Nuestra Línea Política en la Presente Coyuntura
(1977)
Fecha: 1 de abril de 1977.
Fuente: Texto ubicado y digitalizado por el Centro de Estudios Marxistas "Sarbelio Navarrete" (CEM); puesto en internet por el Servicio Informativo Ecuménico y Popular (SIEP), octubre de 2009.
Esta edición: Marxists Internet Archive, noviembre de 2010. Al citar o reproducir el documento, aparte de marxists.org, favor de mencionar al CEM y al SIEP como las fuentes originales de la versión digital.
Nuestra Línea Política en la Presente Coyuntura
I.- INTRODUCCION
Nuestro Partido se encuentra aplicado a la tarea de desarrollar su línea política, a fin de continuar impulsando el movimiento popular revo1uoionario en la nueva situación surgida con la jornada electoral y, en particular, desde la represión iniciada el 28 de febrero. No se trata de una situación cualquiera, si no, de una coyuntura que constituye un eslabón de tránsito hacia virajes profundos y duraderos en el proceso histórico político nacional y marca el fin de un período de la lucha de clases que llevó a la crisis la forma do dominación de la oligarquía y del imperialismo, pero que tampoco dio todavía el triunfo a las fuerzas populares y democráticas.
Muchas interrogantes esenciales se han abierto y exigen respuestas claras. Para alcanzar esas respuestas es necesario analizar el proceso y la situación, contrastando la línea de nuestro Partido con la experiencia concreta de la lucha de clases. Este análisis nos pondrá sobre terreno firme para descubrir los verdaderos problemas estratégicos y tácticos que tenemos planteados y nos permitirá elaborar las orientaciones y medidas que hemos de aplicar.
II.- ANÁLISIS DE LA COYUNTURA ACTUAL
A) Cara y espalda.
Como lo hemos apuntado atrás, lo primero que surge ante nuestra vista, afinada por los sistemáticos análisis del proceso político nacional y latinoamericano que hemos realizado durante los últimos años, es que la presente coyuntura constituye un eslabón de transito a virajes profundos y duraderos: enlazará con el viraje abierto hacia la dictadura fascista o con el viraje hacia la apertura democrática y, puede ser, hacia la revolución, democrática anti-imperialista.
Esta es la característica principal de la presente coyuntura por lo que se refiere a su cara o nexo con el futuro. En su “espalda”, o límite con el pasado inmediato, hay un formidable auge de la lucha política de masas, tras el objetivo claro y central de establecer el gobierno de las fuerzas democráticas, civiles y militares, reunidas en el frente único popular en cuyo seno tiene destacada participación nuestro Partido.
B) Características del auge político de masas.
La “espalda” de la actual coyuntura se asemeja, por el auge de la lucha política de masas, a la de fines de 1971 y comienzos de 1972, antes y después de las elecciones presidenciales robadas a la UNO; pero es necesario apuntar a este respecto tres diferencias notables:
1- Las dimensiones del auge de masas han sido ahora mayores y ha sido más concentrado y claro su objetivo de poder;
2- Ahora ha sido mucho más organizada la lucha popular y ha tenido en ella un. peso específico mayor la participación de nuestro Partido en su promoción y
dirección; y
3- La lucha popular pasó después de las e1eccione a un nivel cuantitativa y cualitativamente superior, a diferencia del cese brusco habido en 1972. Después del 20 de febrero fueron, esta vez, combinadas diferentes formas de lucha, tanto en las ciudades como en el campo: la huelga política progresiva obrera, estudiantil y de otros sectores (como las señoras de los mercados., y los maestros) con las grandes manifestaciones y concentraciones de masas, las acciones no violentas con las violentas e incluso armadas, la lucha legal e ilegal, etc. Todo ello ha sido determinante para impedir que cundiera el sentimiento de frustración y desmoralización en que desembocó la lucha electoral de 1972. por lo contrario, es una característica actual del estado de ánimo de grandes masas su deseo de proseguir la lucha e incluso imprimirle un carácter más elevado y decisivo.
Esta claro para todos que este ascenso cuantitativo y cualitativo de la lucha de masas pudo lograrse gracias a la correcta orientación y al intenso trabajo práctico del P. y la J.C.
Esta ha sido, sin duda, una gran jornada revolucionaria y, como es propio de todo momento de esta clase en la historia de los pueblos, las masas trabajadoras y en general populares lanzadas a la acción, dieron muestras de una creciente e intrépida iniciativa revolucionaria. Las acciones de masas en Aguilares, Mejicanos, Delgado, Apopa, San Marcos, Santa Ana, en la zona cañera de Aguilares-Suchitoto y en tantos otros lugares, durante el día de la votación y en los días siguientes, en combinación con la huelga política progresiva, con las grandes manifestaciones y mítines, fueron brillantes manifestaciones de la iniciativa revolucionaria de las masas, las que en todos los casos actuaron promovidas y conducidas por los organismos, cuadros y activistas de nuestro Partido y de la J.C., a la cabeza de gran numero de activistas de las organizaciones de masas y de los partidos de la UNO. El 28 de febrero, después del desalojo de la Plaza Libertad, tuvieron lugar en el centro de San Salvador las acciones más intrépidas y heroicas de las masas, bárbaramente reprimidas por el gobierno. Estas acciones fueron la más alta manifestación de la iniciativa revolucionaria popular y, aunque contaron con la participación de un buen numero de miembros del Partido y la J.C., es necesario reconocer que sobrepasaron la capacidad de dirección del Partido y pusieron de manifiesto debilidades suyas, ante todo,
insuficiencia de su Comisión Política para prever el desarrollo de loe acontecimientos y trazar con tiempo las medidas adecuadas para conducir, en cualquier situación, la energía y la iniciativa revolucionaria de las masas, en asestar al enemigo golpes más contundentes y eficaces y desarticular su embestida contra-revolucionaria.
Lo ocurrido puede limitarse a constituir una breve pausa o paréntesis en el proceso de ascenso del Partido y la clase obrera hacia la cabecera del movimiento popular, a condición de que elaboremos y llevemos pronto a la práctica, una nueva orientación para la lucha por el poder en la nueva situación, capaz de incorporar a ella a las grandes masas, desatar su iniciativa revolucionaria ilimitada y conducirlas acertadamente hasta la victoria. De lo contrario, la pausa -podría devenir en ineptitud del Partido para desempeñar el papel de vanguardia,
ello, dejaría al movimiento popular expuesto a los errores de izquierdismo o de oportunismo de derecha, en provecho de la consolidación de los fascistas en el poder para un largo tiempo, que podría significar un nuevo aplazamiento de la revolución hasta fines del presente siglo.
C) Se polarizaron totalmente las fuerzas políticas.
Si por el lado del movimiento popular la campaña electoral fue el centro promotor de un amplio reagrupamiento y de una creciente movilización de las masas en todo el país, en la ciudad y el campo, por el lado de las fuerzas de la. reacción, la campaña electoral fue el punto de su reunificaci6n, un rápido proceso de cierre de las grietas y cancelación de las secuelas del enfrentamiento entre la burguesía y el gobierno, por causa del proyecto de transformación agraria en los meses inmediatamente anteriores.
Así, tanto las fuerzas populares de masas, cómo las fuerzas reaccionarias, tuvieron una dirección única e indiscutible durante la confrontación electoral. Esta es otra diferencia notable con la coyuntura electoral de 1971-72, cuando hubo tres candidaturas presidenciales reaccionarias, frente a las fuerzas democráticas agrupadas en la naciente UNO.
La polarización total en la contienda electoral fue, sin duda, uno de los factores que más promovieron el extraordinario apoyo masivo a la UNO, y ello permitió minimizar la influencia y acción discordante o divisionista de los varios grupos de la ultra-izquierda, a pesar de su crecida fuerza orgánica y capacidad movilizadora actuales, las que eran apenas embrionarias en 1971-72.
D) La UNO, jefe absoluto y único de la lucha del pueblo.
La jefatura formal del movimiento popular durante la campaña electoral y después de las elecciones, hasta el 27 de febrero, la tuvo en sus manos la UNO. Fue muy claro, por otra parte, que logró la UNO incorporar tan extensamente las masas tras de sí, a pesar de las reiteradas frustraciones electorales anteriores (1972, 1974), incluso del retiro de ella misma de las elecciones de 1976, principalmente por dos elementos fundamentales de su línea, aplicada en esta campaña presidencial: el llamamiento, no sólo a votar, sino también, a defender combativamente la victoria en las urnas, respaldada por su promesa de encabezar esta lucha en todas sus instancias; y, la candidatura militar que, junto a la tesis del “reencuentro del pueblo y Fuerza Armada”, sugería la existencia de un entendimiento con grupos militares, capaces de actuar, llegado el caso, en defensa de la voluntad popular.
