Redactado: 2010.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, diciembre
2011.
Fuente del texto: FECh
(http://fech.cl). Publicado 2 de diciembre de 2010; Descargado el 26 de diciembre de 2011.
Como la preparación de la escenografía donde sacar una foto podríamos calificar la “gran reforma” anunciada por Piñera. La calidad para el Presidente es algo tan superficial como una instantánea, ya que a lo que apuntan las medidas es a mejorar el rendimiento de los estudiantes en pruebas como el SIMCE o PIZA, sin dar cuenta que la educación es todo un proceso que no puede circunscribirse a lo medible a través de instrumentos de este tipo y que la calidad debiese abarcar mucho más de lo que exige el Banco Mundial o la OCDE en términos de matemática, lenguaje e inglés.
La reforma, que ha sido catalogada por el propio Presidente como la “más grande de las últimas décadas”, no tiene mucho de fondo, ya que apela a las mismas lógicas que han estado imperando en educación pese a sus magros resultados. Cuyos pilares fundamentales son la competencia y los estímulos regresivos en términos sociales. Competencia que beneficia a los privilegiados y castiga a quienes, no por elección sino porque no tienen los recursos para aspirar a otra cosa, siguen condenados a una educación municipalizada a la que el Estado ha dado un espaldarazo en términos de presupuesto, con el agravante de recibir estudiantes en riesgo social, provenientes de familias de escasa escolaridad y ambientes desfavorables. A estos establecimientos nunca va a llegar la inversión si es condicionada a resultados, porque serán otros colegios, los que seleccionan en función de la capacidad de las familias de invertir en sus alumnos, los que se lleven los primeros lugares.
Siempre habrá colegios de elite para justificar los buenos resultados de este modelo, pero mientras no se inviertan recursos de manera transversal, para profesores y estudiantes, en el resto de los colegios para que obtengan también mejores resultados, no habrá un aumento de la calidad PARA TODOS, porque los bonos e incentivos no han sido propuestos para todos, ni siquiera para la mayoría. Está claro que el 10% mejor en resultados de la prometida prueba de pedagogía, no va a ser más que el 10%, solo por dar un ejemplo.
Curioso es que transmitan estas ideas en cadena nacional, como si antes no hubieran existido otras, quizás incluso mejores para hacerle frente a este calvario. Y llenos de arrogancia desconocen Consejos Asesores Presidenciales, Congresos Nacionales de Educación, propuestas de organizaciones gremiales, a las que ellos siempre se han opuesto desde el Congreso y no han siquiera considerado a la hora de discutir políticas de Estado.
Informes de la OCDE han destacado que ya tenemos un número de horas de matemática y lenguaje que sobrepasa a otros países con mejores resultados. Que los directores puedan elegir a su equipo y no las comunidades educativas, es poco menos que antidemocrático. Se plantea atraer a los mejores talentos, becando a los que obtengan más de 600 puntos en la PSU, con lo cual se reproduce la lógica de beneficiar y financiar a los que tienen más recursos. Sin embargo, es loable que se pretenda apoyar a los mil colegios de peores rendimientos.
Por otra parte, no se ha modificado significativamente la municipalización, ni el financiamiento por voucher, ni el aseguramiento constitucional del derecho a la educación, ni las atribuciones fiscalizadoras y de regulación del Ministerio de Educación, ni el rol del Estado. Entonces, ¿qué hay de grande y novedoso en esta reforma de educación?
Pero en algo tiene mucha razón el Presidente Sebastián Piñera al decir que “los grandes protagonistas de la reforma son los niños, los jóvenes, nuestros estudiantes, esto es para ustedes, pero si no es con ustedes no vamos a llegar a ninguna parte”. La agenda privatizadora no va a llegar lejos, porque no se ha considerado la opinión de los estudiantes organizados, como tampoco la del Colegio de Profesores, la AJUNJI, la Asociación de Padres y Apoderados, las Federaciones Universitarias, los asistentes de la educación, ni ningún otro. Así que todo hace pensar que no van a estar los consensos, todo lo contrario, existirá un potente despertar social de todos lo que no queremos que nos pasen gato por liebre, que nos privaticen a la educación o que nos disfracen de calidad lo que definitivamente no es.