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Escrito: Sin datar. Aproximadamente hacia 1910
Fuente:Archivo francés de T.O.T.A.L
Traducción: Germinal
Digitalización: Germinal
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2000
Cuando la reacción europea sucedió a la gran revolución francesa, creando la Santa Alianza y, de nuevo, cuando la contrarrevolución movilizaba todas sus fuerzas para acabar con la herencia de 1848, apareció en escena la "cuestión de Oriente". Ya lo señaló Marx en su tiempo. Y ahora, tras la derrota de la revolución rusa (la revolución de 1905) y como para dar la razón a los escépticos que opinan que la historia se repite siempre, la cuestión de Oriente está de nuevo a la orden del día. En el pasado los diplomáticos trazaron las fronteras a su antojo rasgando con sus uñas los mapas de los Balcanes y decidiendo sobre la suerte de las naciones.
Hoy en día, los pueblos de los Balcanes han despertado a la existencia histórica y la cuestión de los Balcanes se ha convertido en su propio asunto. Turquía enfrenta su propia revolución al retorno del zarismo a los Balcanes; el capitalismo balcánico se mantiene firme y enmedio de esta caótica época ha surgido por fin la socialdemocracia de los pueblos balcánicos. Si el sureste de Europa ha dejado de ser objeto de combinaciones predadoras para la diplomacia europea, de igual modo para la socialdemocracia europea debe dejar de ser una expresión geográfica sin contenido para convertirse en una realidad política viva. La sección balcánica de la socialdemocracia se desarrolla y va adquiriendo una forma precisa.
El desarrollo capitalista en los Balcanes ha tenido un perfil colonial. La Bolsa europea atrapó a los Estados balcánicos en la trampa de la deuda pública y eso le ha permitido extorsionar a los campesinos y a los obreros de la península balcánica, sin distinguir naciones o razas, mediante los sistemas impositivos "nacionales". Los productos europeos traban la producción local y el artesanado. Además, el capitalismo industrial europeo, sometiendo al capitalismo local, está creando una red ferroviaria y las más modernas empresas. Este desarrollo ahoga a la pequeña burguesía desde que surge a la existencia histórica y su desintegración económica se completa por la descomposición política. Junto al campesinado arruinado, proporciona la "carne de cañon" para los aventureros políticos, demagogos de tres al cuarto y charlatanes dinásticos y anti-dinásticos que surgen como champiñones entre la basura del parlamentarismo agrario y colonial.
La exigua capa intermedia de grandes burgueses comienza su carrera con las palabras "cartel" y "lock-out" en la boca, totalmente separada de las masas en lo político y buscando el apoyo de los banqueros de Europa. El carácter colonial del desarrollo capitalista, aún más acentuado que en Rusia, coloca al proletariado en la posición de vanguardia combatiente, pone en sus manos las más importantes fuentes económicas del país y le confiere una importancia política que supera con mucho su fuerza numérica. Al igual que en Rusia el peso de la lucha contra el régimen patriarcal y burocrático recae sobre las espaldas del proletariado, en los Balcanes sólo el proletariado puede asumir la inmensa tarea de establecer unas condiciones normales para la coexistencia y cooperación de los diversos pueblos y razas de la Península. El problema consiste en crear, en un territorio cuyos limites han sido trazados por la naturaleza, unas formas estatales lo suficientemente amplias y flexibles para permitir, sobre la base de la autonomía nacional de sus diferentes componentes, un mercado interno unificado y órganos de gobierno comunes para toda la población de la península.
"Liberarnos del particularismo y de la estrechez de miras, abolir las fronteras que dividen a pueblos en parte idénticos por su lengua y cultura, en parte unidos en lo económico; finalmente, barrer las formas de dominación extrajera, directa e indirecta, que niegan a los pueblos a decidir por sí mismos sus destinos". Mediante estas fórmulas negativas, el congreso de los partidos y grupos social-demócratas del Sur de Europa definió su programa en las sesiones que tuvieron lugar en Belgrado del 7 al 9 de enero.
