maquinaria; los depósitos de locomotoras se vacían, las vías férreas no reponen suficientemente su material, etc. Como consecuencia de las circunstancias, la trama de la vida económica se hace más débil, más leve, menos resistente. ¿Qué hacer para medir estos fenómenos, cómo darnos cuenta? La estadística capitalista es insuficiente para esto. Un inventario semejante, esto es, un inventario en términos de los valores de las condiciones productivas, no de una empresa aislada, sino de países enteros y del conjunto de Europa, indudablemente mostraría que los regímenes de guerra y postguerra sobrevivieron y sobreviven a expensas del capital productivo básico de Europa. Lo cual quiere decir, por ejemplo, que Alemania en lugar de emplear 50.000 obreros para mejorar el estado de sus minas, ocupa 50.000 obreros más para extraer el carbón que debe entregar a Francia. Por otra parte, Francia tiende a exportar la mayor cantidad posible de productos extranjeros, para disminuir su déficit comercial, descuidando a su vez su equipamiento en las proporciones necesarias. Y todo esto concierne a todos los países de Europa, pues Europa tiene, en su conjunto, un balance comercial deficitario, pasivo. El debilitamiento de las bases de la economía europea será mayor mañana de lo que fue ayer, y de lo que es hoy.
El gran topo de la historia roe los cimientos de la estructura económica de Europa.
Si pasamos al otro hemisferio, un cuadro distinto se nos ofrece. El desarrollo de América ha seguido una dirección diametralmente opuesta, pues se ha enriquecido enormemente en este tiempo. Tomó parte en la guerra, a título de proveedor. Verdad que también ha tenido algunos gastos con la guerra; pero esos gastos parecen insignificantes si los comparamos, no sólo con los beneficios de la guerra, sino con todas las ventajas que el desarrollo económico de América ha sacado de la guerra. Los Estados Unidos han encontrado en Europa algo más que un mercado casi ilimitado, en el cual se le compraba en firme, pues a la vez se han desembarazado, por largos años, de sus competidores en el mercado mundial: Alemania e Inglaterra, que soportaron el peso mayor de la guerra. Hasta la misma guerra, la mayor parte de las exportaciones americanas, dos tercios del total, consistían de productos agrícolas y materias primas. En el curso de la guerra, la exportación de los Estados Unidos aumentó sin cesar y con rapidez febril. Basta decir que el excedente de sus exportaciones sobre sus importaciones en seis años (1915-1920) se calcula en 18 mil millones de dólares. A la vez, el carácter de sus exportaciones ha cambiado radicalmente. Hoy los Estados Unidos exportan 60% de productos manufacturados y solamente 40% de productos agrícolas, comestibles y materias primas.
A fin de fijar el papel actual de los Estados Unidos en la economía mundial, citaré las siguientes cifras fundamentales:
El 6% de la humanidad habita el territorio de los Estados Unidos, que ocupan el 7% de la superficie terrestre; el 20% de la producción global de oro se encuentra en este país; los Estados Unidos poseen el 30% del tonelaje de la flota comercial del mundo, mientras que antes de la guerra sólo tenían un 5%. La producción del acero y del hierro constituye, en los Estados Unidos, un 40% de la producción mundial; la del plomo, 49%, la de la plata, 40%; del zinc, 50%; del carbón, 45%; del aluminio 60%, otro tanto del cobre y del algodón; del petróleo, de 66 a 70%, del maíz, 75%, y de los automóviles, 85%. Existen hoy en el mundo entero diez millones de automóviles; de ellos, América posee ocho millones y medio, y el resto del mundo, 1.400.000. En América se cuenta un auto por cada doce habitantes.
Así también el dominio sobre el mercado del carbón ha pasado definitivamente de Inglaterra a los Estados Unidos. La superioridad de éstos en el terreno del petróleo, que desempeña un papel cada vez mayor en la industria y en la guerra, no es menos aplastante. Pero el cambio no sólo se ha operado en la industria y el comercio mundiales, alcanza también al mercado financiero. El usurero principal del mundo de preguerra era Inglaterra; enseguida venía Francia. El mundo entero, incluyendo a América, le debía. Por el contrario, en este momento, el único país que a nadie debe y al que todo el mundo le debe son los Estados Unidos. Europa, los Estados europeos, las ciudades y las empresas deben a los Estados Unidos 18 mil millones de dólares oro. Y esto es sólo el comienzo. Cada día que pasa aumenta esa deuda en 10 millones de dólares gracias a los intereses impagos y a la apertura de nuevos créditos. De tal modo, el dólar se ha convertido en el «soberano» del mercado financiero mundial. Antaño, al presentarse el dólar en el mercado, decía: «Valgo, poco más o menos, un quinto de libra esterlina.» En lo que respecta a esta última, no necesitaba presentación: existía como libra esterlina sencillamente. Ahora la situación ha cambiado. Hoy, la libra esterlina, como las demás unidades monetarias, necesita un pasaporte, y en él se dice que la libra esterlina no es eso en realidad, sino que vale un cierto número de dólares (casi un cuarto menos de lo que marcaban los indicadores financieros de antes de la guerra). Casi la mitad del oro mundial, que sirve de base al sistema monetario, se concentra en los Estados Unidos: ¡cerca de la mitad de las reservas-oro del mundo!
Tal es la situación de América del Norte después de la guerra. ¿De qué modo se ha establecido? Se fundó sobre el mercado de guerra de Europa, que era ilimitado y que pagaba a cualquier precio. En las colonias inglesas, en Asia, en ífrica, en América del Sur, los Estados Unidos tenían competidores. Como en su mayoría han desaparecido, los Estados Unidos pueden desenvolverse sin trabas. Durante siete años hemos asistido a un cambio completo en el dominio de la división del trabajo en el mundo entero. Durante más de cuatro años, Europa fue una hoguera en la que ardían sus rentas y su mismo capital; en esa hoguera, la burguesía americana calentaba sus manos. La potencia productora de América crece incesantemente; pero el mercado cesó de existir, porque Europa se arruinó y no encuentra el medio de comprar las mercancías americanas. Es como si Europa hubiera ayudado con todas sus fuerzas a América a subir a la más alta cima, para luego sacar la escalera.
Japón aprovechó también el tiempo de guerra, y su capitalismo hizo grandes progresos que, sin embargo, no pueden compararse con el desarrollo de los Estados Unidos. Ciertas ramas de la industria japonesa han crecido con la velocidad de plantas en invernadero. No obstante, aunque Japón haya sido capaz de desarrollar rápidamente ciertas ramas de su industria, gracias a la ausencia de competidores, no podrá guardar las posiciones conquistadas después que algunos de sus rivales hayan reaparecido en el mercado. La cifra general de obreros y obreras japoneses (el trabajo femenino alcanzó rápida difusión en el Japón) se calcula en 2.370.000, de los que 270.000 (casi el 12%) están sindicalizados.
En los países coloniales y semicoloniales, en las Indias orientales, en la China, el capitalismo hizo grandes conquistas en los últimos años. Antes de la guerra, Asia producía 56 millones de toneladas de carbón; en 1920 llegó a los 76 millones, o sea 36% de más.
El mundo sufre en este momento una crisis muy dura, que comenzó en la primavera de 1920 en Japón y América, países que estaban progresando en este último período. The Economist, el más autorizado periódico inglés sobre economía, relataba de manera curiosa el principio de la crisis. Es un episodio muy interesante. El obrero americano, vedlo, se enriquece y se pone a comprar camisas de seda, cuya fabricación constituye la más importante de las ramas de la industria textil japonesa. La industria japonesa de la seda se desarrolló enormemente en poco tiempo; pero el poder adquisitivo de los obreros es limitado, y cayó súbitamente cuando la industria americana comenzó su reconversión a raíz de la paz. Se produce entonces una aguda crisis en la industria sedera japonesa. Otros aspectos de la industria han sido, a su vez, conmovidos por la misma crisis que atravesó el océano y estalló en América, alcanzando en el momento presente proporciones desconocidas en la historia del capitalismo. De manera que lo que comenzó por una cosa insignificante, por una minúscula camisa de seda, ha terminado en un gran desastre; los precios han caído con rapidez vertiginosa, las fábricas cerraron sus puertas y arrojaron a la calle a sus obreros. Actualmente, pasan de seis millones los obreros sin trabajo.
El episodio relativo a las camisas de seda juega en la historia de la crisis casi el mismo papel que el aletazo que provoca el vendaval. No hay duda de que éste estaba a punto de producirse, sin embargo, el episodio es aún más interesante bajo este aspecto que caracteriza la mejoría cierta de la situación material de algunas categorías obreras americanas durante los años pasados. Gran parte de los ocho millones y medio de automóviles pertenecen a obreros calificados, pero hoy y sobre todo en el próximo período, los obreros americanos no tendrán los medios para automóviles y camisas de seda.
Vemos, pues, una crisis en Europa y otra en América. Pero son bien distintas. Europa se arruina, América se enriquece. La organización productiva de América está, relativamente, en buen estado. Sus fábricas son de primera clase, su equipamiento y suministros están cerca. Es cierto que la calidad de sus productos ha bajado durante la guerra, sus vías férreas no se encuentran en perfecto estado; sus capitalistas se preocupan, sobre todo del transporte de sus mercancías hacia los puertos de Oriente; pero, en general, no sólo ha conservado América su envergadura económica, sino que la ha acrecentado.
La demanda de Europa ha disminuido; nada puede dar a cambio de las mercancías americanas. El centro de gravedad de la economía mundial se ha pasado de golpe a América y, en parte, al Japón. Si Europa sufre anemia, América sufre congestión. Esta anormal incongruencia entre las condiciones de las economías europeas y americanas (una ruinosa incongruencia para ambos lados) encuentra su más gráfica expresión en la esfera del transporte por mar. En esta esfera como en tantas otras, la posición dominante antes de la guerra pertenecía a Inglaterra. Concentraba en sus manos cerca del 50% del tonelaje mundial. Buscando asegurar su dominio en todos sentidos, los Estados Unidos se han dedicado a construir su flota de guerra tan rápidamente como desarrollaron su comercio durante la guerra. Su tonelaje, que no pasaba de tres o cuatro millones, se calcula hoy (1921) en quince millones, casi igual al de Inglaterra.
El tonelaje mundial aumentó en el curso de este último año cerca de un quinto, y no obstante, la industria y el comercio del mundo están en baja. No hay nada que transportar. La anemia de Europa y la congestión de América paralizan del mismo modo los transportes del Atlántico.
Los economistas burgueses y los reformistas, que tienen interés en presentar la situación del capitalismo bajo un aspecto favorable, dicen: «La crisis actual no prueba nada por sí misma. Por el contrario es un fenómeno normal. Después de la guerra presenciamos un boom industrial, y ahora una crisis; por lo tanto el capitalismo vive y se desenvuelve.» En efecto, el capitalismo vive por crisis y booms, así como un ser humano vive por inhalar y exhalar. Primero hay un boom en la industria, luego una paralización, luego una crisis, seguida por una paralización en la crisis, luego una mejora, otra paralización, y así continúa.
La alternancia de las crisis y los booms, con todos sus estados intermedios, constituye un ciclo o uno de los grandes ciclos del desarrollo industrial. Cada ciclo abarca un período de ocho, nueve, diez, once años. Si estudiamos los ciento treinta y ocho últimos años, percibimos que a este período corresponden dieciséis ciclos. A cada ciclo corresponde, en consecuencia, poco menos de nueve años: ocho años cinco octavos. Por razón de sus contradicciones interiores, el capitalismo no se desarrolla en línea recta, sino de manera zigzagueante: ora se levanta, ora cae. Es precisamente este fenómeno el que permite decir a los apologistas del capitalismo: «Desde que observamos luego de la guerra una sucesión de booms y crisis, se desprende que todas las cosas están trabajando juntas para lo mejor del capitalismo.» Sin embargo la realidad es otra. El hecho que el capitalismo continúe oscilando cíclicamente luego de la guerra indica, sencillamente, que aún no ha muerto y que todavía no nos enfrentamos con un cadáver. Hasta que el capitalismo no sea vencido por una revolución proletaria, continuará viviendo en ciclos, subiendo y bajando. Las crisis y los booms son propios del capitalismo desde el día de su nacimiento; le acompañarán hasta la tumba. Pero para definir la edad del capitalismo y su estado general, para establecer si aún está desarrollándose, o si ya ha madurado, o si está en decadencia, uno debe diagnosticar el carácter de los ciclos, tal como se juzga el estado del organismo humano, según el modo como respira: tranquila o entrecortadamente, profundo o suave, etc.
El fondo mismo de este problema, camaradas, puede ser presentado de la siguiente manera: tomemos el desarrollo del capitalismo (el progreso en la extracción del carbón, la fabricación de telas, la producción del hierro, la fundición, el comercio exterior, etc.) en los últimos ciento treinta y ocho años, y representémosle por una curva. Si en los movimientos de esta curva, nosotros expresamos el curso real del desarrollo económico, encontraremos que esta curva no oscila hacia arriba en un arco ininterrumpido, sino en zigzags, curvándose hacia arriba y hacia abajo en correspondencia con los respectivos booms y crisis. Entonces, la curva del desarrollo económico es un compuesto de dos movimientos: uno, primario, que expresa el crecimiento ascendente del capitalismo; y otro, secundario, que corresponde a las oscilaciones periódicas constantes, relativas a los dieciséis ciclos de un período de ciento treinta y ocho años. En ese tiempo, el capitalismo ha vivido aspirando y expirando de manera diferente, según las épocas. Desde el punto de vista del movimiento de base, es decir, desde el punto de vista del progreso y decadencia del capitalismo, la época de 138 años [133, incorrecto en el original inglés, N. del T.] puede dividirse en cinco períodos: de 1781 a 1851, el capitalismo se desarrolla lentamente, la curva sube penosamente; después de la revolución de 1848, que ensancha los límites del mercado europeo, asistimos a un punto de ruptura. Entre 1851 y 1873, la curva sube de golpe. En 1873, las fuerzas productivas desarrolladas chocan con los límites del mercado. Se produce un pánico financiero. Enseguida, comienza un período de depresión que se prolonga hasta 1894. Las fluctuaciones cíclicas tienen lugar durante este tiempo; pero la curva básica queda al mismo nivel, aproximadamente. A partir de 1894 empieza un nuevo boom capitalista hasta la guerra, casi, la curva sube con vertiginosa rapidez. Al fin, el fracaso de la economía capitalista en el curso del quinto período tiene efecto a partir de 1914.
¿Cómo se combinan las fluctuaciones cíclicas con el movimiento primario? Claramente se ve que, durante los períodos de desarrollo rápido del capitalismo, las crisis son breves y de carácter superficial mientras que las épocas de boom, son prolongadas. En el período de decadencia, las crisis duran largo tiempo y los éxitos son momentáneos, superficiales, y están basados en la especulación. En las horas de estancamiento, las oscilaciones se producen alrededor de un mismo nivel.
He aquí, pues, cómo se determina el estado general del capitalismo, según el carácter particular de su respiración y de su pulso.
Después de la guerra se creó una situación económica indefinida. Pero, a partir de la primavera de 1919, comenzó el boom: los mercados de valores se pusieron activos (los precios subieron con la rapidez de una columna de mercurio en el agua hirviente). ¿La industria? Siguió bajando en el Centro, en el Este y en el Sudeste de Europa, como lo prueban las cifras antedichas. En Francia, gracias al saqueo de Alemania, tuvo lugar una cierta mejoría. En Inglaterra, en parte estancamiento, en parte depresión, con la sola excepción de su flota comercial, cuyo tonelaje aumentó en la misma proporción en que bajaba el comercio. Entonces, el boom en Europa tuvo en general un carácter semificticio y especulativo, que fue el índice no del progreso, sino, por el contrario, de una nueva baja de la economía. En los Estados Unidos, después de la guerra, disminuyó la industria de guerra, hasta que se transformó en industria de paz. Puede comprobarse un resurgimiento en la industria del carbón, del petróleo, de los automóviles y de la construcción naval.
El camarada Varga, en su magnífico folleto, observa con justicia: «Que el boom de postguerra ha tenido carácter especulativo se comprueba del modo más sencillo con el ejemplo de Alemania. Mientras los precios en un año y medio se septuplicaron, la industria alemana retrocedió... Su oportunidad era favorable a la venta: el resto de los stocks en el mercado interno se exportaba al extranjero a precios que desafiaban toda competencia.»
El alza más considerable de los precios tuvo lugar en Alemania, donde la industria continuaba descendiendo. Los precios aumentaron menos en los Estados Unidos, cuya industria seguía levantándose. Entre Alemania y los Estados Unidos se sitúan Francia e Inglaterra.
¿Cómo se realiza, cómo se explica el boom? En primer término, por causas económicas: las relaciones internacionales han sido reanudadas, aunque en proporciones restringidas, y por todas partes observamos demandas de las mercancías más variadas. En segundo término por causas político-financieras: los gobiernos europeos sintieron un miedo mortal por la crisis que se produciría después de la guerra, y recurrieron a todas las medidas para sostener el boom artificial creado por la guerra durante el período de desmovilización. Los gobiernos continuaron poniendo en circulación papel moneda en gran cantidad, lanzándose en nuevos empréstitos, regulando los beneficios, los salarios y el precio del pan, cubriendo así una parte de los salarios de los obreros desmovilizados, disponiendo de los fondos nacionales, creando una actividad económica artificial en el país. De este modo, durante todo este intervalo, el capital ficticio seguía creciendo, sobre todo en los países cuya industria bajaba.
No obstante, el boom ficticio de postguerra ha tenido serias consecuencias políticas: puede decirse, fundadamente, que ha salvado a la burguesía. Si los obreros desmovilizados hubieran tenido que sufrir, desde el principio, el desempleo, el decaimiento del nivel de vida comparado con el de antes de la guerra, los resultados hubieran sido fatales para la burguesía. El profesor inglés Edwin Cannan escribió sobre esto en un balance de fin de año, en el Manchester Guardian: «La impaciencia de los hombres que vuelven del campo de batalla es muy peligrosa», y explica juiciosamente la transición favorable a través del período más grave de la postguerra (1919), por el hecho que el gobierno y la burguesía, a través de esfuerzos conjuntos, pospusieron y demoraron la crisis, creando una prosperidad artificial mediante la ulterior destrucción del capital europeo básico.
«Si [dijo Cannan] la situación económica de enero de 1919 hubiera sido igual a la de 1921, la Europa occidental podría haber caído en el caos.» La fiebre de la guerra duró aún un año y medio y la crisis no comenzó hasta que la masa de los obreros y de los campesinos desmovilizados se había dispersado en el país.
Habiendo llegado al fin de la desmovilización y resistido el primer choque de las masas obreras, la burguesía después de un momento de pánico y desorden, recobró su confianza. Parece que solamente a partir de este momento empezaba una época de gran prosperidad que no tendría fin. Los representantes más notables de la política y de las finanzas inglesas, propusieron un empréstito internacional de dos mil millones de libras para los trabajos de reconstrucción. Se creía que sobre Europa iba a caer una lluvia de oro, para crear una prosperidad universal. De este modo, la ruina de Europa, la destrucción de las ciudades y los pueblos se cambiaba, gracias a la cifra fabulosa del empréstito, en riqueza, aunque esta cifra por sí misma no fuese sino el símbolo de la miseria. Sin embargo, la realidad obligó a la burguesía a abandonar enseguida sus fantasías. Ya he dicho de qué forma empezó la crisis en Japón (mes de marzo), en Estados Unidos (abril) y se extendió enseguida a Inglaterra, Francia, Italia y, en la segunda mitad del año, al mundo entero. De cuanto se ha dicho hasta ahora se deduce que no asistimos en este momento a simples fluctuaciones en el curso de un ciclo industrial recurrente sino al arreglo de cuentas relativo a los gastos y ruinas de la guerra y de la postguerra.
En 1913 las importaciones netas de todos los países se calculaban entre 65 y 70 mil millones de marcos oro. En esa suma, la parte de Rusia era de dos mil quinientos millones, la de Austria-Hungría de tres, la de los países balcánicos de uno, la de Alemania de once. Constituían, pues, las importaciones, de la Europa Central y Oriental el cuarto de las del mundo entero. Actualmente todos esos países importan menos de la quinta parte de lo que importaban antes de la guerra. Las cifras caracterizan suficientemente la capacidad de compra que hoy tiene Europa.
¿Cuáles son las perspectivas económicas inmediatas?
Es evidente que América se verá obligada a disminuir su producción, no teniendo la posibilidad de reconquistar el mercado europeo de antes de la guerra. Por otro lado, Europa no podrá reconstruir sus regiones más devastadas ni las ramas más importantes de su industria. Por cuya razón asistiremos en el futuro a un retorno penoso al estado económico de antes de la guerra, y a una dilatada crisis: al marcado estancamiento en algunos países y en ramas de las industrias particulares; en otros, a un desarrollo muy lento. Las fluctuaciones cíclicas seguirán teniendo lugar, pero en general, la curva del desarrollo capitalista no se inclinará hacia arriba sino hacia abajo.
La relación recíproca entre el boom y la crisis en la economía y el desarrollo de la revolución es de gran interés para nosotros no sólo desde el punto de vista de la teoría sino desde el práctico. Muchos de ustedes recordarán que Marx y Engels, escribieron en 1851 (cuando el boom estaba en su cima), que era necesario reconocer en ese momento que la revolución de 1848 había terminado o al menos había sido interrumpida hasta una nueva crisis. Engels escribió que la crisis de 1847 era la madre de la revolución y que el boom de 1849-1851 había favorecido la marcha victoriosa de la contrarrevolución. A pesar de todo, sería sin embargo, falso e injusto interpretar estos juicios en el sentido de que una crisis invariablemente engendra una acción revolucionaria y que los booms, en cambio, pacifican a la clase obrera. La revolución de 1848 no nació de la crisis; ésta no le prestó más que su impulso. En realidad, la revolución fue provocada por la contradicción entre las necesidades del desarrollo capitalista y las cadenas que el Estado político y social semifeudal le habían impuesto. La revolución de 1848, parcial e indecisa, borró sin embargo las últimas huellas del régimen de servilismo y de gremios y ensanchó el límite del desarrollo capitalista. íšnicamente en estas condiciones pudo ser considerado el boom de 1851 como el principio de un crecimiento capitalista prolongado hasta el año 1873. ¿Puede alcanzarse el mismo resultado a partir del ascenso económico de 1919-1920? No. Ningún ensanchamiento del límite del desarrollo capitalista entra en cuenta. ¿Quiere esto decir entonces que en el futuro se halla excluido todo boom comercial-industrial? ¡De ninguna manera! Ya he dicho que en tanto el capitalismo sigue vivo, continua inhalando y exhalando. Pero durante el período en que hemos ingresado, período de retribuciones por la destrucción y la ruina de la guerra, período de regreso al viejo estado económico, todo resurgimiento tiene que ser superficial, puesto que será provocado por la especulación, mientras que las crisis serán más largas y profundas.
En tal caso, el restablecimiento del equilibrio capitalista sobre nuevas bases, ¿es posible? Si admitimos por un momento que la clase obrera no se alzará en una lucha revolucionaria, sino que le dará la oportunidad a la burguesía de dirigir los destinos del mundo durante largos años, digamos dos o tres décadas, entonces, con toda seguridad será restaurado algún tipo de equilibrio. Europa sufrirá retrocesos. Millones de obreros europeos morirán de hambre. Los Estados Unidos tendrán que reorientarse en el mercado mundial, reducir su industria, retroceder durante largo tiempo. Después del establecimiento de nuevas divisiones del trabajo en el mundo por semejante vía dolorosa, en quince, veinte, veinticinco años, acaso pueda comenzar una nueva época del resurgimiento capitalista.
Mas, todo este razonamiento es abstracto y enfoca sólo un aspecto de la cuestión. Presentamos aquí el problema como si el proletariado hubiera cesado de luchar. Sin embargo, no se puede siquiera hablar de esto, aunque sólo sea por la razón de que las contradicciones de clase se han agravado en extremo precisamente durante los últimos años.
La evolución económica no es un proceso automático. Hasta aquí he hablado de las bases de producción, pero las cosas no quedan ahí. Sobre estas bases viven y trabajan los hombres, y es para estos hombres para quienes la revolución se realiza. ¿Qué ha ocurrido en el dominio de las relaciones entre los hombres, o mejor dicho, entre las clases? Hemos visto que Alemania y ciertos países de Europa han sido arrojados, en lo que concierne a su nivel económico, a veinte o treinta años atrás. Y desde el punto de vista social, en el sentido de clase ¿han retrocedido también? En absoluto. Las clases, en Alemania, el número de los obreros y su concentración, la organización del capital, todo se desenvolvió antes de la guerra gracias a la prosperidad de los últimos años, y este desenvolvimiento hace progresos aún: durante la guerra, a consecuencia de la intervención del Estado, y después de la guerra a causa de la fiebre de especulación y del cúmulo de capitales. Asistimos a dos procesos de la evolución económica: la riqueza nacional y las rentas nacionales disminuyen, mientras que el desarrollo de las clases aumenta. El número de proletarios aumenta, los capitales se concentran en cada vez menos manos, las bancas se fusionan, las empresas industriales se concentran en trusts. Todo lo cual determina que se haga inevitable la lucha de clases, cada vez más aguda, como resultado de la reducción de las rentas nacionales. Cuanto más se restrinja la base material, más crecerá la lucha entre las clases y los diferentes grupos por el reparto de las rentas nacionales. No hay que olvidar nunca esta circunstancia. Si Europa, en relación con sus riquezas nacionales, ha retrocedido treinta años, eso no quiere decir que se haya rejuvenecido treinta años. Por el contrario, se ha arruinado como si fuera treinta años más vieja, y desde el punto de vista de la lucha de clases ha envejecido trescientos años. Así, pues, se ofrecen las relaciones entre el proletariado y la burguesía.
Se dijo en el primer período de la guerra que ésta enriquecía a los campesinos del mundo europeo. En efecto, el Estado tenía extrema necesidad de pan y de carne para su ejército. Por esos productos se pagaban precios locos que subían sin cesar, y los campesinos llenaban sus bolsillos de billetes de banco. Con el papel moneda que cada día se desvalorizaba más, pagaban los labriegos sus deudas contraídas en moneda de oro. Verdaderamente, ésta era para ellos una operación ventajosa.
Los economistas burgueses pensaron que tal prosperidad de la economía campesina aseguraría, después de la guerra, la estabilidad del capitalismo. Pero se equivocaron. Los campesinos liquidaron sus hipotecas, mas la economía agrícola no consiste en pagar al banco cuanto se le debe. Consiste, además, en trabajar la tierra, en abonarla, en acrecentar el material de labranza, en recoger buenas cosechas, en mejorar la técnica, etc. Todo lo cual, o no se ha hecho, o ha costado muchísimo dinero. Por otra parte, la mano de obra faltaba, la agricultura decrecía, y después de un momento de prosperidad semificticia, los campesinos comenzaron a arruinarse. Este fenómeno se comprueba, aunque en diferentes proporciones, en toda Europa y sobre todo, en América. Los agricultores americanos, canadienses, sudamericanos y australianos comenzaron a sufrir terriblemente a partir del día en que se dieron cuenta que Europa, arruinada, ya no podía comprarles trigo. El precio del trigo bajó. Cierto mar de fondo se comenzó a notar entre los agricultores, y pasó a propagarse al mundo restante. Así fue cómo el campesino cesó de ser el mantenedor del orden. La clase obrera tiene la posibilidad de arrastrar con ella a la lucha a una parte de los campesinos (campesinos pobres), y de neutralizar a otra (campesinos medios), y de aislar y paralizar a los campesinos ricos.
