La Revolución de 1905 vino a ser no sólo "ensayo general"
de la de 1917, sino también el laboratorio en que se planearon todas
las agrupaciones fundamentales de vida política rusa y se proyectaron
todas las tendencias y matices dentro del marxismo ruso. En la medula de
las discusiones y divergencias estaba, no hay que decirlo, la cuestión
relativa a la índole histórica de la Revolución rusa
y su futuro desenvolvimiento. Aquel conflicto de conceptos y pronósticos
no tiene influencia directa sobre la biografía de Stalin, que no
participó virtualmente en el mismo. Los pocos artículos de
propaganda que escribió sobre este tema carecen en absoluto de interés
teórico. Docenas de bolcheviques que manejaban la pluma popularizaron
las ideas y lo hicieron muchísimo mejor. Toda exposición
de conceptos revolucionarios del bolchevismo, tiene por naturaleza sitio
adecuado en una biografía de Lenin. Pero las teorías tienen
su propio destino. Aunque durante el período de la primera revolución,
y también más tarde, hasta 1923, cuando las doctrinas revolucionarias
estaban en pleno desarrollo y aplicación, Stalin no tenía
posición independiente alguna, en 1924 se produjo un súbito
cambio que dio principio a una época de reacción burocrática
y de revisión de antiguos valores. Las viejas doctrinas fueron sometidas
a nueva tasación o interpretación. Así, de un modo
algo inesperado a primera vista, la atención se concentró
en el concepto de "revolución permanente" como primera fuente de
todas las falacias del "trotskismo". Durante muchos años a partir
de entonces, la crítica de tal concepto construyó el contenido
principal de todos los escritos teóricos -sit venio verbo- de Stalin
y sus colaboradores. Como quiera que en el plano teórico no hay
partícula de "stalinismo" que no haya surgido de la crítica
de la revolución permanente tal como se formuló en 1905,
es justo dedicar precisamente en este libro, siquiera sea como apéndice,
un lugar a la exposición de dicha teoría, distinta de las
teorías de los mencheviques y de los bolcheviques.
El desarrollo de Rusia es notable, en primer lugar, por su retraso.
Pero el retraso histórico no significa seguir simplemente las huellas
de los países avanzados a una distancia de cien o doscientos años.
Más bien da lugar a una formación social "combinada" de muy
distinto modo, Y en la que los adelantos más recientes de la técnica
capitalista y de su estructura están integrados en las relaciones
sociales de la barbarie feudal y prefeudal, transformándolas y dominándolas,
y moldeando una singular reacción de clases. Igual sucede con las
ideas. Precisamente por su retraso histórico, Rusia resultó
ser el único país europeo en que el marxismo como doctrina
y la Socialdemocracia como partido, disfrutaron de un poderoso desarrollo
aun antes de la revolución burguesa; y es natural, porque el problema
de la relación entre la lucha por la democracia y la lucha por el
socialismo se sometió en Rusia al más profundo examen teórico.
Los demócratas idealistas (en su mayoría, los populistas)
se negaron supersticiosamente a reconocer la revolución en marcha
como revolución burguesa. La llamaban "democrática", intentando
disimular bajo este rótulo político neutro (no sólo
ante los demás, sino también ante ellos mismos) su contenido
social. Pero Plejanov, el fundador del marxismo ruso, en su lucha contra
el populismo, mostró ya en la década del 80 del pasado siglo
que Rusia no tenía por qué pararse a elegir determinada ruta
de progreso; que, como las naciones "profanas", tendría que pasar
por el purgatorio del capitalismo, y que, a lo largo de esta misma ruta
conquistaría la libertad política, que era indispensable
al proletariado en su continua lucha por el socialismo. Plejanov no sólo
segregó la revolución burguesa, como tarea inmediata, de
la revolución socialista, que a su vez relegó a un impreciso
futuro, sino que previó diversas combinaciones de fuerzas para una
y otra. El proletariado conseguiría libertad política conjuntamente
con la burguesía liberal; seguidamente, al cabo de muchas décadas,
alcanzado ya un nivel mucho más alto de desarrollo capitalista,
el proletariado emprendería la revolución socialista en abierto
conflicto con la burguesía.
"El intelectual ruso... -escribía Lenin hacia fines de 1904-
se figura siempre que reconocer nuestra revolución como burguesa
significa quitarle color, humillarla, vulgarizarla... La lucha por la libertad
política y la república democrática en la sociedad
burguesa, es para el proletariado simplemente una de las etapas necesarias
en la lucha por la revolución social." "Los marxistas están
firmemente convencidos -escribía en 1905- del carácter burgués
de la Revolución rusa. ¿Qué quiere decir esto? Quiere
decir que esas transformaciones democráticas... que se hicieron
indispensables para Rusia, no sólo no significan en sí mismas
la socava del capitalismo, de la dominación de la burguesía,
sino que, por el contrario, serán las primeras que desbrocen efectivamente
el terreno para un amplio y rápido desarrollo, más europeo
que asiático, del capitalismo; serán las primeras que hagan
posible el dominio de la burguesía como clase..." "No podemos saltar
del marco democraticoburgués de la Revolución rusa -insistía-,
pero sí podemos ensanchar considerablemente este marco", esto es,
crear dentro de la sociedad burguesa condiciones más favorables
para la pugna ulterior del proletariado. Hasta aquí, Lenin seguía
los pasos a Plejanov. El carácter burgués de la revolución
era la confluencia de los atajos de ambas facciones de la socialdemocracia
rusa.
