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La civilización
ha hecho del campesino el asno que lleva la carga. La burguesía,
a fin de cuentas, ha modificado solamente la forma de la carga.
Apenas llegado al umbral de la vida nacional, el campesino
sigue detenido ente el umbral de la ciencia. El historiador
se interesa normalmente tan poco por él como un crítico
teatral puede interesarse por los oscuros personajes que barren
la escena, llevan a la espalda el cielo y la tierra y limpian
los trajes de los artistas. La participación de los
campesinos en las revoluciones del pasado sigue hasta el presente
apenas dilucidada.
"La burguesía francesa ha comenzado por emancipar
a los campesinos, escribía Marx en 1848. Con la ayuda
de los campesinos ha conquistado Europa. La burguesía
prusiana estaba tan aferrada a sus intereses propios, inmediatos,
que perdió incluso este aliado y lo convirtió
en un instrumento de la contrarrevolución feudal."
En esta contradicción hay de cierto lo que se refiere
a la burguesía alemana; pero afirmar que "la burguesía
francesa había comenzado por emancipar a los campesinos"
es hacerse eco de la leyenda oficial francesa que ejerció
en su tiempo una gran influencia, incluso sobre Marx. En realidad,
la burguesía, en el sentido propio de la palabra, se
oponía con todas sus fuerzas a la revolución
campesina. Ya en los cuadernos de quejas de 1789, los líderes
provinciales del Tercer Estado rechazaban, bajo el pretexto
de una mejor redacción, las reivindicaciones más
violentes y osadas. Las famosas decisiones de la noche del
4 de agosto, adoptadas por la Asamblea nacional bajo el cielo
rojo de las aldeas que ardían, fueron durante largo
tiempo una fórmula patética sin ningún
contenido. A los campesinos que no querían resignarse
a ser engañados, la Asamblea constituyente les llamaba
a "volver al cumplimiento de sus deberes y a considerar
la propiedad -¡feudal!- con el respeto adecuado".
La guardia nacional se puso más de una vez en marcha
para reprimir los movimientos del campo. Los obreros de las
ciudades, tomando el partido de los campesinos insurrectos,
acogían a la represión burguesa a pedradas y
tejazos.
Durante cinco años, los campesinos franceses se sublevaron
en todos los momentos críticos de revolución,
oponiéndose a un acomodamiento entre los propietarios
feudales y los propietarios burgueses. Los sans-culottes de
París, al derramar su sangre por la república,
liberaron a los campesinos de las trabas del feudalismo. La
república francesa de 1792 traía un nuevo régimen
social, diferente de la república alemana de 1918 o
de la república española de 1931, que representaban
al viejo régimen con la dinastía en menos. En
la base de esta distinción, no es difícil reconocer
la cuestión agraria.
El campesino francés no soñaba de una forma
directa en la república: quería echar fuera
al señor. Los republicanos de París olvidaban
con frecuencia la aldea, pero únicamente el empuje
de los campesinos contra los propietarios garantizó
la creación de la república, despejándole
el terreno de la mezcolanza feudal. Una república con
nobleza no es una república. Esto había sido
perfectamente comprendido por el viejo Maquiavelo cuatrocientos
años antes de la presidencia de Ebert cuando, exilado
en Florencia, entre la caza del mirlo y el juego a las cartas
con un carnicero, generalizada la experiencia de las revoluciones
democráticas: "Quienquiera que pretenda fundar
una república en un país en el que haya muchos
nobles, no podrá hacerlo hasta después de haberlos
exterminado a todos." Los mujiks rusos eran, en definitiva,
del mismo parecer y lo manifestaron muy pronto abiertamente
sin ningún "maquiavelismo".
Si Petrogrado y Moscú desempeñaban un papel
dirigente en el movimiento de los obreros y soldados, el primer
lugar en el movimiento campesino debe ser atribuido al centro
agrícola atrasado de la Gran Rusia y a la región
central del Volga. Allí, las supervivencias del régimen
de esclavitud conservaban raíces particularmente profundas,
ya que la propiedad agraria y la de los nobles tenía
allí su carácter más parasitario y la
diferenciación de la clase campesina estaba más
atrasada, desvelando tanto más la miseria del pueblo.
él movimiento que había estallado en esta región
en el mes de marzo se impregnó pronto de terror. Los
esfuerzos de los partidos dirigentes pronto canalizaron el
movimiento por el lecho de la política conciliadora.
En la Ucrania industrialmente atrasada, la agricultura que
trabajaba para la exportación tomó un carácter
mucho más progresista y, por lo tanto, más capitalista.
La segregación en el campesinado fue llevada mucho
más lejos que en la Gran Rusia. La lucha por la emancipación
nacional frenaba, al menos por un tiempo, las otras formas
de lucha social. Pero las diferencias de condiciones regionales
e incluso nacionales se tradujeron, al fin de cuentas, únicamente
por la diversidad de los plazos. Hacia el otoño, el
territorio de los levantamientos campesinos se extiende por
casi todo el país. De los 624 distritos que componían
la antigua Rusia, el movimiento ha ganado 482, o sea el 77
por 100; y excepción hecha de las regiones que se distinguen
por condiciones agrarias especiales: la región del
norte, la Transcaucasia, la región de las estepas y
Siberia, de los 481 distritos la insurrección campesina
ha ganado 439, o sea el 91 por 100.
Las modalidades de la lucha son diversas, según se
trate de tierras de labranza, bosques, pastos, arrendamientos
o trabajo asalariado. La lucha cambia de forma y de método
en las diversas etapas de la revolución. Pero, en su
conjunto y con un retraso inevitable, el movimiento campesino
se desarrolló pasando por las dos mismas grandes fases
que había tenido el movimiento de las ciudades. En
la primera etapa, el campesino se adapta todavía al
nuevo régimen y se esfuerza por resolver los problemas
por medio de las nuevas instituciones. No obstante, se trata
más de la forma que del contenido. Un periódico
liberal de Moscú, que hasta la revolución tenía
un aire populista, expresaba con una encomiable espontaneidad
del sentimiento íntimo de los círculos de propietarios
durante el verano de 1917: "El mujik mira alrededor de
él y por el instante no emprende nada todavía;
pero escrutadle bien la mirada y sus ojos dicen que toda la
tierra que se extiende alrededor de él es suya."
Tenemos la clave irremplazable de la política "pacífica"
de los campesinos en un telegrama enviado en abril por uno
de los grupos de la provincia de Tambov al gobierno provisional:
"Deseamos conservar la calma en interés de las
libertades conquistadas y para esto prohibid a los propietarios
que arrienden sus tierras hasta la Asamblea constituyente;
en caso contrario, haremos correr la sangre y no permitiremos
trabajar a nadie."
Tanto más cómodo le resultaba al mujik emplear
ese tono de amenaza respetuosa cuanto que, con la presión
de los derechos históricamente adquiridos, apenas había
tenido la ocasión de entenderse directamente con el
Estado. En las localidades no existían órganos
de poder gubernamental. Los comités de cantón
[volosti] disponían de la milicia. Los tribunales estaban
desorganizados. Los comisarios locales eran impotentes. "Somos
nosotros quienes te hemos elegido -les gritaban los campesinos-,
y somos también nosotros quienes te expulsaremos."
Desarrollando la lucha de los meses precedentes, el campesinado
se acerca durante el verano cada vez más a la guerra
civil y su ala izquierda pasa este umbral. Según una
comunicación de los propietarios de tierras del distrito
de Taganrog, los campesinos se apoderan arbitrariamente de
los pastos y de las tierras, impiden las labores, fijan a
su voluntad los arriendos y expulsan a los mayorales y a los
gerentes. Según el informe del comisario de Nijni-Novgorod,
las violencias y las ocupaciones de tierras en la provincia
son cada vez más frecuentes. Los comisarios de distrito
tienen miedo de mostrarse ante los campesinos como los protectores
de los grandes propietarios. La milicia rural es poco segura:
"Hubo casos en los que la milicia rural participó
con la multitud en las violencias." En el distrito de
Schulseburg, el comité de cantón prohibió
a los propietarios cortar madera en sus propios dominios.
La idea de los campesinos era simple: ninguna Asamblea constituyente
podrá reconstituir con los tocones los árboles
talados. El comisario del Ministerio de la Corte se queja
de la apropiación de las dehesas: ¡fue necesario
comprar heno para los caballos de palacio! En la provincia
de Kursk, los campesinos se han repartido los barbechos abonados
de Terechenko: el propietario es ministro de Asuntos Exteriores.
A Schneider, propietario de yeguadas en la provincia de Orel,
los campesinos le comunican que no solamente iban a segar
en su propiedad trébol, sino que a él le enviarían
al cuartel como soldado. El administrador de la propiedad
de Rodzianko recibió del comité de cantón
la orden de ceder los prados a los campesinos: "Si no
obedece al comité agrario, se hará de otra forma;
será detenido." Firma y sello.
De todos los rincones del país afluyen quejas y lamentaciones:
de los propietarios víctimas, de las autoridades locales,
de honorables testigos. Los telegramas de los propietarios
de tierras constituyen la más evidente refutación
de las teorías simplistas de la lucha de clases. Personajes
titulados y dueños de latifundios, señores de
siervos, clérigos y laicos, se preocupan exclusivamente
del bien general. El enemigo no es el campesino, son los bolcheviques
y a veces los anarquistas. Sus propios dominios interesan
a los terratenientes exclusivamente desde el punto de vista
de la prosperidad de la patria.
Trescientos miembros del partido kadete de la provincia de
Chernigov declaran que los campesinos, excitados por los bolcheviques,
liberan a los presos de guerra y proceden arbitrariamente
a la cosecha de los trigos; como resultado, esta amenaza:
"la imposibilidad de pagar los impuestos". ¡Los
propietarios liberales veían el sentido de su existencia
en el sostén del Tesoro! La sucursal del Banco del
Estado de Podolsk se queja de las actuaciones arbitrarias
de los comités de cantón, "cuyos presidentes
son a menudo prisioneros austríacos". Aquí
habla el patriotismo ofendido. En la provincia de Vladimir,
en la propiedad del propietario Odintsov, se requisan materiales
de construcción "preparados para obras de beneficencia".
