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León Trotsky


La revolución permanente




VII. ¿Qué significa actualmente para el Oriente
la consigna de la dictadura democrática?



Escrito: En México, en 1930.
Traducción: Andreu Nin.
Digitalización: Juan Mari Madariaga, para la Red Vasca Roja, 1999-2000.
Fuente: Red Vasca Roja, abril 2000.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, abril de 2000.




Ya definitivamente perdido en la comprensión estalinista de las "etapas" históricas --concepción evolucionista y filistea y no revolucionaria--, el propio Radek intenta ahora también canonizar la consigna de la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos para todo el Oriente. Radek hace un esquema suprahistórico, de la hipótesis del bolchevismo que Lenin adoptó al desarrollo de un país determinado, modificó, concretizó, y en una etapa determinada, abandonó. He aquí lo que Radek repite incansablemente a este propósito, en su artículo:

"Esta teoría y la táctica que se desprende de la misma son aplicables a todos los países de desarrollo capitalista joven, en los cuales la burguesía no haya liquidado las cuestiones que le han legado las formaciones sociales y políticas anteriores."

Reflexionad sobre esta fórmula, y veréis que no es mas que una solemne justificación de la posición de Kaménev en 1917. ¿Acaso la burguesía rusa "liquidó" a través de la Revolución de Febrero las cuestiones de la revolución democrática? No; éstas se quedaron sin resolver, y, entre ellas, la cuestión de las cuestiones: la cuestión agraria. ¿Cómo Lenin no comprendió que la vieja fórmula era todavía "aplicable"? ¿Por qué la abandonó?

Radek ha contestado antes a esto: sencillamente porque se había "realizado" ya. Ya tuvimos ocasión de examinar esta contestación, completamente inconsistente, aún en labios de Radek, el cual sostiene que la esencia de la antigua consigna leninista no consiste, ni mucho menos, en las formas de poder, sino en la liquidación real de las reminiscencias feudales mediante la colaboración del proletariado con los campesinos. Pero precisamente esto es lo que la etapa de Kerenski no dio. De aquí se deduce que para la solución del problema actualmente más agudo, el problema chino, la excursión de Radek por nuestro pasado no tiene ningún sentido. Había que razonar, no acerca de lo que Trotski comprendía y no comprendía en 1905, sino acerca de lo que no comprendían Stalin, Mólotov y, sobre todo, Rikov y Kaménev en febrero y marzo de 1917 (ignoro cuál fuese la posición del propio Radek, en aquellos días). Pues si se entiende que la dictadura democrática se "realizó" en el doble poder hasta el punto de hacerse inaplazable la sustitución de la vieja consigna, entonces será necesario reconocer que en China la "dictadura democrática" se realizó de un modo más concreto y definitivo en el régimen del "Kuomintang", esto es, bajo el mando de Chang-Kai-Chek y Van-Tin-Vei con la cola de Tan: Pin-Sian (1). Por consiguiente, con tanto mayor motivo era obligatoria la sustitución de la consigna en China.

¿Pero acaso la "herencia de las formaciones sociales y políticas anteriores" ha sido liquidada en China? No; no lo ha sido. ¿Pero es que lo había sido en nuestro país el 4 de abril de 1917, cuando Lenin declaró la guerra a todos los elementos dirigentes de la "vieja guardia bolchevique"? Radek se contradice sin remedio, se confunde y va de una parte a otra. Observemos que no es en él accidental el empleo de la compleja expresión relativa a la "herencia de las formaciones" variándola en distintos pasajes y evitando evidentemente una expresión mas breve: las supervivencias del feudalismo o del servilismo. ¿Por qué? Porque hace dos días negaba simplemente estas supervivencias, privando con ello mismo de base a la dictadura democrática. En su informe a la Academia Comunista, decía:

"Las fuentes de la Revolución china no son menos profundas que las de nuestra Revolución de 1905. Se puede decir con firmeza que la alianza de la clase obrera con los campesinos será allí más fuerte de lo que lo fue en nuestro país en 1905, por la sencilla razón de que en China atacarán no a dos clases, sino a una sola: a la burguesía."

