Leon Trotsky
La Revolución Desfigurada
La oposición, el peligro de guerra y los problemas de la defensa
(Discurso pronunciado en la asamblea plenaria del Comité Central y de la Comisión Central de Control. 1 de agosto de 1927)
El Presidium de la Comisión Central de Control, que examinó en junio de 1927 la posible exclusión de Trotski y de Zinoviev del Comité Central del Partido, no adoptó ninguna decisión a este respecto. La cuestión no había sido lo suficientemente ”preparada” todavía. El arte principal de la estrategia staliniana consiste en saber dosificar prudentemente los golpes asestados al Partido. La oposición continuó combatida violentamente durante los meses de junio y julio. La cuestión de la eliminación de los oposicionistas de las instituciones superiores del Partido fue aplazada hasta la asamblea plenaria del Comité Central y de la Comisión Central de Control, que se reunió a fines de julio y a comienzos de agosto. En dicho Pleno, el problema del peligro de guerra fue deliberadamente mezclado con el de la oposición, con el fin de dar a la lucha posterior un carácter más venenoso. Sin embargo, el propio Pleno no se decidió todavía a excluir a Trotski y a Zinoviev del Comité Central. La fracción staliniana tenía necesidad de ganar algunas semanas con el fin de realizar una campaña de agitación contra la oposición, presentándola como la ”aliada” de Chamberlain.
Publicamos a continuación el discurso pronunciado por el autor de este libro el 1 de agosto de 1927 sobre el peligro de guerra y los problemas de la defensa.
Trotski. – Me habéis concedido cuarenta y cinco minutos. Hablaré concretando todo lo más posible y teniendo en cuenta la extensión de todos los aspectos de lo que examinamos en este momento. Vuestras tesis afirman que la oposición adopta un carácter trotskista al abordar los problemas de la guerra y del ”derrotismo”. Es una invención más. El artículo 13 de vuestras tesis lo dedicáis por completo a este absurdo. El conjunto de la oposición no es en manera alguna responsable de las divergencias de apreciación completamente secundarias que tuve sobre este punto y en el pasado con Lenin. En lo que me concierne personalmente puedo responder aquí mismo a esta insinuación es estúpida. Continuaba todavía la guerra imperialista cuando escribí sobre ésta y sobre la lucha que había que realizar contra ella, así como también escribí los llamamientos al proletariado mundial en nombre del primer Consejo de los Comisarios del Pueblo y del Comité Central del Partido. fui yo quien escribió la parte del programa de nuestro Partido, referente a la guerra, la principal resolución sobre lo mismo del VIII Congreso del Partido, las resoluciones de toda una serie de Congresos de los Soviets, el manifiesto del Primer Congreso de la Internacional Comunista destinado en gran parte al mismo problema, el manifiesto-programa del II Congreso de la Internacional Comunista, que le concedía gran espacio a la guerra, a sus consecuencias y a las perspectivas. Fui yo quien redacté las tesis del III Congreso de la Internacional Comunista sobre la situación internacional y las perspectivas de la Revolución y de la guerra. Fui designado por el Comité Central del Partido para presentar ante el IV Congreso un informe sobre las perspectivas de la Revolución internacional y la guerra. En el V Congreso de la Internacional Comunista (1924) escribí un manifiesto con ocasión del décimo aniversario de la guerra imperialista. Y no hubo en el Comité Central la menor divergencia respecto a todos estos documentos, que fueron adoptados, no sólo sin discusión, sino casi sin enmiendas. Deseo saber, pues, cómo es que la ”desviación” de que se me acusa no se ha manifestado jamás en el intensivo trabajo que he realizado en la Internacional Comunista. Pero, según parece, cuando rechacé en 1926 ”el derrotismo económico”, consigna estúpida e ignara destinada por Molotov a los obreros ingleses, rompí con el leninismo. ¿Por qué entonces, después de mi crítica, se metió Molotov su absurda consigna en el bolsillo?
Molotov. – No ha existido consigna alguna.