¡Los notarios no viven más que para obras humanitarias!
El obispo de Podolsk hace saber que han ocupado arbitrariamente
un bosque que pertenece al obispado. El Alto Procurador del
Sínodo se queja de que le hayan sido ocupados los prados
de la Laure Alexandra Newski. La abadesa del monasterio de
Kizliar maldice a los miembros del comité local: se
mezclan en los asuntos del monasterio, confiscan en beneficio
propio los alquileres de arriendo, "excitan a las religiosas
contra las autoridades". En casos semejantes, eran afectados
directamente los intereses de la Iglesia. El conde Tolstoy,
uno de los hijos de León Tolstoy, hace saber en nombre
de la Unión de propietarios rurales de la provincia
de Ufim, que la transmisión de la tierra a los comités
locales, "sin esperar la decisión de la Asamblea
constituyente... provocará una explosión de
descontento entre los campesinos propietarios que son más
de doscientos mil en la provincia". Este propietario
de alta alcurnia se preocupa exclusivamente de sus hermanos
menores. El senador Belhardt, propietario en la provincia
de Tver, está dispuesto a resignarse a los cortes hechos
en los bosques, pero se aflige viendo que los campesinos no
quieren someterse al gobierno burgués. Veliaminov,
propietario de la provincia de Tambov, pide que se salven
dos propiedades "que sirven a las necesidades del ejército".
Casualmente, estos dominios son de su propiedad. Para los
filósofos del idealismo, los telegramas de los propietarios
en 1917 son un verdadero tesoro. El materialismo verá
en ellos más bien una exposición de modelos
de cinismo. Agregará, quizás, que las grandes
revoluciones despojan a los poseedores hasta de la posibilidad
de una hipocresía decente.
Las peticiones de las víctimas son enviadas a las autoridades
de distrito y de provincia, al ministro del Interior, al presidente
del consejo de ministros; en general, no producen ningún
resultado. ¿A quién, pues, pedir ayuda? A Rodzianko,
presidente de la Duma de Estado. Entre las jornadas de Julio
y el levantamiento korniloviano, el chambelán se siente
transformado en un personaje influyente: muchas cosas se hacen
después de sus llamadas telefónicas.
Los funcionarios del Ministerio del Interior expiden circulares
a las provincias prescribiendo la comparecencia de los culpables
ante los tribunales. Los propietarios de la provincia de Samara,
algo patanes, telegrafían en respuesta: "Las circulares
no firmadas por los ministros socialistas no tienen efecto."
Tsereteli debe superar su modestia: el 18 de julio envía
una prolija instrucción, prescribiendo "medidas
rápidas y resueltas". De la misma forma que los
propietarios, Tsereteli no se preocupa más que del
ejército y del Estado. Sin embargo, a los campesinos
les parece que Tsereteli ha tomado a los propietarios bajo
su protección.
En los métodos de represión del gobierno hay
un viraje. Hasta julio se prefería sobre todo lanzar
bellos discursos. Si eran enviados destacamentos de tropas
a las provincias, era únicamente para proteger al orador
gubernamental. Después de la victoria conseguida sobre
los obreros y campesinos de Petrogrado, los equipos de caballería,
ya sin charlatanes, son puestos directamente a la disposición
de los propietarios. En la provincia de Kazán, una
de las más agitadas, sólo se pudo -según
el joven historiador Yugov- "obligar a los campesinos
a resignarse durante algún tiempo..., recurriendo a
las detenciones, a la permanencia de destacamentos del ejército
en los pueblos e incluso restableciendo el castigo de la verga".
Tampoco en otros lugares era ineficaz la represión.
El número de dominios de propietarios nobles afectados
descendió en julio de 516 a 503. En agosto, el gobierno
logró otros éxitos: el número de distritos
afectados descendió de 325 a 288, es decir, el 11 por
100; el número de propiedades alcanzadas por el movimiento
se redujo incluso a un 33 por 100.
Algunas regiones de las más agitadas hasta entonces
se calman o pasan a segundo plano. A la inversa, las regiones
todavía ayer seguras, entran ahora en la lucha. No
hace aún un mes, el comisario de Penza describía
un cuadro consolador: "El campo se ocupa de la recolección.
Se prepara a las elecciones de zemstvos de cantón.
El período de crisis gubernamental ha transcurrido
con calma. La formación del nuevo gobierno ha sido
acogida con satisfacción." En agosto no queda
ya ni rastro de este idilio: "Roban los huertos y cortan
los bosques en masa... Para liquidar estos desórdenes
es necesario recurrir a la fuerza armada." Por su carácter
general, el movimiento estival se relaciona todavía
con el período "pacífico". Sin embargo,
se observan ya síntomas, ciertamente débiles,
pero indudables, de radicalización: si durante los
cuatro primeros meses los ataques directos contra las residencias
señoriales disminuyen, desde julio van en aumento.
Los investigadores establecen dentro del conjunto la siguiente
clasificación de los acontecimientos de julio ordenados
en una curva descendente: apropiación de prados, de
cosechas, de vituallas, de forrajes, cultivos, material agrícola;
lucha por los precios de arrendamientos; saqueo de dominios.
En agosto: apropiación de cosechas, de reservas de
vituallas y de forrajes, de pastos y prados, de tierras y
de bosques; el terror agrario.
A comienzos de septiembre, Kerenski, en su calidad de generalísimo,
repitió en una ordenanza especial las recientes amenazas
de su predecesor, Kornílov, contra los "actos
de violencia" provenientes de los campesinos. Unos días
después, Lenin escribe: "O bien... toda la tierra
a los campesinos inmediatamente... o los propietarios y capitalistas
empujarán el conflicto hasta una espantosa insurrección
campesina." Eso fue lo que sucedió el mes siguiente.
El número de propiedades en las que se extendieron
los conflictos agrarios se elevó en septiembre a un
treinta por ciento en relación a agosto; en octubre,
en un cuarenta y tres por ciento en relación a septiembre.
A septiembre y las tres primeras semanas de octubre corresponde
más de un tercio de todos los conflictos agrarios registrados
desde marzo. Su osadía se había acrecentado
infinitamente más que su número. En los primeros
meses, incluso los embargos directos de diversos bienes raíces
tomaban la apariencia de convenios atenuados y disimulados
por los órganos conciliadores. Ahora la máscara
de la legalidad cae. Cada una de las ramas del movimiento
toma un carácter más intrépido. Renunciando
a diversos aspectos y grados de presión, los campesinos
se lanzan a la apropiación violenta de las partes esenciales
de los dominios, al saqueo de los nidos de propietarios nobles,
al incendio de las mansiones e incluso a la muerte de los
propietarios y de los administradores.
La lucha por la modificación de las condiciones de
arriendo que en julio era superior numéricamente al
movimiento de destrucción constituye en octubre menos
de la cuadragésima parte de los saqueos, y el movimiento
de los colonos cambia de carácter, transformándose
simplemente en otra forma de expropiar a los propietarios.
La prohibición de comprar o vender tierras y bosques
es sustituida por la apropiación directa. Talas rigurosas
en los bosques, abandono de los animales en los cultivos,
son hechos que adquieren el carácter de destrucción
consciente de los bienes raíces. En septiembre se registraron
279 casos de saqueo de propiedades; constituyen ya más
de la octava parte del conjunto de los conflictos. Octubre
da más del cuarenta y dos por ciento de todos los casos
de destrucción registrados por la milicia entre la
insurrección de febrero y la de octubre.
La lucha adquirió un carácter particularmente
encarnizado en lo que respecta a los bosques. Las aldeas eran
consumidas frecuentemente por los incendios. La madera de
construcción estaba rigurosamente custodiada y se vendía
cara. El mujik tenía hambre de madera. Además,
había llegado el tiempo de abastecerse para la calefacción
del invierno. De las provincias de Moscú, de Nijni-Novgorod,
de Orel, de la Volinia, de todos los puntos del país
llegan continuas quejas sobre la destrucción de bosques
y la apropiación de reservas de madera. "Los campesinos
han quemado doscientas deciatinas de bosques pertenecientes
a propietarios nobles." "Los campesinos de los distritos
de Klimov y de Cherikov destruyen los bosques y devastan los
cultivos de otoño..." Los guardabosques huyen.
Un clamor se eleva en los bosques de la nobleza, las astillas
vuelan por todo el país. El hacha del mujik golpea
durante todo el otoño al ritmo enfebrecido de la revolución.
En las regiones que importan trigo, la situación del
abastecimiento es todavía más grave que en las
ciudades. No sólo faltaban subsistencias, sino incluso
semillas. En las regiones exportadoras apenas era mejor la
situación, ya que los recursos alimenticios eran absorbidos
sin descanso. La subida de los precios obligatorios de los
cereales afectó duramente a los pobres. En buen número
de provincias se declararon agitaciones provocadas por el
hambre, se saquearon graneros, fueron atacados los encargados
del abastecimiento. La población utilizaba sucedáneos
del pan. Se extendían noticias anunciando casos de
escorbuto y de tifus, de suicidios causados por situaciones
insoportables. El hambre, o su espectro, hacía particularmente
intolerable el vecindaje con el bienestar y el lujo. Las capas
más necesitadas del campo ocupaban las primeras filas
en la lucha.
Las oleadas de irritación removían el cieno
del fondo. En la provincia de Kostroma "se observa una
agitación de las centurias negras y de los antisemitas.
La criminalidad aumenta. Se nota una disminución del
interés por la vida política en el país".
Esta última frase del informe del comisario significa
que las clases educadas vuelven la espalda a la revolución.
