1.
EL ESTADO, PRODUCTO DEL CARACTER IRRECONCILIABLE DE LAS CONTRADICCIONES
DE CLASE
Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir
en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores
revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en
su lucha por la liberación. En vida de los grandes
revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes
persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más
salvaje, con el odio más furioso, con la campaña
más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después
de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos,
canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de
una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar
a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina
revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola.
En semejante "arreglo" del marxismo se dan la mano
actualmente la burguesía y los portunistas
dentro del movimiento obrero. Olvidan, re legan a un segundo
plano, tergiversan el aspecto revolucionario de esta doctrina,
su espíritu revolucionario. Hacen pasar a primer plano,
ensalzan lo que es o parece ser aceptable para la burguesía.
Todos los socialchovinistas son hoy -- ¡bromas aparte!
-- "marxistas". Y cada vez con mayor frecuencia
los sabios burgueses alemanes, que ayer todavía eran
especialistas en pulverizar el marxismo, hablan hoy ¡de
un Marx "nacional-alemán" que, según
ellos, educó estas asociaciones obreras tan magníficamente
organizadas para llevar a cabo la guerra de rapiñal!
Ante esta situación, ante la inaudita difusión
de las tergiversaciones del marxismo, nuestra misión
consiste, ante todo, en restaurar la verdadera doctrina de
Marx sobre el Estado. Para esto es necesario citar toda una
serie de pasajes largos de las obras mismas de Marx y Engels.
Naturalmente, las citas largas hacen la exposición
pesada y en nada contribuyen a darle un carácter popular.
Pero es de todo punto imposible prescindir de ellas. No hay
más remedio que citar del modo más completo
posible todos los pasajes, o, por lo menos, todos los pasajes
decisivos, de las obras de Marx y Engels sobre la cuestión
del Estado, para que el lector pueda formarse por su cuenta
una noción del conjunto de las ideas de los fundadores
del socialismo científico y del desarrollo de estas
ideas, así como también para probar documentalmente
y patentizar con toda claridad la tergiversación de
estas ideas por el "kautskismo" hoy imperante.
Comencemos por la obra más conocida de F. Engels: "El
origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado",
de la que ya en 1894 se publicó en Stuttgart la sexta
edición. Conviene traducir las citas de los originales
alemanes, pues las traducciones rusas, con ser tan numerosas,
son en gran parte incompletas o están hechas de un
modo muy defectuoso.
"El Estado -- dice Engels, resumiendo su análisis
histórico -- no es, en modo alguno, un Poder impuesto
desde fuera a la sociedad; ni es tampoco 'la realidad de la
idea moral', 'la imagen y la realidad de la razón',
como afirma Hegel. El Estado es, más bien, un producto
de la sociedad al llegar a una determinada fase de desarrollo;
es la confesión de que esta sociedad se ha enredado
con sigo misma en una contradicción insoluble, se ha
dividido en antagonismos irreconciliables, que ella es impotente
para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas clases
con intereses económicos en pugna, no se devoren a
sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril,
para eso hízose necesario un Poder situado, aparentemente,
por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto,
a mantenerlo dentro de los límites del 'orden'. Y este
Poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima
de ella y que se divorcia cada vez más de ella, es
el Estado" (págs. 177 y 178 de la sexta edición
alemana).
Aquí aparece expresada con toda claridad la idea fundamental
del marxismo en punto a la cuestión del papel histórico
y de la significación del Estado. EI Estado es el producto
y la manifestación del carácter irreconciliable
de las contradicciones de clase.
El
Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que
las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse.
Y viceversa: la existencia del Estado
demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.
En torno a este punto importantísimo y cardinal comienza
precisamente la tergiversación del marxismo, tergiversación
que sigue dos direcciones fundamentales.
De una parte, los ideólogos burgueses y especialmente
los pequeñoburgueses, obligados por la presión
de hechos históricos indiscutibles a reconocer que
el Estado sólo existe allí donde existen las
contradicciones de clase y la lucha de clases, "corrigen"
a Marx de manera que el Estado resulta ser el órgano
de la conciliación de clases. Según Marx, el
Estado no podría ni surgir ni mantenerse si fuese posible
la conciliación de las clases. Para los profesores
y publicistas mezquinos y filisteos -- ¡que invocan
a cada paso en actitud benévola a Marx! -- resulta
que el Estado es precisamente el que concilia las clases.
