Encarnada de manera absoluta en el señor Bauer, la crítica crítica ha proclamado que la humanidad en masa, toda la humanidad que no es crítica crítica, es su antinomia esencial, su objeto esencial: esencial, porque la masa existe ad majorem gloriam Dei de la crítica, del espíritu; objeto, porque es la simple materia de la crítica crítica. La crítica crítica ha proclamado que su relación con la masa constituye la relación histórica de los tiempos presentes.
Pero, para formar una oposición histórica, no basta declarar que uno se encuentra en oposición con el mundo entero. Uno puede imaginarse que es la piedra de toque general, debido a que por torpeza se choca con él de manera general. Para que exista una oposición histórica, no es suficiente que yo proclame al mundo como mi propia antinomia; todavía falta que el mundo me proclame su antinomia esencial, me trate y me reconozca como tal. Este reconocimiento, se lo procura la crítica crítica mediante la correspondencia, que tiene por misión el dar testimonio, ante el mundo, en favor de su papel de salvador crítico y de mostrar que el evangelio crítico es un objeto de escándalo general. La crítica crítica es su propio objeto en tanto que objeto del mundo. La correspondencia está encargada de presentarla bajo este aspecto, como interés universal del momento presente.
La crítica crítica se considera como sujeto absoluto. Pero el sujeto absoluto tiene necesidad de un culto. Para el culto se precisan terceros, individuos creyentes. La Sagrada Familia de Charlottenburg recibe, pues, de parte de sus corresponsales, el culto al cual tiene derecho. Sus corresponsales dicen lo que ella es y lo que su adversario, la masa, no es.
Dando así la opinión que tiene de sí misma, como la opinión del mundo, y realizando su noción, es evidente que la crítica cae en la inconsecuencia. Se constituye, en su propio seno, una especie de masa, de masa crítica, que tiene por misión exclusiva servir de eco infatigable a las palabras de unión críticas. Puesto que la critica es tan consecuente consigo misma, esta inconsecuencia es excüsable. La crítica crítica que no puede ni quiere vivir en este mundo pecador, está forzada a establecer en su propia casa un mundo pecador.
El corresponsal de la crítica crítica, el miembro de la masa crítica, no marcha por un camino sembrado de rosas. Su camino es un camino crítico, difícil, lleno de espinas. La crítica crítica es un maestro espiritualista, espontaneidad pura, actus purus, intolerante contra toda influencia exterior. El corresponsal, pues, no puede ser más que un sujeto aparente, sólo puede tener con respecto a la crítica crítica una individualidad aparente, y únicamente en apariencia puede querer comunicarle algo nuevo y original. En realidad no es más que una elucubración de la crítica, y en él, la crítica realiza e individualiza momentáneamente su propio interrogatorio.
Los corresponsales nunca dejan, pues, de asegurar incesantemente que la misma crítica crítica sabe, comprende, conoce, penetra y experimenta todo lo que se tiene aires de comunicarle en el instante mismo. Es así, por ejemplo, cómo Zerrleder emplea los giros siguientes: "¿Comprende usted? Usted sabe. Usted sabe, por segunda y tercera. Usted debe haber entendido suficientemente ahora, para poder comprender por usted mismo".
Fleischhammer, el corresponsal de Breslau, escribe: "Pero que... es tan claro para usted como para mí mismo". E. Hirzel, el corresponsal de Zurich: "Ustedes mismos habrán sabido perfectamente". El corresponsal crítico respeta tan escrupulosamente la comprensión absoluta de la crítica, que incluso se la presta en los casos en que no hay absolutamente nada que comprender. Así, Fleischhammer escribe: "Ustedes me comprenden perfectamente cuando les afirmo que no es posible salir sin encontrar jóvenes eclesiásticos católicos con largos hábitos y mantos negros".
Más aún; ¡el corresponsal escucha a la crítica crítica que, angustiada, le habla, le responde, lanza exclamaciones y se burla de él!
Zerrleder: "Pero, me dirán ustedes; ¡sea, pero escuchad!". Fleischhammer: "Pero ya escucho lo que ustedes dicen: - quería decir simplemente" Hirzel: "Gentilhombre, me escribirán ustedes". Un corresponsal de Tubinga: "¡No os burléis de mí!"
También los corresponsales han recurrido aún a otros giros: comunican hechos a la crítica crítica y le prestan una interpretación espiritual, la proveen de premisas y le dejan la tarea de sacar conclusiones, e incluso llegan a excusarse por machacar sobre cosas que ella conoce desde hace mucho tiempo.
Zerrleder: "Vuestro corresponsal sólo puede haceros el cuadro, datos la descripción de los hechos. El espíritu que vivifica estas cosas no podría ceros desconocido". Y todavía: "Os será fácil sacar la conclusión".
Hirzel: "Sin duda me será permitido recordarle a usted esta afirmación especulativa: toda creación ha tenido por origen el extremo de vuestra antinomia".
Asimismo, sucede que las experiencias del corresponsal no son más que la realización y la confirmación de las profecías críticas.
Fleischhammer: "Vuestra profecía se ha realizado".
Zerrleder: "Las tendencias de que os había dicho que ganarían más y más terreno en Suiza, lejos de ser perniciosas, son únicamente felices, una simple confirmación de la idea que habéis emitido en más de una oportunidad".
La crítica crítica se siente a veces empujada a proclamar lo condescendiente que es en su correspondencia; y motiva esta condescendencia en el hecho de que el corresponsal ha realizado hábilmente tal o cual tarea. Así, escribe el señor Bruno al corresponsal de Tubinga: "En verdad, es una inconsecuencia de mi parte responder a tu carta... Pero como me has escrito, por otra parte, cosas tan excelentes..., no pudo negarte la explicación solicitada".