Aplicando esta línea, la UNO asumió la jefatura absoluta y única del gran ascenso de la lucha política de masas; las masas acataban y cumplían sus directrices casi al pie de la letra:
-Las masas acudieron al llamado de la UNO a votar masivamente, como condición fundamental para derrotar el fraude, y aún, las groseramente adulteradas cifras del Consejo Central do Elecciones, dan a Claramount 400 mil votos. Si se tiene en cuenta que, como parte del operativo del descarado fraude del gobierno, no se permitió votar a cientos de miles de ciudadanos, que sí concurrieron a los lugares de votación y que, además, fueron anulados decenas de miles de votos favorables a la UNO después de ser omitidos, se puede afirmar, sin lugar a equivocaciones, que el objetivo de obtener 600 mil votos fijado por la UNO, fue cumplido, incluso, con exceso.
-Las masas actuaron enérgicamente bajo la dirección de los cuadros y activistas de la UNO en numerosos lugares, en defensa de lo vigilantes rechazados, tal como se les había pedido hacerlo, defendiendo de este modo su derecho a elegir, durante el mismo día de la votación, y se indignaron grandemente ante el fraude ejecutado a vista suya.
-Las masas acudieron luego al llamado de la UNO para defender la voluntad popular y rechazar la imposición del General Romero, haciendo posible los enormes mítines y manifestaciones, la huelga política progresiva y las acciones heroicas del 28 de febrero.
E) La huelga progresiva y el desalojo de la Plaza Libertad.
La huelga política y progresiva se inició el 22 de febrero con muchas vacilaciones, pero logró afirmarse y avanzar.
Las vacilaciones iniciales y la insuficiencia de la huelga política fueron el resultado de factores tales como, la mella del espíritu combativo y la firmeza de las masas obreras sindicalizadas, por años de orientación economista y división; la pequeñez del movimiento sindical, tomado en su conjunto; las vacilaciones y falta de audacia en parte importante de la dirigencia sindical, incluso de algunos que son militantes de nuestro Partido; la falta de una vinculación y coordinación permanente del movimiento sindical con el movimiento campesino y con los demás sectores populares organizados; la división do las fuerzas de izquierda, que bloqueó su necesaria coordinación e, incluso, condujo a la dirigencia del BPR a negarse a llamar a sus bases a apoyar la huelga; y, la acción traidora de las corrompidas camarillas dirigentes de CGS y FESTRAS, que condenaron públicamente la huelga y llamaron a las bases sindicales a volverle la espalda, mientras la camarilla de la FESINCONSTRANS trabajaba en igual dirección taimadamente, sin pronunciarse en público.
A estos factores adversos, vino a unirse la vacilación de una parte de la dirigencia de la UNO para emprender este camino y del propio Claramount, en cuyos discursos de los dos primeros grandes mítines (21 y 22 de febrero) no hizo clara y categóricamente el llamamiento a la huelga.
Las vacilaciones iniciales de la huelga fueron políticamente más perjudiciales porque tuvieron lugar sobre todo en San Salvador, mientras que en Santa Ana la huelga empezó con el vigor y la dimensión previstas y fue más estable; pero la lucha adolecía allí de una falla de otra clase: no se organizó ni se promovió la utilización de formas violentas y armadas de lucha en combinación con la huelga, como sí se hizo amplia y exitosamente en San Salvador. La falta de tal combinaoi6n es la base de los sentimientos de frustraci6n que sufren hoy en Santa Ana destacamentos obreros, que estuvieron firmes en las primeras filas de la huelga y que deseaban ardientemente inflingir golpes más contundentes al enemigo.
No obstante sus primeras vacilaciones, la huelga política progresiva logró remover e incorporar a la acción a una parte considerable de los obreros de la industria, el transporte y la construcci6n. incluso en empresas donde no hay sindicatos o estos se encuentran afiliados a la CGS y a las otras centrales mediatizadas por el gobierno y el imperialismo. Por otra parte, la huelga consiguió la paralización casi total del comercio en San Salvador y arrastró a considerables sectores estudiantiles de la enseñanza media y profesores en la capital y numerosas ciudades del país. En el marco de la huelga política, masas de trabajadores agrícolas y campesinos, especialmente en las zonas cañeras, rea1izaron brillantes acciones de boicot a la zafra que estaba en pleno desarrollo.
Como es sabido, todo indicaba que el lunes 28 de febrero la huelga adquiriría una dimensión muchísimo mayor, lo cual se vio cortado por la embestida represiva de la madrugada de ese día contra la concentración popular permanente en la Plaza Libertad.
Precisamente, las vacilaciones en el inicio de la huelga en San Salvador, fueron las que llevaron a tomar la determinaci6n de que Claramount se situara indefinidamente en la Plaza Libertad, para constituir allí, un centro permanente de aliento, promoción y organización de la huelga y de la movilización de masas. La medida se vio justificada al día siguiente, con el incremento sustancial que la huelga experimentó en la capital, que era el punto más débil; pero al mismo
tiempo, ofreció al gobierno un blanco fijo sobre el cual pudo descargar un golpe, capaz de permitirle salir de la defensiva en que se encontraba.
Habrá que analizar minuciosamente este paso táctico de la toma de la. Plaza Libertad. y deducir sus enseñanzas, cuando hagamos el balance de toda esta jornada. Al hacerlo, hemos de tomar en cuenta todas las facetas de esta experiencia que allí se hizo, en pro de la elevación de la combatividad de las masas, del paso al empleo de formas de lucha más elevadas, del crecimiento que ello imprimió a la huelga, etc.; pero al mismo tiempo, hemos de tomar en cuenta lo que este paso facilitó el golpe del enemigo y las repercusiones negativas ulteriores.
Nosotros pensamos que, tomando en su conjunto los combates de masas durante los días siguientes a las elecciones hasta al lo. de marzo, constituyen ellos un hecho sumamente positivo, una experiencia revolucionaria de las masas, que ha jugado un inapreciable papel en la forja y temple de nuestro Partido y de la J. C., de sus cuadros y militantes, y que han dejado en las masas el deseo de combatir y elevar su lucha a niveles superiores.
El golpe del enemigo, a pesar de su fiereza, no logró un daño profundo en nuestras filas, ni consiguió desarticular la UNO, porque estábamos fundidos con las grandes masas, no solos o aislados, y porque la extraordinaria ola internacional de condena de este gobierno asesino y corrupto, lo obligó a mermar sus ímpetus represivos. El Partido, la J.C. y las organizaciones populares en
general, mantienen en pie su capacidad de acción, y esto contribuye a dar un carácter pasajero al revés sufrido el 28 de febrero.
F) La situación después del desalojo de la Plaza Libertad.
E]. desalojo de la Plaza Libertad, la matanza en el centro de la capital, la expulsión del país de Claramount y el Estado de Sitio, dieron al gobierno la iniciativa e hicieron pasar al movimiento de masas casi al receso. Pero la posición de ofensiva lograda por el gobierno duro poco: el asesinato del sacerdote Rutilio Grande fue el motivo que promovió un rápido reagrupamiento de las masas y su retorno a la calle, esta vez bajo la forma de concentraciones religiosas.
Sin embargo, tales actividades de las masas no encontraron, ni podían encontrar, en la Iglesia una orientación clara para proseguir la lucha contra los
fascistas. Una vez pasada la primera impresión, que llevó al Arzobispo Romero a pronunciamientos progresistas y combativos, su posición se tornó vacilante y conciliadora. El énfasis de sus sermones pasó de la condena del régimen, a la proclamación de su determinación de desligar a la Iglesia de cualquiera mezcla con el movimiento revolucionario, haciendo ataques a su ideología. Estas declaraciones encierran evidentes planteos conciliatorios hacia las clases dominantes y su gobierno, una promesa implícita de intentar el frenaje de la actividad de los sacerdotes progresistas, sobre los cuales ha recaído mucho odio y represión de parte de FARO-ANEP y de los jefes fascistas.
Para las masas, esto subrayó la falta de jefatura efectiva, en un momento en que deseaban, vehementemente, encontrar un camino claro para combatir al régimen asesino.
Desde luego, este enjuiciamiento de la conducta del Arzobispo Romero no debe nublar nuestros ojos, como para no ver que la Iglesia ha demostrado poseer
gran influencia de masas, o no mirar que en el clero católico predominan las tendencias progresistas y democráticas, y que esta, precisamente, es la causa de la embestida represiva que hoy sufre la Iglesia. El clero, tomado en conjunto. y las masas católicas son sin duda una importante fuerza antifascista, y este es el rasgo principal que debe tenerse, en cuenta hoy, para trazar nuestra política hacia la Iglesia Católica. La definición del Arzobispo Romero aún está pendiente y, a pesar de sus recientes bandazos, no es posible descartar que pueda da asumir en el futuro una actitud más comprometida con la lucha anti-fascista.