Los reformistas habían contado mucho con la llamada clase media. Los ingenieros, los técnicos, los médicos, los abogados, los contadores, los empleados, los funcionarios, etc., forman una capa social media conservadora entre el capital y el trabajo, y que, siguiendo a los reformistas, está destinada a reconciliar a las dos partes y a dirigir, al mismo tiempo que sostener, el régimen democrático.
Durante la guerra, y después de ella, esta clase sufrió casi más que los obreros; es decir, que el nivel de su vida ha bajado más que el de la clase obrera. La disminución del poder de compra del dinero, la desvalorización del papel moneda, es la causa principal de tal estado de cosas. En todos los países de Europa apareció un gran descontento entre los pequeños y medianos funcionarios, como entre los intelectuales técnicos. En Italia, por ejemplo, tiene ahora lugar una huelga de funcionarios. Evidentemente los funcionarios, empleados de banco, etc., no constituyen una clase proletaria, pero sí han perdido su antiguo carácter conservador. No sostienen el Estado, mientras que otros quebrantan y minan su organización gracias a su descontento y a sus protestas.
El descontento de los intelectuales burgueses crece aún por culpa de sus ligaduras con la pequeña y mediana burguesía industrial y comercial. Esta última se siente frustrada y perdida. La alta burguesía, unida en sus trusts, continúa enriqueciéndose a pesar de la ruina del país. Se apodera de una parte cada vez más grande de las rentas nacionales, que disminuyen cada día más. La burguesía ajena a los trusts y la moderna clase media, declinan también.
En lo que concierne al proletariado, es muy probable que, a pesar de la baja del nivel de su existencia, la parte general que sobresale sobre la renta nacional declinante sea mayor ahora que antes de la guerra. En cuanto al obrero, no se preocupa de las estadísticas, pero se interesa de la baja del nivel de su existencia y se esfuerza en aumentar su parte del ingreso nacional. Así los campesinos están descontentos de la decadencia de la economía agrícola; los intelectuales se arruinan; la burguesía (mediana y pequeña) está arruinada e irritada. La lucha de las clases se hace más aguda.
Las relaciones internacionales juegan un papel muy importante en la vida del mundo capitalista, el cual lo ha notado claramente durante la guerra mundial. En este momento, cuando abordamos la cuestión de saber si el capital está o no en vías de restablecer su equilibrio mundial, es preciso que veamos en qué condiciones internacionales se produce este trabajo de reconstrucción. No es difícil convencerse de que las relaciones internacionales se volvieron mucho menos adaptadas al desarrollo «pacífico» del capitalismo, de lo que eran antes de la guerra.
¿Por qué estalló la guerra? Porque las fuerzas productivas se sentían oprimidas en los límites de los estados capitalistas más potentes. La tendencia del capital imperialista consistía en suprimir las fronteras políticas y apoderarse de toda la tierra; suprimir las aduanas, los tabiques que detenían el progreso de las fuerzas productoras. Tal es la base económica del capitalismo y tales han sido las causas de la guerra. ¿Y el resultado? Europa es ahora más rica en fronteras y en aduanas de lo que jamás fue. Se ha fundado un gran número de pequeños estados. Una docena de líneas aduaneras atraviesan hoy el territorio de la ex Austria-Hungría. El inglés Keynes llamó a Europa casa de locos, y en efecto, desde el punto de vista del progreso económico, toda esta novedad de pequeños Estados que la reducen, con su sistema de aduanas, etc. se presenta como un monstruoso anacronismo, como una absurda incursión de la Edad Media en el siglo XX. En el momento en que la península balcánica recae en el estado de barbarie, Europa se balcaniza.
Las relaciones entre Alemania y Francia excluyen, como en el pasado, la posibilidad de cualquier equilibrio europeo. Francia está obligada a robar y violentar a Alemania para mantener su equilibrio de clases, al que la «agotada base» de la economía francesa no corresponde. Alemania no puede ni podrá ser víctima de semejante trama. Actualmente, cierto, se ha llevado a cabo un acuerdo. Alemania se ha comprometido a pagar anualmente dos mil millones de marcos oro, y, además, el 26% sobre sus exportaciones. Tal acuerdo representa una gran victoria de la política inglesa, que quiere impedir la ocupación del Ruhr por los franceses. La mayor parte del hierro europeo se encuentra hoy en manos de Francia. La mayor cantidad de carbón entre las de Alemania. La reunión del hierro francés con el carbón alemán constituye una condición primordial del renacimiento económico de Europa; mas, semejante reunión, absolutamente precisa para el desarrollo de la producción, constituye un peligro de muerte para el capitalismo inglés. Y es porque todos los esfuerzos de Londres tienden a impedir la aproximación pacífica o violenta, del mineral francés y el carbón alemán.
Francia aceptó provisionalmente el compromiso, tanto más cuanto su organización productora estaba desorganizada y ella era hasta incapaz de utilizar la cantidad de carbón que Alemania estaba obligada a proporcionarle. Sin embargo, nada de esto quiere decir que el problema del Ruhr esté resuelto definitivamente. A la primera falta de Alemania en lo que atañe a sus obligaciones, la suerte del Ruhr saldría fatalmente a escena. La influencia de Francia en Europa y, hasta cierto punto, en el mundo entero, aumentó en el transcurso del año último, lo cual no se explica por el refuerzo de la potencia francesa, sino por el evidente y progresivo debilitamiento de Inglaterra.
Gran Bretaña ha vencido a Alemania, última cuestión resuelta por la gran guerra. Y la guerra fue, por su misma esencia, europea, no universal; aunque la lucha habida entre dos de los más poderosos estados (Inglaterra y Alemania) se haya realizado con la participación de las fuerzas y medios guerreros de todo el mundo, Inglaterra venció a Alemania. No obstante, ahora, en el mercado mundial y en relación con la situación universal, Inglaterra es más débil que antes de la guerra. Los Estados Unidos se han reforzado a expensas de Inglaterra mucho más que Inglaterra a las de Alemania. América vence a Inglaterra, también, por el carácter más racional y progresivo de su industria. La productividad del trabajo del obrero americano es superior en 150% a la del obrero inglés. Dicho de otro modo: dos obreros americanos, gracias a la organización más perfecta de la industria, producen tanto como cinco ingleses. Tal hecho, atestiguado por las estadísticas inglesas, prueba que Inglaterra, en su lucha con América, está condenada de antemano, lo cual basta para poner en guerra a ambas naciones, aunque la flota inglesa conservara la supremacía de los mares.
El carbón americano sustituye al carbón inglés en el mundo entero, y hasta en Europa. Sin embargo, el comercio mundial de Inglaterra se basa, ante todo, en la exportación de carbón. Por otra parte, el petróleo se convierte en un factor decisivo de la industria y de la defensa: no sólo impulsa los automóviles, tractores, submarinos, aeroplanos, sino que representa ya, como fuerza motriz, una ventaja enorme sobre el carbón para los grandes navíos. Los Estados Unidos son los que suministran el 70% del petróleo absorbido por el universo. Así, en caso de guerra, todo este petróleo estaría a la disposición del gobierno de Washington. Además, América dispone también del petróleo mexicano, que representa el 12% de la producción mundial. Verdad es que los americanos acusan a Inglaterra de haber concentrado en sus manos, fuera de las fronteras estadounidenses, hasta el 90% de las fuentes mundiales de petróleo, rehusando el acceso a los americanos, mientras que las fuentes americanas (según ellos) se agotarán en algunos años. Los datos geológicos y estadísticos son demasiado arbitrarios y dudosos. Se establecen por encargo, a fin de justificar las pretensiones de América sobre el petróleo de México, de la Mesopotamia, etc. Si, a pesar de todo, el peligro de agotamiento de las fuentes americanas fuera real, ésta sería una de las razones que precipitaría la guerra entre Inglaterra y los Estados Unidos. El problema de las deudas de Europa a América se hace muy agudo. Tal deuda se calcula en 18 mil millones de dólares. Los Estados Unidos siempre pueden crear las mayores dificultades al mercado financiero inglés, exigiendo el pago de sus créditos. Como se sabe, Inglaterra misma propuso a América renunciar a su crédito inglés, prometiéndole, a su vez, anular las deudas de sus deudores sobre los mercados europeos. Como la deuda de Inglaterra a América era superior a la de los países continentales de la Entente (aliados a Inglaterra), ésta habría obtenido un gran beneficio de semejante transacción. Pero América rehusó.
No será difícil comprender que los capitalistas yanquis no se hayan mostrado propicios para atender con sus fondos los preparativos de guerra de Gran Bretaña con los Estados Unidos.
El acuerdo de Inglaterra con el Japón, que lucha con América por la supremacía sobre el continente asiático, envenena también de modo extraordinario las relaciones entre América e Inglaterra.
Pero ésa es la cuestión de la flota de guerra, que presenta, visto lo antedicho, un carácter sumamente espinoso. El gobierno Wilson, habiendo hallado en los problemas mundiales resistencia por parte de Inglaterra, estableció un programa gigantesco de construcciones navales. El gobierno Harding heredó el programa de su predecesor, y lo ejecutó plenamente. En 1924, la flota de los Estados Unidos será no solamente más poderosa que la inglesa, si no por su tonelaje, al menos por su valor de combate, y será superior a las de Inglaterra y del Japón juntas.
¿Qué significa esto desde el punto de vista inglés? Inglaterra no tendrá más remedio que aceptar la provocación antes de 1924 y ensayar la destrucción de la potencia militar, marítima y económica de los Estados Unidos, aprovechando su actual superioridad, o quedarse quieta y convertirse poco a poco en una potencia de segunda o tercera categoría, cediendo definitivamente a los Estados Unidos el dominio sobre los mares. Así, la última guerra de los pueblos, que ha «resuelto» a su manera la cuestión europea, ha señalado a la vez en toda su amplitud el problema mundial: a saber ¿quién dominará el mundo, Inglaterra o los Estados Unidos? Los preparativos para una nueva guerra mundial se hacen a toda marcha. Los gastos para ejército y armada se han aumentado enormemente con relación a los de antes de la guerra. El presupuesto militar inglés se ha triplicado, el de América ha aumentado tres veces y media.
El primero de enero de 1914, en el momento de mayor tensión de la «paz armada», había siete millones de soldados en el mundo entero. Al principio de 1921, había once. El grueso de estos ejércitos constituye, evidentemente, la carga que Europa, agotada, se ve obligada a llevar.
La aguda crisis, consecuencia de la estrechez del mercado mundial, hace sumamente áspera la lucha entre los Estados capitalistas, trastornando el equilibrio de las relaciones internacionales. No es Europa sola, es el mundo entero quien deviene en casa de locos. En tales condiciones, no se puede hablar de restablecimiento del equilibrio capitalista.
Inmediatamente después de la guerra, se encontraba la burguesía desamparada y espantada en el grado más alto; en cuanto a los obreros, sobre todo los que volvían del ejército, estaban dispuestos a colocar bien altas sus reivindicaciones. Mas la clase obrera, en conjunto, estaba desorientada y no sabía con exactitud cómo se arreglaría la vida después de la guerra, qué reivindicaciones podrían obtenerse, qué vía sería conveniente seguir... El movimiento, conforme vimos al principio, tenía un carácter tempestuoso. Pero la clase obrera adolecía de falta de dirección firme. Por otro lado, la burguesía estaba dispuesta a hacer grandes concesiones. Continuaba el régimen financiero y económico de guerra (empréstitos, inflaciones fiduciarias, monopolio de trigos, seguros contra el paro, etc.) o, en otros términos, la burguesía dirigente continuaba desorganizando sus cimientos económicos y destruyendo cada vez más el equilibrio de la producción y de las finanzas, para sostener, el equilibrio entre las clases durante el período más peligroso. Hasta aquí, más o menos, lo consiguió.
Ahora pasa a la solución del problema relativo al restablecimiento del equilibrio económico. No se trata ya de concesiones ni de limosnas a la clase obrera, sino de medidas de carácter fundamental. Es necesario reconstruir la organización de la producción. Hay que devolver al dinero su valor, pues no se puede pensar en el mercado mundial sin poseer un equivalente que tenga valor universal, y, en consecuencia, no se puede pensar en una industria mundial «equilibrada», ligada al mercado universal.
Reconstruir la organización productiva, lo cual quiere decir: disminuir el trabajo destinado a la fabricación de objetos de uso corriente, y aumentar el esfuerzo destinado a nutrir los medios de producción. Hay que aumentar los stocks, es decir, intensificar el trabajo y disminuir los salarios.
Para restablecer el valor del dinero no basta rehusar el pago de las deudas exorbitantes; hay que mejorar el balance comercial, o sea, importar menos y exportar más. Y para alcanzar este fin, hay que consumir menos y producir más; lo que se traduce por reducir los salarios y realizar el trabajo más intenso.
Cada paso que conduce hacia la reconstrucción de la economía capitalista está unido al aumento de la explotación y, en consecuencia, provocará fatalmente una resistencia por parte de la clase obrera. Dicho de otra manera: cada esfuerzo de la burguesía tendiendo a restablecer el equilibrio de la producción, de la distribución, de las finanzas del estado, compromete fatalmente el inestable equilibrio de las clases. Si durante dos años después de la guerra, la burguesía tendía, ante todo, en su política económica, a calmar al proletariado, aun al precio de la desorganización de su economía, hoy, al contrario, en el momento de una crisis desconocida hasta este día, comienza a mejorar su situación económica, oprimiendo cada vez más a la clase obrera.
En Inglaterra es en donde percibimos más diáfanamente la resistencia que provoca tal agresión. Y la resistencia de la clase obrera destruye la estabilidad del régimen económico y hace vanas todas las veleidades del restablecimiento del equilibrio.
Ciertamente, la lucha del proletariado por el poder se prolonga. No parece un asalto general, no presenta el aspecto de una ininterrumpida serie de olas que suben cada vez más altas y de las cuales la última barre el régimen capitalista.
En esta lucha hemos observado altibajos, ataques y defensas. Las maniobras de clase, por nuestra parte, no han sido hábiles siempre. Por dos motivos: en primer lugar, la debilidad de los partidos comunistas fundados después de la guerra, que carecían de la experiencia necesaria, de la organización indispensable y de la influencia precisa (lo más importante), no sabían cómo llamar la atención de las masas obreras. No obstante, hemos adelantado mucho en este terreno en estos últimos años. Los partidos comunistas se han esforzado y progresado. La segunda razón del carácter prolongado y desigual de la lucha está en la composición heterogénea de la misma clase obrera tal cual salió de la guerra.
La guerra no ha quebrantado mucho a las burocracias obrera, sindical, política y parlamentaria. Los gobiernos capitalistas de todos los países tomaron una actitud muy cuidadosa e indulgente hacia esta superestructura obrera, comprendiendo perfectamente que, sin ella, no podrían asegurarse la sumisión de la clase obrera durante los años sangrientos. La burocracia obrera tenía todos los privilegios, y salió de la guerra con las mismas costumbres de conservadurismo obtuso con que entrara, aún más comprometida y estrechamente ligada a los estados capitalistas. Los obreros calificados de la antigua generación, habituados a sus organizaciones sindicales y políticas, sobre todo en Alemania, constituyen para la mayoría, aún hoy, el sostén de la burocracia obrera; pero su inercia no es absoluta. Los obreros que pasaron por la escuela de la guerra y son el corazón mismo de la clase obrera, aportaron al proletariado una nueva psicología, nuevas costumbres y una nueva concepción de la lucha, la vida y la muerte. Se hallan dispuestos a resolver el problema por la fuerza; pero aprendieron en la batalla que la aplicación eficaz de la fuerza supone táctica y estrategia bien ordenadas. Esos elementos irán al combate, pero lo que quieren es una dirección firme y una preparación seria. Varias categorías de obreros atrasados, entre ellos los que tanto han aumentado durante la guerra, en el presente se han convertirlo (a causa del brusco cambio de conciencia) en la parte más combativa, aunque no siempre la más consciente de la clase obrera. Finalmente, vemos en la extrema izquierda a la juventud obrera, que ha pugnado durante la guerra por el derrotismo empujando las sacudidas revolucionarias y que está llamada a ocupar un gran puesto en la próxima lucha.
Toda esta masa proletaria (considerablemente acrecentada) de obreros veteranos y nuevos reclutas obreros, de los que permanecieron en la retaguardia y de los que pasaron algunos años bajo fuego; toda esta masa que se cuenta en numerosos millones, pasa por la escuela revolucionaria de manera determinada y en horas distintas.
Hemos visto de nuevo, a través del ejemplo de los acontecimientos de marzo en Alemania, que los obreros del centro (que constituían antes de la guerra el elemento más atrasado) se lanzaban a la batalla, sin preguntarse si la lucha les reportaría victorias; en tanto que los de Berlín o Sajonia, habiendo llegado a adquirir la experiencia en la época de los combates revolucionarios, han sido más prudentes. Lo cierto es que la marcha general de la lucha después de la guerra, y sobre todo la ofensiva actual del capital, une a todas las capas de la clase obrera, salvo su aristocracia privilegiada. El Partido Comunista adquiere así, cada día más, la posibilidad de establecer el frente único genuino de la clase obrera.
Existen tres fuentes de la revolución ligadas entre sí.
La primera, la decadencia de Europa. El equilibrio de las clases en Europa tenía por base, ante todo, la supremacía de Inglaterra sobre el mercado mundial. Hoy perdió definitivamente esta supremacía para no reconquistarla jamás. He aquí por qué son inevitables las poderosas sacudidas revolucionarias que acabarán, bien en la victoria del proletariado, bien la decadencia completa de Europa.
La segunda fuente de lucha revolucionaria son las profundas turbulencias que trastornan al organismo económico de los Estados Unidos: un boom sin precedentes fue provocado por la guerra europea, seguido de una honda crisis nacida de las prolongadas consecuencias de semejante guerra. El movimiento revolucionario del proletariado americano puede, en estas condiciones, adquirir la misma velocidad, también desconocida hasta hoy en la historia, que caracteriza el desarrollo económico de los Estados Unidos en estos últimos años.
La tercera fuente de la lucha revolucionaria es la industrialización de las colonias, sobre todo de las India. La base para las luchas de liberación de las colonias está constituida por las masas campesinas. Pero los campesinos en su lucha necesitan una dirección. Esta dirección solía ser la burguesía nativa. Sin embargo, la lucha de esta última contra la dominación imperialista extranjera no puede ser ni consistente ni enérgica en la medida en que la burguesía nativa misma está íntimamente ligada al capital extranjero, y representa en gran parte un agente del capital extranjero. Sólo la aparición de un proletariado lo suficientemente fuerte numéricamente, presto al combate, constituye la verdadera palanca de la revolución. El proletariado indio no es numeroso, en relación a la población del país; pero cuando haya comprendido el sentido del desarrollo de la revolución en Rusia, se dará cuenta que el papel revolucionario del proletariado en los países de Oriente será mucho más importante de lo que su número hace esperar. Ello concierne no solamente a los países puramente coloniales como la India, o semicoloniales como China, sino también al Japón, donde la opresión capitalista marcha paralela con el absolutismo feudal y burocrático de castas. Así también, la situación mundial, tanto como las perspectivas futuras, tienen un carácter profundamente revolucionario.
Cuando la burguesía recurrió a las limosnas para la clase obrera después de la guerra, los colaboracionistas transformaron esas limosnas en reformas (jornada de ocho horas, seguro contra la desocupación, etc.) y descubrieron entre las ruinas una era de reformismo. Actualmente, la burguesía pasa a la contraofensiva en toda la línea, hasta el extremo de que un órgano archicapitalista inglés, el Times, comienza a hablar con espanto de los «bolcheviques» capitalistas. La época actual es la del contrarreformismo. El pacifista inglés, Norman Angell, llama a la guerra «falso cálculo». La experiencia de la última muestra, en efecto, que el cálculo, desde el punto de vista de la contabilidad, era falso. Jamás estuvo la humanidad capitalista tan preparada como hoy para una guerra. La ilusión de la democracia se hace evidente hasta para las fracciones más conservadoras de la clase obrera. No hace mucho tiempo se solía oponer a la democracia sólo la dictadura del proletariado con su terror, con su cheka, etc. Hoy, la democracia se opone, cada vez más, a todas las formas de la lucha de clases. Lloyd George propuso a los mineros que hicieran sus reclamos ante el parlamento, y declaró que su huelga era una violencia contra la voluntad nacional.
Bajo el régimen de los Hohenzollern, los obreros alemanes encontraban cierta certeza, ciertos límites determinados en su acción; en general, sabían lo que podían o no hacer. En la república de Ebert, el obrero huelguista se arriesga siempre a ser estrangulado, ni más ni menos, ya en la calle, ya en un calabozo de tortura de la policía. En el orden político, la «democracia» da a los obreros alemanes tanto como en el económico al pagarle altos salarios ¡en papeles sin valor!
La tarea del Partido Comunista consiste en captar la situación existente en su totalidad, participar activamente en la lucha emprendida por la clase obrera, a fin de conquistar, durante tal lucha, la mayoría de esta clase. Si la situación en cualquier país, se hace extremadamente crítica, estamos obligados a enfocar las cuestiones fundamentales de la manera más intransigente y a combatir en el estado en que los acontecimientos nos encuentren. Sin embargo, si los acontecimientos se desarrollan de modo regular, debemos aprovechar todas las posibilidades para tener con nosotros a la mayoría de la clase obrera antes de los acontecimientos decisivos.
En este momento, durante la lucha económica defensiva determinada por la crisis, los comunistas deben desempeñar un papel muy activo en todos los sindicatos, en todas las huelgas y acciones, en todos los movimientos, siempre manteniendo su unidad interna inquebrantable en su trabajo, y siempre dando un paso al frente como el ala más resuelta y mejor disciplinada de la clase obrera. La lucha económica defensiva puede extenderse como resultado del curso de las crisis y de los giros en la situación política, arrastrando nuevas fracciones de la clase obrera, de la población y del ejército de desocupados, y después de haberse transformado, en cierto momento, en lucha revolucionaria ofensiva, puede ser coronada con la victoria. Hacia tal fin deben tender todos nuestros esfuerzos.
Mas ¿y si después de la crisis mejora la situación? ¿Significaría eso que la lucha revolucionaria se detendría indefinidamente?
De todo mi informe, camaradas, se deduce que un nuevo ascenso, que no puede ser ni prolongado ni profundo, de ninguna manera podrá actuar como un freno al desarrollo revolucionario. El boom industrial de los años 1849-1851 le asestó un golpe a la revolución, sólo porque la revolución de 1848 había extendido los límites del desarrollo capitalista. En cuanto a los acontecimientos de 1914-1921, no sólo no han ensanchado el mercado mundial, sino, por el contrario, lo han restringido, de suerte que la curva del progreso capitalista marcará, en este tiempo, tendencia a bajar. En tales condiciones, un boom temporario no puede menos que fortalecer la autoconfianza de clase obrera, y fusionar sus filas no sólo en las fábricas sino también en sus luchas, dando impulso no sólo a su contraofensiva económica sino también a su lucha revolucionaria por el poder.
Se nos presenta la situación cada vez más favorable, aunque también más compleja. No obtendremos la victoria automáticamente. El terreno está temblando bajo los pies de nuestro enemigo; pero el enemigo es fuerte y ve muy bien nuestros flancos débiles; sabe maniobrar según fríos cálculos. Es preciso que aprendamos mucho, nosotros, la Internacional Comunista entera, de la experiencia de nuestras luchas en los últimos tres años, sobre todo de la experiencia de nuestros errores y fracasos. La guerra civil exige maniobras políticas, tácticas y estratégicas; exige que se tengan en cuenta las peculiaridades de cada situación dada, los lados fuertes y débiles del enemigo; exige una combinación de entusiasmo con el cálculo frío; exige que se sepa marchar adelante y retroceder previsoramente para economizar las fuerzas, a fin de dar golpes más certeros al enemigo.
Lo repito: la situación mundial y las perspectivas futuras son profundamente revolucionarias. Esto crea las premisas necesarias para nuestra victoria. Sólo nuestra táctica hábil y nuestra poderosa organización pueden darnos plena garantía. Elevar la Internacional Comunista a un nivel ás alto, hacerla más experta desde el punto de vista de la táctica, ésta es la tarea esencial del III Congreso de la Internacional Comunista.
En nuestros manifiestos del primer y segundo congresos caracterizamos la situación económica sin entrar, sin embargo, en su examen y análisis detallado. Desde entonces se han producido determinados cambios en las relaciones de fuerzas, cambios que no se pueden negar. La cuestión radica solamente en saber si estamos ante un cambio radical o de carácter superficial. Es necesario constatar que la burguesía se siente ahora, si no más fuerte que hace un año, al menos más fuerte que en 1919. Es suficiente con recorrer la prensa capitalista más influyente durante los últimos meses de este año para aportar una serie de elocuentes extractos que muestran hasta qué punto ha disminuido su pánico ante el peligro universal del comunismo, aunque la misma burguesía reconozca que los comunistas han cambiado, de pequeños grupos aliados que eran, a un gran movimiento de masas. Pero se puede extraer una caracterización de otra fuente. Tomemos por ejemplo la resolución del Partido Comunista de Polonia, adoptada por éste en la última primavera, durante las elecciones a la Dieta. La modificación de la correlación de fuerzas políticas encuentra su expresión en el hecho que en todas partes los socialdemócratas y los independientes han salido de los gobiernos. En Alemania, entraron en el gobierno primero que todo bajo la presión exterior. No menos significativa es la buena vecindad de la Internacional de ímsterdam y las internacionales políticas 2 y 2 ½, matrimonio a tres que sin embargo no ofende nada a estas tres bellezas.
Los años de posguerra están marcados por un inaudito ascenso del movimiento revolucionario. En marzo de 1917, se producía el derrocamiento del zarismo en Rusia; en mayo de 1917 se desarrolla en Inglaterra un movimiento huelguístico; en noviembre del mismo año, el proletariado ruso se apodera del poder gubernamental. No disimularé que en esa época la toma del poder en los otros países de Europa nos parecía mucho más cercana de lo que lo era en realidad. En noviembre de 1918 se producía el derrocamiento de las monarquías alemana y austrohúngara. El movimiento huelguístico abarcó a toda una serie de países de Occidente. En marzo de 1919, se proclamaba en Hungría la República Soviética. Desde fines de 1919 los Estados Unidos se veían conmocionados por las tempestuosas huelgas de los metalúrgicos, mineros y ferroviarios. Francia llegó al apogeo de su tensión política interna en mayo de 1920. En Italia se desarrolla en septiembre un movimiento del proletariado que ocupa las fábricas. El proletariado checo recorre a la huelga general política en diciembre de 1920. En marzo de 1921 se levantan los obreros de Alemania central y los mineros ingleses comienzan su gigantesca huelga.
El año transcurrido también se ha visto marcado por las derrotas de la clase obrera. En agosto de 1920 termina desafortunadamente la ofensiva del Ejército Rojo sobre Varsovia. En septiembre de 1920 el movimiento del proletariado italiano quedó sin resultados. Si M. Turati declara que ese movimiento ha fracasado porque los obreros italianos no estaban maduros para apoderarse de la industria y dirigirla, nos vemos obligados a constatar con desagrado que el movimiento italiano todavía no se ha desembarazado de M. Turati y de los turatistas. La insurrección de los obreros alemanes también termina sin éxito inmediato en marzo de 1921.
Todo ello lleva a M. Otto Bauer a la conclusión que los comunistas han quebrado pues, según él, habían apostado contra la Segunda Internacional que la revolución se produciría, si no en 1918, al menos sí en 1919. La fijación de esta fecha incluso contendría, según él, el sentido del comunismo, diferenciándolo de las tendencias reformistas y oportunistas.
