El 12 de octubre, se firmó un tratado preliminar de paz entre la Rusia Soviética y Ucrania Soviética, por un lado, y, por el otro, la Polonia burguesa-aristocrática. Esta paz preliminar no es final todavía, pero, básicamente, predetermina la paz final. Las condiciones del Tratado de Riga entre Polonia y nosotros son muy gravosas. Estamos obligados a hacer concesiones extremadamente grandes a la burguesía polaca -o, para hablar más correctamente, a los imperialistas de la Entente. La Galitzia oriental, la franja occidental de Ucrania, una parte considerable de Bielorrusia y toda Lituania caen, de facto, en poder de Polonia. Además, la República soviética debe entregar a Polonia parte de su reserva de oro, para que Polonia pueda usar esta paga para cancelar aquella parte de la vieja deuda zarista que Francia ha cargado a Polonia.
Las condiciones de paz son entonces muy gravosas para nosotros. Pero, no obstante, no son tan gravosas como las condiciones de la guerra. Se ha alcanzado la paz. No habrá campaña de invierno en los frentes sur y sudoccidental. No puede caber duda de que la paz preliminar será ratificada por los órganos supremos de ambas partes. Al costo de concesiones muy grandes y sacrificios muy pesados, el gobierno obrero y campesino ha logrado ganar la paz que los sanguinarios provocateurs de la diplomacia francesa querían minar a toda costa, con la ayuda de sus numerosos asistentes en todos los países burgueses.
No analizaremos ahora la influencia que la paz que se ha concluido tendrá en la situación de Polonia y su vida interna. Pero recordemos este hecho: el gobierno polaco podría haber logrado una paz no menos favorable que la que ahora ha concluido con nosotros sin la guerra. En marzo y abril de este año -esto es, antes del avance de los polacos blancos sobre Kiev- le ofrecimos a Pilsudski la paz con una frontera para Polonia que era más extensiva -esto es, que abarcaba más territorio ucraniano y bielorruso- que la frontera establecida en Riga. El gobierno polaco no aceptó nuestra oferta en ese momento, pero lanzó una ofensiva hacia Ucrania, capturó Kiev, y nos obligó a defendernos. Barrimos al enemigo de Ucrania, le inflingimos un fuerte golpe al ejército polaco, y lo perseguimos hasta los muros de Varsovia, exigiendo que se concluya la paz. El gobierno polaco no quería la paz, y se vio obligado a esclavizar todavía más su país a Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, de manera de conseguir los abastecimientos militares que necesitaba para continuar la guerra con Rusia. El comando polaco logró empujar a nuestras fuerzas de vuelta hacia el Este, al territorio de Bielorrusia y Ucrania, pero incluso luego de eso para el gobierno polaco no hubo otra salida que hacer la paz. Así, luego de todas las sangrientas batallas libradas, la terrible devastación sufrida, los innumerables sacrificios, se firmó la paz en términos menos favorables para Polonia que aquellos que habíamos ofrecido en la víspera de la guerra. No albergamos duda alguna que el propio pueblo trabajador polaco sacará las conclusiones de esta guerra y evaluará la política seguida por sus clases dominantes.
Millones de obreros y campesinos de Rusia y Ucrania se dan cuenta que el gobierno soviético ha actuado bastante correctamente al comprar la paz incluso al precio de grandes concesiones. Nuestra República soviética necesita la paz sobre todo, para revivir su economía, para llevar bienestar a las masas trabajadoras. La paz que hemos concluido es onerosa, pero es paz al fin, y la saludamos.
Los obreros y los campesinos de Ucrania y Rusia están al tanto de por qué esta paz es onerosa. Mientras el Ejército Rojo estaba combatiendo heroicamente contra las fuerzas polacas blancas, armadas por la Entente, las bandas del barón germano-ruso contratadas por la burguesía francesa estaban operando a las espaldas del Ejército Rojo. Sólo los idiotas pueden suponer que Wrangel pueda poseer alguna importancia independiente y pueda realmente tomar el poder en Rusia. Le fue asignado un rol diferente: la Bolsa francesa le ordenó a Wrangel que brindara ayuda a la Polonia burguesa-aristocrática avanzando sobre Rusia. El perro de Crimea mordió la pierna del Ejército Rojo para poder ayudar al gobierno polaco a tomar Bielorrusia y parte de Ucrania. Un rol similar, aunque en una escala inconmensurablemente más pequeña, le fue asignado al Wrangel ucraniano: Petliura. Estos traidores, que se han vendido ellos mismos a quien los quisiese comprar, son los culpables de que nos veamos obligados a tener que hacer la paz en condiciones tan onerosas.
El rol jugado por los wrangelistas está claro para todo el mundo, y son abominados incluso por aquellos que les han pagado. Es altamente probable que Wrangel ahora sea traicionado por sus empleadores, de la misma manera en que fueron traicionados Kolchak y Denikin. Los periódicos franceses ya están escribiendo que Francia no tiene intención alguna en capturar Odesa u otros puertos rusos. Puede ser que ahora, luego de la firma del tratado preliminar de paz con Polonia, incluso los imperialistas franceses más resentidos y obtusos pretendan negarle apoyo a la aventura de Wrangel.
Puede ser, sin embargo, que estas declaraciones en los periódicos sean para engañar a los obreros franceses y para adormecer nuestra vigilancia.
¡Pero no, no tendrá éxito, en lo más mínimo! Toda nuestra atención está concentrada en el frente contra Wrangel. Todo el país ahora ha vuelto su rostro hacia el Sur. Todo lo que sobrevive de la vieja historia rusa que es deshonroso, codicioso y predador está concentrado allí en Crimea y sobre las costas adyacentes del mar Negro y del mar de Azov; debe ser destruido.
En el Norte, el Oeste y el Este, no nos queda, esencialmente hablando, ningún otro frente. Ahora tenemos un solo frente, el frente Sur. Cerca del aniversario de la Revolución de Octubre que ahora se aproxima, debemos llevar a término la obra que comenzamos hace tres años. Debemos terminar de asear la República soviética, tenemos que aplastar a Wrangel.