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El camarada Craipeau quiere persuadirnos una vez más de que la burocracia soviética como tal es una clase. Sin embargo para él no es un problema de “sociología” pura. No, todo lo que quiere, como veremos, es señalar de una vez una línea libre y recta, para su tipo de internacionalismo, del cual no está en absoluto seguro. Si la burocracia no es una clase, si la Unión Soviética puede ser reconocida todavía como un estado de trabajadores, es necesario apoyarla durante la guerra. ¿Cómo puede uno entonces permanecer en una oposición irreconciliable contra el propio gobierno, si éste está aliado a los soviéticos? ¡Ahí existe una tentación terrible de caer en el social-patriotismo! No; es preferible hacer un cambio radical de posición: la burocracia stalinista es una clase explotadora, y en caso de guerra, a duras penas necesitamos distinguir entre los soviéticos y el Japón.
Desgraciadamente este radicalismo terminológico no adelanta mucho las cosas. Admitamos por un momento que la burocracia es realmente una clase, en el sentido de la sociología marxista. Tenemos entonces una forma nueva de clase social, que ni es idéntica a la sociedad feudal o a la capitalista y la cual nunca fue prevista por los teóricos marxistas. Tal descubrimiento es digno de un atento análisis.
¿Por qué se encuentra la sociedad capitalista en un callejón sin salida? Porque ya no es capaz de desarrollar las fuerzas productivas en los países adelantados o atrasados. La cadena imperialista mundial, se rompió en su eslabón más débil, Rusia. Nos enteramos ahora que en lugar de la sociedad burguesa, ha sido establecida una nueva clase social. Craipeau no le ha dado aún ningún hombre o analizado sus leyes internas. Pero eso no nos impide ver que la nueva sociedad es progresiva en comparación con el capitalismo, porque en base a la propiedad nacionalizada, la nueva “clase” dominante, ha asegurado un desarrollo de fuerzas productivas jamás igualado en la historia mundial. El marxismo nos enseña que las fuerzas productivas son el factor fundamental del progreso histórico. Una sociedad que no es capaz de asegurar el crecimiento del poder económico, es aun menos capaz de asegurar el bienestar de las clases trabajadoras cualquiera que sea la manera de la distribución. El antagonismo entre el feudalismo y el capitalismo y la decadencia del primero ha sido determinada precisamente por el hecho de que el último abrió nuevas y grandiosas posibilidades a las estancadas fuerzas productivas. Lo mismo se aplica a la Unión Soviética. Cualquiera que sean sus formas de explotación, esta nueva sociedad es, por su carácter mismo, superior a la capitalista. ¡Ahí está el punto de partida real del análisis marxista!
Este factor fundamental, las fuerzas productivas, también se refleja en el dominio ideológico. Mientras la vida económica de los países capitalistas no nos enseña otra cosa que diferentes formas de estancamiento y descomposición, la economía nacionalizada y planificada de la Unión Soviética, es la más grande escuela para toda la humanidad que aspira a un futuro mejor. ¡Se tiene que ser ciego para no ver la diferencia!
En la guerra entre el Japón y Alemania por un lado, y la Unión Soviética por el otro, estaría comprometido, no un problema de igualdad distributivo, o democracia proletaria, o de la justicia de Vishinski, sino el destino de la propiedad nacionalizada y la economía planificada. La victoria de los estados imperialistas significaría la caída, no solamente de la nueva “clase explotadora” en la Unión Soviética, sino también de las nuevas formas de producción, la disminución de toda la economía soviética al nivel de un capitalismo atrasado y semicolonial. Ahora pregunto a Craipeau: cuando estemos enfrentados con la lucha entre dos estados los cuales son – admitámoslo – ambos estados de clase, pero uno de los cuales representa estancamiento imperialista y el otro un tremendo progreso económico, ¿no tenemos que apoyar el estado progresista contra el estado reaccionario? ¿Sí o no?