Según Marx, el Estado es un órgano de dominación
de clase, un órgano de opresión de una clase
por otra, es la creación del "orden" que
legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los
choques entre las clases. En opinión de los políticos
pequeñoburgueses, el orden es precisamente la conciliación
de las clases y no la opresión de una clase por otra.
Amortiguar los choques significa para ellos conciliar y no
privar a las clases oprimidas de ciertos medios y procedimientos
de lucha para el derrocamiento de los opresores.
Por ejemplo, en la revolución de 1917, cuando la cuestión
de la significación y del papel del Estado se planteó
precisamente en toda su magnitud, en el terreno práctico,
como una cuestión de acción inmediata, y además
de acción de masas, todos los socialrevolucionarios
y todos los mencheviques cayeron, de pronto y por entero,
en la
teoría pequeñoburguesa de la "conciliación"
de las clases "por el Estado". Hay innumerables
resoluciones y artículos de los políticos de
estos dos partidos saturados de esta teoría mezquina
y filistea de la "conciliación". Que el Estado
es el órgano de dominación de una determinada
clase, la cual no puede conciliarse con su antípoda
(con la clase contrapuesta a ella), es algo que esta democracia
pequeñoburguesa no podrá jamás comprender,
La actitud ante el Estado es uno de los síntomas más
patentes de que nuestros socialrevolucionarios y mencheviques
no son en manera alguna socialistas (lo que nosotros, los
bolcheviques, siempre hemos demostrado), sino demócratas
pequeñoburgueses con una fraseología casi socialista.
De otra parte, la tergiversación "kautskiana"
del marxismo es bastante más sutil.
"Teóricamente", no se niega ni que el Estado
sea el órgano de dominación de clase, ni que
las contradicciones de clase sean irreconciliables. Pero se
pasa por alto u oculta lo siguiente: si el Estado es un producto
del carácter irreconciliable de las contradicciones
de
clase, si es una fuerza que está por encima de la sociedad
y que "se divorcia cada vez más de la sociedad",
es evidente que la liberación de la clase oprimida
es imposible, no sólo sin una revolución violenta,
sino también sin la destrucción del aparato
del Poder estatal que ha sido creado por la clase dominante
y en el que toma cuerpo aquel "divorcio". Como veremos
más abajo, Marx llegó a esta conclusión,
teóricamente clara por si misma, con la precisión
más completa, a base del análisis histórico
concreto de las tareas de la revolución. Y esta conclusión
es precisamente -- como expondremos con todo detalle en las
páginas siguientes -- la que Kautsky . . . ha"olvidado"
y falseado.
2. LOS DESTACAMENTOS ESPECIALES DE FUERZAS ARMADAS, LAS
CARCELES, ETC.
"En comparación con las antiguas organizaciones
gentilicias (de tribu o de clan) -- prosigue Engels --, el
Estado se caracteriza, en primer lugar, por la agrupación
de sus
súbditos según las divisiones territoriales".
. . A nosotros, esta agrupación nos parece 'natural',
pero ella exigió una larga lucha contra la antigua
organización en 'gens' o en tribus.
"La segunda caracteristica es la instauración
de un Poder público, que ya no coincide directamente
con la población organizada espontáneamente
como fuerza armada. Este Poder público especial hácese
necesario porque desde la división de la sociedad en
clases es ya imposible una organización armada espontánea
de la población. . Este Poder público existe
en todo Estado; no está formado solamente por hombres
armados, sino también por aditamentos materiales, las
cárceles y las instituciones coercitivas de todo género,
que la sociedad gentilicia no conocía. . ."
Engels desarrolla la noción de esa "fuerza"
a que se da el nombre de Estado, fuerza que brota de la sociedad,
pero que se sitúa por encima de ella y que se divorcia
cada vez más de ella. ¿En qué consiste,
fundamentalmente, esta fuerza? En destacamentos especiales
de hombres armados, que tienen a su disposición cárceles
y otros elementos.
Tenemos derecho a hablar de destacamentos especiales de hombres
armados, pues el Poder público propio de todo Estado
"no coincide directamente" con la población
armada, con su "organización armada espontánea".
Como todos los grandes pensadores revolucionarios, Engels
se esfuerza en dirigir la atención de los obreros conscientes
precisamente hacia aquello que el filisteísmo
dominante considera como lo menos digno de atención,
como lo más habitual, santificado por prejuicios no
ya sólidos, sino podríamos decir que petrificados
El ejército permanente y la policía son los
instrumentos fundamentales de la fuerza del Poder del Estado.
Pero ¿puede acaso ser de otro modo?