Sí; «por esa sencilla razón». Pero si el proletariado junto con los campesinos ataca a una sola clase, a la burguesía --no a la supervivencia del feudalismo, sino a la burguesía--, entonces permita que le pregunte a usted, ¿cómo se llama tal revolución? ¿Democrática? Observad que Radek decía esto no en 1905 ni en 1909, sino en marzo de 1927. ¿Cómo se pueden atar estos cabos? Muy sencillamente. En marzo de 1927, Radek se desviaba también del buen camino, pero hacia otro lado. En sus tesis sobre la cuestión china, la oposición introdujo una enmienda radical en la actitud unilateral sostenida en aquel entonces por Radek. Pero en las palabras de este último que acabamos de reproducir había, sin embargo, una parte de verdad: en China los terratenientes casi no existen como clase, los propietarios de tierras están ligados con los capitalistas de un modo incomparablemente más estrecho que en la Rusia zarista; por eso el peso específico de la cuestión agraria en China es mucho menor que en la Rusia zarista; en cambio, ocupa un lugar inmenso el objetivo de emancipación nacional. De acuerdo con esto, la capacidad de los campesinos chinos en el sentido de la lucha política revolucionaria independiente por la renovación democrática del país no puede en ningún modo ser superior a la de los campesinos rusos. Esto halló en parte su expresión en el hecho de que ni antes de 1905, ni durante los tres años de revolución, apareció en Rusia ningún partido populista que inscribiera la revolución agraria en sus banderas. Todo esto en conjunto muestra que para China, que ha dejado ya atrás la experiencia de 1925-1927, la fórmula de la dictadura democrática representa en sí una ratonera reaccionaria, todavía más peligrosa de lo que lo fue en nuestro país después de la Revolución de Febrero.

Otra incursión en el pasado todavía más remoto, efectuada por Radek, se vuelve también sin misericordia contra él. En esta ocasión se trata de la consigna de la revolución permanente lanzada por Marx en 1850.

"En Marx, --dice Radek- no había la consigna de la dictadura democrática, pero en Lenin ésta se convirtió en un eje político desde 1905 hasta 1917 y entró como parte integrante en su idea de la revolución en todos [?] los países de desarrollo capitalista incipiente [?]."

Apoyándose en algunas líneas de Lenin, Radek explica esta diferencia de posición como sigue: el objetivo central de la Revolución alemana era la unidad nacional; en nuestro país, la revolución agraria. Si no se mecaniza esta oposición y se observan las proporciones, hasta cierto punto es justa. Pero entonces, ¿qué se puede decir de China?; el peso específico del problema nacional en comparación con el agrario, en China, en su calidad de país semicolonial, es incomparablemente mayor incluso que en la Alemania de 1848-1850, pues en China se trata al mismo tiempo de unificación y de emancipación. Marx formuló su perspectiva de revolución permanente cuando en Alemania se alzaban aún todos los tronos, los "junkers" poseían la tierra y a los elementos dirigentes de la burguesía se les permitía que llegaran únicamente hasta la antesala del poder. En China la monarquía no existe ya desde el año 1911, no hay una clase independiente de grandes terratenientes, está en el poder el "Kuomintang" nacional-burgués, y las relaciones feudales se han fundido químicamente, por decirlo así, con la explotación burguesía. Por lo tanto, la comparación establecida por Radek entre la posición de Marx y la de Lenin, se vuelve enteramente contra la consigna de la dictadura democrática en China.

Además, Radek toma incluso la posición de Marx de un modo falto de seriedad, casual, episódico, limitándose a la circular de 1850 en que Marx considera aún a los campesinos como a los aliados naturales de la democracia pequeño burguesa urbana. En aquel entonces Marx esperaba una etapa independiente de la revolución democrática en Alemania, esto es, el advenimiento temporal al poder de los radicales pequeño burgueses urbanos, apoyándose en los campesinos. He aquí el nudo de la cuestión. Pero esto fue precisamente lo que no sucedió. Y no casualmente. Ya a mediados del siglo pasado, la democracia pequeño burguesa se mostró impotente para realizar su revolución independiente. Y Marx tuvo en cuenta esta lección. El 16 de agosto de 1856 --seis años después de la circular mencionada-- Marx escribía a Engels:

"En Alemania todo dependerá de la posibilidad de respaldar la revolución proletaria sobre una especie de segunda edición de la guerra campesina. Si se logra esto, las cosas marcharán de un modo excelente."

Estas interesantísimas palabras, absolutamente olvidadas por Radek, constituyen verdaderamente una preciosa clave para la Revolución de Octubre, y el problema que nos está ocupando. ¿Es que Marx saltaba por alto de la revolución agraria? No, como hemos visto. ¿Consideraba necesaria la colaboración del proletariado y de los campesinos en la revolución próxima? Sí. ¿Admitía la posibilidad del papel directivo o tan siquiera independiente de los campesinos en la revolución? No; no lo admitía. Marx partía del punto de vista de que los campesinos, que no consiguieron apoyar a la democracia burguesa en la revolución democrática independiente (por culpa de la burguesía democrática y no de los campesinos), podrían apoyar al proletariado en su revolución. "Entonces las cosas marcharán de un modo excelente". Radek parece no querer observar que esto fue precisamente lo que sucedió en Octubre y no del todo mal, por cierto.

