OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

EL ARTISTA Y LA EPOCA

  

  

LA NUEVA LITERATURA RUSA1

 

El escritor ruso Ilya Ehrenburg, cuyo tempeoramento artístico habíamos apreciado ya en la traducción francesa de su libro Juno Jurenito y en algunas de sus Historias Inverosímiles, nos ha dado últimamente una prueba de su aptitud crítica en un sustancioso ensayo sobre la lite­ratura rusa de la revolución. El tema es, sin duda, interesante, sobre todo para un público a quien no ha llegado de la literatura rusa nada posterior a Gorki, Arzibachev, Andreyev y Me­rejkosky y para quien, son todavía ignotos Bru­sov, Balmont y Blok.

Antes de la revolución, la literatura rusa era ya una de las que más atraían al lector hispano­americano. La literatura rusa de hoy no nos ofre­ce aún un Tolstoy ni un Dostoievsky. Pero la revolución ha duplicado el interés del mundo por los hechos y las ideas rusas. Y como escri­be Ehrenburg, «los extranjeros que no conocen la nueva literatura rusa no conocen a la nueva Rusia, pues sólo la literatura, al menos parcial o convencionalmente, podría hacerles compren­der el proceso grandioso, más cercano de la Geo­logía que de la política, que se opera en un pue­blo de 150 millones de almas».

El lector hispano-americano no puede llegar por la sola vía del español a la literatura rusa de la post-guerra. En español, de este tema no nos ha hablado, con conocimiento y con simpa­tía, sino Julio Alvarez del Vayo. En La Revista de Occidente, Ricardo Baeza dedicó hace algún tiempo un artículo al teatro ruso; pero, aparte de que se limitaba a reflejar las impresiones de un escritor inglés, y de que su evidente humor anti-revolucionario lo inhabilitaba para entender y apreciar las consecuencias del fenómeno bolchevique en el arte, enfocaba en su artículo sólo un género literario, tal vez el que menos ha podido desarrollarse dentro de la situación creada por la Revolución.

En francés y en italiano —para no citar sino idiomas latinos—, es otra cosa. La nueva literatura rusa tiene en Francia y en Italia amorosos traductores. Las revistas de espíritu más o menos cosmopolitas se esfuerzan por revelar a los poetas y a los prosadores de la república sovietista. En Italia, Ettore Lo Gatto, catedrático de Literatura de la Universidad de Roma, dirige una revista, Russia, especialmente destinada al estudio del arte, la literatura y la historia rusas. En Francia, Víctor Sarga, de la revista Clarté, apasionado estudioso de la vida rusa, comenta y traduce frecuentemente la literatura de la Revolución.

¿Sólo la literatura de la Revolución? Sí; sólo la literatura de la Revolución, que es toda la nueva literatura rusa. Los emigrados no han producido ninguna obra de mérito. A Merejkovsky, a Kuprin, parece no haberles quedado sino un mediocre talento para insultar al bolchevismo. Lo menos insignificante han sido dos libros de Wetlugin. «Toda la literatura de la emigración —apunta Alvarez del Vayo— no vale un solo cuento de Wsewolod Ivanow, que iba a surgir más tarde».

Trotsky ha estudiado certeramente en su libro Literatura y Revolución este fenómeno de empobrecimiento espiritual de los emigrados. Nada prueba mejor, que este fenómeno, la tesis de que ninguna literatura puede vivir y crecer sin raíces en una sociedad y en un pueblo vivientes. La vieja Rusia ha muerto. La literatura que se alimentaba de su savia y de su realidad no puede subsistir. Sus raíces se han secado. La única literatura rusa posible es la que, contrastándola o sirviéndola, se nutra de la nueva vida rusa.

El primer período de la revolución no fue propicio a una intensa producción literaria. No había tiempo, papel ni humor para libros. No se imprimía casi sino libros y folletos de política. Los tiempos eran de hambre y de combate. El comunismo no tenía aún artistas propios. Las jornadas de la revolución fueron cantadas por los poetas ralliés.2 Un rallié, no un bolchevique, era Alejandro Blok. Un rallié también era el mismo Maiakovsky, el autor de 150'000,000, epígono del futurismo.

La falta de papel resultó particularmente hostil a la prosa. A la poesía le basta muy poco papel. Un verso se deja aprender de memoria o escribir con tiza sobre un muro. Y de otro lado, el ambiente de epopeya de la revolución encendía, preferentemente, la imaginación de los poetas. «Tuvimos primero —escribe Ehrenburg— una era de poesía. Era un tiempo fantástico, absurdo y admirable, tiempo de hambre, de guerra civil, de carnaval en las plazas públicas, de pintura de las casas con colores chillones, de terror, de grandes poetas y de piojos tíficos. Todo el mundo estaba ocupado en empresas imprevistas: notarios se convertían en maestros de ballet, poetas dadaístas arreglaban las finanzas del Estado. Sobre las ciudades destruidas, heladas, sombrías y hambrientas, se elevaban inmensos letreros luminosos: "Electrificaremos al mundo entero". Los versos se decían en las reuniones políticas, en las cantinas, al aire libre, en las estaciones. No era fácil conseguir un pedazo de pan que no estuviera mojado en inspiración poética. El título de poeta, aunque honorífico, confería a su poseedor el envidiable privilegio de ser dispensado del servicio obligatorio de limpiar de nieve las calles».

