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La unificación formal de la Communist League (Liga Comunista) y el American Workers Party, los musteístas, fue la primera unificación de fuerzas que había tenido lugar en el movimiento americano por más de una década.
El movimiento obrero revolucionario no se desarrolla en línea recta o por un camino llano. Crece a través de un proceso continuo de lucha interna. Tanto la ruptura como la unificación son métodos de desarrollo del partido revolucionario. Cada una, bajo circunstancias dadas, puede ser progresiva o reaccionaria en sus consecuencias. El sentimiento popular general a favor de la unificación, expresado todo el tiempo, no tiene más valor político que la preferencia por un continuo proceso de rupturas que ustedes pueden ver interminablemente con los grupos puristas sectarios. Puntos de vista moralistas sobre la cuestión de las rupturas, y otros aspectos, son simplemente estúpidos. Las rupturas son a veces absolutamente necesarias para la clarificación de las ideas programáticas y para la selección de las fuerzas con el objetivo de sentar un nuevo comienzo sobre bases claras. Por otro lado, en circunstancias dadas, la unificación de dos o más grupos que se acercan a un acuerdo programático es absolutamente indispensable para el reagrupamiento y la consolidación de las fuerzas de la vanguardia obrera.
La unidad entre la organización trotskista -Communist League of America- y la organización musteísta, fue incuestionablemente una acción progresiva. Unió a dos grupos con diferentes origen y experiencias que, nunca antes, se habían aproximado al menos en el sentido formal de la palabra, a un acuerdo sobre el programa. La única forma de testear; si este acuerdo era real y acabado o solamente formal; la única manera de darse cuenta cuáles de los elementos de cada grupo eran capaces de contribuir al desarrollo progresivo del movimiento, era la unificación, yendo junto a ellos y testeando estas cuestiones en el curso de la experiencia común.
Como en todo el mundo desde 1928, había una serie continua e ininterrumpida de rupturas en el movimiento norteamericano. La causa básica de esto era la degeneración de la Internacional Comunista bajo la presión mundial del cercamiento de la revolución rusa y el intento de la burocracia stalinista de adaptarse a este encierro desertando del programa del internacionalismo. La degeneración de la Internacional Comunista no podía dejar de producir disrupciones y fracturas. En todos los partidos, los defensores del marxismo no falsificado dentro de esas organizaciones degeneradas, eran una fuente de irritación y conflicto a la que la burocracia no encontraba forma de remover excepto por las expulsiones burocráticas. Nosotros fuimos expulsados del Partido Comunista Americano en octubre de l928. Seis meses más tarde, en la primavera de 1929, los lovestonistas fueron expulsados y fundaron una tercera organización comunista en este país. Pequeñas sectas y camarillas de individuos y sus amigos, representando caprichos y antojos de varios tipos, eran el rasgo distintivo común de aquellos tiempos. El movimiento estaba atravesando un período de pulverización, de desmembramiento, hasta que un nuevo levantamiento de la lucha de clases y una nueva verificación de los programas sobre la base de experiencias mundiales podría sentar el terreno para la integración otra vez.
Estaba nuestra fracción y la de Lovestone. Estaba el pequeño grupo de Weisbord que en aquel momento alcanzaba a un total de 12 o 13 miembros, pero que hacían ruido suficiente para hacerle pensar a uno que representaban una gran tendencia histórica. Además, los weisbordistas, no satisfechos con formar una organización independiente, insistieron -bajo lo que parecía ser la compulsión de una ley natural para estos grupos arbitrariamente creados- en tener un par de rupturas dentro de sus propias filas. Los fieldistas -Field y unos pocos de sus asociados y amigos personales y conexiones familiares a los que habíamos expulsado de nuestro movimiento por traición, durante la huelga hotelera- naturalmente formaron una organización propia, publicaban un periódico y hablaban en nombre de toda la clase obrera.
Los lovestonistas sufrieron la ruptura de las fuerzas de Gitlow, y unos pocos meses más tarde de un pequeño grupo representado por Zam. Había existido en este país desde 1919 aún otro grupo comunista llamado Partido Proletario, que también había mantenido una existencia aislada y producido rupturas periódicas.
La desmoralización del movimiento durante ese período se reflejaba en la tendencia a la dispersión, los continuos procesos de fraccionamiento. Esta enfermedad tenía que seguir su curso. A través de aquel período nosotros, trotskistas, nunca fuimos los voceros de la unidad, especialmente en los primeros cinco años de nuestra existencia separada. Nos concentramos en el trabajo de clarificar el programa y rechazamos toda conversación sobre unificaciones improvisadas con grupos no suficientemente cercanos a nosotros en lo que considerábamos, y todavía consideramos la cuestión más importantes, la del programa. La fusión en la que entramos en diciembre de 1934 fue la primera unificación que tenía lugar en todo aquel período. Como había sido el grupo trotskista el primero en ser expulsado del Partido Comunista cuando los stalinistas estaban burocratizando completamente la Tercera Internacional ahogando todo pensamiento crítico y revolucionario, también fue el grupo trotskista el primero en tomar la iniciativa para comenzar un nuevo proceso de reagrupamiento y unificación cuando los prerrequisitos políticos para tal paso estaban al alcance de la mano. Ese fue el primer signo positivo de un contra-proceso a la tendencia hacia la desintegración, dispersión y ruptura.
La unificación entre los trotskistas y los musteístas, la formación del Workers Party indudablemente representó un paso adelante, pero sólo un paso. Pronto se nos hizo evidente -al menos a los dirigentes más influyentes de la antigua Liga Comunista- que el reagrupamiento de las fuerzas revolucionarias sólo había comenzado. Nos vimos obligados a tomar esta actitud realista porque, como ha sido resaltado en conferencias anteriores, simultáneamente con el desarrollo radical de los musteístas, habían ocurrido cambios importantes en el Partido Socialista de Estados Unidos, como en los movimientos socialdemócratas en todo el mundo.