En tales circunstancias, es natural que en sus propagandas no se haya
arriesgado Koba a ir más allá de aquellas fórmulas
populares que constituían la herencia común de bolcheviques
y mencheviques. "La Asamblea Constituyente, elegida a base del sufragio
universal, igual directo y secreto -escribía en enero de 1905- es
nuestro objetivo del momento. Sólo esa Asamblea nos dará
una república democrática, tan necesaria para nosotros en
nuestra lucha por el socialismo." La república burguesa como palenque
de una prolongada contienda de clases por el objetivo socialista, tal era
la perspectiva. En 1907, esto es, después de infinitas discusiones
en la Prensa extranjera y en la de San Petersburgo, y tras haber contrastado
los pronósticos teóricos con la experiencia de la primera
revolución, escribía Stalin: "Que nuestra revolución
es burguesa, que ha de terminar con la abolición de la servidumbre
y no del orden capitalista, que sólo puede ser coronada por una
república democrática, en eso coinciden, al parecer, todos
en nuestro Partido." Stalin no se refería a cómo empezaría
la revolución, sino a cómo terminaría, limitándola
de antemano, y en forma bastante categórica, "a una mera república
democrática". En vano buscaríamos en sus escritos de entonces
la menor insinuación respecto a la perspectiva de la revolución
socialista vinculada a la insurrección democrática. De este
modo había de perdurar su posición hasta los mismos prolegómenos
de la revolución de febrero de 1917, hasta la llegada de Lenin a
Petrogrado.
Para Plejanov, Axelrod y los líderes del menchevismo en general,
caracterizar de burguesa la revolución tenía, ante todo,
el valor político de evitar que se agraviase prematuramente a la
burguesía con el rojo del socialismo, "espantándola" así
al campo de la reacción. "Las relaciones sociales en Rusia sólo
han madurado para una revolución burguesa -decía Axelrod,
el táctico más notable del menchevismo, en el Congreso de
Unificación-. Mientras persista este general desafuero político,
no debemos mencionar siquiera la lucha directa del proletariado contra
otras clases por el poder político... Combate ahora por las condiciones
del desarrollo burgués. Condiciones históricas objetivas
obligan a nuestro proletariado a una inevitable colaboración con
la burguesía en la batalla contra nuestro común enemigo."
El contenido de la Revolución rusa se confiaba así de antemano
a cambios que fuesen compatibles con los intereses y opiniones de la burguesía
liberal.
Este fue el punto de arranque de la divergencia fundamental entre los
dos bandos. El bolchevismo se negó rotundamente a reconocer que
la burguesía rusa fuese capaz de consumar su propia revolución.
Con fuerza y consistencia infinitamente mayor que Plejanov, Lenin presentó
la cuestión agraria como problema central de la revolución
democrática en Rusia: "El punto crucial de la Revolución
rusa es la cuestión agraria (de la tierra). Tenemos que acostumbrarnos
a considerar la derrota o el triunfo de la revolución... sobre la
base de contar con la disposición de las masas en su lucha por la
tierra." En coincidencia con Plejanov, Lenin tenía al campesinado
por una clase pequeñoburguesa, y el programa de la tierra para el
campesino como el programa del progresismo burgués. "La nacionalización
es una medida burguesa -insistía en el Congreso de Unificación-.
Dará ímpetu al desenvolvimiento del capitalismo al intensificar
la lucha de clases, al reforzar la movilización de la tierra y la
inversión de capitales en la agricultura, al reducir los precios
del grano." A despecho del reconocido carácter burgués de
la revolución agraria, la burguesía rusa era, sin embargo,
hostil a la expropiación de la tierra de los hacendados burgueses,
y, precisamente por eso, se esforzaba en buscar un pacto con la monarquía
a base de una constitución a estilo prusiano. A la idea plejanovista
de unión entre el proletariado y la burguesía liberal, Lenin
oponía la idea de unión entre el proletariado y los campesinos.
Proclamaba que la tarea de la colaboración revolucionaria de estas
dos clases era el establecimiento de una "dictadura democrática"
como único medio de limpiar radicalmente a Rusia de sus residuos
feudales, crear una clase libre de agricultores y abrir la ruta al desarrollo
del capitalismo, más bien según el patrón americano
que el de Prusia.
"La victoria de la revolución -escribía- puede lograrse
solamente por la dictadura, pues realizar las transformaciones inmediatas
e incondicionalmente necesarias para el proletariado y los campesinos ha
de provocar la desesperada resistencia de los terratenientes, de la gran
burguesía y del zarismo. Sin dictadura sería imposible romper
esa resistencia, sería imposible derrotar las tentativas contrarrevolucionarias.
Esa dictadura habría de ser, naturalmente, no socialista, sino democrática.
No estaría en condiciones (sin toda una serie de etapas intermedias
de desarrollo revolucionario) de echar abajo los cimientos del capitalismo.
A lo sumo, podría instaurar una redistribución radical de
la propiedad de la tierra en beneficio del campesinado, efectuar una consistente
y completa democratización, por supuesto, con una república;
desarraigar todas las características asiáticas de opresión
en la vida de la fábrica y de la aldea; sentar las primicias de
importantes mejoras en la situación de- los trabajadores; elevar
su nivel de vida, y, finalmente, aunque no por último sea lo menos
importante, propagar la conflagración revolucionaria a Europa."
La concepción de Lenin representa un enorme paso adelante, partiendo,
como lo hacía, de la revolución agraria más bien que
de reformas constitucionales corno tarea central de la revolución,
e indicando la única combinación realista de fuerzas sociales
que podría llevar a efecto. El punto débil del criterio de
Lenin era su noción intrínsecamente contradictoria de "la
dictadura democrática del proletariado y los campesinos". El mismo
Lenin recalcaba las limitaciones básicas de aquella "dictadura"
al llamarla abiertamente burguesa. Quería así dar a entender
que, para mantener la unidad en el campesinado, los proletarios se verían
obligados a prescindir de plantear inmediatamente la tarea socialista durante
la próxima revolución. Pero aquello hubiera significado renunciar
el proletariado a su propia dictadura. Por consiguiente, la dictadura era,
en esencia, del campesinado, aunque en ella participaran los obreros. En
ciertas ocasiones, así precisamente hablaba Lenin: por ejemplo,
en el Congreso de Estocolmo, al replicar a Plejanov, que se había
rebelado contra la "utopía" de tomar el poder: "¿De qué
programa estamos hablando? De un programa agrario. ¿Quién
se supone que tomará el poder con ese programa? Los campesinos revolucionarios.
