Partido Comunista del Trabajo

 

La Lucha Anti-imperialista Hoy

 


Autor: Aquiles Castro, del Partido Comunista del Trabajo.
Fecha de redacción: Julio 1997.
Fuente: Marxist-Leninist Translations and Reprints (copia archivada en Internet Archive, archive.org); ellos probablemente lo extrajeron de Lucha, periódico del PCT.
Preparado para marxists.org: Juan Fajardo, mayo de 2020.


 

 

 

En la perspectiva de los problemas actuales del proceso revolucionario en América Latina resulta oportuno replantearnos los fundamentos y desafíos de la lucha anti-imperialista en las actuales condiciones históricas.

La cuestión de la lucha anti-imperialista como toda propuesta derivada de la experiencia política previa a las modas e imperativos discursivos actuales, está sometida a cuestionamiento y precisa ser reargumentada en función de las nuevas realidades circundantes.

La especulación teórica de filósofos y sociólogos post-modernistas sugiere que toda la visión teórica previa a la suya estaría incapacitada para una evaluación de la realidad y la consiguiente orientación de acciones que propugnen una adecuada transformación de la misma. Según ese punto de vista el andamiaje teórico previo fundado en la razón y la ilustración en su aceptación más revolucionaria sería un anacronismo.

En función de este criterio vivimos una nueva era post-industrial y post-moderna cuya esencia sería "fundamentalmente diferente del modo capitalista de producción que ha dominado durante los dos (últimos) siglos," (Callinicos, A., 1993, Bogotá, Contra el post-modernismo, p. 25)

La filosofía que sirve de base al post-modernismo proviene de las tesis de teóricos franceses "post-estructuralistas" entre cuyos autores destaca Michel Foucault y la misma se resume en asumir el carácter fragmentario, heterogéneo y plural de la realidad, negar al pensamiento humano la capacidad de explicar objetivamente esa realidad y entender al sujeto como un "incoherente revoltijo de impulsos (...) trans-individuales," (ob. cit., p. 22).

La sociología, por su parte, argumenta la teoría de la sociedad post-industrial según la cual las transformaciones ocurridas en occidente en las últimas décadas indican que "el mundo desarrollado se encuentra en una etapa de transición de una economía basada en la producción industrial, hacia una economía en donde la investigación teórica sistemática se constituye en el motor del crecimiento, una transformación de incalculables consecuencias sociales, políticas y culturales," (loc. cit.).

En la referencia anteriormente resumida sobre la teoría post-moderna se pone de manifiesto el punto de partida en el cual debemos situar el análisis y el debate de la cuestión aquí concernida: ¿es cierto que la evolución actual de la sociedad, es fundamentalmente diferente del capitalismo antes conocido?.

El concepto "fundamentalmente diferente" refiere a una noción cualitativa, es decir sugiere cambios sustanciales en la esencia del sistema; hipótesis difícil de demostrar si nos atenemos a la lógica interna del desarrollo del capitalismo. En la llamada era post-industrial y post-moderna en la cual han tenido lugar innovaciones tecnológicas y sociales que han impactado drásticamente la forma de producción, sigue vigente el objetivo de acumulación y apropiación individual de la riqueza producida, así como la condición sine-qua-non de la producción capitalista: la explotación de la fuerza de trabajo asalariada (plusvalía) independiente de la forma que ésta adopte en el contexto de la automatización y la robótica.

La circunstancia de que las bases en las que se erige el sistema continúan vigentes es revelada cuando constatamos la persistencia de las calamidades sociales históricamente inherentes al capitalismo: desempleo, paro, pobreza, peligro de guerra, etc. A la luz de esta situación la proclamada "nueva era" solo tiene asiento en la fértil elucubración del discurso post-modernista.

Los postulados y objetivos de la filosofía post-modernista no son nuevos. La negación de que la realidad pueda ser objetivamente conocida e interpretada como totalidad, así como la negación de "coherencia e iniciativas al sujeto humano", reiteran la base de la filosofía idealista clásica, modernamente argumentada por Friederich Nietzsche, de cuyo pensamiento se sirvió la ideología fascista.

La evaluación de las conquistas tecnológicas como indicador y resultado de un estadio superior al capitalismo devela los niveles de manipulación diversionista en que incurre el enfoque sociológico post-moderno. El carácter unilateral de tal enfoque salta a la vista cuando valoriza el rol preponderante de la investigación al margen de la producción y el mercado, perdiendo de vista la relación umbilical existente en esa tríada, si bien en un momento del proceso de acumulación capitalista, una gane preeminencia sobre la otra; en definitiva en tanto que el marco de las relaciones de producción continua siendo el mismo, la esencia de tales avances o innovaciones en la dinámica económica por si solos son insuficientes para dar lugar a un cambio cualitativo capaz de superar el capitalismo.