En toda sus tesis, Craipeau habla de las cosas más diversas, y casas muy ajenas al tema, pero no menciona una sola vez, el factor decisivo de la sociología marxista, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas. Es precisamente por esto que toda su construcción permanece suspendida en el aire. Engaña con sombras terminológicas (“clase”, “no clase”) en vez de entender la realidad. Cree que es suficiente atribuir el término “clase” a la burocracia con el fin de evitar la necesidad de analizar qué sitio ocupa la nueva sociedad en el desarrollo histórico de la humanidad. Queriendo forzarnos a no distinguir entre una sociedad que es absolutamente reaccionaria, que lesiona y hasta destruye las fuerzas productivas, y una sociedad que es relativamente progresista, puesto que ha asegurado un gran ascenso económico, Craipeau quiere imponemos la política de la “neutralidad” reaccionaria. ¡Sí, camarada Craipeau, reaccionaria!
Se ve por lo anterior que podríamos muy bien dejar de analizar otra vez el problema que preocupa a Craipeau, que en sí mismo, está lejos de ser decisivo en época de guerra. Pero el problema del carácter social de la burocracia es a pesar de todo muy importante desde un punto de vista más general y no vemos ninguna razón para hacer la más ligera concesión a Craipeau en este nivel. Nuestro crítico cambia de argumentos sin la más mínima inconveniencia. Esta vez deduce su extraordinaria prueba, de una frase en La revolución traicionada en el sentido de que “todos los medios de producción pertenecen al estado y el estado pertenece, hasta cierto punto, a la burocracia” (el énfasis es mío). Craipeau está jubiloso. Si los medios de producción pertenecen al estado, y el estado a la burocracia, ésta se torna en el propietario colectivo de los medios de producción, y por eso solamente, en la clase poseedora y explotadora. El resto del argumento de Craipeau es casi de carácter puramente literario. Nos dice una vez más, con aire de polemizar contra mí, que la burocracia termidoriana es mala, rapaz, reaccionaria, sedienta de sangre, etcétera.[2] ¡Una verdadera revelación! ¡Sin embargo nunca dijimos que la burocracia stalinista fuera virtuosa! Solamente le negamos la calidad de clase en el sentido marxista, es decir, con respecto a la propiedad de los medios de producción. Pero ahí está Craipeau forzándome a negarme, puesto que reconocí que la burocracia trata al estado como su propiedad. “Y esa es la solución al enigma.”
Pero con este argumento ultrasimplificado Craipeau muestra una falta deplorable de sentido dialéctico. Nunca dije que la burocracia soviética era igual a la de la monarquía absoluta o del capitalismo liberal. La economía nacionalizada crea una situación completamente nueva para la burocracia y abre nuevas posibilidades, tanto de progreso como de degeneración.
Esto lo sabíamos, más o menos, aun antes de la revolución. La analogía entre la burocracia soviética y la del estado fascista es mucho mayor, sobre todo desde el punto de vista que nos interesa. La burocracia fascista trata también al estado como su propiedad. Impone severas restricciones al capital privado y provoca a menudo convulsiones en él. Podemos decir a manera de argumento lógico: si la burocracia fascista triunfó en imponer más y más su disciplina y restricciones a los capitalistas, sin resistencia efectiva de parte de éstos, esta burocracia podría gradualmente transformarse en una nueva “clase” dirigente absolutamente análoga a la burocracia soviética. Pero el estado fascista pertenece a la burocracia solamente “hasta cierto punto” (véase la cita anterior).
Esas son tres palabras que Craipeau ignora deliberadamente. Pero tienen su importancia. Incluso son decisivas. Forman parte integral de la ley dialéctica de la transformación de cantidad en cualidad. Si Hitler[3] tratase de apropiarse del estado, y por esos medios, apropiarse completamente de la propiedad privada y no sólo “hasta cierto punto”, tropezaría contra la oposición violenta de los capitalistas; esto abriría grandes posibilidades revolucionarias para los trabajadores. Hay sin embargo ultraizquierdistas que aplican a la burocracia fascista el razonamiento que Craipeau aplica a la soviética y colocan un rótulo igual entre los regímenes fascista y stalinista (algunos espartaquistas alemanes, urbahnistas, anarquistas, etcétera).[4] Hemos dicho de ellos lo que decimos de Craipeau: su error está en creer que las bases de la sociedad pueden cambiarse sin revolución y contrarrevolución, desenvolviendo al revés la película del reformismo.