¿Es que confunde Lenin el Gobierno del proletariado con el de los
campesinos?" No, dice, refiriéndose a sí mismo: Lenin diferenciaba
marcadamente entre el Gobierno socialista del proletariado y el Gobierno
democraticoburgués de los campesinos. "¿Y cómo es
posible una triunfante revolución campesina -exclamaba también-
sin que el campesinado revolucionario se incaute del poder?" En aquella
formulación polémica exponía Lenin bien claramente
la vulnerabilidad de su posición.
El campesinado estaba disperso por la superficie de un país
inmenso, con ciudades como puntos de contacto. Por sí solo, el campesinado
no era capaz siquiera de exponer sus propios intereses, porque en cada
región los concebían de distinto modo. El contacto económico
entre las provincias se hallaba establecido por el mercado y los ferrocarriles;
pero tanto el mercado como los ferrocarriles estaban en manos de la ciudad.
Al tratar de trasponer los límites de los pueblos y mancomunar sus
intereses, el campesinado tenía que sucumbir por necesidad a la
dependencia política de la ciudad. Tampoco era homogéneo
el campesinado en sus relaciones sociales, su capa de kulaks trataba, naturalmente,
de incitarle a unirse con la burguesía de las ciudades, mientras
que las capas inferiores de los pueblos tiraban en dirección a los
obreros de la industria ciudadana. En tales circunstancias, el campesinado
como unidad era manifiestamente incapaz de asumir las riendas del Gobierno.
Cierto es que en la antigua China las revoluciones elevaban al poder
al campesinado, o, más bien, a los jefes militares de las insurrecciones
campesinas. Aquello daba lugar cada vez a una nueva distribución
de la tierra y al establecimiento de una dinastía "campesina", después
de la cual la historia reanudaba su marcha: nueva concentración
de tierras, nueva aristocracia, nuevo agio, nuevos levantamientos. Mientras
la revolución conservaba su carácter puramente campesino,
la sociedad no emergía de estas desesperadas rotaciones. Tal era
la base de la historia antigua de Asia, incluyendo Rusia. En Europa, comenzando
con la aparición de la Edad Media, cada insurrección campesina
triunfante no elevaba al poder a un Gobierno campesino, sino a un partido
burgués de izquierda. Más concretamente, un alzamiento campesino
sólo triunfaba en tanto se conseguía establecer la posición
del sector revolucionario de la población de las ciudades. La toma
del poder por un campesinado revolucionario era algo inconcebible en la
Rusia burguesa del siglo XX.
Así, la actitud hacia la burguesía liberal se convirtió
en la piedra de toque en la divergencia entre los revolucionarios y los
oportunistas de la Socialdemocracia. Hasta dónde podía aventurarse
la Revolución rusa, qué carácter asumiría el
futuro Gobierno revolucionario provisional, qué tareas se le presentarían
y en qué orden habría de resolverlas..., todos estos problemas
sólo podían plantearse en toda su importancia refiriéndolos
al carácter básico de la política del proletariado,
y este carácter venía determinado en primer lugar por su
relación con la burguesía liberal. Plejanov cerró
ostensible y obstinadamente los ojos a la fundamental lección objetiva
de la historia política del siglo XX; dondequiera que el proletariado
aparecía como fuerza independiente, la burguesía se desviaba
hacia el campo de la contrarrevolución. Cuanto más atrevido
era el empuje de las masas más rápida se hacía la
transformación reaccionaria del liberalismo. Nadie había
inventado aún el medio de paralizar los efectos de la ley en la
lucha de clases.
"Debemos estimar el apoyo de los partidos no proletarios -acostumbraba
a repetir Plejanov durante los años de la primera Revolución-,
y no apartarlos de nosotros por un trato inadecuado." Con tal monótonas
máximas, el filósofo del marxismo demostraba ser incapaz
de comprender la dinámica viva de la sociedad. "La falta de tacto"
podría alejar a algún que otro intelectual supersensible.
Pero las clases y los partidos son atraídos o repelidos por sus
intereses sociales. "Puede decirse con seguridad -replicaba Lenin a Plejanov-
que los liberales entre los hacendados os perdonarán millones de
"faltas de tacto", pero nunca olvidarán cualquier incitación
a arrebatarles sus tierras." Y no sólo los terratenientes; también
la capa superior de la burguesía, ligada a los hacendados del campo
por identidad de intereses de propiedad y todavía más íntimamente
por el sistema bancario, del mismo modo que la capa superior de la pequeña
burguesía y de los intelectuales, material y moralmente subordinados
a los proletarios grandes y medianos, temían el movimiento independiente
de las masas. Pero si se quería derribar al zarismo era necesario
levantar docenas y más docenas de millones de oprimidos para una
arremetida revolucionaria heroica, abnegada, inflexible, suprema. Las masas
podían ser inducidas a este asalto sólo bajo la bandera de
sus propios intereses; esto es, con el ánimo de implacable hostilidad
hacia las clases explotadoras y, en primer lugar, hacia los terratenientes.
El "sobresalto" de la burguesía de oposición que le inducía
a apartarse de los campesinos y obreros revolucionarios era, pues, la ley
inmanente de la revolución misma, y no podía prevenirse por
"tacto" ni diplomacia.
Cada nuevo mes confirmaba el concepto de Lenin sobre el liberalismo.