Durante la campaña electoral y después de las elecciones, hasta el 27 de febrero, la jefatura del movimiento popular la tuvo en sus manos la UNO. Desde entonces se ha producido un vacío de jefatura. ¿Podrá y querrá la UNO asumir de nuevo la jefatura?; y, si ello no fuera así, ¿qué organización y cómo ha de llenar este vacío?; ¿Cual será en el futuro el papel de la UNO? Tal es uno de los principales problemas a resolver, que tiene que ver con el carácter, la amplitud y las formas de organización y acción del frente único en la situación actual y en el período que se avecina.
G) La coyuntura económica es de bonanza.
Al examinar la situación actual y sus perspectivas, debe tenerse presente la coyuntura económica.
El espectacular crecimiento de los precios internacionales del café, a partir de las heladas que destruyeron los cafetales brasileños, ha producido una verdadera avalancha de divisas para nuestro país, permitiéndole cubrir el grave déficit de la Balanza de Pagos, que se ensanchaba con rapidez hasta 1974-75, y aún contar con un apreciable saldo favorable. Como la Compañía Nacional de Café controla gran parte de las exportaciones del grano y el Estado es su principal accionista y quien controla su dirección, el gobierno tiene a su disposición ahora recursos monetarios excedentes que montan varios cientos de millones de colones.
Los precios internacionales del algodón mejoraron también notablemente y han contribuido a la actual situación de liquidez de la economía nacional.
Apoyándose en estos factores favorables extraordinarios, el gobierno decretó durante el último semestre del año pasado, contando con el acuerdo de los señores de la gran burguesía, aumentos sustanciales en los salarios mínimos de temporada para la recolección de café y algodón, lo mismo que aumentos en los salarios mínimos permanentes para los trabajadores de la industria, el comercio. los servicios y la actividad agropecuaria y en los sueldos y aguinaldos de los empleados del Estado, incluidos los maestros.
Asimismo, el gobierno hizo aprobar un presupuesto nacional para 1977 muy superior al del año pasado, que le permite, además de aumentar sueldos a sus empleados, incrementar las inversiones en obras publicas y ponerse en situación de absorber una parte del extenso desempleo, especialmente en actividades de la construcción.
A consecuencia del incremento de los ingresos por la exportación de café y algodón, así como el incremento del gasto y la inversión públicas, se nota una fuerte tendencia a la reanimación de las inversiones privadas y un ensanchamiento de las ya infladas actividades especulativas financieras.
Este caudaloso crecimiento del ingreso nacional no resuelve por sí mismo fundamentales problemas de la crisis estructural, que es la base material del proceso revolucionario y de la crisis política en los últimos 20 años, más bien algunos de esos problemas resultan subrayados y hasta agravados Pero en este análisis sólo abarcamos la relación inmediata entre la coyuntura económica bonancible y la crítica coyuntura política; su relación con la crisis estructural merece estudiarse aparte.
Los aumentos de salarios y sueldos tuvieron, sin duda, una intención política inmediata: compensar los efectos frustrantes e indignantes de la claudicación vergonzosa del proyecto de “transformación agraria”; por otro lado, los aumentos traían la intención de neutralizar el espíritu opositor de las masas y favorecer así la candidatura oficialista presidencial. Es precisamente por estos propósitos políticos inmediatos que el gobierno pudo conseguir el apoyo de la gran burguesía, rebosante de ganancias millonarias, para decretar dichos aumentos.
Los hechos ya consumados del proceso político electoral muestran, sin embargo, de un modo indiscutible, que los aumentos de sueldos y salarios no lograron en absoluto la neutralización y mucho menos el apoyo de las masas para el gobierno. ¡Las migajas no lograron sobornar a lo trabajadores!
No debemos subestimar los efectos que en el futuro pudiera tener la persistencia. del gobierno y la gran burguesía en una política. de este tipo, la cual seguirá siendo posible en la medida que se alargue la duración de la coyuntura económica favorable, pero es necesario también descubrir y valorar los factores que llevaron al fracaso esa maniobra en lo meses recientes. Creemos que entre tales factores el principal y determinante ha sido el extenso e intenso trabajo político de masas alrededor de una orientación estratégica y táctica correcta, realizado por la UNO durante la campaña electoral y, especialmente, por nuestro partido y la J.C.
Con todo, la coyuntura económica de bonanza constituye un factor favorable para el gobierno y para los planes de instauración inmediata de la dictadura fascista, puesto que le ayudan a paliar o sortear muchas dificultades cuyo libre desenvolvimiento contribuiría a agravar y complicar la crisis política aún presente e irresoluta.
Esta es otra. diferencia de la actual coyuntura política de la de 1971-72, cuando la coyuntura económica era sumamente adversa.
H) La línea hacia la Fuerza Armada y sus secuelas.
Una característica muy destacada de la reciente jornada electoral consistió en la nueva orientación respecto a la Fuerza Armada, buscando atraer al menos una. parte de la misma al lado del movimiento popular en su lucha por el gobierno democrático y de cambios.
Sin duda, la orientación hacia la Fuerza Armada fue uno de los dos elementos componentes fundamentales de la línea de la UNO que le permitieron conseguir tan grande apoyo a pesar de las experiencias reiteradas de fraude electoral. Esa línea sugería que las masas no estarían solas ni desarmadas frente al gobierno asesino y fraudulento; la victoria de las fuerzas democráticas surgía, en consecuencia, como una posibilidad real.
Al lanzarse a realizar tan grande movilización y al emprender acciones colindantes con la insurrección, las masas tenían en cuenta, sin duda, que sectores militares democráticos, de seguro actuarían al lado suyo; por eso, el que la acción de los militares no haya ocurrido todavía, ha suscitado, entre las masas, contradictorios sentimientos de espera y desilusión, de expectación impaciente ante la conducta de los militares y vuelta a los viejos anatemas contra ellos, a la antigua opinión prejuiciosa de que “todos los militares son igualmente malos y verdugos”. Estas opiniones opondrán cierta resistencia, que habrá que superar para proseguir el desarrollo y la aplicaci6n de la justa línea hacia el ejército, sin cuyo éxito se vuelve en extremo difícil 1a victoria revolucionaria en nuestro país.
No obstante las opiniones diversas, que sobre este punto tienen hoy relativa difusión, la jornada electoral hizo una contribución de una importancia incalculable a la lucha por el ejército, y significó un gran adelanto en la educación política de las masas al respecto. Por lo demás, es necesario decir que la conducta de los militares retirados que se incorporaron a la UNO durante esta jornada, fue principista, leal y combativa, constituye un positivo ejemplo precursor de lo que ha de ser la futura unidad y cooperación entre las fuerzas democráticas civiles y militares.
El hecho de que aun no se haya producido la acción militar deseada, no significa que haya cohesión en las filas militares de los fascistas y tampoco significa que ha fracasado y debe ser abandonada la línea de lucha por el ejército, que apenas ha empezado. Se hizo un buen comienzo, pero se necesita proseguir este trabajo, hacerlo sistemáticamente con todos los niveles militares y bajo todas las condiciones, poniendo en práctica métodos que no se limiten a los planteamientos de la propaganda.
Por otra parte, la posibilidad de pronunciamientos militares no esta agotada en la actual situación. Existe mucho descontento y también actividad conspirativa en las filas de la oficialidad; incluso entre los altos jefes allegados al General Romero. Entre los grandes señores de la oligarquía que están detrás de estos últimos, se considera la conveniencia de hacerlo a un lado, como una maniobra. que reduzca la disposición beligerante de la mayoría del pueblo contra el régimen, haga bajar la guardia de las fuerzas democráticas y facilite la realización ulterior del proyecto fascista.
Es necesario tener en cuenta, la existencia de dificultades que se oponen a un pronunciamiento militar progresista, tales como las siguientes: las grandes sumas de dinero que la coyuntura económica favorable ha puesto a disposición del gobierno le han permitido, según parece, poner en marcha una campana interna de soborno en la Fuerza Armada, lo cual siembra vacilaciones y desconfianzas mutuas, dificultando el rápido reagrupamiento de las fuerzas necesarias para actuar contra el régimen. A esto se agrega que muchos elementos de ORDEN han sido dados de alta en el nivel de cabos y sargentos en los últimos meses.
