Escrito: 30 de diciembre
1918
Fuente de esta edicion: izquierdarevolucionaria.org
Traduccion: Izquierda revolucionaria, con cuyo permiso
aparece aqui
Html: Rodrigo Cisterna, 2014
Koslov, 30 de diciembre de 1918
Las acusaciones gratuitas, a menudo injustas, lanzadas contra los especialistas militares, antiguos oficiales de carrera que trabajan ahora en el Ejército Rojo, crean en parte de los cuadros un clima de incertidumbre y confusión. Por otro lado los antiguos oficiales que ocupan en la retaguardia funciones civiles, en vista de la desconfianza que inspiran, artificialmente promovida por elementos desequilibrados en las filas soviéticas, temen pasar al Ejército Rojo. Es fácil imaginar hasta qué punto esos fenómenos perjudican los intereses de un ejército en campaña.
En consecuencia, considero indispensable declarar: la hostilidad no fundada hacia los antiguos oficiales de carrera es extraña tanto al poder soviético como a las mejores unidades en campaña. Todo oficial que quiera defender al país contra la violencia del imperialismo extranjero y de sus agentes del tipo de Krasnov y Dutov será un trabajador bienvenido. Cada oficial que pueda y quiera participar en la organización interior del ejército para que, éste alcance sus objetivos con el menor precio de sangre de trabajadores y campesinos será un colaborador bienvenido del poder soviético; tendrá derecho al respeto, y lo hallará en las filas del Ejército Rojo.
El poder soviético trata con rigor a los rebeldes, y en el futuro castigará a los traidores, pero en su política se guía por los intereses del pueblo trabajador y la utilidad revolucionaria, y no por un sentimiento ciego de venganza.
Para el poder soviético es perfectamente comprensible que los millares y decenas de millares de oficiales surgidos de la escuela del antiguo régimen, y que han recibido determinada formación burguesa monárquica, no puedan asimilar de golpe al nuevo régimen, comprenderlo y aprender a respetarlo. Pero, después de trece meses de poder soviético, para muchos oficiales es ahora evidente que el poder soviético no es una casualidad, sino un régimen que ha surgido regularmente, que se apoya en la voluntad de millones de trabajadores. Para muchos, muchos antiguos oficiales resulta claro, actualmente, que ningún otro régimen es capaz de garantizar hoy la libertad e independencia del pueblo ruso frente a los actos de violencia por parte del extranjero.
Los oficiales que, guiados por esta nueva conciencia, entren de buena fe en nuestras filas comprobarán que hemos pasado completamente la esponja sobre los crímenes contra el pueblo en los que habían participado, empujados por su pasado y por su falta de madurez política y revolucionaria.
En Ucrania, en las filas de Krasnov, en Siberia, en el norte, las filas de los imperialistas anglofranceses, hay buen número de antiguos oficiales que, si no temiesen una justicia sumaria e implacable por sus actos pasados, estarían ahora dispuestos a un arrepentimiento honorable ante la República Soviética. Para ellos, para todos esos renegados arrepentidos, confirmamos lo que antes dijimos acerca de toda la política del gobierno obrero y campesino: sus actos están guiados por la utilidad revolucionaria y no por una venganza ciega, y él abrirá sus puertas a todo ciudadano honesto que quiera trabajar en las filas soviéticas. ●