OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II

  

UNA ENCUESTA DE BARBUSSE EN LOS BALKANES*

 

En su nuevo libro Les Bourreaux (Ernest Flammarion, Editeur, París, 1926), Henry Barbus­se reúne las conclusiones de su encuesta sobre el terror blanco en Rumania, Bulgaria y Yugo­eslavia. Henry Barbusse visitó estos países hace aproximadamente un año, acompañado de la doctora Paule Lamy, abogado del foro de Bruse­las, y de León Vernochet, secretario general de la Internacional de los Trabajadores de la Ense­ñanza. Y, después de informarse seriamente acer­ca del régimen de terror instaurado por los go­biernos de Bratiano, Zankoff y Patchitch, lo de­nunció documentada e inconfutablemente a la conciencia occidental. 

Les Bourreaux no es, pues, un libro de li­terato, sino un libro de combatiente. Barbusse se siente, ante todo, un mílite de la causa huma­na. Pero este libro no se ocupa, sin embargo, ab­solutamente, de polémica doctrinal. Se limita a exponer desnudamente, con objetividad y con verdad, los hechos. A base de datos rigurosamen­te verificados, lanza una documentada acusación contra los gobiernos reaccionarios de esos tres estremecidos países balkánicos. 

Estos países son, según frase de Barbusse, el infierno de Europa. El terror blanco, alimentado de los más feroces enconos de clase y de raza, se encarniza ahí contra todo lo que sospecha adverso al viejo orden social. El revolucionario, el judío, están fuera de la ley. La represión policial colabora con la acción ilegal de las bandas fascistas. Los más monstruosos procesos exhi­ben en la más cínica servidumbre a la justicia y sus funcionarios. "Sobre esta Rumania de hoy —escribe Barbusse— sobre esta Yugoeslavia, so­bre esta Bulgaria que es el círculo más patético del infierno balkánico, el estrangulamiento me­tódico de toda pulsación de libertad se transforma a los ojos en una calma que oprime el cora­zón porque es la calma de un cementerio. Se sabe bien que las cabezas que se han alzado han sido abatidas y que si aquí y allá se vuelven a alzar otras, lo serán también a su turno; que to­das las fuerzas vivas y conscientes de los traba­jadores de la ciudad y los campos han sido o se­rán aniquiladas. Esta mutilación colectiva puede hacer pensar en una apariencia de orden a quien no hace más que pasar por esta tierra de espanto. Pero la paz no es sino una mortaja y los sobrevivientes comprenden que su existencia depende del primer gesto, de la primera palabra". 

Los gobiernos rumano y búlgaro se atribuyera la misión de defender a Europa del bolchevismo. La complicidad del capitalismo occidental en su despotismo sanguinario es, en todo caso evidente. Los gobiernos demo-liberales de Inglaterra y Francia presencian con tolerancia impasible sus ataques a los más fundamentales principios de la civilización. "Los gobiernos de Bratianu, Volkov, Patchitch, Pangalos y hasta ayer el gobierno de Horthy —constata Barbusse— no han tenido apoyo más firme que el de los representantes de la Francia de la Revolución y de la libre Inglaterra. Todos estos hombres se sonríen y se sostienen. Por otra parte, se parecen. Los unos no son otra cosa que la imagen más sangrienta de los otros. Encarnan en todas partes el mismo sistema, la misma idea". 

Bulgaria se presenta como la más trágica es cena de reacción. Los hechos que Barbusse denuncia no son desconocidos en conjunto. No obstante la complacencia que la gran prensa eu­ropea y sus agencias telegráficas usan con los regímenes reaccionarios, los ecos de la tragedia del pueblo búlgaro se han difundido hace tiem­po por el mundo. Pero ahora el testimonio de Barbusse, apoyado en pruebas directas, precisa y confirma cada uno de los crímenes que antes, a través de distintas versiones, podían parecer exagerados por la protesta revolucionaria. 

El atentado de la catedral de Sofía, no fue, como ya sabíamos, el motivo de la truculenta represión: fue simplemente su efecto. El gobier­no búlgaro había emprendido, mucho antes de ese acto desesperado, una sañuda campaña con­tra los organizadores y adherentes de los parti­dos agrario y comunista, con la mira de su completa destrucción. Varios diputados comunistas habían sido asesinados, Las cárceles estaban re­pletas. En medio de esta situación de pavor so­brevino el atentado de la catedral. Un tribunal honrado habría podido comprobar fácilmente la ninguna responsabilidad del partido comunista. La praxis comunista rechaza y condena en todos los países la violencia individual, radicalmente extraña a la acción de masas. Pero en Bulgaria los procesos no son sino una fórmula. El gobier­no de Zankoff se acogió al pretexto del atenta-do para extremar la persecución así de comu­nistas como de agrarios. El número de víctimas de esta persecución, según los datos obtenidos por Barbusse, pasa de cinco mil. Los tribunales condenaron a muerte sólo a trescientos procesados. Las demás víctimas corresponden a las ma­sacres de los horribles días en que imperaba en Bulgaria la ley marcial. La ola de sangre llegó a tal punto que el Rey Boris se negó a firmar la sentencia de muerte de los tribunales. Y fue necesario que un vasto clamor de protesta se en­cendiera en el mundo para que la dictadura de Zankoff, la ,más infame de las dictaduras balkánicas, se sintiera aplacada y satisfecha. 

Barbusse, en su libro, enumera los crímenes. Su requisitoria está en pie. Nadie ha intentado validamente confutarla. Les Bourreaux aparece, por ende, como uno de los más graves docu­mentos de acusación contra el orden burgués. 

Los mismos estados que ante las violencias de la revolución rusa, olvidando la historia de todas las grandes revoluciones, mostraron ayer no más una consternación histérica, no han pro­nunciado una sola palabra para contener ni pa­ra reprobar el "terror blanco" en los países bal­kánicos. Bernard Shaw dice que los hombres que condujeron a Europa a la guerra traicionaron a la civilización. La admiración es vana. Después de la guerra, la traición continúa. Y su grado de responsabilidad aumenta. 

La protesta de los intelectuales libres como Barbusse, como Shaw, es lo único que salva, en esta hora dramática, el honor de la Inteligencia.

   


NOTA: 

* Publicado en Variedades, Lima, 20 de Noviembre de 1926.