Desde el punto de vista de la inmensa mayoría de los
europeos de fines del siglo XIX, a quienes se dirigía
Engels y que no habían vivido ni visto de cerca ninguna
gran
revolución, esto no podía ser de otro modo.
Para ellos, era completamente incomprensible esto de una "organización
armada espontánea de la población". A la
pregunta de por qué ha surgido la necesidad de destacamentos
especiales de hombres armados (policía y ejército
permanente) situados por encima de la sociedad y divorciados
de ella, el filisteo del Occidente de Europa y el filisteo
ruso se inclinaban a contestar
con un par de frases tomadas de prestado de Spencer o de Mijailovski,
remitiéndose a la complejidad de la vida social, a
la diferenciación de funciones, etc.
Estas referencias parecen "científicas" y
adormecen magníficamente al filisteo, velando lo principal
y fundamental: la división de la sociedad en clases
enemigas irreconciliables.
Si no existiese esa división, la "organización
armada espontánea de la población" se diferenciaría
por su complejidad, por su elevada técnica, etc., de
la organización
primitiva de la manada de monos que manejan el palo, o de
la del hombre prehistórico, o de la organización
de los hombres agrupados en la sociedad del clan;
pero semejante organización sería posible.
Si es imposible, es porque la sociedad civilizada se halla
dividida en clases enemigas, y además irreconciliablemente
enemigas, cuyo armamento "espontáneo"
conduciría a la lucha armada entre ellas. Se forma
el Estado, se crea una fuerza especial, destacamentos especiales
de hombres armados, y cada revolución, al destruir
el aparato del Estado, nos indica bien visiblemente cómo
la clase dominante se esfuerza por restaurar los destacamentos
especiales de hombres armados a s u
servicio, cómo la clase oprimida se esfuerza en crear
una nueva organización de este tipo, que sea capaz
de servir no a los explotadores, sino a los explotados.
En el pasaje citado, Engels plantea teóricamente la
misma cuestión que cada gran revolución plantea
ante nosotros prácticamente de un modo palpable y,
además, sobre un plano de acción de masas, a
saber: la cuestión de las relaciones mutuas entre los
destacamentos "especiales" de hombres armados y
la "organización armada
espontánea de la población". Hemos de ver
cómo ilustra de un modo concreto esta cuestión
la experiencia de las revoluciones europeas y rusas.
Pero volvamos a la exposición de Engels.
Engels señala que, a veces, por ejemplo, en algunos
sitios de Norteamérica, este Poder público es
débil (se trata aquí de excepciones raras dentro
de la socíedad capitalista y de aquellos sitios de
Norteamérica en que imperaba, en el período
preimperialista, el colono libre), pero que, en términos
generales, se fortalece:". . . Este Poder público
se fortalece a medida que los antagonismos de clase se agudizan
dentro del Estado y a medida que se hacen más grandes
y más poblados los Estados colindantes; basta fijarse
en nuestra Europa actual, donde la lucha de clases y el pugilato
de conquistas han encumbrado al Poder público a una
altura en que amenaza con devorar a toda la sociedad y hasta
al mismo Estado".
Esto fue escrito no más tarde que a comienzos de la
década del 90 del siglo pasado.
El último prólogo de Engels lleva la fecha del
16 de junio de 1891. Por aquel entonces, comenzaba apenas
en Francia, y más tenuemente todavía en Norteamérica
y en
Alemania, el viraje hacia el imperialismo, tanto en el sentido
de la dominación completa de los trusts, como en el
sentido de la omnipotencia de los grandes bancos,
en el sentido de una grandiosa política colonial, etc.
Desde entonces, el "pugilato de conquistas" ha experimentado
un avance gigantesco, tanto más cuanto que a
comienzos de la segunda década del siglo XX el planeta
ha resultado estar definitivamente repartido entre estos "conquistadores
en pugilato", es decir, entre las grandes potencias rapaces.
Desde entonces, los armamentos terrestres y marítimos
han
crecido en proporciones increíbles, y la guerra de
pillaje de 1914 a 1917 por la dominación de Inglaterra
o Alemania sobre el mundo, por el reparto del botín,
ha llevado al borde de una catástrofe completa la "absorción"
de todas las fuerzas de la sociedad por un Poder estatal rapaz.
Ya en 1891, Engels supo señalar el "pugilato de
conquistas" como uno de los más importantes rasgos
distintivos de la política exterior de las grandes
potencias. ¡Y los
canallas socialchovinistas de los años 1914-1917, en
que precisamente este pugilato, agudizándose más
y más, ha engendrado la guerra imperialista, encubren
la defensa de los intereses rapaces de "su" burguesía
con frases sobre la "defensa de la patria", sobre
la "defensa de la república y de la revolución"
y con otras frases por el estilo!