El fondo de ese enfoque es justificar otra herramienta teórica del en post-modernismo: la inutilidad del análisis clasista, ya que la lucha de clases como posibilidad de catalizar el cambio social habría caducado históricamente.

Nuestro punto de vista no excluye la valoración de la trascendencia de los impactos producidos por las nuevas formas de producción en la esfera de lo social, lo político y muy especialmente lo cultural, en los cuales nuevos desafíos se plantean a la teoría clásica del cambio social y la revolución.

La multiforma que asume el protagonismo social y político de las masas, así como la complejización del tejido social y las identidades son tan solo algunas de las más relevantes implicaciones teóricas derivadas de la evolución de la realidad en que nos toca actuar; en ese sentido la virtud de las teorías en "boga" es el llamado de alerta que provoquen.

El destino del Estado-nación en el mundo post-industrial y post-moderno aparece como uno de los desafíos políticos más violentos para la teoría política clásica en general y la teoría revolucionaria en particular.

En efecto, al calor de las tesis post-modernistas y concretamente en el marco de la teoría neo-liberal, los grandes centros de dominación mundial adelantan teorías y estrategias político-económicas cuestionadoras de la vigencia del Estado-nación, el cual habría sido superado históricamente como parte de la proclamada "nueva era".

En ese contexto el principio de soberanía nacional y estatal seria cosa del pasado, de ahí la estrategia neo-liberal cuyo objetivo político más visible es la reducción al mínimo del rol del Estado en nuestros países, por medio de los famosos programas de modernización dictados por los organismos financieros internacionales.

La destrucción de los Estados nacionales por parte del neo-liberalismo se expresa concretamente además del desmantelamiento de la infraestructura industrial y agrícola nacional, del banco central y la moneda nacional así como el ahorro y mercado internos y la cultura nacional.

La reforma del Estado tan en boga expresa un proceso de reacondicionamiento de la superestructura a los requerimientos del proyecto neo-liberal impuesto a nivel de la base económica de nuestras sociedades. En ese sentido se explican los «nuevos» conceptos enarbolados por el imperialismo acerca de la soberanía nacional y los aparatos supra-estatales que hegemonizan; aquí se explica el discurso de los centros de dominación mundial sobre el narcotráfico internacional, el medio ambiente, las migraciones internacionales y los nacionalismos extremistas.

La realidad mundial en curso nos muestra palmariamente que la dominación imperialista asume características especiales antes desconocidas, y esto nos sugiere replantear la teoría como la práctica política para perseverar en la lucha anti-imperialista en una perspectiva nacional liberadora.

 

¿Cambio de la época?

La vigencia de la lucha anti-imperialista y el cambio social a menudo es cuestionada hoy día bajo el argumento de que tal visión de la realidad social correspondería a una época ya superada por la propia evolución capitalista.

¿Vivimos acaso una época diferente a la correspondiente a la dominación capitalista?

Las nuevas realidades presentes en el mundo de la economía la sociedad y la cultura capitalistas tienen que ser apreciadas y valorizadas en todo cuanto aportan a la caracterización del sistema como a la teoría; pero el enfoque objetivo de tales situaciones no conduce forzosamente a la idea de que el sistema se haya superado a sí mismo, como pretenden los teóricos de la llamada era post-capitalista, post-industrial o post-moderna.

Los rasgos distintivos que remarcaron en su comiguracion originaria a la época actual como capitalistas e imperialistas continúan en pie y las recientes y trascendentales conquistas de la ciencia y la técnica en el campo de la producción, la circulación y el consumo tan sólo han provocado una recreación de las bases en que descansa el sistema potenciado a niveles superiores su propia reproducción.

Las teorías en boga no pueden anular la realidad de las leyes inherentes al capitalismo como el marco donde actúan todos los procesos tecnológicos en curso y cuyo impacto ha dado lugar a las más extendidas especulaciones acerca del supuesto advenimiento de una nueva época histórica.

"Los teóricos del post-industrialismo (...) sostenían que las sociedades avanzadas estaban dejando atrás una era histórica que podía definirse como industrial". Se estaba produciendo una transformación fundamental, de manera que los "principios axiales" de la sociedad se hallaban cada vez más en el "conocimiento teórico" en oposición a "capital-trabajo". (Lyon, D., 1994, p.173, Post-modernidad, Alianza Editorial, Madrid).

Pretender que la ecuación capital-trabajo habría sido desplazada por algún otro factor como "la información" de la base en que se erige el sistema, es perder el sentido de la realidad. Tal afirmación solo puede sustentarse obviando el proceso que dio lugar al extraordinario volumen de información disponible hoy, tras cuyo laboratorio se encuentra precisamente el siamés capital-trabajo.