La crítica crítica se hace escribir de provincia. Pero no se trata de la provincia en el sentido político de la palabra, que, todo el mundo lo sabe, no existe en ninguna parte de Alemania, sino de la provincia crítica, cuya capital es Berlín -Berlín es el asiento de los patriarcas críticos y de la Sagrada Familia crítica, mientras que en las provincias vive la masa crítica. Las provincias críticas solamente se atreven, con mucha reserva y con excusas, a solicitar la atención de la suprema "central" crítica.
De este modo, un anónimo escribe al señor Edgar que, como miembro de la Sagrada Familia, es también un gran bonete: "¡Honorable señor! La juventud desea agruparse mediante esfuerzos comunes (nuestra diferencia de edad no es más que de dos años); por esto, tratará usted de excusarme estas líneas". Este camarada de años del señor Edgar se da, de paso, como el ser de la filosofía moderna. ¿No es lógico que la crítica esté en correspondencia con el ser de la filosofía? Si el compañero de edad del señor Edgar afirma que ya ha perdido sus dientes, esto no es más que una alusión a su ser alegórico. El ser de la filosofía moderna aprendió de Feuerbach a poner el elemento de la cultura en la intención objetiva. Al mismo tiempo da una muestra de su cultura y de su intuición, asegurando al señor Edgar que se "ha formado una idea total de su noticia" -¡vivan los principios sólidos!- y también hace la confesión leal de que no ha comprendido claramente la idea del señor Edgar, paralizando finalmente su idea total al formular esta pregunta: "¿O quizá le he comprendido enteramente mal?" Después de esta muestra, se encontrará completamente natural que el ser de la filosofía moderna se exprese, en relación a la masa, en estos términos: "Estamos obligados a condescender, una vez al menos, haciendo el examen y dando la solución del nudo mágico que prohíbe al buen sentido penetrar en la ola ilimitada del pensamiento".
Si se desea tener una idea completa de la masa crítica, hay que leer la correspondencia del señor Hirzel, de Zürich (N° 5). Este infeliz repite, con una docilidad verdaderamente enternecedora y una memoria digna de elogios, las "palabras de orden" críticas. No faltan las frases preferidas del señor Bruno sobre las batallas que ha librado, sobre las campañas cuyo plan ha trazado. Pero la tarea que le impone su calidad de miembro de la masa crítica, la realiza el señor Hirzel particularmente cuando se acalora contra la masa profana y las relaciones de esta masa con la crítica crítica.
Habla de la masa que se imagina tomar parte en la historia, de la "ira masa", de la "crítica pura", de la "pureza de la oposición, de una oposición tan pura como la historia jamás vio", del "ser descontento", del "vacío absoluto, del malestar, del aplastamiento, de la insensibi-lidad, de la pusilanimidad, del furor, de la exasperación de la masa contra la crítica, de la masa que sólo existe para hacer, mediante su resistencia, más acerba y más vigilante a la crítica". Habla de la "creación sacada de la oposición extrema", de lo que eleva a la crítica por encima del odio y de todas las emociones profanas. A esto se limita todo lo que el señor Hírzel ha dado a la Líteraturzeitung. De la misma manera que él reprocha a la masa el contentarse con el simple "sentimiento" y la "buena voluntad", con la "frase" y "la creencia", él mismo se contenta, como miembro de la masa crítica, con frases, y se limita a expresar su "sentimiento crítico", su "fe crítica", su "buena voluntad crítica", dejando al señor Bruno y compañía la tarea de "actuar, trabajar, luchar y hacer obras".
Pese al espantoso cuadro que los miembros de la masa crítica nos trazan de la exasperación histórica del mundo profano contra la crítica crítica, el hecho mismo de esta tensión histórica no está establecido, al menos, para los escépticos. Repitiendo servilmente y sin crítica las "quimeras" y las "pretensiones" en cuestión, los corresponsales demuestran simplemente que las ideas fijas del amo son, asimismo, las ideas fijas del servidor. Uno de los corresponsales críticos hace la tentativa de apoyar su argumentación en los hechos. "Ustedes ven -escribe a la Sagrada Familia- que la Literaturzeitung alcanza su finalidad, esto es, que no obtiene ningún éxito. Para tener éxito necesitaría hacer repiquetear la falta de ideas, y ustedes tendrían que hacerla preceder con el carillón de las locuciones de toda una música turca de categorías usuales". ¡Un carillón de locuciones de toda una música turca de categorías usuales! ¡Como se ve, el corresponsal crítico se esfuerza en caracolear con locuciones que no son usuales! Su explicación del hecho de que la Literaturzeitung no tiene éxito debe ser rechazada, sin embargo, como puramente apologética. Se podría interpretar, completamente al contrario, este hecho, diciendo que la crítica crítica se encuentra de acuerdo con la gran masa, esto es, con la gran masa de escritores que no tienen éxito.
Por tanto, no basta que los corresponsales críticos utilicen las fórmulas críticas como una "plegaria" dirigida a la Sagrada Familia, y también como una "fórmula de maldición" contra la masa. Se necesitan corresponsales no-críticos y con carácter de masa, verdaderos diputados de la masa acreditada junto a la crítica crítica, para demostrar la verdadera tensión entre la masa y la crítica.
Es por esto que la crítica crítica hace un sitio para la masa no-crítica. Se hace enviar correspondencias por ingenuos representantes de la masa; logra de este modo hacer admitir como importante y absoluta la antinomia que las separa, y consigue que todo el mundo le pida angustiosamente que ponga fin a esta antinomia.
a) La masa empedernida y la masa insatisfecha.