Repentinamente suena en la provincia de Podolsk la voz de
las centurias negras monárquicas: el comité
de la ciudad de Demidovka no reconoce al gobierno provisional
y considera al emperador Nicolás Alexandrovitch "como
el más fiel al pueblo ruso": si el gobierno provisional
no se va, "nos uniremos a los alemanes". Sin embargo,
eran raras confesiones tan atrevidas. Hacía mucho tiempo
que los campesinos monárquicos habían cambiado
de color siguiendo en ello a los propietarios. En algunos
lugares de esta misma provincia de Podolsk, las tropas y los
campesinos destruyen las destilerías. El comisario
hace un informe sobre la anarquía. "Las aldeas
y la gente están en peligro; la revolución va
a la ruina." No, la revolución está lejos
de ir a la ruina. Se cava un lecho más profundo. Sus
aguas impetuosas se acercan al estuario.
En la noche del 7 al 8 de septiembre, los campesinos del pueblo
de Sichevka, de la provincia de Tambov, armados de palos y
látigos, van de casa en casa convocando a todos, desde
el más pequeño al más grande, para demoler
hasta los cimientos la casa del propietario Romanov. En la
asamblea comunal, un grupo propone embargar la propiedad en
buen orden, repartir los bienes entre la población
y conservar los edificios para fines culturales. Los pobres
exigen que sea quemada la mansión, que no quede piedra
de ella. Los pobres son los más numerosos. La misma
noche un mar de fuego se extiende a todas las propiedades
del cantón. Se quemó todo lo que era susceptible
de ser quemado, incluso una plantación modelo, se degolló
al ganado de raza, "se emborracharon insensatamente".
El fuego gana un cantón tras otro. El ejército
de alpargata no se limita a emplear las horquillas y las guadañas
patriarcales. El comisario de la provincia telegrafía:
"Campesinos y desconocidos, armados con revólveres
y granadas, saquean las propiedades en los distritos de Ranenburg
y de Riajsk." La guerra había aportado una rica
técnica a la insurrección campesina. La unión
de propietarios señala que en tres días se han
quemado 24 dominios. "Las autoridades locales son impotentes
para imponer el orden." Aunque con retraso, llegó
un destacamento enviado por el mando de las tropas, se declaró
el estado de sitio y se prohibieron las reuniones; se detuvo
a los instigadores. Los barrancos estaban llenos de bienes
de los propietarios, los ríos engullían mucho
de lo que había sido saqueado.
Beguichev, un campesino de Penza, cuenta: "En septiembre,
fueron todos a derribar el dominio de Logvin (que ya había
sido saqueado en 1905). Al ir y al volver se alargaba una
fila de carros; centenares de mujiks y de mozos expulsan el
ganado, llevándose también el trigo y cualquier
cosa..." Un destacamento pedido por la dirección
del zemstvo intentó recuperar parte de lo saqueado,
pero cerca de quinientos mujiks y mozos se agruparon alrededor
de la capital del cantón y el destacamento se dispersó.
De manera evidente, los soldados no manifestaban ningún
celo en restablecer el derecho pisoteado de los propietarios.
Según los recuerdos del campesino Gaponenko, en la
provincia de Táurida, desde los últimos días
de septiembre "los campesinos se pusieron a devastar
las explotaciones, a expulsar a los administradores, a apoderarse
del trigo de los graneros, de los animales de labranza, del
material... Arrancaron y se llevaron también las ventanas,
las puertas, los pisos y el zinc de los techos..." "Al
principio -cuenta Grunko, campesino de Minsk- llegaban a pie,
tomaban las cosas y se las llevaban; pero al poco tiempo engancharon
los caballos los que tenían y llevaron todo a carretadas.
Sin descanso... lo transportaron, lo llevaron durante dos
jornadas enteras, día y noche, a partir del mediodía.
En cuarenta y ocho horas lo limpiaron todo." El embargo
de bienes, según Kuzmichev, campesino de la provincia
de Moscú, era justificado de esta manera: "El
propietario era nuestro, trabajábamos para él,
y su fortuna nos correspondía enteramente." Antiguamente,
el noble decía a sus siervos: "¡Son míos,
lo suyo me pertenece!" Ahora el campesino replicaba:
"El barín es nuestro y sus bienes también."
"En algunos lugares -según dice otro campesino
de Minsk, Novikov- se comenzó a inquietar a los propietarios
por la noche. Se incendiaban cada vez con más frecuencia
las mansiones señoriales." Le llegó el
turno al dominio del gran duque Nicolás Nicolaevitch,
antiguo generalísimo. "Cuando se llevaron todo
lo que se podían llevar, empezaron a destruir las estufas
y a retirar los hornos, los pisos y las tarimas, y a llevárselo
todo a sus casas..." Tras estos actos, de destrucción
estaba el cálculo multisecular, milenario, de todas
las guerras campesinas: destruir en su base las posiciones
fortificadas del enemigo, no dejarle lugar donde reposar la
cabeza. "Los más razonables -escribe en sus recuerdos
Tsigankov, campesino de la provincia de Kursk- decían:
no hay que destruir los edificios, tendremos necesidad de
ellos... para escuelas y hospitales; pero la mayoría
gritaba que se debía destruir todo para que nuestros
enemigos no supiesen donde esconderse, pasase lo que pasase..."
"Los campesinos se apropiaron de todos los bienes de
los propietarios -relata Savchenko, campesino de la provincia
de Orel-, expulsaban a los propietarios de sus dominios, rompían
las ventanas, las puertas, los pisos y techos de sus casas...
Los soldados decían que si se destruía la guarida
de los lobos, había que estrangular también
a los propios lobos. A raíz de estas amenazas, los
propietarios más importantes y linajudos se escondieron
uno tras otro: por esta razón no hubo muertes de propietarios."
En la aldea de Zalesie, provincia de Vitebsk, se quemaron
graneros llenos de trigo y heno en una propiedad perteneciente
al francés Bernard. Los mujiks estaban tanto menos
dispuestos a hacer diferencias de nacionalidad cuanto que
los propietarios se apresuraron a transmitir sus tierras a
extranjeros privilegiados. "La embajada de Francia pide
que se tomen medidas." A mediados de octubre era difícil
tomar medidas en la zona del frente, ni siquiera para complacer
a la embajada de Francia.
Durante cuatro días se prosiguió el saqueo de
una gran propiedad próxima a Riazan; "hasta los
niños participaron en el saqueo". La Unión
de propietarios de tierras hizo saber a los ministros que
si no se tomaban medidas, "habrá linchamientos,
hambre y guerra civil". Es difícil comprender
cómo los propietarios nobles hablan en futuro de la
guerra civil.
A comienzos de septiembre, en el congreso de la cooperación,
Berkenheim, uno de los líderes del sólido campesinado
comerciante, decía: "Estoy convencido de que todavía
Rusia no se ha transformado enteramente en un manicomio; que,
por el momento, la demencia ha ganado sobre todo a la población
de las grandes ciudades." Esta voz presuntuosa de un
sector sólidamente establecido y conservador de los
campesinos hablaba con irremediable retraso. Precisamente
ese mes, el campo rompió definitivamente todos los
frenos de la cordura y, por su exasperación en la lucha,
dejó muy atrás el "manicomio" de las
ciudades.
En abril, Lenin creía posible todavía que los
cooperativistas patriotas y los kulaks arrastrasen tras ellos
a la gran masa del campesinado hacia un acuerdo con la burguesía
y los propietarios. Esto le llevaba a insistir sin cesar en
la creación de soviets particulares de obreros agrícolas
[batraks] y en la organización independiente de los
campesinos más pobres. Con el paso de los meses fue
descubriendo que esta parte de la política bolchevique
no tenía fundamento. A excepción de las provincias
bálticas, no existían en ninguna parte soviets
de obreros agrícolas. Tampoco los campesinos pobres
hallaron formas independientes de organización. Explicar
esto únicamente por el atraso de los obreros agrícolas
y de las capas más pobres de las aldeas sería
omitir lo esencial. La causa principal estaba en la naturaleza
misma del problema histórico: el de la revolución
democrática agraria.
En las dos cuestiones más importantes -la del arrendamiento
y la del trabajo asalariado- se ve claramente cómo
los intereses generales de la lucha contra la supervivencia
de la servidumbre interceptan el camino de una política
independiente no sólo de los campesinos pobres, sino
incluso de los obreros agrícolas. En la Rusia europea
los campesinos tomaban en arriendo a los propietarios nobles
veintisiete millones de deciatinas -aproximadamente el 60
por 100 de todos los dominios particulares- y pagaban por
ellas un tributo de arrendamiento que se elevaba hasta cuatrocientos
millones de rublos anuales. Con el estallido de la insurrección
de febrero, la lucha contra las condiciones expoliadoras de
los arriendos se convirtió en el elemento esencial
del movimiento campesino. Menor lugar, aunque, sin embargo,
considerable, ocupaba la lucha de los obreros agrícolas,
que les enfrentaba no sólo con los propietarios nobles,
sino también con los campesinos. El colono luchaba
por el alivio de las condiciones de arriendo; el obrero, por
la mejora de las condiciones de trabajo. Uno y otro, cada
uno a su manera, partían del reconocimiento del señor
como propietario y como patrón. Pero a partir del momento
en que se abrió la posibilidad de llevar las cosas
hasta el fin, es decir de apropiarse de las tierras e instalarse
en ellas, el campesinado pobre dejó de interesarse
por los arrendamientos y el sindicato empezó a perder
su fuerza de atracción sobre los obreros agrícolas.
Fueron precisamente estos últimos y los campesinos
pobres quienes, al unirse al movimiento general, dieron a
la guerra campesina su carácter extremado de resolución
e irreductibilidad.
La campaña contra los propietarios nobles no arrastraba
plenamente al otro polo de la aldea. Mientras las cosas no
llegaban al levantamiento declarado, las altas capas del campesinado
desempeñaron en el movimiento un papel evidente y a
veces dirigente. En el período de otoño, los
mujiks acomodados consideraron con una desconfianza creciente
el desbordamiento de la guerra campesina: no sabían
cómo iba a terminar aquello, tenían algo que
perder, se mantuvieron al margen. Pero no consiguieron, sin
embargo hacerlo completamente: la aldea se lo impedía.
