De las
Obras Escogidas de Mao Tse-tung
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
PEKIN 1976
Primera edición 1962
Segunda edición 1963
(5a impresión 1976)
Tomo IV, págs. 441-48.
Digitalizado y preparado para el internet: Por el Movimiento
Popular Perú de Alemania, 1993.
Esta edición: Marxists Internet Archive, mayo de 2001.
DESECHAR LAS ILUSIONES,
PREPARARSE PARA LA LUCHA[*]
14 de agosto de 1949
No es una casualidad que hayan sido publicados en un momento como éste el Libro Blanco del Departamento de Estado de los EE.UU. sobre las relaciones chino-norteamericanas y la carta del Secretario de Estado Acheson al Presidente Truman[1]. La publicación de estos documentos refleja la victoria del pueblo chino y la derrota del imperialismo, refleja la decadencia de todo el sistema imperialista mundial. Ese sistema está carcomido por múltiples e insuperables contradicciones internas, lo que sume a los imperialistas en una profunda desolación.
El imperialismo ha preparado las condiciones para su propia ruina. Tales condiciones son el despertar de las grandes masas populares en las colonias y semicolonias, así como en los propios países imperialistas. El imperialismo ha impulsado a las grandes masas populares del mundo entero a entrar en la época histórica de la gran lucha por la liquidación del imperialismo.
El imperialismo ha preparado las condiciones, tanto materiales como morales, para la lucha de las grandes masas populares.
Fábricas, ferrocarriles, fusiles, cañones, etc., éstas son las condiciones materiales. La mayor parte de los poderosos pertrechos del Ejército Popular de Liberación de China proviene del imperialismo norteamericano, cierta parte proviene del imperialismo japonés y otra es de nuestra propia fabricación.
A la agresión de Inglaterra contra China en 1840[2] siguen las guerras contra China realizadas por las fuerzas aliadas anglo-francesas[3], por Francia[4], por Japón[5] y por las fuerzas aliadas de las ocho potencias (Inglaterra, Francia, Japón, Rusia zarista, Alemania, EE.UU., Italia y Austria)[6]; la guerra entre el Japón y la Rusia zarista sobre territorio chino[7]; la guerra de agresión japonesa contra China, en el Nordeste,
* Este artículo y los cuatro que lo siguen -- "¡Adiós, Leighton Stuart!", "¿Por qué es necesario discutir el Libro Blanco?", "¿Amistad' o agresión?" y "La bancarrota de la concepción idealista de la historia" --, fueron comentarios escritos por el camarada Mao Tse-tung para la Agencia de Noticias Sinjua sobre el Libro Blanco del Departamento de Estado norteamericano y la carta de Dean Acheson. Estos artículos pusieron al descubierto la naturaleza imperialista de la política de los EE.UU. hacia China, criticaron las ilusiones que abrigaban algunos de los intelectuales burgueses chinos con respecto al imperialismo norteamericano y dieron una explicación teórica de las causas del surgimiento y la victoria de la revolución china.
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iniciada en 1931; la guerra de agresión japonesa contra toda China, que comenzó en 1937 y duró ocho años, y, finalmente, la guerra de los últimos tres años contra el pueblo chino, mantenida nominalmente por Chiang Kai-shek, pero, en realidad, por los EE.UU. En esta última guerra, como se afirma en la carta de Acheson, los EE.UU. han proporcionado al gobierno del Kuomintang una ayuda material que constituye "más del 50 por ciento de los gastos monetarios" de éste y "han proporcionado al ejército chino (es decir, al ejército del Kuomintang) abastecimientos militares". Esta es una guerra en que los EE.UU. suministran el dinero y las armas, en tanto Chiang Kai-shek suministra los hombres para luchar por los EE.UU. y asesinar a los chinos. Todas estas guerras de agresión, más la agresión y la opresión políticas, económicas y culturales, han provocado en los chinos el odio al imperialismo, los han hecho detenerse a pensar qué significa todo esto y los han obligado a poner en pleno juego su espíritu revolucionario y a unirse en la lucha. Ellos lucharon, fracasaron, lucharon de nuevo, fracasaron de nuevo, volvieron a luchar; acumularon una experiencia de 109 años, una experiencia de centenares de luchas, grandes y pequeñas, militares y políticas, económicas y culturales, con o sin derramamiento de sangre, y sólo entonces obtuvieron la victoria fundamental de hoy. Estas son las condiciones morales, sin las cuales la revolución no habría podido triunfar.