La insensibilidad, el empedernimiento y el ciego escepticismo de la masa, tienen un representante bastante decidido. Este representante habla del "desarrollo de la sociedad berlinesa, de acuerdo a la única filosofía hegeliana". "El verdadero progreso -dice- que podemos hacer, sólo consiste en el conocimiento de la realidad. Pero ustedes nos enseñan que nuestro conocimiento no se aplicaba a la realidad sino a lo irreal". Señala a las "ciencias físicas y naturales" como el fundamento de la filosofía. "Un buen naturalista es al filósofo como el filósofo es al teólogo". Hablando de la sociedad berlinesa, también dice: "No creo exagerar, explicando el estado de estas gentes por el hecho que han atravesado el proceso de la muda espiritual, pero todavía no han podido desembarazarse de esas materias de muda, de tal manera que pudieran asimilarse los elementos de la renovación y de esos conocimientos (naturales e industriales)." "El conocimiento del mundo y de los hombres que particularmente necesitamos, no puede adquirirse solamente con la agudeza del pensamiento; todos los sentidos deben ser utilizados, todas las disposiciones del hombre deben ser empleadas como un instrumento necesario e indispensable; de otro modo, la intuición y el conocimiento permanecerán constantemente defectuosos... y traerán la muerte moral."
Pero este corresponsal dora la píldora cuando presenta a la crítica crítica. "Hay que encontrar a las palabras de Bauer la aplicación exacta", "ha seguido el pensamiento de Bauer", "hace decir exactamente a Bauer", en una palabra, parece que polemizara al fin de cuentas contra la sociedad berlinesa diferente de la crítica y no contra la misma crítica.
La crítica crítica, que se siente herida y que en todos los asuntos de fe es, además, susceptible como una solterona, no se deja engañar con esas distinciones y semihomenajes. "Se ha engañado usted -responde- si cree ver su adversario en el partido que diseña al comienzo de su carta; más bien confiese -¡y aquí viene la terrible fórmula de anatema!- que es usted un adversario de la crítica misma." ¡El infeliz! ¡El pobre! ¡Un adversario de la misma crítica! No obstante, en el fondo de esta polémica vulgar, la crítica critica expresa el respeto que experimenta ante las investigaciones naturales y de la industria. "¡Nos inclinamos ante las investigaciones naturales! Nos inclinamos ante James Watt, pero -¡gustad este giro verdaderamente sublime!- no nos inclinamos absolutamente ante los millones que ha conseguido para sus primos y primas". ¡Inclinémonos con respeto delante del respeto de la crítica crítica! En la misma carta en que la crítica crítica acusa a la mencionada sociedad berlinesa de pasar por encima de trabajos excelentes y sólidos, sin estudiarlos, y de despachar una obra diciendo que hace época, en esa misma carta se desembaraza de todas las investigaciones naturales y de la industria, declarando que se inclina respetuosamente ante ellas. La restricción que la crítica crítica aporta al respeto que pretende sentir por las investigaciones naturales, recuerda a los primeros rayos lanzados por el difundo caballero Krug contra la filosofía natural.
"La naturaleza no es la única realidad por el hecho que la comemos y la bebemos en sus diferentes productos." Todo lo que sabe la crítica crítica sobre los diversos productos de la naturaleza se reduce a "que la comemos y la bebemos". ¡A sacarse los sombreros delante de la ciencia natural de la crítica crítica!
Consecuente consigo misma, examina el incómodo e inoportuno consejo de estudiar la "naturaleza y la industria", y le opone esta exclamación evidentemente espiritual y elocuente: "¿Cree usted que ya está logrado el conocimiento de la realidad histórica? ¿O quizá conoce usted un solo período histórico sobre el cual tendríamos datos absolutamente completos?"
¿O quizá la crítica crítica cree haber llegado, aunque más no fuera, a los comienzos del conocimiento de la realidad histórica, ya que excluye del movimiento histórico las relaciones teóricas y prácticas del hombre con la naturaleza, esto es, a las ciencias naturales y la industria? ¿O cree conocer un período cualquiera sin haber estudiado, por ejemplo, el modo de producción inmediato de la vida misma? Es cierto que la crítica crítica, espiritualista y teológica, no conoce, al menos en lo que imagina, más que los grandes hechos políticos, literarios y teológicos de la historia. Del mismo modo que separa al pensamiento de los sentidos, al alma del cuerpo, a sí misma del mundo, separa de las ciencias naturales y de la industria, a la historia y, para ella, el lugar de nacimiento de la historia no está en la producción material y grosera que se hace sobre la tierra; está en las nubes y las brumas que flotan en el cielo.
El representante de la masa "empedernida e impenitente", con sus amonestaciones excelentes y sus censuras, es enviado "a paseo" como un vulgar materialista. La misma suerte le está reservada a otro corresponsal menos malévolo, perteneciendo menos a la masa, pero que no ve realizarse las esperanzas que había fundado en la crítica crítica. El representante de la masa insatisfecha escribe: "Pero estoy obligado a declarar que el primer número de vuestro periódico no ha satisfecho absolutamente. Sin embargo, esperábamos otra cosa".
El patriarca crítico responde en persona: "Sabía de antemano que nuestro periódico no respondería a las esperanzas puestas en él, porque fácilmente podía imaginarme el carácter de esas esperanzas. Las gentes están tan fatigadas; quieren tenerlo todo al mismo tiempo. ¡Todo! ¡Nada menos! Si es posible, todo y, al mismo tiempo, nada. Un todo que no ocasione ningún trabajo, un todo que se pueda asimilar sin haber atravesado una evolución, un todo que, en una palabra, exista ya".
