Escrito: 9 de junio de
1919
Fuente digital de esta edicion: en el Mia.org
Traduccion: Matteo David, mayo 2019.
Uno de los trabajadores militares en el frente oriental ha presentado un informe en la que solicita que se le exoneren de sus obligaciones con el argumento de que un comisario se ha unido a él, y en este hecho se ve expresado su falta de confianza en él como un miembro del Partido Comunista.
Con relación a este informe impropio considero que es necesario emitir en forma impresa una explicación que he dado oralmente en más de una ocasión. La designación de un comisario no significa falta de confianza en el comando afectado. Los Comisarios llevan a cabo una amplia labor independiente de carácter organizativo- político y de agitación-educativo en las instituciones y las unidades a las que se les designe. Los Comisarios se unen a los comandantes comunistas y en general a todos los comandantes en los que el poder soviético tiene confianza absoluta, independientemente de si son o no son miembros del Partido Comunista.
¡Qué vergüenza!
El Transporte por ferrocarril llegó a la estación de Liski conteniendo heridos que se encontraban en un estado espantoso. Los camiones estaban sin pijamas. Muchos de los hombres postrados, heridos y enfermos, sin ropa, vestidos solamente con su ropa interior, las cuales hacía tiempo que se mantuvo sin cambios: muchos de ellos eran contagiosas. No había personal médico, enfermeras y sin nadie a cargo de los trenes. Uno de los trenes que contienen más de 400 heridos y enfermos de los soldados del ejército Rojo, estaba en la estación desde la mañana hasta la noche, sin que los hombres estén dandoles algo de comer. ¡Es difícil imaginar algo más criminal y vergonzoso!
Por supuesto, tenemos pocos médicos. Una proporción considerable de ellos huyeron al campo contrarrevolucionario de Denikin y Kolchak. Sin embargo, la escasez de médicos no justifica semejante atropello como este. Los heridos y los enfermos pueden ser abastecidos de alimentos, incluso en ausencia de personal médico. Para avisar con antelación a la llegada de un tren que transportaba heridos, hambrientos, agotados soldados del Ejército Rojo, y para exigir que las autoridades locales tomen las medidas necesarias para el suministro de alimentos a los enfermos - que, por cierto, es bastante factible. Está claro que la organización médico del ejército del frente Austral se encuentra en mal estado.
¿Pero son buenas en algo las autoridades locales? El comandante de la estación Liski explicó que la razón por la que los enfermos fueron dejados morir de hambre durante doce horas fue que las asignaciones necesarias de dinero no se habían realizado. Los alimentos estaban disponibles para la autoridad local en Liski. Pero debido a que nadie se tomó la molestia de pedir comidas para los enfermos y heridos, dando una garantía para realizar el pago correspondiente, el comandante de la estación y el comandante de la estación de evacuación consideraron que la única solución al problema fue dejar seguir que los enfermos y heridos aguantaban hambre durante doce horas. Y ¿qué pasa con las demas autoridades soviéticas? ¿No lo saben? Pero exactamente lo mismo que había ocurrido en la misma estación el día anterior. Podría parecer que una situación excepcional que requería medidas excepcionales. ¿El comité ejecutivo local, o la organización de los trabajadores ferroviarios, se ocupó de la cuestión? ¡Nada de eso! Nadie estaba interesado. Los heridos, vestidos sólo con su ropa interior manchada de sangre, se retorcían en el piso sucio de los camiones, atormentados por la enfermedad, el hambre y la sed. Y nadie les trajo nada, porque nadie había autorizado la retribucion, por lo que la alimentación de estos hombres enfermos amenazaría con provocar una ruptura momentánea del sistema de contabilidad. Se puede concebir cualquier mal ejemplo de burocratismo obtuso e impotencia, benevolencia y desvergonzado, incluso en los tiempos más viles del asqueroso zarismo!
La inutilidad del aparato médico del ejército, la falta de previsión y la ineficacia de los comandantes y los responsables de los puntos de evacuación, la apatía de las instituciones soviéticas locales, todos se reunieron en este caso. Es fácil apreciar con qué sentimientos heridos y enfermos languidecían en este lugar, y las maldiciones que llamaron a las autoridades cuya responsabilidad era cuidar de ellos.
Este caso vergonzoso (que, como ya he dicho, no es el único) deben ser investigadas a fondo. La indiferencia criminal y la apatía de base deben ser expulsadas de la organización médica del ejército y la organización de las comunicaciones del ejército. También hay necesidad de una vigorosa sacudida de las instituciones locales soviéticas que cierran los ojos cuando, bajo sus propias narices, los soldados del Ejército Rojo sufren y mueren los hombres, a quienes debemos la seguridad de que disfrutan.
A toda costa debemos mejorar, ampliar y poner en orden los derechos del aparato médico del ejército. Y tenemos que demostrar en la práctica a ociosos y saboteadores que una actitud indiferente hacia los soldados del Ejército Rojo heridos y los enfermos serán sancionados por la República Soviética de la misma manera como traición a la patria socialista. ●
El 10 de junio de 1919, Liski, En Ruta, No.53