Trotski. – Es precisamente lo que digo: se formularon estupideces, pero no una consigna. Es precisamente lo que yo digo (Risas.) ¿Por qué ha habido necesidad de exagerar hasta la exageración las antiguas divergencias, liquidadas además hace ya tiempo? ¿Por qué? Para disimular y escamotear las divergencias reales, verdaderas, de hoy. ¿Puede plantearse seriamente la cuestión de la lucha revolucionaria contra la guerra y la verdadera defensa de la U. R. S. S. tomando como guía al Comité anglorruso? ¿Puede dirigirse a las masas obreras hacia la huelga general y la insurrección durante la guerra y, simultáneamente, hacia el bloque con los Purcell, los Hicks y otros traidores? Os lo pregunto: ¿Será nuestro espíritu de defensa bolchevique o tradeunionista? ¡Así se plantea la cuestión!
Recordaré en primer lugar lo que los actuales jefes le han enseñado a este respecto al proletariado de Moscú durante todo el año pasado. Es éste el punto esencial. Leeré textualmente las directivas del Comité de Moscú: ”El Comité anglorruso puede, debe y jugará sin ningún género de dudas un papel enorme en la lucha contra las intervenciones de toda clase dirigidas contra la U. R. S. S. Este (el Comité anglorruso) se convertirá en el centro organizador de las fuerzas internacionales del proletariado en lucha contra todas las tentativas de la burguesía internacional de provocar una nueva guerra.” Molotov ha dicho aquí: ”Por mediación del Comité anglorruso escindimos a Amsterdam.” Esto quiere decir que no comprende las cuestiones, ni siquiera ahora. Habéis desorientado a los obreros de Moscú, como a los del mundo entero, engañándoles sobre quiénes eran sus amigos y quiénes sus enemigos.
Skripnik. – ¡Qué tono!
Trotski. – El tono es el que corresponde a la importancia de la cuestión. Habéis aumentado la cohesión de Amsterdam al mismo tiempo que os debilitábais. ¡El Consejo General está ahora más unánime que nunca... contra nosotros!
Es menester decir, sin embargo, que las escandalosas directivas del Comité de Moscú, que acabo de leer, expresan mucho más completamente, más claramente y más honradamente el verdadero punto de vista de los partidarios del Comité anglorruso que los ”trucos” escolásticos de Bujarin.
El Comité de Moscú les enseñaba a los obreros de esta ciudad, y el Politburó a los de la Unión Soviética, que, en el caso de peligro de guerra, nuestra clase obrera podría agarrarse a la soga del Comité anglorruso. Así se planteaba la cuestión desde el punto de vista político. Pero esta soga se vio que estaba podrida. El número del sábado de la Pravda habla de un ”frente único de traidores” del Consejo General. El propio Arturo Cook, el querido Benjamín de Tomski, se calla. ”¡Es un silencio completamente incomprensible!”, exclama la Pravda. Es vuestra frase habitual: ”¡Completamente incomprensible!” Habéis comenzado por apoyaros en el grupo de Chang Kai Chek, es decir, Purcell e Hicks, y habéis puesto después vuestras esperanzas en el ”fiel Wan Tin Wei”, es decir, Arturo Cook. Pero Cook os ha traicionado como os traicionó Wan Tin Wei dos días después de que Bujarin le encasillara entre los fieles. Habéis entregado el movimiento minoritario atado de pies y manos a los señores del Consejo General. No sabéis y no queréis oponer en ese movimiento los verdaderos revolucionarios a los reformistas que se ”cuelan”. Habéis rechazado una soga delgada, pero sólida, para coger una más gruesa, pero completamente podrida. Cuando se atraviesa una pasarela estrecha, poco segura, un punto de apoyo pequeño, pero seguro, puede ser la salvación. Pero desdichado del que se agarre a una tabla podrida, carcomida, pues la caída será entonces inevitable. Vuestra política actual en el terreno internacional es la política de las tablas podridas. Os habéis agarrado sucesivamente a Chang Kai Chek, a Fen Yu Siang, a Ten Cha Tchi, a Wan Tin Wei, a Purcell, a Hicks, a Cook. Cada una de esas tablas se ha roto en el preciso momento en que eran más necesarias. Y todas las veces que ha sucedido esto habéis comenzado por decir: ”Es completamente incomprensible”, como lo hace el artículo de la Pravda respecto de Cook, para añadir al día siguiente: ”Lo habíamos previsto.”
¿Como se han desarrollado las cosas en China?
Examinemos (en conjunto) toda la línea de conducta de la táctica, o, mejor dicho, de la estrategia seguida en China. El Kuomintang es el Partido de la burguesía liberal durante la Revolución, de la burguesía liberal que arrastra en pos a los obreros y a los campesinos para traicionarlos después.