Con el mal humor que le causan las exigencias intempestivas de la masa que pide algo, incluso todo, a la crítica que, por principio y por naturaleza, "no da nada", el patriarca crítico relata una anécdota a la manera de los viejos señores. Últimamente -dice- uno de sus amigos de Berlín se habría quejado amargamente de la prolijidad y del excesivo desarrollo de sus escritos. (Es sabido que con el mínimo de la menor pretendida idea, el señor Bruno hace un libro grueso). Para apaciguarlo, prometió enviarle, en forma de bolita, la tinta necesaria para la impresión del libro; lo que le permitiría asimilarse más fácilmente el contenido. El patriarca explica el desarrollo de sus obras por medio de la mala repartición de la tinta de imprenta, lo mismo que explica la nulidad de la Líteraturzeitung por medio del vacío de la masa profana que desearía tragarlo todo o nada a la vez, para sentirse satisfecha.
Aun no desconociendo en nada la importancia de las comunicaciones dadas hasta hoy, se podría ver una oposición histórica en el hecho de que un amigo vulgar de la crítica la declare vacía y hueca, mientras que ella lo presenta como careciendo de sentido crítico; que un segundo amigo constante manifieste que la Literaturzeitung no satisface sus esperanzas y que un tercer amigo de la casa encuentre demasiado prolijas las obras de la crítica. El amigo N° 2, que tiene esperanzas, y el amigo N° 3, que al menos desea conocer los secretos de la crítica crítica, preparan, sin embargo, la realización de las más ricas y continuas relaciones entre la crítica y la masa no-crítica. Cuanto más cruel se presenta la crítica con respecto a la masa "empedernida" y de "sentido común", tanto más condescendiente la encontramos con respecto a la masa que pide a trompetazos y gritos que se la saque de la antinomia. La masa que aporte a la crítica un corazón contrito, un espíritu penitente y humillado, recibirá de ella, en recompensa a sus valientes esfuerzos, alguna palabra experimentada, profética y viril.
b) La masa sensible y ávida de liberación.
El representante de la masa sentimental, sensible y ávida de liberación, implora y adula a la crítica crítica y le prodiga efusiones, zalemas y miradas amorosas para obtener de ella una palabra amable. Por ejemplo: "¿Por qué le escribo estas líneas? ¿Por qué trato de justificarme ante usted? Porque lo estimo y deseo su estimación; porque en lo concerniente al desarrollo, le estoy muy obligado y porque por esto le amo. Mi corazón me impulsa hacia usted, que me ha vituperado y obligado a justificarme. Estoy lejos de querer imponerme a usted de esta manera; pero, juzgando de acuerdo a mis propias disposiciones, me he dicho que un testimonio de interés, aun llegando de un hombre que usted todavía conoce poco, podría causarle placer. De ningún modo pretendo pedirle que responda a mi carta: no quisiera robarle el tiempo que usted puede utilizar mejor, ni imponerle una tarea, ni exponerme a mí mismo a la humillación de no ver realizadas mis esperanzas. Aunque ponga esta carta en la cuenta del sentimentalismo, de la indiscreción, de la vanidad (!) o de no importa qué, conteste o no a ella, no puedo resistir a la fuerza que me empuja a enviársela y deseo que usted reconozca en ella el sentimiento amistoso que la inspira."
Del mismo modo que los pusilámines han logrado que Dios se apiadara de ellos, este corresponsal salido de la masa, pero lleno de humildad y reclamando la misericordia crítica, ve realizarse sus deseos. La crítica crítica le contesta bondadosamente. ¡Más aun! Le da las más profundas explicaciones sobre todo lo que preocupa a su curiosidad.
Hace dos años -nos enseña la crítica crítica- estaba de moda recordar la filosofía francesa del siglo XVIII, a fin de poder mover, en el lugar deseado, la caballería ligera en la batalla que se libraba entonces.
Actualmente todo ha cambiado. En nuestra época, las verdades se modifican rápidamente. Lo que estaba muy bien hace dos años es ahora un error. Claro está que también entonces era un error, pero un error justificado; la crítica absoluta (Anécdota II, pág. 89), llamaba a esas tropas "nuestros santos, nuestros profetas, nuestros patriarcas, etc." ¡Quien aplicará, pues, el nombre de patriarcas a los miembros de su caballería ligera! Era un error, pero un error justificado, el hablar con entusiasmo de la abnegación, de la energía moral, del entusiasmo con que esas tropas ligeras han "pensado, trabajado y estudiado por la verdad" durante toda su vida. Fue un error declarar (Entdeckes Christentum, Vorrede) que esas tropas ligeras parecían invencibles y que todo hombre inteligente les daba de antemano el testimonio de que harían salir al mundo de sus rieles y lograrían indudablemente cambiar la faz del mundo." ¡Esas tropas ligeras!
Y la crítica crítica continúa instruyendo al representante curioso: "Claro está que los franceses adquirieron un nuevo mérito absoluto tratando de establecer una teoría social; pero actual-mente están demasiado agotados; su nueva teoría aún no es pura, sus elucubraciones sociales, su democracia pacífica no está todavía absolutamente liberada de las hipótesis del antiguo estado de cosas".