Más encerrados en sí mismos y más hostiles
que "los del medio", los kulaks que pertenecían
a la comuna, se mostraban los pequeños propietarios
de sus tierras, campesinos separados de la comuna. Los cultivadores
que poseían lotes de hasta cincuenta deciatinas eran
seiscientos mil en todo el país. En muchos lugares
constituían la espina dorsal del movimiento cooperativista,
y en política se inclinaban -sobre todo en el sur-
hacia la conservadora Unión campesina, que ya era un
puente hacia los kadetes. "Los campesinos separados de
la comuna y los rurales acomodados -según cuenta Gulis,
cultivador de la provincia de Minsk- apoyaban a los propietarios
nobles y se esforzaban por contener a los campesinos con amonestaciones."
Aquí y allá, bajo la influencia de las condiciones
locales, la lucha interna en el campesinado se agudizaba desde
antes de la insurrección de Octubre. Los campesinos
separados de la comuna lo sufrieron particularmente. "Casi
todas las explotaciones particulares -cuenta Kusmichev, campesino
de la provincia de Nijni-Novgorod- fueron incendiadas, el
material en parte destruido, en parte embargado por los campesinos."
El campesino separado de la comuna era "el lacayo del
propietario noble, su hombre de confianza que protegía
sus reservas forestales; era el favorito de la policía,
de la gendarmería y de sus amos". Los campesinos
y los comerciantes más ricos de algunos cantones del
distrito de Nijni-Novgorod desaparecieron durante el otoño
y sólo volvieron a sus casas dos o tres años
más tarde.
Pero en la mayor parte del país las relaciones internas
en la aldea distaban mucho de alcanzar ese grado tan alto
de tensión. Los kulaks se comportaban diplomáticamente,
frenaban y forcejeaban, pero se esforzaban en no chocar demasiado
con el mir (comuna rural). El campesino ordinario, por su
parte, vigilaba muy atentamente al kulak y no le dejaba que
se uniera al propietario noble. La lucha entre los nobles
y los campesinos por la influencia sobre el kulak se prosiguió
durante todo el año 1917 tomando formas variadas que
iban desde una acción "amistosa" hasta un
terror enfurecido.
Mientras que los latifundistas abrían obsequiosamente
ante los campesinos propietarios la puerta de horno de la
asamblea de la nobleza, los pequeños propietarios de
tierras se apartaban significativamente de los nobles para
no perecer con ellos. En el lenguaje político, esto
significaba que los propietarios nobles, que hasta la revolución
habían pertenecido a los partidos de extrema derecha,
se vestían ahora con los ropajes del liberalismo, tomándolos,
según los viejos recuerdos, como garantía de
protección; mientras que los campesinos propietarios,
que frecuentemente habían apoyado antes a los kadetes,
ahora evolucionaban hacia la izquierda.
El congreso de los pequeños propietarios de la provincia
de Perm, que tuvo lugar en septiembre, se desolidarizó
vehementemente del congreso moscovita de propietarios de tierras,
encabezado por ¡condes, príncipes y barones!
Un propietario de cincuenta deciatinas afirmaba: "Los
kadetes no han llevado nunca sayal ni alpargatas y por eso
no defenderán nunca nuestros intereses." Apartándose
de los liberales, los propietarios que trabajan sus propias
tierras buscaban a los "socialistas" partidarios
de la propiedad. Uno de los delegados se pronunciaba por la
socialdemocracia. "... ¿El obrero? Dadle tierra,
volverá a la aldea y cesará de escupir sangre.
Los socialdemócratas no nos quitarán las tierras."
Se trataba, por supuesto, de los mencheviques. "No cederemos
nuestra tierra a nadie. Le resulta fácil separarse
de ella a quien la ha obtenido sin esfuerzo, por ejemplo al
propietario noble. Para el campesino, la tierra ha sido una
penosa adquisición."
En este período otoñal la aldea luchaba contra
los kulaks sin rechazarlos, al contrario, obligándoles
a unirse al movimiento general y a protegerlo contra las capas
de la derecha. Hubo casos incluso en que la negativa a participar
en un saqueo fue castigada con la ejecución del que
no participaba en él. El kulak zigzagueaba todo lo
que podía, pero en el último minuto, después
de rascarse la cabeza una vez más, enganchaba sus bien
nutridos caballos al carro, subía sobre sólidas
ruedas y marchaba a tomar su lote. Muchas veces era la parte
del león. "Los que se aprovecharon especialmente
-cuenta Beguichev, campesino de la provincia de Penza- fueron
los más acomodados, que poseían caballos y gentes
a su disposición." Casi en los mismos términos
se expresa Savchenko, de la provincia de Orel: "La mayor
parte de los beneficios se la llevaron los kulaks, bien alimentados
y con medios para transportar la leña."
Según el cálculo de Vermenichev, sobre cuatro
mil novecientos cincuenta y cuatro conflictos agrarios con
los propietarios nobles, sólo trescientos veinticuatro
fueron con la burguesía campesina. ¡Informe evidentemente
significativo! Demuestra por si mismo, sin lugar a dudas,
que el movimiento campesino de 1917, en su base social, no
era dirigido contra el capitalismo, sino contra las supervivencias
de la servidumbre. La lucha contra los kulaks se desarrollará
más tarde, a partir de 1918, con la liquidación
definitiva de los propietarios nobles.
El carácter puramente democrático del movimiento
campesino, que aparentemente debía dar una fuerza irresistible
a la democracia oficial, puso en realidad de manifiesto la
magnitud de su podredumbre. Viendo las cosas desde arriba,
el campesinado en su totalidad estaba dirigido por los socialistas
revolucionarios, les daba sus votos, les seguía y casi
se confundía con ellos. En el Congreso de los soviets
campesinos, celebrado en mayo, Chernov obtuvo ochocientos
diez votos en las elecciones para el Comité ejecutivo,
y Kerenski ochocientos cuatro, mientras que Lenin no obtuvo
en total más que veinte votos. No se equivocaba Chernov
cuando se calificaba como "ministro del campo".
Pero tampoco fue por error por lo que la estrategia del campo
se apartara violentamente de Chernov.
La dispersión económica hace que los campesinos,
tan resueltos en la lucha contra un propietario determinado,
se encuentren impotentes contra el propietario generalizado
en la persona del Estado. De ahí la necesidad orgánica
del mujik de apoyarse sobre un reino fabuloso contra el Estado
real. Antiguamente, el mujik apoyaba a impostores, se agrupaba
alrededor de un falso pergamino dorado del zar, o bien alrededor
de una leyenda sobre la tierra de los justos. Después
de la revolución de Febrero, los campesinos se agruparon
en torno a la bandera socialista revolucionaria, "Tierra
y Libertad", buscando en ella una ayuda contra el propietario
noble y liberal, transformado en comisario. El programa populista
correspondía al gobierno real de Kerenski como el pergamino
apócrifo del zar a la autocracia real.
En el programa de los socialistas revolucionarios hubo siempre
mucho de utópico: se preparaban a edificar el socialismo
sobre la base de una pequeña economía mercantil.
Pero el fondo del programa era democrático revolucionario:
tomar las tierras de los propietarios nobles. Moroso en cumplir
su programa, el partido se enredó en la coalición.
Contra la confiscación de tierras se levantaban irreductiblemente
no sólo los propietarios nobles, sino también
los banqueros kadetes: los inmuebles rústicos habían
sido hipotecados por los Bancos por un mínimo de cuatro
mil millones de rublos. Dispuestos a regatear con los propietarios
nobles el precio en la Asamblea constituyente, pero con el
propósito de llegar a un acuerdo amistoso, los socialistas
revolucionarios pusieron todo su empeño en impedir
que el mujik ocupase la tierra. Perdían así
su influencia entre los campesinos, no por el carácter
utópico de su socialismo, sino por su inconsistencia
democrática. La verificación de su utopismo
habría podido exigir años enteros. Su traición
al democratismo agrario se hizo evidente en unos meses: bajo
el gobierno de los socialistas revolucionarios, los campesinos
tuvieron que emprender el camino de la insurrección
para cumplir él programa de esos mismos socialistas
revolucionarios.
En julio, cuando el gobierno desató la represión
contra la aldea, los campesinos se pusieron por si acaso bajo
la protección de los socialistas revolucionarios: en
Poncio el menor buscaban una defensa contra Pilatos el mayor.
El mes en el cual los bolcheviques son más débiles
en las ciudades, es el de mayor extensión de los socialistas
revolucionarios en el campo. Como sucede con frecuencia, sobre
todo en épocas de revolución, la mayor influencia
organizativa coincide con el comienzo de la decadencia política.
Al agazaparse tras los socialistas revolucionarios para escapar
a los golpes de un gobierno socialista revolucionario, los
campesinos perdían cada vez más su confianza
en ese gobierno y en ese partido. De esta forma, el enorme
crecimiento de las organizaciones socialistas revolucionarias
en el campo se hizo mortal para este partido universal que
se sublevaba desde abajo y reprimía desde arriba.
En una reunión de la Organización militar de
Moscú, el 30 de julio, un delegado del frente, socialista
revolucionario, decía: Aunque los campesinos se consideren
todavía socialistas revolucionarios, hay una fisura
entre ellos y el partido. Los soldados asentían: bajo
la influencia de la agitación socialista revolucionaria,
los campesinos son aún hostiles a los bolcheviques,
pero resuelven los problemas de la tierra y del poder como
si fueran bolcheviques. Povoijski, bolchevique que militaba
en el Volga, atestigua que los socialistas revolucionarios
más conocidos, que habían participado en el
movimiento de 1905, se sentían eliminados paulatinamente:
"Los mujiks los llamaban "los viejos", los
trataban con aparente respeto, pero votaban según su
propia conciencia." Eran los obreros y los soldados quienes
enseñaban a los campesinos a votar y a actuar "según
su propia conciencia".