A pesar de las más halagüeñas esperanzas de los mencheviques,
los cadetes no sólo se abstenían de hacer ademán alguno
de dirigir la revolución "burguesa", sino que, por el contrario,
estaban cada vez más persuadidos de su misión histórica
de combatirla. Después de la aplastante derrota de la insurrección
de diciembre, los liberales, que gracias a la efímera Duma hicieron
su salida a las candilejas de la política, se esforzaron cuanto
pudieron por explicar a la monarquía su insuficiente actividad contrarrevolucionaria
en el otoño de 1905, cuando los más sagrados puntales de
la "cultura" estaban en peligro. El jefe de los liberales, Milukov, que
llevó unas negociaciones sub rosa en el Palacio de Invierno, sostenía
muy lacónicamente en la Prensa que a fines de 1905 los cadetes aún
no podían siquiera presentarse ante las masas. "Aquellos que ahora
censuran al partido "cadete" -escribía- por no protestar entonces,
convocando mítines, contra las ilusiones revolucionarias del trotskismo...,
lo hacen simplemente porque no entienden o no recuerdan las tendencias
que entonces prevalecían entre el público democrático
que acudía a tales mítines." Por "ilusiones del trotskismo"
significaba el jefe liberal la política independiente del proletariado,
que atraía hacia los Soviets las simpatías de las clases
modestas de las ciudades, de los soldados, los campesinos y todos los oprimidos,
apartándolos así de la sociedad "cultivada". La evolución
de los mencheviques se efectuó de modo semejante. De vez en cuando
se sentían obligados a exculparse ante los liberales por haberse
visto en un mismo bloque con Trotsky, después de octubre de 1905.
Las explicaciones de aquel culto publicista de los mencheviques, Martov,
se reducían a admitir que era necesario hacer concesiones a las
"ilusiones revolucionarias" de las masas.
En Tiflis, las agrupaciones políticas se hicieron sobre la misma
base de principios que en San Petersburgo. "El aplastamiento de la reacción
-escribía el jefe de los mencheviques caucásicos, Jordania-,
la consecución y logro de la Constitución, ha de venir de
la consciente unificación y dirección bajo un mismo programa
de todas las fuerzas del proletariado y de la burguesía... Ciertamente,
el campesino será arrastrado a este movimiento y le dará
el carácter de una fuerza natural; sin embargo, esas dos clases
serán las que lleven la parte decisiva, mientras el movimiento campesino
les servirá de refuerzo." Lenin se divertía con los recelos
de Jordania de que una política irreconciliable hacia la burguesía
pudiera condenar a los trabajadores al desamparo. Jordania "analiza la
cuestión de un posible alistamiento del proletariado en la insurrección
democrática y, ¡se olvida... del campesinado! De los posibles
aliados de las masas proletarias, admite y se recrea con los hacendados
de los distritos rurales, pero no piensa para nada en los campesinos. ¡Y
esto en el Cáucaso!" La réplica de Lenin, esencialmente justa,
simplificaba con exceso el problema en un punto. Jordania "no olvidaba"
a los campesinos, y, como lo prueba la misma alusión de Lenin, no
hubiera sido posible olvidarlos en el Cáucaso, donde por entonces
se alzaban tumultuosamente bajo la bandera de los mencheviques. Pero Jordania
veía en ellos, no tanto un aliado político como un ariete
que la burguesía unida al proletariado podían y debían
utilizar. No era de parecer que el campesino pudiera convertirse en una
fuerza destructora o al menos independiente de la revolución, y
en eso no andaba equivocado; pero tampoco creía que el proletariado
pudiera conseguir el triunfo de la insurrección campesina reservándose
el papel de dirigente, y ahí estaba su fatal error. La idea menchevique
de unión entre los burgueses y proletarios significaba realmente
sumisión de los trabajadores y de los campesinos a los liberales.
El utopismo reaccionario de aquel programa provenía del hecho de
que la extrema desmembración de las clases paralizó a la
burguesía desde un principio en concepto de factor revolucionario.
En aquella fundamental cuestión del bolchevismo estaba en lo cierto:
el afán de unirse con la burguesía liberal empujaba necesariamente
a la Socialdemocracia en dirección al campo opuesto al movimiento
revolucionario de los obreros y los campesinos. En 1905, los mencheviques
no tuvieron sencillamente el valor de deducir todas las conclusiones necesarias
de su teoría de la "revolución burguesa". En 1917, por llevar
sus ideas al extremo límite, se estrellaron.
En cuanto a la actitud hacia los liberales, Stalin estuvo de acuerdo
con Lenin durante los años de la primera Revolución. Debe
decirse que en aquel período, cuando se trataba de la burguesía
de oposición, incluso una mayoría de los mencheviques de
la base estaban más cerca de Lenin que de Plejanov. Una desdeñosa
actitud hacia los liberales era la tradición literaria del radicalismo
intelectual. Pero sería perfectamente inútil buscar una aportación
independiente de Koba sobre esta materia, tanto analizando las relaciones
sociales en el Cáucaso como enunciando nuevos argumentos o formulando
siquiera de un modo nuevo los antiguos. Jordania, jefe de los mencheviques
del Cáucaso, era muchísimo más independiente de Plejanov
que Stalin de Lenin. "En vano intentan los señores liberales -escribía
Koba después del domingo sangriento- salvar el vacilante trono del
zar. ¡En vano adelantan los brazos en su socorro...! Las masas agitadas
del pueblo se aperciben para la revolución, no para concertarse
con el zar... Sí, caballeros, de nada valen vuestros esfuerzos.
La Revolución rusa es inevitable, tan inevitable como la salida
del sol. ¿Podéis detener al sol en su orto? ¡He aquí
el problema!", y así sucesivamente. Koba no podía remontarse
más. Dos años y medio después, repitiendo casi literalmente
palabras de Lenin, escribía: "La burguesía liberal rusa es
antirrevolucionaria; no puede ser impulsara, y mucho menos conductora de
la revolución; es el enemigo jurado de la revolución; y contra
ellos hemos de librar una lucha persistente." Sobre este fundamental principio
gira la completa metamorfosis experimentada por Stalin durante los diez
años que siguieron, de suerte que saludó la Revolución
de 1917 como defensor del bloque con la burguesía liberal, y, en
consecuencia con ello, como heraldo de la fusión con los mencheviques
en un solo partido. Sólo la oportuna llegada de Lenin desde el extranjero
dio brusco fin a la política independiente de Stalin, que calificó
de remedo de marxismo.