Si es que habla de algo, la crítica habla aquí del fourierismo y, particularmente, del fourierismo de la Democracia pacífica. Pero éste está muy lejos de ser la "teoría social" de los franceses. Los franceses poseen teorías sociales, pero no una teoría social; y el fourierismo preconizado por la Democracia pacífica no es en suma más que la doctrina social de una parte de la burguesía filantrópica; el pueblo es comunista, aunque está dividido en una cantidad de diferentes fracciones; el verdadero movimiento y la verdadera elaboración de estos diversos matices sociales, no solamente no están agotados, sino que no hacen más que comenzar. Pero no terminarán, como lo desearía la crítica crítica, en la teoría pura, esto es, abstracta, sino en una realidad completamente práctica, que no se preocupará para nada de las categorías categóricas de la crítica crítica.
"Ninguna nación -continúa la crítica- está momentáneamente por encima de las otras... Si alguna debe adquirir preponderancia espiritual sobre otra, será aquélla que sea capaz de criticar a las demás y a sí misma y de reconocer las causas de la caducidad universal".
Hasta hoy cualquier nación se ha adelantado a otra. Mas si la profecía es exacta, ninguna nación tendrá la menor ventaja sobre otra, pues todos los pueblos civilizados de Europa, los ingleses, alemanes y franceses "se critican actualmente a sí mismos y a los demás, e incluso son capaces de reconocer las causas de la caducidad universal". Es una tautología superflua, finalmente, decir que la crítica, el conocimiento, las facultades espirituales, dan una superioridad espiritual; y la crítica, que con infinita fatuidad se coloca por encima de las naciones y espera a que éstas le supliquen de rodillas que se complazca en iluminarlas, muestra claramente mediante este idealismo caricaturesco, por medio de este idealismo cristiano-germánico, que se ha hundido hasta las orejas en el lodo de la nacionalidad alemana.
La crítica de los franceses e ingleses no es una personalidad abstracta, distante, que se encuentra fuera de la humanidad; es la actividad humana real de los individuos que son miembros activos de la sociedad, que sufren, sienten, piensan y obran como hombres. Por esto, la crítica que realizan es al mismo tiempo, práctica; su comienzo es un socialismo en el cual preconizan medidas prácticas, palpables, en el cual no se limitan a pensar, sino que sirve para intensificar su acción. La crítica que realizan es la crítica viva, real, de la sociedad existente, el reconocimiento de las causas de la decadencia.
Después de haber dado esos informes a su corresponsal curioso, representante de la masa, la crítica crítica tiene el derecho de decir de su Literaturzeitung: "Aquí practicamos la crítica pura, que representa y toma las cosas tales como son, sin agregarles nada." En ella no se da nada personal; en resumen, no se da nada más que la crítica vacía, esto es, la crítica que termina por no tener nada de crítica. La crítica hace imprimir los pasajes que ha subrayado con lápiz azul y alcanza su apogeo en los extractos. Wolfgang, Menzel y Bruno Bauer se tienden una mano fraternal y la crítica crítica se encuentra en el punto en que se encontraba, a principios de este siglo, la filosofía de la identidad, cuando Schelling protestaba contra las pretensiones de la masa, que le acusaba de querer dar algo, no importa qué, como la filosofía pura y como completamente filosófica.
c) La irrupción de la gracia en la masa.
El tierno corresponsal, a cuya instrucción acabamos de asistir, mantenía relaciones sentimentales con la crítica. En él, la tensión entre la masa y la crítica sólo es indicada de manera idílica. Los dos extremos de la antinomia histórica guardan maneras corteses y bondadosas y, por consecuencia, esotéricas.
En su acción antihigiénica y deprimente sobre la masa, la crítica crítica sólo se presenta en un corresponsal que todavía tiene un pie en el mundo profano y el otro ya en la crítica. Este corresponsal representa a la masa en sus luchas íntimas contra la crítica.
En ciertos momentos, este corresponsal cree que "el señor Bruno y sus amigos no comprenden a la humanidad" y que son, en verdad, gentes ciegas. Pero inmediatamente rectifica: "Si, veo tan claro como el día que tenéis razón y que vuestras ideas son verdaderas; pero, perdonadme, tampoco el pueblo está equivocado... ¡Ah, sí! El pueblo tiene razón... Vosotros tenéis razón, no puedo negarlo... En verdad, no sé con qué rima todo esto; vosotros me diréis... ¡Y bien!, quédate tranquilo. ¡Ay! No puedo estarlo... Sin esto, se terminaría por perder la cabeza... Acogeréis con benevolencia... Creedme, a fuerza de aprender, a veces le gira a uno extra-ñamente la cabeza." Y otro corresponsal escribe que "a veces pierde su presencia de ánimo". Como se ve, la gracia crítica trata de irrumpir en este corresponsal perteneciente a la masa. ¡Pobre diablo! Está zamarreado entre la masa pecadora y la crítica crítica. El conocimiento adquirido no arroja al catequizado de la crítica crítica en este estado de estupidez; lo hace la cuestión de la fe y de la conciencia, el Cristo crítico o el pueblo, Dios o el mundo, Bruno Bauer y sus amigos o la masa profana. Pero, de la misma manera que la extremada confusión del pecador precede a la irrupción de la gracia divina, el embrutecimiento total es el precursor de la gracia crítica. Y es cierto que cuando la gracia hace irrupción, el elegido no pierde su estupidez, pero pierde la conciencia de su estupidez.
La crítica crítica no ha logrado darse como oposición esencial y, por consecuencia, como objeto esencial de la humanidad en masa. Incluso sin hablar de los representantes de la masa empedernida -que reprocha a la crítica crítica el no tener objeto y le hace comprender de la manera más galante que aún no ha terminado su muda espiritual y debe adquirir ante todo conocimientos sólidos-, el mismo tierno corresponsal no constituye una oposición y únicamente a título personal trata de aproximarse a la crítica crítica. Como se puede deducir por la continuación de su carta, en realidad quiere conciliar su religión por el señor Arnold Ruge con su religión por Bruno Bauer. Esta tentativa de conciliación honra a su buen corazón, pero no constituye en nada un interés de la masa. El último corresponsal, finalmente, no formaba ya, en realidad, parte de la masa, sino como catecúmeno de la crítica crítica.
