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Thaelmann y la "Revolución Popular" es una carta escrita por Trotsky a un camarada español el 14 de abril de 1931 desde el exilio en Prinkipo (Turquía). Fue publicado por primera vez en The Militant el 11 de julio de 1931. Digitalizado por Ander Muñoz en agosto de 1997. Formato ajustado para el MIA por Juan R. Fajardo en octubre de 1999. El texto aparece aquí con el permiso de la Red Vasca Roja de cuya página ha sido copiada.
Gracias por la cita sobre la revolución "popular" del discurso de Thaelmann, al que he echado una ojeada. ¡No es posible imaginar una forma más ridícula y maliciosamente confusa de plantear el problema! ¡La "revolución popular" como consigna, incluso con una referencia a Lenin! Todavía hoy, cada número del periódico del fascista Strasser es acicalado con la consigna de la revolución popular como opuesta a la consigna marxista de la revolución de clase. Se sobreentiende que toda gran revolución es una revolución popular o nacional, en el sentido de que une alrededor de la clase revolucionaria a toda las fuerzas viriles y creativas de la nación y la reconstruye en torno a un nuevo núcleo. Pero esto no es una consigna, sino una descripción sociológica de la revolución que requiere, además, una definición precisa y concreta. Como consigna es necia y charlatanesca, competencia mercantil con los fascistas pagada al precio de inyectar la confusión en la mente de los trabajadores.
La evolución de las consignas de la Comintern es una evolución sorprendente precisamente en torno a esta cuestión. A partir del III Congreso de la Comintern, la consigna de "clase contra clase" se convirtió en la expresión popular de la política de frente único proletario. Esto era bastante correcto: todos los trabajadores debían ser agrupados contra la burguesía. Después transformaron esto en la alianza con los burócratas reformistas contra los trabajadores (la experiencia de la huelga general inglesa). Más tarde saltaron al extremo opuesto: ningún acuerdo con los reformistas, "clase contra clase". La misma consigna que había de servir para acercar a los obreros socialdemócratas a los obreros comunistas vino a significar, en el "tercer período", la lucha contra los obreros socialdemócratas como contra una clase diferente. Y ahora el nuevo giro: la revolución popular en lugar de la revolución proletaria. El fascista Strasser dice que el 95 por ciento del pueblo está interesado en la revolución, que por lo tanto no es una revolución de clase sino una revolución popular. Thaelmann repite a coro. En realidad, el obrero comunista debería decirle al obrero fascista: por supuesto, el 95 por ciento de la población, si es que no es el 98 por ciento, está explotada por el capital financiero. Pero esta explotación está organizada de modo jerárquico: hay explotadores, subexplotadores, subsubexplotadores, etc. Sólo gracias a esta jerarquía pueden los superexplotadores mantener sujeta a la mayoría de la nación. Para que la nación sea efectivamente capaz de reconstruirse a sí misma alrededor de un nuevo núcleo de clase, deberá ser reconstruida ideológicamente, y esto sólo podrá conseguirse si el proletariado no se disuelve a sí mismo en el "pueblo", en la "nación", sino que, por el contrario, desarrolla un programa de su revolución proletaria y fuerza a la pequeña burguesía a elegir entre dos regímenes. La consigna de la revolución popular adormece a la pequeña burguesía así como a amplias masas de obreros, les reconcilia con la estructura burguesa jerárquica del "pueblo" y retrasa su liberación. Pero, en las condiciones actuales de Alemania, la consigna de una "revolución popular" borra la frontera ideológica entre el marxismo y el fascismo y reconcilia a parte de los obreros y la pequeña burguesía con la ideología fascista, permitiéndoles pensar que no están obligados a tomar una opción, ya que en ambos campos se trata de una "revolución popular". Estos miserables revolucionarios, cuando entran en conflicto con cualquier enemigo, se ponen antes que nada a pensar cómo imitarle, cómo disfrazarse a sí mismos con sus colores, cómo ganar a las masas por medio de un truco astuto en vez de con la lucha revolucionaria. ¡Una forma verdaderamente vergonzosa de plantear el problema! Si los débiles comunistas españoles hiciesen suya esta fórmula, llegarían a la política de un Kuomintang español.