3. EL ESTADO, ARMA DE EXPLOTACION DE LA CLASE OPRIMlDA
Para mantener un Poder público aparte, situado por
encima de la sociedad, son necesarios los impuestos y las
deudas del Estado.
"Los funcionarios, pertrechados con el Poder público
y con el derecho a cobrar impuestos, están situados
-- dice Engels --, como órganos de la sociedad, por
encima de la sociedad. A ellos ya no les basta, aun suponiendo
que pudieran tenerlo, con el respeto libre y voluntario que
se les tributa a los órganos del régimen gentilicio.
. ." Se
dictan leyes de excepción sobre la santidad y la inviolabilidad
de los funcionarios. "El más despreciable polizonte"
tiene más "autoridad" que los representantes
del clan;
pero incluso el jefe del poder militar de un Estado civilizado
podría envidiar a un jefe de clan por "el respeto
espontáneo" que le profesaba la sociedad.
Aquí se plantea la cuestión de la situación
privilegiada de los funcionarios como órganos del Poder
del Estado. Lo fundamental es saber: ¿qué los
coloca por encima de
la sociedad? Veamos cómo esta cuestión teórica
fue resuelta prácticamente por la Comuna de París
en 1871 y cómo la esfumó reaccionariamente Kautsky
en 1912:
"Como el Estado nació de la necesidad de tener
a raya los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo,
nació en medio del conflicto de estas clases, el Estado
lo es, por regla general, de la clase más poderosa,
de la clase económicamente dominante, que con ayuda
de él se convierte también en la clase políticamente
dominante,
adquiriendo así nuevos medios para la represión
y explotación de la clase oprimida. . ."
No fueron sólo el Estado antiguo y el Estado feudal
órganos de explotación de los esclavos y de
los campesinos siervos y vasallos: también "el
moderno Estado representativo es instrumento de explotación
del trabajo asalariado por el capital. Sin embargo, excepcionalmente,
hay períodos en que las clases en pugna se equilibran
hasta tal punto, que el Poder del Estado adquiere momentáneamente,
como aparente mediador, una cierta independencia respecto
a ambas". . . Tal aconteció con la monarquía
absoluta de los siglos XVII y XVIII, con el bonapartismo del
primero y del segundo Imperio en Francia, y con Bismarck en
Alemania.
Y tal ha acontecido también -- agregamos nosotros --
con el gobierno de Kerenski, en la Rusia republicana, después
del paso a las persecuciones del proletariado revolucionario,
en un momento en que los Soviets, como consecuencia de hallar
se dirigidos por demócratas pequeñoburgueses,
son ya impotentes, y la burguesía no es
todavía lo bastante fuerte para disolverlos pura y
simplemente.
En la
república democrática -- prosigue Engels --
"la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero de un
modo tanto más seguro", y lo ejerce, en primer
lugar, mediante la "corrupción directa de los
funcionarios" (Norteamérica), y, en segundo lugar,
mediante la "alianza del gobierno con la Bolsa"
(Francia y Norteamérica).En la actualidad, el imperialismo
y la dominación de los Bancos han "desarrollado",
hasta convertirlos en un arte extraordinario, estos dos métodos
adecuados paradefender y llevar a la práctica la omnipotencia
de la riqueza en las repúblicas democráticas,
sean cuales fueren. Si, por ejemplo, en los primeros meses
de la república democrática rusa, en los meses
que podemos llamar de la luna de miel de los "socialistas"
-- socialrevolucionarios y mencheviques -- con la burguesía,
en el gobierno de coalición, el señor Palchinski
saboteó todas las medidas de restricción contra
los capitalistas y sus latrocinios, contra sus actos de saqueo
en detrimento del fisco mediante los suministros de guerra,
y si, al salir del ministerio, el señor Palchinski
(sustituido, naturalmente, por otro Palchinski exactamente
igual) fue "recompensado" por los capitalistas con
un puestecito de 120.000 rublos de sueldo al año, ¿qué
significa esto? ¿Es un soborno directo o indirecto?
¿Es una alianza del gobierno con los consorcios o son
"solamente" lazos de amistad? ¿Qué
papel desempeñan los Chernov y los Tsereteli, los Avkséntiev
y los Skóbelev? ¿El de aliados "directos"
o solamente indirectos de los millonarios malversadores de
los fondos públicos?
