OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

POEMAS A MARIATEGUI

    

     

FRANCISCO ICHAZO

(cubano)(1901)

 

Ensayista cubano.

Obra: Lope de Vega, poeta de la vida cotidiana (La Habana, 1935); Defensa del hombre (La Habana, 1937); y Martí y el teatro (La Habana. 1953)

 

 

MEDITACION DEL IMPEDIDO

por: Francisco Ichazo

He de seguir imaginándome a Mariátegui en su coche de paralítico, aquella tribuna rodante que pudo ser la burla plástica de su vida, pero que fue el handicap de su espíritu a una materia demasiado castigada —demasiado castigadora— que iba anticipando, con avara celeridad, su desmoronamiento.

Mariátegui y su coche —ese coche que remontó el Ande y viajó por todos los caminos de América, batiendo records de kilometraje y velocidad. Ese coche que dejó atrás el "Bolis" y el "Packard" del gamonal y el tirano y ha de aparecerse todavía, entre las nieblas de la sierra, como el carro de un nuevo profeta que dirá a la América las verdades que cercenó su marcha.

¿Quién recogerá la herencia de este coche que aprendió a transitar contra el tránsito, en sentido opuesto al que apunta el índice manchado del déspota? ¿Habrá quién siga remontando los cursos oficiales de la política americana en el coche de Mariátegui?

Invito a la meditación de Mariátegui y su coche. Meditación tranquila, sin gratuito desasosiego. Meditación del impedido.

¡Sublimidad de esta limitación Mariátegui, inmóvil en su coche, conoció, con lucidez dolorosa, el verdadero valor del movimiento. Parejamente el drama de su parálisis le enseñó, con la dura lección de la necesidad, lo inútil del ademán y el aspaviento sin motivo. La vida no pudo brindarle esa voluptuosidad primaria del desperezo y el cómodo cambiar de postura. El cuerpo le ascetizó el espíritu y le hizo ver toda la trascendencia de un vivir que no es girar sobre sí mismo, ni simular la marcha, sino moverse convulsivamente en la intimidad del ser, con toda la carga de la pasión y el pensamiento x con esa otra carga más triste de una carne macerada y unos huesos canijos.

Mas no pudo dejar de sentir su cuerpo retrasado la espuela del ansia. ¡Cuántas veces se vería asediado por el íntimo deseo de la lucha material, brazo con brazo! Pero hizo fuete de su voluntad para castigar las vehemencias inútiles y resolvió por las vías de un pensamiento frío —de puro calecido— sus nobles rebeldías.

Resolución heroica, Y por ello serena. Asistida de esa firmeza de los espíritus que saben su misión. Y así no fué Mariátegui ese americano más de los gestos esporádicos y los desahogos circunstanciales del epifonema y el afeminado lamento. Fue el hombre de la organización mental, de las soluciones numéricas, de la estrategia revolucionaria. No llevó a su obra el drama íntimo de su vida. Sabía que el drama —y más en América— casi siempre es teatro y ruta de Narciso. Examinó el caso peruano —el caso americano— con pasión lúcida de médico, no con pasión turbia de enfermo.

Por la misma ascesis de su vida, no confluyó en esa literatura del odio, grata al revolucionario. Entre las amenazas las persecuciones, los encarcelamientos y los destierros, dijo siempre Mariátegui su palabra serena y sustanciada, sin carga de rencor, lastrada sólo con esa justicia que desprecia el grito, porque toda ella es un clamor vivo.

Entre una muchachada ansiosa, pero desorientada, que se atropellaba para no ir a parte alguna, Mariátegui guió serenamente su coche, uno de los pocos vehículos del pensamiento político americano que sabía a dónde ir y por dónde ir.

Mariátegui, "apresurándose lentamente" en su coche de paralítico, ¿no es acaso el símbolo de una nueva América que vencerá no por el impulso ciego ni el movimiento improvisado, sino por el avance tenaz y progresivo, según el tiempo y la norma marcados por aquel hombre a quien le bastó la mínima posibilidad móvil de dos ruedas para escalar la última eminencia andina y plantar en ella la bandera de una nueva libertad?

Hagamos la meditación de Mariátegui y su coche. Meditación del impedido. Meditación del paralítico. ¿Paralítico? paráclito ¿por qué no? Nunca la afinidad fonética de dos palabras me ha parecido tan íntima, tan sustancial. Mariátegui: paralítico; paráclito. Paráclito espíritu con cuya presencia y asistencia sigue contando América.

LA VIDA LITERARIA Nº 30 Bs. As.