El programa positivo que se deriva de ellas es el de una República federal balcánica.
En los Balcanes, las exigencias del desarrollo capitalista chocan constantemente con los estrechos límites del particularismo y la federación es una idea que evocan los mismos círculos dirigentes. Es más: el gobierno zarista, incapaz de jugar un papel independiente en la península, intenta colocarse en cabeza erigiéndose en iniciador y padrino de "una liga búlgaro-serbo-turca" que se revolvería contra Austria-Hungría. Pero esto no son más que planes imprecisos para una alianza temporal de dinastías balcánicas y partidos políticos que, por su misma naturaleza, son incapaces de garantizar la libertad y la paz en los Balcanes.
El programa del proletariado no tiene nada que ver con esto. Se dirige contra las dinastías balcánicas y las cliques políticas; contra el militarismo de los Estados balcánicos y contra el imperialismo europeo; contra la Rusia oficial y contra la Austria-Hungría de los Habsburgo. Su método no es el de las componendas diplomáticas, sino el de la lucha de clases. No el de las guerras balcánicas, sino el de las revoluciones balcánicas.
Es cierto que los obreros de los Balcanes son aún demasiado débiles para poner en práctica su propia política. Mañana, empero, serán más fuertes. El desarrollo del capitalismo en los Balcanes se opera bajo la fuerte presión del capital financiero europeo y el próximo "boom" industrial, cuya inminencia se manifiesta por la febril actividad inmobiliaria que sacude Sofía, puede conducir en unos años a la industrialización de una región ricamente dotada por la naturaleza y favorablemente situada. Sobre estas bases, la primera conmoción seria en Europa puede hacer del movimiento socialdemócrata balcánico el centro de acontecimientos decisivos comparables a los que protagonizaron en 1905 los socialdemócratas rusos. Sin embargo, incluso hoy día el programa de una República federal balcánica tiene una significación práctica seria. No solo orienta la agitación política cotidiana proporcionándole un principio unificador, también constituye (y esto es aún más importante) la base para la agrupación de las organizaciones obreras nacionales de la península en una sección balcánica unificada del movimiento socialdemócrata internacional.
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El mérito de haber tomado la iniciativa para unificar al proletariado balcánico le corresponde a los partidos socialdemócratas de Serbia y Bulgaria. A pesar de su juventud -si dejamos a un lado su pasado ideológico y las consideramos solamente como organizaciones obreras, pues no tienen más que siete u ocho años de actividad a sus espaldas- ya han prestado grandes servicios a la Internacional. En el momento crítico, tras la anexión de Bosnia y Herzegovina, cuando en todos los serbios anidaba la sed de venganza, los socialdemócratas de Serbia se enfrentaron con audacia a la corriente dominante. El camarada Kaderovic, único diputado del partido, tuvo el coraje de decirles las verdades tanto a los nacionalistas intoxicados como a los más sobrios intrigantes. "Radnicke Novine", el órgano central del partido, lanzó una campaña contra el dirigente de la clique militarista de Belgrado, el príncipe Jorge, a quien los socialdemócratas forzaron en pocos días a renunciar a sus pretensiones al trono. Estas tácticas que conjugaban el realismo político y el coraje revolucionario reforzaron al partido en el terreno de la organización y extendieron su influencia política.
Lo mismo hizo la socialdemocracia búlgara combatiendo incondicionalmente primero contra la desazón patriótica que transformó a un "príncipe vasallo" de pacotilla en "Rey de Bulgaria" y después contra la intervención de Rusia en el conflicto turco-búlgaro. La lucha contra la demagogia neo-paneslavista, aparentemente liberal pero reaccionaria hasta la médula, es un gran servicio que han prestado los socialdemócratas serbios y búlgaros. El reciente congreso del partido búlgaro, celebrado del 24 al 26 de julio, se convirtió en una reconfortante manifestación "pan-socialista" opuesta al "paneslavismo". A él asistieron delegados rusos, polacos, checos y serbios, representado al proletariado de pueblos cuyos portavoces burgueses habían pretendido celebrar la "fraternidad eslava" pocas semanas antes.