Pero aquí es donde Craipeau, todavía jubiloso, cita otra frase de La revolución traicionada con respecto a la burocracia soviética: “Si estas relaciones llegaran a ser estabilizadas, legalizadas y a volverse norma, sin ninguna resistencia o contra la resistencia de los trabajadores, terminarían en la liquidación completa de las conquistas de la revolución proletaria.” Y concluye Craipeau: “Así, el camarada Trotsky contempla la posibilidad (en el futuro) de un tránsito sin intervención militar (?) del estado de los trabajadores, al estado capitalista. En 1933, se acostumbraba llamar a esto desenrollar al revés la película del reformismo.” Se llama de la misma manera en 1937. Lo que para mí es un argumento puramente lógico, Craipeau lo considera un pronóstico histórico. Sin una guerra civil victoriosa, la burocracia no puede dar origen a una nueva clase dirigente. Ese era y sigue siendo mi pensamiento. Además lo que está sucediendo ahora en la Unión Soviética es solamente una guerra civil preventiva iniciada por la burocracia. Y sin embargo no ha tocado todavía las bases económicas del estado creadas por la revolución, las cuales, a pesar de toda su deformación y distorsión, aseguran un desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas.
Nadie ha negado la posibilidad - especialmente en el caso de prolongada decadencia mundial - de la restauración de una nueva clase poseedora resultante de la burocracia. La presente posición social de la burocracia, que por medio del estado tiene en sus manos “hasta cierto punto” las fuerzas productivas, es un punto de partida extremadamente importante para este proceso de transformación. Es, sin embargo, un problema de posibilidad histórica y no un hecho ya cumplido.
En La revolución traicionada traté de dar una definición del presente régimen soviético. Esta definición comprende nueve párrafos. Admitiré que esta serie de fórmulas descriptivas y cautelosas no es muy elegante. Pero trata de ser honrada con respecto a la realidad, lo cual siempre es una ventaja. Craipeau ni siquiera menciona esta definición. No opone otra a ella. No dice si la nueva sociedad explotadora, es superior o inferior a la antigua, y no se pregunta si esta nueva sociedad es una etapa inevitable entre el capitalismo y el socialismo o es solamente un “accidente” histórico. Sin embargo, desde el punto de vista de nuestra perspectiva histórica general, tal como esta formulada en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, la definición sociológica de la burocracia asume una importancia capital.
La burguesía vino al mundo como un elemento nacido de la nueva forma de producción; permaneció como una necesidad histórica mientras la nueva forma de producción agotaba sus posibilidades. Se puede hacer la misma aseveración con respecto a todas las clases sociales anteriores: dueños de esclavos, señores feudales, maestros obreros medioevales. En su tiempo eran los dirigentes y representantes de un sistema de producción, el cual tenía su lugar en el adelanto de la humanidad. ¿Cómo entonces evalúa Craipeau el lugar histórico de “la clase burocrática”? No dice nada sobre este problema decisivo. Sin embargo hemos repetido muchas veces con la ayuda del mismo Craipeau, que la degeneración del estado soviético es el producto del retardo de la revolución mundial, es decir, el resultado de causas políticas y “coyunturales”, por así decirlo. ¿Puede uno hablar de una nueva... clase “coyuntural”? Lo dudo realmente. Si Craipeau consiente en verificar esta concepción más bien apresurada desde el punto de vista de la sucesión histórica de regímenes sociales, él mismo reconocerá seguramente que dar a la burocracia el nombre de clase dominante, es no solamente un abuso de terminología, sino por otra parte un gran peligro político que puede conducir a un descarrilamiento completo de nuestra perspectiva histórica. ¿Ve Craipeau razones suficientes para revisar la concepción marxista en este punto capital? En cuanto a mí, no veo ninguna. Esa es la razón por la cual rehuso seguir a Craipeau.
Sin embargo, podemos y debemos decir que la burocracia soviética tiene todos los vicios de una clase dominante, sin tener ninguna de sus “virtudes” (estabilidad orgánica, ciertas normas morales, etcétera). La experiencia nos ha enseñado que el estado de los trabajadores es todavía un estado, es decir, un producto del pasado bárbaro; que es doblemente bárbaro en un país aislado y atrasado; que bajo condiciones desfavorables puede degenerarse hasta el punto de volverse irreconocible; que puede requerir una revolución suplementaria con el fin de regenerarlo. Pero el estado de los trabajadores continúa, sin embargo, como una etapa inevitable en nuestro camino. Esta etapa no puede ser superada, sino por la revolución permanente del proletariado internacional.