Su análisis de este aspecto de la situación, condujo a la C.P. a formular la hipótesis siguiente:
Los fascistas, comprometidos en tantos crímenes y corrupción y contando, como cuentan, con el apoyo y la instigación del Pentágono, de poderosos sectores de la gran burguesía local, de los regímenes fascistas de Sur América, de Somoza y Laugerud García en Centro América, de seguro combatirían con determinación. Así, resulta bastante difícil que pueda ocurrir un “cuartelazo de teléfono”, y un eventual alzamiento de militares progresistas podría ser, en las actuales condiciones, el inicio de una guerra civil (aunque su duración no puede extenderse mucho). Esta posibilidad se ve reforzada, por el hecho de que ahora las unidades militares situadas en San Salvador no son del todo decisivas, como todavía lo eran en 1972, y tampoco las hay concentradas en ningún otro punto del país. Ello obligaría a desplazamientos y combates en varios lugares del territorio. Tal perspectiva, de seguro, también inyecta cierta vacilación a las filas de los oficiales opuestos al régimen.
El único “golpe de teléfono” que pudiera hoy ocurrir con alguna facilidad ,sería el de los mismos altos jefes del grupo de Romero, si tomaran la decisión de deshacerse de este.
Existen, pues, dificultados no despreciables para la acción de los militares opuestos al régimen; ellas de por sí no anulan sus posibilidades, pero pueden imponerle postergaciones que, en definitiva, ayuden a los fascistas a consolidarse y a “limpiar” la Fuerza Armada de elementos opositores, como señala la experiencia suramericana. Por otra parte, el examen de esas dificultades y los intereses esenciales de la revolución, señalan la necesidad de que en el desarrollo de un eventual enfrentamiento entre los militares tome una participación multifacética, incluso directa, el movimiento popular y ello exige mantenerse alertas, prepararse y estar dispuestos a actuar.
I) El agotamiento de la vía electora1.
Quizá no hay en este continente otro país donde se haya utilizado, de modo tan multiforme y agotante, las posibilidades de la lucha electoral, como lo hemos hecho en nuestro país.
Hemos utilizado la participación en las elecciones como medio de concientización y organización de las masas trabajadoras, como instrumento de protesta y condena política contra el régimen; hemos utilizado la participación en las elecciones para construir el frente único de las fuerzas democráticas y para unificar el pensamiento político de las masas alrededor del programa y transformaciones democráticas; la hemos utilizado para disputar el ejército a la reacción y para alertar al pueblo sobre el peligro del fascismo y su naturaleza, profundamente hostil a todos sus intereses; unas veces hemos llevado a las masas a votar
positivamente, otras veces las llevamos a anular el voto, hicimos un retiro general de las elecciones, utilizándolo para elevar la movilización popular y luego hemos llevado de nuevo a las masas a la lucha electoral, como parte directa de una batalla mayor por instalar un gobierno democrático e impedir la entronización de la dictadura fascista abierta.
Todo esto lo hemos hecho en el corto período de once años, durante los cuales hemos participado en tres elecciones presidenciales y en seis parlamentarias y municipales (nueve en total, casi una por año).
Utilizando la participación en las elecciones hemos conseguido gran éxito en acorralar, desenmascarar y aislar políticamente al gobierno y, en particular, a los fascistas; hemos logrado desenmascarar la farsa que las elecciones son en nuestro país; asimismo, hemos ganado a la gran mayoría del pueblo a favor del programa de cambios democráticos y para la lucha por un gobierno que lo realice; hemos avanzado decisivamente en la construcci6n del frente único de las fuerzas democráticas, en la construcción y forjamiento de nuestro Partido y de la J.C., en la elevación de su prestigio y la promoción de su vanguardialidad; hemos provocado el desenmascaramiento y descrédito internacional del gobierno; hemos progresado en la lucha por el ejército. Pero no hemos conseguido que las elecciones abran a las fuerzas democráticas el acceso al poder.
Antes que permitir semejante función de las elecciones, la dictadura militar oligárquica corrompió, progresivamente, el procedimiento electoral durante estos once años hasta destruirlo. En la medida que avanzaba la educación política del pueblo salvadoreño y este se unía para alcanzar el poder, el régimen incrementaba el uso de viejos y nuevos procedimientos de fraude electoral, hasta volverlos totalmente descarados, y llegar al punto a que se llegó el 20 de febrero de 1977, cuando ya ni siquiera se permitió votar a cientos de miles de ciudadanos, porque las urnas habían sido rellenadas desde antes de abrirse la votación, aparte de los demás procedimientos e instancias del fraude, hoy conocidas nacional e internacionalmente, para destruir nuestros votos e incrementar, casi sin límite, las cifras favorables al candidato oficial.
Esta vez no podía ser de otro modo para el gobierno, ya que la UNO consiguió llevar a las urnas a más de 600 mil ciudadanos a votar en su favor, es decir, el número suficiente para asegurar su victoria, incluso si el gobierno se atribuía todos los votos restantes por los procedimientos anteriormente usuales de fraude.
En el curso de esta reiterada experiencia, las masas comprendieron, ya en l972-74, lo fraudulento de las elecciones en nuestro país, la falsedad o hipocresía de la “democracia” que defienden aquí las clases dominantes y su gobierno. Si concurrieron a las últimas elecciones fue porque aceptaron concientemente el llamamiento de la UNO a votar y defender el voto, a derrotar el fraude y hacer respetar la voluntad popular mediante su propia lucha, esperando que el evento electoral y la lucha contra el fraude dieran base a otras acciones decisivas
posteriores. Las elecciones del 20 de febrero último y las batallas siguientes fueron el punto culminante de esa táctica, apoyada concientemente por las masas.
Tras de esta última experiencia, es necesario preguntarnos: ¿Qué valor puede tener en adelante la participación en elecciones de esta manera corrompidas y destruidas en nuestro país? Dicho de otro modo, conscientes del enorme servicio que prestó la participación electoral durante once años, es necesario determinar si en adelante puede o no aportar provecho para el avance de la causa democrática y revolucionaria.
A este respecto nos parece muy claro, hoy día, que las elecciones han agotado sus posibilidades como componente central de la vía de acceso al poder para las fuerzas democráticas, no sólo ante las capas avanzadas y organizadas, sino también, ante la grandes masas del país, que lo han aprendido de su propia experiencia. Ha quedado así planteada la necesidad de reemplazar esa vía hacia el poder por otra. Las elecciones podrán en el futuro asumir algún valor táctico ocasional comprensible para la masas, pero, a menos que este gobierno sea sustituido por un régimen de apertura, las elecciones no recuperaran su valor estratégico en relación con la vía hacia el poder para las fuerzas democráticas.
¿Cual y cómo será en adelante la vía hacia el poder? Esta es la interrogante clave sin cuya respuesta acertada no puede elaborarse hoy una línea política aceptable para las masas, de esto depende la suerte misma de todo el procero hacia la revolución democrática antiimperialista frente al fascismo que avanza.
Así, pues, la presente coyuntura también se diferencia de la de 1971-72 en que conduce necesariamente a un viraje estratégico y abre el paso a nuevas formas de lucha.
J) Nuestra línea hacia los ultra-izquierdistas y la conducta de estos en la jornada electoral.
Nuestra línea ante la ultra-izquierda ha sido, en general, de lucha ideológica contra su línea y concepción equivocada, pero al mismo tiempo, llamando a concertar la unidad.
Al acercarse el inicio de la campaña electoral, comprendiendo la gran importancia que asumiría la coyuntura política, comprendiendo la vecindad y necesidad de grandes batallas de masas para impedir el entronizamiento de los fascistas, tras los cuales cerraba filas la burguesía., después de derrotar la tentativa reformista de la “transformaci6n agraria”, nuestro Partido planteo públicamente, con particular énfasis, su llamamiento a la unidad de las fuerzas de izquierda y, al mismo tiempo, silenció casi por completo sus críticas
hacia los grupos ultra-izquierdistas, mientras esperaba sus respuestas
Tratábamos así, de desarrollar el frente único de las fuerzas democráticas, fortaleciendo en él las posiciones avanzadas; buscábamos unificar las huestes populares y aumentar su capacidad combativa, en el momento que la reacción cerraba sus filas; intentábamos poner en marcha un proceso de reunificación del movimiento revolucionario, cuyos alcances históricos decisivos no pueden pasar inadvertidos para ningún revolucionario medianamente reflexivo. Teníamos y tenemos en cuenta, al trazar esta política, no sólo las consecuencias positivas que la unidad de la izquierda puede traer, sino también, las consecuencias destructivas que la división y la lucha dentro de la izquierda acarrean para el proceso revolucionario, como ha podido verse en nuestro continente en la experiencia de Brasil, Guatemala, Bolivia, Chile y Argentina, o en el caso de Portugal, en Europa.
Mientras hicimos los llamamientos públicos a la unidad de la izquierda, buscamos contactos directos con las organizaciones representativas en este campo. Con la “Liga para la liberación” (a la par que, por cierto, no es adecuado calificar como “ultraizquierdista”) pudimos alcanzar, hasta cierto punto, un enfoque básicamente común acerca de la jornada electoral que empezaba; pero sólo muy al final se registró una relativa incorporaci6n de esta organización a las tareas prácticas, sin que hayamos logrado alcanzar con ellos un mínimo aceptable de coordinación, a pesar de que se los propusimos reiteradamente.