Los populistas consideraban a todos los obreros y campesinos como "trabajadores"
y "explotados" sencillamente, unos y otros interesados en igual proporción
por el socialismo, mientras que para los marxistas un campesino era un
pequeño burgués, capaz de convertirse en socialista sólo
en la medida en que cesara de ser material o espiritualmente campesino.
Con un sentimentalismo característico en ellos, los populistas veían
en esa caracterización un terrible insulto al campesino. Sobre esta
pauta se libró durante dos generaciones la batalla principal entre
las tendencias revolucionarias dentro de Rusia. Para comprender el ulterior
conflicto entre estalinismo y trotskismo, es necesario subrayar que, de
conformidad con toda la tradición marxista, Lenin nunca miró
al campesino como un aliado socialista del proletariado; por el contrario,
la enorme preponderancia del campesinado era lo que había conducido
a Lenin a la conclusión de que en Rusia era imposible una revolución
socialista. Esta idea se reitera una y otra vez en todos sus artículos
que directa o indirectamente tocan la cuestión agraria.
"Apoyamos el movimiento campesino -escribía Lenin en septiembre
de 1905- en tanto es revolucionario y democrático. Estamos preparados
(en seguida, inmediatamente) a luchar contra él tan pronto se manifieste
como un movimiento antiproletario reaccionario. Toda la esencia del marxismo
se contiene en esta doble tarea..." Lenin veía al proletariado occidental
y hasta cierto punto a los semiproletarios de la aldea rusa como aliados
socialistas, pero nunca a todo el campesinado en bloque. "En principio
apoyamos al campesino en "general" -repetía con la persistencia
típica suya-, hasta el fin y por todos los medios, contra el propietario
de la tierra, pero también (y no más tarde, sino al mismo
tiempo) apoyamos al proletariado contra el campesino en general."
"El campesinado vencerá en una revolución democrática
burguesa -escribía en marzo de 1906-, agotando así su revolucionarismo
como tal campesinado. El proletariado vencerá en una revolución
democrática burguesa; y entonces será cuando comience a desplegar
su verdadero revolucionarismo socialista." "El movimiento del campesinado
-repetía en mayo del mismo año-, es el movimiento de otra
clase; es, una lucha, no contra los fundamentos del capitalismo, sino por
acabar con todos los residuos de la servidumbre." Este criterio puede seguirse
en Lenin de artículo en artículo, de año en año,
de volumen en volumen. Las expresiones y los ejemplos cambian, pero el
pensamiento básico permanece inalterable. Tampoco podía haber
sido de otro modo. Si Lenin hubiese visto un aliado socialista en el trabajador
del campo, no habría tenido el más mínimo motivo para
insistir sobre el carácter burgués de la revolución,
limitándola a "la dictadura del proletariado y del campesinado",
a tareas puramente democráticas. En las ocasiones en que Lenin me
acusó de "menospreciar" al campesino, no había pensado en
que yo reconociese unas tendencias socialistas del campesino, sino en que
no comprendiese lo suficientemente, desde el punto de vista de Lenin, la
independencia democrático burguesa del campesinado, su capacidad
dé crear su propio poder e impedir así el establecimiento
de la dictadura socialista del proletariado.
La revaloración de este problema sólo comenzó
durante los años del Termidor reaccionario, cuyo comienzo coincidió,
en general, con la enfermedad y muerte de Lenin. Desde entonces, respecto
a la unión de trabajadores y campesinos rusos se declaró
que había en ella suficiente garantía contra los peligros
de restauración y una firme prenda de que el socialismo se lograría
dentro de las fronteras de la Unión Soviética. Habiendo impuesto
la teoría del socialismo en un solo país sobre la revolución
permanente, Stalin comenzó a calificar de "trotskismo" la estimación
marxista del campesinado, y no sólo con referencia al presente,
sino también al pasado, con carácter retroactivo.
Naturalmente, es posible decidir si el criterio clásico marxista
del campesinado ha resultado o no erróneo. Este tema nos llevaría
mucho más allá de los límites de este apéndice.
Baste decir ahora que el marxismo nunca atribuyó un carácter
absoluto e inmutable a su estimación del campesinado como base no
socialista. Marx dijo hace mucho tiempo que el campesinado se altera si
cambian las circunstancias. El régimen de la dictadura del proletariado
descubrió muchas posibilidades de influir sobre el campesino y reeducarle.
La historia no ha sondeado aún hasta el fondo los límites
de estas posibilidades. Pero ya está probado que el papel creciente
de la coacción estatal en la U.R.R.S., lejos de refutarla, ha confirmado
en su base la opinión sobre el campesinado que distinguía
a los marxistas rusos de los populistas. Sin embargo, sea cual fuere la
situación actual sobre este extremo, al cabo de veinte años
de nuevo régimen, subsiste el hecho de que antes de la Revolución
de octubre, o más bien antes del año 1924, nadie en el campo
marxista, y menos que nadie Lenin, ha tenido al campesinado por un factor
de desarrollo socialista. Sin la ayuda de una revolución proletaria
en Occidente, insistía una y otra vez, la restauración es
inevitable en Rusia. No se equivocaba: la burocracia stalinista no es más
que la primera etapa de la restauración burguesa.
Tales eran las posiciones divergentes de las dos facciones principales
de la Socialdemocracia rusa. Pero junto a ellas, ya en los albores de la
primera Revolución, se formuló otra posición, que
en aquellos días no encontró eco, pero que hemos de exponer,
no sólo por haber sido confirmada por los sucesos de 1907, sino
particularmente porque siete años después de la Revolución,
después de haber sido derrumbada, comenzó a desempeñar
un papel completamente imprevisto en la política de Stalin y de
toda la burocracia soviética.
A comienzos de 1905 publiqué en Ginebra un folleto que analizaba
la situación política reinante hacia el invierno de 1904.