Las conclusiones aplicables a la China que se desprenden de aquí, son absolutamente claras. Se trata, no del papel decisivo de los campesinos como aliados ni de la inmensa importancia de la revolución agraria, sino de saber si en China es posible una revolución agrario-democrática independiente o si "una nueva edición de la guerra campesina" apoyará a la dictadura proletaria. Sólo así está planteada la cuestión. Quien la plantee de otro modo no ha aprendido ni ha comprendido nada y no hace más que descarriar y confundir al Partido comunista chino.

Para que los proletarios de los países de Oriente puedan abrirse el camino que ha de conducirles a la victoria, es necesario ante todo arrojar por la borda la teoría pedantesca y reaccionaria de las "etapas" y de las fases, inventada por Stalin-Martínov. El bolchevismo ha crecido en la lucha contra este evolucionismo vulgar. Hay que seguir, no una ruta fijada a priori, sino la que nos indique el desarrollo real de la lucha de clases. Abandonad la idea de Stalin y Kuusinen de establecer un turno para los países de distinto nivel de desarrollo proveyéndolos de antemano de bonos para las distintas raciones revolucionarias. Lo repetimos: hay que seguir el camino indicado por el desarrollo real de la lucha de clases. En este sentido, Lenin es un guía inapreciable, pero hay que tomarlo en su conjunto.

Cuando en 1919, sobre todo en relación con la organización de la Internacional Comunista, Lenin reducía a la unidad las consecuencias del período transcurrido y daba a las mismas una fórmula teórica más decidida, interpretaba la etapa de Kerenski y Octubre del siguiente modo: "En la sociedad burguesa con contradicciones de clase ya desarrolladas, puede haber únicamente la dictadura de la burguesía, descarada o encubierta, o la dictadura del proletariado. No cabe ningún régimen transitorio. Toda democracia, toda "dictadura de la democracia" (comillas irónicas de Lenin), no será más que una envoltura del régimen de la burguesía, como lo ha mostrado la experiencia del país más atrasado de Europa, Rusia, en la época de su revolución burguesa, esto es, en la época mas favorable para la "dictadura de la democracia". Lenin utilizó esta conclusión como base de sus tesis sobre la democracia, las cuales fueron un resultado de la experiencia conjunta de las Revoluciones de Febrero y Octubre.

Radek, como muchos otros, separa mecánicamente la cuestión. de la democracia en general de la dictadura democrática, lo cual constituye una fuente de los mayores errores. La "dictadura democrática" no puede ser más que la dominación encubierta de la burguesía durante la Revolución, como nos lo enseña la experiencia tanto de nuestro "doble poder" (1917) como la del "Kuomintang" chino.

La impotencia de los epígonos se manifiesta con una evidencia singular en el hecho de que aún actualmente intentan oponer la dictadura democrática tanto a la dictadura de la burguesía como a la del proletariado. Esto significa que la dictadura democrática debe tener un contenido intermedio, esto es, pequeño burgués. La participación del proletariado en la misma, no cambia las cosas, pues en la naturaleza no existe entre las distintas clases una línea media. Si no se trata de la dictadura de la burguesía ni la del proletariado, esto significa que el papel determinante y decisivo debe desempeñarlo la pequeña burguesía. Pero esto nos vuelve a la misma cuestión, a la cual han contestado prácticamente tres revoluciones rusas y dos revoluciones chinas: ¿es capaz actualmente la pequeña burguesía, en las condiciones de la dominación mundial del imperialismo, de desempeñar un papel revolucionario dirigente en los países capitalistas, aunque éstos sean atrasados y no hayan resuelto aún sus problemas democráticos?

No ignoramos que hubo épocas en que los sectores inferiores de la pequeña burguesía instauraron su pequeña dictadura revolucionaría. Pero eran esas épocas en que el proletariado o preproletariado de aquel entonces no se separaba aún de la pequeña burguesía, sino que, al contrario, en su aspecto aún no completamente desarrollado, constituía el núcleo fundamental de la misma. Ahora es completamente diferente. No se puede ni tan siquiera hablar de la capacidad de la pequeña burguesía para dirigir la vida de una sociedad burguesa aunque sea atrasada, por cuanto el proletariado se ha separado ya de la pequeña burguesía y se levanta hostilmente contra la grande sobre la base del desarrollo capitalista, que condena a la pequeña burguesía a la insignificancia y coloca a los campesinos ante la necesidad de elegir políticamente entre la burguesía y el proletariado. Cada vez que los campesinos eligen a un partido exteriormente pequeño burgués apoyan de hecho al capital financiero. Si durante la primera Revolución rusa, o en el período comprendido entre dos revoluciones, podía aún haber divergencias sobre el grado de independencia (únicamente sobre el grado), esta cuestión ha sido resuelta de un modo definitivo por el curso de los acontecimientos de los últimos doce años.

