OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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CARTAS DE ITALIA |
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LA ENTENTE EN DISCORDIA1
El problema de la Alta Silesia tiene descompaginada a la Entente. Cada uno de los aliados lo aprecia de una manera distinta. Inglaterra quiere que se obedezcan integralmente los resultados del plebiscito. Francia pretende acomodar estos resultados a las conveniencias polacas. Italia preconiza una solución más o menos transaccional y ecléctica. La historia del conflicto es conocida. El Tratado de Versailles ordena que un plebiscito decida la suerte de la Alta Silesia. Su agregación a Polonia o su reincorporación a Alemania. Ahora bien. El plebiscito ha arrojado una mayoría favorable a Alemania. Pero Polonia ha sostenido en seguida que a Alemania sólo debe ser dada la parte donde ha prevalecido la población alemana. Y que la parte donde ha prevalecido la población polaca, esto es, los distritos carboníferos, debe pasar a formar parte de su territorio. Francia, deseosa de sustraer al dominio alemán la zona carbonífera, se ha hecho desde el primer momento patrocinadora de la tesis polaca. Inglaterra, en cambio, ha amparado la tesis alemana, o sea, la indivisibilidad del plebiscito, cuyas cifras deben ser computadas global y no parcialmente. Polonia ha visto perdida su causa. Y ha confiado entonces a las bandas armadas de Korfanty la misión de crear en la Alta Silesia una situación de hecho, que obstruyese la adjudicación de esa región a Alemania y cambiase la posición polaca, en el debate diplomático Esta maniobra polaca ha reposado, por supuesto, en la esperanza de que la complicación del problema indujese a Inglaterra a ceder a la presión francesa. Pero esta esperanza ha sido excesivamente optimista. Inglaterra, en vez de disminuir su oposición a las pretensiones de Polonia, la ha afirmado. Ha asumido una actitud de resuelta intransigencia con las finalidades de Korfanty. Y ha declarado que los aliados están en el deber de reducir sus legiones o de dejar que Alemania se encargue de reducirlas. La rígida actitud inglesa ha disgustado grandemente al gobierno francés. Ha soliviantado los ánimos polacos. Y ha suscitado escandalizados comentarios de la prensa parisiense. No se suponía que el plan de separar la Alta Silesia de Alemania, no obstante los resultados del plebiscito, encontrase una resistencia tan firme en el gobierno inglés. El gobierno francés se ha creído en el caso de ponerse, a su vez, en sus trece y ha polemizado vivamente con el gobierno inglés en favor de su ahijada Polonia. Italia, por su parte, se ha mantenido equidistante de la tesis de Inglaterra y de la tesis de Francia. Con el objeto, evidentemente, de servir de mediadora entre una y otra. Pero aumentando por el momento, en la apariencia al menos, las proposiciones de la discordia aliada. Este es el estado actual del problema. Aunque son muchas las razones que aconsejan a las potencias aliadas no agravar la crisis de la Entente, no parece sencillo pasar de esta faz polémica a una faz resolutiva. La divergencia anglo-francesa sobre la Alta Silesia es una divergencia de intereses más que una divergencia de doctrina. En la Alta Silesia el interés de Francia discrepa del interés de Inglaterra. El interés de Francia consiste en que el carbón de la Alta Silesia, al ser asignado a Polonia, caiga bajo su dominio económico. El interés de Inglaterra, gran nación carbonera, se opone a que Francia, patrona ya del Sarre, resulte monopolizando casi la producción carbonífera del continente. Italia misma, la más platónica de las potencias aliadas, no puede considerar sentimental-mente el problema de la Alta Silesia. El carbón silesiano es consumido en gran escala por su industria y sus transportes. Por consiguiente, ese problema roza también un interés suyo. Un interés legítimo de su aprovisionamiento. El horizonte de la controversia se presenta, pues, inquietantemente, turbio. Inglaterra, en este caso, trabaja por la pacificación europea. Está segura, además, de la colaboración de Italia. Su posición en la controversia es, por ende, moral y materialmente fuerte. Pero Francia defenderá tenazmente su punto de vista. Finalmente, el acuerdo vendrá. Pero, mientras tanto, saldrá acentuada de la polémica la crisis de la Entente. Crisis que, del resto, es ya antigua. El período idílico de la Entente terminó el día de la victoria. Al día siguiente comenzó el período crítico. Desde entonces los entredichos se suceden. Ayer era el problema de las reparaciones un motivo cotidiano de discrepancias. Hoy es el problema de la Alta Silesia. Cada uno de los problemas de la paz pone, sucesivamente, en contraste los intereses de los aliados y socava las bases de su mancomunidad. La guerra unía a los aliados. La paz los divide. Probablemente el humorismo diplomático cree necesaria otra guerra para unirlos de nuevo.
NOTA: 1 Fechado en Roma, mayo de 1921; publicado en El Tiempo, Lima, 6 de agosto de 1921.
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