Los poetas que sobresalieron en este período fueron Maiakovsky y Essenin. Los anatemas de Maiakovsky al Occidente capitalista tenían un acento bíblico. Trotsky, que niega que el arte de Maiakovsky sea arte proletario, reconoce su valor y su originalidad. Maiakovsky, en su poesía «constructivista», tradujo una actitud del alma rusa: el delirio novecentista y norteamericano de la máquina, la electricidad, la urbe, la usina. Ehrenburg dice que Maiakovsky rugía con una voz de 100 HP. Essenin que se llamaba a sí mismo "poeta escandalista", contagiado de .la misma exaltación, se distinguía por su fondo rural. Su poesía tenía una violencia primitiva. Mas, pasa­do el período romántico de la eclosión revolu­cionaria, iniciado el penoso y prosaico trabajo de la reconstrucción económica, Essenin sintió, sin duda, que no le quedaba nada que hacer. En un poema, en que cuenta el retorno a su aldea aban­donada, su voz es ya una voz fatigada. «Me iré solo —dice— hacia límites ignotos, calmada pa­ra siempre el alma revoltosa». (Parece que en este poema Essenin presentía su fin próximo. Según una noticia que no sé si estará confirma­da, este poeta, cuya influencia rusa puede ser comparada, a juicio de Ehrenburg, a la de Rim­baud en la moderna poesía francesa, se suicidó en diciembre último).

La Nep (Nueva Política Económica),3 trajo en Rusia un renacimiento de la prosa. «Comenzó —escribe Ehrenburg— la reducción del perso­nal, de los gastos, de los proyectos y de la fan­tasías. Tramontada la esperanza de una inmen­diata revolución mundial, la poesía cedía el cam­po a la prosa en la literatura como en la política.

La novela y el cuento recuperan su sitio. La patria de Dostoievsky, de Turguenev, de Tols­toy y de Gorki, tiene el genio del cuento y del relato. Lo testimonian, en nuestra época, Pilniak, Zamiatine, Serafimovitch, Ehrenburg, Ivanov, Babel y varios otros. En el arte de casi todos es­tos cuentistas o novelistas se combina frecuen­temente un ingenuo primitivismo con una sagaz modernidad. En Pilniak, por ejemplo, hay un marcado freudismo. En la psicología de una de sus protagonistas, la camarada Xenia Ordynina, miembro de la Checa,4 se mezclan el ideal revolucionario y el apetito sexual. «Karl Marx —dice la camarada Xenia Ordynina— ha debido cometer un error. No ha tenido cuenta sino del hambre físico. Ha olvidado otro factor: el amor, el amor rojo y fuerte como la sangre. El sexo, la familia, la raza: la humanidad no se ha equivocado adorando al sexo. Sí; hay un hambre físico y un hambre sexual. Se debe decir mejor, hambre físico y religión del Sexo, religión de la sangre. Yo siento a veces, hasta el sufrimiento físico, real, que el mundo entero, la civilización, la humanidad, todas las cosas, las sillas, los vestidos, están penetrados de sexualidad. La cabeza me da vueltas a veces y yo siento que la Revolución, toda, toda, está impregnada de ella».

Uno de los rasgos más caracterizados de la nueva literatura rusa es su épica. El género épico, que en Occidente ha muerto, en Rusia resucita renovado. Los relatos de Babel, los poemas de Tijonov, son las más vigorosas afirmaciones de este renacimiento.

Y otro rasgo más es que el alma de Rusia sigue oscilando entre dos mundos: el Oriente y el Occidente. Los literatos, los poetas, se dividen hoy, como antes, en "occidentales y "orientales". Pero la política permite augurar el prevalecimiento de estos últimos. Desde hace algún tiempo los ojos de Rusia, un poco desencantados de las muchedumbres de Europa, se vuelven, iluminados y proféticos, a los pueblos de Asia.

 


NOTAS:

1 Publicado en: Variedades, el 20 de Marzo de 1926.

2 Congregados, adheridos.

3 NEP: En la primavera de 1921, después de poner fin a la Intervención extranjera y a la guerra civil, el Podar Soviético empezó la Nueva Política Económica la (Nep, sigla formada por las iniciales de estas tres palabras en ruso), nombre que se le dio para dife­renciarla del llamado "comunismo de guerra". La Nep estaba encaminada a la construcción del socialismo mediante la utilización del mercado capitalista, dentro de ciertas condiciones transitorias.

4 Policía secreta de la primera etapa de la Revolución Socialista en la URSS.