Después de Octubre, se ha planteado prácticamente de nuevo en muchos países, en todos los aspectos y combinaciones posibles, y se ha resuelto siempre de un modo idéntico. Después de la experiencia del kerenskismo, la fundamental ha sido, como se ha dicho ya, la del "Kuomintang". Pero no tiene menos importancia la experiencia del fascismo en Italia, donde la pequeña burguesía arrebató el poder a los viejos partidos burgueses con las armas en la mano para transmitirlo inmediatamente, a través de sus directores, a la oligarquía financiera. La misma cuestión se planteó en Polonia, donde el movimiento de Pilsudski fue dirigido de un modo inmediato contra el gobierno reaccionario de los burgueses y terratenientes y fue la expresión de las aspiraciones de las masas pequeño burguesas y aun de amplios sectores del proletariado. No es casual que el viejo socialdemócrata polaco V. Arski, temiendo no "apreciar en su justo valor el papel de los campesinos" identificara el golpe de Estado de Pilsudski con la "dictadura democrática de los obreros y de los campesinos". Nos llevaría demasiado tiempo analizar aquí la experiencia búlgara, o sea, la política vergonzosamente confusa de los Kolárov y Kabakchíev con respecto al partido de Stambuliski, o el ignominioso experimento hecho con el Partido Obrero y Campesino en los Estados Unidos, o el idilio de Zinoviev con Radich, o la experiencia del Partido Comunista de Rumania y así hasta el infinito. En mi Crítica del Programa de la Internacional Comunista he analizado algunos de estos hechos en sus elementos sustanciales. La conclusión fundamental confirma y robustece completamente las lecciones de Octubre: la pequeña burguesía, incluyendo en ella a los campesinos, es incapaz de dirigir la sociedad burguesa moderna, aunque sea atrasada, ni en la época de revolución ni en la de reacción. Los campesinos pueden apoyar la dictadura de la burguesía o sostener la del proletariado. Las formas intermedias son una tapadera de la dictadura de la burguesía, ya vacilante o todavía inconsistente después de las sacudidas (kerensquismo, fascismo, pilsudsquismo).

Los campesinos pueden ir con la burguesía o con el proletariado. Si éste intenta ir a toda costa con los campesinos, que todavía no están con él, el proletariado va de hecho a la zaga del capital financiero: los obreros partidarios de la defensa nacional en 1917 en Rusia, los obreros del "Kuomintang", los comunistas entre ellos, los obreros del PPS (2), y en parte los comunistas en 1926 en Polonia, etc., etc. Quien no haya reflexionado sobre esto hasta sus últimas consecuencias, el que no haya comprendido los acontecimientos siguiendo sus huellas vivas, es mejor que no se mezcle en la política revolucionaria.

La conclusión fundamental que Lenin sacaba de las lecciones de Febrero y Octubre en la forma más definida y general rechaza de lleno la idea de la "dictadura democrática". He aquí lo que escribió más de una vez a partir de 1918:

"Toda la economía política, toda la historia de las revoluciones, toda la historia del desarrollo político en el transcurso de todo el siglo XIX nos enseña que el campesino marcha siempre o con el obrero o con el burgués. Si no sabéis por qué, diría yo a los ciudadanos que no lo han comprendido..., reflexionad sobre el desarrollo de cualquiera de las grandes revoluciones de los siglos XVIII y XIX, sobre la historia política de cualquier país en el siglo XIX y obtendréis la respuesta. La economía de la sociedad capitalista es tal, que la fuerza dominante no puede ser más que el capital o el proletariado después de derrocar a aquél. No hay otras fuerzas en la economía de dicha sociedad." (Obras, t. XVI, p. 217).

No se trata aquí de la Inglaterra o la Alemania contemporáneas. Basándose en las lecciones de cualquiera de las grandes revoluciones de los siglos XVIII y XIX, esto es, de las revoluciones burguesas en los países atrasados, Lenin llega a la conclusión de que es posible o la dictadura de la burguesía o la del proletariado. No cabe dictadura "democrática", esto es, intermedia.