Para servir las necesidades de su agresión, el imperialismo creó en China el sistema comprador y el capital burocrático. La agresión imperialista estimuló la economía social del país, provocó cambios en ella y creó los elementos contrarios al imperialismo: la industria nacional y la burguesía nacional de China y, en particular, el proletariado chino en las empresas explotadas directamente por los imperialistas, en las del capital burocrático y en las de la burguesía nacional. Para servir las necesidades de su agresión, el imperialismo arruinó al campesinado chino, explotándolo por medio del intercambio de valores desiguales; de este modo, creó inmensas masas de campesinos pobres,
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que sumaban centenares de millones y representaban el 70 por ciento de la población rural del país. Para servir las necesidades de su agresión, el imperialismo preparó en China varios millones de grandes y pequeños intelectuales de nuevo tipo, diferentes de los literati de viejo tipo y de los letrados burócratas. Pero el imperialismo y sus lacayos, los gobiernos reaccionarios de China, pudieron controlar sólo una parte de estos intelectuales y, finalmente, sólo un puñado, como Ju Shi, Fu Si-nien y Chien Mu[8]; todos los demás escaparon de su control y se volvieron contra ellos. Estudiantes, profesores, catedráticos, técnicos, ingenieros, médicos, hombres de ciencia, escritores, artistas y empleados públicos, todos se han rebelado o no quieren seguir más al Kuomintang. el Partido Comunista es el partido de los pobres, y es presentado, por todas partes y en toda ocasión, por la propaganda del Kuomintang como una banda de sujetos que cometen asesinatos e incendios, que violan y saquean, que rechazan la historia y la cultura, que reniegan de la patria, que carecen de amor filial y de respeto a maestros y ancianos, que no entran jamás en razón, que practican la comunidad de los bienes y de las mujeres y que emplean la táctica militar del "mar humano": en resumen, una horda de diablos de hocico verde y afilados colmillos, horda de criminales monstruosos para los que no hay perdón. Pero, cosa extraña, esta misma horda se ha granjeado el apoyo de varios centenares de millones de personas, incluida la mayoría de los intelectuales, especialmente la juventud estudiantil.
Parte de los intelectuales aún quieren permanecer a la expectativa. Piensan: el Kuomintang no es bueno y el Partido Comunista tampoco lo es necesariamente; por lo tanto, mejor esperemos un poco. Algunos de ellos apoyan de palabra al Partido Comunista, pero en el fondo siguen a la expectativa. Son precisamente estas personas las que se hacen ilusiones con los EE.UU. No quieren hacer distinción entre los imperialistas norteamericanos, que están en el Poder, y el pueblo norteamericano, que no lo está. Se dejan embaucar fácilmente por las palabras melifluas de los imperialistas norteamericanos, como si fuera posible que éstos trataran a la China Popular sobre la base de la igualdad y del beneficio mutuo sin que medie antes una lucha severa y prolongada. Subsisten todavía entre estos intelectuales muchas ideas reaccionarias, o sea, antipopulares; pero ellos no son reaccionarios kuomintanistas. Son elementos intermedios o de derecha en la China Popular. Son los partidarios de lo que Acheson llama "individualismo democrático". Las engañosas maniobras de los Acheson cuentan todavía con una base social en China, aunque muy endeble.
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El Libro Blanco de Acheson revela que los imperialistas norteamericanos no saben en absoluto qué hacer ante la actual situación en China. el Kuomintang es tan incapaz que ninguna ayuda, por más cuantiosa que sea, puede salvarlo de su inevitable ruina; los imperialistas norteamericanos pierden el control de la situación y nada pueden hacer. En su carta Acheson dice:
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Luchar, fracasar, luchar de nuevo, fracasar de nuevo, volver a luchar, y así hasta la victoria: ésta es la lógica del pueblo, que tampoco marchará jamás en contra de ella. Esta es otra ley marxista. La revolución del pueblo ruso siguió esta ley, y la ha seguido también la revolución del pueblo chino.
Las clases luchan, unas clases salen victoriosas, otras quedan eliminadas. Así es la historia, así es la historia de la civilización de los últimos milenios. La interpretación de la historia desde este punto de vista es el materialismo histórico; desde el punto de vista contrario, el idealismo histórico.