Conforme a vuestras directivas, el Partido Comunista debe permanecer en el Kuomintang a pesar de todas las traiciones y sometido a la disciplina burguesa de éste.
El conjunto del Kuomintang entra en la Internacional Comunista y no se somete a la disciplina de esta última; no hace sino aprovecharse de su nombre y de su autoridad para engañar a los obreros y a los campesinos chinos.
El Kuomintang cubre a los generales agrarios que tienen en sus manos a los soldados campesinos.
A fines de octubre último Moscú exige que la revolución agraria no se extienda con el fin de no asustar a los terratenientes que ejercen el mando del ejército. Este se convierte así en una sociedad de socorros mutuos de los propietarios pequeños y grandes.
Los señores no tienen el menor inconveniente en calificar su campaña militar de nacional y revolucionaria con tal de que el Poder y la tierra permanezcan en sus manos. El proletariado, que constituye una fuerza revolucionaria joven, potente, en manera alguna inferior a la de nuestro proletariado de 1905, es arrojado hasta ponerse a las órdenes del Kuomintang.
Moscú les da el siguiente consejo a los liberales chinos: ”Promulgad una ley sobre la organización de un mínimo de milicias obreras.” ¡Y esto en marzo de 1927! ¿Por qué les dais a las esferas superiores el consejo: ”Conceded un mínimo de armamentos”, y no la consigna a la base: ”Armaos lo más posible”? ¿Por qué un mínimo y no un máximo? Por no ”asustar” a la burguesía, por no provocar la guerra civil. Pero ésta se ha producido inevitablemente, y ha resultado infinitamente más cruel, sorprendiendo a los obreros sin armas y ahogándolos en sangre.
Moscú ha intervenido contra la creación de Soviets ”detrás del ejército” (como si la Revolución fuera la retaguardia), con el fin de no desorganizar la retaguardia de esos mismos generales que, dos días más tarde, aplastaban a los obreros y a los campesinos.
¿Hemos fortalecido a la burguesía y a los grandes terratenientes obligando a los comunistas a someterse al Kuomintang y cubriendo a éste con la autoridad de la Internacional Comunista? Sí, los hemos fortalecido.
¿Hemos debilitado a los campesinos frenando el desarrollo de la revolución agraria y de los Soviets? Sí, los hemos debilitado.
¿Hemos disminuido las fuerzas de los obreros por medio de la consigna, o, mejor dicho, por medio del consejo respetuoso dado a las esferas superiores burguesas: ”el mínimo de armamento” y ”nada de Soviets”? Sí, las hemos disminuido. ¿Debemos sorprendernos de haber sufrido una derrota después de haber hecho todo lo posible para que la victoria resultara mucho más difícil?
La explicación más justa, más concienzuda y más franca de esta política la ha dado Vorochilof: ”La revolución campesina – ha dicho – hubiera podido dificultar la marcha de los generales hacia ”el Norte”. Habéis frenado la Revolución en interés de una campaña militar. Chang Kai Chek veía las cosas exactamente de la misma manera. La expansión de la Revolución hubiera podido dificultar la campaña del general ”nacional”. Pero la Revolución es una verdadera marcha de los oprimidos contra los opresores. Con el fin de apoyar la expedición del general, habéis aminorado, frenado, la marcha de la Revolución e introducido el desorden en su seno. Y precisamente por esto, la campaña de los generales se ha vuelto, no sólo contra los obreros y los campesinos, sino también (y precisamente por esta razón) contra la Revolución nacional.
Si le hubiéramos asegurado a tiempo una completa autonomía al Partido Comunista; si le hubiéramos ayudado a armarse de una Prensa y de una táctica justa; si le hubiéramos dado las consignas: ”armamento máximo de los obreros”, ”expansión de la guerra campesina en el campo”, el Partido Comunista hubiera aumentado, no cada día, sino cada hora, y sus cuadros se hubieran templado en el fuego de la lucha revolucionaria. Hubiéramos debido lanzar la consigna de los Soviets desde los primeros días del movimiento de masas. Hubiéramos debido, donde hubiera sido posible, instaurar efectivamente los Soviets. Hubiéramos debido conducir a los soldados a éstos. La revolución agraria hubiera introducido el desorden en los ejércitos seudorrevolucionarios, pero hubiera contaminado al mismo tiempo a las tropas contrarrevolucionarias del enemigo. Únicamente sobre esta base: revolución agraria y Soviets, hubiera sido posible forjar gradualmente un ejército verdaderamente revolucionario, es decir, un ejército obrero y campesino.