 

Como hemos visto, Radek resume su excursión teórica e histórica en un aforismo que no puede ser más endeble, a saber, que hay que distinguir la revolución burguesa de la socialista. Después de descender hasta esta "etapa", Radek tiende un dedo a Kuusinen, el cual, partiendo de su único recurso, esto es, del "sentido común", considera inverosímil que tanto en los países adelantados como en los atrasados se pueda propugnar la consigna de la dictadura del proletariado. Con la sinceridad del hombre que no comprende nada, Kuusinen acusa a Trotski de "no haber aprendido nada" desde 1905. Y Radek, siguiendo el ejemplo de Kuusinen, ironiza: para Trotski "la peculiaridad de las revoluciones china e india consiste precisamente en que no se distinguen en nada de las de Europa occidental, y por esto deben conducir en sus primeros [?] pasos a la dictadura del proletariado."

Radek olvida un pequeño detalle: la dictadura del proletariado se ha realizado, no en los países de la Europa occidental, sino precisamente en un país atrasado del Oriente europeo. ¿Tiene la culpa Trotski de que el proceso histórico haya prescindido del carácter "peculiar" de Rusia? Radek olvida, ademas, que en todos los países capitalistas, a pesar de la variedad de su nivel de desarrollo, de sus estructuras sociales, de sus tradiciones, etc., esto es, a pesar de todas sus "peculiaridades" domina la burguesía, o más exactamente, el capital financiero. De nuevo el poco respeto por las características peculiares parte aquí del proceso histórico, y en modo alguno de Trotski.

¿En qué consiste entonces la diferencia entre los países avanzados y los atrasados? La diferencia es grande, pero así y todo se trata de una diferencia en los límites de la dominación de las relaciones capitalistas. Las formas y métodos de dominación de la burguesía en los distintos países son extraordinariamente variados. En uno de los polos, su dominación tiene un carácter claro y absoluto: los Estados Unidos. En el otro polo -India- el capital financiero se adapta a las instituciones caducas del medioevo asiático, sometiéndoselas e imponiendo sus métodos a las mismas. Pero tanto aquí como allí domina la burguesía. De esto se deduce que la dictadura del proletariado tendrá asimismo en los distintos países capitalistas un carácter extremadamente variado, en el sentido de la base social, de las formas políticas, de los objetivos inmediatos y del impulso de actuación. Pero sólo la hegemonía del proletariado, convertida en dictadura de este último, después de la conquista del poder, puede conducir a las masas populares a la victoria sobre el bloque de los imperialistas, de los feudales y de la burguesía nacional.

Radek se imagina que al dividir a la humanidad en dos grupos: uno "maduro", para la dictadura socialista; otro, únicamente para la democrática, tiene en cuenta con ello mismo, en oposición a mí, las características "peculiares" de los distintos países. En realidad, no hace más que poner en circulación una fórmula rutinaria y estéril, susceptible únicamente de impedir que los comunistas estudien las peculiaridades características reales de cada país, esto es, el entrelazamiento en el mismo de las distintas fases y etapas del desarrollo histórico.

Un país que no haya realizado o consumado su revolución democrática, presenta peculiaridades de la mayor importancia, que deben servir de base al programa de la vanguardia proletaria. Sólo basándose en un programa nacional semejante, puede el partido comunista desarrollar una lucha verdadera y eficaz contra la burguesía y sus agentes democráticos por la mayoría de la clase obrera y de las masas explotadas en general.

La posibilidad de éxito en esta lucha se halla determinada naturalmente en un grado considerable por el papel del proletariado en la economía del país; por consiguiente, en el nivel de desarrollo capitalista de este último. Pero no es éste ni mucho menos el único criterio. Importancia no menor tiene la cuestión de saber si existe en el país un problema "popular" amplio y candente en cuya resolución esté interesada la mayoría de la nación y que exija las medidas revolucionarias más audaces. Son problemas de este orden el agrario y el nacional, en sus distintas combinaciones. Teniendo en cuenta el carácter agudo del problema agrario y lo insoportable del yugo nacional en los países coloniales, el proletariado joven y relativamente poco numeroso puede llegar al poder, sobre la base de la revolución nacional-democrática, antes que el proletariado de un país avanzado sobre una base puramente socialista. Parece que después de Octubre no debía ser necesario demostrar esto. Pero durante estos años de reacción ideológica y de degeneración teórica epigónica, se han apagado hasta tal punto las ideas más elementales sobre la Revolución, que no hay mas remedio que empezar cada vez de nuevo.