Trabajadores nuevos y elementos jóvenes, sin manchas por la responsabilidad de las traiciones del pasado, habían sido sacudidos y despertados por el tremendo impacto de los eventos mundiales, especialmente la derrota del movimiento obrero alemán con la venida del fascismo al poder. Un nuevo viento soplaba en esta vieja y decrépita organización de la Socialdemocracia. Se estaba formando allí un ala izquierda, manifestando el impulso de un gran número de gente por encontrar el programa revolucionario. Pensábamos que esto no podía ser desconocido porque era un hecho, un elemento de la realidad política norteamericana. Aún habiendo formado un nuevo partido, y habiendo proclamado a éste como la unificación de la vanguardia, reconocimos que no podíamos ignorar o arbitrariamente excluir de la participación en este movimiento a esos nuevos elementos con fortaleza, salud y vitalidad revolucionaria. Por el contrario, teníamos la obligación de ayudar a este incipiente movimiento en el Partido Socialista para encontrar el camino correcto. Estábamos convencidos de que sin nuestra ayuda no podrían hacerlo, porque no tenían dirigentes marxistas, ni tradición, estaban acosados por todos lados por influencias, fuerzas y presiones que bloqueaban su camino a una clara visión del programa revolucionario. Su destino final, la posibilidad de su desarrollo en un camino revolucionario, le correspondía a los cuadros más experimentados y probados del marxismo, representados en el Workers Party. Los dirigentes de la nebulosa ala Izquierda en el Partido Socialista se llamaban a ellos mismos los "Militantes". Por qué, nunca fuimos capaces de adivinarlo. El Militante (The Militant) era el nombre del órgano oficial de los trotskistas norteamericanos desde el comienzo, y todo el mundo reconoció que ese era el nombre correcto para nuestro periódico. The Militant significaba el partido obrero, el partido activista, el partido luchador. Pero por qué los dirigentes del Ala Izquierda del Partido Socialista en aquel momento, que eran filisteos hasta la médula de sus huesos, sin tradición, sin conocimientos serios, sin nada de nada, podían llamarse los "Militantes", esto queda como un problema a ser resuelto por estudiosos de investigaciones históricas, que aún están por venir en nuestro movimiento. La razón todavía no fue descubierta. Al menos yo nunca la supe.
Esa dirección miserable, esas figuras accidentales, simuladores incapaces de cualquier sacrificio real o lucha seria por una idea, sin devoción seria al movimiento, -muchos de ellos están trabajando para el gobierno en muchos puestos de guerra hoy- esos "Caballeros por una hora" no nos interesaban mucho. Lo que nos interesaba era el hecho que por debajo de la espuma había un movimiento de la juventud bastante vivo en el Partido Socialista y un considerable número de elementos obreros activos, sindicalistas, y luchadores en el campo de los desocupados que constituían una buena materia prima para el partido revolucionario. Hay una gran diferencia. Uno no puede hacer mucho con el tipo de. dirigentes que tenía entonces o ahora el Partido Socialista en cualquiera de sus alas. Pero con los cuadros y militantes de base serios, activistas sindicales, y juventud radical, se puede hacer un partido que dirija una revolución.
Queríamos encontrar un camino hacia ellos. En ese momento nadie sabía, y menos que todos sabían los jóvenes socialistas, cuál era el camino por el que iba a andar su movimiento. Estaban ahogados en el Partido Socialista por la burocracia conservadora, y una y otra vez sus peores dirigentes -los llamados "Militants"- mostraban tendencias a capitular al Ala Derecha de la burocracia.
Por otro lado, estaban acosados por los stalinistas, que tenían una poderosa prensa y aparato y mucho dinero para corromper, y no dudaban en usarlo para ese propósito. En aquel momento los stalinistas estaban ejerciendo una presión extraordinaria sobre los socialistas con el objetivo de detener el progresivo movimiento de su ala izquierda y hacerla regresar en la dirección del reformismo por la vía del stalinismo. Habían triunfado en hacer esto en España y muchos otros países europeos. El movimiento de la juventud socialista en España, que había anunciado por iniciativa propia su apoyo a la idea de una Cuarta Internacional, fue desaprovechado por los trotskistas de España que, esterilizados en el purismo sectario, evitaban cualquier clase de maniobras en la dirección de los jóvenes socialistas. Estaban satisfechos con recitar el ritual de la ruptura entre la Socialdemocracia y la Comintern en 1914-19, con el resultado de que los stalinistas les ganaron la delantera, tomaron esa enormemente prometedora organización de la Juventud Socialista y la transformaron en un apéndice del stalinismo. Ese fue uno de los factores decisivos en la destrucción de la revolución española. Nosotros no queríamos que eso ocurriera aquí. Para comenzar los stalinistas tenían ventaja sobre nosotros. En el Ala Izquierda Socialista había aún fuertes sentimientos de conciliación con el stalinismo, y los stalinistas estaban usando la consigna demagógica de la unidad. Nos dimos cuenta del problema y concluimos que si no nos esforzábamos, lo que había ocurrido en España ocurriría aquí.
No hacíamos más que empezar nuestro trabajo bajo la bandera independiente del Workers Party. Comenzamos a insistir en que debíamos prestarle más atención al Partido Socialista y su creciente Ala Izquierda. Nos pusimos de acuerdo sobre las siguientes líneas: Debíamos frustrar a los stalinistas. Debíamos hacer un corte entre los stalinistas y este incipiente movimiento Socialista de Izquierda y llevarlo en dirección del marxismo genuino. Y para completar esto debíamos dejar de lado todo fetichismo organizativo. No nos podemos contentar con decir. "Aquí está el Workers Party. Tiene un programa correcto. Vengan y únanse a él". Esa es la actitud de los sectarios. Esta Ala Izquierda es un grupo laxo de miles de personas del Partido Socialista, algo vago en sus concepciones, confuso y mal dirigido, pero muy valioso para el futuro si recibieran una fertilización apropiada de las ideas marxistas.
Nuestra posición fue formulada en la resolución Cannon-Shachtman. Encontramos una resistencia determinada en el partido de parte de Oehler, y también de Muste. Los oehleristas se pertrecharon en terrenos dogmáticos y sectarios. No sólo no tendrían nada que ver con cualquier orientación presente hacia el Partido Socialista, sino que insistían, como una cuestión de principios, que excluyéramos específicamente esto, de cualquier consideración futura. Nosotros hemos formado el partido, decían los oehleristas. Aquí está. Permítanle a los socialistas de izquierda unirse a nosotros si aceptan el programa. Nosotros somos Mahoma y ellos la montaña, y la montaña debe venir a nosotros. Esa era toda su prescripción para aquellos jóvenes socialistas de izquierda confundidos, que nunca habían mostrado la menor inclinación por unirse a nuestro partido. Nosotros dijimos: "No, eso es muy simple. Los bolcheviques deben tener suficiente iniciativa, política para ayudar a los socialistas de izquierda a encontrar su camino al programa correcto. Si nosotros hacemos esto, el problema de unirse con ellos en una organización común puede lograrse fácilmente".