Advertimos que aceptar como buena y válida esa hipótesis conduce a plantear una tendencia a la desaparición o pérdida de peso específico de la clase obrera, que es otra de las dagas post-modernistas. Al respecto observamos que la propia realidad de los hechos s desmiente esa afirmación, si recordamos que el peso progresivo de los servicios en la economía mundial no parece producirse a expensas de la industria, sino de la agricultura, lo cual se pone de manifiesto en la creciente urbanización de toda la vida social en todos los contextos nacionales.

La proclama de "la obsolescencia del paradigma de la producción expresado en ideas y conceptos como "post-capitalista" y "post-industrialismo" procura descalificar la teoría de análisis propia del capitalismo (especialmente el Marxismo) para la lectura de la sociedad capitalista en su evolución actual.

Si aceptáramos que la producción de servicios se estaría gestando en detrimento de la producción de bienes manufactureros, cómo demostrar que ese fenómeno necesariamente modifica las relaciones sociales, cuando resulta evidente que la relación capital trabajo y la consiguiente reproducción de clases explotadoras y clases explotadas, propietarios y asalariados caracteriza a los agentes protagonistas de la producción. Para los fines de la teoría y la acción política revolucionarias es importante detenernos en algunas de las implicaciones que en ese tenor deviene de la evolución de la sociedad capitalista contemporánea.

En primer lugar, para el análisis de clase hay que repensar la composición de la clase obrera ya que en las condiciones de los crecientes adelantos científicos-técnicos el nivel de calificación de los trabajadores también es progresivamente exigente y esa situación junto a otros factores propios de la crisis ha ido provocando la incorporación a las filas de la clase obrera de un amplio segmento de profesionales cuyas condiciones de vida y de trabajo le van acercando gradualmente a la cultura y la práctica social del trabajador asalariado, cuestión que confirmamos en la novedad de la masiva incorporación de estos sectores a las luchas gremiales desde el sindicato.

¿Cuál será el impacto futuro de esa situación en el comportamiento general de la clase obrera y cómo influirá en los procesos de acumulación de fuerza hacia el cambio social? Opinión al respecto que se debe dar seguimiento a la evolución de estos fenómenos desde la perspectiva de un pensamiento libre, no prejuiciado.

Otro aspecto de alto valor estratégico en el cual es oportuno detenemos es el referente a las implicaciones de la mundialización de la economía para las naciones en tanto que la relación establecida en ese contexto entre nación y mercado es argumentada por los voceros del post-industrialismo y el post-modernismo como base para cuestionar la vigencia del estado-nación.

En efecto la estrategia imperialista ha incorporado la figura de la "interdependencia" para indicar los términos de relacionamiento de los países y naciones en el contexto de la mundialización de la dominación de las llamadas economías centrales sobre el resto del orbe. En ese contexto las fuerzas imperialistas abogan por una supuesta dependencia mutua entre las economías de los diferentes países, que en la lógica del sistema solo puede operar en función de la continua trasferencia de capital y otros recursos desde las naciones oprimidas hacia las naciones opresoras industrializadas.

Parte de la estrategia de dominación imperialista, enarbolada en el proyecto neo-liberal, es la desintegración de las economías nacionales de nuestros países y por esa vía fortalecer ulteriormente las multinacionales y el mercado mundial a su servicio.

De ahí el discurso y los planes encaminados a aniquilar los estados nacionales de los países colocados en situación de subordinación respecto a los grandes centros de la economía mundial.

En esa situación y a la luz de las características predominantes en la evolución de los procesos económicos en curso, la cuestión de la nación adquiere nuevos relieves para las fuerzas del cambio social.

El peligro real que deriva de la desintegración de la nación obliga a los revolucionarios a poner el énfasis en la lucha nacional como garantía de preservar condiciones que hagan viable el proyecto del cambio social, el cual en el marco de una nación liquidada en sus fundamentos histórico-culturales, con una economía yagentes sociales totalmente desarraigados del territorio, perecería huérfana de espacio donde construir su identidad.

Este enfoque es objetivo. El carácter internacional de la clase obrera y sus intereses en las condiciones del imperialismo no desconoce sino que presupone los intereses nacionales; esto así dada la ley del desarrollo desigual del capitalismo cuya lógica provocará siempre la maduración de las condiciones (de crisis) para el cambio en un contexto específico y no necesariamente en la totalidad del sistema. En ese sentido es correcto potenciar el marco nacional como escenario viable para el cambio social revolucionario en las condiciones del imperialismo.

Me parece que la evolución de las contradicciones de la sociedad en su evolución actual, actualiza en el centro de la lucha por el cambio social la cuestión nacional. Esa es la realidad pese a las teorías diversionistas sobre un supuesto cambio de época.