Por lo demás, la masa es un objeto indeterminado que, en consecuencia, no podría ejercer una acción determinada ni anudar relaciones determinadas. Tal como es objeto de la crítica crítica, la masa nada tiene de común con las masas reales que forman, entre sí, además, contrastes muy considerables. Ella misma se ha hecho su masa, lo mismo que si el naturalista, en lugar de hablar de clases determinadas, se representara la clase.
Para poseer realmente una oposición de la masa, la crítica necesita aún, pues, fuera de esa masa abstracta, creación de su pobre cerebro, una masa determinada, empíricamente presentable y que no sea un simple pretexto. Es preciso que la masa vea en la crítica crítica su propia esencia y a la vez, el aniquilamiento de su esencia. Sin poder serlo, es necesario que la crítica crítica sea lo contrario de la masa. Esta masa crítica y no-crítica al mismo tiempo, es la sociedad berlinesa, de la cual hemos hablado anteriormente. Y la masa de la humanidad se reduce a una sociedad berlinesa ocupándose seriamente de la crítica crítica.
Esta sociedad berlinesa, "objeto esencial" de la crítica crítica, cuyo pensamiento se ocupa de ella incensantemente y que se imagina ocuparse siempre de ella, se compone -por lo que sabemos- de algunos ci-devant jóvenes hegelianos, a quienes la crítica crítica inspira, por lo que pretende, horror al vacío o el sentimiento de la nulidad. No examinamos los hechos; confiamos en lo que dice la crítica.
La correspondencia tiene particularmente por finalidad exponer ampliamente al público esa relación histórica de la crítica y de la sociedad berlinesa; revelar su significación profunda, exponer la crueldad necesaria de la crítica con respecto a esa masa y, finalmente, hacer creer que el mundo entero se preocupa ansiosamente por esa posición, tomando parte ora por, ora contra los procedimientos de la crítica. Así, por ejemplo, la crítica absoluta escribe a un corresponsal que toma partido por la sociedad berlinesa: "He escuchado tantas afirmaciones de ese género, que he decidido no prestarles atención en adelante". El mundo no sospecha el número de veces que la crítica crítica se ha ocupado de esas cosas criticas.
Escuchemos ahora lo que un miembro de la masa critica nos dice de la sociedad berlinesa: "Si existe alguien que rinda justicia a Bauer y consortes (siempre hay que tomar a la Sagrada Familia pele mele) -escribe al comienzo de su respuesta- ese soy yo. ¡Pero la Literaturzeitung! Admitimos de ella todo lo que tiene el derecho de ser admitido. Me hubiera gustado escuchar lo que uno de esos radicales, de esos malignos de 1842, piensa de ustedes..." Y el infeliz nos anuncia que puede hacer toda clase de críticas a la Literaturzeitung.
El relato del señor Edgar: Die drei Biedermanner, lo encontró grosero y exagerado. No se dio cuenta que la censura es menos una lucha de hombre contra hombre, menos un combate contra un enemigo exterior, que un combate interior. Uno no se toma el trabajo de penetrar en sí mismo y de sustituir la frase condenada por la censura con el pensamiento crítico delicadamente desarrollado y empujado en todos los sentidos. El artículo del señor Edgar sobre Béraud lo encuentra superficial. Pero el informante crítico lo halla profundo. El mismo confiesa: "No conozco el libro de Béraud." Pero en cambio cree que el señor Edgar ha logrado, etc.; ya se sabe que la fe salva. "A pesar de todo -continúa el creyente crítico-, él (el de la sociedad berlinesa), no está contento con los escritos de Edgar". Asimismo encuentra "que Proudhon no es tratado con bastante seriedad y profundidad". Y así es como el informante acuerda al señor Edgar el siguiente testimonio: "En realidad conozco a Proudhon; sé que el señor Edgar ha tomado de él, mediante su estudio, los puntos característicos y los ha dispuesto de manera inteligible". La única razón porque no gusta la excelente crítica que Edgar hace a Proudhon no puede ser, si le creemos al informante, más que ésta: el señor Edgar no se ha puesto malvadamente contra la propiedad. Y que no se olvide: el adversario encuentra insignificante el artículo consagrado por el señor Edgar a la Unión Obrera. El informante consuela al señor Edgar: "Naturalmente, no se encuentra en ella nada personal, y estas gentes en realidad se han retirado al punto de vista de Gruppe, que, en resumen, nunca han abandonado. ¡Dar, dar todavía, dar siempre, he aquí el papel de la crítica!" ¡Como si la crítica no hubiera dado descubrimientos absolutamente nuevos: lingüísticos, históricos, filosóficos, económicos, jurídicos! ¡Y tiene la modestia de dejar decir que no ha dado nada personal! Incluso nuestro corresponsal crítico llega a dar algo desconocido hasta el momento en mecánica: hace retornar a las gentes a un punto de vista que nunca han abandonado. La cita del punto de vista de Gruppe constituye una torpeza.
En su folleto, insignificante por lo demás e indigno de ser citado, Gruppe preguntaba al señor Bruno lo que tenía que dar como crítica relativa a la lógica especulativa. El señor Bruno lo envió a las generaciones futuras -y quien espera una respuesta, es un perfecto loco.