Muste se opuso a esto, no en el terreno de los principios sino en el del fetichismo organizativo, probablemente por orgullo personal. Esos sentimientos son fatales en política. Orgullo, enojo, rencor, cualquier clase de subjetivismo que influencie un curso político lleva sólo a la derrota y la destrucción de aquellos que le den vía libre. Ustedes saben, en el boxeo profesional -"el arte viril de auto defensa"- una de las primeras lecciones que aprenden los boxeadores jóvenes de sus entrenadores templados es mantenerse fríos cuando enfrentan a un adversario en el ring. "Nunca se vuelvan locos en el ring. No pierdan su cabeza, porque si lo hacen se despertarán en la lona". Los boxeadores tienen que pelear calculadamente, no subjetivamente. La misma cosa es indudablemente verdad en política. Muste no podía aceptar la idea de que después de haber fundado un partido y haberlo proclamado como el único partido, nosotros prestaríamos atención a algún otro partido. Nosotros seguiríamos nuestro camino, mantendríamos la cabeza alta y veríamos lo que pasaba. Si ellos fracasaran en unirse a nosotros, bien, sería su propia falta. La posición de Muste no estaba suficientemente pensada, ni razonada con la objetividad necesaria. No servía en la situación. Si hubiéramos permanecido al margen, los stalinistas se hubieran tragado el ala izquierda socialista y ésta hubiera sido usada como otro palo contra nosotros, como en España.
Antes de que la cuestión del Partido Socialista pudiera ser resuelta, y con ello removido otro obstáculo del camino en el desarrollo del partido americano de vanguardia, tuvimos que combatir la cuestión en las filas del Workers Party. Tuvimos que pelear la cuestión de principios con los sectarios; y cuando ellos se mantuvieron inflexibles y se volvieron indisciplinados tuvimos que echarlos del partido. Yo dije esto con un poco de énfasis porque esa era la forma en la que teníamos que tratar con los oehleristas, con énfasis. Si hubiéramos fracasado en hacer eso en 1935, si hubiéramos cedido a algún tipo de sentimentalismo hacia la gente que estaba arruinando nuestras perspectivas políticas con su estúpido formalismo, nuestro movimiento se habría hundido en 1935. Nos habríamos alejado de cualquier posibilidad de crecimiento futuro. Habría ocurrido una inevitable desintegración. El movimiento habría terminado en el callejón sin salida del sectarismo inútil.
El sectarismo no es una idiosincrasia interesante. Es una enfermedad política que destruye cualquier organización en la que se instala firmemente y no es arrancada a tiempo. Nuestro partido vive aún hoy y es bastante saludable gracias al tratamiento de cirugía que recibieron los sectarios en 1935. El tratamiento medicinal es lo más importante y siempre debe estar primero en estos casos. El nuestro consistía en una sólida educación en los principios marxistas, para aprender a distinguirlos de sus caricaturas sectarias, a través de discusión, explicación paciente. Por estos métodos nos deshicimos las influencias nocivas, aunque estábamos en minoría al comienzo, eventualmente ganamos una gran mayoría y aislamos a los oehleristas. Esto no fue hecho en un día. Llevó muchos meses. El tratamiento quirúrgico vino sólo cuando los oehleristas derrotados comenzaron a violar la disciplina partidaria sistemáticamente y a preparar una división. En el curso de la explicación y de la discusión, educamos a la gran mayoría del partido. El cuerpo del partido había sido curado y estaba con buena salud. La punta del dedo chiquito quedó infectada y comenzó a tornarse en gangrena, por lo tanto lo arrancamos. Esta es la razón de por qué el partido vive hoy y es capaz de hablar sobre aquella época.
Después que terminamos con los oehleristas tuvimos que seguir una lucha fraccional bastante prolongada con los musteístas -dos luchas internas en el primer año de existencia del Workers Party- antes de que estuviera clara la vía para resolver el problema del Ala izquierda del Partido Socialista. Estas luchas internas, que consumían las energías del nuevo partido casi desde sus inicios, eran ciertamente inconvenientes. Hubiéramos tenido uno o dos años de trabajo constructivo, no interrumpido por diferencias, conflictos y peleas internas. Pero la historia no siguió este camino. Hacía poco que habíamos lanzado el nuevo partido y fuimos confrontados con el problema del Ala Izquierda del Partido Socialista. No podíamos llegar a un acuerdo sobre qué hacer, por lo que tuvimos que pasarnos un año batallando. Por supuesto, esos conflictos no comenzaron inmediatamente. El nuevo partido, organizado los primeros días de diciembre de 1934 comenzó su trabajo bastante auspiciosamente. Una de las primeras demostraciones de actividad política, que también tendía a simbolizar la unificación de las dos corrientes, fue un tour de charlas por todo el país de Muste y yo. Fuimos recibidos con entusiasmo a lo largo del camino. Uno podía notar en el movimiento obrero radical un espíritu general de apreciación del hecho de que un proceso de unificación había comenzado después de un largo período de desintegración y rupturas. Tuvimos buenos mitines en varios lugares y el tour alcanzó su punto más alto en Minneápolis. Esto fue más o menos a los 6 meses de la gran huelga victoriosa; fuimos recibidos muy bien. Los camaradas en Minneápolis estaban altamente complacidos porque no nos habíamos permitido ser totalmente absorbidos en huelgas económicas como para negar oportunidades en el campo puramente político. Nuestra unificación con otro grupo, a cuyos militantes valoraban mucho por el trabajo que habían hecho en el movimiento de desocupados, la huelga de Toledo, etc., fue muy aplaudida por los camaradas de Minneápolis. Nos dieron una buena recepción y celebraron nuestra visita con una serie bien planeada de mitines y conferencias, culminando en un banquete en honor del Secretario Nacional de su partido y del editor del periódico que era muy caro a sus corazones; The Militant. Ellos siempre hacen las cosas bien en Minneápolis. Durante nuestra estadía allí, decidieron vestirnos acorde a la dignidad de nuestras posiciones. Los camaradas dirigentes salían del hall del sindicato, nos recogían a Muste y a mí -quien, debo admitir, lucía un poco andrajoso en ese momento- y nos llevaban a un tour por tiendas y mercerías. Nos equiparon de un ajuar nuevo de la cabeza a los pies. Fue un gesto muy fino. Me acordé mucho de esas ropas después de que las hube gastado. En el verano de 1936 Muste, desorientado por todas las complicaciones y dificultades, y abatido por la sangre y violencia de la guerra civil española y los juicios de Moscú, volvió, como ustedes saben a su posición original como un religioso y retornó a la iglesia. Vincent Dunne obtuvo estas noticias a través de una carta privada y le pasó la información a Bill Brown. "Bill", dijo, "¿Qué piensas? Muste ha regresado a la iglesia". Bill estaba aturdido. "Bien, que se vaya al demonio" dijo. Después, un momento más tarde: "Vincent, deberíamos recuperar aquel traje!" Pero no debería haber sido tan tonto como para creer esto. Los predicadores nunca devuelven nada.