Las principales organizaciones de ultra-izquierda rechazaron siquiera dialogar con nosotros; aunque faltando pocos días para las elecciones, el BPR nombró
dos delegados con la indicación de limitarse a escuchar nuestro planteamiento, pero al mismo tiempo recrudeció sus ataques en contra del Partido, y d la UNO y rechazó nuestras propuestas, sin darnos siquiera alguna explicación. Esta misma organización, la más importante de todas la organizaciones ultra-izquierdistas de masas por sus bases en el campo, había intentado sin éxito, durante meses, poner en marcha una línea propia frente a la coyuntura política. La dirección del FAPU llegó, hasta el mismo 23 de febrero, discutiendo la línea a seguir y, mientras tanto, no dejó de atacarnos.
No obstante el rechazo de la dirigencia, durante la jornada electoral y en los combates posteriores a las elecciones, realizamos unidad de acción con algunas bases campesinos y de asalariados agropecuarios del BPR, del FAPU y de otros grupos. En el seno de estas organizaciones irrumpió un debate en el que se perfilaron tendencias unitarias, aún latentes hoy día, que abren perspectivas favorables para la unificación de la izquierda, aunque habrá que vencer muchas dificultades.
Es conveniente tener en cuenta, que la unidad de acción por la base y el aparecimiento de tendencias unitarias a niveles intermedios y superiores de dirección en las organizaciones de ultra-izquierda, se configuraron sólo cuando la vigorosa aplicación practica de nuestra línea por la militancia del Partido y la J.C. mostró su acierto, su gran atractivo para las amplias masas. A diferencia de la jornada conmemorativa de la matanza del 30 de julio en 1976, durante la cual dimos muestras de insuficiente combatividad, en la jornada electoral nuestra militancia dio ejemplo de abnegación, iniciativa y combatividad. Hemos de convenir, pues, que para avanzar en el terreno do la unidad de la izquierda, no basta tener la razón, poseer una línea justa, sino que además, debemos aplicarla sacrificada, enérgica, firme y combativamente.
Examinemos ahora los aspectos más sobresalientes de la línea y conducta de los ultra-izquierdistas durante esta jornada y sus resultados:
1) Oficialmente, las organizaciones ultra-izquierdistas sostienen hoy que la experiencia de las últimas elecciones presidenciales les ha dado a ellos la razón, puesto que han venido insistiendo en condenar las elecciones como un engaño, y la participación en ellas como una política “electorera”; pero se equivocan una vez más: cegados por su concepciones dogmáticas, los ultra-izquierdistas son incapaces de ver todo lo que la participación electoral ha dado a favor de la causa popular, sacando del atraso político a las amplias masas, incluso a muchos de aquellos que ahora militan en sus filas, en su base y hasta en su dirección; ellos creen que bastaba con que las organizaciones avanzadas comprendieran la falsedad de las elecciones para que fuera obligatorio negarse a participar en ellas, y no comprenden que era absolutamente indispensable llevar a las masas a convencerse de esa verdad por su propia experiencia, como una condición ineludible para elevarlas a la comprensión y ejecución de formas de lucha y organización superiores. Por eso mismo, los ultra-izquierdistas tampoco logran entender hoy porque las masas, a pesar de haberse convencido por propia experiencia de la falsedad de las elecciones en 1972 y 1974, concurrieron, aún más voluminosamente, a las elecciones de 1977, incluyendo a fuertes contingentes de base del BPR y de otras organizaciones dirigidas por ellos, y le dieron a la UNO el doble respaldo que en 1972. Cegados por su desprecio a la lucha por la democracia, no son capaces de ver que las masas en nuestro país se encuentran “impregnadas de un espíritu democrático” (según expresión usada por Lenin); y de ahí que, frente a este fenómeno únicamente atinan a decir los dirigentes del BPR que: “el pueblo salvadoreño todavía cree sinceramente en las elecciones”, y al enjuiciar los combates posteriores al 20 de febrero y la sangrienta represión iniciada con el desalojo de la Plaza Libertad, se preguntan lastimera e ingenuamente, como cualquier ama de casa recién llegada a la política: “¿Para que permiten eventos electorales?”... (ver el periódico de ANDES, correspondiente a marzo de 1977).
Lo que en realidad ocurrió es que las masas fueron a las elecciones de 1977 para utilizarlas conscientemente, como parte de sus esfuerzos por alcanzar el poder, y no porque “creyeran sinceramente en ellas”, disponiéndose, al mismo tiempo, a combinar con sus votos la defensa de la voluntad popular mediante acciones resueltas en las calles, la huelga política y la acción insurreccional. Ante esta situación política excepcional, ante esta disposición de las masas, los ultra-izquierdistas prefirieron volverle la espalda, declarar que todo aquello no valía la pena, pues era “puro electorerismo”, proclamar su muy “revolucionaria” tesis de la “guerra prolongada” y dictar hoy sermones moralistas a las masas, propios de “bedeles” (según expresión de Lenin), con las consabidas frases de “se los habíamos advertido, la elecciones son un engaño y esto les pasa por no hacernos caso...”
Así, quienes hace cinco años hicieron de la lucha ideológica contra “la acumulación de fuerzas” el principal tema de sus ataques contra nuestro Partido, ahora, que llegaban a grandes batallas políticas de masas, les dieron la espalda y las condenaron en nombre del “largo plazo”; es decir, alegando, en el fondo, que se necesita primero “acumular fuerzas” y de este modo faltaron al deber revolucionario elemental de marchar con las masas contra sus enemigos ,porque es esta la única forma de educarlas y elevarlas, la única manera de no dejarlas a merced de la reacción y no contribuir, ni siquiera indirectamente con ella a confundirlas o aplastarlas.
Los fascistas entienden bien estas contradicciones en el campo de las fuerzas de izquierda, y hacen lo posible por aprovecharlas en su beneficio. Eso explica, por ejemplo, porque consideraron un error haber asaltado la Casa del Maestro el 28 de febrero y lo corrigieron rápido dejando en libertad a la Secretaria General y a otro directivo de ANDES, lideres del BPR. Los fascistas temieron que estas capturas y allanamientos abonaran las condiciones para el entendimiento contra la represión entre las izquierdas.
2) El BPR fracasó en sus intentos de enfrentarse a los aumentos salariales acordados por el gobierno, con una táctica basada en la promoción de demandas de aumentos mayores del salario mínimo de temporada, una vez que habían sido decretados los aumentos oficiales. Con esta línea, el BPR pretendía conseguir el triple objetivo de frustrar la maniobra demagógica del gobierno y la gran burguesía; distraer a las masas de la confrontación política electoral, debilitando así a la UNO, a nuestro Partido y a su línea política, y, por último, agrupar el grueso de la lucha popular alrededor de su bandera.
A tiempo señalamos el carácter economista, profundamente erróneo, de esta táctica del BPR, y dijimos que estaba condenada al fracaso, Los hechos nos confirmaron en forma absoluta y, a la vez, confirmaron la verdad elemental de que la forma principal, más influyente y decisiva de lucha de la lucha de clases es la lucha política.
No queremos, en modo alguno, rebajar la importancia de la lucha económica reivindicativa, como instrumento de movilización y educación de las masas trabajadoras, y es bueno recordar ahora, que es indispensable también esta forma de lucha, si deseamos extender el trabajo por la construcción do poderosas fuerzas populares revolucionarias, pero es de importancia capital comprender al mismo tiempo, que la lucha económica, reivindicativa en general, únicamente puede desempeñar esta función si se la promueve constantemente a elevarse hacia la lucha política y, sobre todo, si no se la realiza como un sustituto de la lucha política o como un obligatorio escalón previo a la lucha política, ni se le utiliza para apartar de ella a las masas, menos aún cuando el proceso histórico objetivo ha colocado a la lucha política por el poder en el centro del acontecer diario.
3) De hecho, las masas rebasaron y hasta marginaron a los dirigentes ultra-izquierdistas, que no lograron, en ningún momento, elaborar una táctica aplicable durante meses, y se vieron aun sorprendidos por la multifacética lucha de masas durante los días posteriores a la elección y el desalojo de la Plaza libertad, lucha que ellos prefirieron calificar de “acciones espontáneas y desorganizadas” antes que admitir el papel organizador y dirigente del Partido y la J.C.