No puedo seguir la argumentación completa del camarada Craipeau punto por punto; porque para eso es necesario realmente recapitular la íntegra concepción marxista. El problema es que Craipeau no analiza los hechos como son, sino que más bien recoge argumentos lógicos a favor de una tesis preconcebida. Este método es en esencia, antidialéctico y por lo tanto antimarxista. Daré algunos ejemplos al respecto.
a) “El proletariado ruso perdió toda esperanza de poder político hace muchos años (...)” Craipeau se cuida de no decir exactamente cuando. Simplemente quiere crear la impresión de que nuestra tendencia ha alimentado ilusiones por “muchos años”. Olvida decir que en 1923 la burocracia estaba muy trastornada y que solamente la derrota alemana y el desaliento del proletariado ruso que la siguió, restableció su posición.[5] Durante la revolución china, la crisis se repitió con aspectos similares. El primer plan quinquenal y las grandes conmociones que precedieron la subida de Hitler (1931-1933); amenazaban una vez más el dominio de la burocracia.[6] Finalmente ¿podemos dudar por un instante, que si la revolución española hubiese triunfado y los trabajadores franceses hubiesen sido capaces de desarrollar la ofensiva de mayo y junio de 1936 hasta su conclusión,[7] el proletariado ruso habría recobrado su valor y combatividad y derrocado los termidorianos con un mínimo de esfuerzo? Es solamente una sucesión de las deprimentes y terribles derrotas en todo el mundo lo que ha estabilizado el régimen de Stalin. Craipeau opone el resultado, el cual es bastante contradictorio en sí mismo, al proceso que lo produjo y a nuestra política, la cual era un reflejo de este proceso.
b) Con el fin de refutar el argumento de que la burocracia manipula los recursos naturales solamente como una corporación gremial - que es extremadamente inestable - y que los burócratas aislados no tienen el derecho de disponer libremente de propiedad estatal, replica Craipeau: “Los burgueses tuvieron que esperar mucho tiempo antes de que pudieran transmitir a sus descendientes títulos de propiedad sobre los medios de producción. Al comienzo de los gremios, el jefe era elegido por sus compañeros (...)” etcétera. Pero Craipeau deja a un lado la friolera de que precisamente “al comienzo de los gremios”, estos no estaban divididos todavía en clases y que el jefe, no era “burgués” en el sentido moderno de la palabra. La transformación de cantidad en cualidad no existe para Craipeau.
c) “La propiedad privada está siendo restaurada, la herencia restablecida (...)” Pero Craipeau evita decir que es asunto de propiedad sobre objetos de uso personal, y no de medios de producción. De la misma manera olvida mencionar que la propiedad privada de los burócratas, aun aquéllos en altas posiciones, es nada en comparación con los recursos materiales hechos accesibles por sus empleos, y que precisamente la actual “purga”, que con una plumada arroja miles y miles de familias de burócratas a la mayor pobreza, demuestra cuán enteramente frágiles son los vínculos entre los mismos burócratas - y mucho más entre sus familias - y la propiedad estatal.
d) La guerra civil preventiva, al ser dirigida en el momento por la camarilla dominante, demuestra otra vez, que esta última sólo puede ser derrocada por la fuerza revolucionaria. Pero puesto que esta nueva revolución debe desarrollarse en base a la propiedad estatal y la economía planificada, hemos caracterizado la caída de la burocracia como una revolución política para distinguirla de la revolución social de 1917. Craipeau encuentra que esta distinción “permanece en el dominio de la casuística”. ¿Y por qué tanta severidad? Porque la recuperación del poder por el proletariado tendrá también consecuencias sociales. Pero las revoluciones burguesas y políticas de 1930, 1848 y setiembre de 1870 también tuvieron consecuencias sociales, en cuanto que cambiaron seriamente el reparto de la renta nacional. Pero mi querido Craipeau, todo es relativo en este mundo el cual no es una creación de formalistas de ultraizquierda. Los cambios sociales provocados por las llamadas revoluciones políticas, serios como fueron, realmente aparecen como secundarios cuando se comparan con la gran Revolución Francesa, la cual fue la revolución social burguesa por excelencia. Lo que le falta al camarada Craipeau es el sentido de las proporciones y el concepto de la relatividad. Nuestro joven amigo no está interesado en absoluto en la ley de transformación de cantidad en cualidad. Y sin embargo es la ley más importante de la dialéctica. La verdad es que las autoridades del mundo académico burgués encuentran que la dialéctica en sí misma es el “dominio de la casuística.”