La omnipotencia de la "riqueza" es más segura
en las repúblicas democráticas, porque no depende
de la mala envoltura política del capitalismo. La república
democrática es la mejor envoltura política de
que puede revestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital,
al dominar (a través de los Pakhinski, los Chernov,
los Tsereteli y Cía.) esta envoltura, que es la mejor
de todas, cimenta su Poder de un modo tan seguro, tan firme,
que ningún cambio de personas, ni de instituciones,
ni de partidos, dentro de la república democrática
burguesa, hace vacilar este Poder.Hay que advertir, además,
que Engels, con la mayor precisión, llama al sufragio
universal arma de dominación de la burguesía.
El sufragio universal, dice Engels, sacando evidentemente
las enseñanzas de la larga experiencia de la socialdemocracia
alemana, es "el índice que sirve para medir la
madurez de la clase obrera. No puede ser más ni será
nunca más, en el Estado actual".
Los demócratas pequeñoburgueses, por el estilo
de nuestros socialrevolucionarios y mencheviques, y sus hermanos
carnales, todos los socialchovinistas y oportunistas de la
Europa occidental, esperan, en efecto, "más"
del sufragio universal.
Comparten ellos mismos e inculcan al pueblo la falsa idea
de que el sufragio universal es, "en el Estado actual
", un medio capaz de expresar realmente la voluntad de
la
mayoría de los trabajadores y de garantizar su efectividad
práctica.
Aquí no podemos hacer más que señalar
esta idea mentirosa, poner de manifiesto que esta afirmación
de Engels completamente clara, precisa y concreta, se falsea
a
cada paso en la propaganda y en la agitación de los
partidos socialistas "oficiales" (es decir, oportunistas).
Una explicación minuciosa de toda la falsedad de esta
idea,
rechazada aquí por Engels, la encontraremos más
adelante, en nuestra exposición de los puntos de vista
de Marx y Engels sobre el Estado "actual ".
En
la más popular de sus obras, Engels traza el resumen
general de sus puntos de vista en los siguientes términos:
"Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha
habido sociedades que se las arreglaron sin él, que
no tuvieron la menor noción del Estado ni del Poder
estatal. Al
llegar a una determinada fase del desarrollo económico,
que estaba ligada necesariamente a la división de la
sociedad en clases, esta división hizo que el Estado
se convirtiese en una necesidad. Ahora nos acercamos con paso
veloz a una fase de desarrollo de la producción en
que la existencia de estas clases no sólo deja de ser
una necesidad, sino que se convierte en un obstáculo
directo para la producción. Las clases desaparecerán
de un modo tan inevitable como surgieron en su día.
Con la
desaparición de las clases, desaparecerá inevitablemente
el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la
producción sobre la base de una asociación libre
e
igual de productores, enviará toda la máquina
del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al
museo de antiguedades, junto a la rueca y al hacha de bronce".
No se encuentra con frecuencia esta cita en las obras de propaganda
y agitación de la socialdemocracia contemporánea.
Pero incluso cuando nos encontramos con ella es, casi siempre,
como si se hiciesen reverencias ante un icono; es decir, para
rendir un homenaje oficial a Engels, sin el menor intento
de analizar qué amplitud y profundidad revolucionarias
supone esto de "enviar toda la máquina del Estado
al museo de antiguedades". No se ve, en la mayoría
de los casos, ni siquiera la comprensión de lo que
Engels llama la máquina del Estado.
4. LA "EXTINCION" DEL ESTADO Y LA REVOLUCION VIOLENTA
Las palabras de Engels sobre la "extinción"
del Estado gozan de tanta celebridad y se citan con tanta
frecuencia, muestran con tanto relieve dónde está
el quid de la
adulteración corriente del marxismo por la cual éste
es adaptado al oportunismo, que se hace necesario detenerse
a examinarlas detalladamente. Citaremos todo el pasaje donde
figuran estas palabras:
"El proletariado toma en sus manos el Poder del Estado
y comienza por convertir los medios de producción en
propiedad del Estado. Pero con este mismo acto se destruye
a sí mismo como proletariado y destruye toda diferencia
y todo antagonismo de clases, y, con ello mismo, el Estado
como tal. La sociedad hasta el presente, movida entre los
antagonismos de clase, ha necesitado del Estado, o sea de
una organización de la correspondiente clase explotadora
para mantener las condiciones exteriores de producción,
y por tanto, particularmente para mantener por la fuerza a
la clase explotada en las condiciones de opresión (la
esclavitud, la servidumbre o el vasallaje y el trabajo asalariado),
determinadas por el modo de producción existente. El
Estado era el representante oficial de toda la sociedad, su
síntesis en un cuerpo social visible; pero lo era sólo
como Estado de la clase que en su época representaba
a toda la sociedad: en la antigüedad era el Estado de
los ciudadanos esclavistas; en la Edad Media el de la nobleza
feudal; en nuestros tiempos es el de la burguesía.
