DISCURSO DEL CAMARADA TROTSKI

Camarada L. Trotski (Rusia). El camarada Albert ha dicho que el ejército rojo frecuentemente es objeto de discusiones en Alemania y, si he comprendido bien, también inquieta a los señores Ebert y Scheidemann en sus noches de insomnio, pues temen la irrupción amenazadora del Ejército Rojo en Prusia Oriental. En lo que respecta a la irrupción, el camarada Albert puede tranquilizar a los actuales amos de Alemania: feliz o desgraciadamente, eso depende del punto de vista que se tenga, actualmente aún no estamos allí. En todo caso, en lo que concierne a las invasiones que nos amenazan, hoy nuestra situación es mejor que en la época de la paz de Brest-Litovsk. Esto es muy cierto. En esa época, éramos niños en lo que respecta al desarrollo general del gobierno soviético como también al del Ejército rojo. En aquella época este último aún se llamaba la Guardia roja. Desde hace mucho tiempo ese nombre ya no existe. La Guardia roja estaba compuesta por las primeras tropas de guerrilleros, secciones improvisadas de obreros revolucionarios que, impulsados por su espíritu revolucionario, llevaron la Revolución proletaria desde Petrogrado y Moscú a todo el territorio ruso. Este período duró hasta el primer encuentro de la Guardia roja con los regimientos alemanes regulares, donde sé comprobó claramente que esos grupos improvisados no estaban en condiciones de proporcionar a la República socialista revolucionaria una verdadera protección, dado que ya no se trataba solamente de liquidar a la contrarrevolución rusa sino de rechazar a un ejército disciplinado.

Entonces comienza el cambio en el estado de ánimo de la clase obrera en relación al ejército, y también el cambio de los métodos de organización de éste. Presionados por la situación, procedimos a la formación de un ejército bien organizado, poseedor de una conciencia de clase. Pero en nuestro programa existe la milicia popular. Aunque hablar de la milicia popular, de esa reivindicación política de la democracia, en un país gobernado por la dictadura del proletariado es imposible, pues el ejército siempre está muy estrechamente ligado al carácter de la potencia que detenta el poder. La guerra, como decía el viejo Clausewitz, es la continuación de la política, pero por otros medios. Y el ejército es el instrumento de la guerra y debe corresponder a la política. El gobierno es proletario y en su composición social, el ejército debe reflejar esa realidad.

Por eso introdujimos el empadronamiento en la composición del ejército. Desde el mes de mayo del año pasado hemos pasado del ejército voluntario, de la Guardia roja, al ejército basado en el servicio militar obligatorio, pero sólo admitimos a los proletarios o a los campesinos que no explotan mano de obra externa.

Es imposible hablar seriamente de una milicia popular en Rusia, si se considera que teníamos y aún tenemos varios ejércitos de clase enemigos en el territorio del antiguo imperio del zar. También tenemos, por ejemplo, en el territorio del Don un ejército monárquico, dirigido por oficiales cosacos, compuesto de elementos burgueses y ricos campesinos cosacos. Luego tuvimos en la región del Volga y de los Urales el ejército de la Constituyente que también era, según su concepción, el ejército "popular", como se lo llamaba. Este ejército se disolvió muy rápidamente. Esos señores de la Constituyente tuvieron la peor parte, abandonaron el campo de la democracia del Volga y de los Urales de un modo totalmente involuntario y buscaron entre nosotros la hospitalidad del gobierno soviético. El almirante Koltchak simplemente arrestó al gobierno de la Constituyente, y el ejército se convirtió en un ejército monárquico. En un país que se halla en estado de guerra civil sólo se puede construir un ejército sobre el principio de clase. Eso es lo que nosotros hemos hecho, y exitosamente.

El problema de los jefes militares nos ha planteado grandes dificultades.