Llegaba en él a la conclusión de que la campaña independiente
de peticiones y banquetes liberales había agotado sus posibilidades;
que los intelectuales burgueses, que habían trasladado sus esperanzas
a los liberales, se habían encontrado en un callejón sin
salida en unión de estos últimos; que el movimiento campesino
iba creando condiciones favorables a la victoria, pero incapaces de asegurarla;
que las cartas no se pondrían boca arriba sino mediante una insurrección
armada del proletariado; que la próxima etapa en tal dirección
habría de ser la huelga general. Aquel folleto, titulado Hasta el
nueve de enero, había sido escrito con anterioridad al domingo sangriento
de San Petersburgo. La potente oleada de huelgas que se inició aquel
día, con los primeros choques armados que le sirvieron de complemento,
fueron una confirmación inequívoca del pronóstico
estratégico consignado en el folleto.
El prólogo de mi obra era de Parvus, emigrado ruso que ya por
entonces había llegado a ser un prominente escritor alemán.
La personalidad de Parvus era en extremo creadora, capaz de infectarse
de las ideas de otros y de enriquecer a otros con las suyas propias. Carecía
del equilibrio interno y de la aplicación necesarios para aportar
nada digno de su talento como pensador y escritor al movimiento obrero.
No hay duda que ejerció considerable influencia en mi desarrollo
personal, especialmente con respecto a la comprensión social revolucionaria
de la época. Pocos años antes de conocernos, Parvus defendía
con apasionamiento la idea de una huelga general en Alemania; pero el país
estaba entonces disfrutando una era prolongada de prosperidad industrial,
la Socialdemocracia se estaba adaptando al régimen de los Hohenzollern
y la propaganda revolucionaria extranjera sólo hallaba una indiferencia
irónica. Habiendo leído mi folleto manuscrito, al mismo día
siguiente de los sangrientos sucesos de San Petersburgo, Parvus se sentía
agobiado al pensar en el papel excepcional que el proletariado de la atrasada
Rusia estaba llamado a desempeñar.
Varios días que pasamos juntos en Munich se dedicaron a conversaciones
que nos aclararon muchos puntos y personalmente nos acercaron considerablemente.
El prólogo que puso entonces Parvus a mi folleto quedó incluido
para siempre en la historia de la Revolución rusa. En pocas páginas
arrojaba luz sobre aquellas particularidades sociales de la Rusia rezagada
que, si bien ya muy conocidas, a nadie antes que a él habían
sugerido todas las deducciones necesarias.
"El radicalismo político en todo el Occidente europeo -escribía
Parvus-, como todo el mundo sabe, dependía ante todo de la pequeña
burguesía. ésta se componía de artesanos y generalmente
de toda aquella parte de la burguesía que resultó afectada
por el desarrollo industrial y sustituida al mismo tiempo por la clase
capitalista... En la Rusia del período precapitalista, las ciudades
se desarrollaban según el modelo chino de carácter oficial
y burocrático, sin importancia alguna política, mientras
que en sentido económico servían de bazares de comercio para
el vecindario hacendado y campesino. Progresaban con bastante lentitud
cuando contribuyó a su desarrollo el proceso capitalista, que comenzó
a establecer grandes ciudades a su imagen, esto es, ciudades fabriles y
centros de comercio mundial... Lo que había estorbado al desenvolvimiento
de la democracia pequeñoburguesa vino a redundar en beneficio de
la conciencia de clase del proletariado en Rusia: el desmedrado avance
de la forma artesana de producción. El proletariado se concentró
de repente en las fábricas...
"Masas cada vez mayores de campesinos eran atraídas al movimiento.
Pero todo lo que pueden hacer es aumentar la anarquía política
ya excesiva en el país, debilitando así al Gobierno; no pueden
convertirse en ejército revolucionario compacto. Así, pues,
a medida que la revolución se desarrolla, recaerá sobre el
proletariado una porción aún mayor de labor política.
Al mismo tiempo, su experiencia política aumentará, y su
energía política se hará rápidamente mayor...
"La Socialdemocracia ha de verse ante este dilema: asumir la responsabilidad
del Gobierno como suyo, sea cual fuere la actitud de la Socialdemocracia...
En Rusia únicamente los trabajadores pueden realizar una insurrección
revolucionaria. En Rusia, el Gobierno provisional revolucionario será
un Gobierno de la democracia obrera. Ese Gobierno será socialdemócrata
si la Socialdemocracia se coloca a la cabeza del movimiento revolucionario
del proletariado ruso...
"El Gobierno provisional socialdemócrata no puede llevar a cabo
una insurrección socialista en Rusia, pero el proceso concreto de
liquidar la autocracia y establecer una república democrática
le dará fecunda base para tina actividad política."
En el apogeo de los acontecimientos revolucionarios, por el otoño
de 1905, encontré a Parvus otra vez, en San Petersburgo. Aunque
en cuanto a organización se mantenía independiente de ambas
facciones, editábamos conjuntamente Russkoye Slovo (La Palabra Rusa),
periódico destinado a las masas de la clase obrera, y en coalición
con los mencheviques, el importante periódico Nachalo (El Comienzo).
La teoría de la revolución permanente solía asociarse
a los nombres de "Parvu y Trotsky". Esto sólo en parte era justo.
Parvus alcanzó la madurez revolucionaria a fines del pasado siglo,
cuando iba a la cabeza de las fuerzas que propugnaban el llamado "revisionismo",
esto es, las distorsiones oportunistas de la teoría de Marx. Pero
su optimismo se vio socavado por el fracaso de todos sus esfuerzos por
empujar la Socialdemocracia alemana en dirección a una política
más revuelta. Parvus se fue haciendo cada vez más reservado
en cuanto a las perspectivas de una revolución socialista en Occidente.