El método de la autocrítica sólo se puede aplicar en el seno del pueblo; es imposible persuadir a los imperialistas y a los reaccionarios chinos a que muestren benevolencia y abandonen el mal camino. El único medio es organizar fuerzas para luchar contra ellos, como lo hicimos en nuestra Guerra Popular de Liberación y en la revolución agraria, desenmascarar a los imperialistas, "irritar"[9] a los imperialistas y a los reaccionarios, derrocarlos, castigarlos por sus transgresiones contra la ley, "sólo permitirles actuar en la forma debida y no tolerarles que se extralimiten, ni de palabra ni de hecho". Sólo entonces habrá alguna esperanza de tratar con los países extranjeros imperialistas sobre la base de la igualdad y del beneficio mutuo. Sólo entonces habrá alguna esperanza de dar a aquellos terratenientes, capitalistas burocráticos, miembros de la reaccionaria camarilla kuomintanista y sus cómplices que hayan depuesto las armas y se hayan rendido, una educación encaminada a transformar a los malos en buenos, y alguna esperanza de lograr convertirlos, dentro de lo posible, en personas buenas. Muchos liberales chinos -- elementos democráticos de viejo tipo, o sea, partidarios del "individualismo democrático", en quienes Truman, Marshall, Acheson, Leighton Stuart y sus semejantes tienen depositada su esperanza y a quienes tratan constantemente de ganarse -- caen a menudo en la pasividad y se equivocan con frecuencia en sus juicios sobre los gobernantes de los EE.UU., sobre el Kuomintang, sobre la Unión Soviética y también sobre el Partido Comunista de China. Eso se explica precisamente porque no abordan los problemas desde el punto de vista del materialismo histórico, o no aprueban este modo de abordar los problemas.
Es deber de los hombres avanzados -- comunistas, miembros de los partidos democráticos, obreros políticamente conscientes, jóvenes estudiantes e intelectuales progresistas -- unirse, en el seno de la China Popular, con las capas y los elementos intermedios, los elementos
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atrasados de diversas capas, con todos los que aún se muestran vacilantes e irresolutos (estas personas continuarán vacilando por largo tiempo; vacilarán aun después que se hayan hecho firmes; vacilarán apenas tropiecen con dificultades), darles sincera ayuda, criticar su carácter vacilante, educarlos, ganarlos para el lado de las masas populares, impedir que los imperialistas los arrastren consigo, y decirles que desechen las ilusiones y se preparen para la lucha. Que nadie piense que con la victoria ya no es menester trabajar entre ellos. Todavía tenemos que trabajar, trabajar mucho y con paciencia, antes de poder ganar efectivamente a estos elementos para nosotros. Cuando los ganemos, el imperialismo se encontrará enteramente aislado, y Acheson no podrá poner en juego ninguna de sus tretas.
La consigna de "prepararse para la lucha" se dirige a los que todavía acarician ciertas ilusiones con respecto al problema de las relaciones entre China y los países imperialistas, especialmente entre China y los EE.UU. En cuanto a este problema, ellos aún se mantienen en la pasividad, aún no han tomado su decisión, aún no están resueltos a librar una prolongada lucha contra el imperialismo norteamericano (e inglés), pues albergan todavía ilusiones con respecto a los EE.UU. En este problema nos sigue separando de ellos una distancia grande o bastante grande.
La publicación del Libro Blanco y de la carta de Acheson merece celebrarse, porque lanza un balde de agua fría y deja en vergüenza a los que mantienen ideas de la vieja democracia o del individualismo democrático, que no aprueban, o no aprueban mucho, la democracia popular, o el colectivismo democrático, o el centralismo democrático, o el heroísmo colectivo, o el patriotismo internacionalista, que manifiestan al respecto descontento o cierto descontento, o incluso antipatía, pero que aún mantienen sentimientos patrióticos y no son reaccionarios kuomintanistas. Lanza un balde de agua fría particularmente a los que creen que todo lo norteamericano es bueno y esperan que China se modele a la manera de los EE.UU.
Acheson declara abiertamente que se "estimulará" a los individualistas democráticos chinos a sacudirse el "yugo extranjero". Esto quiere decir que llama al derrocamiento del marxismo-leninismo y de la dictadura democrática popular dirigida por el Partido Comunista de China. Porque esta doctrina y este sistema, según se alega, son "extranjeros", no tienen raíces en China y son impuestos a los chinos por Marx (muerto hace 66 años), de Alemania, Lenin (muerto hace 25 años) y Stalin (vivo aún), ambos de Rusia; esta doctrina y
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este sistema son, además, pésimos, pues abogan por la lucha de clases, por el derribamiento del imperialismo, etc.; de ahí que sea necesario derrocarlos. En relación con esto, se dice que " . . . el individualismo democrático de China se reafirmará finalmente" con el "estímulo" del Presidente Truman, del comandante en jefe entre bastidores Marshall, del Secretario de Estado Acheson (encantador mandarín extranjero responsable de la publicación del Libro Blanco) y del embajador Leighton Stuart que se ha escabullido. Los Acheson consideran que así infunden el "estímulo", pero es muy posible que los individualistas democráticos chinos que, a pesar de su confianza en los EE.UU., aún conservan sentimientos patrióticos, lo estimen como un balde de agua fría que se les ha lanzado y como un motivo de vergüenza, porque en vez de tratar de manera apropiada con las autoridades de la dictadura democrática popular de China, los Acheson se entregan a este sucio trabajo y, lo que es más, lo publican abiertamente. ¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza! Para quienes tienen sentimientos patrióticos, la declaración de Acheson no es un "estímulo", sino un insulto.