e) No es por casualidad que Craipeau está inspirado por la sociología de M. Yvon.[8] Las observaciones personales de Yvon son honestas y muy importantes. Pero no es por accidente que ha encontrado refugio en el pequeño puerto de Revolution proletarienne.[9] Yvon está interesado en la “economía”, en el “taller” - para usar la palabra de Proudhon - y no en “política”, es decir, en economía generalizada. Pertenece, formalmente, a la escuela proudhonista; esto le permitió precisamente permanecer neutral durante la lucha entre la Oposición de Izquierda y la burocracia; no comprendió que el destino del “taller” dependía de ella.[10] Lo que tiene que decir acerca de la lucha por “la herencia de Lenin” sin distinguir las tendencias sociales - ¡aún hoy en 1937! - revela claramente su concepción totalmente pequeñoburguesa, y no revolucionaria en absoluto. La noción de clase es una abstracción para Yvon, la cual sobreimpone sobre la abstracción “taller”. ¡Es realmente triste que Craipeau no encuentre otra fuente de inspiración teórica!
Todo este andamiaje sociológico, desgraciadamente muy frágil, solamente sirve a Craipeau, como lo hemos dicho, para rehuir la necesidad de distinguir entre la Unión Soviética y los estados imperialistas durante la guerra. Los dos últimos párrafos de su tratado los cuales tienen que ver con este tema son particularmente reveladores. Craipeau nos dice: “Toda guerra europea o mundial se da en nuestros días por conflictos imperialistas y sólo los tontos stalinistas o reformistas pueden creer que los puntos de lucha de la futura guerra serán el régimen fascista o democrático.” Noten bien esta tesis magistral: de alguna manera simplificada, es verdad, pero sin embargo tomada, esta vez, del arsenal marxista. Inmediatamente después de esto, con el fin de criticar y caracterizar a la Unión Soviética como “campeona de la guerra imperialista”, Craipeau nos dice: “En el campo de Versalles, su diplomacia (la de la Unión Soviética) juega ahora el mismo papel animador de la diplomacia hitleriana en el otro campo.” Admitámoslo. ¿Pero el carácter imperialista de la guerra está determinado por el papel provocador de la diplomacia fascista? En absoluto. “Solamente los tontos stalinistas o reformistas pueden creerlo.” Y espero que nosotros los demás no vamos a aplicar el mismo criterio al estado soviético. Se es un derrotista en los países imperialistas - ¿no es así? - porque se quiere aplastar el régimen de la propiedad privada y no porque uno desea castigar algún “agresor”. En la guerra de Alemania contra la Unión Soviética, será una cuestión de cambiar la base económica de esta última en cuanto concierne a los imperialistas y no de castigar a Stalin y Litvinov.[11] ¿Y entonces? Craipeau ha establecido su tesis fundamental exclusivamente con el fin de tomar de inmediato el camino opuesto. El peligro, el verdadero peligro, consiste, de acuerdo con él, en que los social-patriotas de todo calibre tomarán la defensa de la Unión Soviética como un pretexto para una nueva traición. “En esas condiciones cualquier equivocación en nuestra actitud se vuelve fatal.” Y en conclusión: “Hoy es necesario elegir entre la defensa incondicional de la Unión Soviética, es decir (!!!), el sabotaje de la revolución en nuestro país y en la Unión Soviética, o el derrotismo y la revolución.”