Evidentemente, nuestra primera preocupación era educar oficiales rojos, reclutados en las filas de la clase obrera y entre los hijos de los campesinos desahogados. Desde un comienzo procedimos a realizar este trabajo y aún aquí, ante la puerta de esta sala, ustedes pueden ver a "sargentos" rojos que en poco tiempo entrarán como oficiales rojos en el ejército soviético. Son muy numerosos, aunque no puedo dar cifras porque un secreto de guerra siempre es un secreto de guerra. El número, como decía, es bastante grande pero no podemos esperar que los jóvenes sargentos rojos se conviertan en generales rojos, pues el enemigo no va a dejarnos tanto tiempo de tregua. Para tener éxito en nuestro objetivo y formar muchos hombres capaces, debimos dirigirnos también a los viejos jefes militares. Evidentemente, no elegimos nuestros oficiales en el brillante sector de los cortesanos militares sino entre los elementos más simples, donde hemos reclutado fuerzas muy capaces que nos ayudan ahora a combatir a sus antiguos colegas. Por una parte, contamos con elementos buenos y leales, componentes del antiguo cuerpo de oficiales, a los que hemos agregado buenos comunistas en función de comisarios y además con los mejores elementos surgidos de los soldados, los obreros, los campesinos, para los puestos de mando inferiores. De este modo, hemos formado un cuerpo de oficiales rojos.

Desde que existe la República soviética en Rusia, siempre ha sido obligada a hacer la guerra y la hace también en la actualidad. Tenemos un frente de 8.000 km. En el sur y, en el norte, en el este y en el oeste, en todas partes nos atacan y debemos defendernos. Y Kautsky nos ha acusado también de practicar el militarismo. Ahora bien, pienso que si queremos conservar el poder en manos de los obreros, debemos defendernos seriamente. Para defendernos, debemos enseñar a los obreros a hacer uso de las armas que ellos forjan. Hemos comenzado por desarmar a la burguesía y armar a los obreros. Si eso es militarismo, entonces hemos creado nuestro militarismo socialista y perseveraremos firmemente apoyándonos en él.

Al respecto, nuestra situación en agosto pasado era muy mala. No solamente nos hallábamos cercados sino que el cerco estaba bastante próximo de Moscú. Desde entonces, hemos ampliado el cerco cada vez más y, en los últimos seis meses, el Ejército rojo ha recuperado para la Unión Soviética no menos de 700.000 km 2 , con una población de alrededor de cuarenta y dos millones de habitantes, dieciséis gobernaciones con dieciséis grandes ciudades en las que la clase obrera siempre llevó a cabo ásperas luchas. Y actualmente, si a partir de Moscú se traza sobre el mapa una línea en cualquier dirección y se la prolonga, se encontrará a un campesino ruso, a un obrero ruso en el frente que, en medio de la fría noche, se yergue con su fusil en la frontera de la República Soviética para defenderla. Izquierda Revolucionaria.

Y puedo asegurarles que los obreros comunistas que forman realmente el núcleo de este ejército se conducen no sólo como el ejército de protección de la República socialista rusa sino también como el Ejército rojo de la III Internacional. Y si hoy tenemos la posibilidad de brindar hospitalidad a esta conferencia comunista para agradecer una vez a nuestros hermanos de Europa occidental la hospitalidad que nos prodigaron durante decenas de años, lo debemos a los esfuerzos y sacrificios del Ejército rojo, en el cual los mejores camaradas de la clase obrera comunista actúan como simples soldados, como oficiales rojos o como comisarios, es decir como los representantes directos de nuestro partido, del gobierno soviético y que en cada regimiento, en cada división, dan el tono político y moral, es decir que enseñan con su ejemplo a los soldados rojos cómo se lucha y se muere por el socialismo. Entre esos hombres, estas no son palabras huecas, pues son seguidas de actos, y en esta lucha hemos perdido centenares y millares de los mejores obreros socialistas. Pienso que no han caído solamente por la República soviética sino también por la III Internacional.

Y si bien en la actualidad no pensamos invadir la Prusia oriental (por el contrario, nos sentiríamos felices si los señores Ebert y Scheidemann nos dejaran en paz) sin embargo es exacto que cuando llegue el momento en que nuestros hermanos de Occidente nos llamen en su auxilio, les responderemos: "¡Aquí estamos, durante este tiempo hemos aprendido el manejo de las armas, y estamos dispuestos a luchar y a morir por la causa de la Revolución mundial!".