China se encuentra en medio de una gran revolución.
Toda China hierve de entusiasmo. Las condiciones son favorables para ganarnos
y unir en tomo nuestro a todos los que no profesen un odio profundo e implacable
a la causa de la revolución popular, aunque mantengan ideas equivocadas.
Los hombres avanzados deben utilizar el Libro Blanco para emprender un
trabajo de persuasión entre ellos.
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[1]El Libro Blanco de los EE.UU., Relaciones de los Estados Unidos con China, fue publicado el 5 de agosto de 1949 por el Departamento de Estado norteamericano, y la carta de Acheson a Truman, escrita el 30 de julio de 1949, después que el Departamento de Estado de los EE.UU. terminó la redacción del Libro Blanco. El texto del Libro Blanco, dividido en ocho capítulos, trata de las relaciones chino-norteamericanas durante el período que va desde 1844, año en que los EE.UU. obligan a China a firmar el Tratado de Wangsia, hasta 1949, año en que la revolución popular china conquista la victoria fundamental en todo el país. El Libro Blanco relata con especial detalle cómo, durante los cinco años transcurridos desde fines de la Guerra de Resistencia contra el Japón hasta 1949, los EE.UU. siguieron la política de ayudar a Chiang Kai-shek a combatir a los comunistas, lucharon por todos los medios posibles contra el pueblo chino y finalmente sufrieron la derrota. El Libro Blanco y la carta de Acheson están plagados de tergiversa-
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ciones, de omisiones deliberadas e invenciones mentirosas, y de venenosas calumnias y profundo odio contra el pueblo chino. En la querella que se entabló entonces dentro del campo reaccionario norteamericano acerca de su política hacia China, los imperialistas como Truman y Acheson, con el intento de convencer a sus adversarios, se vieron obligados a revelar públicamente, en forma de Libro Blanco, parte de la verdad sobre sus actividades contrarrevolucionarias. Así, en su efecto objetivo, el Libro Blanco constituye una confesión del imperialismo norteamericano de sus crímenes de agresión contra China. [pág. 441]
[2]Véase el presente tomo, pág. 438, "Sobre la dictadura democrática popular", nota 3. [pág. 442]
[3]De 1856 a 1860, Inglaterra y Francia llevaron a cabo conjuntamente una guerra de agresión contra China y obligaron al Gobierno de la dinastía Ching a firmar el Tratado de Tientsín y el Tratado de Pekín. [pág. 442]
[4]En 1884-1885, los agresores franceses invadieron a Vietnam y China. Pese a las victorias obtenidas por las tropas chinas en la guerra. el corrupto Gobierno de la dinastía Ching firmó el humillante Tratado de Tientsín, que reconoce la ocupación de Vietnam por Francia y permite a las fuerzas agresoras francesas penetrar en el Sur de China. [pág. 442]
[5]Se refiere a la Guerra Chino-Japonesa de 1894. Como resultado de la derrota en la guerra, el Gobierno de la dinastía Ching concluyó con el Japón el vergonzoso Tratado de Shimonoseki. [pág. 442]
[6]Intervención perpetrada en 1900 por las ocho potencias imperialistas -- Inglaterra, Francia, Japón, Rusia zarista, Alemania, EE.UU., Italia y Austria -- con el intento de aplastar el movimiento Yijetuan del pueblo chino contra la agresión. [pág. 442]
[7]Se refiere a la guerra imperialista que tuvo lugar en 1904-1905 entre Japón y Rusia zarista para disputarse el Nordeste de China y Corea. Esta guerra se desarrolló principalmente en la zona de Fengtien (ahora Shenyang) y Liaoyang y alrededor del puerto de Lüshun, Nordeste de China, y causó enormes pérdidas al pueblo chino. Como resultado de la guerra, la Rusia zarista fue derrotada y suplantada por el imperialismo japonés en la posición dominante en el Nordeste de China. Según el tratado de paz (Tratado de Portsmouth) firmado al término de esta guerra, la Rusia zarista reconoció también el control exclusivo del Japón sobre Corea. [pág. 442]
[8]Ju Shi, Fu Si-nien y Chien Mu eran letrados al servicio del gobierno reaccionario del Kuomintang. [pág. 443]
[9]Véase el presente tomo, pág. 430, "Sobre la dictadura democrática popular". [pág. 445]