Al mismo tiempo sentía que "el Gobierno provisional socialdemócrata
no puede llevar a cabo una insurrección socialista en Rusia". Por
consiguiente, su pronóstico señalaba, en vez de la transformación
de revolución democrática en socialista, simplemente el establecimiento
en Rusia de un régimen de democracia obrera, poco más o menos
como en Australia, donde el primer Gobierno laborista, sobre cimientos
agrarios, de granjeros, no se aventuraba más allá de los
límites del régimen burgués.
Yo no compartía esa conclusión. La democracia australiana,
madurando orgánicamente en el suelo virgen de un continente nuevo,
inmediatamente asumió un carácter conservador y dominó
al proletariado, joven, pero ya bastante privilegiado. La democracia rusa,
por el contrario, sólo podría salir adelante a consecuencia
de una insurrección revolucionaria de grandes vuelos, cuya dinámica
no permitía al Gobierno obrero mantenerse dentro del marco de la
democracia burguesa. Nuestras diferencias de opinión, que comenzaron
poco después de la Revolución de 1905, dieron lugar a una
completa ruptura al comienzo de la guerra, con ocasión de la cual,
Parvus, en quien el escéptico había vencido al revolucionario,
resultó hallarse al lado del imperialismo germano y más tarde
se convirtió en consejero e inspirador del primer presidente de
la República alemana, Ebert.
Después de escribir mi folleto Hasta el once de enero, repetidamente
volví sobre el desarrollo y el asiento de la teoría de la
revolución permanente. En vista de la importancia que luego adquirió
en la evolución intelectual el héroe de esta biografía,
es necesario presentarla aquí en forma de citas exactas de mis obras
de los años 1905 y 1906.
"El núcleo de población en una ciudad contemporánea
(al menos en una ciudad de importancia económica y política)
es la clase marcadamente diferenciada del trabajador asalariado. Esta clase,
esencialmente desconocida en la gran Revolución francesa, es la
destinada a desempeñar el papel decisivo en nuestra Revolución...
En un país económicamente más atrasado, el proletariado
puede llegar al poder antes que en uno que esté más adelantado
en sentido capitalista. La concepción de una especie de dependencia
automática de la dictadura proletaria, respecto de las fuerzas y
los medios técnicos de un país es un prejuicio de materialismo
"económico" simplificado al extremo. Tal criterio nada tiene de
común con el marxismo... A pesar del hecho de que las fuerzas productoras
de la industria estadounidense son diez veces más grandes que las
nuestras, el papel político del proletariado ruso, su influencia
en la política de su propio país y la posibilidad de que
influya sobre la fijación del proletariado norteamericano...
"Me parece que la Revolución rusa ha de crear tales condiciones
que el poder puede (y en caso de triunfo debe) pasar a manos del proletariado
antes de que los políticos del liberalismo burgués encuentren
posible desplegar su genio estadista... La burguesía rusa entregará
todas las posiciones revolucionarias al proletariado. También tendrá
que entregar la hegemonía al campesinado. El proletariado en el
poder aparecerá ante los campesinos como el liberador de la clase...
El proletariado, apoyado en los campesinos, pondrá en movimiento
todas las fuerzas para elevar el nivel cultural de la aldea y para desarrollar
conciencia de clase en el campesinado...
"Pero, ¿no empujará acaso el campesinado mismo al proletariado
más lejos, llegando a substituirle? Eso es imposible. Toda la experiencia
histórica repudia tal supuesto. Muestra que el campesinado es absolutamente
incapaz de desempeñar su papel político independiente...
De lo dicho resulta claro cómo pienso en relación a la idea
de la "dictadura del proletariado y los campesinos..." No se trata de si
la considero admisible en principio, de si "deseo" o "no deseo" tal forma
de cooperación política. La creo irrealizable, al menos en
sentido directo e inmediato..."
Lo que antecede demuestra cuán incorrecta es la aserción
de que el concepto aquí expuesto "saltaba sobre la revolución
burguesa", como más tarde se ha dicho con insistente reiteración.
"La lucha por la renovación democrática en Rusia... -escribía
yo al mismo tiempo- se deriva por completo del capitalismo, y la dirigen
fuerzas formadas sobre la clase del capitalismo, e inmediatamente, en primer
lugar, apunta contra los obstáculos de feudalismo y vasallaje que
se atraviesan en el camino del desarrollo de una sociedad capitalista."
Pero la sustancia de la cuestión era con qué fuerzas y por
qué métodos podrían eliminarse tales obstáculos.
"El marco de todos los problemas de la revolución puede limitarse
por el aserto de que nuestra revolución es burguesa en sus finalidades
objetivas, y, por consiguiente, en todos sus inevitables resultados, y
es posible al mismo tiempo cerrar los ojos al hecho de que la fuerza activa
principal de esa revolución burguesa es el proletariado, que se
acerca al poder aprovechando todo el ímpetu de la revolución...
Puede uno consolarse con la idea de que las condiciones sociales en Rusia
no han madurado aún para una economía socialista, y al mismo
tiempo pasar por alto que, al subir al poder, el proletariado, con toda
la lógica de la situación, avanzaría maquinalmente
hacia el manejo de la economía a expensas del Estado... Llegando
al Gobierno, no como rehenes desvalidos, sino como fuerza directriz, los
representantes del proletariado, por esta sola razón, borran las
fronteras entre el programa y el máximo, esto es, incluirán
el colectivismo en el orden del día. En qué punto se detendrá
el proletariado en tal tendencia depende de la correlación de fuerzas,
pero ciertamente no de las intenciones iniciales del partido del proletariado...
"Pero podemos preguntarnos ya: ¿Debe inevitablemente la dictadura
del proletariado estrellarse contra la armazón de la revolución
burguesa, o puede, a base de la situación histórica existente
en el mundo, contemplar la perspectiva de victoria, después de desbaratar
el marco limitante...? Una cosa puede decirse con certeza: sin el apoyo
gubernamental directo del proletariado europeo, la clase trabajadora de
Rusia no será capaz de mantenerse en el poder y transformar su dominio
temporal en dictadura socialista perdurable..." Pero esto no lleva necesariamente
a un pronóstico pesimista: "la liberación política,
dirigida por la clase trabajadora de Rusia, elevará al dirigente
a una altura sin precedentes en la historia, transmitiéndole fuerzas
y medios colosales, y haciéndole el iniciador de la liquidación
del capitalismo en el mundo entero, para lo cual la historia ha creado
todos los requisitos objetivos previos...".