Es imposible evaluar la influencia revolucionaria de los obreros
sobre el campesinado: tenía un carácter permanente,
molecular, omnipresente, y por eso mismo, poco susceptible
de ser calculado. La reciprocidad de la penetración
se veía facilitada por el hecho de que un número
considerable de empresas industriales estaban repartidas por
el campo. Pero incluso los obreros de Petrogrado, la más
europea de las ciudades, conservaban vínculos inmediatos
con la aldea natal. El paro, que había aumentado durante
los meses de verano, y los lockouts patronales arrojaban a
la aldea a muchos miles de obreros: la mayoría de ellos
se convertían en agitadores y dirigentes.
En mayo y junio, se crean en Petrogrado las organizaciones
obreras regionales [zemliachestva] agrupando a los oriundos
de tal provincia o incluso de los cantones. Columnas enteras
de la prensa obrera son dedicadas a los anuncios de las reuniones
de la zemliachestva, donde se leían los informes sobre
las giras hechas por las aldeas, se daban instrucciones a
los delegados y se buscaban los recursos financieros para
la agitación. Poco antes de la insurrección,
las zemliachestva se fusionaron en torno a un secretariado
central especial, bajo la dirección de los bolcheviques.
El movimiento de las zemliachestva se extendió pronto
a Moscú, a Tver y probablemente a buen número
de otras ciudades industriales.
Sin embargo, desde el punto de vista de la acción directa
sobre la aldea, los soldados tenían una importancia
todavía mayor. Sólo en las condiciones artificiales
del frente, o del cuartel en la ciudad, los jóvenes
campesinos, superando en cierta medida los efectos de su dispersión,
podían afrontar los problemas de envergadura nacional.
Sin embargo, también allí se hacía sentir
la falta de autonomía política. Cayendo invariablemente
bajo la dirección de intelectuales patriotas y conservadores
y esforzándose por escaparse de ellos, los campesinos
intentaban formar un bloque en el ejército, al margen
de los otros grupos sociales. Las autoridades se mostraban
desfavorables a semejantes tendencias, el ministro de la Guerra
se oponía, los socialistas revolucionarios no acudían
en su ayuda... y los soviets de diputados campesinos estaban
muy débilmente implantados en el ejército. Incluso
en las condiciones más favorables, el campesino es
incapaz de transformar su cantidad aplastante en calidad política.
Unicamente en los grandes centros revolucionarios, bajo la
acción directa de los obreros, los soviets de campesinos
y soldados consiguieron desarrollar un trabajo considerable.
Así, por ejemplo, el Soviet campesino de Petrogrado
envió a las zonas rurales mil trescientos noventa y
cinco agitadores provistos de mandatos especiales, entre abril
de 1917 y el 1 de enero de 1918; otros, casi tan numerosos,
fueron sin mandato. Los delegados recorrieron sesenta y cinco
provincias (gobiernos). También en Cronstadt, los marineros
y soldados, siguiendo el ejemplo de los obreros, constituyeron
zemliachestva que entregaban credenciales a los delegados
atestiguando su "derecho" a viajar gratis en ferrocarril
y en barco. Los ferrocarriles de las sociedades privadas admitían
esas credenciales sin chistar, pero en los del Estado se producían
conflictos.
Los delegados oficiales de las organizaciones eran, sin embargo,
simples gotas de agua en el océano del campesinado.
Un trabajo infinitamente más importante era realizado
por centenares de miles y millones de soldados que desertaban
del frente y de las guarniciones de la retaguardia, conservando
en sus oídos las sólidas consignas escuchadas
a los oradores en los mítines. Los mudos del frente,
cuando volvían a su casa, en la aldea, se convertían
en oradores. Y no faltaban gentes ávidas de escucharles.
"En el campesinado que rodea la zona de Moscú
-cuenta Muralov, uno de los bolcheviques de la localidad-
se producía un formidable movimiento hacia la izquierda...
En los pueblos y en las aldeas hormigueaban los desertores
y allí también penetraba el proletariado de
la capital que no había roto todavía con la
aldea." "El campo adormecido de la provincia de
Kaluga -según cuenta el campesino Naumchenkov- fue
despertado por los soldados que llegaban del frente por una
razón u otra en los meses de junio y julio." El
comisario de Nijni-Novgorod informaba que "todas las
infracciones al derecho y a la ley son debidas a la aparición
en los límites de la provincia de desertores, de soldados
con permiso o de delegados de los comités de regimiento".
El administrador principal de las propiedades de la princesa
Bariatinskaya, del distrito Zolotonochski, se quejaba en agosto
de los actos arbitrarios del comité agrario, presidido
por Gatran, un marinero de Cronstadt. Según el informe
del comisario del distrito de Bugulminski: "Los soldados
y marineros venidos de permiso desarrollan la agitación
con el fin de crear la anarquía y provocar pogromos."
"En el distrito del Mglinsk, en el burgo de Belogoch,
un marinero ha prohibido, con su propia autoridad, cortar
y coger leña y traviesas del bosque." Si no eran
los soldados los que empezaban la lucha, eran, sin embargo,
ellos quienes la terminaban. En el distrito de Nijni-Novgorod
los mujiks inquietaban al convento de monjas, segaban sus
prados, destruían sus cercas, no dejaban tranquilas
a las monjas. La abadesa no cedía, los milicianos reprimían
a los mujiks. "Esto duró -escribe el campesino
Arbekov- hasta la llegada de los soldados. Los hombres del
frente tomaron en seguida el toro por los cuernos"; el
convento fue evacuado. En la provincia de Mohilev, según
el campesino Bobkov, "los soldados que regresaban del
frente a sus hogares eran los principales cabecillas de los
comités y los que dirigían la expulsión
de los propietarios nobles".
Los del frente aportaban al conflicto esa grave resolución
de quien está habituado a servirse del fusil y de la
bayoneta contra sus semejantes, pero las mujeres de los soldados
se contagiaban del espíritu combativo de sus maridos.
"En septiembre -cuenta Beguichev, campesino de la provincia
de Penza- se produjo un amplio movimiento de los mozos-soldados,
que se pronunciaban en las asambleas en favor del saqueo."
Se observaba el mismo fenómeno en otras provincias.
Las "soldadas", incluso en las ciudades, desempeñaban
un papel importante en la agitación.
Los casos en que se encontraron los soldados a la cabeza de
las revueltas campesinas, según el cálculo de
Vermenichev, fueron del uno por ciento en marzo, del ocho
por ciento en abril, del trece por ciento en septiembre y
del diecisiete por ciento en octubre. Un cálculo semejante
no puede pretender ser exacto; pero indica sin errores la
tendencia general. La dirección moderadora de los maestros
de escuela, secretarios y funcionarios socialistas revolucionarios,
era reemplazada por la dirección de los soldados, que
no retrocedían ante nada.
Un escritor alemán, Parvus, buen marxista en su tiempo,
que supo enriquecerse durante la guerra, pero a costa de perder
sus principios y su perspicacia, comparaba los soldados rusos
con los lansquenetes alemanes de la Edad Media, acostumbrados
al saqueo y a la violencia. Para hablar así, era necesario
no ver que los soldados rusos, a pesar de todos sus excesos,
seguían siendo simplemente el órgano ejecutivo
de la mayor revolución agraria de la historia.
Mientras el movimiento no rompía definitivamente con
la legalidad, el envío de tropas al campo tenía
un carácter simbólico. Para una represión
efectiva sólo podía contarse con los cosacos.
"Han sido enviados cuatrocientos cosacos al distrito
Serdobski... Esta medida ha restablecido la tranquilidad.
Los campesinos declaran que esperarán a la Asamblea
constituyente." Así escribe el 11 de octubre el
periódico liberal Ruskoie Slovo [La Palabra Rusa].
¡Cuatrocientos cosacos en un argumento indudable en
favor de la Asamblea constituyente! Pero no había suficientes
cosacos y los que había vacilaban. Mientras tanto,
el gobierno se veía forzado a tomar cada vez más
a menudo "medidas decisivas". Durante los primeros
meses, Vermenichev cuenta diecisiete casos de envío
de fuerzas armadas contra los campesinos; en julio y en agosto,
treinta y nueve casos; en septiembre y octubre, ciento cinco.
Reprimir el movimiento campesino por la fuerza armada era
echar aceite al fuego. Los soldados, en la mayoría
de los casos, pasaban al lado de los campesinos. Un comisario
de distrito de la provincia de Podolsk informa de lo siguiente:
"Las organizaciones militares, e incluso ciertos contingentes,
resuelven las cuestiones sociales y económicas, fuerzan
(?) a los campesinos a realizar incautaciones y a cortar leña,
y a veces, en algunos lugares, ellos mismos participan en
el saqueo... Las tropas locales se niegan a tomar parte en
la represión contra estas violencias..." De este
modo la insurrección de la aldea destruyó los
últimos vestigios de la disciplina. Era imposible,
en unas condiciones de guerra campesina a cuya cabeza estaban
los obreros, que el ejército se dejara enviar contra
la insurrección en las ciudades.
Los campesinos aprendían por primera vez de los obreros
y de los soldados la verdad sobre los bolcheviques, no lo
que les habían contado los socialistas revolucionarios.
Las consignas de Lenin y su nombre penetran en la aldea. Las
quejas cada vez más frecuentes contra los bolcheviques
son, sin embargo, en muchos casos, puros inventos o exageraciones'
de esa manera esperaban obtener con seguridad la ayuda de
los propietarios nobles. "En el distrito Ostrovski reina
una total anarquía debido a la propaganda del bolchevismo."