Partimos de Minneapolis. Muste fue más al sur para cubrir otras partes del país. Yo fui a California para terminar el tour. Esto fue en el momento del juicio en Sacramento a los miembros del PC por "sindicalismo criminal". Uno de nuestros camaradas -Norman Mini- estaba entre los acusados, y porque él se había vuelto trotskista, no sólo los stalinistas se negaron a defenderlo, sino que lo denunciaron en su prensa como un "señuelo" mientras estaba en el juicio. Fuimos en su ayuda. La Defensa Obrera No Partidaria, un comité de defensa no stalinista, hizo un trabajo muy distinguido en defender al camarada Mini. Explotamos al máximo todos los aspectos políticos de esa situación.
Mientras se estaba desarrollando el tour, que duró un par de meses, comenzamos a oír los primeros rumores de los problemas con los sectarios dogmáticos de New York. Ellos siempre empezaban en New York. No dejaban al partido en paz, no le permitirían un buen comienzo en su trabajo. Consideremos la situación. Había una nueva organización formada, representando la unificación de personas con experiencias y pasados totalmente distintos. Este partido requería de un poco de tiempo para trabajar unido, y un poco de paz en ese trabajo común. Ese era el programa más razonable, el más realista para aquel primer período. Pero nunca se puede obtener una respuesta razonable o realista de los sectarios. Comenzaron a tironear a la organización unificada en New York con un programa de "bolchevización". Iban a continuar tomando a esos musteístas centristas y hacer de ellos bolcheviques, lo quisieran o no. Y rápidamente. ¡Discusiones! Sacaban de quicio a algunos de esos musteistas con sus discusiones, tesis y clarificaciones hasta altas horas de la noche. Estaban buscando los "fundamentos", cazando todo lo que podría desviarse del camino directo y estrecho de la doctrina. Ninguna paz, ningún trabajo fraternal en común, ninguna educación en una atmósfera de calma, ninguna intención de permitir que el joven partido se desarrolle natural y orgánicamente. La contribución de los sectarios desde el comienzo fue una irresponsable lucha fraccional.
Ese alboroto en New York estaba preparando el camino para la explosión en la famosa Conferencia de Activistas Obreros, llamada por el partido a reunirse en Pittsburgh en marzo de 1935. La Conferencia de Activistas Obreros en una excelente institución que había surgido de las experiencias del AWP (American Workers Party). La idea es invitar a todos los activistas partidarios de una determinada región, o de todo el país, para venir a un lugar centralizado a discutir el trabajo político práctico, contar experiencias, conocerse uno con otro, etc. Es una institución maravillosa, como lo descubrimos en nuestras experiencias en Chicago en 1940 y otra vez en 1941. Anda magníficamente cuando hay armonía en el partido y uno es capaz de despachar asuntos y superarlos. Pero cuando hay serias disputas en el partido, que no pueden arreglarse excepto con una conferencia formal, especialmente si hay una fracción irresponsable dando vueltas, es mejor pasar por alto Conferencias De Activistas Obreros informales que no tienen poderes constitucionales para decidir las disputas. En una situación así, las asambleas informales sólo encienden el fuego del fraccionalismo. Encontramos esto en Pittsburgh.
La Conferencia de Activistas Obreros que intentamos en Pittsburgh fue un fiasco horrible porque, desde su apertura, los oehleristas la usaron como portavoz de su lucha fraccional contra el "oportunismo" de la dirección. Los camaradas musteistas, nuevos en la experiencia de la vida política partidaria, volvieron del campo con la idea ingenua de que iban a escuchar otros informes sobre el trabajo de masas del partido y a discutir cómo ellos podían avanzar un poco. En lugar de esto, se vieron enfrentados con una irrestricta pelea fraccional. Los oehleristas comenzaron la batalla sobre la elección de la presidencia, y después la continuaron -de una manera fanática, a vida o muerte, a hacer o morir- sobre todas las cuestiones. Fue un matadero fraccional como nunca había visto antes en un lugar así. Cuarenta o cincuenta inocentes trabajadores estructurados, con poca o nula experiencia en partidos políticos o tendencias, que habían venido aquí buscando alguna inspiración por parte de su nuevo partido y alguna guía sensible en su trabajo práctico, fueron invitados a discusiones y argumentos y denuncias fraccionales, que duraron todo el día y la noche. Me imagino a muchos de ellos diciéndose alarmados: "¿Adónde hemos entrado? Siempre escuchamos que los trotskistas eran locos, eruditos en tesis y fraccionalistas profesionales. Posiblemente la historia tenga algo de verdad". Aquí vieron el fraccionalismo en su peor versión.
El activista de trabajo de masas, como regla, se inclina a querer sólo una pequeña discusión, sentar unos pocos detalles muy necesarios, y después proceder a la acción. En Pittsburg ellos -y nosotros también- querían terminar con esos asuntos y tener un intercambio de experiencias sobre el trabajo práctico del partido: actividad sindical, ligas de desempleados, funcionamiento del partido en ramas, finanzas, etc. Los sectarios no estaban interesados en esos temas monótonos. Insistían en discutir Etiopía, China, el "Giro francés", y otras "cuestiones de principios", las que eran muy importantes, seguramente, pero no para la agenda de la conferencia.
Oehler, Stamm y Zack eran los tres dirigentes. No sé cuántos de ustedes conocen al famoso Joseph Zack. Había venido recientemente a nosotros del stalinismo pero sólo estaba zigzagueando en nuestro campo en su camino a otros destinos. Había sido uno de los burócratas internos del partido stalinista, y ha contribuido mucho a la corrupción y a la degeneración burocrática del partido. Después se hizo trotskista por unas pocas semanas -a lo sumo unos pocos meses. Hacía muy poco que había puesto los pies en nuestra organización, y ya se había vuelto y comenzado a atacarnos desde la "izquierda". Lo toleramos por un tiempo pero cuando empezó a romper la disciplina partidaria lo corrimos. Giró por el espacio y finalmente aterrizó en el campo anti-comunista "democrático", como contribuyente al New Leader -ustedes conocen ese periódico socialdemócrata, más allá de Fifteenth Street; aquella vieja casa de renegados, donde viven todos los inválidos y leprosos políticos.