No obstante, la cuestión que se le plantea a la Internacional Comunista y a toda la clase obrera es saber en qué medida las relaciones políticas nuevas entre la burguesía y el proletariado se corresponden con la realidad de la correlación de fuerzas. ¿Existen razones válidas creíbles sobre que las sacudidas políticas y luchas de las clases cederán el lugar a una época prolongada de restauración y crecimiento del capitalismo? ¿No se deduce de ello la necesidad de revisar el programa y táctica de la Internacional Comunista?
Pasando al examen y análisis de la situación económica, querría señalar que ésta es una tarea extremadamente compleja y difícil pues la misma estadística que debe ser la base de un semejante análisis lleva los trazos del caos económico que reina actualmente. A pesar de todo, las cifras que poseemos deben servir para hacernos una determinada idea de la situación económica general.
En la agricultura, si se compara la cosecha de 1920 con la media de los cinco años precedentes a la guerra se ve que no es inferior. Pero si se toma solamente a Europa, la cosecha de 1920 es inferior en 120 millones de quintales, Estados Unidos, por el contrario, arroja un excedente que equilibra el déficit europeo.
Otro tanto puede decirse del conjunto de la ganadería. Si se considera que la población de Europa ha aumentado en 80 millones en relación con la de preguerra, a pesar de las colosales pérdidas del período de guerra, y que los stock de trigo han disminuido en 120 millones de quintales, puede verse cómo se dibuja, con evidentes contornos, el hecho del empobrecimiento de la humanidad en relación con el período precedente.
Si se tiene en cuenta la minería el cuadro es el mismo pero aún más claro. La extracción de carbón en 1920 arroja solamente el 75% de la efectuada en 1913. El déficit es del 18% en Europa mientras que Estados Unidos aumenta sus extracciones en un 13%. El hierro y el resto de las principales ramas de la industria dibujan un cuadro análogo.
Si examinamos la situación económica ya no del mundo entero en su conjunto, sino de tal o tal otro país en particular, el empobrecimiento resultante de la guerra sobresale más claramente. La riqueza nacional de todas las potencias beligerantes era durante la guerra de [2.400.000.000 marcos en oro] y su renta nacional anual de 300.000 millones. Según cálculos de economistas autorizados, la guerra ha destruido al menos la mitad de toda la riqueza nacional de esos estados. Si se considera que la guerra no pudo afectar más que alrededor de un tercio de las rentas nacionales anuales, constatamos el hecho que la riqueza nacional de los países beligerantes había disminuido en 1919 en un tercio al menos y debía ser evaluada, por tanto, en 1.800.000 millones de marcos oro como máximo. Por el contrario, se constata una inflación extraordinaria de papel moneda. De 28.000 millones de marcos en la anteguerra ha ascendido a 300.000 millones, es decir se ha más que decuplicado. Esta última circunstancia expresa la realidad de que la renta nacional haya disminuido en una proporción menor no obstante lo hecho por la riqueza nacional. A consecuencia de la exasperación hasta entonces inaudita de los antagonismos internos de la sociedad capitalista, ese proceso ha tomado la apariencia externa de un enriquecimiento. El estado ha emitido deuda tras deuda inundando el mercado de papel moneda destinado a cubrir las pérdidas materiales que son demasiado reales.
Durante ese tiempo, las instalaciones mecánicas se han usado sin renovarse. El capital ficticio ha aumentado en la misma medida en la que se destruía el equipamiento material. El sistema de crédito devenía un medio para movilizar la riqueza nacional en vistas a la guerra.
Lo que mejor caracteriza a ese proceso de empobrecimiento es la agudeza de la crisis de la vivienda en todos los países participantes en la guerra. La construcción es una de las ramas más importantes de la economía nacional y ha sido totalmente abandonada.
Este empobrecimiento de la humanidad está desigualmente repartido según los países. Por una parte está Rusia, en el polo opuesto está Estados Unidos. Pero hay que hablar de la parte de Rusia como tramo no capitalista. Por ello el primer lugar en nuestra revista estará ocupado por Alemania.
La situación económica de Alemania se caracteriza con bastante relieve gracias a las cifras de Richard Calver, en su libro sobre la quiebra del gobierno. Si el valor de las riquezas materiales producidas en Alemania en 1917 se evaluaba en 11,3 millones de unidad de trabajo, ahora sólo vale 5,8 millones, es decir el 42% de antes de la guerra. En el dominio de la agricultura, la cosecha de preguerra (15 millones de toneladas) quedó reducida en 1919 a 6,6 y en 1920 a 5,2. En el dominio de la ganadería, Calver constata también un empeoramiento de la mitad. La deuda nacional de Alemania ha alcanzado 250.000 millones de marcos oro. La cantidad de papel moneda ha aumentado en más de 16 veces y el valor real del marco no supera los 7 pfenning de anteguerra. La riqueza nacional, estimada para la preguerra en 225 millones de marcos oro, hoy en día ha quedado reducida a 100. La renta nacional está estimada en 16.000 en lugar de 40.000 millones, o sea un empobrecimiento del 60%. Alemania, declara Calver, es hoy en día más pobre que hacia 1895, al principio de la época del «Sturm und Drang» del capitalismo.
La obligación de las llamadas reparaciones, que no son otra cosa más una contribución disfrazada, le cuesta a Alemania 2.000 millones de marcos oro cada año. Por ello no hay nada de sorprendente en que Calver constate la completa imposibilidad de ese país para restablecer la relación normal entre el marco oro y las finanzas gubernamentales, y califica la situación de Alemania como de bancarrota general del estado. En estos últimos tiempos, se habla y escribe mucho en Alemania sobre la bancarrota nacional desde el punto de vista económico, político, filosófico, moral, etc. Con moral o sin moral, esos señores no se salvarán de la bancarrota.
Es infinitamente más difícil hablar de Francia. Allí las cifras son las más ocultas y mentirosas, si por azar se dan. La renta nacional de Francia se estima de la forma siguiente. La cantidad de ganado ha disminuido alrededor de 5 millones de cabezas, la del trigo en 24 millones de quintales, la del carbón en 16 millones de toneladas, y teniendo en cuenta a Alsacia-Lorena y el Sarre, de 6 millones. La producción de acero ha disminuido más de la mitad. Muy característico es el balance comercial de Francia. En 1919 y 1920 se saldó con un pasivo de 37.000 millones de francos. Es cierto que este balance ha mejorado en el primer trimestre de 1921. Las importaciones y exportaciones se han equilibrado pero, como testimonia Le Temps, ha sido únicamente gracias a un aumento de las exportaciones de productos manufacturados. De 1913 a 1921 la deuda nacional se ha decuplicado. La cantidad de papel moneda ha aumentado 7 veces. El déficit normal, sin contar los gastos denominados de restauración (sobre los que las posibilidades de pago por parte de Alemania ya conocemos) se ha elevado a 5.000 millones y medio de francos. No hay nada de sorprendente en que M. Chéron diga, por una parte, que Francia se ha convertido en una enorme máquina burocrática, incapaz de ningún trabajo y, por otra parte, que el único medio de canalizar la inundación de papel es la bancarrota declarada. Francia es, simplemente, el estado más parásito de Europa y del mundo. Sólo se mantiene gracias al pillaje de Alemania y las colonias. En ese pillaje, Alemania pierde el doble de lo que retira Francia. Tal es la situación de Francia que juega hoy en día, y sin contestación, el primer papel en Europa.
De todos los estados occidentales, Inglaterra es el que se ha visto menos afectado por la guerra. Si su agricultura ha mejorado un poco sólo lo ha hecho provisionalmente gracias a los subsidios extraordinarios del gobierno. La industria minera, clave de bóveda de la riqueza inglesa, ha disminuido en un 20% durante los siete años de la guerra. El mismo fenómeno se puede constatar en las acerías. El primer trimestre de 1921 ya ha dibujado una curva descendente en la extracción de carbón, es inútil extenderse sobre la grandiosa huelga actual. Las exportaciones de carbón, artículo esencial de las relaciones exteriores de Inglaterra, han disminuido en un 75% durante estos siete años. Durante los 5 primeros meses de 1921 solamente han alcanzado una sexta parte de preguerra. De forma general, el comercio exterior se ha reducido en un tercio.
En lo concerniente a la deuda nacional del país ésta ha aumentado más de 11 veces, el presupuesto militar se ha triplicado al mismo tiempo. Por fin, el hecho más característico de Inglaterra es que pierde, si no lo ha hecho ya, su antigua posición internacional dominante, es que la libra esterlina, cuyo solo nombre simbolizaba la dominación de la monea inglesa en el universo, ha perdido toda su aureola en favor del dólar estadounidense, y en relación con él ha caído a principios de este mes en un 24% de su valor real.
Si los tres estados capitalista más importantes antes de la guerra se ven así de arruinados por ésta a su costa, a costa del empobrecimiento de Europa, la industria estadounidense se ha desarrollado, por el contrario, con pujanza. En los Estados Unidos la minería se ha más que decuplicado. Las extracciones de petróleo casi se han doblado. Estados Unidos posee hoy en día el 45% del carbón mundial, el 30% de tonelaje mundial, el 85% de la producción automovilística. Mientras que para el conjunto del globo se tiene un motor por cada 100.000 habitantes en Estados Unidos se tiene uno por cada 12. Si antes de la guerra las exportaciones estadounidenses se componían en un tercio solamente de productos manufacturados, y en 2/3 de productos alimenticios y materias primas, tras la guerra esta proporción se ha visto claramente modificada y los productos manufacturados suponen ahora el 60% de esas exportaciones. De país de exportación agrícola, Estados Unidos ha devenido un país casi monopolista en exportaciones industriales. De 1915 a 1920 las exportaciones han superado a las importaciones en 18 millones de dólares. No carece de interés señalar que Estados Unidos, teniendo el 6% de la población del globo y el 7% de su superficie, posee el 50% del zinc, el 45% del carbón, el 80% del aluminio, del cobre y del algodón, el 66% del petróleo, el 70% del maíz y el 85% de los automóviles. Al mismo tiempo, la deuda de Estados Unidos se eleva a 18.000 millones de dólares y aumenta cada día en 10 millones.
Concentrando la mitad del oro del globo, Estados Unidos continúa sin descanso sacando del resto de países lo que pueda quedar. Ya hemos hablado de la situación internacional del dólar.
Japón ofrece el espectáculo de un progreso semejante. También se ha servido de la guerra para ampliar su mercado mundial, sin embargo, su desarrollo es incomparablemente inferior al de Estados Unidos, y en numerosas ramas de la industria tiene un carácter forzado. No obstante ello, es necesario hacer notar que en Asia las extracciones de carbón han aumentado durante la guerra en un 36%. Este auge se ha visto acompañado en Japón de una colosal multiplicación del ejército obrero que cuenta ahora con 2.400.000 hombres, de los que alrededor del 12% están organizados en sindicatos.
Quiero continuar haciendo una simple observación concerniente a Rusia, aunque Lenin debe presentar un informe especial sobre ella. Los hombres de estado y los economistas burgueses pueden decir que Rusia tampoco ha mejorado su situación económica durante la guerra. El ministro Hugues, en su carta al demasiado famoso Gompers, declara respecto a la recuperación de las relaciones comerciales con Rusia que esa recuperación no tiene ninguna perspectiva de futuro pues Rusia sólo es un inmenso desierto económico. La desorganización de la industria rusa, dice, no es en absoluto el resultado del bloqueo ni de la desmovilización (que numéricamente ha sido muy inferior a la que precedió a la toma del poder por los bolcheviques). Desafortunadamente no puedo actualmente, en pleno curso de la desmovilización, indicar la cifra exacta de los efectivos que han participado en la guerra civil. Solamente debo decir que los dos motivos que aduce M. Hugues son absolutamente engañosos. Por una parte, en el momento de la mayor tensión, el Ejército Rojo contaba con diversos millones de hombres, de los que alrededor de una cuarta parte eran obreros cualificados, lo que entrañaba, necesariamente, un debilitamiento de la industria. Por otra parte, mis amigos me han suministrado amablemente datos sobre numerosos objetos que jamás habían sido fabricados en Rusia, que se importaban anteriormente de Alemania o Inglaterra. También se incluyen en esos objetos un gran número de accesorios para el trabajo en las minas, en la metalurgia, en la industria textil y la papelera, que serían suficientes para que Rusia poseyese, en un corto plazo de tiempo, la capacidad para desplegar toda su actividad y superar incluso la producción de antes de la guerra. He ahí por qué se puede decir que el bloqueo no ha ejercido ninguna influencia sobre el estado de la industria rusa, he ahí cómo es el desierto que pretendidamente se opone a la recuperación de las relaciones comerciales con ella.
Cuando se caracteriza la situación mundial hay que reconocer que el auge y animación que se han hecho notar en la industria desde la primavera de 1919 sólo tienen una apariencia engañosa de prosperidad nacional.
El giro acaecido tras cuatro años de guerra, la desmovilización, el paso de la guerra al estado de paz, con la inevitable crisis que conllevan el caos y el agotamiento resultante de la guerra, parece ser que han dado lugar, después de algunos meses, a un auge industria. La industria ha asimilado casi enteramente a los obreros desmovilizados, y aunque los salarios marchen en conjunto muy por detrás del alza de los precios de los objetos de consumo, sin embargo también han aumentado, dando lugar a la apariencia de un logrado resultado económico. He ahí las circunstancias favorables que, en 1919 y 1920, han aliviado el período agudo de liquidación de la guerra, determinado por una recuperación de la seguridad de la burguesía y planteado la cuestión del advenimiento de una nueva época de desarrollo capitalista. Ahora bien, el auge de 1919-1920 no era, en absoluto, el principio de una restauración de la economía capitalista sino, por el contrario, la continuación de la aparente prosperidad creada por la guerra. La guerra ha dado a luz un mercado casi ilimitado para las principales ramas de la industria que, además, se han visto defendidas ante cualquier especie de competencia. La fabricación de medios de producción se ha visto reemplazada por la fabricación de instrumentos de destrucción. Si, de esta forma, la animación de la Bolsa, el alza de los precios, el éxito extraordinario de la especulación, dieron la impresión de una situación favorable en 1919-1920, el estado real de la industria ha sufrido, por el contrario, el carácter ilusorio de esa prosperidad.
En toda la Europa oriental, occidental y suroccidental, asistimos a la caída de la industria. En Francia, la vida continúa gracias al pillaje de Alemania. En Francia reina el marasmo. En todas partes de Europa hemos de constatar la ausencia de condiciones favorables para la producción, y en Estados Unidos su presencia solamente es parcial. El alza de los precios, el crecimiento de los beneficios, una furiosa especulación, la caída del cambio europeo en relación con el dólar, todos esos signos, característicos de la especulación, son visibles en Alemania más que en cualquier otro lugar. Esta situación favorable no es otra cosa más que una venta en rebajas. Los restos de la riqueza nacional se exportan al extranjero a precios ínfimos. La consecuencia de esta pretendida prosperidad económica ha sido una inundación de papel moneada y el pase del centro de gravedad económica a los Estados Unidos. Pero en el dominio de la política la consecuencia ha sido la salvación provisional de los estados capitalistas.
No obstante, ¿esto no lleva al advenimiento de una nueva época del capitalismo? Esto es lo que parecen pensar algunos camaradas que se refieren a citas de Marx y Engels que hablan de la Revolución de 1848 como de una consecuencia de la crisis de 1847, y de la reacción de los años siguientes como de una consecuencia del auge económico capitalista de 1850-1851. Esta interpretación sólo se puede explicar gracias a un malentendido. El desarrollo de la economía capitalista no se reduce a una serie de crisis y auges, de flujos y reflujos de la actividad industrial. Esta cadencia sólo es un fenómeno accesorio del proceso económico. Su esencia es la marcha de la curva. Estos accidentes se pueden producir también muy bien en casos de estagnaciones, caídas o progresos. Si la media de esas fluctuaciones arroja como resultado una curva ascendente, tenemos que vérnoslas en realidad con un progreso industrial continuo, y entonces el análisis del desarrollo industrial en el último medio siglo nos suministra una curva ascendente antes de la guerra y una curva descendente desde la guerra, sean cuales puedan ser las alternativas de crisis y prosperidad, las desviaciones provisionales en tal o tal otro sentido, en el primer o en el segundo período.
He ahí por qué la época actual no debe ser vista en absoluto como un desarrollo orgánico del capitalismo. La crisis creciente ha comenzado, precisamente, en los países en los que la industria parecía más floreciente. Japón y Estados Unidos han sido los primeros en verse sometidos a esta crisis. La caída de la capacidad de compra de Europa, su endeudamiento completo ante Estados Unidos, fueron la primera causa exterior de esta crisis; el desarrollo artificial de Japón no ha podido durar mucho tiempo. El mercado mundial se ha mostrado completamente desorganizado.
Pero puede surgir un interrogante: ¿esta crisis no se verá reemplazada por una nueva época de prosperidad industrial? ¿No asistiremos a una renovación orgánica? ¿No ocurrirá que, al mismo tiempo, la revolución se verá retrasada durante largos años?
Esta ligazón entre los períodos de auge y de caída y la revolución no debe considerarse. Recordemos a Rusia tras 1905. La derrota de la primera revolución coincidió con los años de crisis industrial mientras que, por el contrario, los años 1908 a 1912 estuvieron marcados a la vez por un auge industrial y por un progreso del movimiento obrero que tomó la forma de grandes manifestaciones callejeras en vísperas incluso de la guerra mundial.
Se me dirá entonces: ¿está permitido considerar como imposible una restauración del equilibrio capitalista? Teóricamente hablando la cosa es posible. La situación actual no se ha modificado en nada desde el primer y segundo congresos. Si en esa época teníamos un objetivo inmediato y una ruta que llevaba rectamente a él, ahora, tras haber recorrido una parte, comenzamos a ver que esa ruta o bien sube o bien baja, sin jamás abandonar la dirección precedentemente determinada por nosotros. No se trata de lo que se pueda afirmar teóricamente. Se trata de considerar las condiciones reales que hacen efectivamente imposible la restauración del equilibrio capitalista en el globo terrestre.
A los oportunistas les gusta referirse a la restauración automática del desarrollo capitalista, y el hecho es muy característico de esa gente. Se diría que se trata no de dos clases en lucha sino de un proceso mecánico que se cumple al margen de la voluntad de las masas, al margen de cualquier dependencia de la relación política entre esas clases. Ese menosprecio de los oportunistas hacia la voluntad de las masas es extremadamente significativo para la táctica que llevan adelante y que predican. Es confesar que no se dan cuenta, en absoluto, de la colosal exasperación de los antagonismos sociales que se produce junto a la crisis industrial. Mientras que la producción de las riquezas materiales ha crecido, la diferenciación y la lucha de clases han progresado a pasos agigantados. Progresan tan rápidamente que tenemos ante nosotros no a una clase obrera única, sino a todo un conjunto de diversas categorías de obreros. Al lado de quienes han sido educados políticamente en las tradiciones del movimiento obrero tenemos a la enorme capa de los obreros llamados a la vida por la guerra, entre ellos a un enorme número de mujeres que han entrado hace muy poco a la carrera de la lucha de clases. Al lado de las capas obreras que muestran a veces una excesiva prudencia tenemos a capas apasionadas con el ideal revolucionario y la sed de combate, pero ignorantes de las consecuencias.
Por otra parte, la situación se ha modificado profundamente en el seno de la burguesía, mientras que en la primera línea de la lucha política en los estados burgueses vemos a la burguesía sindicada, la pequeña burguesía no sindicada y empobrecida, relativa y absolutamente, se degrada socialmente y entra en oposición declarada a la burguesía sindicada. No obstante, no tenemos ninguna intención de ponernos, como los reformistas y los independientes, a la cabeza de esa burguesía, pero hay que constatar que, a medida que el proletariado consolida sus fuerzas, las capas burguesas en cuestión, si no se ven arrastradas por el proletariado en el momento de la lucha decisiva al menos serán neutralizadas. Esta variedad concierne a capas importantes de los países medianos, que son las que supuestamente se han enriquecido con el aflujo del papel moneda y que, en realidad, han sido las primeras víctimas de la caída de la gran industria.
Las esperanzas de restauración del equilibrio internacional están en pleno acuerdo con esta esperanza de restauración del equilibrio social. Si el objetivo inmediato de la guerra imperialista ha sido reemplazar a un gran número de estados nacionales por un solo estado universal, hay que decir que los autores de la guerra han fallado en gran medida en su objetivo. La guerra ha llevado, precisamente, al resultado contario. En Europa se han constituido una serie de pequeños estados. Prueba de que los gigantes imperialistas han sido incapaces de repartirse entre ellos la influencia mundial. De ahí una serie de crisis políticas internacionales incesantes. Francia juega el papel de estado director en Europa chocando a cada paso con la política inglesa, cuyos intereses defieren cada vez más de los suyos, sobre todo en relación con Alemania. Pero si está permitido hablar en alguna parte de automatismo es exclusivamente en las relaciones entre Inglaterra y Estados Unidos. Hoy en día dos obreros estadounidenses producen tanto como puedan producir cinco obreros ingleses. Hoy en día, el 45% de todo el carbón del mundo está en manos de Estados Unidos, así como más de un tercio del petróleo. La situación de este último es menos simple. Otra cosa es el petróleo en su previsión geológica y en su existencia real. Los economistas estadounidenses hacen ya sonar la alarma porque en diez años Estados Unidos se verá sin petróleo y todos sus transportes automóviles, que superan en seis veces al resto del globo, tendrán que pararse. Añadamos a ello las deudas de Europa con Estados Unidos, las tendencias coronadas con éxito de esta última para concentrar en sus manos todos los cables telegráficos del globo, el crecimiento extraordinariamente rápido de su tonelaje, que alcanza ya el 30% del tonelaje mundial. Se comprenderá entonces no solamente la alianza política de Inglaterra y Japón sino, además, todas las consecuencias de esta alianza. En 1924, la flota estadounidense tendrá más tonelaje que las flotas inglesa y japonesa juntas. Pero como Gran Bretaña domina en los mares y el dueño de los mares es el dueño del mundo, no hay que ser profeta para prever que vamos derechos hacia un conflicto armado entre Inglaterra y Estados Unidos. Estamos en una de esas ocasiones raras en las que este conflicto puede datarse con la máxima exactitud. Inglaterra sólo tiene una alternativa: o bien renunciar para siempre a su primacía mundial, o bien jugarse en una guerra todo su destino, toda su riqueza nacional.
Por otra parte, los ejércitos europeos aumentaron en alrededor un 30% relativamente respecto a la época de anteguerra. El hecho se explica gracias a la colosal parcelación nacional, gracias a la necesidad en cada nuevo tramo de mantener sus aduanas, sus guardias fronterizas, sus gendarmes, sus fuerzas militares. Podemos constatar con certeza que la caracterización hecha en el primer y segundo congresos de la situación mundial se mantiene enteramente exacta. No ha sobrevenido ninguna especie de equilibrio social, no se ha logrado ninguna especie de equilibrio en la política internacional del capitalismo. Hoy en día, el proletariado mundial está, como lo estaba entonces, en vísperas de un antagonismo social creciente, por una parte, y de un conflicto imperialista inminente por otra.
La caída de las fuerzas productivas de Europa, el progreso del movimiento obrero en Oriente, la exasperación de los antagonismos sociales en Estados Unidos, la consolidación más grande de la clase obrera, la experiencia cada vez más rica que ésta acumula en su lucha de clases, todo ello nos indica la rectitud de la posición de principios tomada por nosotros y la justeza de nuestra táctica y de nuestro método de combate. Solamente tenemos que analizar cuidadosamente las cuestiones tácticas, a fin de adaptarnos a las condiciones y exigencias diversas de cada país particular. Este es el centro de gravedad de nuestro congreso. Nuestro objetivo esencial consiste en formar partidos de acción en la Internacional Comunista. La Internacional debe estar a la cabeza de las masas en lucha, formular de forma clara y distinguir las consignas de combate, desenmascarar constantemente las consignas de conciliación y transaccionales de la socialdemocracia. Debe practicar ampliamente la estrategia de la lucha de clases, aprender a maniobrar con las diversas capas de la clase obrera a fin de enriquecerlas a todas ellas con nuevos métodos de lucha, a fin de constituir con ellas, para el momento del enfrentamiento con las fuerzas adversas, un ejército inquebrantable. El partido comunista debe utilizar cada respiro, sacar de los precedentes combates todas las lecciones posibles, para profundizar y ampliar los antagonismos sociales, para coordinarlos a escala nacional o internacional con un objetivo y acción únicos, para triunfar, así, sobre todos los obstáculos en la ruta de la dictadura y de la revolución social.
¡Camaradas!
El primer orador en la discusión, el camarada Brand, hizo un discurso muy interesante sobre el cual no me detendré ya que estoy de acuerdo en general con él. Me limito a comentar su última observación. Supongo que no se expresó plenamente en la medida en que se vio algo apresurado por el presidente, pero su declaración podría conducir a un malentendido. El camarada Brand dijo que vamos a vencer a la burguesía no con estadísticas, sino con la espada y trató de subrayar esta eventualidad con el hecho de mi informe aquí. Permítanme decir con toda franqueza que he tenido mucho más que ver con las estadísticas del Ejército Rojo que con su espada [risas]. Si el camarada Brand y otros compañeros creen que participé, por así decirlo, con la espada en las batallas del Ejército Rojo, tienen una concepción demasiado romántica sobre mis funciones. He tenido mucho más que ver con contar el número de botas, pantalones y (con su permiso) calzoncillos [grandes risas], que con empuñar la espada. En general, creo que no hay contradicción entre espadas y estadísticas, y que las estadísticas relacionadas con el equipo militar juegan un papel muy importante en la guerra. Napoleón solía decir: «Dieu est toujours avec les gros bataillons» [«Dios está siempre con los grandes batallones»]. Y las estadísticas, como ustedes saben, también tienen la fuerza de los batallones. El camarada Brand recordará que durante nuestro avance sobre Varsovia cometimos algunos errores en nuestras estadísticas, al no calcular exactamente las distancias ni las fuerzas, y no admitir adecuadamente el poder de resistencia del enemigo. En resumen, una buena espada afilada y buenas estadísticas relacionadas con espadas y todo lo relacionado con ellas, marchan excelentemente juntas. [Aplausos].