Y aunque la prensa rusófila se haya mostrado lo bastante cobarde y estúpida como para silenciar el congreso del partido socialdemócrata, éste ha confirmado por sí mismo y enérgicamente su significación. La manifestación del 24 de julio, a la que asistieron de tres a cuatro mil trabajadores; los discursos que pronunciaron los delegados extranjeros en la sesión pública del congreso, celebrada ante cientos de personas reunidas frente los locales del partido obrero; la conferencia pública sobre la revolución rusa, anunciada con carteles rojos por toda la ciudad; la discusión pública y seria sobre los problemas de los Balcanes, abierta por una introducción de Blagoev. Todo ello, a pesar de que la prensa burguesa intentó silenciarlo, hizo del congreso del partido socialdemócrata el centro del interés político y significó un hito en la historia del joven partido búlgaro.
He mencionado la conspiración de silencio de la prensa burguesa. Es preciso añadir que el único periódico que puede reclamarse en cierto modo del socialismo, "Kambana" (La Campana), también guardó silencio respecto a la manifestación internacional contra el "paneslavismo", por razones de orden fraccional más que por motivos de orientaciones políticas. Por eso es preciso, llegados a este punto, entrar en algunos detalles sobre los reagrupamientos fraccionales que juegan un importante papel en la vida de la socialdemocracia búlgara.
En 1903, el partido búlgaro se dividió en dos fracciones: los Tesnyaks (estrechos), dirigidos por Blagoev, Kirkov, Rakowsky y Balakov; y los "amplios", conducidos por Sakazov y Babrovsky. Al contrario que los Tesnyaks -que mantenían estrictos principios de clase-, la "fracción amplia" tendía a preconizar lo que denominaba "perspectiva indirecta", es decir la colaboración con elementos demócata-burgueses y el revisionismo en el plano teórico. Ambos partidos han conservado el nombre, el programa y los estatutos del antiguo partido unificado.
En 1905 tuvo lugar otra ruptura entre los Tesnyaks encabezada por Bakalov y Kharlakov. Un grupo de "liberales" abandonó la organización acusando a los partidarios de Blagoev de "conservadurismo", rigidez en lo organizativo y de apartar al partido de la clase obrera transformándolo en una "sociedad secreta". En 1908 se separó de los Tesnyaks otro grupo de disidentes, los "progresistas", que cuestionaban también el conservadurismo y llamaban a la unidad de todos los socialistas. Su líder se llamaba Ilyev. Una tentativa de reunificación fracasó por la oposición de los Tesnyaks. Frente a ellos se formó el denominado "partido unificado", que reagrupaba a los "amplios", los "liberales" y los "progresistas".
Desde entonces el único vínculo entre las dos organizaciones es una agria polémica en la prensa y los mítines. Kambana, aunque no sea formalmente un órgano de partido, está ligada al "partido unificado" al que sirve en gran medida como portavoz semi-oficial. Eso explica su silencio respecto a la manifestación anti-eslavófila organizada por los Tesnyaks.
La naturaleza y la forma de los agrupamientos y divisiones en el movimiento socialista búlgaro se deben en gran parte a la inmadurez política del país: el débil grado de diferenciación en la vida social, la completa ausencia de tradiciones políticas, la insuficiente independencia de la vanguardia proletaria y el excesivo número de representantes de la "intelligentsia" radical y social.