Ahora ellos proclaman en contra nuestra, la acusación de que fuimos rebasados por las masas. Nosotros, delimitando objetivamente este fenómeno al 28 de febrero, hemos aceptado nuestro rezago como una necesidad del. análisis riguroso que precede a la elaboración de nuevas orientaciones, porque tenemos confianza total en el método robado de la crítica y la autocrítica; pero si hemos de respetar la verdad objetiva, no puede ocultarse a nadie que las organizaciones ultra-izquierdistas, acostumbradas a autonombrarse “vanguardias”, han estado, y aun están marginadas del proceso central y mayoritario de la lucha política de masas por el poder, y corriendo hoy a la cola de este formidable movimiento, se esfuerzan por arrancarle jirones a base de propaganda en contra del Partido, según la cual, nosotros hemos cometido el supuesto delito de haber llevado a las masas al combate, esperando un apoyo militar que no llegó, cuando había mucho riesgo y la victoria no estaba del todo asegurada.
Frente a esta acusación, digamos, ante todo, que los ultra-izquierdistas (nos referimos en esto particularmente al BPR), sobreestiman el daño causado por el desalojo de la Plaza Libertad, cometen el error de dar por concluido un capítulo que en verdad no ha terminado y, aferrados a su dogma de la “guerra prolongada”, siguen sin percatarse, que estamos en una coyuntura de tránsito a grandes virajes histórico-políticos, y es en relación con tales virajes, y únicamente en relación con ellos, que podrá enjuiciarse el acierto o el error de haber promovido este inmenso auge de la lucha popular y lanzado los combates de masas posteriores a las elecciones.
Resultan oportunas y aleccionadoras las siguientes palabras escritas por Carlos Marx en marzo de 1852, en uno de sus artículos dedicados al análisis de la revolución y la contra-revolución en Alemania de los años 1848-49:
“Una derrota honrosa después de una obstinada defensa, es un hecho de una importancia revolucionaria mayor que una victoria fácilmente ganada”.
Y también estas otras escritas por él en su carta a Kugelman del 17 de abril de 1871, referidas a la Comuna de París, cuyo drama estaba en ese momento en desarrollo:
“Naturalmente sería sumamente cómodo hacer la historia universal si la lucha se pudiese emprender sólo con infalibles probabilidades de éxito”.
4) El error fundamental de todos los ultra-izquierdistas, madre de estos otros errores o falsos enfoques, durante la jornada electoral y post-electoral, reside en su equivocada determinación del carácter de la revolución qué está madurando en nuestro país. Comenzaron, hace cinco años, por decidir que esta revolución tiene un carácter socialista, después se vinieron deslizando, poco a poco y a hurtadillas, a formular fases previas, como: “el gobierno provisional,” la “revolución popular y el gobierno revolucionario popular”, etc.; pero declaran que esos gobiernos serán únicamente de obreros y campesinos y les fijan, prácticamente, los mismos atributos de la dictadura del proletariado a su “gobierno revolucionario popular”; rechazan todo trabajo por unir a las fuerzas democráticas como una traición al proletariado, y no sólo rechazan el carácter democrático de la actual revolución, sino que además, alegan que “es preferible un gobierno fascista porque -según ellos- su represión agudizará la lucha de clases, a un gobierno democrático, cuyas concesiones políticas de libertad para las masas y sus posibles reformas sociales, de seguro -según ellos- “disminuirían la lucha de clases y alejarían la revolución”. Tal fue, en efecto, la tesis que divulgo el BPR entre sus bases para justificar su conducta de lucha contra la UNO y su consigna de que “Romero o Claramount no nos darán la liberación”.
“¡El fascismo es preferible para la revolución: ojala que se instalen los fascistas en el gobierno!”. Tal es la conclusión que se desprende de esa “muy revolucionaria tesis.”
He aquí un ejemplo de las monstruosas aberraciones, de un contenido contrarrevolucionario inequívoco, a que pueden conducir las erróneas concepciones ultra-izquierdistas acerca del carácter de la revolución que, objetivamente, esta madurando en El Salvador.
De esa conclusión, a la que literalmente llegó la dirigencia del BPR, no cuesta pasar a esta otra: “¡Ayudemos a los fascistas!”, pero ella resultaba, demasiada repulsiva; aunque esta en rigurosa lógica con las premisas elaboradas por ellos, resultaba -digamos nosotros- una demostración de la falsedad de dichas premisas y una sonora campanada de alerta que obligaba a reanalizar, reflexionar, estudiar y corregir. Los dirigentes del BPR optaron, en vez de corregir, por otra formulación mas “potable”, más “revolucionaria”, más “radical”: “¡Luchemos contra la UNO, o al menos neguémosle apoyo, porque el gobierno democrático que quiere establecer puede postergar la revolución!”.
Pero en las condiciones de la lucha de clases concreta en ese momento, en el que las fuerzas políticas estaban total y absolutamente polarizadas, debilitar a la UNO significaba, ni más ni menos, fortalecer a la contra parte, que inequívocamente son los fascistas, encabezados por el General Romero.
He aquí, en ultimo término, las “profundas razones” de por qué el BPR, las FPL y las demás agrupaciones ultra-izquierdistas (las cuales no se atrevieron a “teorizar” y llegar expresamente a estas aberraciones) dieron la espalda a las grandes batallas políticas de masas que han tenido lugar a propósito de las elecciones presidenciales; he aquí por qué nos acusan de “aventureros” y de “engañar a las masas”. He aquí por qué no son pocos aquellos que en el movimiento popular acusan a los ultra-izquierdistas de “contubernio con el gobierno”, aunque en realidad, se trata de una ayuda inconsciente que dan a este, por causa de sus graves errores teórico-políticos e ideológicos. Nosotros debemos luchar contra esos errores, despojarlos del ropaje de la fraseología revolucionaria y mostrar su carácter reaccionario, llamar a sus autores a rectificar, pero no podemos hacer nuestra la acusación contra los ultra-izquierdistas de que están en “contubernio con el gobierno”, porque ello no es así y entorpecería nuestro trabajo hacia la unidad de la izquierda.
La convicción de la justeza de nuestra línea y este enjuiciamiento de la línea y la conducta de los ultra-izquierdistas durante la jornada electoral reciente, no deben hacernos perder de vista que ellos se sienten alentados por lo que consideran un fracaso nuestro, y se han lanzado a un esfuerzo por reclutar para sus organizaciones a todos aquellos elementos que, después de haber hecho esta experiencia junto a nosotros, se sienten confundido y no están por si solos en condiciones de extraer todas las enseñanzas y encontrar el rumbo para la lucha futura. Su cálculo, de que pueden ellos aprovechar la oportunidad para crecer a costa nuestra, dificulta sin duda el avance hacia la unidad; sin embargo, nosotros no hemos de cesar la lucha por ella.. El logro de la unificación de la izquierda es ahora una necesidad más urgente; hemos creado condiciones y hecho la experiencia que nos permite avanzar con más seguridad por este camino y debemos persistir en recorrerlo.
Al mismo tiempo, tenemos que estar alertas contra la penetración en nuestras filas de erróneas concepciones, propias de la ultra-izquierda, ahora que debemos organizar el paso a una fase superior de la lucha de nuestro Partido al frente do las masas, porque ello nos conduciría a graves errores y al aislamiento.
Al criticar los errores de la ultra-izquierda, hemos de tener presente, asimismo, el peligro de la desviación oportunista de derecha que también acecha sobre nosotros. Curiosamente, las tendencias a la desviación derechista viene ligada, igualmente, al argumento de que “llevamos inútilmente a las masas a un combate desigual, del que sólo han derivado sufrimiento y perjuicios: muerte, cárcel, torturas, despidos masivos en las empresas, estado de sitio, acción destructiva contra los sindicatos, etc., etc.” A partir de esta argumentación. similar a la de los ultra-izquierdistas, los desviacionistas de derecha trataran de impedir que avancemos a una fase superior de la lucha, trataran de que retornemos a 1os “dorados tiempos” del economismo,” “tranquilo” y “seguro”, se opondrán a la politización de la lucha de los trabajadores, abjuraran de la lucha política como “impaciencia pequeño-burguesa”,etc.,etc. y con todo ello, pueden empantanarnos en una repetición indefinida del transitar por los mismos espacios y niveles de la lucha de clases, sin perspectiva alguna de poder, o
admitiéndola como algo tan distante que no conviene olvidar, pero tampoco ocuparse de ello “prematuramente”, en detrimento de las “concretas y tangibles” reivindicaciones de hoy.
Ahí, como es natural y lógico, la elevación de la lucha de clases lograda en la jornada reciente, y la obligación revolucionaria indeclinable de proseguir impulsándola hacia una fase superior, nos ha planteado de manera consustancial, deberes mayores y más complejos en el terreno de la lucha ideológica. Para estar en condiciones de librar con éxito esta lucha y asegurar el avance hacia la revolución triunfante, hemos de estudiar más el marxismo-leninismo, conocer mejor la experiencia internacional y conocer más n fondo nuestra propia realidad y reflexionar más sobre nuestra experiencia. Así estaremos capacitados para continuar aplicando acertadamente la probada teoría científica del marxismo-leninismo a nuestra realidad nacional y sobre esta base elaborar una correcta línea.