Camaradas: Hemos oído aquí un discurso de Vorochilov, no en su calidad de comisario del Pueblo de Guerra y Marina, sino como miembro del Politburó. Y yo digo: ”Ese discurso es por sí solo una catástrofe y vale por una batalla perdida.”
(Exclamaciones en los bancos de la oposición: ”¡Es verdad!”).
Trotski. – Durante el último Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, que tuvo lugar en mayo, cuando, después de haber señalado por fin! – el paso de Chang Kai Chek al campo de la reacción, poníais vuestra confianza en Wan Tin Wei y después en Tan Che Tchi, yo le dirigí una carta al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Esto sucedía el 28 de mayo. ”El fracaso de esta política es absolutamente inevitable.” ¿Qué proponía yo? Voy a leer textualmente lo que escribí el 28 de mayo: ”El Pleno hubiera obrado justamente haciéndole una cruz a la resolución de Bujarin y sustituyéndola por otra concebida en algunas líneas: 1.°, los campesinos y los obreros no tienen por qué tener confianza en los jefes de la izquierda del Kuomintang, sino instaurar sus Soviets uniéndose a los soldados; 2.°, los Soviets deben armar a los obreros y a los campesinos avanzados; 3.°, el Partido Comunista debe asegurarse su autonomía completa, crear su Prensa diaria, dirigir la creación de los Soviets; 4.°, las tierras de los grandes propietarios deben ser inmediatamente confiscadas; 5.° la burocracia reaccionaria debe ser suprimida inmediatamente; 6.°, los generales traidores y los contrarrevolucionarios en general deben ser castigados sobre el terreno; 7.°, es necesario encaminarse hacia el establecimiento de una dictadura revolucionaria a través de los Consejos de diputados obreros y campesinos.” Y ahora comparad: ”nada de guerra civil en los pueblos”; ”no asustemos a nuestros compañeros de viaje”; ”no irritemos a los generales”; ”el mínimo de armamento para los obreros”, etc. ¡Y es eso bolchevismo! ¡Y decir que nuestra actitud es calificada por las tesis del Politburó... de menchevique! Después de haberle dado una vuelta a vuestra posición os habéis decidido firmemente a llamar negro a lo blanco. Pero vuestra desgracia es que el menchevismo internacional, de Berlín a Nueva York, aprueba la política china de Stalin-Bujarin, y, con pleno conocimiento de causa, se solidariza con vuestra línea de conducta en la cuestión china.
Comprendedme bien: no se trata en manera alguna de las traiciones individuales de militantes chinos del Kuomintang, de los condottieros chinos de la derecha y de la izquierda, de los funcionarios sindicales ingleses, de los comunistas chinos o ingleses. Cuando viajamos en el ferrocarril, parece como que es el paisaje el que se mueve. Toda la desgracia estriba en que habéis tenido confianza en aquellos que no hubieran debido inspirárosla; en que habéis subestimado la educación revolucionaria de las masas, que exige ante todo que se les inculque la desconfianza hacia los reformistas y hacia los superficiales centristas de ”izquierda”, así como hacia todo espíritu de justo medio en general. La virtud cardinal del bolchevismo consiste en poseer esta desconfianza en grado superlativo. Los partidos jóvenes deben todavía y momentáneamente absorberla y asimilársela. Vosotros habéis obrado y obráis en un sentido diametralmente opuesto. Les inculcáis a los partidos jóvenes la esperanza de que la burguesía liberal evolucionará más hacia la izquierda y la confianza en los politicastros liberales obreros de las Trade-Unions. Le ponéis trabas a la educación de los bolcheviques ingleses y chinos. De aquí vienen esas ”traiciones” que os cogen siempre de improviso.
En torno al ”centrismo” y a la política de las tablas podridas
La oposición os advirtió de que, bajo vuestra dirección, el Partido Comunista chino se orientaría inevitablemente hacia una política menchevique; esto les valió a los oposicionistas los peores insultos. Ahora os advertimos con toda seguridad de que el Partido Comunista inglés, bajo la influencia de la política que le imponéis, se envenena fatalmente por el centrismo y el colaboracionismo. Si no cambiáis radicalmente de curso, las consecuencias de esta política para el Partido Comunista inglés no serán mejores que lo han sido para el Partido Comunista chino. Lo mismo sucede, por otra parte, con toda la Internacional Comunista.