¿Significa lo dicho que en la actualidad todos los países del mundo hayan madurado ya, de un modo u otro, para la revolución socialista? No; esto es un modo falso, estéril, escolástico, propio de Stalin-Bujarin, de plantear la cuestión. Indiscutiblemente, toda la economía mundial en su conjunto ha madurado para el socialismo. Sin embargo, eso no significa que haya madurado cada uno de los países. En este caso, ¿cómo se puede hablar de dictadura del proletariado en algunos países, tales como China, India, etc.? A esto contestaremos: la historia no se hace por encargo. Un país puede "madurar" para la dictadura del proletariado sin haber madurado, ni mucho menos, no sólo para una edificación independiente del socialismo, sino ni aun para la aplicación de vastas medidas de socialización. No hay que partir de la armonía predeterminada de la evolución social. La ley del desarrollo desigual sigue viviendo, a pesar de los tiernos abrazos teóricos de Stalin. Esta ley manifiesta su fuerza no sólo en las relaciones entre los países, sino también las interrelaciones de los distintos procesos en el interior de un mismo país. La conciliación de los procesos desiguales de la economía y de la política se puede obtener únicamente en el terreno mundial. Esto significa, en particular, que la cuestión de la dictadura del proletariado en China no se puede examinar únicamente dentro del marco de la economía y de la política chinas. Y aquí llegamos de lleno a dos puntos de vista que se excluyen recíprocamente: la teoría internacional revolucionaria de la revolución permanente y la teoría nacional-reformista del socialismo en un solo país. No sólo la China atrasada, sino en general ninguno de los países del mundo, podría edificar el socialismo en su marco nacional: el elevado desarrollo de las, fuerzas productivas, que sobrepasan las fronteras nacionales, se opone a ello, así como el insuficiente desarrollo para la nacionalización. La dictadura del proletariado en Inglaterra, por ejemplo, chocaría con contradicciones y dificultades de otro carácter, pero acaso no menores de las que se plantearían a la dictadura del proletariado en China. En ambos casos, las contradicciones pueden ser superadas únicamente en el terreno de la revolución mundial. Este modo de plantear la cuestión elimina la de si China "ha madurado" o no para la transformación socialista. Aparece indiscutible que el atraso de dicho país dificulta extraordinariamente la labor de la dictadura proletaria. Pero repetimos: la historia no se hace por encargo, y al proletariado chino nadie le ha dado a elegir.

¿Significa esto, por lo menos, que todo país, incluso un país colonial atrasado, haya madurado ya si no para el socialismo, para la dictadura del proletariado? No. Entonces, ¿qué posición adoptar ante la revolución democrática en general y las colonias en particular? ¿Dónde está escrito, contesto yo, que todo país colonial haya madurado ya para la resolución inmediata y completa de sus problemas nacionales y democráticos? Hay que plantear la cuestión de otro modo. En las condiciones de la época imperialista, la revolución nacional-democrática sólo puede ser conducida hasta la victoria en el caso de que las relaciones sociales y políticas del país de que se trate hayan madurado en el sentido de elevar al proletariado al poder como director de las masas populares. ¿Y si no es así? Entonces, la lucha por la emancipación nacional dará resultados muy exiguos, dirigidos enteramente contra las masas trabajadoras. En 1905, el proletariado de Rusia no se mostró aún suficientemente fuerte para agrupar a su alrededor a las masas campesinas y conquistar el poder. Por esta misma causa, la revolución quedó detenida a medio camino y después fue descendiendo más y mas. En China, donde, a pesar de las circunstancias excepcionalmente favorables, la dirección de la Internacional Comunista impidió que el proletariado luchara por el poder, los objetivos nacionales hallaron una solución mezquina e inconsistente en el régimen del "Kuomintang".

Es imposible predecir cuándo ni en qué circunstancias un país colonial ha madurado para la solución verdaderamente revolucionaria de los problemas agrario y nacional. Pero lo que en todo caso podemos ahora decir con completa certeza, es que no sólo China, sino también la India, sólo pueden llegar a una democracia verdaderamente popular, esto es, únicamente, obrero-campesina, a través de la dictadura del proletariado. En el camino que conduce a esto pueden aparecer aún muchas etapas, fases y estadios. Bajo la presión de las masas populares, la burguesía dará todavía pasos hacia la izquierda con el fin de lanzarse luego sobre el pueblo de un modo más implacable. Son posibles y probables periodos de doble poder. Pero lo que no habrá ni puede haber es una verdadera dictadura democrática que no sea la dictadura del proletariado. Una dictadura democrática "independiente" puede tener únicamente el carácter de régimen del "Kuomintang", es decir, dirigido completamente contra los obreros y campesinos. Debemos de antemano comprenderlo y enseñarlo a las masas, no cubriendo las realidades de clase con una fórmula abstracta.