En Pittsburgh, Muste se unió con Cannon y Shachtman para derrotar ese ataque de los sectarios. Fue capaz de reconocer que su conducta era disruptiva. Muste siempre fue extremadamente responsable y constructivo en su actitud hacia la organización. Estaba muy agradecido de tener nuestra cooperación y ayuda en maniobrar con esos salvajes, derrotarlos y hacerles imposible romper el trabajo del partido. Y ciertamente él necesitaba nuestra ayuda. Muste era demasiado caballero en el trato como para tratar a esa gente en la forma en que debía ser tratada. Los hicimos retroceder un poco en Pittsburg, pero no arreglamos nada. Concluimos que la pelea decisiva estaba por venir y que tenía que ser establecida teórica y políticamente. Todas nuestras esperanzas de dejar que el partido respire libremente por un tiempo, de mantener la armonía en búsqueda del desarrollo del trabajo de masas del partido, estallaron por la irresponsabilidad de los sectarios.
Regresamos a New York decididos a sacarnos el saco y darles una pelea hasta el final. Lo que hicimos fue una buena cosa para el partido. El partido nos debe algo por ello: que nosotros no tomamos a la ligera a un sectarismo que se había vuelto virulento. Delineamos una campaña completa de ofensiva contra los oehleristas. ¿Querían discusión? Nosotros les propusimos darle a ellos -y al partido- una completa discusión que no dejaría una sola cuestión sin clarificar. Nuestro objetivo era reeducar a los miembros del partido que habían sido infectados con la enfermedad del sectarismo, y si se demostraba imposible reformar a los dirigentes, aislarlos de tal manera que no pudieran enmarañar sus movimientos o interrumpir su trabajo. Las altas esperanzas que habíamos acariciado en la convención de fusión naturalmente comenzaron a flaquear cuando pasamos por todas estas dificultades.
Pero nunca se encuentra un camino recto en política. La gente que se desanima fácilmente, sin coraje, cuyo corazón se abate cuando encuentran conflictos y reveses, no debería entrar a la política revolucionaria. Es una dura pelea todo el tiempo, nunca hay seguridad de una partida tranquila. ¿Qué se puede esperar? Todo el peso de la sociedad burguesa presiona sobre unos pocos cientos o miles. Si esas personas no tienen una unidad en sus propias concepciones, si caen en peleas entre ellos, eso es también un signo de la tremenda presión de la burguesía mundial sobre la vanguardia del proletariado, y aún más sobre la vanguardia de la vanguardia. La influencia de la sociedad burguesa encuentra expresión algunas veces aún en las secciones del partido obrero revolucionario. En esto está la fuente real de serias luchas fraccionales. Nosotros debemos, si estamos en política, intentar comprender todas esas cosas; tratar de estimarlas claramente desde un punto de vista político y encontrarles una solución política. Eso fue lo que hicimos con los oehleristas. No nos volvimos iracundos o descorazonados. Analizamos la cuestión políticamente y decidimos resolverla políticamente.
La lucha interna estaba paralizando al nuevo partido. Los factores objetivos del movimiento obrero de masas no eran lo suficientemente favorables para ayudarnos a terminar con el fraccionalismo interno mediante un gran flujo de nuevos adeptos. El surgimiento del Ala Izquierda del Partido Socialista fue fatal para nuestro desarrollo futuro en la línea de un movimiento puramente independiente ignorando al Partido Socialista. El solo hecho de que un ala izquierda se estaba levantando en el PS lo hizo más atractivo para los obreros radicales concientes, de lo que había sido por años. El PS era una organización mucho más grande que la nuestra. Y nosotros, observando cada signo y cada síntoma, comenzamos a notar que los trabajadores que estaban despertando a las ideas radicales y otros que habían desistido del movimiento político y querían volver, se estaban uniendo al PS, no a nuestro partido. Tenían la idea de que el PS eventualmente se transformaría en un genuino partido revolucionario, gracias al desarrollo de su ala izquierda. Esto frenó la captación para el Workers Party. Era un signo de advertencia para nosotros de que no debíamos permitirnos quedar aislados del ala izquierda del PS.
Las dificultades financieras nos cercaban en medio de estas complicaciones. Uno de los factores principales en el desarrollo del American Workers Party, como en la CPLA (Conferencia de Acción Obrera Progresista) antes de él, habían sido los contactos y asociaciones personales de Muste, y los recursos financieros que venían de ellos. A su entrada en el movimiento obrero en 1917 -en la huelga de Lawrence- Muste se unió al sindicato de obrero textiles y se volvió uno de sus líderes más prominentes. Después fundó el Brookwood Labor College (Universidad Obrera Brookwood) en Katonah, New York -haciendo por años un gran gasto de dinero. En Brookwood, fundó la CPLA (en 1929). Más tarde abandonó el Brookwood Labor College y se dedicó por completo a la política. Durante todo ese tiempo fue capaz de conseguir considerables sumas de dinero de varias clases de personas que tenían confianza en él personalmente y querían apoyar su trabajo. Había podido retener este sostén a través de sus varias actividades. Eso había sido un aspecto decisivo en la financiación de la CPLA y del AWP. Pero cuando Muste se unió con los trotskistas para formar el Workers Party, esos contribuyentes comenzaron a desaparecer. Muchos de sus contactos, amigos y asociados eran personas de la iglesia, trabajadores sociales cristianos y benefactores en general -gente del submundo teológico del cual había venido Muste. Estaban a favor de mantener un sindicato, dar dinero para los desocupados, financiar colegios para obreros donde los trabajadores pobres pudieran obtener alguna educación, ayudar a una "Conferencia" para hacer algo "progresivo" -cualquier cosa que quisiera decir esto. Pero ¿dar dinero -aún a Muste- para el trotskismo? No, eso iba demasiado lejos. El trotskismo es una cuestión muy seria. Uno a uno, los contribuyentes más generosos de Muste, con los que había contado para financiar actividades del partido único, se fueron.