Semejante a Dios, que castigó al Faraón incrédulo endureciéndole el corazón y considerán-dolo indigno de ser iluminado, el informante asegura: "Es por esto que no merecéis en absoluto ver u comprender el contenido en vuestra Literaturzeitung". Y en lugar de aconsejar a su amigo Edgar de que se procure ideas y conocimientos, le da este consejo: "El señor Edgar haría mejor consiguiéndose una bolsa llena de frases y utilizarla en adelante a ciegas para sus artículos, a fin de encontrar un estilo adecuado al oído del público." En primer lugar, tenemos toda una serie de epítetos con respecto a la sociedad berlinesa, tales como "un cierto furor, el descrédito, el vacío, la ausencia de ideas, el presentimiento de la cosa que no pueden comprender, el sentimiento de la nulidad". Luego se le hacen a la Sagrada Familia elogios de esta índole: "Una exposición fácil y penetrante, el dominio de las categorías, la inteligencia adquirida por el estudio, la posesión de los objetos. El (el de la sociedad berlinesa), toma las cosas a la ligera; ustedes, hacen fácil la cosa." O también: "Ustedes practican en la Literatur-zeitung la crítica pura, descriptiva y que penetra las cosas".
Y finalmente se nos dice esto: "Les he escrito todo esto, con tantos detalles, porque sé que les causo placer comunicándoles las opiniones de mi amigo. Por ello ven ustedes que la Literaturzeitung llena su papel." Este papel consiste en presentar la oposición entre la crítica y la sociedad berlinesa. Y ahora que hemos escuchado la polémica de la sociedad berlinesa contra la crítica crítica y la exhortación que esta polémica le consigue, se nos va a mostrar de dos maneras los esfuerzos que hace esta sociedad para ganarse la misericordia de la crítica crítica.
Un corresponsal escribe: "Durante una visita que hice a Berlín al comienzo de este año, mis amigos me dijeron que, viviendo en un completo aislamiento, ustedes evitaban con cuidado toda relación y todo trato, naturalmente no puedo saber quién tiene la culpa."
De igual modo que la crítica crítica cree elevarse por encima de todas las oposiciones dogmáticas poniendo en el sitio de las oposiciones reales la oposición entre ella misma y el mundo, entre el Espíritu Santo y la masa profana, ella cree elevarse por encima de los partidos, cayendo por debajo del punto de vista de los partidos, oponiéndose ella misma como partido al resto del mundo, y concentrando todo el interés en la personalidad del señor Bruno y consortes. Que la crítica reine en la soledad de la abstracción, que incluso, cuando tiene aires de ocuparse de un objeto, no salga de su soledad vacía para entrar en una relación verdaderamente social con un objeto real, porque su objeto no es más que el objeto de su imaginación, un objeto imaginario, toda nuestra exposición demuestra la exactitud de esa confesión crítica. Para caracterizar la abstracción de la crítica en tanto que abstracción absoluta, nuestra exposición asimismo demuestra perfectamente bien que "ella se abstrae de todo". ¿La nada desprendiéndose de todo, del pensamiento, de la intuición, etc., no es el absurdo absoluto? El aislamiento en que desemboca la crítica al desprenderse de todo, haciendo abstracción de todo, está tan poco liberado del objeto del que se desprende, como Orígenes lo estuvo del miembro viril que separó de su persona.
Otro corresponsal comienza por hablarnos de la "pusilanimidad" de un miembro de la sociedad berlinesa, a "quien dejó de expresar propósitos bastante insolentes"; actualmente se muestra "desanimado, abatido y ya no puede abrir la boca". Este miembro de la sociedad berlinesa comunica al corresponsal -que a su turno se lo comunica a la crítica-, "que no puede comprender que gentes como ustedes dos -por lo demás fieles al principio de humanidad-, puedan mostrarse tan distantes, tan difíciles de abordar, incluso tan arrogantes". No comprende "por qué algunos tienen aires de querer provocar una escisión, con propósitos deliberados. No obstante, todos nos colocamos en el mismo punto de vista, todos nos sentimos unidos a ese extremo que es la crítica, todos somos capaces, sino de producir una idea extrema, al menos de comprenderla y aplicarla". No "encuentra, en esta escisión, otro principio rector que el egoísmo y el orgullo". Y nuestro corresponsal pide indulgencia: "No existen, al menos algunos de nuestros amigos que han comprendido la crítica, o quizás la buena voluntad de la crítica... ut desint vires, temen est laudanda voluntas".
La crítica responde estableciendo entre la sociedad berlinesa y ella misma las antítesis siguientes: "Hay diferentes puntos de vista de la crítica" Aquéllos "se imaginan tener la crítica en el bolsillo"; ella "conoce y utiliza realmente la fuerza de la crítica", esto es, ella no la guarda en su bolsillo. Para la sociedad berlinesa la crítica no es más que pura forma; para la crítica crítica es, al contrario, lo que "hay de más rico en contenido y es más bien la única cosa que tiene contenido". A igual que el pensamiento absoluto, la crítica crítica se da por la única realidad. Por ello no ve ningún objeto fuera de ella misma; no es la crítica de objetos reales existentes fuera del sujeto crítico; más bien ella forma el objeto; es, en el sentido absoluto, el sujeto-objeto. ¡Prosigamos! La primera especie de crítica ha recurrido a todas las especies de fórmulas para saltar a pie juntillas por encima de todo, por encima del estudio de las cosas, y la segunda al mismo medio para desprenderse de todo. La primera es "ignorante y maligna" y la otra "aprende". Es cierto que la segunda es poco maligna par ça, par lá, pero sólo en apariencia, simplemente para poder utilizar como un saber de su propia cosecha lo que acaba de aprender superficialmente y servirse de él como "fórmula" contra la masa que se lo ha enseñado para resolverlo en un contrasentido crítico-crítico.