De la provincia de Ufim: "El miembro del comité
de cantón Vasiliev propaga el programa de los bolcheviques
y declara abiertamente que los propietarios nobles serán
colgados." Polonik, propietario de la provincia de Novgorod,
al buscar "protección contra el pillaje"
no olvida añadir: "Los comités ejecutivos
están todos llenos de bolcheviques"; lo cual quiere
decir: mala gente para los propietarios. "En agosto -escribe
en sus Memorias Zumorin, campesino de la provincia de Simbirsk-
los obreros recorrieron las aldeas agitando en favor del partido
bolchevique y exponiendo su programa." El juez de instrucción
del distrito de Sebeje ha abierto un proceso a Tatiana Mijailova,
de veintiséis años, obrera textil llegada de
Petrogrado, que en su aldea había llamado al "derrocamiento
del gobierno provisional y había elogiado la táctica
de Lenin". El campesino Kotov, de la provincia de Smolensk,
testimonia que a finales de agosto la gente "comenzó
a interesarse por Lenin, a prestar atención a la voz
de Lenin"...Sin embargo, la inmensa mayoría de
los elegidos por los zemstvos de cantón son socialistas
revolucionarios.
El partido bolchevique se esfuerza por acercarse a los campesinos.
El 10 de septiembre, Nevski reclama al comité de Petrogrado
que se emprenda la publicación de un periódico
campesino: "Hay que arreglar el asunto de tal forma que
no pasemos por las pruebas que ha conocido la Comuna de París,
cuando el campesinado no comprendió a la capital y
París no comprendió al campesinado." El
periódico Bednota [Periódico de los pobres]
comenzó pronto a aparecer. Pero el trabajo directo
del partido entre el campesinado siguió siendo, sin
embargo, insignificante. La fuerza del partido bolchevique
no estaba en sus medios técnicos, ni en el aparato,
sino en una política justa. Al igual que las ráfagas
de aire extienden las semillas, los torbellinos de la revolución
diseminaban las ideas de Lenin.
"Hacia el mes de septiembre -escribe en sus Memorias
Vorobiev, campesino de la provincia de Tver- defienden a los
bolcheviques en las reuniones no sólo los soldados
del frente, sino también los campesinos pobres, cada
vez con más frecuencia y audacia..." Entre los
pobres y algunos campesinos medios -como lo confirma Zumorin,
campesino de la provincia de Simbirsk-, el nombre de Lenin
estaba en todos los labios y sólo se hablaba de él."
Un campesino de Novgorod, Grigoriev, cuenta que en un cantón
un socialista revolucionario trató a los bolcheviques
de "ladrones" y de "traidores". Los mujiks
gritaron: "¡Abajo el polizonte, echémosle
a pedradas! ¡Que no nos venga a contar embustes! ¿Dónde
está la tierra? Basta ya. ¡Que nos traigan a
un bolchevique!" Es posible además que este episodio
-y hubo otros semejantes- corresponda al período posterior
a octubre: en los recuerdos de los campesinos, los acontecimientos
quedan gravados, pero el sentido de la cronología es
flojo.
Un soldado, Chinenov, que había llevado a su casa,
en la provincia de Orel, una maleta repleta de literatura
bolchevique, fue mal acogido en su aldea natal: el oro alemán,
pensaban. Pero en octubre, "la cédula del cantón
tenía setecientos miembros, muchos fusiles y se movilizaba
siempre en favor del poder bolchevique". El bolchevique
Vrachev cuenta cómo los campesinos de la provincia
exclusivamente agrícola de Voronej, "una vez libres
de la asfixia socialista revolucionaria, comenzaron a interesarse
por nuestro partido, gracias a lo cual tuvimos un buen número
de células de aldea y de cantón abonadas a nuestros
periódicos y recibimos a numerosos mujiks en el estrecho
local de nuestro comité". En la provincia de Smolensk,
según recuerdos de Ivanov, "los bolcheviques eran
muy raros en las aldeas, había muy pocos en los distritos,
no existían periódicos bolcheviques y muy raramente
se repartían octavillas... Y, sin embargo, cuanto más
se acercaba Octubre, más se volvía la aldea
hacia los bolcheviques...".
"En aquellos distritos en los que hasta Octubre había
una influencia bolchevique en los soviets -escribe el mismo
Ivanov- no se desencadenaba, o sólo raras veces, el
vandalismo contra las haciendas de los propietarios nobles."
Las cosas, sin embargo, no se presentaban en todas partes
de la misma forma. "Las reivindicaciones de los bolcheviques
exigiendo la entrega de la tierra a los campesinos -relata,
por ejemplo, Tadeus- eran adoptadas con rapidez particular
por la masa de los campesinos del distrito de Mohilev, que
saqueaban haciendas, incendiando algunas, apoderándose
de los prados y los bosques." No hay en definitiva contradicción
entre estos testimonios. La agitación general de los
bolcheviques fomentaba indudablemente la guerra civil en el
campo. Pero allí donde los bolcheviques conseguían
arraigarse más sólidamente, se esforzaban, sin
debilitar naturalmente el empuje del movimiento campesino,
en ordenarlo y en limitar los estragos.
La cuestión agraria no se planteaba aisladamente. Sobre
todo en el último período de la guerra, el campesino
se sentía afectado tanto como vendedor que como comprador:
su trigo se cotizaba según las tarifas fijadas por
el Esta o, y los productos de la industria le resultaban cada
vez más inabordables. El problema de las relaciones
económicas entre el campo y la ciudad, que más
tarde llegaría a ser -con el nombre de "tijeras"-
el problema central de la economía soviética,
se presenta ya con su aspecto amenazador. Los bolcheviques
decían al campesino: los soviets deben tomar el poder,
entregar la tierra, acabar la guerra, desmovilizar la industria,
establecer el control obrero sobre la producción, regular
las relaciones de precios entre productos industriales y productos
agrícolas. Por somera que fuera esta respuesta, señalaba
bien el camino. "La barrera entre nosotros y los campesinos
-decía Trotsky el 10 de octubre en la Conferencia de
los Comités de fábrica- la forman los sovietistas
del género Avkséntiev. Es preciso atravesar
la barrera. Hay que explicar en el campo que todos los esfuerzos
del obrero para ayudar al campesino, suministrando a la aldea
maquinaria agrícola, no darán resultado mientras
no se establezca el control obrero sobre la producción
organizada." En este sentido la conferencia publicó
un manifiesto dirigido a los campesinos.
Los obreros de Petrogrado habían constituido en las
fábricas en este tiempo comisiones especiales que recogían
metales, recortes y residuos para entregarlos a un centro
especial: El obrero al campesino. Estos desperdicios servían
para la fabricación de sencillos instrumentos agrícolas
y de piezas de recambio. Era la primera intervención
obrera, según un plan en la marcha de la producción,
todavía poco considerable por su volumen, en la que
predominaban los propósitos de agitación sobre
los objetivos económicos, pero anticipaba, sin embargo,
la perspectiva de un futuro cercano. Espantado por la intrusión
de los bolcheviques en la esfera sagrada de la aldea, el Comité
ejecutivo campesino intentó captar la nueva iniciativa.
Pero rivalizar con los bolcheviques en la ciudad estaba por
encima de las fuerzas fatigadas de los conciliadores, que
incluso en el campo estaban ya perdiendo pie.
El eco de la agitación de los bolcheviques "despertó
de tal modo a los campesinos pobres -escribía Vorobiev,
campesino de la provincia de Tver- que se puede afirmar categóricamente:
si Octubre no se hubiera producido en octubre, habría
tenido lugar en noviembre". Esta característica
sumamente brillante de la fuerza política del bolchevismo
no está en contradicción alguna con su debilidad
organizativa. Es únicamente a través de desproporciones
tan fuertes que la revolución puede abrirse camino.
Precisamente por eso, dicho sea de paso, su movimiento no
puede ceñirse al marco de la democracia formal. Para
poder llevar a cabo, en octubre o en noviembre, la revolución
agraria, el campesinado sólo podía utilizar
el ropaje cada vez más usado del partido socialista
revolucionario. Sus elementos de izquierda se agrupan apresuradamente
y en desorden bajo la presión de la insurrección
campesina, siguen los pasos de los bolcheviques y rivalizan
con ellos. En los meses que van a seguir, el desplazamiento
político del campesinado se producirá principalmente
bajo la bandera remendada de los socialistas revolucionarios
d e izquierda: este partido efímero se convierte en
un reflejo, una forma inestable de bolchevismo rural, un puente
provisional entre la guerra campesina y la insurrección
proletaria.
La revolución agraria necesitaba sus propios órganos
locales. ¿Qué carácter tenían?
En las aldeas existían de diferentes tipos: las organizaciones
del Estado como los comités ejecutivos de cantón,
los comités agrarios y los de aprovisionamiento; organizaciones
sociales como los soviets; organizaciones puramente políticas
como los partidos; por último, órganos de administración
autónoma, representados por los zemstvos de cantón.
Los soviets campesinos sólo se habían desarrollado
en los límites administrativos de las provincias y
parcialmente en los distritos; eran pocos los soviets de cantón.
Los zemstvos de cantón eran difícilmente asimilados.
En cambio, los comités agrarios y los comités
ejecutivos, que habían sido concebidos como órganos
del Estado, se transformaban, por extraño que pueda
parecer, a primera vista, en los órganos de la revolución
campesina.
El comité agrario principal, compuesto de funcionarios,
propietarios, profesores, agrónomos diplomados, políticos
socialistas revolucionarios, a los que se mezclaban campesinos
vacilantes, era en definitiva un freno central para la revolución
agraria. Los comités provinciales no cesaban de aplicar
la política gubernamental. Los comités de distrito
oscilaban entre los campesinos y las autoridades. Pero, en
cambio, los comités de cantón, elegidos por
los campesinos y trabajando allí, a la vista de la
aldea, se convertían en los instrumentos del movimiento
agrario. Las cosas no cambiaban nada por el hecho de que los
miembros de los comités de ordinario socialistas revolucionarios:
se alineaban sobre la isba del mujik, pero no se situaban
al lado de la mansión del noble. Los campesinos apreciaban
especialmente el carácter estatal de sus comités
agrarios viendo en ellos una especie de certificado para la
guerra civil.