Stalin y Bujarin sostenían que en China, gracias al yugo del imperialismo, la burguesía podría realizar la revolución nacional. Lo ensayaron. ¿Y el resultado? Llevaron al proletariado al matadero. Luego dijeron: ha llegado el turno de la dictadura democrática. La dictadura pequeño burguesa resultó ser únicamente la dictadura enmascarada del capital. ¿Casualmente? No; "el campesino va con los obreros o con la burguesía". En un caso se obtiene la dictadura de la burguesía; en otro, la del proletariado.

Parece que la lección china es suficientemente clara, incluso para un curso por correspondencia. No -nos objetan-; no fue más que una experiencia fracasada, volveremos a empezar de ,nuevo, y esta vez crearemos una dictadura democrática verdadera". ¿Siguiendo qué camino? Sobre la base social de la colaboración del proletariado y de los campesinos, nos dice Radek, ofreciéndonos un descubrimiento novísimo. Pero, permita usted, el "Kuomintang" se erigió precisamente sobre esta misma base: los obreros y los campesinos "colaboraron" sacándole a la burguesía las castañas del fuego. Decidnos: ¿cuál será la mecánica política de esta colaboración? ¿Con qué reemplazaréis al "Kuomintang"? ¿Qué partido subirá al poder? Designadlo, aunque no sea más que aproximadamente. A esto, Radek contesta (en 1928) que sólo las mentalidades caducas, incapaces de comprender la complejidad del marxismo, pueden interesarse por la cuestión técnica secundaria de qué clase ha de ser caballo y cuál ha de ser jinete. El bolchevique debe "abstraerse" de la superestructura política en provecho de la base de clase. --No, déjese usted de chanzas. Nos hemos "abstraído" ya demasiado. Estamos de ello hasta la coronilla. Nos "abstraemos" en China de la cuestión de la expresión de partido de la colaboración de clase, llevamos al proletariado al "Kuomintang", nos entusiasmamos con éste hasta perder el sentido, se ofreció una resistencia a la salida del "Kuomintang" se dejaron a un lado las cuestiones políticas combativas para repetir una fórmula abstracta, y cuando la burguesía ha roto el cráneo de un modo muy concreto al proletariado, se nos propone: ensayémoslo otra vez. Y, para empezar, "abstraigámonos" de nuevo de la cuestión de los partidos y del poder revolucionario. No. Es esta una broma de mal género. No permitiremos que se nos arrastre hacia atrás.

Todo este equilibrismo se hace, como hemos dicho, en interés de la alianza de los obreros y campesinos. Radek pone en guardia a la oposición contra la subvaloración de los campesinos y evoca la lucha de Lenin contra los mencheviques. Cuando u ve lo que se hace con los textos de Lenin, a veces se siente la amarga ofensa que se infiere a la dignidad del pensamiento humano. Sí; Lenin dijo más de una vez que la negación del papel revolucionario de los campesinos era característica de los mencheviques. Y era verdad. Pero, además de estos textos hubo en el mundo otra cosa que se llamó el año 1917, con la particularidad de que durante los ocho meses que separaron a la Revolución de Febrero de la de Octubre, los mencheviques formaron un bloque indisoluble con los socialistas revolucionarios. Y en aquel período, estos últimos representaban a la mayoría aplastante de los campesinos despertados por la revolución. Los mencheviques, junto con los socialistas revolucionarios, se aplicaron el calificativo de democracia revolucionaria y lanzaban a la cara de todo el mundo como un reto que eran precisamente ellos los que se apoyaban en la alianza de los obreros y campesinos (soldados). Por lo tanto, después de la Revolución de Febrero, los mencheviques expropiaron, por decirlo así, la fórmula bolchevista de la alianza de los obreros y campesinos. A los bolcheviques les acusaban de tender a divorciar los campesinos de la vanguardia revolucionaria matando con ello la revolución. En otros términos, los mencheviques acusaban a Lenin de ignorar a los campesinos, o, por lo menos, de no apreciar todo su valor. La critica de Kaménev, Zinoviev y otros contra Lenin, no era más que un eco de la. de los mencheviques. La crítica actual de Radek no es más que un eco retrasado de la de Kaménev.