Habíamos comenzado con un programa bastante ambicioso de actividades partidarias. El entusiasmo de la convención unificada había traído contribuciones de todo tipo y había dinero en mano para empezar. Los muchachos en New York, mientras Muste y yo estábamos de viaje, decidieron que lo mínimo que podíamos hacer era tener un local central presentable. Alquilaron un lugar grande en la esquina de la Calle 15 y la Quinta Avenida. Pienso que el alquiler sería de $150 o $175 al mes. Había oficinas de todo tipo para los diferentes funcionarios y dirigentes. Instalaron un conmutador -no un simple teléfono sino un conmutador, con una chica sentada allí manejándolo mientras los distintos editores y funcionarios tomaban sus teléfonos -no sé a quiénes iban a hablar. Se veía bien terminado. Pero era un veranito de San Martín, no un verano real. En el verano de 1935 fuimos echados por no pagar el alquiler. Tuvimos que hacer lo mejor en esta situación y alquilar una sala vieja bastante poco atractiva en la Calle 1l. Cortamos el conmutador y decidimos tener un solo teléfono -y aún éste fue cortado después de unos meses por cuentas no pagadas. Pero sobrevivimos.
Intentamos lo máximo durante aquel período para desarrollar el trabajo de masas del partido. La Liga Nacional de Desocupados, creada por la vieja organización de Muste, tenía ramas en todo el país, especialmente en Ohio, Pennsylvania y partes de West Virginia. Le dimos, creo, alguna ayuda real a esos trabajadores que habían hecho esa gran tarea. Llegábamos a miles de obreros a través de esas organizaciones de desocupados: Pero la experiencia posterior también nos enseñó una instructiva lección en el campo del trabajo de masas. Las organizaciones de desocupados pueden ser construidas y expandidas rápidamente en tiempos de crisis económica y es muy posible que uno se haga la idea ilusoria de su estabilidad y potencialidades revolucionarias. Como son formaciones laxas y fácilmente dispersas, se escurren entre los dedos como arena. En el momento que un obrero desocupado consigue un trabajo se quiere olvidar de la organización de desocupados. No quiere recordar la miseria de los tiempos pasados. Junto a esto los obreros desocupados crónicos muy frecuentemente son la vía a la desmoralización y a la desesperación. No conozco ninguna tarea en el movimiento revolucionario más desalentadora que la de tratar de mantener una organización así. Es un trabajo muy duro para hacer, mes tras mes y año tras año, en la esperanza de cristalizar algo firme y estable para el movimiento revolucionario.
Una lección segura, creo, a ser extraída de la experiencia de aquel momento, es que los obreros, empleados en las fábricas, son la base real del partido revolucionario. Allí es donde está el potencial, la vitalidad y la confianza en el futuro. Las masas de desocupados, sus organizaciones, nunca pueden sustituir a la base de obreros empleados de fábricas.
En aquel período había rumores de una próxima huelga en la fábrica de caucho de Akron. Fuimos allí muchos de nosotros para tratar de encontrar una forma de entrar en contacto. Nada ocurrió. La huelga fue pospuesta. Menciono el incidente sólo para mostrar que estábamos orientados siempre en dirección de la actividad en las masas, tratando de no desperdiciar oportunidades. En aquel verano estalló la huelga de los obreros de la Chevrolet en Toledo. Nuestros camaradas fueron extremadamente activos en esa huelga. Muste fue allí y ejerció una considerable influencia sobre los dirigentes de esa huelga. Conseguimos un montón de publicidad para sus actividades, pero nada tangible en el sentido de la organización. Esa era una de las debilidades, me parecía, de los métodos de Muste, después de que había tenido la oportunidad de observar sus rasgos personales en un período de tiempo. Era un buen administrador y un buen militante entre las masas, ganaba la confianza de los obreros rápidamente. Pero tendía a adaptarse a las masas más de lo que un dirigente político real puede permitirse, con el resultado de que raramente lograba cristalizar un núcleo firme sobre bases programáticas con funcionamiento permanente. Muste hacía un buen trabajo de masas del cual se beneficiaba eventualmente alguna otra tendencia política menos generosa y entradora que Muste.
En ese período de depresión en el partido y de dificultades internas, Budenz, mostró sus manos. Como uno de los dirigentes del AWP, había venido automáticamente al partido -pero sin ningún entusiasmo-. Se había opuesto a la fusión. Estuvo enfermo en ese momento y nunca participó en el trabajo. Después de unos pocos meses de refunfuñar, comenzó una oposición abierta por su cuenta. Nos acusó de no llevar adelante el "acercamiento norteamericano". Aquel había sido uno de los puntos enfatizados del AWP: que nosotros acercaríamos a los obreros norteamericanos con términos entendibles, hablando su propio lenguaje y que podían ser interpretados en una forma revolucionaria, etc. Nosotros, trotskistas, habíamos enfatizado siempre el internacionalismo en nuestra pelea contra la degeneración nacionalista del stalinismo. Cuando comenzaron a discutir con nosotros, los musteístas quedaron muy sorprendidos al enterarse de que estábamos perfectamente dispuestos a aceptar el "acercamiento norteamericano". De hecho, años atrás en el Partido Comunista, nuestra fracción había sostenido una batalla por esta línea. Le exigimos al PC, que había sido inspirado por la revolución rusa y mantenía sus ojos puestos en Rusia todo el tiempo, que mirara para adentro.
Dijimos que el partido debía americanizarse, adaptarse en todas las formas posibles a la psicología, a los hábitos y tradiciones de los obreros norteamericanos, ilustrar su propaganda siempre que sea posible, con los hechos de la historia norteamericana. Estábamos totalmente de acuerdo con esto. No sé si ustedes notaron que tratamos de aplicarlo un poco en el reciente juicio de Minneápolis. En el interrogatorio, Mr. Schweinhaut intentaba hacerme decir qué haríamos si el ejército y la marina se ponían en contra del gobierno de obreros y campesinos. Le di el ejemplo de la guerra civil norteamericana, de lo que hizo Lincoln.
Estábamos todos por esa clase de norteamericanización, es decir, la adaptación de nuestras técnicas de propaganda al país. Esto es bien leninista también. Pero Budenz mostró rápidamente que por norteamericanismo él entendía una cruda versión de chauvinismo. Vino al comité nacional de nuestro partido con la propuesta de que nuestro programa debería estar de acuerdo a la Constitución; que nuestro programa revolucionario se debía reducir a un proyecto parlamentario. Era una terrible capitulación, un programa filisteo de la peor clase. Budenz trató de crear algunos problemas entre los cuadros, esperando explotar su ignorancia y sus prejuicios. Aquí debíamos ser muy cuidadosos en relación con las repercusiones, porque él había sido un luchador de clase y era conocido por todos los obreros. Se había corrido asiduamente la voz de que los trotskistas eran estudiosos de tesis y extravagantes, que no entendían nada de la realidad del movimiento de masas, y que ningún obrero de las masas tenía nada que ver con ellos. Teníamos que ser muy cuidadosos con este prejuicio que se había diseminado contra nosotros. No nos preocupamos por Budenz. Sabíamos qué número calzaba. Pero estábamos muy interesados en los amigos que tenía entre los trabajadores que habían venido al AWP. Nos movimos muy cuidadosamente contra Budenz. No lo expulsamos, no lo amenazamos. Simplemente abrimos una discusión muy cauta. Comenzamos una explicación paciente, una discusión política, una educación política.
