OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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CARTAS DE ITALIA |
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VISPERAS DE ELECCIONES1
Los partidos se preparan para las elecciones. Más los partidos constitucionales que los de extrema izquierda revolucionaria. La izquierda extrema sabe que, a través del parlamento, no puede conquistar el poder político. Mira en el parlamento una tribuna de acusación y de ataque. El número de votos parlamentarios no posee para ella ninguna importancia sustancial. Para los partidos constitucionales sí la posee. El número de votos en el Parlamento determina las proporciones de su representación y su influencia en el gobierno. En este caso, además, los partidos constitucionales están igualmente interesados en restar a los partidos revolucionarios una parte de sus votos, no sólo por solidario sentimiento de clase, sino también por particular conveniencia de grupo. Mientras haya en la Cámara ciento cuarenta y seis socialistas ningún grupo constitucional puede predominar absolutamente sobre los demás. Un ministerio no puede sostenerse sin la fusión de todos ellos. De los más numerosos, por lo menos. La posibilidad de conseguir la colaboración de una fracción socialista —esperanza alternativa de Nitti y Giolitti— se ha ido debilitando progresivamente. Ha dejado de ser, aún para los más optimistas políticos, una posibilidad del presente. Los socialistas oficiales, ni aun después de su separación de los comunistas, han mostrado menor repugnancia a la idea de participar en el gobierno dentro de un régimen monárquico. La Cámara disuelta ha tenido, como es notorio, una vida tumultuosa y breve. Provenía de las emocionantes elecciones de noviembre de 1919. Elecciones que enrarecieron la derecha y engrosaron el centro y las izquierdas. Tanto que produjeron, en buena cuenta, un parlamento de las izquierdas. El gabinete Nitti y el gobierno Giolitti han gobernado con las izquierdas monárquicas contra las izquierdas revolucionarias. Para tener mayoría se han apoyado en el centro católico. La minúscula derecha liberal casi no ha pesado en la vida parlamentaria de este año y medio. Dentro de una Cámara así compuesta, ni aún contando con la fidelidad de los votos católicos, podía un ministerio estar seguro de su inexpugnabilidad. Bastaba una defección, una versatilidad cualquiera de las filas constitucionales para que los votos disidentes, reuniéndose a los votos socialistas, a los votos republicanos, a los votos "rinnovamento" y a otros votos aislados de oposición, le pusieran en peligro de una votación adversa. Nitti tuvo la confianza de la Cámara por sólo veintiocho a cincuenta y seis votos de mayoría. Y si Giolitti ha dispuesto de algunos votos más, ha sido porque han votado siempre en su favor, no sin explicitas reservas sobre su programa político, los liberales de la derecha. La disolución de la Cámara se debe parcialmente a que los riesgos parlamentarios resulta bancada día mayores para el gabinete Giolitti. La mayoría ministerial estaba seriamente minada. En una de las últimas sesiones, el grupo "nittiano", fuerte de treinta votos, había tratado de derribar al ministerio sumándose al grupo socialista, al grupo comunista y al grupo del "rinnovamento". Nitti había iniciado su ofensiva antiministerial. Giolitti ha querido continuar gobernando con una mayoría escasa e insegura. Y ha encontrado oportuno el momento para una revancha electoral de los partidos monárquicos, no sólo contra los socialistas sino también, probablemente, contra los católicos, cuya colaboración les resulta cara y embarazosa. El momento, en efecto, parece propicio para que las fuerzas constitucionales recuperen en la Cámara una parte de las posiciones que perdieron en noviembre de 1919. Las elecciones sorprenden divididos a los socialistas. Hallan al Partido Comunista incompletamente organizado. Cogen a las organizaciones proletarias, casi en general, en un período en que se repliegan agredidas por el fascismo. Además, la tendencia antieleccionista, la aversión a la acción parlamentaria, ha aumentado en la extrema izquierda. Para lo cual, por otra parte, no es capital la adquisición ni la pérdida de veinte o treinta votos parlamentarios. Sin embargo, los partidos constitucionales necesitan coaligarse para luchar con los socialistas. En algunas provincias, las rivalidades de campanario o la incompatibilidad de candidaturas giolittianas y nittianas, no permiten la formación del "frente único" constitucional. Pero en las regiones más importantes la constitución de este bloque está asegurada. El partido católico o "popular" irá solo a las elecciones. Presentará listas propias de candidatos. Mas esto no excluye que en algunas circunscripciones, exigencias de política local lo obliguen a incorporarse al bloque. Los grandes bandos contendientes son, pues, cuatro. El bloque de los partidos liberales y democráticos, del Partido Católico, el Partido Socialista y el Partido Comunista. Del bloque forman parte los liberales de la derecha, los liberales democráticos, los radicales, los combatientes, los "fascios" y los socialistas reformistas. El desmedrado partido republicano se batirá independientemente; pero su fuerza numérica no le asigna influencia en los resultados de la lucha. Ganará una diputación en una que otra provincia donde, por razones particulares, conserva algún proselitismo. Esta es, en síntesis, la posición de los partidos ante la próxima batalla electoral. Se prevé que de ella saldrá aumentada la representación parlamentaria de la derecha nacionalista y reaccionaria a costa de la izquierda democrática. Así como saldrá aumentada la representación parlamentaria de los comunistas a costa de los socialistas oficiales. Lo que quiere decir que se fortalecerán las extremas. Y que difícilmente simplificaría el problema de conseguir una mayoría bien amalgamada.
NOTAS: 1 Fechado en Roma, marzo de 1921; publicado en El Tiempo, Lima, 15 de junio de 1921.
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