El camarada Seemann ha recogido una observación del camarada Brand y la ha repetido en una forma mucho más clara, declarando que lo que necesitamos no es demostrar la necesidad de la revolución sino realizarla. Esto, siendo en parte correcto, también es incorrecto en cierto sentido. Lo que es necesario demostrarles a los trabajadores es cuál es la esencia de la revolución por qué ésta es posible, necesaria e inevitable; mientras que, en lo que respecta a la burguesía, debemos llevarla a cabo por la fuerza. Y creo que el camarada Seemann, y otros que hablaron en el mismo sentido, se equivocan al considerar que el análisis objetivo del desarrollo económico ha demostrado que la revolución es inevitable, como dijo el camarada Sachs o el camarada Seemann, en un punto determinado del desarrollo histórico. Después de todo, esto es lo que los socialdemócratas de la II Internacional también han reiterado. Esto ya no nos interesa. Debemos fijarnos una meta y lograrla a través de una organización y una táctica correspondientes. Sí, así como es inadmisible el contraponer una espada a las estadísticas, tampoco es lícito contraponer a las condiciones objetivas los factores subjetivos de la historia (la voluntad revolucionaria y la conciencia revolucionaria de la clase obrera). Al fin y al cabo, los oportunistas (los Hilferding junto con los Kautsky y los kautskystas) pretenden convertir en automático el proceso de desarrollo mental y espiritual, introduciendo en sus prodigiosas estadísticas históricas sólo el factor objetivo, la voluntad de la clase hostil, que es para nosotros un factor objetivo. Y al excluir prácticamente el factor subjetivo, la voluntad revolucionaria dinámica de la clase obrera, falsifican el marxismo, convirtiéndolo en sofistería. Pero todavía hay otro método de organizar la revolución metodológicamente: un método de pensamiento revolucionario, cuyos representantes debían ser observados en gran número en el suelo de Rusia, es decir, los socialistas revolucionarios y especialmente su ala izquierda. Generalmente se burlaban del pensamiento objetivo. Se burlaban del análisis del desarrollo económico y político y del análisis de las tendencias objetivas o inmanentes a este desarrollo económico y político, diciéndolo de forma filosófica; los s-r contrapusieron a todo esto el libre albedrío y la acción revolucionaria de una minoría. Si separamos el aspecto subjetivo del objetivo, tal filosofía se transforma en puro aventurerismo revolucionario. Y creo que en la gran escuela del marxismo hemos aprendido a acoplar lo objetivo con lo subjetivo dialéctica y prácticamente, es decir, hemos aprendido a fundamentar nuestras acciones no sólo sobre la voluntad subjetiva de tal o cual individuo sino, también, sobre nuestra convicción de que la clase obrera debe seguir nuestra voluntad subjetiva y que la voluntad de acción de la clase obrera está determinada por la situación objetiva. Es por eso que para nuestras pruebas debemos utilizar el análisis económico junto con las estadísticas para marcar con precisión nuestro propio camino y marchar por ese camino, espada en mano, preparados para una acción decisiva.
El camarada Sachs es de la opinión de que las tesis no encajan como un documento de la Internacional Comunista ya que no tratan críticamente el declive y el progreso de la economía europea. Me limitaré a referirme a la página 9 de las tesis, en la que esto se formula de manera bastante definitiva. Además, el camarada Sachs opina que precisamente el proletariado es el factor subjetivo de la historia, mientras que las tesis no han hecho hincapié en este punto de vista subjetivo. Creo que el camarada Sachs, que difiere en sus tendencias de la mayoría de los oradores que han tomado la palabra hoy, tiene mucho en común con ellos, a saber: él y ellos no han leído las tesis. En la tesis 34 declaramos:
«En esencia, el problema del restablecimiento del capitalismo sobre las bases trazadas más arriba se resume del siguiente modo: ¿la clase obrera está dispuesta a realizar, bajo condiciones incomparablemente más difíciles, los sacrificios indispensables para afirmar las condiciones de su propia esclavitud, más rígida y más dura que antes de la guerra?»
Luego desarrollamos la idea de cómo es la acumulación necesaria, la acumulación intensificada, lo necesario de la estabilización de la moneda, etc. Y en todo ello se expresa un mismo pensamiento. El equilibrio económico no es algo abstracto o mecánico. Se puede restablecer sólo a través del trabajo manual de las clases. Pero las clases descansan sobre la base económica. La burguesía ha tenido éxito en el curso de los tres años de la posguerra en mantener un equilibrio. La burguesía sigue estando al mando del estado. ¿Cómo? Como ya he dicho, con nuevas emisiones de papel moneda y gracias a que la burguesía, en Italia, Francia y Alemania, se está hundiendo en las perturbadas finanzas del estado complementando los salarios en forma de precios más bajos del pan y arrendamientos más baratos. Cada pieza de mercancía alemana arrojada al mercado inglés denota una parte no remunerada de una vivienda alemana que está cayendo en ruinas, parte de una casa alemana que no puede ser renovada. Y así, al restablecer el equilibrio de clase, se ven obligados a arruinar la economía, y al tratar de restablecer la economía, se ven obligados, por el contrario, a interrumpir el equilibrio de clases. Es un círculo vicioso. Esta es la idea central de las tesis. Aquellos que no han podido entresacar esta idea de las tesis, les pido que vuelvan a leerlas cuidadosamente.
El camarada Seemann dijo que la Rusia soviética puede servir como una válvula de seguridad para el capitalismo y así interrumpir el desarrollo de la revolución mundial. Pues bien, las cosas no son tan terribles como para hacer que el capitalismo europeo o estadounidense se arroje en brazos de la Rusia soviética en busca de la salvación de la situación en la que el capitalismo ha caído como consecuencia del paro en esos países. La situación aún está lejos de ser tan terrible y, por desgracia, nuestro país está demasiado arruinado como para atraer capital extranjero en una escala capaz de convertirse en una amenaza para el desarrollo de la revolución en Estados Unidos y Europa. Esto está absolutamente descartado.
Llego ahora a las objeciones del camarada Pogany que ha encontrado en nuestras tesis una inconsistencia y una deficiencia, y están en las páginas 4 como en la 14. La contradicción, en su opinión, consiste en esto: primero decimos que la prosperidad ha tendido a debilitar y mitigar las explosiones revolucionarias, y después declaramos que la prosperidad artificial no retrasará la revolución, sino que, en cambio, ayudará en cierto modo a su desarrollo. Sí, la pseudoprosperidad del pasado y la pseudoprosperidad del futuro son evaluadas de manera muy diferente por mí. El camarada Pogany encuentra en esto una inconsistencia. Pero aquí no hay ninguna pues mi análisis de la prosperidad se realiza en su contexto histórico, en el marco histórico concreto del mundo entero y de los estados individuales. El modo de pensar del camarada Pogany es, al menos en esta cuestión, algo automático y emplea la vieja terminología, algo metafísica, en la medida en que piensa que tanto las crisis como la prosperidad siempre provocan una misma tendencia. Esto es absolutamente falso. En primer lugar, tal interpretación de las tesis lleva a innumerables falacias. Dice que a las tesis les faltan concluir con dos cosas: primero, espera una guerra anglo-estadounidense; segundo, espera un período de prosperidad. Pero no fui yo quien introdujo, por así decirlo, la prosperidad en nuestras tácticas; no abrí las puertas a la prosperidad como tampoco la invite a entrar y cambiar la situación. Está fuera de la cuestión. ¿Qué dicen nuestras tesis? Dicen que estamos viviendo una crisis profunda y aguda, que ha producido una ofensiva intensificada de la clase capitalista contra el proletariado. El proletariado está hoy en todas partes a la defensiva. Nuestra tarea es extender esta lucha defensiva del proletariado en el plano económico, profundizarla, iluminando la conciencia del proletariado asediado, formulando con claridad y precisión las condiciones de la lucha, revistiéndola con formas políticas y transformándola en la lucha por el poder político. Esta es nuestra tarea, y es comprensible. Además, en mi informe, y en conjunto con el camarada Varga, lo he escrito en nuestras tesis: que si se produce una mejora en la situación dentro de los próximos dos o tres meses, o medio año a partir de ahora, es axiomático que esto ocurrirá sólo si la revolución no entra en erupción mientras tanto. Si entra en erupción, entonces, junto con el camarada Pogany, naturalmente que no debemos contrarrestar ese evento, sino que, por el contrario, deberemos participar en él esforzándonos muchísimo. Pero planteemos la cuestión: ¿Y si esto no sucede, camarada Pogany? ¿Qué pasa si en lugar de la revolución se produce una mejora en la situación económica? El camarada Varga señala en su folleto muchos síntomas de esta mejora; e incluso en el caso de tal manera que no sería posible hablar en la actualidad de mejora, entonces es necesario establecer que el ritmo de deterioro está siendo retardado. Esto lo sabemos con certeza. Los precios ya no están descendiendo tan precipitadamente como hasta ahora. El mercado financiero está bajo mucha menos tensión, y aquí y allá se pueden percibir indicios menores y superficiales de una mejora en la producción. Sin duda, son muy insignificantes. Es muy posible que sólo esté involucrado un pequeño zigzag y que el desarrollo pronto tenga un reflujo de nuevo. Pero también es posible que se produzca una mejora más seria. Esto no depende de mí, ni del camarada Pogany, ni de las resoluciones del congreso. Esto es verdaderamente un acontecimiento externo, automático, independiente de nuestra voluntad. ¿Anuncia la llegada de una nueva época de desarrollo económico? En ningún caso. El camarada Pogany piensa que si en los próximos tres meses se produjese un reavivamiento en el mercado, la exportación y la producción inglesa, habría que desechar toda esperanza de un desarrollo directo de la revolución, de la conquista del poder político. No lo creemos. Hay una gran diferencia entre la prosperidad que se produjo inmediatamente después de la guerra, y la prosperidad que está en perspectiva hoy. Después de la guerra la clase obrera todavía estaba llena de ilusiones. La clase obrera seguía desorganizada, como la burguesía. Reinó una desorganización universal de las clases. Sólo una pequeña minoría de la burguesía era claramente consciente de sus objetivos, mientras que una minoría de la clase obrera, también pequeña (el grupo comunista), era igualmente consciente de su objetivo. Las grandes masas vacilaban. Bajo estas condiciones era extremadamente importante que al regresar de la guerra el trabajador quedara desempleado o recibiese un salario bastante decente, si obtendría pan barato o costoso porque equiparaba sus demandas con sus penurias y sacrificios sangrientos en el campo de batalla. La burguesía creó, a través de importantes concesiones financieras y a costa de la ulterior dislocación del fundamento económico, las condiciones que mantuvieron a las masas en un estado de indecisión durante dos años. Manifiestamente, capas enteras de los trabajadores se separaron sin embargo, pero en general el régimen existente ha permanecido intacto hasta el día de hoy. Pero ahora el desempleo ha causado grandes privaciones entre las masas. Cristalizan los partidos comunistas que estaban en proceso de formación; la desilusión y el desencanto de las masas avanzan con pasos gigantescos y ahora estamos llevando a cabo la lucha sobre la base de la crisis y continuaremos conduciéndola sobre esta base. No está excluido que en el curso de esta lucha y de esta crisis podamos llegar al poder en tal o cual país. Pero si esta lucha no conduce a resultados positivos (a la victoria) entonces (y esto se afirma en las tesis) la pseudoprosperidad en ningún caso asombrará a los trabajadores. Por el contrario, todo trabajador, a los primeros signos de prosperidad, recordará todos los desencantos que ha sufrido, todos los sacrificios que ha soportado, y exigirá recompensa por todo ello, incluyendo los recortes salariales y la crisis. Esto se basa en lo histórico, económico y psicológico. En cuanto a la mala música, que el camarada Pogany ha oído en mi discurso (en el sentido de que estoy esperando una nueva guerra y prosperidad) no estoy seguro de si mi voz no es suficientemente musical, si el oído del camarada Pogany es insuficientemente musical o si tal vez la acústica es pobre. [Risas] En cualquier caso hay una especie de discrepancia entre mi órgano de expresión y el órgano de audición del camarada Pogany. No propongo a nadie esperar una guerra entre Estados Unidos e Inglaterra. Si hubiera sabido que esta fecha (el año 1924) conduciría a cualquier persona a esa tentación, yo, por supuesto, habría renunciado a este verso maldito en tanto que no desempeña ningún papel en mis conclusiones. Lo he aducido simplemente con fines ilustrativos. Analizaba la cuestión del equilibrio económico y pregunté: ¿Cómo están las cosas en este sentido en las relaciones internacionales entre los estados? Y dije que ya habíamos vivido una paz armada en vísperas de 1914, cuando todo el mundo se estaba preparando para la guerra. Pero entonces nadie pensó que el ritmo sería tan rápido y nadie se sentía seguro de que el conflicto inevitablemente ocurriría dentro de dos, tres o cuatro años. Este conflicto inevitable no es un punto matemático en el desarrollo histórico; continúa ejerciendo influencia sobre las agrupaciones modernas de los estados europeos, también.
El camarada Thalheimer ha repetido esta misma acusación de que pretendí mantener la energía revolucionaria del proletariado en reserva hasta el estallido de la guerra en 1924. Esto tiene un tono bastante peculiar. Luego dijo que me orientaba, por decirlo así, a la desintegración pacífica del capitalismo. Declaró claramente que las tesis toman su orientación de esto. Aquí también me referiré a la tesis 34 en la que se escribe lo contrario. Afirma que en lo que se refiere a la desintegración automática del capitalismo, es posible restablecer el equilibrio, pero que este proceso tiene lugar precisamente a través de la lucha de clases y que, por lo tanto, el equilibrio no puede ser restaurado.
La cuestión de la indemnización también se analizó a este respecto. Se nos dijo que las indemnizaciones alemanas deben servir como un medio para restablecer la estabilidad del capitalismo de la Entente. Absolutamente correcto, pero primero deben pagarse las indemnizaciones. Y para pagarlas, el proletariado alemán debe producir no sólo para sí, no sólo para los beneficios de su burguesía, para su estado, sino también para estas reparaciones. Esto implica una explotación intensificada que, a su vez, implica una agudización de la lucha de clases, pero no una recuperación del equilibrio.
La cuestión, planteada por muchos compañeros de manera abstracta, de lo que conducirá a la revolución, si será el empobrecimiento o la prosperidad, es completamente falsa formulada así. Ya lo he probado en mi informe. Un camarada español me contó en una conversación privada que en su país fue precisamente la prosperidad la que llegó a la industria española a través de la guerra la que produjo un movimiento revolucionario a gran escala, mientras que previamente había prevalecido el estancamiento. Aquí tenemos un ejemplo que no es ruso sino español (un ejemplo del otro lado de Europa). ¡Camaradas! Ni el empobrecimiento ni en la prosperidad, como tales, pueden conducir a la revolución. Pero la alternancia de prosperidad y empobrecimiento, las crisis, la incertidumbre, la ausencia de estabilidad, son los factores del motor de la revolución.
¿Por qué la burocracia obrera se ha vuelto tan conservadora? En la mayoría de los casos se compone de criaturas débiles que viven en una escala moderada, cuya existencia no está marcada por el lujo. Pero se han acostumbrado a condiciones de vida estables. No tienen miedo al desempleo, siempre y cuando puedan mantenerse dentro del marco de la vida normal de los partidos y de los sindicatos. Este modo tranquilo de existencia también ha ejercido su influencia sobre la psicología de una amplia capa de trabajadores que están mejor. Pero hoy este bendito estado, esta estabilidad de las condiciones de vida, ha retrocedido al pasado. En lugar de la prosperidad artificial ha llegado el empobrecimiento. Los precios están aumentando abruptamente, los salarios siguen cambiando sin consonancia con las fluctuaciones monetarias. Los saltos de divisas hacen que salten los precios y salarios y luego vienen los altibajos de las febriles coyunturas ficticias y de las profundas crisis. Esta falta de estabilidad, la incertidumbre de lo que el mañana traerá en la vida personal de cada trabajador, es el factor más revolucionario de la época en que vivimos. Y esto está bastante claro en las tesis. En ellas nos referimos a la crisis como tal, y también a la prosperidad. En la página 13 decimos [final tesis 36]:
«La incertidumbre en cuanto a las condiciones de existencia, que refleja la inconsistencia general de las condiciones económicas nacionales y mundiales, constituye actualmente el factor más revolucionario.»
Esto se aplica tanto al período de crisis como a los períodos de prosperidad. Esto también abarca a las condiciones políticas bajo las que vive la clase trabajadora. Antes de la guerra se había acostumbrado al régimen prusiano. í‰ste, en verdad era un marco de hierro, y sin embargo un todo fiable. Uno sabía que esto podía hacerse, mientras que eso estaba prohibido. Hoy este régimen de estabilidad prusiana ha desaparecido. Antes de la guerra un trabajador ganaba 3 marcos al día. Pero estos marcos tenían un sonido claro, con ellos se podía comprar algo. Hoy el trabajador recibe (no sé exactamente) 20 o 30, 40 o 50 marcos al día, pero obtiene poco por ellos. Es cierto que solía haber un Káiser alemán, pero a modo de compensación sabías que no serías asesinado en las calles si estuvieras en huelga. En el caso más extremo, serías arrojado a la cárcel. Hoy en día, sin embargo, puedes recibir un disparo mientras das un paseo como un ciudadano libre de la república. Esta ausencia de estabilidad hace que se perturbe hasta el trabajador más imperturbable. Es un poderoso motor revolucionario. Aquí se han vertido observaciones en el sentido de que tanto las tesis como yo centramos nuestra atención exclusivamente en el conflicto entre Inglaterra y Estados Unidos, ignorando todos los demás conflictos. Esto es completamente falso. Las tesis tratan clara y específicamente de todo lo que Koenen ha dicho sobre las relaciones mutuas entre Francia y Alemania. Incluso la reciente capitulación y todo lo relacionado con ella se trata en la página 10. Allí se afirma [final tesis 29]:
«La capitulación de Alemania, el pasado mes de mayo, en lo que respecta al problema de las contribuciones de guerra evidencia una victoria temporal de Inglaterra y asegura la caída económica ulterior de Europa central, sin excluir, en un futuro cercano, la ocupación por parte de Francia de la cuenca del Ruhr y de la Alta Silesia.»
Todo lo que el camarada Koenen dijo ya ha sido dicho en principio por las tesis. Obviamente, en la cuestión de la política internacional no podemos concentrar toda nuestra atención en el inminente año de 1924. Debemos permanecer con los ojos abiertos a toda eventualidad, debemos estudiar los acontecimientos de cada día y prepararlos enérgicamente. Y creo que precisamente en el ámbito de las relaciones internacionales tenemos ante nosotros las mayores perspectivas en el sentido de atraer al proletariado a nuestro lado, que es lo más importante. Para conquistar el poder y la supremacía hay que conquistar primero al proletariado. ¿Cuál es la posición de la Segunda Internacional y de la Internacional 2½ sobre esta cuestión? Debo llamar su atención sobre un pequeño ejemplo, la polémica entre el Vorwärts (órgano central del PSD alemán) y el periódico belga Le Peuple. No sé si esta controversia se ha utilizado adecuadamente en Alemania. Esta polémica entre dos órganos de partido, que pertenecen a una misma Segunda Internacional, sobre la cuestión más ardiente y vital (las reparaciones alemanas), es instructiva en el más alto grado para todos los trabajadores alemanes, belgas y franceses. En el momento en que Briand amenazaba con ocupar la provincia del Ruhr, Le Peuple, la hoja socialista amarilla belga, dirigió a sus compañeros alemanes las siguientes preguntas:
«Hemos visto [escribió Le Peuple] que los obreros alemanes se conducen con valentía en los días del golpe de estado de Kapp. ¿Por qué entonces callan ahora? ¿Por qué las organizaciones obreras de un extremo de Alemania a otro no expresan claramente su voluntad de impedir la ocupación de la provincia del Ruhr y su operación bajo control militar?»
Esto significa: mi gobierno, el belga (junto con los franceses), aplastará al trabajador alemán en caso que su gobierno sea negligente en sus pagos de indemnizaciones fijas al gobierno francés, se deduce que es deber del trabajador alemán hacer una revolución contra su burguesía y obligarla a pagar las indemnizaciones para que mi burguesía no se vea obligada a aplastarte. [Risas] Esta bofetada convierte el deber revolucionario en una pelota que va de un lado a otro, y lo patea como payasos en un circo. Su deber es subordinar a su burguesía a la mía para que no me vea obligado a ir a la guerra contra la suya. [Aplausos]
En respuesta a esto, el Vorwärts escribió:
«Cada una de estos interrogantes se los planteamos de vuelta íntegramente a las organizaciones obreras belgas. Después de todo, no son nuestros ejércitos los que hay que evitar que avancen.»
Esto ésta escrito en el mismo Vorwärts y por los mismos líderes socialdemócratas que en su día apoyaron el Tratado de Brest-Litovsk. Uno puede hablar de estas criaturas ante el proletariado belga y el francés, como también ante el obrero alemán, sólo con un látigo para perros en la mano.
Camaradas, la revolución fluye a lo largo de tres canales y uno de ellos lo ha rememorado el camarada Roy. El primer gran canal del desarrollo revolucionario es la Europa moribunda. El equilibrio social de Europa, y sobre todo el de Inglaterra, siempre se ha basado en la posición preponderante de Gran Bretaña y de Europa en todo el mundo. Esta preponderancia ha desaparecido para siempre. Pueden producirse fluctuaciones. Pero la preponderancia de Europa es una cosa del pasado y también lo es la preponderancia de la burguesía europea y la del proletariado europeo. Este es el primer gran canal de la revolución.
El segundo es el desarrollo febril de Estados Unidos. Allí se produce un gran y febril auge, creado por condiciones que nunca se pueden estabilizar, ni repetir, es decir, un gran aumento que inevitablemente debe ser seguido por una gran crisis y una gran depresión. Estos ascensos y descensos, estos altibajos sin precedentes de una gran nación, de una gran sociedad, son un poderoso factor revolucionario y no se excluye la posibilidad de que el desarrollo revolucionario de los Estados Unidos pueda avanzar a un ritmo genuinamente norteamericano actualmente.
El tercer canal, son las colonias. Durante la guerra, cuando los países europeos quedaron separados del mercado mundial, las colonias se desarrollaron bastante enérgicamente en la dirección capitalista. Esto no tuvo una importancia económica especialmente grande para el mercado mundial. Los capitalismos hindú, chino y nipón no juegan en él un papel decisivo ni prominente. Pero para el desarrollo revolucionario de Japón, China e India, el desarrollo del capitalismo, su nivel ya alcanzado de desarrollo, juega un papel decisivo. En la India existe un proletariado atrasado. Pero el papel que el proletariado puede desempeñar en un país de este tipo, con sus relaciones agrarias semifeudales, se puede recoger de toda la historia moderna de Rusia. El proletariado jugará allí un papel que será absolutamente inconmensurable respecto a la etapa del desarrollo capitalista e incluso a la fuerza numérica de los trabajadores; porque el campesinado de la India o China no tiene otra posibilidad, ningún otro centro de concentración, que el joven proletariado capaz de luchar. Y así, la lucha colonial es el tercer canal importante del movimiento revolucionario. No deben ser contrapuestos entre sí, porque el movimiento fluye paralelo a lo largo de estos tres canales, y se influyen tanto recíproca como mutuamente todo el tiempo. Y es imposible saber por adelantado cuándo se agudizará el movimiento en uno u otro. Pero, en general, las condiciones objetivas, los elementos automáticos de la historia funcionan espléndidamente a nuestro favor. Espero que en la vida, así como en mi discurso, el factor subjetivo no esté siendo restringido ni ahogado como tantos compañeros temen sino que, por el contrario, lo objetivamente revolucionario está actuando de la mano con lo subjetivamente revolucionario y que, ambos juntos realicen un espléndido trabajo.
Se ha propuesto que el congreso remita las tesis a la comisión. Por supuesto, es necesario que la comisión revise las tesis de nuevo y las revise a la luz del debate que ha tenido lugar aquí. Pero sin embargo pido al congreso que acepte nuestras tesis en principio como base, antes de ser devueltas a la comisión. [Estruendosos aplausos]
Camaradas,
No me detendré en el pasado del Partido Socialista Italiano (PSI en adelante). Ya se ha dicho bastante sobre este tema. La cuestión clave es la crisis de septiembre pasado que ha producido la situación actual. Incluso una revisión superficial de la situación política le deja a uno con la impresión, e incluso con la convicción, de que la orientación del proletariado italiano en los años posteriores a la guerra era puramente revolucionaria. Todo lo escrito en Avanti y todo lo expresado por los voceros del Partido Socialista fue tomado por las masas como una convocatoria a la revolución proletaria. Y esta propaganda produjo una reacción en los corazones de la clase obrera, despertó su voluntad y adelantó los acontecimientos de septiembre.
Si uno juzgara al partido desde el punto de vista político, habría que concluir (esta es la única explicación posible) que el PSI llevó a cabo verbalmente una política revolucionaria sin tener en cuenta sus consecuencias. Todo el mundo sabe que durante los acontecimientos de septiembre ninguna otra organización perdió la cabeza y se quedó tan paralizada por el miedo como el PSI, que se había pavimentado el camino para estos acontecimientos. Ahora bien, estos hechos son prueba de que la organización italiana (y no debemos olvidar que el partido no es sólo ideas, ni un objetivo ni un programa, sino también un aparato, una organización) podría haber obtenido la victoria mediante una actividad inquebrantable. Septiembre fue el mes de la gran crisis para el proletariado y para el PSI. ¿Cuáles fueron las consecuencias de estos acontecimientos para el proletariado? Es muy difícil estimar esto, en vista de que una clase que rompe con su partido pierde inmediatamente su sentido de la orientación. Y el partido ¿qué conclusiones ha extraído de esta experiencia? Durante los tres años que siguieron a la guerra, todos y cada uno de los camaradas que llegaban de Italia nos decían: «Tenemos todo listo para la revolución». El mundo entero sabía que Italia estaba en vísperas de la revolución. Cuando estalló la revolución, el partido fracasó. ¿Cuáles fueron las lecciones de estos acontecimientos? ¿Qué se hizo? Se nos ha dicho: «No estábamos preparados porque nuestra organización estaba compuesta de elementos que eran ostensiblemente incompatibles y que actuaban para paralizar a cada uno de ellos. ¡Para crear ciertas condiciones, en la medida en que esto depende de nuestra voluntad, hay que tener la voluntad de crearlas!». Esto, camarada Lazzari, es el quid de la cuestión; ¡Uno debe tener la voluntad de victoria revolucionaria! Solamente si tal voluntad existe puede entonces entablar una discusión y comprometerse a analizar; porque la estrategia es indispensable, porque es imposible alcanzar la victoria por medio de una sola voluntad poderosa. La estrategia es indispensable, pero lo más indispensable es la voluntad de la revolución y de su victoria. Turati y sus amigos son honestos en este sentido, porque declaran diaria, abierta y sucesivamente que no quieren la revolución. No lo quieren y siguen siendo miembros del Partido Socialista, incluso sus miembros prominentes.
Han vivido hasta septiembre. Pero, ¿qué curso persiguió después de este trágico mes? se han movido más a la derecha. En su nueva fracción parlamentaria, los reformistas, es decir, los que no quieren la revolución, constituyen la mayoría. Su órgano central, Avanti, ha girado bruscamente el timón hacia la derecha. Esta es la situación actual. Es inadmisible jactarse del pasado cuando la situación actual es tan clara e inconfundible. Entre el jarabe de pico a la revolución y las crueles exigencias de la situación revolucionaria hay una contradicción que se manifestó entre ustedes en septiembre. De esta contradicción fluye una de las dos cosas: o renunciarás a la facción de tu pasado que fue revolucionaria sólo en su jarabe de pico, en otras palabras, romperás con los reformistas que obstaculizan la acción revolucionaria; o debes decir: «como no queríamos los acontecimientos de septiembre, también debemos rechazar los métodos que los trajeron».
Turati no dudará en hacer uso de las lecciones de septiembre; es lo suficientemente astuto como para señalar las obvias contradicciones que fluyen de ahí. Hasta donde ustedes, su partido y su comité central, están preocupados, usted sólo está añadiendo la falta de claridad que preparó y que predeterminó de antemano el fracaso de los acontecimientos de septiembre y que ha producido el cambio a la derecha del PSI. Serrati estaba a favor de preservar una concentración máxima de las fuerzas; quería mantener a los comunistas, a los centristas y a los reformistas, juntos en un solo partido. En algunos casos concretos, esta idea de concentración de las fuerzas podría justificarse con la esperanza de preservar el máximo de las fuerzas revolucionarias en el partido. Quiso hacer esto, deseó unir estos tres grupos para poder más adelante decir: «aquí están los baluartes genuinos de nuestro partido; lo que sea y quienquiera que esté fuera de nuestras filas es hostil a nosotros.»