Creo que la educación política que llevamos adelante sobre la cuestión de Budenz en aquel período, fue un modelo en nuestro movimiento. Los resultados estuvieron a la vista cuando Budenz sacó más tarde las conclusiones lógicas de su programa de "norteamericanización" filistea y se vendió al stalinismo que en ese momento estaba agitando la bandera de barras y estrellas con ambas manos. Había esperado romper el partido y llevarse con él a todos esos militantes experimentados y valerosos. Pero contó mal los tantos. Subestimó lo que se había hecho en el proceso de discusión política paciente, y en la cooperación del trabajo en común. Cuando se pusieron las cartas sobre la mesa, Budenz se encontró aislado y se fue con los stalinistas virtualmente solo. Los trabajadores permanecieron leales al partido, y se fueron transformando gradualmente de militantes de base de las masas trabajadoras en genuinos bolcheviques. Eso tomó su tiempo. Nadie nace bolchevique. Se debe aprender. Y eso es un largo tiempo, por una combinación de militancia, lucha, sacrificios personales, pruebas, estudio y discusión. Hacer un bolchevique es un largo y penoso proceso. Pero en compensación, cuando se obtiene un bolchevique se ha conseguido algo. Cuando se obtiene la suficiente cantidad de ellos se puede hacer lo que uno quiera, incluso la revolución.
Tuvimos varias dificultades y disputas internas, todas ellas eran simplemente chispas de la pelea central, sobre la cuestión del ala izquierda del PS. Ese era el punto focal de todo el interés, en el pleno del Comité Nacional en junio de 1935. Tuvimos una gran batalla sobre esto. Este "pleno de junio" es prominente en la historia de nuestro partido. Ya no fue un arrebato desorganizado como el de Pittsburgh en marzo. Fuimos organizados y decididos, preparados con las resoluciones, para hacer de la discusión del pleno el trampolín para una lucha abierta en el partido, que aclararía los hechos y educaría a los militantes.
Exigimos mas énfasis sobre el PS. Era evidente que, el partido no estaba atrayendo a los obreros radicales sin partido, como habíamos esperado. Ganamos a unos pocos pero el grueso se unió al PS, bajo la impresión de que el futuro partido revolucionario tomaría forma a partir de su ala izquierda. A los obreros no les gusta unirse a un partido chico si pueden ser de uno más grande. No se los, puede culpar por eso; no hay ninguna virtud en la pequeñez misma. Veíamos que el PS estaba atrayendo a los obreros y obstruyendo la puerta para la captación del Workers Party. A pesar de esto el ala izquierda del PS no estaba compitiendo concientemente con nosotros, sino que por el peso de su gran cantidad de miembros daban perspectivas, captaban para el PS y alejaban a los obreros de nosotros. El PS estaba en nuestro camino. Teníamos que remover ese obstáculo de nuestro camino.
Los viejos alineamientos se rompieron en el pleno de junio. Burnham se unió a nosotros en apoyo de la resolución Cannon-Shachtman sobre la cuestión del PS. Muste y Oehler se encontraron juntos del otro lado. En la conferencia de activistas obreros de marzo, Muste había estado en un bloque con nosotros, pero los fundamentos políticos no habían sido delineados claramente. Por la época del pleno de junio Muste sospechaba más y más de que podríamos tener posiblemente algunas ideas sobre el PS, que golpearían la integridad del Workers Party como organización. Estaba a muerte contra esto, y entró en un virtual, aunque informal, bloque con los oehleristas. En parte, fue empujado dentro de esta mal aconsejada combinación, por Abern y su pequeña camarilla; ellos no merecían la dignidad del nombre de fracción, porque no tenían principios. Esa camarilla interna sin principios dio un salto en la situación, y la combinación -musteístas, oehleristas y abernistas- constituyó la mayoría en el pleno de junio.
Comenzamos la gran batalla contra el sectarismo como una minoría -tanto en la dirección como en la militancia-. Nuestro programa en breve era este: más atención al ala izquierda y a todos los procesos del PS. ¿Cómo se expresaba esta mayor atención? 1) Por numerosos artículos en nuestra prensa analizando los desarrollos en el PS dirigiéndonos a los trabajadores del ala izquierda, ofreciéndoles consejos y críticas en un tono amigable. Esto facilitaría nuestro acercamiento a ellos. 2) Dando instrucciones a nuestros militantes para establecer contactos personales entre los socialistas de izquierda, e intentar interesarlos en cuestiones de principios, discusiones políticas, reuniones conjuntas. 3) Formar fracciones trotskistas en el PS. Enviar un grupo -30 o 40 militantes- a entrar al PS, y trabajar dentro de él con el objetivo de una educación bolchevique del ala izquierda. Estos puntos constituían la primera mitad de nuestro programa. La segunda mitad era dejar las perspectivas organizativas abiertas por entonces. Esto nos colocaba, aparentemente, en una posición a la defensiva. No dijimos "entremos al PS". Por otro lado, no dijimos que nunca bajo ninguna condición entraríamos al PS. Dijimos: "Mantengamos la puerta abierta en este punto. Mantengamos el Workers Party, intentemos construirlo por medio de un trabajo independiente. Pero establezcamos relaciones estrechas con el ala izquierda del PS, apuntemos a fusionarnos con ellos, y esperemos a ver qué traerán los futuros desarrollos sobre el aspecto organizativo de la cuestión.
De hecho, no podíamos haber entrado al PS en ese momento aún si el partido entero hubiera querido hacerlo. El ala derecha estaba en el control en New York, no nos lo hubiera permitido. Pero concluimos que el PS estaba en un gran fermento y que las cosas podían cambiar radicalmente en un corto tiempo. Queríamos estar preparados para cualquier cambio que pudiera ocurrir. Dijimos: "Puede ser que el ala izquierda sea expulsada del PS y entre al partido o se una a nosotros en un nuevo partido. Puede ser que el ala derecha rompa y nos abra así la situación en el PS de tal manera que tendríamos que entrar para impedir que los stalinistas absorban al movimiento. Dejemos abierta la cuestión y esperemos a ver cómo se desarrolla.