"Los campesinos dicen que fuera del comité de
cantón no reconocen a nadie -declara ya en el mes de
mayo uno de los jefes de la milicia del distrito de Saransk-;
pero todos los comités de distrito y de ciudad trabajan
para servir a los propietarios de tierras." Según
el comisario de Nijni-Novgorod, "las tentativas hechas
por algunos comités de cantón para luchar contra
los procedimientos arbitrarios de los campesinos, en la práctica
terminaban casi siempre en fracaso, y ocasionaban la destitución
de todo el equipo..." "Los comités estaban
siempre -según Denisov, campesino de la provincia de
Pskov- al lado del movimiento campesino, contra los propietarios,
ya que sus elegidos representaban la parte más revolucionaria
del campesinado y de los soldados del frente."
En los comités de distrito y sobre todo en los de capital
de provincia, era la intelligentsia de los funcionarios quien
los dirigía, esforzándose por mantener relaciones
pacíficas con los propietarios nobles. "Los campesinos
se dieron cuenta -escribe Yurkov, campesino de la provincia
de Moscú- que era la misma pelliza, pero vuelta al
revés, el mismo poder, pero con otro nombre."
"Se observa una tendencia -escribe el comisario de Kursk-...
a realizar nuevas elecciones para los comités de distrito
que aplican con intransigencia las decisiones del gobierno
provisional." Sin embargo, al campesino le era sumamente
difícil conseguir el comité de distrito: la
ligazón política de las aldeas y de los cantones
era realizada por los socialistas revolucionarios, de tal
forma que los campesinos estaban obligados a actuar por intermedio
del partido, cuya principal misión era la de dar vuelta
a la vieja pelliza.
La frialdad del campesinado, sorprendente a primera vista,
ante los soviets de marzo, tenía en realidad causas
profundas. Un soviet no representa una organización
específica como un comité agrario, sino una
organización universal de la revolución. Pero
en la esfera de la política general, el campesino no
podía dar un paso sin dirección. Todo el problema
radicaba en saber de dónde vendría esa dirección.
Los soviets campesinos de provincia y de distrito se constituían
a iniciativa y, en una medida considerable, con los recursos
de la cooperación, no como órganos de la revolución
campesina, sino como instrumentos de una tutela conservadora
sobre el campesinado. La aldea soportó a los soviets
de los socialistas revolucionarios de derecha como un escudo
contra el poder. Pero en su casa, prefería los comités
agrarios.
Para impedir que la aldea se encerrase en el círculo
"de los intereses puramente rurales", el gobierno
aceleraba la creación de zemstvos democráticos.
Esto debía forzar al mujik a ponerse en guardia. Con
frecuencia tuvo que obligar a que se celebrasen elecciones.
"Ha habido casos de ilegalidad -informa el comisario
de Penza- y como consecuencia de esto las elecciones han sido
anuladas." En la provincia de Minsk, los campesinos detuvieron
al presidente de la comisión electoral del cantón,
el príncipe Drutski-Kiubetski, acusándole de
haber adulterado las listas: los mujiks tenían dificultad
para entenderse con el príncipe sobre la solución
democrática de una querella secular. El comisario de
distrito, Bugulminski, informa: "Las elecciones a los
zemstvos de cantón en el distrito no han sido totalmente
regulares... La composición de los elegidos es exclusivamente
campesina, se nota el alejamiento de los intelectuales de
la región y sobre todo de los propietarios de tierras."
En ese sentido los zemstvos apenas se distinguían de
los comités. "Respecto a los intelectuales y en
particular los propietarios de tierras -escribe lamentándose
el comisario de la provincia de Misk-, la actitud de la masa
campesina es negativa." En un periódico de Mohilev,
fechado el 23 de septiembre, podemos leer: "El trabajo
de los intelectuales en el campo implica riesgos si no se
promete categóricamente ayudar a la entrega inmediata
de toda la tierra a los campesinos." Allí donde
un acuerdo, e incluso un compromiso, entre las principales
clases es imposible, se está hundiendo el terreno para
las instituciones democráticas. Los zemstvos de cantón,
nacidos ya muertos, presagiaban sin lugar a dudas el desmoronamiento
de la Asamblea constituyente.
"El campesinado de la región -declaraba el comisario
de Nijni-Novgorod- tiene la convicción de que todas
las leyes civiles han perdido su fuerza y de que todas las
relaciones jurídicas deben ser reguladas desde ahora
por las organizaciones campesinas." Disponiendo de la
milicia local, los comités de cantón promulgaban
las leyes locales, establecían los precios de arrendamiento,
regulaban los salarios, ponían administradores en las
propiedades, se hacían cargo de la tierra, de los prados,
de los bosques, del-material, confiscaban las armas de los
propietarios, procedían a registros y detenciones.
La voz de los siglos y la nueva experiencia de la revolución
decían también al mujik que el problema de la
tierra era un problema de fuerza. Para una revolución
agraria, era necesario tener los órganos de una dictadura
campesina. El mujik no conocía todavía esta
palabra de origen latino. Pero el mujik sabía lo que
quería. La "anarquía" de que se quejaban
los propietarios, los comisarios liberales y los políticos
conciliadores, era en realidad la primera etapa de una dictadura
revolucionaria en los cantones.
Desde los acontecimientos de 1905-1906, Lenin había
insistido en la necesidad de crear órganos específicos;
puramente campesinos, para la revolución agraria: "los
comités revolucionarios campesinos -afirmaba en el
Congreso del partido en Estocolmo- señalan el único
camino por el que puede avanzar el movimiento campesino".
El mujik no leía a Lenin. Pero, en cambio, Lenin leía
bien el pensamiento del mujik.
Sólo hacia el otoño la aldea cambia de actitud
respecto a los soviets, cuando éstos modificaban a
su vez su orientación política. Los soviets
bolcheviques y socialistas revolucionarios de izquierda en
las capitales de distrito o de provincia no frenan ya a los
campesinos, sino que, al contrario, los empujan hacia adelante.
Si durante los primeros meses la aldea había buscado
en los soviets de los conciliadores un camuflaje legal para
entrar luego en conflicto abierto con ellos, ahora empezaba
a encontrar por primera vez en los soviets revolucionarios
una verdadera dirección. Los campesinos de la provincia
de Saratov escribían en septiembre: "El poder
debe pasar en toda Rusia a manos... de los soviets de diputados
obreros, campesinos y soldados. Esto será más
seguro." Es sólo en otoño cuando el campesinado
empieza a ligar su programa agrario con la consigna de poder
a los soviets. Pero entonces no sabe todavía quién
dirigirá estos soviets y de qué forma.
Las revueltas agrarias tenían gran tradición
en Rusia, un programa simple, pero claro, y héroes
y mártires en diversos lugares. La experiencia grandiosa
de 1905 no pasó sin dejar huellas en la aldea. A esto
hay que añadir el pensamiento de las sectas religiosas
que unían a millones de campesinos. "He conocido
-escribe un autor bien informado- a muchos campesinos que
acogieron la revolución de Octubre como la realización
absoluta de sus esperanzas religiosas." De todos los
levantamientos campesinos conocidos en la historia, el movimiento
campesino ruso fue sin duda el más secundado por las
ideas políticas. Si a pesar de todo fue incapaz de
dotarse de una dirección autónoma y de tomar
en sus manos el poder, esto se debía a la naturaleza
orgánica de una economía aislada, mezquina y
rutinaria: esa economía chupaba al mujik toda su savia
y no le resarcía dándole la capacidad para llegar
a sacar las conclusiones necesarias.
La libertad política del campesinado significa en la
práctica la libertad de escoger entre los diversos
partidos de las ciudades. Pero esta elección no se
ejerce a priori. Sublevándose, el Campesinado empuja
a los bolcheviques al poder. Pero sólo después
de haber conquistado el poder los bolcheviques podrán
ganar al campesinado, transformando la revolución agraria
en una ley del Estado obrero.
Un grupo de eruditos, bajo la dirección de Yakovlev,
ha establecido una clasificación muy interesante de
los documentos que caracterizan la evolución del movimiento
agrario de Febrero a Octubre. Adoptando como base la cifra
de 100 para señalar el número mensual de manifestaciones
inorganizadas, estos eruditos han calculado que el número
de conflictos "organizados" se eleva en abril a
33, en junio a 86 y en julio a 120. Este fue el momento de
apogeo de las organizaciones socialistas revolucionarias en
el campo. En agosto, de 100 conflictos no organizados, hay
más de 62 organizados, y en octubre sólo 14.
De estas cifras, enormemente instructivas, aunque muy convencionales,
Yakovlev saca, sin embargo, una conclusión totalmente
inesperada: si antes del mes de agosto el movimiento era cada
vez más organizado, adquiere en otoño cada vez
más el carácter de una "fuerza elemental".
Otro investigador, Vermenichev, llega a la misma formulación:
"la reducción del porcentaje del movimiento organizado
en el período de la ola ascendente de vísperas
de Octubre refleja el carácter elemental del movimiento
durante esos meses". Si se opone lo elemental a lo consciente,
como la ceguera a la vista -y ésa es la única
antítesis científica-, habrá que concluir
que el nivel de conciencia del movimiento campesino se eleva
hasta agosto, pero luego empieza a decaer hasta desaparecer
completamente en el momento de la insurrección de Octubre.
Eso es lo que nuestros eruditos, evidentemente, no querían
decir. Si reflexionamos un poco sobre la cuestión,
no es difícil comprender que, por ejemplo, las elecciones
rurales a la Asamblea constituyente, pese a su apariencia
"organizada", tenían un carácter infinitamente
más "elemental" -es decir, no razonado, gregario,
ciego- que la lucha "no organizada" de los campesinos
contra los propietarios nobles, en la que cada uno de los
campesinos sabía claramente lo que quería.
