OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

SIGNOS Y OBRAS

 

RUSIA A LOS DOCE AÑOS1

 

Alvarez del Vayo es un maestro en el arte del reportaje. Pocos como él, en el periodismo hispánico, saben moverse tan expertamente en el escenario europeo, en torno de los más grandes debates y los más conspicuos temas, bien enterados de su historial y de su trastienda, habituados a interrogar a los protagonistas, dueños del secreto profesional de narrar sus incidentes al público y de interesarlo por su desarrollo como por el de una gran novela. Lo conocí, hace años, en la Conferencia de Génova, cuando poseía ya una admirable pericia en este género absolutamente post-bélico de periodismo: seguir una tras otra las conferencias y asambleas internacionales para dar al público sobre cada una, observada en todos sus momentos, una versión animada, anecdótica e integral, anticipándose al convencional resumen de los comunicados oficiales, desbordándolos con la indagación de corrillo y de bastidores, situando el suceso en su clima y su atmósfera particulares. De entonces a hoy, Alvarez del Vayo no ha faltado a ninguna gran cita europea.

Pero este dominio y esta práctica magistrales del gran reportaje no explican totalmente su acierto insuperado en informar al mundo hispánico sobre los hombres y los hechos de la Rusia Soviética con una visión verista, sagaz, inteligente, atenta ante todo a la creación y a la vida. El primer libro de Alvarez del Vayo sobre la U.R.S.S. es todavía el más interesante testimonio español respecto a la Revolución y sus personajes. Antes se habían publicado los de dos hombres de izquierda y de partido —Fernando de los Ríos y Angel Pestaña—. Uno y otro malogra­dos por el doctrinarismo social-demócrata y anarco-sindical de los autores. El reformista se acer­có a la Revolución can la desconfianza burguesa, la reticencia universitaria, del hombre de cátedra y de leyes. El anarquista no pudo reprimir, después de la visita, la explosión de sus atavismos de subversivo español, individualista, ego­céntrico, negativo. Alvarez del Vayo no era ni es un hombre de partido. Pero tampoco era el crítico glacial, riguroso, pedantemente objetivo, ese raro, abstracto y monstruoso espécimen de neutralidad y exactitud agnósticas al que algunos reservan el derecho de entender y explicar la historia contemporánea. Hombre sin partido, exento de doctrinarismo, Alvarez del Vayo es un espíritu sensible a la sugestión de todo gran esfuerzo humano. La Revolución rusa se impone a su sinceridad de espectador bien documentado de la escena occidental, como el acontecimiento más grande, como el fenómeno más trascen­dental, como la más heroica batalla de la época. Alvarez del Vayo observa a Rusia con amistad y simpatía. Es un amigo veraz, severo, bastante inquisidor, que no cree sino en las cosas vistas y palpadas, que estudia la transformación revo­lucionaria en la calle, en las cosas, en los hombres; pero es, aunque pertenezca a la Europa occidental, y encuentre su atmósfera propia en la Unterdenlinden2 más que en la Plaza Roja, un amigo de la "otra Europa" y de sus creadores. Y a su amistad y a su simpatía debe precisamente su comprensión de los hechos, su capacidad de presentarlos al lector vivientes y plásticos.

El nuevo libro de Alvarez del Vayo, Rusia a los doce años, continúa el primero: La Nueva Rusia. Es un film, logrado con la más estricta técnica periodística, de la vida rusa a los doce años de la Revolución. En la elección certera del detalle sugerente, algo ha adquirido quizá el periodista en el trato de los grandes cineastas: Eisenstein, Pudovkin, etc.

El volumen se divide en tres partes: La batalla en el campo. Industria y defensa. Teatro, "cine" y literatura. El autor, acaso se interesa personalmente más por los temas del tercer capítulo. Pero de las cuestiones estudiadas en los dos primeros, su conocimiento general de las cosas rusas le consiente lograr una exposición eficaz.

Alvarez del Vayo advierte que la batalla por la socialización de la economía agraria domina la actualidad rusa. Las plataformas de la oposición trotskysta han tenido en gran parte su origen en la impresión de que la política soviética estaba perdiendo demasiado terreno en el campo. Hoy Stalin parece haber hecho suyas en parte, a este respecto, las proposiciones trotskystas. La lucha contra el kulak3 es la acción en que los soviets han empleado en el año último su mejor energía. El kulak encarna un peligro al mismo tiempo económico y político: el surgimiento de una burguesía campesina y la repercusión de sus intereses y el influjo de su mentalidad en la práctica administrativa. Pero en la persecución del kulak se corre el riesgo de excederse, atacando una manifestación anexa a la resurrección de la campaña. El kulak puede ser un elemento de restauración capitalista; pero es también un sín­toma y un factor de la prosperidad que la Nep