Henos aquí. No se trata, en absoluto, del carácter social de la Unión Soviética - ¿qué importa eso? - puesto que, de acuerdo a Craipeau, la defensa del estado de los trabajadores, aun cuando fuese auténtico, implica que el proletariado de los países aliados imperialistas concluya una unión sagrada con su propia burguesía. “Y existe la solución al enigma” como dicen otros. Craipeau cree que en la Guerra - guerra con mayúscula - el proletariado no debería estar interesado en si es una guerra contra Alemania, la Unión Soviética o contra un Marruecos sublevado, porque en todos estos casos es necesario proclamar el “derrotismo sin frases” como la única posibilidad de escapar al apretón del social-patriotismo. Una vez más vemos, y con qué claridad, que el ultraizquierdismo es siempre un oportunismo que tiene miedo de sí mismo y exige garantías absolutas - esto es, garantías no existentes - para seguir fiel a su bandera. Este tipo de intransigencia recuerda al hombre tímido y débil, quien al enfurecerse, grita a sus amigos: ¡Deténganme que voy a hacer algo terrible! ¡Dénme tesis herméticamente selladas, pongan pantallas impenetrables sobre mis ojos, de lo contrario... voy a hacer algo terrible! ¡Realmente hemos encontrado la solución al enigma!
¿Pero en todo caso, Craipeau duda, por ejemplo, del carácter proletario del estado soviético entre 1918 y 1923 o por lo menos, con el fin de hacer concesión a la ultraizquierda, entre 1918 y 1921? En ese período el estado soviético maniobró en la arena internacional y buscó aliados temporales. Al mismo tiempo, es precisamente en ese período que el derrotismo se hizo un deber para todos los trabajadores de los países imperialistas, tanto de los “enemigos” como de los “aliados” temporales. El deber de defender a la Unión Soviética nunca significó para el proletariado revolucionario dar un voto de confianza a su burguesía. La actitud del proletariado en tiempo de guerra es la continuación de su actitud en tiempo de paz. El proletariado defiende a la Unión Soviética con su política revolucionaria, nunca subordinada a la burguesía, pero siempre adaptada a circunstancias concretas. Esa fue la enseñanza de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista. ¿Exige Craipeau una revisión retrospectiva de esta enseñanza?
Si Blum en vez de declarar la pérfida “no intervención” - siempre a las órdenes del capital financiero - hubiera apoyado a Caballero y Negrín con su democracia capitalista, ¿hubiera renunciado Craipeau a su oposición irreductible contra el gobierno del “Frente Popular”? ¿O habría renunciado al deber de distinguir entre los dos campos que se enfrentaban en España y de adaptar su política a esta distinción?
Lo mismo se aplica al Lejano Oriente. Si Chiang, siguiendo a Inglaterra, declarara mañana la guerra contra el Japón, ¿va Craipeau a participar en una unión sagrada con el fin de ayudar a China? ¿O proclamará por el contrario, que para él no hay diferencia entre China y Japón que pueda influenciar su política? La alternativa de Craipeau: o la defensa de la Unión Soviética, de Etiopía, de la república española, de la China colonial, etcétera, para concluir una unión sagrada, o derrotismo completo, herméticamente sellado y de alcance cósmico; esta alternativa fundamentalmente falsa, se hará polvo ante la primera prueba de los hechos y abrirá las puertas ampliamente para el tipo más craso de social-patriotismo.