La primera da mucha importancia a palabras tales como "extremo, progreso, adelanto insuficiente", y hace de ellas sus categorías favoritas; la segunda profundiza los puntos de vista, pero sin aplicarles las medidas de esas categorías abstractas.
Cuando la crítica N° II exclama que ya no se trata de política y que se ha transformado en un asunto de filosofía; cuando se coloca por encima de los sistemas y evoluciones sociales recurriendo a las expresiones "fantasista, utópico, etc.", ¿qué hace sino retomar, bajo una forma crítica, los términos de "progreso, adelanto insuficiente, etc"? Y todas sus medidas, tales como "la historia, la crítica, el resumen de los objetos, lo antiguo y lo nuevo, la crítica y la masa, la profundización de los puntos de vista", en una palabra, todas sus fórmulas, ¿no serían absolutamente, por azar, medidas categóricas, abstractamente categóricas?
"La primera es teológica, malvada, envidiosa, mezquina, pretensiosa; la otra es lo contrario de todo eso."
Después de haberse discernido así, sin tomar aliento, toda una serie de elogios, y de haberse atribuido todo lo que le falta a la sociedad berlinesa, absolutamente como Dios es todo lo que el hombre no es, la crítica se extiende el certificado siguiente: "Ella ha llegado a una claridad, a una curiosidad, a una tranquilidad en las que es inatacable e imbatible".
Con respecto a su opuesto, la sociedad berlinesa, a lo sumo, puede, pues, cargarse de una risa olímpica. Esta burla -y con su seriedad habitual nos demuestra ampliamente lo que esta burla es y lo que no es-, "esta burla no es orgullo." ¡Dios no lo quiera! Es la negación de la negación. "Es el procedimiento al cual la crítica está obligada a recurrir, con placer y calma, contra un punto de vista inferior que se imagina ser igual a ella". ¡Qué pretensión de parte de ese punto de vista inferior! ¡Cuando se ríe, la crítica emplea, pues, un procedimiento! ¡Y en su apacibilidad emplea ese procedimiento de la risa no contra personas, sino contra un punto de vista! ¡La risa misma es una categoría que ella emplea, y está obligada a emplear!
La crítica extra-mundana no es una actividad esencial del sujeto humano real, vivo y sufriente de la actual sociedad, tomando parte en sus alegrías y dolores. El individuo real sólo es un accidente, un vaso terrestre de la crítica crítica que se revela en él como la substancia eterna. El sujeto no es la crítica del individuo humano, sino el individuo no humano de la crítica. La crítica no es una manifestación del hombre, el hombre es una alienación de la crítica; y el hombre vive enteramente, en consecuencia, fuera de la sociedad.
"Puede la crítica vivir en la sociedad que critica? O mejor, ¿no está obligada a vivir en esta sociedad? ¿Ella misma no debe ser una manifestación de esta sociedad? ¿Por qué la crítica vende las producciones de su espíritu, ya que hace suya la peor ley de la sociedad actual? "El crítico ni debe atreverse a inmiscuirse personalmente en la sociedad". Por esta razón, se constituye una sagrada familia, lo mismo que el dios solitario procura poner fin, mediante la sagrada familia, a la aburrida separación entre él y toda sociedad. Si el crítico quiere separarse de la mala sociedad, que se desembarace ante todo, pues, de sí mismo, su peor sociedad: "Es así como el crítico está privado de todas las alegrías de la sociedad, pero también ignora los sufrimientos de ella. No conoce ni amistad" -a excepción de la de sus amigos críticos- "ni amor" -a excepción del amor propio-; "pero en cambio la calumnia no puede afectarlo; nada puede ofenderlo; ningún odio le alcanza, ninguna envidia; la cólera y el pesar son para él emociones desconocidas". En resumen: el crítico se ha liberado de todas las pasiones humanas; es una persona divina y puede aplicarse la canción de la monja: "No pienso en el amor, no pienso en un hombre; pienso en Dios padre, que puede conservarme".
No le es dado a la crítica escribir un pasaje cualquiera sin contradecirse. Finalmente nos dice: "Los filisteos que lapidan a la crítica" -por analogía bíblica es preciso que sea lapidada- "que la desconocen y le prestan motivos impuros" -prestar motivos impuros a la crítica pura- "para hacerla su igual" -el orgullo igualitario denunciado anteriormente-; "la crítica se burla de todo eso, pues no vale la pena, pero lo aclara y lo envía tranquilamente a su importancia insignificante".
Más arriba la crítica se vio forzada a emplear el procedimiento de la burla contra "el punto de vista inferior que se imagina igual a la crítica". Por tanto, la crítica crítica no sabe en realidad como arreglárselas contra la masa impía; y este hecho parece indicar una irritación interior y una bilis para las cuales las emociones no son desconocidas.
Pero no hay que desconocer lo que existe. Después de haber luchado hasta aquí como Hércules, para desprenderse de la masa profana no-crítica y de todo, la crítica ha terminado, afortunadamente por elaborar su existencia solitaria, divina, que se basta a sí misma, absoluta. Si la primera emancipación de esta "fase nueva" parece indicar todavía que el viejo mundo de las emociones criminales conserva aún influencia sobre la crítica, ahora vamos a ver que, en una "forma estética", se modera y se transfigura y hace penitencia, con el objeto de poder, finalmente -nuevo Cristo triunfante- celebrar el último juicio crítico y ascender tranquilamente al cielo, después de su victoria sobre el dragón.