Eso no bastaba para nuestros oponentes. Los oehleristas avanzaban con una propuesta positiva y definitiva, como lo hacen siempre los sectarios. Decían: "No entrar al PS, ni ahora ni nunca, como una cuestión de principios". ¿Por qué debíamos hipotecar el futuro en junio de 1935? ¿Por qué? "Porque el PS está afiliado a la Segunda Internacional que cayó en la bancarrota en 1914 y fue denunciada por Rosa Luxemburgo y Lenin. La Internacional Comunista fue organizada en razón de la bancarrota de la Segunda Internacional. Si nos unimos con el PS -ahora o en el futuro- estaríamos apoyando a la socialdemocracia, y dándole nuevo crédito a los Scheidemanns y a los Noskes que asesinaron a Karl Liebknecht y a Rosa Luxemburgo". Esta es la esencia del oehlerismo, claramente establecida. ¿Explicarles que había habido tremendos cambios, gente nueva, nuevos factores, nuevos realineamientos políticos? Es muy difícil explicar cualquier cosa a los sectarios. Ellos exigían-que nuestro partido repudiara por principio el "Giro francés", el nombre dado a la decisión de los trotskistas franceses de entrar al PS de Francia. Los oehleristas rechazaban esta política en todos los países del mundo. Les dimos batalla en una línea principista. Defendimos el "Giro francés". Dijimos que bajo circunstancias similares haríamos lo mismo en América.
Nos acusaron de planear deliberadamente entrar al PS, de esconder nuestros objetivos con el fin de maniobrar a la militancia. Muchos miembros del partido creyeron por un tiempo esta acusación, pero no había ninguna verdad en ella. Era imposible en ese momento, como entendíamos la situación en el PS, tomar una posición más definida. No propusimos entrar al PS en ese momento pero nos negamos a cerrar el camino para una tal decisión futura por una declaración de principios contra esto. Un partido no puede ser maniobrado, debe ser educado -si se tiene en mente construir un partido revolucionario. Yo diría que una dirección que juega esa clase de juego no merece ninguna confianza en absoluto. Nunca me identificaría con esa clase de políticas. Si uno cree en algo, lo que hay que hacer es comenzar a propagandizarlo de entrada, con el fin de obtener experiencia tan pronto como sea posible. Un partido que no actúa concientemente, con un conocimiento pleno de lo que está haciendo y por qué lo está haciendo, no vale mucho. Mantenerse quieto y esperar poder contrabandear de una forma u otra un programa- eso no es política marxista; eso es política pequeño burguesa, de la que el moralista profesor Burnham más tarde nos dio algunos ejemplos. El propósito de conjunto de cualquier lucha fraccional desde un punto de vista trotskista, no es simplemente sacar ventaja y ganar la mayoría por un día. Esa es una concepción perversa; pertenece a otro mundo que no es el nuestro.
El pleno de junio fue totalmente abierto a los militantes. La discusión se había hecho tan acalorada que no podíamos mantenerla entre cuatro paredes. Todo el partido la seguía con interés. De cualquier modo, estaban todos en la puerta. Hay alguna peculiaridad física en los trotskistas- no sé cuál es. Normalmente no tienen más dureza física que las otras personas, a veces menos. Pero he notado más de una vez que en peleas políticas, cuando es cuestión de pelear por alguna idea política, los trotskistas pueden estar despiertos mucho tiempo y hablar mucho más y más frecuentemente que la gente de algún otro tipo político. Una parte de nuestra ventaja en el pleno fue la física. Simplemente los cansamos. Finalmente, a eso de las 4 de la tercera mañana, exhaustos, la mayoría cerró el debate. Presentaron una moción para terminar la discusión a las 3. Después hablamos por una hora más, sobre la base de que eso violaba la democracia. Para ese momento estaban tan cansados que no se fijaron si era democrático o no, pero estábamos frescos como margaritas. Cerraron el pleno con nosotros en minoría pero a la ofensiva hasta último momento.
Del pleno la discusión se llevó a los militantes. Estábamos decididos a derrotar la política sectaria y a aislar a la fracción sectaria. Después de 4 meses de discusión interna era evidente que habíamos triunfado. El bloque Muste-Oehler se había roto bajo los martilleos de la discusión, y los oehleristas fueron aislados. En el curso de los desarrollos posteriores, se hizo manifiesta la deslealtad de la izquierda sectaria. Comenzaron a romper la disciplina partidaria, distribuyendo sus propias publicaciones en reuniones públicas a pesar de la prohibición del partido. Vinieron con tesis demandando su derecho de fundar una prensa propia como una fracción independiente. En el pleno de octubre votamos una resolución explicando que sus exigencias eran imposibles de garantizar desde un punto de vista práctico y falsas por principio desde el punto de vista del bolchevismo. Shachtman escribió esa resolución mostrando por qué sus demandas eran equivocadas y por qué no las podíamos conceder. Más tarde, en la pelea con la oposición pequeño-burguesa, Shachtman escribió otra resolución mostrando cómo era correcto por principio y necesario para su fracción tener un órgano dual independiente. Esa contradicción no es nada extraño ni nuevo para nosotros. Shachtman siempre se distinguió no sólo por una extraordinaria versatilidad literaria, que le permitía escribir igualmente bien en ambos lados de la cuestión. Creo en darle a todo hombre su cumplido, y Shachtman merece el título en esa adulación.
El pleno de octubre rechazó las exigencias de los oehleristas, y sobre la moción de Muste, les advirtió que cesaran y desistieran en adelante de violar la disciplina partidaria. Ellos no consideraron la advertencia y continuaron violándola sistemáticamente. Sobre esa base fueron expulsados poco después del pleno de octubre.
Entre tanto, mientras pasaba todo esto en nuestras filas, las cosas se precipitaron rápidamente en el PS. El ala derecha, que estaba concentrada en New York alrededor de la Rand School, el Daily Forward y la burocracia sindical, se volvió más y más agresiva en la pelea, y encontrándose en minoría rompieron por iniciativa propia en diciembre de 1935. Esto creó una situación totalmente nueva en el PS. La ruptura del ala derecha nos dio la oportunidad que necesitábamos para establecer contacto directo con la pujante ala izquierda. Gracias al ajuste definitivo de cuentas con los sectarios, nuestras manos estaban libres en aquel momento y estábamos listos para aprovechar la oportunidad.
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