Cuando el Estado se convierta finalmente en representante
efectivo de toda la sociedad, será por sí mismo
superfluo. Cuando ya no exista ninguna clase social a la que
haya que mantener en la opresión; cuando desaparezcan,
junto con la dominación de clase, junto con la lucha
por la existencia individual, engendrada por la actual anarquía
de la producción, los choques y los excesos resultantes
de esta lucha, no habra ya nada que reprimir ni hará
falta, por tanto, esa fuerza especial de represión,
el Estado. El primer acto en que el Estado se manifiesta efectivamente
como representante de toda la sociedad:
la toma de posesión de los medios de producción
en nombre de la sociedad, es a la par su último acto
independiente como Estado. La intervención de la autoridad
del Estado en las relaciones sociales se hará superflua
en un campo tras otro de la vida social y se adormecerá
por sí misma. El gobierno sobre las personas es sustituido
por la administración de las cosas y por la dirección
de los procesos de producción. El Estado no será
'abolido'; se extingue. Partiendo de esto es como hay que
juzgar el valor de esa frase sobre el 'Estado popular libre'
en lo que toca a su justificación provisional como
consigna de agitación y en lo que se refiere a su falta
absoluta de fundamento científico. Partiendo de esto
es también como debe ser considerada la exigencia de
los llamados anarquistas de que el Estado sea abolido de la
noche a la mañana" ("Anti-Dühring "
o "La subversión de la ciencia por el señor
Eugenio Dühring", págs. 301-303 de la tercera
edición alemana).
Sin temor a equivocarnos, podemos decir que de estos pensamientos
sobremanera ricos, expuestos aquí por Engels, lo único
que ha pasado a ser verdadero patrimonio
del pensamiento socialista, en los partidos socialistas actuales,
es la tesis de que el Estado, según Marx, "se
extingue", a diferencia de la doctrina anarquista de
la
"abolición" del Estado. Truncar así
el marxismo equivale a reducirlo al oportunismo, pues con
esta "interpretación" no queda en pie más
que una noción confusa de un
cambio lento, paulatino, gradual, sin saltos ni tormentas,
sin revoluciones. Hablar de "extinción" del
Estado, en un sentido corriente, generalizado, de masas, si
cabe decirlo así, equivale indudablemente a esfumar,
si no a negar, la revolución.
Además, semejante "interpretación"
es la más tosca tergiversación del marxismo,
tergiversación que sólo favorece a la burguesía
y que descansa teóricamente en la
omisión de circunstancias y consideraciones importantísimas
que se indican, por ejemplo, en el "resumen" contenido
en el pasaje de Engels, citado aquí por nosotros en
su integridad.
En primer lugar, Engels dice en el comienzo mismo de este
pasaje que, al tomar el Poder del Estado, el proletaria do
"destruye, con ello mismo, el Estado como tal".
"No es uso" pararse a pensar qué significa
esto. Lo corriente es ignorarlo en absoluto o considerarlo
algo así como una "debilidad hegeliana" de
Engels. En realidad, en estas palabras se expresa concisamente
la experiencia de una de las más grandes revoluciones
proletarias, la experiencia de la Comuna de París de
1871, de la cual
hablaremos detalladamente en su lugar. En realidad, Engels
habla aquí de la "destrucción" del
Estado de la burguesía por la revolución proletaria,
mientras que las
palabras relativas a la extinción del Estado se refieren
a los restos del Estado proletario después de la revolución
socialista. El Estado burgués no se "extingue",
según Engels, sino que "e s d e s t r u i d o
" por el proletariado en la revolución. El que
se extingue, después de esta revolución, es
el Estado o semi-Estado proletario.
En segundo lugar, el Estado es una "fuerza especial de
represión". Esta magnífica y profundísima
definición de Engels es dada aquí por éste
con la más completa claridad.
Y de ella se deduce que la "fuerza especial de represión"
del proletariado por la burguesía, de millones de trabajadores
por un puñado de ricachos, debe sustituirse por
una "fuerza especial de represión" de la
burguesía por el proletariado (dictadura del proletariado).