Has pasado por una de las experiencias más amargas, más claras y más trágicas. Y solamente después te has formado esta idea de la concentración, que es algo abstracta y, por sí mismo, toma una forma política definida. Esta idea llegó a ser totalmente reformista y no centrista, porque el desarrollo del partido ahora lo ha hecho pivotar definitivamente a la derecha.
Turati ha declarado: «en septiembre el proletariado aún no estaba lo suficientemente maduro.» Sí, no estaba maduro. ¿Pero has explicado al proletariado por qué el partido no estaba maduro? Le dijo al proletariado: «sí, Turati está en lo correcto en este sentido, que ustedes, los trabajadores italianos, no estaban lo suficientemente maduros como para limpiar su partido, antes de participar en la acción decisiva, de todos los elementos que paralizan el trabajo del partido.» Turati está en lo correcto en este sentido, que el proletariado italiano, por su incapacidad para expulsarlo de sus filas, ha demostrado así que no estaba lo suficientemente maduro para las acciones decisivas de septiembre. ¿Cuál es la situación actual del proletariado Italiano? Estoy seguro de que se ha vuelto mucho más cauteloso después de que fue traicionado involuntariamente por el partido en el que había confiado completamente. El camarada Lazzari tiende a interpretar esas expresiones en un sentido moral y personal; dijo: «Somos acusados de traición, pero ¿qué conseguimos con eso?» No es una cuestión de traición individual o venal. Se trata de la quiebra del partido. Y en términos políticos esto no es otra cosa que una traición a los intereses del proletariado. Me pregunto: ¿Qué puede pensar el proletariado italiano? El partido seguramente se encuentra terriblemente desacreditado ante sus ojos. Un nuevo partido ha resucitado (el partido comunista). Estamos seguros de que seguirá creciendo aunque permanezca en el futuro tan aislado como lo está ahora. Este partido ayuda al proletariado y le ofrece su programa comunista revolucionario. ¿No tienes miedo de que los proletarios italianos dirán después de escucharte: «pero hemos escuchado esta melodía antes, ya fuimos engañados en septiembre.»? Esta es toda la esencia de la situación extremadamente difícil que usted ha creado en Italia por un período que, esperemos, será breve.
El joven partido italiano, a través de un trabajo enérgico y audaz, debe conquistar de nuevo una genuina reputación revolucionaria que es indispensable no sólo para la actividad parlamentaria (que es otra cosa otra vez), sino también para un nuevo asalto contra la sociedad capitalista. Es necesario conquistar de nuevo la reputación revolucionaria que el partido ha derrochado a través de sus actividades, o mejor dicho, a través de su inactividad en septiembre.
Usted nos dice que los seguidores de Turati se someten a la disciplina del partido. Oh sí, los oradores tenían toda la razón al decir que se había entregado una declaración en defensa de Turati; fue una súplica que fue construida de acuerdo con todas las reglas de la defensa jurídica. ¿Cuál es el significado de la disciplina partidista? Hay disciplina formal, y hay una verdadera disciplina. Me parece que hay una diferencia si actúo de cierta manera porque las circunstancias no me dejan elección o si actúo por propia voluntad. Nos sometemos a la disciplina del estado capitalista, nos sometemos a la legalidad capitalista, ¿pero cómo? Sólo en la medida en que nos vemos obligados a hacerlo. Pero al mismo tiempo nos reímos de la legalidad burguesa, creamos órganos clandestinos para eludir esa legalidad, y utilizamos todas las vías para transponer la legalidad burguesa o ampliar su marco. ¿Y cuál es la actitud de Turati en su disciplina? Es exactamente la misma actitud, camarada Lazzari. Se somete a su disciplina mientras nos sometemos a la legalidad burguesa. Crea sus propias organizaciones ilegales, su propia facción en su partido. Lleva a cabo negociaciones con el gobierno, naturalmente a escondidas e ilegalmente. Hace todo lo posible por extender y romper el marco de esta disciplina y, más allá de esto, se mofa de su disciplina en sus discursos y en su periódico. Por lo tanto, es nuestro enemigo consciente y metódico, así como somos los enemigos de la sociedad burguesa y su legalidad. Este es el verdadero estado de cosas.
Usted dice: «pero Turati no nos ha dado ningún motivo real para la expulsión. No tenemos suficientes hechos.» Sí, se puede afirmar rotundamente que incluso si seguimos esperando indefinidamente, seguiremos careciendo de estos hechos ya que Turati sabe excelentemente lo que quiere. Turati no es un carrerista político, deseoso de convertirse en un ministro en un gobierno capitalista. En la medida en que puedo hacerlo, creo que tiene una política propia que valora altamente y que quiere llevar a cabo. No persigue una cartera ministerial. Puedo visualizar claramente una entrevista entre Turati y Giolitti. Giolitti le dice: «aquí hay una cartera que te pertenece». Pero Turati responde: «¿no ha escuchado, mi querido colega, los discursos de Lazzari?» En el instante en que acepte esta cartera, le suministraré datos muy convenientes que no dudará en utilizar. Seré expulsado del partido, y una vez expulsado, perderé toda importancia política en lo que respecta a usted y a la preservación del estado capitalista. Puesto que lo que está en cuestión no es tanto la instalación de un ministro socialista, sino el apoyo de la democracia, es decir, el apoyo de la sociedad capitalista, no puedo aceptar su cartera; porque no pretendo hacerle el juego a mi severo colega Lazzari. En interés de la sociedad burguesa, dejemos las cosas como están».
Usted dice: «¿no estamos prestando demasiada atención a Turati, sus discursos, sus libros, sus prefacios?» ¿No es esto un incidente aislado? ¡Es una quantité négligeable! Si ese es el caso, si por lo que a usted se refiere todo lo que está en juego es la pérdida de uno o más individuos, la pérdida de una quantité négligeable [cantidad despreciable] entonces ¿por qué estás tan molesto? Imaginemos, queridos camaradas de Italia, que mientras estamos debatiendo aquí, Giolitti llama a Turati por teléfono para preguntar: «¿puede ser que Lazzari se marche rumbo a Moscú y asuma algunas obligaciones allí?» Y Turati responde: «¡no, en absuluto!» Esto es puramente un incidente aislado. Como ustedes saben, la sociedad capitalista se aferra al principio de la división del trabajo; y rompiendo con la Internacional Comunista por el bien de salvaguardar a Turati, usted está haciendo un gran servicio a esta sociedad. Usted dice que está cada vez más entusiasmado con el partido comunista ruso y con la Rusia soviética. Permítanme a este respecto hablar con toda libertad, no sólo en beneficio de todos los camaradas italianos, sino en beneficio de todos los partidos. Cuando se trata de hablar de nosotros, sucede con demasiada frecuencia que se emplea un tono muy delicado, como para evitar la disputa con nosotros. Como todos ustedes saben, nuestra situación es extremadamente difícil. Estuvieron presentes en la Plaza Roja y han visto no sólo a nuestros soldados y a nuestros comunistas armados que están dispuestos a acudir en defensa de la Tercera Internacional; también han visto nuestra juventud, nuestros hijos, la mayoría de los cuales van por ahí descalzos y desnutridos. Al visitar nuestras fábricas cada uno de ustedes verá nuestra pobreza económica y material que los mendigos describen.
Quien llegue a Rusia con la esperanza de encontrar un paraíso comunista aquí se verá cruelmente decepcionado. Quien venga aquí con el objetivo de reunir impresiones para elogiar a Rusia no es un auténtico comunista. Pero quien viene aquí para recolectar hechos relacionados con nuestra pobreza para emplearlos como argumento contra el comunismo es un enemigo abierto a nosotros. [Aplausos] Y aquí, camaradas, esto es lo que Turati, un miembro de su partido, tiene que decir sobre Rusia: «los rusos han inventado los soviets y la Internacional Comunista para su propio beneficio y para promover sus propios intereses nacionales». Esto es lo que se le dijo al trabajador italiano que fue reclutado en la guerra para defender los intereses nacionales ficticios y que fue engañado como todos los demás. Hoy otro demonio está siendo colgado ante él (un enemigo nacional). Hoy la Rusia soviética, piensen, está tratando de promover sus propios intereses nacionales a través de la Internacional Comunista. Si usted repasa la prensa alemana del período de los acontecimientos de marzo, usted encontrará allí expresado el mismo pensamiento sobre la posición del poder soviético. Allí se dice que los soviets se encontraron terriblemente desacreditados en ese momento; y para salvarse a sí misma, la Rusia soviética emitió, a través de la Internacional Comunista, una orden para lanzar la acción revolucionaria en Alemania. Hoy, nuestros enemigos pérfidos y astutos están difundiendo una leyenda (uno de cuyos más fervientes diseminadores es su Turati), una leyenda en el sentido de que para reforzar nuestra situación doméstica estamos exigiendo a todos los demás partidos que se involucren en acciones revolucionarias, que no tienen conexión alguna con el desarrollo político y social de los respectivos países. Si permitimos que personas que propagan esas ideas permanezcan mucho más tiempo en nuestra internacional, podemos crear una situación muy difícil para la internacional.
Sí, camaradas, hemos erigido en nuestro país el baluarte de la revolución mundial. Nuestro país sigue siendo muy atrasado, aún muy bárbaro. Se despliega ante ustedes un panorama de inaudita pobreza. Pero estamos defendiendo este baluarte de la revolución mundial, ya que en el momento dado no hay otro en el mundo. Cuando otra ciudadela se erija en Francia o en Alemania, entonces este baluarte que es Rusia perderá nueve décimas partes de su importancia; y luego nos dirigiremos a ustedes en Europa para defender esta otra y más importante fortaleza. Por último, camaradas, es pura absurdidad creer que consideramos que este bastión ruso de la revolución es el centro del mundo. Es absurdo incluso afirmar que creemos que es nuestro derecho exigirle que hagan una revolución en Alemania o Francia o Italia, siempre que esto sea requerido por nuestra política interna. Si somos capaces de tal perfidia, entonces todos nosotros merecemos ser puestos contra una pared y fusilados, uno por uno.
¡Camarada Lazzari! ¿Cómo podemos permanecer en la misma internacional con Turati que es un miembro de su partido y que llama a nuestra internacional una «internacional inexistente»? Estas son sus mismas palabras. Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg están muertos, pero para esta internacional permanecen eternamente vivos. ¿Cómo podemos combinar dentro de los cuadros de nuestra internacional a Karl Liebknecht, Rosa Luxemburg con Turati? Turati dice que nuestra organización es inexistente. Ayer mismo era todavía un miembro de la misma. Bueno, eso realmente es un episodio inexistente en la vida de la Tercera Internacional. [Fuertes aplausos]
En primer lugar, un breve comentario formal. El camarada Thälmann, cuyo apasionado discurso acabamos de escuchar, se ha quejado de que no se le ha permitido subir al estrado después de mí. Pero, al fin y al cabo, el orden en que los oradores toman la palabra viene determinado por la lista de oradores. El camarada Thälmann también ha dicho que es un camarada muy disciplinado. Como tal, debería haber aceptado la disciplina impuesta por una lista de oradores, en lugar de quejarse de un hecho tan objetivo.
El camarada Thälmann está igualmente insatisfecho (una vez más injustificadamente) con el camarada Lenin, a quien se cita diciendo que «Estamos aquí proponiendo nuestras tesis sobre las tácticas, y las otras delegaciones no tienen derecho a presentar enmiendas». Esto no era lo que significaba el punto de vista del camarada Lenin, y el camarada Thälmann se equivoca de parte a parte. Lenin dijo: «las tesis que proponemos no son producto de la delegación rusa, ni se han elaborado en una oficina tranquila en el transcurso de una hora más o menos.» El camarada Thälmann puede hacer las averiguaciones necesarias entre los miembros de su propia delegación y así sabrá que hemos mantenido largas, exhaustivas, y a veces vehementes, discusiones y negociaciones sobre las tesis, en las que participaron también los miembros de la delegación alemana y presentaron sus propuestas, y que se hicieron concesiones mutuas. Y nuestras tesis son el resultado de este proceso bastante laborioso. Los que trabajamos en su elaboración no pretendemos que hayan sido aprobadas por todos los partidos, grupos y tendencias, pero sí sostenemos que en nuestra opinión las tesis constituyen un compromiso, una concesión a la tendencia izquierdista. Ahora trataré de analizar de cerca lo que significa el término «tendencia izquierdista». En este momento sólo quiero subrayar que vemos estas tesis como una concesión máxima a una tendencia representada aquí por muchos camaradas, incluyendo el camarada Thälmann.
¡Camaradas! Muchos delegados me han expresado en privado su impaciencia por el hecho de que la delegación alemana acapare la mayor parte de nuestro tiempo para debatir sus asuntos internos. La impaciencia de estos camaradas está injustificada, en mi opinión. La cuestión principal que se está debatiendo es la de los enfrentamientos de marzo. Naturalmente que, en una cuestión tan puramente política, es humano, demasiado humano, que se entremezclen antagonismos, emociones y cuestiones personales. Cierto, algunos camaradas han agudizado innecesariamente el aspecto personal y emocional de la cuestión como lo hizo, por ejemplo, el camarada Heckert, cuyo discurso era, por otra parte, muy interesante. Pero creo que hay que señalar aquí la esencia de la cuestión, y esta esencia, que es la cuestión principal, no es una cuestión puramente alemana, sino un tema internacional por excelencia. En relación con Rusia el partido alemán es ese partido de Europa occidental que, después de convertirse en un partido independiente, definitivo y grande, fue el primero en emprender una acción independiente. Y desde que el joven, demasiado joven, partido italiano, y el partido francés, más grande, que es también joven como partido comunista, se encuentran al respecto ante una situación similar, creo que todas las delegaciones, y sobre todo las que acabo de mencionar, tienen mucho que aprender de esta cuestión.
Comenzaré mi debate sobre los acontecimientos de marzo con un análisis de las enmiendas que se han presentado, ya que el congreso debe elegir entre dos tendencias. De las correcciones estilísticas y objetivas, como también de las adiciones, al primer borrador de las tesis yo, naturalmente, no diré nada. Tenemos que elegir entre dos tendencias. Entre la tendencia que es representada aquí por el camarada Lenin, el camarada Zinóviev y particularmente por el ponente del informe, el camarada Radek, así como por mí; y la otra tendencia, que se expresa en las enmiendas tanto como están ahora como cuando se propusieron originalmente. Por eso es importante que retomemos estas enmiendas. Me limitaré sólo a la sección que se ocupa de la acción de marzo. Nuestras tesis indican a este respecto que vemos los acontecimientos de marzo como impuestos al VKPD (Partido Comunista Unificado de Alemania) por el ataque del gobierno contra el proletariado de Alemania Central, y reconocemos que con su valerosa conducta «el VKPD ha demostrado ser el partido del proletariado revolucionario de Alemania». Después ponemos al descubierto los principales errores cometidos durante estos enfrentamientos, y como conclusión damos el siguiente consejo:
«Con el fin de sopesar cuidadosamente las posibilidades de lucha, el VKPD debe escuchar atentamente las voces que señalan las dificultades de esta o aquella acción y examinar cuidadosamente los motivos que instan a la cautela. Pero tan pronto como las autoridades del partido deciden una acción, todos los camaradas deben someterse a las decisiones del partido y llevar a cabo dicha acción. La crítica de la acción puede comenzar solamente después de su terminación, y debe ser planteada solamente dentro de las organizaciones del partido, dando la consideración debida a la situación en que se encuentra el partido ante sus enemigos de clase. Puesto que Paul Levi hizo caso omiso de estas demandas obvias de la disciplina del partido y de las condiciones de la crítica del partido, el congreso aprueba su expulsión del partido y declara inadmisible que cualquier miembro de la Internacional Comunista colabore políticamente con él de cualquier manera.»
El camarada Brand, sin embargo, se opone rotundamente a cualquier órgano de control con voz admonitoria a la que el partido está obligado a prestarle atención. Quizás tengamos más ocasiones de volver sobre el camarada Brand que es tan crítico con la supervisión admonitoria, las estadísticas y muchas otras cosas. ¿Qué enmiendas proponen los camaradas alemanes y otros al párrafo anterior? Nos proponen que el Tercer Congreso Mundial de la Internacional Comunista acepte la intervención de marzo del VKPD como un paso adelante y declare lo siguiente:
«Esta intervención significa que el partido de masas más fuerte de Europa central ha hecho la transición a la lucha real; constituye el primer intento de realizar en la vida el papel protagónico del partido comunista en la lucha del proletariado alemán; el papel que el partido había asumido en su programa fundacional. La intervención de marzo significa una victoria sobre el carácter contrarrevolucionario abierto del USP (Partido Socialista Independiente de Alemania) y los elementos centristas enmascarados en las filas del mismo VKPD. Los acontecimientos de marzo, al revelar en el mismo curso de la lucha numerosos errores y deficiencias organizacionales del partido, han hecho posible comprender claramente estos errores y deficiencias y empezar a liquidarlos. Esta intervención reveló en el curso de su desarrollo que la disciplina de combate del partido no es lo suficientemente estricta y ha ayudado a fortalecerla. Atrajo a considerables masas de trabajadores socialdemócratas y creó un fermento revolucionario en sus partidarios. Esta acción, lejos de haber perjudicado a la organización, ha fortalecido, por el contrario, su espíritu de lucha...»
Y etc., etc.
Si se le pide al congreso que reconozca que los enfrentamientos de marzo eran no sólo una acción de masas, impuesta a la clase obrera (y de tal modo también sobre el partido) pero también que el partido intervino resueltamente; si se le pide al congreso que reconozca igualmente que el partido intentó plasmar en la lucha el papel principal del partido comunista; si se pide todo esto, entonces el congreso debe también estar legitimado, al fin y al cabo, para decir si este intento fue acertado o fracasó. Cuando decimos que los acontecimientos de marzo fueron un paso adelante, queremos decir con esto (al menos así es como yo lo entiendo) que el partido comunista ya no está ante nosotros como una oposición dentro del partido socialista independiente ni como una organización comunista propagandística, sino como un partido unificado, independiente, firmemente soldado y centralizado, que tiene la posibilidad de intervenir independientemente en la lucha del proletariado; y que todo esto tuvo lugar por primera vez durante la intervención de marzo. En relación con el Segundo Congreso Mundial, tuve muchos debates con los camaradas franceses sobre la situación en los sindicatos y en el partido y les dije: «sí, ustedes, al lado de los sindicalistas, los anarquistas y los socialistas, solo representan una oposición y como resultado de ello hay ciertas tendencias y matices, e incluso posibles estupideces. Cuando se separen de la antigua organización y aparezcan como una fuerza independiente, habrán dado un gran paso adelante». Esto ya se ha logrado en su totalidad [en Alemania]. Pero no significa que la primera intervención, este primer intento de desempeñar un papel de liderazgo independiente, haya sido un éxito.
Nos dicen que han aprendido mucho de ella y, además, precisamente de sus propios errores. Eso es lo que dicen sus enmiendas. No voy a detenerme a leerlas pero afirman que el mayor mérito de la intervención de marzo consiste precisamente en ello, en que brindó la oportunidad de clarificar los errores cometidos en la misma, sólo para posteriormente eliminarlos. ¿No es un poco demasiado atrevido buscar méritos especiales a eso? En una conversación privada con el camarada Thalheimer le dije que me recordaba a un traductor ruso de los años setenta que tradujo un libro inglés y señaló en su introducción que él lo había traducido únicamente para mostrar al mundo lo invalorable que era ese libro. [Risas] Después de todo, uno no participa en una acción simplemente por el mero hecho de ver qué errores pueden surgir de ella y en aras de eliminarlos después. Estas enmiendas están escritas con ánimo de justificarse, y no con intención de análisis.
En su interesante discurso, el camarada Heckert ha pintado para nosotros un cuadro sobre los acontecimientos de marzo que muestra que la situación era extremadamente aguda en ese momento. La cuestión de las reparaciones, la ocupación del Ruhr, la Alta Silesia, la crisis económica, el desempleo, las grandes huelgas. Bajo estas circunstancias, las contradicciones sociales se agravaron aún más y el impulso final para la intervención del partido procedía del movimiento obrero en Alemania Central. ¡Una imagen realmente hermosa, magnífica y económica! Pero otro camarada, defendiendo esta misma intervención nos dibujó una imagen completamente diferente. Cuando el camarada Thalheimer, dentro de treinta años, cuando su cabello ya sea gris, tome con su mano la pluma de Mehring para escribir la historia del partido comunista, entonces encontrará documentos y libros... [Radek: en mi baúl mágico] [Risas] Encontrará documentos y libros en los que se puede encontrar una imagen totalmente diferente del movimiento, a saber: que la situación internacional era bastante confusa y en general revelaba completamente una tendencia al compromiso. La cuestión de la Alta Silesia, más arriba, colgaba suspendida en el aire. No podía ejercer ninguna influencia revolucionaria. ¿La cuestión del desarme en Baviera? Rote Fahne ha declarado consistente, contrariamente al discurso de ayer de Heckert, que se estaba volviendo más y más claro que esta cuestión se resolvería con un compromiso a expensas de los trabajadores revolucionarios de Baviera y de toda Alemania; y además, sin grandes enfrentamientos a escala internacional, ni enfrentamientos entre los gobiernos alemán y bávaro. Y en este mismo sentido, el camarada Thalheimer encontrará, dentro de treinta años, artículos que demuestren que la crisis en Alemania tiene un carácter totalmente diferente a la de los Estados Unidos o de Inglaterra; que en Alemania esta crisis no se ha agravado tan catastróficamente como lo ha hecho en esos dos países; que la vida económica entera de Alemania está en un estado de decaimiento y que bajo las condiciones económicas existentes en Alemania la crisis no podría estallar con suficiente fuerza. En Alemania el número de parados es insignificante en comparación con el de los Estados Unidos e Inglaterra.
Mientras que en cuanto a las relaciones internas se refiere, los socialdemócratas están en parte en el gobierno, en parte en la oposición. Lo mismo se aplica al partido socialista independiente, que sigue acercándose y acercándose a los socialdemócratas. Los sindicatos, su liderazgo burocrático, están contra nosotros. ¿Y qué conclusión hay que sacar de esto? Después de todo, el mismo camarada nos dice que entre los obreros reina una pasividad increíble y que era necesario hacer una brecha en ella a través de la iniciativa revolucionaria de una minoría decidida. Heckert, por el contrario, dijo que todo fluía, corría como acanalado. Tormenta y tensión. Y luego vinieron los acontecimientos en Alemania Central. Otro compañero dijo: «todo era un pantano estancado. Se alzaba un muro de pasividad y tuvimos que atravesarlo a cualquier precio». Cada una de estas imágenes es espléndida como una unidad lógica acabada, pero no creo que armonicen entre sí. Otro camarada más (Koenen) atestiguaba que en Alemania Central reinaba una insurrección abierta mientras que las otras partes lo hacía la pasividad. Se implantó la actividad en una envoltura de pasividad. De todo esto se tiene la impresión de que los miembros de la delegación alemana siguen abordando el tema como si tuviera que ser defendido a toda costa, pero sin estudiarlo ni analizarlo. Y todo lo que oímos es, por así decirlo, un medio hacia un fin, fin que es defender la intervención de marzo a cualquier precio ante la Internacional Comunista. Pero esto difícilmente tendrá éxito. Aquí, por lo que a mí respecta, el quid de la cuestión radica en lo que el camarada Thälmann ha señalado. Dijo que si aceptamos las tesis o incluso las enmiendas propuestas, «llevaremos a cabo una reorientación en nuestro país». Creo que nuestro valiente y firme camarada Thälmann está en lo cierto en este caso. Probablemente tiene lazos muy estrechos con las masas. [Thälmann interviene: sí, de hecho, los más cercanos] No lo dudo en lo más mínimo, sobre todo cuando tomo en consideración la mentalidad con la que algunos compañeros han llegado de Alemania o con la que publicaron ciertos artículos y folletos allí. Después de todo, han hecho un viaje bastante largo e incómodo a Rusia con el fin de ganar una oportunidad para pensar en una situación un poco más desapasionada. Entonces aparecieron las tesis que se encontraron con una obstinada oposición. Más tarde llegaron las conversaciones con las otras delegaciones, incluidos los rusos, y los camaradas alemanes no pudieron dejar de notar que los camaradas en la Internacional Comunista no veían las cosas del mismo color con que las veían los alemanes. Y así tomaron el camino, por así decirlo, de la retirada estratégica.
Es, de hecho, imposible negar que las enmiendas propuestas son peligrosas, no tanto en lo que dicen directa e inmediatamente, sino porque buscan, de una forma más bien enmascarada y difusa, expresar esas ideas que se difundieron entre los trabajadores alemanes y en las filas del partido comunista alemán en nombre del comité central durante los jornadas más ardientes de la lucha y después de la lucha. El camarada Thälmann y otros dicen: «debemos volver con tesis que no nos desautoricen». Tampoco queremos esto; no queremos de ninguna manera desautorizar al partido alemán porque es una de nuestros mejores partidos. Pero el concepto entero de la ofensiva del marzo, las condiciones de la lucha y de la victoria, las desarrollan de una manera tal que algunos de los artículos, algunos de los discursos, algunas de las circulares del comité central alemán y de sus miembros deben ser entendidos como algo muy grave y peligroso. Esto es lo principal. Quieren así influir en la situación para impedir la adopción de una resolución minuciosamente precisa y obtener en su lugar una resolución confusa y difusa a la que, gradualmente se le pueda dar un nuevo significado que se pudiera interpretar imperceptiblemente más adelante en un sentido totalmente diferente. Esto es lo esencial. Esto es inadmisible. Porque, en nuestra opinión, el peligro es demasiado grande como para permitir tanto margen de cara a una disminución gradual e imperceptible del espíritu de la ofensiva. Nunca estaremos de acuerdo con esto; está excluido. Sí, se nos puede frenar una decisión de la mayoría del congreso, pero incluso en ese caso seguiremos luchando dentro del marco, y sólo dentro del marco establecido por nosotros como parte del congreso. Sin embargo, espero que la resolución sobre las tácticas se apruebe como lo fue la resolución económica. En este último caso, los camaradas de la izquierda de nuestra delegación alemana también querían poner en escena algo parecido a una demostración; y después de aceptar estas tesis en principio, presentaron sin embargo una resolución que contenía puntos de vista diametralmente opuestos. Pero más tarde resultó que decidieron no insistir en lo que antes querían decir. Y en la comisión no quedaba casi nada de las diferencias. Me parece que exactamente lo mismo ocurrirá con las cuestiones tácticas. Sé por experiencia personal lo desagradable que es no ser reconocido por un congreso del partido o un congreso de la internacional. Sin embargo, camaradas, creo que para su situación en Alemania es mejor introducir la claridad en esta cuestión. No creo en lo que ha dicho Levi, que el partido perecería a causa de ello. El congreso debe transmitirles a los trabajadores alemanes que se cometió un error, y que no fue afortunado el intento del partido de asumir el papel dirigente en un gran movimiento de masas. Eso no es suficiente. Debemos decir que ese intento fue completamente infructuoso en este sentido, que si se repite podría arruinar a ese espléndido partido. [Thalheimer: usted sabe que esto está descartado] Para usted sí, pero no para miles de trabajadores organizados que habían asumido que el congreso aclamaría con éxtasis lo que vemos como un error. [Aprobación cordial] Lo mismo se aplica a nuestros jóvenes amigos franceses. En el CEIC, debatimos la cuestión del proyecto de 1919 y preguntamos si el partido francés debería plantear la consigna de no obedecer dicha orden [de conscripción militar, EIS]. En esa ocasión le pregunté a uno de nuestros jóvenes amigos [Laporte]: «¿Cuál es su opinión, los llamados a filas deben recurrir a la resistencia armada o a la puramente pasiva?» Y el camarada respondió vehementemente: «naturalmente que con revólver en mano». Supuso que estaba manifestando así su acuerdo completo con la Internacional Comunista y que, así, le regalaba la mayor felicidad revolucionaria y cumplía con su deber al hablar como lo hizo. Lo dijo seriamente y él estaba incondicionalmente listo para luchar revólver en mano. Naturalmente, derramamos un balde de agua helada sobre él y creo que el camarada aprenderá mejor. Aquí ha entrado en un nuevo ambiente, algo que no ve todos los días. Las asperezas se están puliendo poco a poco. ¡Pero en Alemania, Francia, Hungría! Estas 2 o 3 semanas durante las cuales nos reunimos en las sesiones del congreso introducen algunos cambios en nuestras opiniones. Pero allí, en esos países, ¿qué ha cambiado? Nada. Y esta famosa filosofía de la ofensiva, absolutamente no marxista, ha surgido de las siguientes proposiciones: «se alzaba un muro de pasividad en todas partes». Esto es una desgracia. El movimiento se está estancando. ¡Por lo tanto, marcha adelante! ¡Rompamos la pared! Me parece que toda una capa de camaradas líderes y semidirigentes del partido alemán ha sido educada, desde hace bastante tiempo, en ese espíritu y está esperando escuchar lo que el congreso tiene que decir sobre este resultado. Si ahora proclamamos que estamos echando a Paul Levi por la ventana, mientras pronuncias algunas frases confusas sobre la intervención de marzo, señalando que es el primer intento, un paso adelante, en pocas palabras, si sofocamos las críticas gracias a la expresión de frases, entonces habremos fracasado en nuestro deber. Es nuestro deber decirles a los trabajadores alemanes, con claridad y precisión, que consideramos que esta filosofía de la ofensiva es el mayor peligro. Y en su aplicación práctica sería el mayor crimen político.
