OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II |
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EL NUEVO ESTATUTO DEL IMPERIO BRITANICO*
Los acuerdos de la conferencia británica nos confirman que Inglaterra continúa su tradicional política de compromiso. La transacción, la conciliación son su fórmula predilecta. El Imperio Británico mismo reposa, como tal, en un compromiso. El Canadá, Sud-Africa, Australia, etc., no son colonias. Son naciones autónomas dentro de la comunidad británica. Pero el Imperio subsiste. Se salva a costa de concesiones. La unidad del Imperio no resulta posible sin la libertad de los pueblos que lo constituyen. El nuevo estatuto político del Imperio no modifica, en verdad, las relaciones de Inglaterra con sus dominios. Lo que se establece ahora en la ley, en la teoría, estaba establecido ya en la práctica, en el hecho. Inglaterra tiene el arte de parecer muy larga en sus concesiones hasta cuando es más parca y más prudente. Pero el principio sobre el cual descansa formal y solemnemente, a partir de este convenio, la organización del Imperio Británico, representa una conquista decisiva de los antiguos dominios en el camino de su diferenciación histórica. La Humanidad se encamina, bajo la acción, de los factores de interdependencia y de solidarización de los intereses económicos, hacia la constitución de vastas federaciones. La idea d los Estados Unidos de Europa no es, en nuestro tiempo, una mera utopía revolucionaria. Pero, en tanto, se constata la ineluctable crisis de los Imperios. El imperialismo, definido por Lenin como la última etapa del capitalismo, se presenta en abierto contraste con la nueva conciencia humana. Los Imperios tienen su origen en la expansión de un pueblo a expensas de la autonomía y de la personalidad de los pueblos sometidos a su poder. Las uniones o federaciones tienen, opuestamente, su fundamento en razones geográficas, económicas y raciales y brotan de la libre determinación de los pueblos. La transformación de un Imperio en una unión o federación del tipo de las que se prevén en la perspectiva histórica contemporánea, aparece imposible, a causa de la diferencia de génesis y de función de uno y otro sistema. El Imperio Británico, en el que, por la educación política y el espíritu evolucionista de los ingleses, se encuentra al menos las premisas espirituales de esa transformación, niega precisamente esta posibilidad. Las fuerzas que mueven a los dominios hacia la reivindicación de su autonomía son, fuerzas centrífugas, separatistas. El Imperio Británico, es el compromiso entre el poder de Inglaterra y la necesidad de independencia de sus antiguas colonias. Estas tienen, por su falta de vinculación geográfica, intereses internacionales diversos y hasta contrarios dentro de la vigente organización política y económica del mundo. El Canadá, por ejemplo, se siente lógicamente más próximo a los Estados Unidos que a Inglaterra. A medida que progrese la rivalidad, evidente desde hace tiempo, entre los imperialismos británico y norteamericano, el Canadá se distanciará mas y más de Inglaterra. Desde los primeros días de la post-guerra, se advierte una oposición ostensible entre determinados intereses de la política internacional de Inglaterra y la orientación diplomática de algunos de sus dominios. La renovación del tratado anglo-japonés, por ejemplo, encontró en los dominios del Pacífico una resistencia vigorosa engendrada por el temor de un futuro conflicto entre el Japón y los Estados Unidos. La unidad del Imperio, por más que el lenguaje de la conferencia parezca demostrar lo contrario, se muestra cada vez más debilitada. Inglaterra no ejerce en sus dominios toda la autoridad qué convendría a su prestigio y a su fuerza internacionales. Frente a Turquía, se vio hace tres años forzada a ceder, debido en parte a consideraciones de su política colonial. El problema de la India, o sea el mayor problema del Imperio, está intacto. Con el nuevo estatuto no se avanza un paso hacia una solución. Por el contrario, se exaspera el resentimiento de la India, tratado como una colonia menor de edad. El pacto que acaba de suscribirse entre Inglaterra y las naciones que aceptan continuar conviviendo bajo el techo común del Imperio, corresponde absolutamente a este período llamado de estabilización capitalista en que el Occidente, aplacada temporalmente la tempestad revolucionaria, acomete la empresa de reorganizar aún su vida, al menos por cierto tiempo, sobre las bases y los principios burgueses. Pero, admitida en sus lineamientos generales la tesis de la decadencia de la civilización capitalista, la primera de sus premisas resulta indudablemente la decadencia de la Gran Bretaña. Trotsky, en su último libro, que tiene por título esta interrogación: ¿A dónde va Inglaterra?, enfoca los aspectos esenciales de la crisis británica. Bernard Shaw, desde sus puntos de vista fabianos, bastante lejanos de los puntos de vista comunistas del gran leader ruso, constata en el fondo la misma crisis. La Gran Bretaña, metrópoli de esta civilización liberal, industrial, burguesa y protestante, arribó con la guerra a su apogeo. Pero al día siguiente de su victoria, empezó su descenso. Actualmente, la realidad del Imperio es más económica que política. Londres conserva su función de capital financiera, comercial y bursátil del conjunto de pueblos que reconoce la autoridad cada día más platónica y simbólica del Rey de Inglaterra. El poder de Inglaterra es su dinero. Pero lo que está en crisis en el mundo es, precisamente, este poder. Lo que se siente trepidar y fallar en Occidente es la economía del capital o del dinero.
NOTA: * Publicado en Variedades, Lima, 27 de Noviembre de 1926.
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