Es preciso comprender, en fin, que el centrismo de Bujarin-Stalin no resiste la prueba de los acontecimientos. Los más grandes acontecimientos de la historia humana son la Revolución y la guerra. Hemos puesto a prueba la política centrista en la Revolución china. Esta exigió que de las conclusiones bien planteadas se dedujeran directivas impregnadas de un espíritu centrista. El Partido Comunista chino se vio obligado a deducir esas conclusiones. Y he aquí por qué he venido a parar – no podía ser de otra manera – en el menchevismo.
El inaudito fracaso de vuestra dirección en China exige que renunciéis ya de una vez a una política que os obliga en las más difíciles circunstancias a agarraros a las tablas podridas.
La prueba más grandes de la Historia, después de la revolución, es la guerra. Os lo anticipamos: ante posibles acontecimientos bélicos, la política staliniana y bujariniana, política de zigzags, de restricciones mentales, equívocas, política de centrismo, no puede prevalecer. Y esto interesa a toda la dirección de la Internacional Comunista. Actualmente, el único examen a que se somete a los dirigentes de los partidos comunistas hermanos consiste en preguntarles: ”¿Estáis dispuestos a votar noche y día contra el ”trotskismo”?”. La guerra los colocará en presencia de acontecimientos que darán lugar a otras responsabilidades. Sin embargo, la política llevada a cabo con el Kuomintang y el Comité anglorruso ha desviado manifiestamente su atención hacia las esferas superiores de Amsterdam y de la socialdemocracia. Ya podéis decir: la línea de conducta del Comité anglorruso fue la de la esperanza en la tabla podrida de la burocracia de Amsterdam, de la cual el Consejo General de las Trade-Unions constituye actualmente la parte más podrida. En caso de guerra tropezaréis con un ”imprevisto” después de otro. Las tablas corcomidas se romperán bajo vuestros pies. La guerra provocará una diferenciación brutal entre los actuales dirigentes de la Internacional Comunista. Parte de ellos adoptarán la actitud de Amsterdam, recogiendo su consigna: ”Queremos defender de verdad a la U. R. S. S., pero no queremos ser un puñado de fanáticos.” La otra parte de comunistas europeos (creemos firmemente que será la mayoría) adoptará la posición de Lenin, de Liebknecht, la que defendemos nosotros. No habrá lugar para la posición intermedia de Stalin. Por eso precisamente – permitidme que os lo diga con toda franqueza – las divagaciones vuestras acerca del puñado de oposicionistas, de los generales sin ejército, etc., etc., nos parecen sencillamente ridículas. Los bolcheviques ya han oído cosas por el estilo, y más de una vez, en 1914 y en 1917. Nosotros vemos demasiado claramente lo que será el mañana y lo preparamos. Nunca como ahora ha existido en el seno de la oposición una certidumbre tan inquebrantable en su posición y una unanimidad tal.
Zinoviev, Kamenev. – ¡Absolutamente exacto![1]
Trotski. – Desde el punto de vista de la política interior, la lenta desviación del centrismo no encontrará tampoco un lugar adecuado en presencia de la guerra. Las discusiones se condensarán, las contradicciones entre las clases se acentuarán y presentarán su aspecto más agudo. Y será necesario entonces dar respuestas claras y precisas.