Estoy totalmente de acuerdo con el camarada Zinóviev y aprecio, como él lo hace, las esperanzas de que en este congreso lleguemos a un veredicto unánime sobre el carácter de nuestra actividad. También creo que en esta importantísima cuestión táctica no tenemos que hacer ninguna concesión importante a la así llamada izquierda. Algunos camaradas (entre ellos, creo yo, los franceses) han expresado su preocupación por la lucha contra la izquierda. El camarada Zinóviev ha lidiado con esto. Afortunadamente, precisamente en la lengua francesa la palabra «gauche» tiene un doble significado: gauche (la que está a la izquierda) y gauche (incapaz, torpe). [Interjección: ¡linkisch!] Sí, linkisch, pero en el mal sentido de la palabra. En alemán, por cierto, llega a ser casi la misma cosa. Bueno, creo que al llevar a cabo una lucha contra la llamada izquierda, no sentimos en absoluto que estamos a la derecha de esas «izquierdas».
No vemos ningún partido a la izquierda de nosotros, porque como somos la Internacional Comunista, la internacional marxista, se sigue de ahí que somos el partido más revolucionario que hay. Esto significa un partido capaz de utilizar cada situación y cada posibilidad, y capaz no sólo de liderar la lucha, sino también de asegurar la victoria. Ese es el verdadero objetivo. A veces se olvida que debemos aprender la estrategia, debemos pesar con sangre fría las fuerzas de nuestro enemigo, así como las nuestras, debemos estimar la situación y no entrar en la lucha con el fin de romper un muro de pasividad ni, como un compañero escribió, para «activar el partido». Con ello estamos naturalmente obligados a ocuparnos un poco con las estadísticas, a pesar de que el camarada Brand ha señalado que los oportunistas pasan mucho tiempo volcados en ellas. En uno de sus discursos lo oímos yuxtaponer la espada y las estadísticas, mientras que en un segundo discurso tuvimos la carga del oportunismo que nos arrojó. Esta posición es peligrosa para nuestros camaradas italianos, que todavía tienen mucho que hacer con las estadísticas. Si tuviera ocasión de referirme como lo hizo Heckert y Thalheimer a Italia, podría haber dicho: «aquí hay un país arruinado por la guerra en el que los obreros se han apoderado de las fábricas, en el que los seguidores de Serrati han perpetrado una traición, en el que los fascistas están saqueando las imprentas e incendiado las instituciones de la clase obrera». Y si este partido no levanta el grito: «con todas nuestras fuerzas, adelante contra el enemigo», entonces es un partido cobarde que será condenado por la historia mundial. Pero si nos fijamos en las cosas no desde el punto de vista de la fraseología, sino desde el punto de vista de la situación vista con sangre fría, tendríamos que decir lo que el camarada Zinóviev dijo, es decir: deben ganarse de nuevo la confianza de la clase obrera ya que los trabajadores se han vuelto mucho más cautelosos precisamente debido a esa traición. Se dirán a sí mismos: «oímos las mismas frases de Serrati que dijo prácticamente lo mismo y luego nos traicionó. ¿Dónde está la garantía de que el nuevo partido no nos traicionará, también?» La clase obrera quiere ver al partido en acción antes de entrar en la batalla decisiva bajo su liderazgo.
En este congreso tenemos tres tendencias más o menos claramente expresadas, tres agrupamientos, que se han convertido temporalmente en tendencias, y que deben tenerse en cuenta para evaluar correctamente la interacción de fuerzas en este congreso. En primer lugar tenemos a la delegación alemana que ha venido casi directamente de los fuegos de la intervención de marzo y que expresa más agudamente su actitud hacia la filosofía de la ofensiva. Esta posición, naturalmente, ha sido descartada ya por algunos camaradas alemanes.
Luego están los camaradas italianos, que siguen el mismo camino. Esto es muy comprensible si tenemos en cuenta que su partido ha roto con los centristas. Los camaradas italianos dicen: «ahora nuestras manos están por fin desatadas; ahora podemos cumplir con nuestro deber, participar en las acciones revolucionarias de las masas y vengarnos de la traición de Serrati». Hoy en día ustedes saben, camaradas, se dice (no sólo por Levi sino también por la prensa capitalista y la prensa »˜independiente»™) que la acción de marzo fue ordenada por el CEIC y que Levi ha sido expulsado por negarse a obedecer esta orden. Algunos camaradas de los partidos francés y checoslovaco han empezado a cuestionarse (y esto demuestra lo poco acostumbrados que están al espíritu del CEIC) «¿y si también yo recibo algún día tal orden en nombre del CEIC y si no se cumple, entonces seré expulsado del partido? Estos dos estados de ánimo diferentes están representados aquí.
Existe asimismo un tercer conjunto de puntos de vista que confiamos en que se expresen en nuestras tesis. Esta tercera tendencia sostiene que, por supuesto, sería absurdo que el CEIC aceptara el punto de vista de una filosofía táctica que recomienda que la actividad de combate se plantee a través de acciones de masas más o menos artificiales, y que empecemos a emitir tales órdenes a los diferentes países. Por el contrario, precisamente porque ahora ya somos lo suficientemente fuertes y porque, como resultado de ello, nos enfrentamos a la tarea de liderar el movimiento de masas como una parte centralizada e independiente, estamos más obligados a analizar con sangre fría y con absoluta minuciosidad la situación que existe en cada país, y atacar y asumir la ofensiva con todas nuestras energías dondequiera que sea posible y necesario. Esto es justo lo que nuestras tesis propuestas dicen.
En Francia, un camarada dijo, no hay izquierdistas. Sí, no hay. El partido francés está en su etapa de mudar de piel. En la lectura de l'Humanité, su principal órgano de expresión, se percibe un tono algo confuso, amorfo en la agitación y los discursos. En nuestras tesis nos volcamos por completo en ello. Naturalmente, uno también puede encontrar en l'Humanité, para tomar prestada una expresión del camarada Bujarin, «las cochinadas de la pluma de Longuet y sus amigos más cercanos». Este periódico está repleto de voluntad comunista, pero esta voluntad no está adecuadamente aprovechada. El pensamiento comunista no está expuesto allí ni con agudeza ni con la suficiente claridad. Falta la voluntad de exponer y cambiar la situación en un sentido revolucionario. Cuando esto falta en el órgano central del partido, por lo que a mí respecta, se excluye que este partido convoque a una gran acción revolucionaria y la guíe. La primera condición previa es una cristalización gradual del pensamiento y la voluntad revolucionarias claras en el papel del partido y a lo largo de toda su agitación y propaganda. Este proceso de cristalización puede tardar dos, tres o seis meses, quizás un año, dependiendo de las circunstancias. Y para muchos camaradas todo esto no tendrá lugar lo suficientemente rápido. No toman en consideración la importación interna de este proceso (la metamorfosis revolucionaria de un gran partido). Quieren saltar sobre este proceso y les parece que sólo falta un pretexto para el lanzamiento de la acción revolucionaria. Y por eso dicen: Frossard y otros no hacen esto o no hacen eso. El proyecto [de conscripción militar, EIS] del año 1919 (precisamente en Francia, donde los anarquistas y los sindicalistas eran tan fuertes, y, además, con el temperamento francés y con la clase obrera parisina): aquí había un excelente pretexto. Y es muy posible que cierto sector de esa clase obrera (su mejor sector, el que será de decisiva importancia en las grandes batallas) sea convocado e involucrado por camaradas más jóvenes, menos experimentados e impacientes, a una acción que podría resultar desastrosa para el desarrollo del movimiento revolucionario en Francia durante muchos años. Esta es la situación. Naturalmente, puede plantearse el argumento de que: «usted está particularizando y atacando a camaradas individuales». Le concedemos que este u otro camarada haya lanzado un mal discurso, pero ese no es el problema. La cuestión, camaradas, es la siguiente: que si todo el mundo fuera capaz de llegar a un juicio correcto, no habría necesidad de un internacional. La tarea consiste precisamente en subrayar claramente un peligro (incluso el más pequeño) en el instante en que se manifiesta; la tarea es prestarle la atención, exagerarlo si fuese necesario. Que yo o usted exageremos un peligro, no es tan importante; todo se reduce a la altura a que usted eleve su voz. Pero el otro peligro, atrasarse o dejar deslizarse una situación, lo que permite que esta tendencia crezca y quedemos atrapados por la provocación, el peligro de que esto pueda llevarnos a una aventura, este es un gran peligro. Esta es la razón por la que algunos camaradas se apasionen tanto al hablar de ello. Permítanme decirles que cuando discuto esto en privado con este o aquel camarada a menudo noto que él no me entiende, que él está pensando para sí mismo que yo soy un poco mayor mientras que él es un poco más joven; que mi cabello ya es gris y el de él oscuro, que es más audaz y que se acerca a la cuestión desde el punto de vista del temperamento. Entonces me digo a mí mismo: el mayor peligro radica en esto, que algunos camaradas no saben que existe una cosa llamada terreno peligroso, que son políticamente inexpertos en un sentido revolucionario, que no entienden este consejo y lo pertinente que es y piensan, con su limitado horizonte, que alguien está tirando de ellos hacia la derecha. ¡Para nada!
Han roto con los oportunistas y avanzan, pero miren a su alrededor: en este mundo no sólo existen oportunistas, sino también clases. Existe la sociedad capitalista, la policía, el ejército, las condiciones económicas definidas; una parte está a su favor, otra es más o menos neutral y una tercera está en su contra. Es todo un mundo complejo, en el que es una tarea grande y difícil orientarse correctamente. Deben aprender esto cuando me contesten. ¿Quieren que pelee contra los centristas? Todas las resoluciones del primer y segundo congresos permanecen en plena vigencia, después de todo. Y toda la actividad en la que estamos comprometidos no es, al fin y al cabo, más que una bofetada en el rostro al oportunismo. Pero nuestra tarea no radica únicamente en una condena teórica interminable del oportunismo. Tenemos que aplastar a la sociedad capitalista en la práctica, debemos tumbar a la burguesía y estrangularla hasta la muerte. Esa es la tarea. Y para resolver esta tarea (debo repetir esto) se debe combinar el gélido lenguaje de las estadísticas con la apasionada voluntad de la violencia revolucionaria. ¡Aprenderemos esto y venceremos! [Aplausos y vítores]
1. El movimiento revolucionario se caracteriza, desde la finalización de la guerra, por su amplitud sin precedentes en la historia. En marzo de 1917 es derrotado el zarismo. En noviembre de 1917, el proletariado ruso se apodera del poder del estado. En noviembre de 1918 caen las monarquías alemana y austro-húngara. El movimiento huelguístico se extiende a una serie de países europeos y se desarrolla particularmente en el transcurso del siguiente año. En marzo de 1919, se establece la república soviética en Hungría. Hacia fines del mismo año, los EEUU se ven sacudidos por las formidables huelgas de los metalúrgicos, de los mineros, de los ferroviarios. En Alemania, después de los combates de enero y de marzo de 1919, el movimiento alcanza su punto álgido, luego de la caída de Kapp, en marzo de 1920. En Francia, el momento de mayor tensión en su situación interna se produce en el mes de mayo de 1920. En Italia, el movimiento del proletariado industrial y rural crece incesantemente y llega en septiembre de 1920 a la toma por parte de los obreros, de las fábricas, talleres y propiedades terratenientes. El proletariado checo, en diciembre de 1920, empuña el arma de la huelga general política. En marzo de 1921 se produce la sublevación de los obreros de Alemania Central y la huelga de los obreros mineros en Inglaterra.
El movimiento adquiere proporciones particularmente grandes y una intensidad más violenta en los países que participaron de la guerra y sobre todo en los países vencidos, aunque también se extiende a los países neutrales. En Asia y en ífrica suscita o refuerza la indignación revolucionaria de numerosas masas coloniales.
Esta poderosa ola no consigue, sin embargo, destruir al capitalismo mundial, y ni siquiera al capitalismo europeo.
2. Durante el año transcurrido entre el II y el III Congreso de la Internacional Comunista, toda una serie de sublevaciones y luchas de la clase obrera (avance del Ejército Rojo sobre Varsovia en agosto de 1920, movimiento del proletariado italiano en septiembre de 1920, sublevación de los obreros alemanes en marzo de 1921) resultan parcialmente derrotadas.
El primer periodo del movimiento revolucionario posterior a la guerra, que se caracteriza por su violencia elemental, por la muy significativa imprecisión de los objetivos y de los métodos y por el gran pánico que se apodera de las clases dirigentes, parece haber finalizado en gran medida. Se han reforzado indudablemente tanto el sentimiento que tiene la burguesía de su poder como clase como la solidez exterior de sus órganos de estado. Se ha debilitado el miedo al comunismo, si no es que ha desaparecido completamente. Los dirigentes de la burguesía alardean del poder de sus mecanismos de estado e incluso toman en todos los países la ofensiva contra las masas obreras, tanto en el frente económico como en el político.
3. A raíz de esta situación, la Internacional Comunista se plantea a sí misma, y le plantea a la clase obrera, los siguientes interrogantes: ¿en qué medida las nuevas relaciones recíprocas de la burguesía y del proletariado se corresponden en realidad con las relaciones más profundas de sus respectivas fuerzas? ¿está verdaderamente la burguesía en mejores condiciones en la actualidad para restablecer el equilibrio social destruido por la guerra? ¿hay razones para suponer que a una época de conmociones políticas y de luchas de clases le sucederá un nuevo período prolongado de restablecimiento y fortalecimiento del capitalismo? ¿no se deriva de aquí la necesidad de revisar el programa o la táctica de la Internacional Comunista?
4. Las dos décadas que precedieron a la guerra fueron una época de ascenso capitalista particularmente poderoso. Los períodos de prosperidad se distinguen por su duración y su intensidad; los períodos de depresión o de crisis, por el contrario, por su brevedad. De manera general, la fuente se había incrementado bruscamente. Las naciones capitalistas se habían enriquecido.
Al dominar el mercado mundial con sus trust, sus carteles y sus consorcios, los amos de los destinos del mundo se daban cuenta de que el desarrollo acelerado de la producción debía enfrentarse con los límites de la capacidad de compra del mercado capitalista mundial. Intentaron salir de esta situación por medio de la violencia. La crisis sangrienta de la guerra mundial debía reemplazar a un largo período amenazador de depresión económica con, por otra parte, idéntico resultado, es decir la destrucción de grandes fuerzas productivas. La guerra, sin embargo, unió el extremo poder destructor de sus métodos con la duración imprevisiblemente larga de su empleo. El resultado fue que no sólo destruyó, en el sentido económico, la producción «superflua», sino que debilitó, quebrantó y minó el mecanismo fundamental de la producción en Europa. Al mismo tiempo, contribuyó al gran desarrollo capitalista de los EEUU y al acelerado ascenso de Japón. El centro de gravedad de la economía mundial pasó de Europa a EEUU.
5. El período de cese de la masacre prolongada durante cuatro años, período de desmovilización y de transición del estado de guerra al estado de paz, inevitablemente acompañado de una crisis económica, consecuencia del agotamiento y del caos de la guerra aparecía a los ojos de la burguesía (y con toda razón) lleno de grandes peligros. Durante los dos años que siguieron a la guerra, los países que ésta había devastado se convirtieron, ciertamente, en el campo de poderosos movimientos proletarios.
El hecho que algunos meses después de la guerra no sobreviniera inevitablemente la crisis sino que se produjese una recuperación económica fue una de las causas principales de que la burguesía conservase, a pesar de todo, su posición dominante. Este período duró alrededor de un año y medio. La industria ocupaba a la casi totalidad de los obreros desmovilizados. Aunque por regla general los salarios no podían alcanzar el precio de los artículos de consumo, se elevaron sin embargo lo suficiente como para crear un espejismo de conquistas económicas.
Fue precisamente este desarrollo económico de 1919-1920 lo que, al suavizar el período más agudo de finalización de la guerra, aseguró un extraordinario recrudecimiento de la seguridad burguesa y suscitó la cuestión del advenimiento de una nueva época orgánica de desarrollo capitalista.
Sin embargo, el ascenso de 1919-1920 no marcaba en el fondo el comienzo de la restauración de la economía capitalista de posguerra sino la continuación de una situación artificial en la industria y en el comercio, creada por la guerra, y que pudo quebrantar la economía capitalista.
6. La guerra imperialista estalló en momentos en los que la crisis industrial y comercial, que surgía entonces en EEUU (1913), comenzaba a invadir Europa.
El desarrollo normal del ciclo industrial fue interrumpido por la guerra, que se convirtió en el más poderoso factor económico. La guerra le creó un mercado casi ilimitado a los sectores fundamentales de la industria, totalmente a cubierto de toda competencia. Al gran comprador nunca le bastaba con lo que se le proporcionaba. La fabricación de los medios de producción se transformó en fabricación de los medios de destrucción. Los artículos de consumo personal eran adquiridos a precios cada vez más elevados por millones de individuos que no producían nada, que no hacían más que destruir. Este era el propio proceso de la destrucción. Pero, en virtud de las monstruosas contradicciones de la sociedad capitalista, esta ruina adoptó la forma del enriquecimiento. El estado lanzaba empréstito tras empréstito, emisión tras emisión y los presupuestos que se calculaban en millones pasaron a calcularse en miles de millones. Se deterioraban las máquinas y las construcciones, y no se las remplazaba. La tierra era mal cultivada. Se paralizaban construcciones esenciales en las ciudades y en los ferrocarriles. Simultáneamente, el número de los valores de estado, de los bonos de crédito y del tesoro y de los fondos aumentaban sin cesar. El capital ficticio creció en la misma medida en que el capital productivo era destruido. El sistema de crédito, medio de circulación de las mercancías, se transformó en un medio de movilizar los bienes nacionales, incluso los que deberán ser creados por las futuras generaciones.
Temiendo una crisis que hubiese sido catastrófica, el estado capitalista actuó después de la guerra del mismo modo que durante ella: nuevas emisiones, nuevos empréstitos, reglamentación de los precios de compra y venta de los artículos más importantes, garantía de los beneficios, productos a precios reducidos, múltiples asignaciones agregadas a los sueldos y salarios, y con todo esto, censura militar y dictadura de los galones.
7. Al mismo tiempo, el cese de las hostilidades y el restablecimiento de las relaciones internacionales provocaron una considerable demanda de las más diversas mercancías en toda la superficie del globo. La guerra había concentrado en manos de los proveedores y de los especuladores inmensas reservas de productos, grandes sumas de dinero, que fueron empleadas en los lugares donde la ganancia momentánea era mayor. A ello siguió una actividad comercial febril, mientras que la industria, debido a la elevación inusitada de los precios y de los fantásticos dividendos, no se aproximaba en Europa, en ninguno de sus sectores fundamentales, a su nivel de preguerra.
8. Al precio de la destrucción orgánica del sistema económico (aumento del capital ficticio, baja del curso, especulación), en lugar de curar las heridas económicas, el gobierno burgués, actuando de acuerdo con los consorcios de los bancos y con los trust industriales, logró aplazar la crisis económica, en momentos en que finalizaba la crisis política de la desmovilización y el primer examen de las consecuencias de la guerra.
Habiendo así obtenido una tregua importante, la burguesía creyó que el peligro de la crisis estaba alejado por tiempo indeterminado. Un gran optimismo se apoderó de los espíritus. Parecía que las tareas de la reconstrucción habrían de abrir una época de prosperidad industrial, comercial y sobre todo de buenas especulaciones. El año 1920 fue el año de las esperanzas frustradas.
Al comienzo bajo una forma financiera, luego bajo una forma comercial y, finalmente, bajo una forma industrial, la crisis se produjo en marzo de 1920 en Japón, en abril en los EEUU (en enero había comenzado una ligera bajada de precios). Después pasó a Inglaterra, a Francia y a Italia, siempre en abril, a los países neutrales de Europa, se manifestó ligeramente en Alemania y se extendió en la segunda mitad de 1920 a todo el mundo capitalista.
9. De tal modo, la crisis del año 1920, y esto es esencial para la comprensión de la situación mundial, no es una etapa del ciclo «normal» industrial, sino una reacción más profunda contra la prosperidad ficticia de la época de guerra y de los años posteriores, prosperidad basada en la destrucción y el aniquilamiento.
La alternancia normal entre las crisis y los períodos de prosperidad se producía antes según la curva del desarrollo industrial. Durante los últimos siete años, por el contrario, las fuerzas productivas de Europa, lejos de elevarse, han caído brutalmente.
La destrucción de las bases mismas de la economía debe manifestarse ante todo en la superestructura. Para lograr una cierta coordinación interna, la economía europea deberá durante los próximos años restringirse y disminuir. La curva de las fuerzas productivas caerá de su ficticia altura actual. Los períodos de prosperidad sólo pueden tener en esos casos una corta duración y sobre todo un carácter especulativo. Las crisis serán largas y penosas. La actual crisis en Europa es una crisis de subproducción. Es la reacción de la miseria contra los esfuerzos para producir, traficar y vivir en condiciones análogas a la de la época capitalista anterior.
10. En Europa, Inglaterra es el país económicamente más fuerte y que menos ha sufrido las consecuencias de la guerra. Sin embargo, tampoco en su caso se podría hablar de un restablecimiento del equilibrio capitalista posterior a la guerra. Cierto es que, gracias a su organización mundial y a su situación de triunfadora, después de la guerra Inglaterra obtuvo ciertos éxitos comerciales y financieros, mejoró su balanza comercial, levantó el curso de la libra esterlina y obtuvo un excedente de ingresos sobre los gastos en el presupuesto. Pero, en el sector industrial, Inglaterra ha retrocedido desde la guerra. El rendimiento del trabajo y los ingresos nacionales son incomparablemente más bajos que antes de la guerra. La situación industrial más importante, la del carbón, se agrava cada vez más, agudizando la situación de los otros sectores. Los incesantes movimientos huelguísticos no son la causa sino la consecuencia de la ruina de la economía inglesa.
11. Francia, Italia y Bélgica están irreparablemente arruinadas por la guerra. La tentativa de restaurar la economía francesa a expensas de Alemania significa un verdadero bandidaje acompañado de presiones diplomáticas que, sin lograr la salvación de Francia, sólo tiende a agotar definitivamente a Alemania (en carbón, maquinarias, ganado, oro). Esta medida asesta un serio golpe a toda la economía de Europa continental en su conjunto. Francia gana mucho menos de lo que pierde Alemania y se encamina hacia la ruina económica, aunque sus campesinos, merced a extraordinarios esfuerzos, hayan restablecido una gran parte de los cultivos agrícolas y algunos sectores de la industria (por ejemplo la industria de los productos químicos) se hayan desarrollado considerablemente durante la guerra. A consecuencia del militarismo, las deudas y los gastos de estado han alcanzado dimensiones increíbles. A fines del último período de prosperidad, la cotización del cambio francés había disminuido al 60%. El restablecimiento de la economía francesa se ve obstaculizado por las grandes pérdidas en vidas humanas causadas por la guerra, pérdidas imposibles de compensar debido al débil crecimiento de la población francesa. Lo mismo ocurre, con muy pocas variaciones, con la economía de Bélgica e Italia.
12. El carácter ilusorio del período de prosperidad es evidente sobre todo en Alemania. En un lapso en el cual los precios se sextuplicaron en un año y medio, la producción del país continuó bajando muy rápidamente. La participación, triunfal en apariencia, de Alemania en el tráfico comercial internacional de preguerra se paga a un doble precio: derroche del capital fundamental de la nación (a causa de la destrucción del aparato de producción, de transporte y de crédito) y descenso sucesivo del nivel de vida de la clase obrera. Los beneficios de los exportadores alemanes se expresan en una pérdida completa desde el punto de vista de la economía pública. Bajo la forma de exportación, lo que se está consumando es la venta a bajo precio de la propia Alemania. Los dueños capitalistas se aseguran una parte siempre en aumento de la fortuna nacional que, a su vez, disminuye incesantemente. Los obreros alemanes se convierten en los coolíes de Europa.
13. Así como la independencia política ficticia de los pequeños países neutrales se basa en el antagonismo de las grandes potencias, también su prosperidad económica depende del mercado mundial, cuyo carácter fundamental estaba determinado antes de la guerra por Inglaterra, Alemania, los EEUU y Francia. Durante la guerra, la burguesía de los pequeños estados neutrales de Europa obtuvo monstruosos beneficios. Pero la destrucción y la ruina de los países beligerantes de Europa provocaron la ruina económica de los pequeños países neutrales. Sus deudas aumentaron, sus cambios bajaron la crisis le asestó golpe tras golpe.
14. El desarrollo de los EEUU durante la guerra se presenta en un cierto sentido como lo opuesto al desarrollo de Europa. La participación de los EEUU en la guerra fue sobre todo una participación en calidad de proveedores. Los EEUU no sintieron los efectos destructores de la guerra. La influencia indirectamente destructora de la guerra sobre los transportes, la economía rural, etc., fue mucho más débil en este país que en Inglaterra, sin hablar de Francia o Alemania. Por otra parte, los EEUU explotaron totalmente la supresión, o al menos el extremo debilitamiento, de la competencia europea e impulsaron sus industrias más importantes hasta un grado de desarrollo inusitado (petróleo, astilleros, automóviles, carbón). No es solamente el petróleo y los cereales norteamericanos sino también el carbón lo que mantiene ahora en estado de dependencia a la mayoría de los países europeos.
Si hasta la guerra EEUU exportaba sobre todo productos agrícolas y materias primas (lo que constituía los dos tercios de la exportación total) actualmente, por el contrario, exporta sobre todo productos industriales (60% de su exportación). Si hasta la guerra, EEUU era deudora, actualmente se ha convertido en la acreedora del mundo entero. Alrededor de la mitad de las reservas mundiales de oro continúa afluyendo constantemente a sus arcas. El papel determinante en el mercado mundial ya no lo desempeña la libra esterlina sino el dólar.