“¿Nuestras propias tesis sobre la guerra - pregunta Craipeau - están exentas de cualquier equivocación sobre este problema?”[12] ¡Desgraciadamente no! Al analizar la necesidad del derrotismo, subrayan que “en el carácter de las acciones prácticas puede haber diferencias considerables provocadas por la situación concreta de la guerra”: Por ejemplo, la tesis señala que, en caso de guerra entre la Unión Soviética y el Japón, debemos “no sabotear el envío de armas a la Unión Soviética”; en consecuencia no debemos instigar huelgas que saboteen la manufactura de arma, etcétera. Es difícil no creer en lo que vemos. Los hechos han confirmado nuestras tesis notablemente en este sentido, con una fuerza indiscutible, y especialmente en Francia. Las reuniones de trabajadores vibraron por meses con el grito: “Aeroplanos para España”. Imaginen por un momento que Blum hubiera decidido enviar algunos. Imaginen que en este preciso momento estuviera en curso una huelga de estibadores o marineros. ¿Qué habría hecho Craipeau? ¿Se habría opuesto al grito “Aeroplanos para España”? ¿Habría aconsejado a los trabajadores en huelga hacer una excepción para esta carga de aeroplanos? Pero la Unión Soviética envió realmente aeroplanos (a un precio bastante alto y con la condición de apoyar el régimen capitalista, eso lo sé muy bien). ¿Habrían exhortado los bolcheviques leninista a los trabajadores soviéticos a sabotear estos cargamentos? ¿Sí o no? Si mañana los trabajadores franceses supieran que dos barcos de municiones estaban siendo preparados para enviarlos uno al Japón y el otro a China, ¿cuál sería la actitud de Craipeau? Lo considero lo suficientemente revolucionario para exhortar a los trabajadores a sabotear el barco destinado a Tokio y dejar salir el barco para China, sin esconder sin embargo su opinión sobre Chiang Kai-shek y sin expresar la más mínima confianza en Chautemps. Eso es precisamente lo que dice nuestra tesis: “En el carácter de las acciones prácticas puede haber diferencias considerables provocadas por la situación concreta de la guerra.” Las dudas eran todavía posibles en lo relativo a esta fórmula en el momento en que los esbozos de la tesis eran publicados. Pero hoy, después de la experiencia de Etiopía, España y la guerra chino-japonesa,[13] cualquiera que hable de equivocación en nuestras tesis me parece un borbón ultraizquierdista, que no quiere saber nada ni olvidar nada.
Camarada Craipeau, el error está completamente de su parte. Su artículo está lleno de equivocaciones y es tiempo de librarse de ellas.
Sé muy bien que aun en sus errores está guiado por su odio a la opresión de la burocracia termidoriana. Pero los simples sentimientos, no importa cuán legítimos, no pueden remplazar una política correcta basada en hechos objetivos. El proletariado tiene razones suficientes para derrocar y expulsar a la burocracia stalinista corrompida hasta los huesos. Pero precisamente por eso no puede dejarle directa o indirectamente esa tarea a Hitler o al Mikado. Stalin derrocado por los trabajadores: he aquí un gran paso hacia el socialismo. Stalin aplastado por los imperialistas: es la contrarrevolución triunfante. ¡Ese es el sentido preciso de nuestra defensa de la Unión Soviética a escala mundial, análoga, desde este punto de vista, a la defensa de la democracia a escala nacional!
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[1] Una vez más: la Unión Soviética y su defensa. Internal Bulletin, Organizing Committee for the Socialist Party Convention, [Comisión Organizadora de la Convención del Partido Socialista] Nº 2, noviembre de 1937. Este fue el boletín (de ahora en adelante llamado el OCSPC) del ala izquierda del Partido Socialista norteamericano, que había sido expulsado del partido y se preparaba para la convención que formaría el SWP a fines del año. Mientras se deliberaba sobre la naturaleza del estado soviético en la izquierda del Partido Socialista, Trotsky escribió este artículo como respuesta específica a uno de Yvan Craipeau (n. 1912), dirigente de la sección francesa de: Movimiento pro Cuarta Internacional. Craipeau abandonó la Cuarta Internacional en 1946 y escribió una historia, Le Mouvement Trotskyste en France (1971).
[2] El Termidor de 1794: mes del nuevo calendario francés en que los jacobinos revolucionarios dirigidos por Robespierre fueron derrocados por un ala reaccionaria de la revolución que, sin embargo, no llego a restaurar el régimen feudal. Trotsky usó el término como una analogía histórica para designar la toma del poder por la burocracia conservadora stalinista en la estructura de las relaciones de propiedad nacionalizada.
[3] Adolf Hitler (1889-1945): nombrado canciller de Alemania en enero de 1933 y a la cabeza del Partido Nacional Socialista (nazi) llevó a Alemania a la Segunda Guerra Mundial.
[4] Los espartaquistas alemanes aquí mencionados eran un pequeño grupo de exiliados de la década del 30 y no debe confundirse con la Liga Espartaco, organizada por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht como el ala antibélica de la socialdemocracia alemana, y que fue la antecesora del Partido Comunista Alemán. El nombre deriva de Spartacus, el dirigente de una insurrección de esclavos al final de la República Romana. Hugo Urbahns (1890-1946): dirigente del Partido Comunista Alemán, fue expulsado en 1928 y ayudó a dar el Leninbund, que estuvo asociado con la Oposición de Izquierda Internacional hasta 1930. En 1933 se mudó a Suecia, donde murió.