Con el giro del otoño, el campesinado no rompía
con su opinión consciente para arrojarse a las fuerzas
elementales, sino con la dirección de los conciliadores
para llegar así a la guerra civil. La decadencia organizativa
tuvo en definitiva un carácter superficial: las organizaciones
de los conciliadores caían; pero lo que dejaban tras
ellas ayudaba a la marcha por un nuevo camino que se efectuaba
bajo la dirección inmediata de los elementos más
revolucionarios: soldados, marineros, obreros. Cuando iban
a realizar acciones decisivas, los campesinos convocaban frecuentemente
una asamblea general e incluso se preocupaban por hacer firmar
la decisión tomada por todos los habitantes de la aldea.
"En el período otoñal del movimiento campesino,
que llegaba a ser devastador -escribe Chestakov, tercer erudito-,
lo más frecuente era la aparición en la escena
de la vieja asamblea comunal [sjod] de los campesinos. Es
por medio del sjod como los campesinos se reparten los bienes
requisados, a través del sjod entablan negociaciones
con los propietarios y administradores de las haciendas, con
los comisarios de distrito y con diferentes pacificadores..."
¿Por qué desaparecen de la escena los comités
de cantón, que condujeron directamente a los campesinos
a la guerra civil? A este respecto no tenemos indicaciones
precisas en los documentos. Pero la explicación es
obvia. La revolución desgasta con gran rapidez sus
organismos y sus armas. Ya el hecho de que los comités
agrarios dirigieran mediante medidas semipacíficas
les hacía poco aptos para pasar directamente al ataque.
Esta razón general se completaba con razones particulares,
pero que no dejaban de tener peso. Emprendiendo una vía
de guerra abierta contra los propietarios, los campesinos
sabían demasiado bien lo que les amenazaba en caso
de derrota. Más de un comité agrario, ya en
tiempos de Kerenski, había ido a parar a la cárcel.
Descentralizar las responsabilidades pasaba a ser una exigencia
absoluta de la táctica. Para esto la forma más
utilizable era el mir [comuna rural]. En el mismo sentido
actuaba sin duda la desconfianza habitual entre los campesinos:
cuando se trataba de apoderarse y repartirse los bienes de
los propietarios, cada uno quería participar personalmente
en la operación, no confiando sus derechos a nadie.
De esa forma la agravación creciente de la lucha llevaba
a la eliminación temporal de los órganos representativos
de la primitiva democracia campesina en beneficio del sjod
y de las resoluciones del mir.
Quizá parezcan sorprendentes aberraciones tan grandes
en la definición del carácter del movimiento
campesino, especialmente si provienen de la pluma de eruditos
bolcheviques. Pero no hay que olvidar que se trata de bolcheviques
de nueva formación. La burocratización del pensamiento
conduce inevitablemente a una sobreestimación de las
formas organizativas impuestas desde arriba al campesinado
y a una subestimación de las formas que adoptaba por
sí solo el campesinado. El funcionario instruido, a
la zaga del profesor liberal, considera los procesos sociales
desde el punto de vista administrativo. En calidad de comisario
del pueblo de la Agricultura, Yakovlev manifestó más
tarde la misma actitud superficial del burócrata respecto
al campesinado, pero ya en un terreno infinitamente mucho
más importante y lleno de responsabilidades, precisamente
en la aplicación de "la colectivización
generalizada". ¡Lo superficial en la teoría
se paga terriblemente cuando se trata de una práctica
de gran envergadura!
Pero aún faltan trece largos años para llegar
a los errores de la colectivización generalizada. Por
el momento sólo se trata de la expropiación
de las tierras de los propietarios. Hay ciento treinta y cuatro
mil propietarios que tiemblan todavía ante sus ochenta
millones de deciatinas. Los más amenazados son los
de arriba, los treinta mil amos de la antigua Rusia, que poseen
setenta millones de deciatinas, más de dos mil deciatinas
de promedio por cabeza. Un miembro de la nobleza, Boborikin,
escribe al chambelán Rodzianko: "Soy propietario
y no me entra en la cabeza que me puedan privar de mi tierra,
sobre todo con el propósito más inverosímil:
para hacer una experiencia de las doctrinas socialistas."
Pero la revolución tiene justamente como tarea el realizar
lo que no entra en la cabeza de los dirigentes.
Los propietarios más perspicaces no pueden, sin embargo,
ignorar que no podrán conservar sus propiedades. Ya
no se esfuerzan en conservarlas: cuanto antes se desembaracen
de la tierra, tanto mejor. La Asamblea constituyente aparece
ante ellos como un gran Tribunal de Cuentas, en el que el
Estado les indemnizará no sólo por la tierra,
sino también por sus tribulaciones.
Los campesinos propietarios adherían a este programa
desde la izquierda. Querían acabar con la nobleza parasitaria,
pero temían poner en cuestión la concepción
de la propiedad territorial. El Estado es bastante rico -declaraban
en su congreso- para pagar a los propietarios unos doce mil
millones de rublos. En calidad de "campesinos" esperaban
beneficiarse, en condiciones ventajosas, de la tierra de los
propietarios nobles que habría sido pagada a expensas
del pueblo.
Los propietarios comprendían que la importancia de
las indemnizaciones tenían un valor político
que sería determinado por la correlación de
fuerzas en el momento de ajustar las cuentas. Hasta finales
de agosto subsistía la esperanza de que una Asamblea
constituyente convocada a lo Kornílov hacía
pasar la línea de la reforma agraria entre Rodzianko
y Miliukov. La caída de Kornílov significaba
que las clases poseedoras habían perdido la partida.
De septiembre a octubre, los propietarios aguardaban el desenlace
como un enfermo incurable espera la muerte. El otoño
es la época de la política de los mujiks. La
cosecha está terminada, las ilusiones se disipan, la
paciencia se pierde. ¡Es preciso acabar! El movimiento,
desbordador, se extiende a todas las regiones, borra las particularidades
locales, arrastra a todas las capas de la aldea, barre todas
las reticencias ante la legalidad y la prudencia, se hace
ofensivo, exasperado, feroz, rabioso, utiliza como armas el
hierro y el fuego, el revólver y la granada, derriba
e incendia las casas solariegas, expulsa a los propietarios,
limpia la tierra y aquí y allá la riega a veces
de sangre.
Parecen los nidos de señores cantados por Puchkin,
Turgueniev y Tolstoy. La vieja Rusia se volatiliza con el
humo. La prensa liberal recoge los lamentos y gemidos por
la destrucción de los jardines a la inglesa, los cuadros
bosquejados en la época de servidumbre, las bibliotecas
patrimoniales, los Partenones de Tambov, los caballos de carreras,
los vicios grabados, los toros de raza. Los historiadores
burgueses intentan achacar a los bolcheviques la responsabilidad
del "vandalismo" de los campesinos en su venganza
contra la "cultura de los nobles". En realidad,
el mujik ruso acababa una obra emprendida muchos siglos antes
de la aparición de los bolcheviques en el mundo. Cumplía
su tarea histórica progresiva con los únicos
medios que estaban a su disposición: con la barbarie
revolucionaria extirpaba la barbarie medieval. Además,
ni él mismo, ni sus abuelos, ni sus antepasados habían
conocido nunca la clemencia o la indulgencia.
Cuando los feudales eliminaron la Jacquerie, cuatro siglos
y medio antes de la liberación de los campesinos franceses,
un viejo monje escribía en su crónica: "Han
hecho tanto daño al país que no era necesaria
la llegada de los ingleses para la devastación del
reino; los ingleses no hubieran podido hacer lo que han hecho
los nobles de Francia." Tan sólo la burguesía,
en mayo de 1791, superó en atrocidad a la nobleza francesa.
Los campesinos rusos, gracias a la dirección de los
obreros, y los obreros rusos, gracias a la ayuda de los campesinos,
escaparon a esta doble lección de los defensores de
la cultura de la humanidad.
Las relaciones recíprocas entre las clases esenciales
de Rusia se vieron reproducidas en el campo. Al igual que
los obreros y soldados habían luchado contra la monarquía,
pese a los planes de la burguesía, los campesinos pobres
fueron los más decididos en sublevarse contra los propietarios,
haciendo caso omiso de las advertencias del kulak. Y así
como los conciliadores creían que la revolución
sólo descansaría firmemente sobre sus pies a
partir del momento en que Miliukov la reconociese, el campesino
de condición media, mirando a la izquierda y a la derecha,
se imaginaba que la firma del kulak legalizaría las
expropiaciones. De la misma manera que la burguesía
hostil a la revolución no dudó en atribuirse
el poder, los kulaks que se habían opuesto a las devastaciones
no renunciaron a sacar provecho de ellas. El poder no quedaría
mucho tiempo en manos de la burguesía, ni los bienes
de los propietarios en manos del kulak: en ambos casos, por
causas análogas.
La fuerza de la revolución democrática agraria,
de esencia burguesa, se expresó en el hecho de que
sobrepasó durante cierto tiempo los antagonismos de
clase en la aldea: el obrero agrícola saqueaba al propietario
ayudando con ello al kulak. Los siglos XVII, XVIII y XIX de
la historia rusa se subían sobre los hombros del XX
y le hacían tocar tierra. La debilidad de la atrasada
revolución burguesa no empujó a los revolucionarios
burgueses hacia adelante, sino que, al contrario, los arrojó
definitivamente al campo de la reacción: ¡Tsereteli,
presidiario todavía la víspera, protegía
las tierras de los propietarios nobles contra la anarquía!
Rechazada por la burguesía, la revolución campesina
se une al proletariado industrial. Y con ello el siglo XX
no sólo se liberaba de los siglos anteriores, sino
que sobre sus hombros se elevaba a un nuevo nivel histórico.
Para que el campesino pudiese limpiar la tierra y levantar
las barreras, el obrero debía ponerse a la cabeza del
Estado: esa es la fórmula más simple de la revolución
de Octubre.