15. Sin embargo, el capital norteamericano también se ha desequilibrado. El extraordinario desarrollo de la industria norteamericana estuvo determinado exclusivamente por el conjunto de las condiciones mundiales: supresión de la competencia europea y sobre todo demanda del mercado militar europeo. Si bien la Europa arruinada no pudo, aún después de la guerra, volver en calidad de competidora de los EEUU a su situación anterior en el mercado mundial, en lo sucesivo tampoco puede tener calidad de mercado para EEUU, sino una parte insignificante de su importancia anterior. Los EEUU se han convertido, en una medida infinitamente mayor que antes de la guerra, en un país exportador. El aparato productivo superdesarrollado durante la guerra no puede ser utilizado totalmente a causa de la falta de mercados. Algunas industrias se han convertido así en industrias temporales, que sólo pueden dar trabajo a los obreros durante una parte del año. La crisis en los EEUU es el comienzo de una profunda y duradera ruina económica resultante de la caída de Europa. Ese es el resultado de la destrucción de la división del trabajo mundial.
16. Japón también aprovechó la guerra para ampliar su ámbito en el mercado mundial. Su desarrollo es incomparablemente más limitado que el de los EEUU y, en una serie de ramas, reviste un carácter puramente artificial. Si bien sus fuerzas productivas fueron suficientes para la conquista de un mercado abandonado por la competencia, sin embargo parecen insuficientes para conservar ese mercado en la lucha con los países capitalistas más poderosos. De aquí ha resultado una crisis aguda que marcó precisamente el comienzo de todas las otras crisis.
17. Los países marítimos que exportan materias primas, y entre ellos los países coloniales (América del Sur, Canadá, Australia, India, Egipto, etc.), aprovecharon a su vez la interrupción de las comunicaciones internacionales para desarrollar su industria nativa. La crisis mundial se ha extendido actualmente también hasta ellos. El desarrollo de la industria nacional en esos países se convierte, a su vez, en una fuente de nuevas dificultades comerciales para Inglaterra y para toda Europa.
18. En el dominio de la producción, del comercio y del crédito, no hay razón para hablar de un restablecimiento del equilibrio estable después de la guerra, y esto ocurre no solamente en Europa sino a escala mundial.
El derrumbe económico de Europa continúa, pero la destrucción de las bases de la economía europea apenas si se manifestará durante los próximos años.
El mercado mundial está desorganizado. Europa tiene necesidad de los productos norteamericanos, pero no puede ofrecerle a los EEUU ningún equivalente. Europa está anémica, EEUU atrofiado. El cambio oro está suprimido. La depreciación del cambio de los países europeos (que alcanza hasta un 99%) constituye un obstáculo casi insuperable para el comercio internacional. Las continuas e imprevistas fluctuaciones del tipo de cambio transforman a la producción capitalista en una especulación desenfrenada. El mercado mundial ya no tiene equivalente general. El restablecimiento del curso del oro en Europa sólo podría ser obtenido mediante el aumento de la exportación y la disminución de las importaciones. La Europa arruinada es incapaz de esta transformación, EEUU se defiende, a su vez, de las importaciones europeas artificiales (dumping) elevando las tarifas aduaneras.
Europa sigue siendo una casa de locos. La mayoría de los estados promulgan prohibiciones de exportación y de importación, multiplican sus tarifas protectoras. Inglaterra establece derechos prohibitivos contra la exportación alemana y toda la vida económica de Alemania se encuentra a merced de una banda de especuladores de la Entente y sobre todo de Francia. El territorio austrohúngaro está dividido en una decena de líneas aduaneras. El enredo de los tratados de paz cada día es más complicado.
19. La desaparición de la Rusia soviética como mercado para los productos industriales y de abastecedor de materias primas contribuyó en gran medida a romper el equilibrio de la economía mundial. El retorno de Rusia al mercado mundial no puede aportar grandes cambios durante el próximo período. El organismo capitalista de Rusia se encontraba, en lo relacionado con los medios de producción, en una estrecha dependencia con la industria mundial, y esta dependencia se acentuó con relación a los países de la Entente durante la guerra, en momentos en que la industria interna de Rusia se hallaba totalmente movilizada. El bloqueo rompió de golpe todos esos nexos vitales. No se puede contar con que este país, agotado y arruinado por tres años de guerra civil, pueda organizar los nuevos sectores industriales sin los cuales los antiguos han sido inevitablemente arruinados por el agotamiento de su material fundamental. A ello hay que agregar el hecho de la absorción por el Ejército Rojo de centenares de millares de los mejores obreros y, en una medida considerable, de los más calificados. Bajo esas condiciones históricas, ningún otro régimen habría podido mantener la vida económica y crear una administración centralizada, en medio de un bloqueo total, reducido a guerras interminables, recibiendo un terrible legado de ruinas. Pero es indudable que la lucha contra el imperialismo mundial se pagó con el agotamiento prolongado de las fuerzas productivas de Rusia en varios sectores fundamentales de la economía. Recién actualmente, luego del relajamiento del bloqueo y del restablecimiento de ciertas formas más normales de relación entre la ciudad y el campo, el poder soviético se enfrenta con la posibilidad de una constante e inflexible dirección centralizada tendente a la recuperación del país.
20. La guerra, que produjo una destrucción sin precedentes en la historia de las fuerzas productoras, no detuvo el proceso de diferenciación social. Por el contrario, la proletarización de los grandes sectores intermedios incluía la nueva clase media (empleados, funcionarios, etc.) y la concentración de la propiedad en manos de una pequeña minoría (trust, carteles, consorcios, etc.) han progresado monstruosamente, durante los últimos siete años, en los países que más sufrieron la guerra. La cuestión Stinnes se convirtió en una cuestión esencial de la vida económica alemana.
El alza de los precios de todas las mercancías, concomitante con el descenso catastrófico del cambio en todos los países europeos beligerantes, es el indicio, en el fondo, de un nuevo reparto del ingreso nacional en detrimento de la clase obrera, de los funcionarios, de los empleados, de los pequeños rentistas y, de manera general, de todas las categorías de individuos que tienen un ingreso más o menos determinado.
De ese modo, en lo que respecte a sus recursos materiales, Europa ha retrocedido una decena de años y la tensión de los antagonismos sociales, que no podrá en el futuro ser comparada con lo que fue en otra época, lejos de ser detenida en su curso, se ha acentuado con extraordinaria rapidez. Este hecho capital ya es suficiente para destruir toda esperanza basada en un desarrollo prolongado y pacífico de las fuerzas de la democracia. La diferenciación progresiva (por una parte la «stinnesación» y, por la otra, la proletarización y la pauperización) basada en la ruina económica determina el carácter tenso, conclusivo y cruel de la lucha de clases.
El carácter actual de la crisis no hace sino prolongar, en este sentido, el trabajo de la guerra y del desarrollo especulativo que le siguió.
21. El alza de los precios de los productos agrícolas, al crear la ilusión del enriquecimiento general del campo, ha provocado un aumento real de los ingresos y de la fortuna de los campesinos ricos. En efecto, los campesinos han podido, con un papel depreciado que habían acumulado en gran cantidad, pagar sus deudas contraídas en el curso normal. Pese a la gran alza del precio de la tierra, al abuso desvergonzado del monopolio de los medios de subsistencia, al enriquecimiento de los grandes propietarios terratenientes y de los campesinos acomodados, la regresión en la economía rural europea es indiscutible. Es una regresión multiforme que se traduce en la ampliación de las formas de explotación extensiva de la economía rural, la transformación de tierras arables en praderas, la destrucción del ganado, la aplicación del sistema del barbecho. Esta regresión también está causada por la insuficiencia, la carestía y el alza de los precios de los artículos manufacturados y finalmente, en Europa central y oriental, la reducción sistemática de la producción, que es una reacción contra las tentativas del poder estatal de acaparar el control de los productos agrícolas. Los campesinos acomodados, y en parte los campesinos medios, crean organizaciones políticas y económicas para protegerse contra las cargas de la burguesía y para dictar al estado (como precio por el socorro prestado en su acción contra el proletariado) una política de tarifas e impuestos unilateral y exclusivamente beneficiosa para los campesinos, una política que obstaculiza la reconstrucción capitalista. Así se crea entre la burguesía urbana y la burguesía rural una oposición que debilita el poder de toda la clase burguesa. Al mismo tiempo, una gran parte de los campesinos pobres resultan proletarizados, la aldea se convierte en un ejército de descontentos y la conciencia de clase del proletariado rural aumenta.
Por otra parte, el empobrecimiento general de Europa, que la torna incapaz de comprar la cantidad necesaria de cereales norteamericanos, ha provocado una seria crisis de la economía rural transatlántica. Se observa un agravamiento de la situación del campesino y del pequeño granjero no solamente en Europa sino también en los EEUU, Canadá, Argentina, Australia y ífrica del Sur.
22. La situación de los funcionarios y de los empleados a raíz de la disminución de la capacidad de compra del dinero se ha deteriorado de modo general más duramente que la situación del proletariado. Las condiciones de existencia de los funcionarios subalternos y medios se hallan tan quebrantadas que esos elementos se han convertido en un fermento de descontento político que sabotea la solidez del mecanismo de estado al que sirven. «La nueva casta media», que según los reformistas representaba el núcleo de las fuerzas conservadoras se convierte más bien, durante la época de transición, en un factor revolucionario.
23. La Europa capitalista, finalmente, ha perdido su situación económica predominante en el mundo. Por otra parte, su relativo equilibrio de clases se basaba en esa vasta dominación. Todos los esfuerzos de los países europeos (Inglaterra y en parte Francia) para restablecer la situación interna sólo han hecho que agravarse con el caos de la incertidumbre.
24. Mientras que en Europa la concentración de la propiedad se realiza sobre la base de la ruina, en los EEUU esta concentración y los antagonismos de clase alcanzan un grado extremo en medio de un enriquecimiento capitalista acelerado. Los bruscos cambios de la situación, a raíz de la incertidumbre general del mercado mundial, imprimen a la lucha de clases en suelo norteamericano un carácter extremadamente tenso y revolucionario. A un apogeo capitalista sin precedente en la historia, debe sucederle un apogeo de lucha revolucionaria.
25. La emigración de los obreros y de los campesinos más allá del océano servía siempre de válvula de seguridad al régimen capitalista europeo. Aumentaba en las épocas de depresión prolongada y después del fracaso de los movimientos revolucionarios. Pero ahora EEUU y Australia obstaculizan cada vez más la inmigración. La válvula de seguridad de la emigración ya no funciona.
26. El enérgico desarrollo del capitalismo en Oriente, particularmente en India y China, ha creado nuevas bases sociales para la lucha revolucionaria. La burguesía de esos países ha estrechado aún más sus vínculos con el capital extranjero y se ha convertido de tal modo en su principal instrumento de dominación. Su lucha contra el imperialismo extranjero, lucha del más débil competidor, tiene esencialmente un carácter semificticio. El desarrollo del proletariado nativo paraliza las tendencias revolucionarias nacionales de la burguesía capitalista. Pero, al mismo tiempo, las numerosas filas de los campesinos reciben en la persona de la vanguardia comunista consciente a verdaderos jefes revolucionarios.
La reunión de la opresión militar nacionalista del imperialismo extranjero, de la explotación capitalista por parte de la burguesía nativa y de la burguesía extranjera, así como la supervivencia de la servidumbre feudal, crean condiciones en las que el proletariado naciente se desarrollará rápidamente y se pondrá a la cabeza del amplio movimiento de los campesinos.
El movimiento popular revolucionario en India y en las otras colonias se ha convertido ahora en parte integrante de la revolución mundial de los trabajadores en la misma medida que la sublevación del proletariado en los países capitalistas del antiguo o del nuevo mundo.
27. La situación general de la economía mundial, y ante todo la ruina de Europa, determinan un largo período de grandes dificultades económicas, conmociones, crisis parciales y generales, etc. Las relaciones internacionales, tal como quedaron establecidas de acuerdo con el resultado de la guerra y del Tratado de Versalles, tornan la situación insoluble.
Al imperialismo lo ha engendrado la necesidad que tenían las fuerzas productivas de suprimir las fronteras de los estados nacionales y de crear un territorio europeo y mundial económico único; el resultado de los conflictos entre los imperialismos enemigos ha sido el establecimiento en Europa central y oriental de nuevas fronteras, nuevas aduanas y nuevos ejércitos. En el orden económico y práctico, Europa se ha visto retrotraída a la Edad Media.
En una tierra agotada y arruinada, actualmente se mantiene un ejército una vez y media más grande que en 1914. Es decir, se trata del apogeo de la «paz armada».
28. La política dirigente de Francia en el continente europeo puede ser dividida en dos partes: una, que evidencia la rabia ciega del usurero dispuesto a estrangular a su deudor insolvente y, otra, representada por la codicia de la gran industria del saqueo tendente a crear, con ayuda de las cuencas del Sarre, del Ruhr y de la Alta Silesia, las condiciones favorables para el surgimiento de un imperialismo industrial, susceptible de remplazar al imperialismo financiero en quiebra.
Pero esos esfuerzos se oponen a los intereses de Inglaterra. La tarea de este país consiste en separar el carbón alemán del mineral francés, cuya reunión es, sin embargo, condición indispensable para el resurgimiento de Europa.
29. El Imperio Británico parece estar actualmente en la cúspide de su poder. Ha conservado sus antiguas posesiones y ha conquistado otras nuevas. Pero precisamente el momento actual demuestra que la situación predominante de Inglaterra está en contradicción con su decadencia económica real. Alemania, con su capitalismo incomparablemente más progresista desde el punto de vista de la técnica y de la organización, se halla vencida por la fuerza armada. Pero, en la persona de los EEUU, económicamente amo de las dos Américas, se yergue frente a Inglaterra un adversario triunfal y más amenazador que Alemania. Gracias a una mejor organización y a una técnica más avanzada, el rendimiento del trabajo en las industrias de los EEUU es incomparablemente superior al de Inglaterra. Los EEUU producen del 65 al 70% del petróleo consumido en todo el mundo y del que dependen el uso de los automóviles, de los tractores, la flota y la aviación. La situación secular y casi monopolizadora de Inglaterra en el mercado del carbón está definitivamente arruinada, habiendo pasado a ocupar EEUU el primer lugar. Sus exportaciones a Europa aumentan de forma amenazadora. Su flota comercial es casi similar a la de Inglaterra. Los EEUU no quieren resignarse a que Inglaterra siga detentando el monopolio mundial de las líneas marítimas. En el campo industrial, Gran Bretaña pasa a la defensiva y, con el pretexto de luchar contra la competencia «malsana» de Alemania, adopta medidas proteccionistas contra los EEUU. Finalmente, mientras la flota militar de Inglaterra, que cuenta con un gran número de unidades deterioradas, se ha detenido en su desarrollo, el gobierno Harding ha retomado el programa del gobierno Wilson en lo relativo a las construcciones navales las que, en el curso de los próximos dos o tres años, otorgarán la hegemonía de los mares al pabellón norteamericano.
La situación es tal que, o Inglaterra será automáticamente relegada a un segundo plano y, pese a su victoria sobre Alemania, se convertirá en una potencia de segundo orden, o bien (y ya se cree obligada a ello) en un futuro muy próximo lanzará a fondo todas las fuerzas obtenidas en el pasado en una lucha a muerte con los EEUU.
En esta perspectiva Inglaterra mantiene su alianza con Japón y se esfuerza, al precio de concesiones cada vez mayores, en obtener el apoyo, o al menos la neutralidad, de Francia.
El crecimiento del papel internacional, dentro de los límites continentales, de esta última durante el año pasado no se debe a un afianzamiento de Francia sino a un debilitamiento internacional de Inglaterra.
La capitulación de Alemania, el pasado mes de mayo, en lo que respecta al problema de las contribuciones de guerra evidencia una victoria temporal de Inglaterra y asegura la caída económica ulterior de Europa central, sin excluir, en un futuro cercano, la ocupación por parte de Francia de la cuenca del Ruhr y de la Alta Silesia.
30. El antagonismo de Japón y de los EEUU, provisionalmente disimulado después de su participación en la guerra contra Alemania, desarrolla ahora abiertamente sus tendencias. A causa de la guerra, Japón se ha acercado a las costas americanas, habiendo recibido en el Océano Pacífico islas de gran importancia estratégica.
La crisis de la industria aceleradamente desarrollada de Japón ha vuelto a actualizar el problema de la emigración. Japón, país de densa población y pobre en recursos naturales, está obligado a exportar mercancías u hombres. Tanto en uno como en otro caso, se enfrenta con los EEUU, en California, China y en la isla de Yap.
Japón gasta más de la mitad de su presupuesto en el ejército y la flota. En la lucha entre Inglaterra y EEUU, Japón desempeñará en el mar el papel desempeñado en tierra por Francia durante la guerra con Alemania. Japón usufructúa, actualmente, el antagonismo entre Gran Bretaña y EEUU, pero la lucha decisiva de esos dos gigantes por la dominación del mundo se decidirá finalmente en su detrimento.
31. La reciente masacre fue europea por sus causas y por sus principales participantes. El eje de la lucha era el antagonismo entre Inglaterra y Alemania. La intervención de los EEUU amplió los marcos de la lucha pero no la alejó de su tendencia fundamental; el conflicto europeo fue resuelto con la participación de todo el mundo. La guerra, que resolvió a su manera el diferendo entre Inglaterra y Alemania, no solamente no ha resuelto el problema de las relaciones entre los EEUU e Inglaterra sino que, por el contrario, lo ha colocado en un primer plano en todas sus dimensiones, en cuanto que problema fundamental de la política mundial y, además, plantea un problema de segundo orden: el de las relaciones entre los EEUU y Japón. De ese modo, la última guerra ha sido el prefacio europeo a la guerra verdaderamente mundial que decidirá la dominación imperialista exclusiva.
32. Pero este es sólo uno de los ejes de la política mundial. Hay además otro eje: la Federación de los Soviets rusos y la III Internacional surgieron a consecuencia de la última guerra. El agrupamiento de las fuerzas revolucionarias internacionales está dirigido en su totalidad contra todos los bloques imperialistas.
La conservación de la alianza entre Inglaterra y Francia o, por el contrario, su destrucción, tiene el mismo valor, desde el punto de vista de los intereses del proletariado y desde el punto de vista de la paz, que la renovación o no de la alianza anglo-japonesa, que la entrada (o la negativa a hacerlo) de los EEUU en la Sociedad de Naciones, pues el proletariado no podrá considerar como una segura garantía de paz la alianza fugaz, codiciosa y de mala fe de los estados capitalistas, cuya política, evolucionando cada vez más alrededor del antagonismo anglo-norteamericano, lo distrae mientras prepara una sangrienta explosión.
La firma, por parte de algunos países capitalistas, de tratados de paz y de convenios comerciales con la Rusia soviética no significa, de ningún modo, la renuncia de la burguesía mundial a la destrucción de la república de los soviets. Ese hecho sólo puede ser considerado como un cambio quizás circunstancial de formas y de métodos de lucha. El golpe de estado japonés en Extremo Oriente significa quizás el comienzo de un nuevo período de intervención armada.
Es completamente evidente que cuanto más disminuye la acción del movimiento revolucionario proletario mundial, en mayor medida las contradicciones de la situación internacional económica y política inevitablemente estimulan a la burguesía para intentar nuevamente la provocación de un desenlace armado a escala mundial. Esto quiere decir que el «restablecimiento del equilibrio capitalista», después de la nueva guerra, se basaría en un agotamiento económico y en un retroceso de la civilización tan grande que, en comparación, la situación actual de Europa parecería el colmo del bienestar.
33. Aunque la experiencia de la última guerra confirmó con una precisión aterradora que «la guerra es un cálculo engañoso» (verdad en la que está contenido todo el pacifismo, tanto socialista como burgués), la preparación de la nueva guerra, preparación económica, política, ideológica y técnica, prosigue a ritmo acelerado en todo el mundo capitalista. El pacifismo humanitario antirrevolucionario se ha convertido en una fuerza auxiliar del militarismo.
Los socialdemócratas de todo tipo y los sindicalistas de ímsterdam introducen en el proletariado internacional la convicción de la necesidad de adaptarse a las reglas económicas y al derecho internacional de los estados, tal como fueron establecidos a consecuencia de la guerra y aparecen, así, como importantes auxiliares de la burguesía imperialista en la preparación de la nueva masacre que amenaza con destruir definitivamente la civilización humana.
34. En esencia, el problema del restablecimiento del capitalismo sobre las bases trazadas más arriba se resume del siguiente modo: ¿la clase obrera está dispuesta a realizar, bajo condiciones incomparablemente más difíciles, los sacrificios indispensables para afirmar las condiciones de su propia esclavitud, más rígida y más dura que antes de la guerra?
Para restaurar la economía europea, en reemplazo del aparato de producción destruido durante la guerra, sería necesario crear una masa nueva de capital. Esto sólo sería posible si el proletariado estuviese dispuesto a trabajar más duro bajo condiciones de existencia muy inferiores. Eso es lo que los capitalistas piden, eso es lo que aconsejan los jefes traidores de las internacionales amarillas; en primer lugar, ayudar a la restauración del capitalismo, después luchar por el mejoramiento de la situación de los obreros. Pero el proletariado de Europa no está dispuesto a sacrificarse, reclama un mejoramiento de sus condiciones de existencia, lo que actualmente está en contradicción absoluta con las posibilidades objetivas del capitalismo. Esa es la causa de las huelgas y las insurrecciones continuas y de la imposibilidad de restaurar la economía europea. Restablecer el curso del cambio significa, ante todo, para diversos estados europeos (Alemania, Francia, Italia, Austria, Hungría, Polonia, los Balcanes), liberarse de cargas que superan sus posibilidades, es decir declararse en bancarrota. Y también significa imprimir un fuerte impulso a la lucha de todas las clases por un nuevo reparto del ingreso nacional. Restablecer el curso del cambio quiere decir disminuir en el futuro los gastos de estado en perjuicio de las masas (renunciar a fijar el salario mínimo, el precio de los artículos de consumo general, impedir la entrada de los artículos de primera necesidad a mejor precio provenientes del extranjero y aumentar la exportación disminuyendo los gastos de producción, es decir, ante todo, reforzar la explotación de la masa obrera. Toda medida seria, tendente a restablecer el equilibrio capitalista, deteriora aún más el equilibrio ya roto de las clases e imprime un nuevo impulso a la lucha revolucionaria. En consecuencia, el problema de saber si el capitalismo puede regenerarse se convierte en un problema de lucha entre fuerzas vivas: las de las clases y las de los partidos. Si de las dos clases fundamentales, la burguesía y el proletariado, una de ellas, la última, renunciase a la lucha revolucionaria, la otra, o sea la burguesía, lograría indudablemente un nuevo equilibrio capitalista (equilibrio de descomposición material y moral) en medio de nuevas crisis, de nuevas guerras, del empobrecimiento de países enteros y de la muerte de decenas de millones de trabajadores.
Pero la actual situación del proletariado internacional no ofrece razones para pronosticar ese equilibrio.
35. Los elementos sociales de estabilidad, conservadurismo y tradición han perdido casi toda autoridad en el espíritu de las masas trabajadoras. Si la socialdemocracia y las tradeuniones conservan aún alguna influencia sobre un considerable sector del proletariado, gracias a la herencia de los antiguos aparatos de organización, esta influencia es totalmente inconsistente. La guerra modificó no solamente el estado de ánimo sino, también, la propia composición del proletariado, y esas modificaciones son totalmente incompatibles con la organización gradual de preguerra.
En la mayoría de los países todavía impera en la cúspide del proletariado una burocracia obrera muy desarrollada, estrechamente unida, que elabora sus propios métodos y sus procedimientos de dominación y se vincula mediante innumerables lazos a las instituciones y a los órganos del estado capitalista.
Luego viene un grupo de obreros, el mejor ubicado en la producción, que ocupan, o pretenden ocupar, puestos administrativos y que son el apoyo más seguro de la burocracia obrera.
Luego sigue la vieja generación de los socialdemócratas y de los sindicalistas, obreros calificados, en su mayor parte vinculados a su organización por decenas de años de lucha y que no pueden decidirse a romper con ella, pese a sus traiciones y a sus fracasos. Sin embargo, en muchos sectores de la producción, los obreros calificados están mezclados con obreros no calificados, con mujeres sobre todo.
Vienen luego los millones de obreros que hicieron el aprendizaje de la guerra, familiarizados con el manejo de las armas y dispuestos, en su mayoría, a servirse de ellas en su lucha contra el enemigo de clase a condición, sin embargo, de una seria preparación previa, de una firme dirección, requisitos indispensables para el éxito.
Después están los millones de nuevos obreros, de obreras sobre todo, integrados en la industria durante la guerra y que transfieren al proletariado no solamente sus prejuicios pequeñoburgueses sino, también, sus impacientes aspiraciones a mejores condiciones de existencia.
Finalmente, millones de jóvenes obreros y obreras educados durante la tempestad revolucionaria, más accesibles a la palabra comunista, ardientes de deseos de actuar.
En último lugar, un gigantesco ejército de parados, en su mayoría desclasados y semidesclasados, que reflejan vivamente en sus fluctuaciones el curso de la decadencia de la economía capitalista y que amenazan constantemente al orden burgués.
Después de la guerra, esos elementos del proletariado, tan diversos por su origen y su carácter, no fueron ni son arrastrados simultáneamente ni del mismo modo por el movimiento. Esa es la causa de las vacilaciones, de las fluctuaciones, los progresos y los retrocesos de la lucha revolucionaria. Pero, en su aplastante mayoría, la masa proletaria cierra rápidamente sus filas en medio de la ruina de todas sus viejas ilusiones, la aterradora incertidumbre de la vida cotidiana, ante el poder del capital concentrado, ante los métodos de bandolerismo del estado militarizado. Esta masa, que cuenta con numerosos millones de miembros, busca una dirección firme y clara, un programa de acción preciso y crea, por ello mismo, una base para el papel decisivo que un partido comunista coherente y centralizado está llamado a desempeñar.
36. Evidentemente, la situación de la clase obrera se agravó durante la guerra. Determinados grupos de obreros prosperaron. Las familias en que algunos miembros pudieron trabajar en las fábricas durante la guerra también lograron mantener y elevar su nivel de vida. Pero, en general, el salario no aumentó proporcionalmente con la carestía de la vida.
En Europa central, el proletariado sufrió durante la guerra privaciones cada vez mayores. En los países continentales de la Entente, la caída del nivel de vida no fue tan brutal hasta estos últimos tiempos. En Inglaterra, durante el último período de la guerra, el proletariado detuvo, mediante una enérgica lucha, el proceso de agravamiento de sus condiciones de vida.
En los EEUU, la situación de algunos sectores de la clase obrera mejoró, otros conservaron su antigua situación o sufrieron un descenso en su nivel de vida.
La crisis se abatió sobre el proletariado de todo el mundo con fuerza aterradora. La reducción de los salarios superó el descenso de los precios. El número de parados y semiparados alcanzó una cifra sin precedentes en la historia del capitalismo. Los frecuentes cambios en las condiciones de vida influyen muy desfavorablemente en el rendimiento del trabajo pero excluyen la posibilidad de establecer el equilibrio de las clases en el plano fundamental, es decir, en el de la producción. La incertidumbre en cuanto a las condiciones de existencia, que refleja la inconsistencia general de las condiciones económicas nacionales y mundiales, constituye actualmente el factor más revolucionario.
37. La guerra no determinó inmediatamente la revolución proletaria. La burguesía considera este hecho, aparentemente con razón, como su mayor victoria.