[5] En 1923 se desató en Alemania una situación revolucionaria provocada por una severa crisis económica y por la invasión francesa del Ruhr. Una mayoría de la clase trabajadora alemana buscó apoyo del Partido Comunista pero su dirección vaciló y perdió una oportunidad excepcionalmente favorable de dirigir una lucha por el poder, permitiendo así a los capitalistas alemanes recobrar su equilibrio antes de que terminara el año. La responsabilidad del Kremlin por esta oportunidad perdida fue uno de los factores que llevaron a la formación de la Oposición de Izquierda rusa a fines de 1923.
[6] El primer plan quinquenal para el desarrollo económico de la Unión Soviética, puesto en marcha desde 1928 proyectó una modesta aceleración del crecimiento industrial y una política vacilante hacia el campesinado. De repente el Politburó cambió su posición y exigió realizar el plan quinquenal en cuatro años. La resultante aceleración y la colectivización forzada del campesinado llevaron a un período de caos económico y de grandes dificultades para la población. Las grandes conmociones en Alemania (1931-33) se refieren a las tempestuosas crisis que derribaron varios gabinetes ministeriales antes de Hitler; parece ser que el sabotaje sectario del Kremlin a las oportunidades revolucionarias en Alemania minó la autoridad de Stalin aun en un sector de la burocracia soviética.
[7] La revolución española comenzó en 1931 cuando la monarquía fue derrocada y se proclamó la república. En 1936 fue elegido el gobierno del Frente Popular y se declaró la Guerra Civil que terminó en 1939 cuando las fuerzas fascistas de Franco derrotaron a las tropas republicanas. Todas las organizaciones de la izquierda española participaron en el gobierno burgués del Frente Popular, dejando a las masas insurgentes sin dirección en su lucha. Los escritos de Trotsky sobre el tema se recopilan en The Spanish Revolution (1931-39) [La revolución española (1931-39)] (Pathfinder, 1973). En junio de 1936 se desató en Francia una ola masiva de huelgas que llegaron a abarcar a siete millones de trabajadores simultáneamente. Muchas de las huelgas fueron de brazos caídos. En julio de 1936 tuvo lugar un nuevo resurgimiento de la actividad huelguística.
[8] M. Yvon: obrero francés que estuvo 11 años en la Unión Soviética, donde trabajó en los tribunales y como gerente. En su obra ¿Qué fue de la Revolución rusa?, pintó un cuadro triste de la pobreza y miseria de los trabajadores rusos.
[9] Revolution proletarienne: periódico sindical publicado por antiguos miembros del Partido Comunista Francés que habían sido expulsados a mediados de la década del veinte por simpatizar con la Oposición de Izquierda.
[10] Los proudhonistas: seguidores de Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865): uno de los primeros teóricos del anarquismo. Estaba por una sociedad basada en un libre cambio entre productores independientes y consideraba al estado menos importante que los talleres que, según él, lo remplazarían. La Oposición de Izquierda rusa (bolcheviques leninista o “trotskistas”) se formó en 1923 para oponerse a la stalinización del Partido Comunista Ruso. Fue el primer núcleo de la Oposición de Izquierda Internacional y la Cuarta Internacional.
[11] Maxim Litvinov (1876-1951): comisario del pueblo de asuntos exteriores (1930-39), embajador en Estados Unidos (1941-43) y comisario diputado de asuntos exteriores (1943-46). Stalin lo utilizó para personificar la “seguridad colectiva” cuando buscaba alianzas con imperialistas democráticos y lo olvidó durante el período del pacto Stalin-Hitler y la guerra fría.
[12] La guerra y la Cuarta Internacional, tesis asumidas por el Secretariado Internacional en 1934. Se encuentra en Escritos 1933-34.
[13] Italia invadió a Etiopía en 1935. La guerra chino-japonesa, que empezó en 1931 cuando Japón invadió Manchuria, fue extendida e intensificada por los japoneses en el verano de 1937 (ver Escrito 1936-37). La ayuda y el abastecimiento de estados Unidos e Inglaterra a China no comenzaron hasta después del ataque a Pearl Harbor en 1941.
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