OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL III

 

       

LA CRISIS DEL REGIMEN MONARQUICO EN ESPAÑA*

 

La tendencia antimonárquica del movimiento antidictatorial en España, que desde la caída de Primo de Rivera, antes de que los líderes de la heterogénea oposición tuvieran tiempo de pro­nunciarse sobre el cambio operado con la cons­titución del gabinete Berenguer, era fácil indi­car como el rasgo dominante de la nueva situa­ción, no ha tardado mucho en alarmar a los su­cesores del Marqués de Estella hasta el punto de obligarlos a una censura tan rígida, a una in­terdicción tan sistemática de toda manifestación pública del pensamiento de los partidos y los caudillos como las que rigieron durante el go­bierno fracasado.

Berenguer insiste, naturalmente, en que su misión es el restablecimiento de la legalidad y la realización, dentro de un ambiente de libertad, de las elecciones con que se retornará al régi­men constitucional. Pero, actualmente, está pro­hibida toda propaganda con el pretexto de que en las presentes circunstancias puede comprometer la tranquilidad pública.

El discurso de Sánchez Guerra ha revelado a todos la gravedad de la crisis del régimen mo­nárquico. Berenguer cuidó primero de retardar estas declaraciones con la esperanza sin duda de que los mensajeros y abogados del Rey disuadie­ran al líder conservador del propósito de plan­tear de nuevo la cuestión de las responsabilidades de la monarquía. Pero Sánchez Guerra ha querido ser coherente con su actitud frente a la dictadura de Primo de Rivera.

Que un jefe conservador, con larga foja de servicios a la monarquía, afirme que no es po­sible ya servir al Rey y que no es contestable el derecho ni la capacidad del pueblo español para reemplazar la monarquía por la república, no puede ser sino un signo del descrédito y de la descomposición irremediables del régimen monárquico. Sánchez Guerra no podía decir más. No le toca hacer la apología del sistema repu­blicano ni la crítica del monárquico. Es un po­lítico del viejo régimen, un hombre de orden, un antiguo presidente del consejo, conservador y constitucional ortodoxo, que toma posición con­tra el Rey por razones contingentes, accidenta-les, no por consideraciones de principio ni de programa. El Rey Alfonso XIII ha faltado al pacto de la monarquía con el pueblo español. Un político leal a la Constitución y al orden, no puede prestarse a la componenda de una políti­ca de "borrón y cuenta nueva". Esta es la posi­ción de Sánchez Guerra. Sería absurdo pedirle veleidades republicanas y revolucionarias. Sánchez Guerra no se convierte tardíamente al re­publicanismo, por decepción respecto a la mo­narquía, ni por abandono de sus ideas conser­vadoras y constitucionales. Su causa sigue siendo la de la Constitución. Está contra el Rey porque el Rey es culpable de haberla traicio­nado.

No es de excluir la posibilidad de que sedicen­tes liberales o reformistas prefieran una actitud más conciliadora o equívoca. Del Conde de Romanares, que ha dicho ya sin embargo que la salvación de la monarquía está en un parlamen­tarismo de tipo inglés, cabe esperar todas las ambigüedades. El retorno a una censura cerrada, después de la emoción producida por las declaraciones de Sánchez Guerra, nos ha impedido conocer lo que piensa Melquíades Alvarez, a quien la actual crisis ofrece la oportunidad de reintegrarse al republicanismo, por haber caducado las razones que lo indujeron a adoptar la fórmula reformista.

Pero la posición de Sánchez Guerra tendrá, necesariamente, entre otras consecuencias, la de excitar y animar a los otros líderes a acentuar el tono de sus reivindicaciones. Quedarán en deplorable ridículo todos los liberales, reformistas y republicanos que se muestren menos liberales, reformistas y republicanos que el viejo jefe conservador.

La tarea fundamental de Berenguer, como lo apunté desde el primer comentario sobre la crisis española, no es por supuesto el restablecimiento de la legalidad sino el salvamento de la monarquía. Su programa es el regreso a la Constitución porque se piensa que éste es el mejor medio de salvar al régimen. Pero si en los preliminares del período eleccionario, se comprueba que la restauración de la legalidad, significa una peligrosa restauración del derecho de crítica, reunión, tribuna, etc., que conducirá al juzgamiento de las responsabilidades de la monarquía, el intermezzo Berenguer precederá y preparará simplemente un nuevo golpe de Estado. Ya se anuncia la amenaza de un pronunciamiento reaccionario de los jefes militares de Barcelona. Se organiza un frente único monárquico, al cual la interdicción temporal de reuniones públicas no impedirá una teatral parada, protegida por la policía de Berenguer. Con el nombre de juventud monárquica, se moviliza una guardia blanca, con facultad de vapulear en las calles a los que se expresen irrespetuosamente sobre el Rey y las instituciones. Todo esto no constituye sino una vasta preparación fascista. Alfonso XIII está más propenso que nunca a jugar la carta del absolutismo. ¿Se dejarán sorprender las fuerzas antidictatoriales por un nuevo golpe de Estado? Esta es la incógnita de la hora pre­sente.

 

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Mundial, Lima, 11 de Marzo de 1930, en la sección "Lo que el cable no dice".