OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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CARTAS DE ITALIA |
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EL HAMBRE EN RUSIA1
El vasto y misterioso país de Nicolás Gogol, de Fedor Dostoiewsky y de León Tolstoy atraviesa una hora amarga y dramática. Diez millones de sus habitantes perecen de hambre. Para estos diez millones de desventurados, Máximo Gorki pide el auxilio de los hombres de buena voluntad. Y su voz no clama en el desierto. Los pueblos de Europa y de América empiezan ya a mandar al pueblo ruso el pan de que ha menester. Pero, desgraciadamente, esta solidaridad del mundo con el dolor ruso no puede ser absoluta. El gobierno ruso es para los otros gobiernos actuales un peligro enemigo. El gobierno ruso representa para ellos la revolución. Temen, por eso, que ayudar a Rusia sea ayudar la revolución. Y esta preocupación política controla y entraba su impulso humanitario. A su vez, el gobierno ruso recela que el socorro de los gobiernos europeos oculte una acción contrarrevolucionaria. Y que las comisiones que ingresen en territorio ruso para auxiliar a las poblaciones hambrientas, porten, al mismo tiempo, la misión de minar el régimen sovietista. De aquí la dificultad de un acuerdo entre el gobierno ruso y los gobiernos de la "Entente". Los gobiernos aliados quieren que una comisión interaliada visite Rusia para estudiar los medios de cambiar la miseria. Pero la presencia de Noulens, ex embajador francés en Rusia, al frente de la comisión, hace dudar a los soviets de la lealtad de los propósitos de ésta. Los soviets recuerdan que Noulens, como Embajador en Rusia, conspiró activa y principalmente contra la revolución. Rusia desea celebrar con los aliados respecto de los socorros, un tratado igual, al que ha celebrado con Estados Unidos. Mas no cree en la buena fe de los gobiernos aliados. Y prevé, por consiguiente, que será casi imposible arribar con ellos a un arreglo eficaz para las poblaciones hambrientas. Los gobiernos aliados echan sobre las espaldas del gobierno ruso la responsabilidad de la situación. Y los soviets se defienden atribuyendo, a su turno, esa responsabilidad a los gobiernos aliados. Rusia no puede aprovisionarse en el extranjero —observan— a causa del bloqueo decretado contra ella por la Entente. Luego, cuando, como hoy, sus propias cosechas no bastan para su alimentación, el hambre es fatal e inevitable. Además, el hambre es en Rusia un fenómeno casi periódico. En 1891 una sequía semejante a la reciente, devastó también una inmensa región agrícola y el gobierno del zar no pudo entonces prevenir el flagelo, como no ha podido prevenirlo ahora el gobierno de los soviets. En cambio pudo atenuar mejor sus con-secuencias. Ningún bloqueo aislaba a Rusia en esa época del resto del mundo. Pero, evidentemente, ante diez millones de hombres sin pan, no se debería perder el tiempo en discutir la culpabilidad de su miseria. No se debería pensar sino en aliviarla. No se debería tener en cuenta sino que esos diez millones de hambrientos constituyen la más vasta tragedia de la historia contemporánea. Así lo han comprendido, por fortuna, muchos elementos intelectuales y filantrópicos de las clases sociales adversas al bolchevismo. En Italia, Gabriel D'Annunzio, gran inteligencia y gran corazón se ha apresurado a dar su ejemplo generoso, contribuyendo con diez mil liras a la colecta del Partido Comunista. Estados Unidos, Alemania, Suecia, Noruega, Dinamarca y Turquía, han enviado ya a Rusia sus primeros auxilios. Naturalmente, el pueblo ruso tiene, sobre todo, en estos duros momentos, la solidaridad del proletariado universal. Todas las organizaciones socialistas y sindicalistas del mundo, tanto aquéllas que siguen la táctica maximalista como aquéllas que la impugnan, colectan fondos pro Rusia. No sólo la Internacional de Moscú ha, invitado a las masas trabajadoras a socorrer al pueblo ruso. La Internacional sindicalista de Amsterdam, tantas veces anatematizada por los bolcheviques, ha dirigido a sus adherentes la misma invitación. Y otro tanto ha hecho con los suyos Federico Adler, el líder de la Internacional de Viena. Y es que para el proletariado, —cualesquiera que sean sus divergencias y sus discrepancias sobre los principios maximalistas—, la Revolución Rusa es siempre el principio de la revolución social. Para el proletariado, Rusia es siempre la primera república del experimento socialista. Muchos grupos socialistas no comparten la concepción maximalista del socialismo. No creen que se pueda pasar violentamente de la sociedad burguesa a la sociedad comunista. No consideran terminada la función de la burguesía. No aceptan la tesis de la dictadura del proletariado. Y, por tal razón, estos grupos socialistas están fuera de la Internacional de Moscú y están, a veces, contra la Internacional de Moscú. Pero todos ellos están unidos al proletariado ruso por el lazo de un ideal común: el socialismo. Y todos ellos ven en el proletariado ruso la van-guardia del proletariado universal.
NOTA: 1 Fechado en Roma, agosto de 192i; publicado en El Tiempo, Lima, 17 de noviembre de 1921.
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