No todos los héroes
mueren de pié y con las armas en la mano. No sólo en los sonoros
campos de batalla se hace la historia. También hay quienes, con el
pensamiento y la palabra, construyen el futuro de los pueblos.
"En el principio era el verbo". Y el verbo es acción y
semilla, cuando la vida lo respalda. José Carlos Mariátegui pasó
sus últimos años en un sillón de ruedas. El hombre nacido para la
salud y la alegría, cayó víctima de la más cruel dolencia. Pero,
de la fatalidad, él supo hacer destino. Fue un agonista. en los dos
sentidos de la palabra: el de sufrimiento y el de lucha. Fue un
cuerpo enfermo sostenido por un espíritu invencible. Más que meter
su sangre en sus ideas, como que ría Nietzsche, metió sus ideas en
su sangre. Las hizo sangre, y vida de su sangre.
El estoicismo de
Mariátegui —si puede calificarse de estoicismo su pasión
esperanzada y heroica— se basaba en su confianza en el futuro de
los hombres. Su fe en el porvenir humano era la fuerza interior, el
eje diamantino, invulnerable, en torno del cual giraban las
dolorosas vicisitudes de su vida. Porque él se sentía
entrañablemente unido a la existencia de su pueblo.
Rara cosa es ser
americano", escribió un poeta de los Estados Unidos. Pero
aquí, en el Continente Abisal, más que rara es difícil la tarea,
puesto que no se trata de ser de América, sino de hacer América,
de luchar por algo que ha de surgir de nuestras cenizas algún día.
Aún nuestro presente es un vacío entre el pasado y el futuro. A
llenar este vacío, a darle sentido y rumbo a nuestro ciego impulso,
a "peruanizar el Perú", consagró su voluntad y su
inteligencia José Carlos Mariátegui.
"Soy un hombre
con una filiación y una fe", declaró en "La escena
contemporánea", y lo repitió, orgullosamente, en la revista
cuyas páginas son el acta de nacimiento y la profecía del
Socialismo en el Perú. Escritos a la luz de la concepción marxista
de la historia, sus "Siete Ensayos" representan para
nosotros lo que el "Manifiesto Comunista" para el mundo:
la base del futuro. Pero José Carlos Mariátegui, fiel al consejo
de Engels, no pretendió "adaptar la realidad a los
libros", encerrarla en una generalización abstracta y
apriorística, sino analizar concretamente la viva y compleja raíz
de nuestra patria. La revolución americana era, para él, creación
y no parodia.
A partir de los
"Siete Ensayos", el problema del Indio dejó de ser un
tema sentimental y retórico, para ingresar en el campo de la
Sociología. Al identificarlo con el problema de la tierra, José
Carlos Mariátegui llegó, por primera vez, al fondo mismo de
nuestro drama.
El nacionalismo de
Mariátegui excluía toda estéril xenofobia. No en vano su lema
fue —superando la estrecha divisa maurrasiana—: "Todo lo
humano es nuestro". Porque él anhelaba que nuestra incipiente
cultura asimilara las fecundas savias de la cultura universal.
"Perú del mundo y Perú al pie del orbe", diría después
César Vallejo.
Apasionado y
lúcido, sociólogo y artista, apóstol sin énfasis, americano
universal, héroe civil sobre su acorralado sillón de enfermo,
sacando fuerzas espirituales de sus flaquezas físicas, José
Carlos Mariátegui es uno de los forjadores de la conciencia
nacional. Su mensaje —hoy más que nunca— está vigente. Y lo
estará mientras este país —encadenado o libre— exista.
González Prada y él son los hitos que señalan el camino de
nuestro pueblo hacia la justicia social.
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