En particular debemos ahora estudiar con seriedad, problemas relativos a la vía de la revolución, a la insurrección y la preparación de la misma; los problemas que nos oponen resistencia para elevar a la clase obrera al papel revolucionario de vanguardia y a nuestro Partido a la dirección del movimiento popular revolucionario, en particular las manifestaciones concretas, “salvadoreñas” del economismo; debemos estudiar más a fondo el problema campesino y el problema agrario de nuestro país y descubrir el camino para penetrar hondamente en el campo y ganar a las masas rurales para la revolución; debemos profundizar nuestro estudio sobre el carácter de la revolución que está en marcha en nuestro país. Es justo decir, que esta es la revolución democrática, pero nuestras formulaciones son aún imprecisas y encierran errores en potencia. “Revolución nacional liberadora, agraria, democrática y popular”, ¿es exacta esta formulación de nuestro Programa?; “Gobierno democrático de transición o simplemente democrático”, “gobierno de apertura democrática”, ¿qué significación y función histórica concreta corresponde a estas formulaciones que hemos venido empleando?, ¿qué relación tienen con la revolución democrática en nuestro país y cuál sería nuestra actitud ante tal tipo de gobierno?, ¿tienen acaso en alguna medida razón los ultra-izquierdistas cuando alegan que un gobierno democrático retardaría la marcha ascendente de la revolución?
Estos son, únicamente, los problemas teóricos más sobresalientes que urgen de nuestra parte un esmerado estudio, alrededor de los cuales se procesará la lucha ideológica.
K) El marco internacional y su influencia en nuestra lucha.
Para completar el examen de la actual coyuntura política nacional, es indispensable echar una mirada a la situación internacional dentro de la cual se desenvuelve. Nos limitaremos a presentar sus rasgos y aspectos más destacados e influyentes.
1) A escala mundial continúa avanzando el profundo viraje histórico universal de nuestro tiempo, el proceso de tránsito del capitalismo al socialismo: los consistentes logros de la Unión Soviética en su política de distensión; la derrota del imperialismo yanqui en Viet Nam, Laos y Camboya, la consiguiente reunificación de Viet Nam y su proclamación como República socialista; el desarrollo de la crisis económica del mundo capitalista; los grandes logros económicos, científico-técnicos y culturales de los países socialistas, en particular, respecto de América Latina, la consolidación y progreso económico, los grandes logros en todos los ordenes, el poderío militar y la elevación aún mayor de su prestigio internacional alcanzados por Cuba; el derrocamiento del régimen fascista en Portugal y Grecia, la liberación de las colonias portuguesas en África y la derrota de los agentes del imperialismo en Angola; los decisivos avances de los Partidos Comunistas de Italia y Francia, los rápidos adelantos de la democratización en España y la legalización del Partido Comunista Español; el ascenso general de la lucha por la liberación nacional, contra la discriminación racial y los regímenes racistas en África; el extraordinario desarrollo de la crisis política en los Estados Unidos, que condujo a la destitución de Nixon y, por ultimo, a la derrota del Partido Republicano en la elección presidencial del año pasado; estos y otros muchos acontecimientos debilitan las posiciones del imperialismo, son manifestaciones de una nueva profundización de la crisis general del sistema capitalista y jalonan el proceso revolucionario mundial, reforzando las posiciones del socialismo a escala universal.
2) Dentro de esta situación mundial favorable a las fuerzas de la paz, la liberación nacional y el socialismo, el momento latinoamericano esta signado, desde 1973, por la ofensiva, hasta ahora triunfal, del fascismo, forma actual de la contrarrevolución en nuestro continente. A excepción de la región caribeña donde se yergue consolidada y victoriosa Cuba Socialista, y tiene un notable progreso la revolución en los países que fueron colonias inglesas, donde sigue en pie la lucha antiimperialista de Panamá por recobrar su soberanía sobre la zona del Canal, y donde se mantiene el gobierno recuperador de las riquezas naturales en Venezuela, aunque estos dos procesos no lograron profundidad ni afectaron. en lo fundamental, el rumbo del desarrollo capitalista dependiente, en el resto del continente se vive bajo una fuerte tendencia general a la derechización y al establecimiento de regímenes fascistas. Incluso el proceso antiimperialista y anti-oligárquico peruano sufrió un brusco frenaje e inició la reversa, aunque con muchas dificultades, después de la expulsión del grupo de militares de Izquierda del gobierno en julio del año pasado; en México, la llegada a la presidencia de López Portillo en medio de una enconada ofensiva reaccionaria de la gran burguesía norteña y de los terratenientes, puso sordina a la activa política tercermundista y de calida amistad con Cuba aplicada por Luís Echeverría y ha abierto interrogantes acerca de cual rumbo seguirá su gobierno; en Honduras, el proceso reformista iniciado por el gobierno militar pasó del estancamiento a una creciente derechización, mientras la escalada represiva se incrementó en Nicaragua, Guatemala y El Salvador.
3) La llegada de Carter a la presidencia de los Estados Unidos significa el ascenso al poder de sectores no fascistas de la gran burguesía imperialista y la activación de contradicciones con los regímenes latinoamericanos fascistas o en vías de serlo, apoyados o impulsados en los mismos Estados Unidos por el Pentágono y los grandes consorcios trans-nacionales, vinculados al complejo industrial-militar.
Los primeros resultados de las presiones de Carter sobre esos regímenes apuntan hacia la formación de un bloque en cuya cabecera es fácil notar al gobierno brasileño, cuyo poderío militar es grande y aumenta. El Pentágono actúa desde atrás promoviendo y bendiciendo esta “santa alianza” de gorilas fascistas.
En este sentido fueron muy claras las declaraciones del General chileno Gustavo Leight, prominente miembro de la Junta fascista, emitidas el 20 de marzo en Montevideo, en ocasión de la decimoséptima reunión anual de Comandantes en Jefe de las Fuerzas Aéreas del continente; dijo Leight. refiriéndose a las presiones del gobierno de Carter con la bandera de los derechos humanos:
“... existen buenas relaciones entre las fuerzas armadas chilenas y los altos mandos norteamericanos. Existe una buena disposición por parte de ellos”; y agregó, “la política del Pentágono es diferente a la del Departamento de Estado y difiere también de la política que sigue el. Congreso Norteamericano”. (Cable de la AP).
Por si hacía falta, he aquí un testimonio de un prominente jefe fascista acerca de cual es en EE.UU. la fuente principal de estímulo y de apoyo real para los fascistas latinoamericanos.
La activación de estas contradicciones del gobierno de Carter con los regímenes autoritarios de derecha latinoamericanos, constituye una condición favorable para la lucha anti-fascista en nuestro continente. Sin embargo, es preciso no olvidar en ningún momento que la política de Carter es también política del imperialismo, y que su objetivo final es frenar y derrotar el impulso hacia 1a revolución, salvar el capitalismo dependiente latinoamericano y la hegemonía imperialista sobre el continente. Para realizar estos objetivos, es muy probable que el gobierno de Carter aplique una línea de compromisos con los partidos reformistas burgueses y pequeño-burgueses de nuestros países, apoyándolos a acceder a los gobiernos, para que efectúen una cierta democratización formal y realicen algunas reformas. Sabemos que han sido encaminadas negociaciones concreta con este propósito entre Washington y representativos latinoamericanos de esta clase de partidos, y es probable que también hayan ocurrido contactos con militares reformistas de nuestros países. Esta política del gobierno de Carter y estos compromisos con los sectores reformistas 1atinoamericanos, buscan romper los amplios frentes unidos de las fuerzas democráticas, aislar a los Partidos Comunistas y demás organizaciones revolucionarias. A pesar de todo ello, nosotros debemos estimular y aprovechar las contradicciones del gobierno de Carter con los fascistas, pero debemos adoptar medidas que permitan frustrar los objetivos reaccionarios de su política dentro de nuestro país. Al mismo tiempo, debemos desarrollar amplios contactos con las fuerzas populares y democráticas de los EE.UU., empezando por el P. C, y promover su solidaridad hacia nosotros.
4) Enmedio de este panorama continental adverso, el gran auge de la lucha política de masas, el amplio frente unido de las fuerzas democráticas y las expectativas de una victoria popular en El Salvador constituían y, podía decirse que aún constituyen, uno de los posibles puntos de arranque para el logro de la sucesión de derrotas que es necesario inflingir a los fascistas, hasta ahora invictos y ensoberbecidos, para hacer posible la formación de una nueva ola revolucionaria en nuestro continente.
Así, pues, nuestra lucha no sólo se encuentra bajo la influencia de la situación latinoamericana, sino que también puede ejercer una positiva influencia sobre ella si logra alcanzar un desenlace victorioso. En esto consiste hoy la significación concreta internacional de nuestros deberes revolucionarios nacionales.