En cuanto a la extensión en que la Socialdemocracia internacional
se mostrará capaz de realizar su tarea revolucionaria, escribía
yo en 1906: "Los partidos socialistas europeos, y en primer lugar el más
poderoso de ellos, el alemán, han desarrollarlo su conservadurismo,
que se hace mayor en proporción a las dimensiones de las masas que
abarca el socialismo y la efectividad de la organización y disciplina
de esas masas. Por eso, la Socialdemocracia, como organización que
encarna la experiencia política del proletariado, puede en un momento
dado ser el obstáculo inmediato en el camino de un choque declarado
entre los trabajadores y la reacción burguesa..." Sin embargo, concluía
mi análisis expresando la seguridad de que "la revolución
del Este infectaría. al proletariado occidental de idealismo revolucionario,
despertando en él el deseo de principiar a hablar en "ruso" con
su enemigo..."
En resumen. El populismo, como el eslavofilismo, provenía de
ilusiones de que el curso de desarrollo de Rusia habría de ser algo
único, fuera del capitalismo y de la república burguesa.
El marxismo de Plejanov se concentró en probar la identidad de principios
del curso histórico de Rusia con el Occidente. El programa que se
derivó de eso no tuvo en cuenta las peculiaridades verdaderamente
reales y nada místicas de la estructura social y el desarrollo revolucionario
de Rusia. La idea menchevique de la Revolución, despojada de sus
episódicas estratificaciones y desviaciones individuales, equivalía
a lo siguiente: la victoria de la revolución burguesa en Rusia sólo
era posible bajo la dirección de la burguesía liberal y debe
dar a esta última el poder. Después, el régimen democrático
elevaría al proletariado ruso, con éxito mucho mayor que
hasta entonces, al nivel de sus hermanos mayores occidentales, por el camino
de la lucha hacia el socialismo.
La perspectiva de Lenin puede expresarse brevemente por las siguientes
palabras: La atrasada burguesía rusa es incapaz de realizar su propia
revolución. La victoria completa de la revolución, por mediación
de la "dictadura democrática del proletariado y los campesinos",
desterraría del país el medievalismo, imprimiría al
capitalismo ruso el ritmo del americano, fortalecería el proletariado
en la ciudad y en el campo y haría posible efectivamente la lucha
por el socialismo. En cambio, el triunfo de la Revolución rusa daría
enorme impulso a la revolución socialista en el Oeste, y ésta
no sólo protegería a Rusia contra los riesgos de la restauración,
sino que permitiría al proletariado ruso ir a la conquista del poder
en un período histórico relativamente breve.
La perspectiva de la revolución permanente puede resumiese así:
la victoria completa de la revolución democrática en Rusia
sólo se concibe en forma de dictadura del proletariado, secundado
por los campesinos. La dictadura del proletariado, que inevitablemente
pondría sobre la mesa no sólo tareas democráticas,
sino también socialistas, daría al mismo tiempo un impulso
vigoroso a la revolución socialista internacional. Sólo la
victoria del proletariado de Occidente podría proteger a Rusia de
la restauración burguesa, dándole la seguridad de completar
la implantación del socialismo.
Esa compacta fórmula con igual claridad la semejanza de los
dos conceptos últimos en su irreconciliable diferenciación
de la perspectiva liberal menchevique y su discrepancia esencialísima
en cuanto a la cuestión del carácter social y de las tareas
de la "dictadura" derivadas de la revolución. La queja no infrecuente
en los escritos de los teóricos actuales de Moscú de que
el programa de la dictadura del proletariado era "prematura" en 1905, no
hace al caso. En un sentido empírico, el programa de la dictadura
democrática del proletariado y los campesinos resultó asimismo
"prematura". La desfavorable combinación de fuerzas en la época
de la primera Revolución no sólo impidió la dictadura
del proletariado, sino sobre todo la victoria de la revolución en
general. Y, sin embargo, todos los grupos revolucionarios se basaban en
la esperanza de un completo triunfo: la lucha suprema revolucionaria hubiera
sido imposible sin tal esperanza. Las diferencias de opinión se
referían a la perspectiva general de la revolución y a la
estrategia resultante de ella. La perspectiva del menchevismo era falsa
hasta la medula; señalaba al proletariado un camino erróneo.
La perspectiva del bolchevismo no era completa: apuntaba bien la dirección
general de la lucha, pero caracterizaba mal sus etapas. La insuficiencia
de la perspectiva bolchevique no se apreció en 1905 sólo
porque la revolución misma no fue más adelante. Pero luego,
a principios de 1917, Lenin se vio obligado a alterar su perspectiva, en
directo conflicto con los viejos cuadros de su partido.
No hay pronóstico político que pueda considerarse matemáticamente
exacto; basta con que indique debidamente la línea general de desarrollo
y ayude a orientar el curso de los acontecimientos, que inevitablemente
tuerce a derecha e izquierda la línea principal. En tal sentido,
es imposible no ver que el concepto de revolución permanente ha
pasado por la prueba de la historia. Durante los años iniciales
del régimen soviético nadie negaba esto; por el contrario,
es un hecho que se reconoció en numerosas publicaciones oficiales.
Pero cuando la reacción burocrática contra octubre se manifestó
en la calmada y refrescada capa superior de la sociedad soviética,
se dirigió desde luego contra la teoría que reflejaba la
primera revolución proletaria mejor que ninguna otra cosa, mientras
exponía a la vez su carácter imperfecto, limitado y parcial.
Así, por vía de repulsión, se originó la teoría
del socialismo en un solo país, dogma fundamental del stalinismo.