¿De qué tendremos necesidad en tiempo de guerra: de ”unidad revolucionaria” o de ”unión sagrada”? La burguesía ha inventado para los períodos de guerra o de peligro de guerra una situación política especial calificada de ”armisticio civil” o de ”unión sagrada”. El sentido de esta concepción estrictamente burguesa consiste en que las divergencias y las querellas de todos los partidos burgueses, comprendida la socialdemocracia, lo mismo que las discusiones en el seno de los propios partidos, deben callarse durante la guerra con el fin de aturdir y engañar mejor a las masas. La ”unión sagrada” es la forma suprema de complot de los dirigentes contra los dirigidos. Es añadir que si bien nuestro Partido no tiene nada que disimularle a la clase obrera, desde el punto de vista político, en tiempos de paz, lo mismo debe suceder y con mayor razón en tiempos de guerra, cuando la claridad y la pureza de la línea de conducta política, lo profundo de la ligazón con las masas, constituyen una cuestión de vida o muerte. Por esto precisa. mente, y a pesar de que nuestro Partido tiene un carácter infinitamente más centralizado que cualquier otro partido burgués, nos permitimos discutir con rudeza y en plena guerra civil, y en liquidar, aplicando la democracia en el seno del Partido, todas las cuestiones fundamentales de la dirección política. Fue ésta una de las cosas indispensables, gracias a la cual el Partido elaboró, reforzó su línea de conducta justa y consolidó su unidad revolucionaria. Hay, o, hablando más exactamente, hubo hasta hace poco, camaradas que creían que después de la muerte de Lenin estaba hasta tal punto asegurada una dirección absolutamente justa, que no tendría necesidad de ser controlada por el Partido. Nosotros creemos, por el contrario, y ahora más que nunca, que la dirección debe ser modificada y controlada a través de toda la historia de nuestro Partido. Necesitamos, no una hipócrita ”unión sagrada”, sino una honrada unidad revolucionaria.
La política centrista intermedia no puede mantenerse en tiempos de guerra. Tendrá que inclinarse hacia la derecha o hacia la izquierda, o, dicho de otro modo: hacia el punto de vista de Termidor o el de la oposición. (Escándalo.)
¿Puede vencerse en caso de guerra siguiendo el camino termidoriano? Si se examinan las cosas desde un punto de vista general, la victoria es posible. Para ello habría que abolir, primero, el monopolio del comercio exterior; darle al ”kulak” la posibilidad de importar y de exportar dos veces más; permitirle que aplaste bajo su peso al campesino medio; obligar al campesino pobre a comprender que no le queda otra salida que la de pasar por el ”kulak”; relevar y consolidar la importancia de la burocracia y de la administración; rechazar las reivindicaciones obreras presentándolas como pertenecientes al ”espíritu corporativo”; restringir la intervención de los obreros en los Soviets desde el punto de vista político; restablecer los decretos promulgados el año último sobre las elecciones y hacerlas gradualmente extensivas en provecho de los propietarios. Este sería el camino de Termidor. Su verdadero nombre es el retorno, por etapas, al capitalismo.
Entonces veríamos en el mando del ejército a los ”kulaks” en los grados inferiores y a los intelectuales burgueses en los puestos superiores. La victoria obtenida en este aspecto significaría la aceleración de la desviación hacia las posiciones burguesas. ¿Es posible obtener la victoria siguiendo la ruta revolucionaria del proletariado? Sí. Y hay todavía más. Todo el ambiente mundial contiene la afirmación de que en el caso de guerra el éxito más seguro se obtendría siguiendo precisamente este camino. Pero para esto es necesario acabar en primer lugar con el crepúsculo político, en el cual todos los gatos son pardos. El ”kulak” se encuentra a la derecha: es un enemigo. Los obreros agrícolas, los campesinos pobres, se encuentran a la izquierda: sin amigos. Hay que dirigirse, por mediación del campesino pobre, hacia el campesino medio. Es menester crear un ambiente político en el cual les sea imposible a la burguesía y a la burocracia rechazar con el codo a los obreros, diciéndoles: ”¡Ya no estamos en 1918!”. Es menester que la clase obrera pueda decirse: ”En 1927, no sólo tengo más que comer, sino que desde el punto de vista político soy más dueño del Estado que en 1918.” Sólo al final de este camino la victoria será, no solamente posible, sino que estará seguramente afianzada, pues únicamente siguiendo dicho camino contaremos con el apoyo de las masas populares de Polonia, Rumania y de toda Europa.
¿Puede obtenerse el éxito siguiendo la política centrista de Stalin, oscilando entre los dos campos, comenzando por la promesa de contentar al ”kulak”, de adoptar a su hijo, de mirar con cariño a su nieto, y pasando seguidamente y con vacilación a la creación de grupos de campesinos pobres, cambiando cada año las instrucciones electorales, es decir, la constitución soviética, primero en favor del ”kulak”, después contra él, después de nuevo por él, como se dio el caso en el Cáucaso septentrional? ¿Por qué política se guía? ¿Por Chang Kai Chek y Wan Tin Wei, por Purcell y Cook, por los traidores de arriba? ¿Por la política que dictó nuestro Politburó en su increíble directiva del 20 de octubre de 1926 respecto de China, instando a no introducir la guerra civil en los campos chinos con el fin de no rechazar a los ”compañeros de ruta”, a la burguesía, a los terratenientes y a los generales, o la otra directiva solicitando de la burguesía liberal un mínimo (¡!¡!) de armamento para los obreros? Ese curso irrita y enfría a los unos sin conquistar a los otros; hace perder al ”amigo” Wan Tin Wei y desorienta a los comunistas. Ese curso significa que os agarráis continuamente a las tablas podridas.