La política de los epígonos en China, la de Radek inclusive, es la continuación y el desarrollo de la mascarada menchevista de 1916. La permanencia del Partido Comunista en el "Kuomintang" se justificaba no sólo por Stalin, sino también por Radek, en la necesidad de esa misma alianza de los obreros y campesinos. Cuando se aclaró "inesperadamente" que el "Kuomintang" era un partido burgués, remitiese la experiencia con respecto al "Kuomintang" de "izquierda". Los resultados fueron los mismos. Entonces, sobre este triste caso concreto, que no justificó las grandes esperanzas que había despertado, se elevó la abstracción de la dictadura democrática en oposición a la dictadura del proletariado. De nuevo se repitió el pasado. En 1917 oímos centenares de veces de los labios de Tsereteli, Dan y otros: "Tenemos ya la dictadura de la democracia revolucionaria, y vosotros nos queréis llevar a la dictadura del proletariado, o sea, a la ruina." Verdaderamente, la gente tiene poca memoria. Decididamente, la "dictadura revolucionaria democrática" de Stalin-Radek, no se diferencia en nada de la "dictadura de la democracia revolucionaria" de Tsereteli-Dan. Sin embargo, esta fórmula no sólo la hallamos en todas las resoluciones de la Internacional Comunista, sino que penetró en el programa de la misma. Es difícil imaginarse una mascarada más cruel y al mismo tiempo una venganza más dura del menchevismo de las ofensas que le fueron inferidas por el bolchevismo en 1917.

Los revolucionarios de Oriente pueden exigir una respuesta concreta, fundada no en viejos textos escogidos a priori, sino en los hechos y la experiencia política, a la pregunta sobre el carácter de la "dictadura democrática". A la pregunta de qué es la "dictadura democrática", Stalin ha hado más de una vez una respuesta verdaderamente clásica: para el Oriente es, poco mas o menos, lo mismo que "Lenin se representaba con respecto a la Revolución de 1905". Esta fórmula se ha convertido en un cierto sentido en oficial. Se la puede encontrar en los libros y resoluciones dedicados a China, a la India o a Polinesia. A los revolucionarios se les remite a lo que Lenin "se representaba" con respecto a unos acontecimientos futuros que hace ya tiempo que se han convertido en pasados, interpretando, ademas, arbitrariamente, las "suposiciones" de Lenin, no como este mismo las interpretaba después de los acontecimientos.

Muy bien --dice bajando la cabeza el comunista de Oriente-; nos esforzaremos en imaginarnos esto exactamente como Lenin; es decir, según vosotros decís que se lo representaba él antes de la revolución. Pero haced el favor de decirnos: ¿que aspecto tiene esta consigna en la realidad? ¿Cómo se llevó a la práctica en vuestro país?

--En nuestro país se realizó bajo la forma del kerensquismo en la época del doble poder.

--¿Podemos decir a nuestros obreros que la consigna de la dictadura democrática se realizará en nuestro país bajo la forma de nuestro kerensquismo nacional.?

-¿Qué decís? ¡De ninguna manera! No habrá ningún obrero que acepte semejante consigna: el kerensquismo es el servilismo ante la burguesía y la traición a los trabajadores.

--Entonces, ¿qué es lo que debemos decir?- pregunta descorazonado el comunista de Oriente.

--Debéis decir- contesta con impaciencia el Kuusinen de guardia --que la dictadura democrática es lo mismo que Lenin se representaba con respecto a la futura revolución democrática.

Si el comunista de Oriente no está falto de sentido, intentará decir:

-Pero es un hecho que Lenin explicó en 1918 que la dictadura democrática sólo halló su realización auténtica en la Revolución de Octubre, la cual estableció la dictadura del proletariado. ¿No será mejor que orientemos al partido y a la clase obrera precisamente de acuerdo con esta perspectiva?

-De ninguna manera. No os atreváis ni siquiera a pensarlo. ¡Eso es la r-r-r-evolución per-r-r-rmanente! ¡Eso es el tr-t-trotsquismo!

Después de este grito amenazador, el comunista de Oriente se vuelve más blanco que la nieve en las cimas más elevadas del Himalaya y renuncia a preguntar ya nada. ¡Que pase lo que pase !

¿Y el resultado? Lo conocemos bien: o arrastrarse abyectamente ante Chang-Kai-Chek, o aventuras heroicas.


NOTAS

(1) Chang-Kai-Chek, jefe del "Kuomintang" de derecha. Van-Tin-Vei, jefe del "Kuomintang" de izquierda. Tan-Pin-Sian, ministro comunista, que realizó en China la política de Stalin-Bujarin. [L.T.].

(2) PPS, iniciales del Partido Socialista polaco (Daszinski y Cía. ). [L.T.]


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