Sólo el limitado espíritu pequeñoburgués puede considerar como una derrota del programa de la Internacional Comunista el hecho que el proletariado europeo no haya derrotado a la burguesía durante la guerra o inmediatamente después de ella. El desarrollo de la Internacional Comunista en la revolución proletaria no implica la determinación dogmática de una fecha determinada en el calendario de la revolución, ni la obligación de llevar a cabo mecánicamente la revolución en una fecha fija. La revolución era, y sigue siendo, una lucha de fuerzas vivas sobre bases históricas determinadas. La destrucción del equilibrio capitalista, debido a la guerra a escala mundial, creó condiciones favorables para las fuerzas fundamentales de la revolución, para el proletariado. Todos los esfuerzos de la Internacional Comunista estaban, y siguen estando, dirigidos hacia el aprovechamiento total de esta situación.
Las divergencias entre la Internacional Comunista y los socialdemócratas de los dos grupos no consisten en que nosotros habríamos determinado una fecha fija para la revolución mientras que los socialdemócratas niegan el valor de la utopía y del «putschismo» (tentativas insurreccionales). Esas divergencias residen en que los socialdemócratas reaccionan contra el desarrollo revolucionario efectivo ayudando con todas sus fuerzas, tanto desde el gobierno como desde la oposición, al restablecimiento del equilibrio del estado burgués, mientras que los comunistas aprovechan todas las ocasiones, todos los medios y todos los métodos, para derrotar y acabar con el estado burgués por medio de la dictadura del proletariado.
En el curso de los dos años y medio transcurridos desde la guerra, el proletariado de los diversos países puso de manifiesto tanta energía, tanta disposición para la lucha, tanto espíritu de sacrificio, que habría podido cumplir ampliamente su tarea y llevar a cabo una revolución triunfante si al frente de la clase obrera hubiese estado un partido comunista realmente internacional, bien preparado y muy centralizado. Pero diversas causas históricas, y las influencias del pasado, colocaron al frente del proletariado europeo, durante y después de la guerra, a la II Internacional, que se convirtió, y que sigue siendo, un instrumento político inapreciable en manos de la burguesía.
38. En Alemania, hacia fines del año 1918 y a comienzos de 1919, el poder pertenecía en realidad a la clase obrera. La socialdemocracia (mayoritarios e independientes) y los sindicatos, movilizaron toda su tradicional influencia y todo su aparato para devolver ese poder a manos de la burguesía.
En Italia, el impetuoso movimiento revolucionario del proletariado creció cada vez más durante los últimos dieciocho meses y sólo la falta de carácter de un partido socialista pequeñoburgués, la política traidora de la fracción parlamentaria, el oportunismo cobarde de las organizaciones sindicales, permitieron que la burguesía restableciese su aparato, movilizase a su guardia blanca, pasase al ataque contra el proletariado, momentáneamente descorazonado por el fracaso de sus viejos órganos dirigentes.
El poderoso movimiento huelguístico de los últimos años en Inglaterra se ha estrellado constantemente contra la fuerza armada del estado, que intimidaba a los jefes de las tradeuniones. Si esos jefes hubiesen permanecido fieles a la causa de la clase obrera, y a pesar de todos sus defectos, se habría podido poner al servicio de los combates revolucionarios al mecanismo de las tradeuniones. Cuando se produjo la última crisis de la «Triple Alianza» se evidenció la posibilidad de una colisión revolucionaria con la burguesía, pero esta colisión fue obstaculizada por el espíritu conservador, el miedo y la traición de los jefes sindicales. Si el organismo de las tradeuniones inglesas aportase ahora, en interés del socialismo, sólo la mitad de trabajo que realiza en interés del capital, el proletariado inglés podría adueñarse del poder con el mínimo de sacrificios y podría consagrarse a la tarea de reorganizar sistemáticamente el país.
Lo que acabamos de decir se aplica, en mayor o menor medida, a todos los países capitalistas.
39. Es absolutamente indiscutible que la lucha revolucionaria del proletariado por el poder evidencia en la actualidad, a escala mundial, un cierto debilitamiento, una cierta lentitud. Pero en realidad, no podía esperarse que la ofensiva revolucionaria de posguerra, en la medida en que no obtuvo de entrada la victoria, se desarrollase siguiendo una línea ininterrumpida. El desarrollo político tiene también sus ciclos, sus alzas y sus bajadas. El enemigo no es pasivo sino que también combate. Si el ataque del proletariado no se ve coronado por el éxito, la burguesía pasa en la primera ocasión al contraataque. La pérdida por parte del proletariado de algunas posiciones conquistadas sin dificultad provoca una cierta decepción en sus filas. Pero si sigue siendo incuestionable que en la época actual la curva de desarrollo del capitalismo es, de manera general, descendente con movimientos pasajeros de alza, la curva de la revolución es ascendente, con algunos repliegues.
El restablecimiento del capitalismo implica como condición sine qua non la intensificación de la explotación, la pérdida de millones de vidas humanas, el descenso, para millones de seres humanos, por debajo del nivel mínimo (Existenzminimum) de las condiciones medias de existencia, la inseguridad perpetua del proletariado, lo que constituye un factor constante de huelgas y rebeliones. Bajo la presión de esas causas, y en los combates que originan, crece la voluntad de las masas para acabar con la sociedad capitalista.
40. La tarea capital del partido comunista en la crisis que atravesamos es la de dirigir los combates defensivos del proletariado, ampliarlos, profundizarlos, agruparlos y transformarlos (según el proceso de desarrollo) en combates políticos por el objetivo final. Pero si los acontecimientos se desarrollan más lentamente y un período de alza sucede, en un número más o menos considerable de países, a la crisis económica actual, este hecho de ningún modo debería ser interpretado como el advenimiento de una época de «organización». En tanto exista el capitalismo, las fluctuaciones del desarrollo serán inevitables. Esas fluctuaciones acompañarán al capitalismo en su agonía, como lo acompañaron en su juventud y en su madurez.
En el caso que el proletariado sea rechazado por el ataque del capital en la crisis actual, pasará a la ofensiva en el momento en que se perciba algún mejoramiento en la situación. Su ofensiva económica que, en este último caso, sería inevitablemente llevada a cabo bajo las consignas de revancha contra todas las mistificaciones de la época de guerra, contra todo el pillaje y todos los ultrajes infligidos durante la crisis, tendrá, por esta misma razón, la misma tendencia a transformarse en guerra civil abierta que la lucha defensiva actual.
41. Ya siga el movimiento revolucionario, en el curso del próximo período, un desarrollo más animado o más lento, el partido comunista debe, en ambos casos, convertirse en un partido de acción. Debe estar al frente de las masas combatientes, formular firme y claramente consignas de combate, denunciar las consignas equívocas de la socialdemocracia, basadas siempre en el compromiso. El partido comunista debe esforzarse, en el curso de todas las alternativas del combate, en fortalecer por medios organizativos, sus nuevos puntos de apoyo; debe formar a las masas para las maniobras activas, armarlas con nuevos métodos y nuevos procedimientos basados en el choque directo y abierto con las fuerzas del enemigo. Aprovechando todas las treguas para asimilar la experiencia del período precedente de lucha, el partido comunista debe esforzarse en profundizar y ampliar los conflictos de clase y en vincularlos en una escala nacional e internacional con la idea del objetivo y de la acción práctica, de manera que en la cúspide del proletariado se rompan todas las resistencias en el camino hacia su dictadura y la revolución social.
¡Camaradas!
No tengo la oportunidad de leer regularmente el Neue Zeit, el órgano teórico de la llamada socialdemocracia, publicado por Heinrich Cunow, pero de vez en cuando cae en mis manos algún número de esa revista y en uno de ellos encontré un artículo de Heinrich Cunow sobre la descomposición del bolchevismo, en el que aborda la cuestión que tenemos ante nosotros. Formula la pregunta de la siguiente manera: «¿Cómo evitar un colapso económico completo, elevar la producción industrial y agrícola, asegurar raciones alimentarias adecuadas a los trabajadores urbanos, empleados y educadores y eliminar la creciente insatisfacción entre estos círculos?» Esta formulación está dirigida a nosotros, pero es en esencia correcta. Luego enumera las tendencias que presumiblemente existen en nuestro partido y continúa diciendo: «Trotsky está apoyado por Bujarin, Rakovsky, Pyatakov, Larin, Sholnikov...»
No conozco a Sholnikov, a menos que sea una síntesis de Sokolnikov y Shlyapnikov. La camarada Kollontai no se menciona, no sé por qué.
El autor añade: «y otros comunistas de izquierda». Oyes, camarada Bela Kun, comunista de izquierda. [Risas]
«Y otros comunistas de izquierda, al analizar esta cuestión, llegaron a la conclusión de que la única salida es a través de una aplicación más rígida del sistema de trabajo comunista. Las fábricas y las empresas agrícolas deben ser sometidas a un control aún más estricto. Las organizaciones económicas que aún conservan su independencia deben ser igualmente estatalizadas. Los campesinos deben ser obligados a entregar sus excedentes a la población urbana necesitada, y las leyes contra la malversación y la especulación en los productos alimenticios deben hacerse más severas. En su conjunto es necesario disciplinar y centralizar energéticamente las empresas económicas. Pero este objetivo sólo puede lograrse cuando finalizando con las elecciones del personal de supervisión por parte de los trabajadores, ya que los trabajadores eligen con frecuencia individuos absolutamente analfabetos. Es necesario reemplazar a estos funcionarios por personas nombradas por las autoridades soviéticas. Para aumentar la productividad, Trotsky también quiere aprovechar los sindicatos que son predominantemente no comunistas y politizarlos, es decir, colocarlos bajo el control de las organizaciones políticas. Además, el reclutamiento de mano de obra debe ser introducido entre los campesinos. El cultivo de la tierra debe ser decretado un «deber estatal» y los campesinos deben ser obligados, bajo pena de sanciones severas, a producir y entregar cantidades fijas de los productos alimenticios más esenciales. Además de todo esto, Trotsky está llevando a cabo una lucha contra el arrendamiento de grandes áreas a empresas capitalistas extranjeras, que él considera anticomunistas.»
En una palabra, este artículo pinta un retrato político de nuestra amiga Kollontai (pero bajo el seudónimo de Trotsky). En general, este artículo, como todo lo inventado por su autor, es una tautología del triste bernsteinismo de los años noventa. Y estas ideas ahora aparecen como la doctrina moderna de la posguerra, el sustento espiritual de la socialdemocracia alemana. Bernstein analizó todo esto de manera más sistemática, consistente y planificada que Herr Heinrich Cunow. Pero esto no altera la esencia de las cosas. Volvamos, sin embargo, a la cuestión rusa. No sólo la opinión personal de Cunow es que tenemos grandes diferencias de opinión entre nosotros y que personalmente pertenezco a la oposición en lo que se refiere a las concesiones y al cambio de nuestra política económica. No sólo la prensa socialdemócrata, sino también los periódicos capitalistas, insisten en ello. Todos los camaradas que conocen nuestros asuntos internos saben muy bien que no hay serias diferencias entre nosotros, en el partido, sobre estas cuestiones, a excepción de un pequeño grupo cuyo representante, es la Kollontai, que han oído hoy. Si esta cuestión surgió entre nosotros, en el comité central, sólo se discutió desde el punto de vista de si tal o cual área, tal o cual concesión deberían concederse o no, es decir, desde un punto de vista puramente práctico. Y fue precisamente en estos aspectos prácticos en los que estuve de acuerdo con Lenin. Ni el camarada Bujarin ni el camarada Rakovsky, ni ninguno de los camaradas mencionados en el artículo de Cunow se han opuesto a las concesiones y a la nueva política agrícola o campesina en principio. Esta es una excelente ilustración del nivel espiritual de la socialdemocracia alemana. De hecho, en la medida en que un individuo pertenece realmente a la Internacional Comunista (como también en el apogeo de la Segunda Internacional) siempre está muy interesado en seguir y entender con sinceridad lo que ocurre dentro de un partido hermano, incluso si tiene diferencias con ese partido. Cuando alguna mentira solía ser difundida por el zarismo, era un dicho común que el zarismo tenía hombros anchos y podía soportar cualquier cosa. Pero a un representante teórico de un partido, que está obligado a analizar los acontecimientos con calma, se le debe exigir no que nos entienda y defienda, (¡Dios no lo quiera!) pero sí que por lo menos comprenda las cosas sobre las que escribe. Pero le falta incluso esto.
Bueno, el hecho es que no hay diferencias entre nosotros sobre esta cuestión. La cifra del 99 por ciento sería una estimación conservadora de la mayoría del partido en esta cuestión. Pero, ¿cómo están las cosas con respecto al peligro que los representantes del Partido Obrero Comunista y la camarada Kollontai nos presentaron desde dos lados diferentes, uno del lado del capitalismo de Europa Occidental y otro del lado del comunismo ruso? Esta cuestión también surgió para discutir entre nosotros en la comisión económica. Un camarada se propuso demostrar que permitirle al capitalismo desplegar sus actividades «en las grandes estepas rusas» es darle un camino de salvación, una salida a una situación difícil. Pero el capitalismo puede moverse sólo dentro de los límites que ofrece nuestra red ferroviaria, nuestras instalaciones de transporte, nuestros espacios abiertos, generalmente toda nuestra cultura económica. No tenemos en mente una empresa de negocios como Gerngross de Viena que podría muy bien ser capaz de salvarse a expensas de la república soviética al convertirse en su proveedor. Estamos hablando del capitalismo.
Si el capitalismo pudiera, basándose en Rusia, restablecer su equilibrio en el transcurso de la próxima década, esto significaría que no tenemos necesidad de recurrir al capitalismo de Europa Occidental, porque esto significaría que somos poderosos y lo suficientemente fuertes como para seguir adelante sin la cooperación del capitalismo de Europa Occidental y Norteamérica. Pero esta no es la situación. No somos lo suficientemente fuertes y poderosos como para poder renunciar a la tecnología capitalista, que todavía está disponible sólo bajo su forma capitalista. Simplemente no somos lo suficientemente fuertes y poderosos para permitirle al capitalismo curar todas sus heridas con la ayuda de Rusia. Esta es la lógica interna de la situación. En cualquier caso, los camaradas que temen que el capitalismo se fortalezca al obtener aquí un campo para su actividad, deben tener en cuenta que entre este capitalismo en desarrollo en Rusia y la revolución mundial está la Rusia soviética; Y que mucho antes de que el capitalismo ruso pudiera empezar a relajarse y recuperar su fuerza «en las estepas rusas» tendría que aplastar la naciente economía comunista. Sí, la primera víctima sería nuestra organización socialista en ciernes. En la comisión económica dije que el factor clave sigue siendo la circunstancia de que el poder en nuestro país pertenece a la vanguardia del proletariado; que en nuestro país la clase obrera gobierna, estando representada en las relaciones políticas y estatales por esta vanguardia. Y por eso debemos otorgar concesiones sólo en la medida en que beneficie a nuestra causa. Esta premisa no requiere comentarios. Si el capitalismo hubiera sido implantado militarmente, la cuestión de las concesiones nunca habría surgido. El capitalismo se habría otorgado a sí mismo todo lo que necesitase. Entonces no habríamos tenido ninguna pregunta táctica. Pero tenemos esta pregunta hoy. ¿Por qué? Porque el poder en nuestro país pertenece a la clase obrera, es decir, establece negociaciones con el capitalismo, tiene la posibilidad de otorgar concesiones a algunos mientras rechaza a otros. Es decir, tiene la oportunidad de hacer combinaciones y de adoptar tal o cual decisión sólo después de tomar en consideración el estado general de su propio desarrollo económico y el de la revolución mundial. Así es como están las cosas.
Y entonces concluí que esos camaradas europeos occidentales y norteamericanos, que temen que el capitalismo recupere su salud en Rusia, demuestran que sobrestiman nuestras instalaciones tecnológicas y de transporte y subestiman nuestras capacidades de razonamiento comunistas. Como dije, la camarada Kollontai, que pertenece a compañeros habitualmente llamados comunistas de izquierda, no fue mencionada en relación con la cuestión de las concesiones. Pero ella misma lo ha hecho. Ella tiene todo el derecho a hacerlo. Pone la disciplina de la Internacional Comunista por encima de la disciplina del partido. No sé, tal vez también se refiere a la cuestión de las concesiones, pero ella quiere mostrar el espíritu de la caballería (no sé cómo decirlo en alemán) que quiere comportarse como una amazona... [Radek interfiere: «¡Como Walküre!»] Como valquiria. Pongo la responsabilidad de esta expresión en el camarada Radek. [Risas] Así es como la camarada Kollontai se comportó al colocar su nombre en la lista de oradores, aunque es habitual entre nosotros abordar la cuestión con la delegación, con el presidium y con el comité central. Sólo pregunto a los compañeros que están aquí presentes y para quienes la camarada Kollontai es la portavoz, ¿cómo consideran el hecho de que nadie le planteó objeciones en la sesión del comité central? Consideramos totalmente natural que una minoría políticamente insignificante y poco visible sobre esta cuestión familiarice al Congreso Mundial con sus propios puntos de vista y su propia tendencia.
Pasemos ahora a la esencia del discurso de la camarada Kollontai. Su idea principal es que el sistema capitalista ha sobrevivido y que, por así decirlo, es inadmisible sacarle provecho. Esa es su idea básica. Todo lo demás es superfluo para ella. Esto nos da una idea totalmente adecuada del enfoque histórico y político-económico de la camarada Kollontai. En el lenguaje de la filosofía, esto se conoce como una perspectiva puramente metafísica que opera con conceptos dogmáticos inmutables, no históricos. El capitalismo se ha sobrevivido a sí mismo y por lo tanto no es posible obtener algo de él que pueda ser de utilidad para nosotros. Pero camaradas, si realmente es cierto que el capitalismo se ha sobrevivido a sí mismo, entonces si nos atacan el ejército inglés o francés, digamos, en las costas del Mar Negro, podríamos decirnos que, como el capitalismo se ha sobrevivido a sí mismo, podemos mantenernos sentados con las manos cruzadas. [Aplausos] Creo que todos seríamos enviados al infierno con el permiso de la camarada Kollontai. Pues el capitalismo no se detendrá a preguntar si ha sobrevivido o no a sí mismo de acuerdo con las concepciones dogmáticas de la camarada Kollontai. Se nos llevará por delante con bayonetas fabricadas en sus fábricas capitalistas. Nos destruirá con soldados rígidamente entrenados bajo su disciplina capitalista. Pero si un capitalismo sobrevivido es capaz de sacrificarnos y matarnos, demuestra que tiene mucho poder. ¿Por qué? El hecho de que la camarada Kollontai, que pertenece a una oposición del partido ruso, se vea obligada a presentar sus opiniones de oposición al Congreso Mundial de la Internacional Comunista en Moscú, es en sí mismo un poco de evidencia de que mientras el capitalismo se ha sobrevivido en el gran sentido histórico y no puede abrir nuevas posibilidades para la humanidad, sigue siendo lo suficientemente poderoso como para impedir que convoquemos nuestros congresos en París o Berlín. [Aplausos] Tomemos la tecnología capitalista, por ejemplo. ¿Qué piensa la camarada Kollontai de una buena locomotora, de una locomotora capitalista alemana? Esta es una cuestión interesante. Me temo que el proletariado alemán, incluso después de su conquista del poder, tendrá que viajar por todo el país durante un par de años más o menos en verdaderas locomotoras capitalistas. Después de todo, estará muy ocupado y apenas creo que pueda inmediatamente, en los primeros meses, comenzar a construir nuevas locomotoras. Pero camaradas, ¿está permitido, desde el punto de vista de los diez mandamientos de la camarada Kollontai, comprar una nueva locomotora alemana de la firma Ebert & Co.? Creo que la camarada Kollontai, al contestar esta cuestión, no nos negaría el derecho a comprar una locomotora de Ebert. Pero si compramos una locomotora allí, también debemos pagarla allí, y, además, con oro. Pero, camaradas, el oro que fluye de Rusia hacia las arcas capitalistas tiende a reforzar a las segundas. Por supuesto, la cantidad es demasiado pequeña para pagar las deudas alemanas. Afortunadamente no tenemos una cantidad tan grande de oro. [Risas] Se pueden poner los reparos que se quiera, pero si desea permanecer firme en los principios no se puede pagar oro a los capitalistas. O tomemos otro ejemplo. Supongamos que pagamos con madera en lugar de oro. Entonces la camarada Kollontai diría: «Estoy de acuerdo en permitir el comercio entre la Rusia soviética y Alemania o Inglaterra, pero las concesiones están al margen. ¿Qué son las concesiones? Para conseguir locomotoras, debemos vender madera. Pero no tenemos suficientes sierras y otros artefactos mecánicos y así decimos: «Los árboles crecen en un bosque; Que el capitalista inglés vaya con sus máquinas y equipamiento técnico, corte unos árboles y troncos y nos traiga locomotoras a cambio...» En resumen, me gustaría mucho saber dónde comienza la oposición de principios de la camarada Kollontai y dónde termina. ¿Es con la compra de locomotoras o con el pago en oro, o con el pago en madera en forma de bosques? Me temo que la oposición comienza sólo con la tala de árboles. [Fuertes risas]
La camarada Kollontai afirma, además, que en general queremos reemplazar a la clase trabajadora por especialistas y otras fuerzas, es decir, por técnicos [Interviene Kollontai: «No he dicho eso»]. Dijo usted, camarada, que la iniciativa de la clase obrera está siendo reemplazada por otras fuerzas, que la vanguardia de la clase obrera está siendo obligada a ceder su lugar a otras fuerzas. Pero estas otras fuerzas son, por un lado, la llamada inteligencia tecnológica y, por otro, el campesinado. El campesinado como reemplazo es excluido incondicionalmente. Pero la clase que tiene el poder en sus manos hace un trato con el campesinado. En cuanto a los técnicos, sobre esta cuestión también tuvimos una controversia en nuestro partido. Los ecos de ella todavía reverberan a este día. Y tal vez hemos escuchado, si no el último, el siguiente al último eco de los labios de la camarada Kollontai. Desde el punto de vista de los principios, camaradas, es innegable que el proletariado tiene más que un amplio poder e iniciativa y esperamos que toda la humanidad cambie considerablemente sus aspectos gracias al poder de la clase obrera. Pero nunca afirmamos que la clase obrera es desde su nacimiento capaz de construir una nueva sociedad. Sólo puede crear todas las condiciones sociales y políticas necesarias para ello. Más que esto, a través de la toma directa del poder, es capaz de encontrar todas las fuerzas auxiliares necesarias, colocarlas, donde sea necesario, al servicio de la economía comunista, y así poner en marcha toda la maquinaria. Pero nunca dijimos que un simple trabajador al convertirse en comunista adquiera inmediatamente la capacidad de realizar el trabajo de un técnico, astrónomo o ingeniero. Y cuando estas fuerzas técnicas son general y simplemente designadas como «otras fuerzas sociales», y cuando el hecho de que estas fuerzas hayan sido puestas al servicio de nuestra causa se caracteriza como una falta de confianza en la clase obrera, tal razonamiento no tiene absolutamente nada en común con el marxismo y el comunismo.
¡Camaradas! En ese campo sumamente simple en el que hemos tenido que trabajar hasta ahora, en el campo militar, nos vimos obligados desde el principio a recurrir a la ayuda de fuerzas técnicas extranjeras. Entre nosotros surgieron muchas fricciones a causa de eso. El comité central cometió no pocos errores, y nuestra organización militar se molestó en más de una ocasión. Nos dijeron: «Estáis poniendo fuerzas técnicas ajenas (la referencia aquí era a los oficiales) al servicio del proletariado». Sin embargo, más tarde se hizo evidente que si nos hubiéramos basado únicamente en la energía y el sacrificio de nuestros camaradas, que estaban cumpliendo sublimemente su deber, y si hubiéramos sido incapaces de utilizar fuerzas militares ajenas a nosotros, no podríamos haber sobrevivido mucho tiempo en este mundo. Esto está absolutamente claro. La clase obrera rusa, con sus habilidades y su capacidad de sacrificio, dio todo lo que tenía. También demostró una gran iniciativa cuando, después de la toma del poder, demostró ser capaz, aunque estaba atrasada y vivía en un país campesino, de atraer a sus oficiales profesionales, empleando a veces la fuerza y a veces la propaganda. [Aplausos] Teníamos que tener un ejército. Pero la clase obrera no poseía la suficiente experiencia y conocimientos y no podíamos colocar a los oficiales entre los trabajadores inmediatamente y en todas partes. Hoy en día ya tenemos un gran número de oficiales rojos que provienen de la clase trabajadora. Ellos ocupan los puestos más altos, y su número está aumentando a diario.
Lo mismo se aplica al campo técnico también. El hecho de que todavía estemos rodeados por un mundo capitalista nos obliga a hacer concesiones en el campo de la tecnología también. Pero tenemos plena fe en que nuestra clase obrera, cada vez más consciente de sí misma como miembro de la gran internacional, también podrá soportar esta pausa, este respiro, del capitalismo y este equilibrio inestable que ahora prevalece; Y que durante este mismo respiro utilizará fuerzas ajenas y extranjeras por igual, y las pondrá al servicio de su propia causa. Cuando decimos a los trabajadores rusos: «Estamos llevando a cabo negociaciones con los capitalistas extranjeros, pero tomaremos todas las medidas necesarias para mantenernos en pie». Cuando queremos que la clase obrera examine su campo de actividad y diga: «Puedo ofrecer tal o cual concesión a los capitalistas alemanes y norteamericanos, pero quiero maquinaria a cambio», ¿esto es entonces falta de fe en las fuerzas de la clase obrera rusa, del proletariado ruso? Si a alguien se le debe reprochar que carezca de fe en las fuerzas de la clase obrera, no es a nosotros sino al pequeño grupo por el que la camarada Kollontai ha hablado aquí hoy. [Estruendosos aplausos]
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NOTAS
[64] Tomado de El Ejército Rojo al Estado Mayor de la Revolución, Ediciones Mateo Fossa / León Trotsky.
[65] Tomado de «La situación mundial», en Nueva etapa, páginas 3 a 26. Edicions Internacionals Sedov / Trotsky inédito en internet y en castellano.
[66] Respetamos la traducción abusiva de «América» por «America» por respeto a la versión que usamos aquí. Estas EIS piensan que la traducción correcta de America (o Amérique) debe ser Estados Unidos o Norteamérica, debiendo reservarse la denominación de América para el continente completo.
[67] Tomado de La situación económica mundial. Discurso en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista el 23 de junio de 1921, Edicions Internacionals Sedov / Trotsky inédito en internet y en castellano.
[68] Tomado de [Resumen del discurso pronunciado en la tercera sesión del Tercer Congreso de la Internacional Comunista], Edicions Internacionals Sedov / Trotsky inédito en internet y en castellano.
[69] Tomado de [Discurso sobre la cuestión italiana en la novena sesión del Tercer Congreso de la Internacional Comunista], Edicions Internacionals Sedov / Trotsky inédito en internet y en castellano.
[70] Tomado de [Intervención de Trotsky en la decimocuarta sesión del Tercer Congreso Mundial de la Internacional Comunista, 2 de julio de 1921, en la discusión del informe del camarada Radek sobre la táctica de la Internacional Comunista], Edicions Internacionals Sedov / Trotsky inédito en internet y en castellano.
[71] Tomado de: Tesis sobre la situación mundial y las tareas de la Internacional Comunista (3er Congreso III Internacional), Edicions Internacionals Sedov / Trotsky inédito en internet y en castellano.
[72] Tomado de Discurso sobre el informe del camarada Lenin: «La táctica del PCR», en la decimoséptima sesión (5 de julio de 1921), Edicions Internacionals Sedov / Trotsky inédito en internet y en castellano.