En tiempos de paz, una política semejante puede durar un tiempo indefinido. Pero en caso de guerra o de revolución, el centrismo debe inclinarse forzosamente hacia la izquierda o hacia la derecha. Ya se disgrega en alas derecha e izquierda, que, inevitablemente, crecen en detrimento del centro. Este proceso se acelerará inevitablemente; y si se nos impusiera la guerra, ésta le daría un carácter febril. El centro staliniano se disolverá inevitablemente. En estas circunstancias, el Partido necesitaría más que nunca a la oposición para corregir su línea de conducta, para no romper al mismo tiempo su línea revolucionaria y no diseminar los cuadros del Partido, que son su principal capital. Efectivamente: la mayoría de los cuadros proletarios realmente bolcheviques es capaz, frente a una política justa, siguiendo una línea de conducta clara, en presencia de circunstancias exteriores imperiosas, de renovar la política y adoptar con plena conciencia, y no por pura forma, una política firme, realmente revolucionaria. Y nosotros queremos llegar precisamente a este resultado. En cuanto a la mentira sobre el carácter condicional de nuestro espíritu de defensa, sobre los dos partidos; en cuanto a la mentira, más infecta todavía, sobre el insurreccionalismo, se las arrojamos a la cara a nuestros adversarios.
Una voz de la oposición. – Exacto.
Trotski. – Pero ¿es que las críticas de la oposición disminuyen la autoridad de la U. R. S. S. en el movimiento obrero mundial?
Ya la manera de plantear la cuestión no es nuestra, sino de la gente de Iglesia, de los pastores, de los dignatarios y de los generales cuando plantean la cuestión de la autoridad. La Iglesia católica exige de los creyentes que la suya sea aceptada sin murmurar. El revolucionario lo apoya al mismo tiempo que lo critica; a medida que menos se acepta su derecho a la crítica, tanto mayor es su abnegación para luchar en favor de aquello en que participa directamente, creándolo y reforzándolo. La crítica de los errores de Stalin puede, evidentemente, disminuir la hinchada autoridad staliniana, que ”no admite murmullos”. Pero la Revolución y la República no se basan en esto. Una crítica franca, la verdadera reparación de los errores, le probarán a todo el proletariado mundial la fuerza interior del régimen que, en medio de las peores circunstancias, lleva en sí mismo las garantías que le permiten encontrar su camino justo. En tal sentido, la crítica de la oposición y las consecuencias que provoca ya, y que provocará todavía mañana en una medida mayor aún, no disminuyen la autoridad de la Revolución de Octubre, sino la fortalecen por la confianza no ciega, sino revolucionaria, del proletariado mundial, y aumenta por esto mismo nuestra capacidad de defensa en el terreno internacional.
El proyecto de resolución presentado por el Politburó dice:
”La preparación de la guerra contra la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas significa sencillamente la renovación, sobre una base más amplia, de la lucha de clases entre la burguesía imperialista y el proletariado triunfante.”
¿Está esto bien? Completamente bien. Resulta incluso absurdo hacer la pregunta. Pero la resolución añade: ”Aquel que, como lo hace la oposición en el Partido, pone en duda este carácter de la guerra”, etc.
¿Que la oposición pone en duda ese sentido general de clase de la guerra? ¿Es absurdo! No lo pone, ni mucho menos, en duda. Sólo aquellos que, después de haberse equivocado, tratan de confundir a los demás, pueden afirmar lo contrario. Pero ¿es que esto significa, sin embargo, que el sentido general de clase, indiscutible para todos nosotros, cubra todo error, toda desviación? No, no puede tener ese significado. No, no se puede encubrir todo. Si se admite por adelantado y de una vez para siempre que la dirección actual es la única concebible, que es la dirección nata, en este caso toda crítica de una dirección que comete errores puede ser presentada como una crítica negativa de la defensa de la patria socialista y un llamamiento al insurreccionalismo. Semejante actitud es sencillamente la negación del Partido. Entonces, según vosotros, el Partido no puede servir más que para la defensa y habría que enseñarle cómo debe ejercer esta defensa. Diremos una vez más, y de una forma simple y brevemente: Nosotros, la oposición, ¿discutimos la defensa de la patria socialista? No. Esperamos, no solo defenderla, sino enseñarles a defenderla a otros. ¿Ponemos en duda la capacidad de Stalin al fijar una línea de conducta justa para la defensa de la patria socialista? Sí, lo ponemos en duda desde un elevado punto de vista político.