Los intelectuales juegan un papel desproporcionado en todos los partidos políticos de Bulgaria y la única tradición de pensamiento de la que se reclaman es el socialismo. El fundador del partido "democrático" Petko Karavelov (ya fallecido) fue antaño en Rusia partidario de "Narodnaya Volya" (la voluntad del pueblo). Los periodistas -e incluso ministros- de todos los partidos burgueses búlgaros han tenido su educación socialista, aunque haya sido por poco tiempo. El socialismo fue su escuela elemental, pero para utilizar los rudimentarios conocimientos que adquirieron se pasaron al otro campo. La fracción que siguió fiel al socialismo durante más tiempo fueron los enseñantes (hombres y mujeres) de las escuelas populares. La necesidad de educación que tenía el país combinada con su carácter atrasado les confería un carácter misionero y los impulsaba a hacer suya la ideología más radical que se presentaba.
De esta forma, el movimiento socialista búlgaro no engloba sólo a la organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera sino también una componente poco definida de intelectuales socialistas y semi-socialistas.
Las líneas de separación entre los partidos búlgaros son de lo más tenue. A decir verdad no existen. En Bulgaria, la demagogia es la suprema sabiduría en lo político y en comparación con esto la corrupción no es más que una menudencia. La demagogia gana los corazones, los escaños parlamentarios y las carteras ministeriales. En este caos político, la excesiva predominancia de intelectuales dispuestos a tomar el timón como una divinidad, crea serios peligros de tentaciones y corrupción para el joven partido obrero. El ejército proletario crece. Pero aún es débil: su estado mayor es desproporcionado, pues la posibilidad de ejercer una verdadera influencia política que tienen sus dirigentes está limitada por lo reducido de su ejército. Y sin embargo, de forma general, para aquél que posee el menor talento es fácil jugar un papel político en Bulgaria. Basta con dar un pequeño salto a un lado. E incluso puede ahorrarse este esfuerzo pues la "intelligentsia" radical, en la que brillan todos los colores del arco iris, constituye un puente natural para pasar de la ideología socialista a la práctica burguesa.
"La perspectiva indirecta" ofrece precisamente el terreno adecuado para esta aventura a los intelectuales socialistas que quieren anticipar el proceso histórico y obtener para los socialdemócratas, por medio de combinaciones políticas artificiales, la influencia que no pueden adquirir por la fuerza numérica actual del proletariado y su grado de organización. En Bulgaria, la "perspectiva indirecta", es decir la colaboración con los demócratas burgueses, es más peligrosa que en ningún otro sitio. Pues, ¿dónde comienza y dónde termina esta "democracia" búlgara que ha visto la luz como un manantial que brotara de una roca por arte de magia y que puede secarse tan rápido como surgió?
Por otra parte, los demócratas que ocupan el poder en Sofía -ayer republicanos y conspiradores- no tienen nada que envidiar a los franceses en lo que respecta a la corrupción política. Y de este modo hoy podemos ver a tal o cual partidario de la "perspectiva indirecta", antiguo responsable del sindicato de enseñantes o de ferroviarios, colocado en una confortable madriguera de los gabinetes "democráticos". Además, estas mismas condiciones crean el peligro simétricamente opuesto: transformar el partido político de la clase obrera en un "seminario" socialista. Ya hemos señalado que el partido búlgaro había sufrido tres escisiones y que por ello existían dos partidos y divisiones en el partido "unificado". Los Tesnyaks no ven en estas escisiones más que un proceso de "depuración" del partido obrero respecto a los intelectuales burgueses. Sin embargo no es posible compartir sin reservas esta conclusión. No solo porque los intelectuales también juegan un papel dominante entre los Tesnyaks, ni porque también entre los "amplios" no haya elementos socialistas de valía (hasta donde me es permitido juzgar), sino porque no podemos ignorar el rasgo más negativo del movimiento obrero búlgaro, la división del movimiento sindical provocada por la ruptura entre los Tesnyaks y el partido "unificado".
L. Trotsky y K. Kabakchiev, "Escenas de la vida política búlgara".