En esto consiste precisamente la "destrucción
del Estado como tal". En
esto consiste precisamente el "acto" de la toma
de posesión de los medios de producción en nombre
de la sociedad. Y es de suyo evidente que semejante sustitución
de una "fuerza especial" (la burguesa) por otra
(la proletaria) ya no puede operarse, en modo alguno, bajo
la forma de "extinción".
En
tercer lugar, Engels, al hablar de la "extinción"
y -- con frase todavía más plástica y
colorida -- del "adormecimiento" del Estado, se
refiere con absoluta claridad
y precisión a la época posterior a la "toma
de posesión de los medios de producción por
el Estado en nombre de toda la sociedad", es decir, posterior
a a la revolución
socialista.
Todos nosotros sabemos que la forma política del "Estado",
en esta época, es la democracia más completa.
Pero a ninguno de los oportunistas que tergiversan
desvergonzadamente el marxismo se le viene a las mientes la
idea de que, por consiguiente, Engels hable aquí del
"adormecimiento" y de la "extinción"
de la d e m o
c r a c i a. Esto parece, a primera vista, muy extraño.
Pero esto sólo es "incomprensible" para quien
no haya comprendido que la democracia t a m b i é n
es
un Estado y que, consiguientemente, la democracia también
desaparecerá cuando desaparezca el Estado. El Estado
burgués sólo puede ser "destruido"
por la revolución.
El Estado en general, es decir, la más completa democracia,
sólo puede "extinguirse".
En cuarto lugar, al establecer su notable tesis de la "extinción
del Estado", Engels declara a renglón seguido,
de un modo concreto, que esta tesis se dirige tanto contra
los oportunistas, como contra los anarquistas. Además,
Engels coloca en primer plano la conclusión que, derivada
de su tesis sobre la "extinción del Estado",
se dirige contra los oportunistas.
Podría apostarse que de diez mil hombres que hayan
leído u oído hablar acerca de la "extinción"
del Estado, nueve mil novecientos noventa no saben u olvidan
en
absoluto que Engels no dirigió solamente contra los
anarquistas sus conclusiones derivadas de esta tesis. Y de
las diez personas restantes, lo más probable es que
nueve no sepan qué es el "Estado popular libre"
y por qué el atacar esta consigna significa atacar
a los oportunistas. ¡Así se escribe la Historia!
Así se adapta de un modo imperceptible la gran doctrina
revolucionaria al filisteísmo dominante. La conclusión
contra los anarquistas se ha repetido miles de veces, se ha
vulgarizado, se ha
inculcado en las cabezas del modo más simplificado,
ha adquirido la solidez de un prejuicio. ¡Pero la conclusión
contra los oportunistas la han esfumado y "olvidado"!
El "Estado popular libre" era una reivindicación
programática y una consigna corriente de los socialdemócratas
alemanes en la década del 70. En esta consigna no
hay el menor contenido político, fuera de una filistea
y enfática descripción de la noción de
democracia. Engels estaba dispuesto a "justificar",
"por el momento", esta
consigna desde el punto de vista de la agitación, por
cuanto con ella se insinuaba legalmente la república
democrática. Pero esta consigna era oportunista, porque
expresaba no sólo el embellecimiento de la democracia
burguesa, sino también la incomprensión de la
crítica socialista de todo Estado en general. Nosotros
somos
partidarios de la república democrática, como
la mejor forma de Estado para el proletariado bajo el capitalismo,
pero no tenemos ningún derecho a olvidar que la
esclavitud asalariada es el destino reservado al pueblo, incluso
bajo la república burguesa más democrática.
Más aún. Todo Estado es una "fuerza especial
para la
represión" de la clase oprimida. Por eso, todo
Estado ni es libre ni es popular. Marx y Engels explicaron
esto reiteradamente a sus camaradas de partido en la década
del 70.
En quinto lugar, en esta misma obra de Engels, de la que todos
citan el pasaje sobre la extinción del Estado, se contiene
un pasaje sobre la importancia de la
revolución violenta. El análisis histórico
de su papel lo convierte Engels en un verdadero panegírko
de la revolución violenta. Esto "nadie lo recuerda".
Sobre la importancia de este pensamiento, no es uso hablar
ni siquiera pensar en los partidos socialistas contemporáneos
estos pensamientos no desempeñan ningún papel
en la propaganda ni en la agitación cotidianas entre
las masas. Y, sin embargo, se hallan indisolublemente unidos
a la "extinción" del Estado y forman con
ella un todo armónico.