En un reciente artículo de la Pravda, Stalin formula la pregunta siguiente: ”¿Es que verdaderamente la oposición estará contra la victoria de la U. R. S. S. en las futuras batallas contra el imperialismo?”. Repitámosla: ”¿Es que verdaderamente la oposición estará contra la victoria de la U. R. S. S. en las futuras batallas contra el imperialismo?”. Dejemos de lado la arrogancia de la pregunta. No volveremos por el momento a ocuparnos de los términos, extremadamente pesados, con arreglo a los cuales caracterizó Lenin los métodos stalinianos: brutalidad y deslealtad. Tomemos la pregunta tal y como está formulada y démosle una respuesta. Sólo los guardias blancos pueden estar ”contra la victoria de la U. R. S. 5. en la guerra futura contra el imperialismo”. La oposición es partidaria del triunfo de la U. R. S. S.; lo ha probado y lo probará en igual grado que los otros por medio de actos. Pero para Stalin no se trata de esto. En el fondo ha visto otra cosa que no se atreve a expresar. Es la siguiente: ”¿Es que la oposición cree verdaderamente que la dirección de Stalin es incapaz de asegurar la victoria de la U. R. S. S.?”. Pues bien, sí; así lo cree.
Zinoviev. – Muy bien.
Trotski. – La oposición cree que la dirección de Stalin hace más difícil la victoria.
Molotov. – ¿Y dónde está el Partido?
Trotski. – ¿El Partido? Lo habéis estrangulado. La oposición cree que la dirección de Stalin dificulta la victoria. Lo mismo había afirmado respecto a la Revolución china. Sus advertencias se han visto confirmadas de una manera espantosa por los acontecimientos. Es menester cambiar de política sin aguardar a que se produzca una confirmación tan catastrófica en el interior. Cada oposicionista real, y no cada pseudooposicionista, ocupará en caso de guerra, en el frente o en la retaguardia, el puesto que le confíe el Partido y cumplirá con su deber hasta el fin. Pero ningún oposicionista renunciará a su derecho y a su deber, en vísperas de la guerra o en el transcurso de ésta, a luchar por el enderezamiento del curso del Partido (como se ha hecho siempre en el Partido), pues la condición más importante del éxito consiste precisamente en esto. Resumo: ¿Por la patria socialista? ¡Sí! ¿Por el curso staliniano? No!
Dos palabras sobre el ejército. Todos los factores de la economía, de la política, de la cultura, se combinan en la defensa del país. Pero existe un instrumento especial, inmediato, de la defensa: es el ejército. El papel de ésta tiene un carácter decisivo. El dominio militar es el que más brutalmente refleja los aspectos del régimen; no sólo los aspectos fuertes, sino también los débiles, todos los desplazamientos de la política, todas sus faltas y sus errores de cálculo. Y al mismo tiempo es más fácil dejarse engañar en este dominio que en otro por las apariencias, por el aparato, por el bluff. Más de una vez en la Historia del régimen ha sido controlado a través del ejército. Es preferible exagerar aquí en el sentido de la crítica que en el de la confianza beatífica. Determinados militantes del ejército, bajo la impresión de una amenaza posible de guerra, han cambiado recientemente sus opiniones sobre el estado de nuestras fuerzas armadas. Cada uno de ellos no es menos abnegado a la causa de la República socialista que cualquiera de los aquí presentes. El resultado de su discusión está expuesto en forma de un documento que contiene el programa de las modificaciones necesarias con el fin de aumentar el nivel revolucionario y la capacidad combativa del ejército. Le entregaré un ejemplar de dicho documento al Politburó del Comité Central por mediación de Rikov.
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[1] Como es sabido, Zinoviev y Kamenev no resistieron mucho tiempo la prueba.