ha querido promover. La solución del problema no está, por eso, en la ofensiva contra el kulak, categoría a la que se asimila a veces el campe­sino apenas acomodado, propietario de unas po­cas vacas y un caballo, sino en el fomento de la explotación colectiva de la tierra, con máquinas y métodos que aumenten su rendimiento. En esta dirección, la política agraria de los Soviets ha hecho grandes progresos en los últimos tiempos. Está en aplicación un plan que prevé la trans­formación completa de las condiciones actuales de producción en el plazo de cinco años.

No esconde Alvarez del Vayo su admiración por la figura y la obra de Trotsky. Pero sus sentimientos y su juicio respecto al gran líder de la oposición no le impiden estimar en todo su valor al jefe de la mayoría y del gobierno. «La silueta completa de Stalin —escribe Alvarez del Vayo— está todavía por hacer. Es un luchador de extraordinarias condiciones, y el recordar que en sus manos se encuentra el mecanismo del poder no basta para definirlo. En cuanto a las otras versiones que lo presentan como el zar rojo rodeado de boato y sumido en la concupiscencia, ¿podrá uno a estas alturas hacer todavía a sus autores el honor de desmentirles? El cuarto de Stalin lo rechazaría por inconfortable cualquier empleado de Hacienda de los nuestros, y el ves­tido de la mujer del todopoderoso en poco se distingue del de una modesta obrera. El, como los demás; así viven los gobernantes de la Rusia soviética». Y tampoco el homenaje a la capacidad y a la honradez de Stalin le estorba para el reconocimiento de las sólidas cualidades de Rykoff, cuyos puntos de vista sobre la política económica señalan el rumbo de la "desviación de derecha", severamente denunciada por Stalin después de la represión del trotskysmo o "desviación de izquierda”.

Paralelamente al esfuerzo por colectivizar la explotación del campo los Soviets desarrollan un formidable esfuerzo por acrecentar la industria. La decepción sufrida por muchos industriales europeos, después de la reanudación de relaciones de sus países con Rusia, ante el desvanecimiento de su esperanza de invadir y saturar el mercado ruso con sus manufacturas, no es sino una consecuencia del cuidado que en proteger la industria nacional pone el monopolio soviético de las importaciones y exportaciones. Esta decepción ha influido en un recrudecimiento de la hostilidad de diversos países que complica no poco la situación internacional de la U.R.S.S. y la induce a considerar inminente un nuevo ataque de los Estados capitalistas, dirigidos por la Gran Bretaña. La política soviética tanto como a la creación de una poderosa industria, atiende al mantenimiento de las fuerzas de defensa nacional. Pero Rusia no se deja extenuar por una costosa paz armada. Más que del sostenimiento de gravosos efectivos, se cuida de cultivar esa inmensa reserva moral y material que constituye la juventud comunista de ambos sexos. El ejército en Rusia, por otra parte, al mismo tiempo que un factor de defensa nacional, es un instrumento de educación revolucionaria y de conquista espiritual y cultural del campesino. «En un cierto sentido —dice Alvarez del Vayo— el cuartel es en Rusia una especie de universidad popular, dentro de la cual la lucha contra el analfabetismo, cuya trascendencia anúnciase por sí sola, no constituye sino el primer escalón». «De que la labor cultural desarrollada en los cuarteles no se reduce a un par de exhibiciones instaladas en la Casa del Ejército Rojo con el fin de asombrar al visitante extranjero, dan idea las siguientes cifras recientísimas: 700 clubs militares; cerca de 6,000 "coros de Lenin"; 9,500 bibliotecas, con un conjunto de siete millones y medio de libros; 700 "cines ambulantes"; quinientos grupos de radioescuchas; 20 periódicos, aparte del órgano central —Krasnaya Svezda (La Estrella Roja)—, con una circulación total de más de medio millón de ejemplares.

La tercera parte de este magnífico film de la Rusia actual —teatro, cine y literatura— recla­maría un artículo especial. Es un cuadro notable de la estupenda actividad literaria y artísti­ca rusa. Alvarez del Vayo se siente a gusto entre artistas y autores. Y estos tópicos lo seducen como ningún otro. Pero, por ahora, bastan las citas ya apuntadas para dar una idea del interés y el valor de su último libro.  

 


1 Publicado en Variedades: Lima, 10 de Julio de 1929.

2 Bajo los tilos, famosa avenida berlinesa.

3 Campesino rico.