He aquí el pasaje de Engels:
". . . De que la violencia desempeña en la historia
otro papel [además del de agente del mal], un papel
revolucionario; de que, según la expresión de
Marx, es la partera de toda vieja sociedad que lleva en sus
entrañas otra nueva; de que la violencia es el instrumento
con la ayuda del cual el movimiento social se abre camino
y rompe las
formas políticas muertas y fosilizadas, de todo eso
no dice una palabra el señor Dühring. Sólo
entre suspiros y gemidos admite la posibilidad de que para
derrumbar el
sistema de explotación sea necesaria acaso la violencia,
desgraciadamente, afirma, pues el empleo de la misma, según
él, desmoraliza a quien hace uso de ella. ¡Y
esto se dice, a pesar del gran avance moral e intelectual,
resultante de toda revolución victoriosa! Y esto se
dice en Alemania, donde la colisión violenta que puede
ser
impuesta al pueblo tendría, cuando menos, la ventaja
de destruir el espíritu de servilismo que ha penetrado
en la conciencia nacional como consecuencia de la humillación
de la Guerra de los Treinta años. ¿Y estos razonamientos
turbios, anodinos, impotentes, propios de un párroco
rural, se pretende imponer al partido más
revolucionario de la historia?" (Lugar citado, pág.
193, tercera edición alemana, final del IV capítulo,
II parte).
¿Cómo es posible conciliar en una sola doctrina
este panegírico de la revolución violenta, presentado
con insistencia por Engels a los socialdemócratas alemanes
desde
1878 hasta 1894, es decir, hasta los últimos días
de su vida, con la teoría de la "extinción"
del Estado?
Generalmente se concilian ambos pasajes con ayuda del eclecticismo,
desgajando a capricho (o para complacer a los detentadores
del Poder), sin atenerse a los principios o de un modo sofístico,
ora uno ora otro argumento y haciendo pasar a primer plano,
en el noventa y nueve por ciento de los casos, si no en más,
precisamente la tesis de la "extinción".
Se suplanta la dialéctica por el eclecticismo: es la
actitud más usual y más generalizada ante el
marxismo en la literatura socialdemócrata oficial de
nuestros días. Estas suplantaciones no tienen, ciertamente,
nada de nuevo; pueden observarse incluso en la historia de
la filosofía clásica griega. Con la suplantación
del marxismo por el oportunismo, el eclecticismo presentado
como dialéctica engaña más fácilmente
a las masas, les da una aparente satisfacción, parece
tener en cuenta todos los aspectos del proceso, todas las
tendencias del desarrollo, todas las influencias contradictorias,
etc., cuando en realidad no da ninguna noción completa
y revolucionaria del proceso del desarrollo social.
Ya hemos dicho más arriba, y demostraremos con mayor
detalle en nuestra ulterior exposición, que la doctrina
de Marx y Engels sobre el carácter inevitable de la
revolución violenta se refiere al Estado burgués.
Este no puede sustituirse por el Estado proletario (por la
dictadura del proletariado) mediante la "extinción",
sino sólo,
por regla general, mediante la revolución violenta.
El panegírico que dedica Engels a ésta, y que
coincide plenamente con reiteradas manifestaciones de Marx
(recordaremos el final de "Miseria de la Filosofía"
y del "Manifiesto Comunista" con la declaración
orgullosa y franca sobre el carácter inevitable de
la revolución violenta;
recordaremos la crítica del Programa de Gotha, en 1875,
cuando ya habían pasado casi treinta años, y
en la que Marx fustiga implacablemente el oportunismo de este
programa), este panegírico no tiene nada de "apasionamiento",
nada de declamatorio, nada de arranque polémico. La
necesidad de educar sistemáticamente a las masas en
esta, precisamente en esta idea sobre la revolución
violenta, es algo básico en toda la doctrina de Marx
y Engels. La traición cometida contra su doctrina por
las corrientes socialchovinista y kautskiana hoy imperantes
se manifiesta con singular relieve en el olvido por unos y
otros de esta propaganda, de esta agitación.
La sustitución del Estado burgués por el Estado
proletario es imposible sin una revolución violenta.
La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión
de todo Estado, sólo es posible por medio de un proceso
de "extinción".
Marx y Engels desarrollaron estas ideas de un modo minucioso
y concreto, estudiando cada situación revolucionaria
por separado, analizando las enseñanzas sacadas de
la experiencia de cada revolución. Y esta parte de
su doctrina, que es, incuestionablemente, la más importante,
es la que pasamos a analizar.
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