Por eso mismo, como un reflejo en el campo internacional de la unidad de las fuerzas democráticas salvadoreñas, y también porque ocurre cuando inicia el gobierno de Carter y emprende éste los primeros pasos encaminados a realizar la política aludida atrás, nuestra actual lucha ha encontrado una favorable acogida y apoyo internacional, no sólo en América Latina, sino también en Europa y en lo mismos Estados Unidos y, no sólo de parte de fuerzas revolucionarias, sino también, de parte de sectores democráticos diversos en o fuera de los gobiernos, en un amplio sector de la prensa 1atinoamericana, norteamericana y europea occidental, en fracciones parlamentarias latinoamericanas (en Venezuela el Senado unánimemente) y en comisiones del Congreso de los EEUU., etc. Desde luego, nuestra lucha ha contado, cuenta y contará aún más con el apoyo solidario del campo socialista, encabezado por la Unión Soviética.
Hemos de prestar, por consiguiente, una atención esmerada. promover la solidaridad internacional rnultifacética hacia nuestra lucha, y hemos de dar a este trabajo una amplitud y una metodología propia del frente único anti-fascista. Se trata de la promoción de una fuerza real en favor de la revolución salvadoreña; se trata también de que el triunfo popular en El Salvador, en las actuales condiciones de ofensiva fascista generalizada, pueda hacer un aporte notable a la configuración de la contraofensiva anti-fascista y revolucionaria latinoamericana.
III.- PROYECClON DE LA COYUNTURA HACIA EL FUTURO, NUESTRA ORIENTACION Y TAREAS ACTUALES.
En el calendario político oficial está programado inaugurar el gobierno del General Romero el l de julio próximo y, si ello no fuera impedido, nuestro país entraría de lleno bajo el dominio de un régimen fascista, calcado en lo fundamental del modelo brasileño-uruguayo-chi1eno.
Si la inauguración y consolidación del gobierno de Romero fuera impedida, se abriría una situación histórica nueva, favorable a las fuerzas populares y democráticas, cuya profundidad y alcances estarían determinados por el grado de participación combativa de las masas trabajadoras y populares en general, en las batallas decisivas por el derrumbe del actual régimen y la instalación de un gobierno democrático y en la lucha por su consolidación y avance.
La instalación del gobierno de Romero, o su frustración y consiguiente apertura democrática, aunque opuestas, son ambas posibilidades reales, objetivamente existentes, en la situación actual, ya que se fundan en fuerzas y condiciones materiales actuantes dentro de ella. Debe subrayarse empero, que la posibilidad más fuerte es la de que Romero se encargue del gobierno el 1º. de julio, puesto que las fuerzas que lo apoyan mantienen en sus manos la jefatura del Estado y, en particular, la jefatura de la Fuerza Armada.
La realización de una u otra posibilidad depende de como actúen las fuerzas sociales y políticas en conflicto, de si saben aprovechar debidamente las condiciones que le son favorables, superar las dificultades y coordinar la acción de todos los que le son adictos.
La actividad de nuestro Partido ha sido determinante en la configuración de la actual situación, y la táctica que él aplique puede ejercer no poca influencia en su desenlace. Asimismo, nuestra táctica y actividad han de ejercer mucha influencia a favor del reagrupamiento de las fuerzas populares y democráticas para luchar en las condiciones del régimen fascista y acortar su existencia si Romero se instala y logra consolidar su gobierno. Nuestro Partido esta llamado también a desempeñar un papel de mucha importancia para la consolidación y avance sucesivo del proceso democrático revolucionario que puede abrirse si el actual gobierno fuera derrocado.
De esto se deduce que, ante todo, debemos elaborar y aplicar una táctica valedera para ayudar a la realización de las posibilidades democráticas anteriores al l de julio o a la consolidación del gobierno de Romero, y para guiar nuestra actuación en el caso de una apertura democrática eventual; pero al mismo tiempo debemos elaborar orientaciones fundamentales para. prepararnos a actuar frente al régimen fascista probable, de manera de elevar sucesivamente la lucha popular hasta derrocarlo.
La Comisión Política, en su reunión del 7 de marzo determinó como el objetivo principal hasta el l de julio, el de impedir la instalación del gobierno de Romero y realizar con ese fin todas aquellas actividades y tareas que favorezcan la acción coordinada de las diversas fuerzas democráticas encaminadas hacia esta meta. Al analizar la situación y posibilidad de les distintas fuerzas opuestas al régimen actual, la C. P. señaló que las acciones decisivas para el derrocamiento del gobierno, al menos en sus inicios, únicamente pueden prevenir hoy por hoy, de los sectores militares democráticos o simplemente desafectos a él, y que, por tanto, se ha puesto a la orden del día la necesidad de estimularlos y prepararse para realizar oportuna y eficaz coordinación de la acción popular de masas con la acción militar directa.
En sucesivas reuniones posteriores, la C. P. emprendió la elaboración de la orientación para la lucha del Partido en la nueva situación y, finalmente quedó formulada así:
La camarilla de jefes militares fascistas, el sector fascista de la gran burguesía local y sus sirvientes, el sector fascista de los imperialistas yanquis, sus aliados y sirvientes en los gobiernos latinoamericanos constituyen el enemigo principal más peligroso de la clase obrera y el pueblo salvadoreño en la actualidad. Contra este enemigo debemos concentrar la punta de la lucha en nuestro país y la solidaridad internacional, para aislarlo,. dificultar lo más posible la aplicación de sus planes de destrucción de las organizaciones populares, debilitarlo y derrocarlo antes de que se consolide en el poder y, en todo caso, antes de que hunda sus raíces profundas en la organización del Estado y en la economía.
Para llevar a la práctica esta orientación, debemos promover un trabajo amplio por la construcción y desarrollo del frente único de las fuerzas antifascistas, civiles y militares, ahondar y aprovechar las contradicciones en el campo de las fuerzas enemigas principales y secundarias; poner especial atención al trabajo por unir a las fuerzas de izquierda y por la alianza obrero-campesina; esforzarnos por atraer al menos una parte de la Fuerza Armada al lado de las fuerzas anti-fascistas y revolucionarias; avanzar hacia la conquista de la dirección del movimiento revolucionario por la clase obrera y su Partido; asegurar el avance, paso a paso, pero firmemente, hacia la combinación y coordinación de la lucha política y la lucha armada, sobre la base del sucesivo ensanche de las fuerzas políticas organizadas de masas en la ciudad y el campo y sobre la base de la construcción, paso a paso, de las fuerzas armadas revolucionarias a partir de la auto-defensa y marchar así hacia la insurrección a un plazo no muy largo. A lo largo
de este proceso, hemos de combinar la lucha legal e ilegal; la lucha en las ciudades y en el campo; el movimiento obrero y el movimiento campesino; las formas abiertas y secretas de organización y acción; la lucha reivindicativa y las organizaciones amplias de masas, con la lucha política y las organizaciones avanzadas, particularmente con la construcción sistemática de nuestro Partido y la J.C., en especial entre los obreros industriales, el proletariado agropecuario, los campesinos y las capas medias urbanas, en este orden de prioridad.
Todo nuestro trabajo debe avanzar sorteando el peligro del aventurerismo izquierdista, y el degradante inmovilismo del oportunismo de derecha, para lo cual debe impulsarse una lucha ideológica sistemática contra las diversas manifestaciones de estas tendencias pequeño-burguesas y burguesas.
Si se produjera a corto plazo una apertura democrática, la realización de muchas de esta tareas sufriría modificación o posposición, pero no cancelación. Tal es el caso de la combinación de la lucha política y armada o de la insurrección. La determinación del enemigo principal más peligroso, el carácter del frente único, etc., sufrirían también modificaciones.
En esas mismas reuniones la C. P. elaboró medidas políticas, organizativas y de propaganda, llamadas a constituirse en el eslabón capaz de asegurar el cumplimiento de nuestra táctica. en el momento actual y también de sentar premisas para el sucesivo avance hacía la aplicación de nuestra línea frente al fascismo
o n las condiciones de una apertura democrática. La pauta acordada apunta a la organización de grupos de acción popular (GAP) alrededor de las células del Partido y la J.C., dirigidos en las instancias inmediatas por ellas y al trabajo por su consolidación y desarrollo como organismos revolucionarios. En los GAP deben incorporarse los mejores elementos provenientes de las masas sin partido, que se destacaron junto a nosotros durante la jornada electoral, durante la huelga política y demás combates posteriores a las elecciones. La organización de los GAP nos permitirá recoger la gran cosecha de elementos conscientes y combativos, espigados y seleccionados por la lucha entre los obreros, los trabajadores agrícolas, los campesinos, los estudiantes y jóvenes en general, los maestros, las mujeres, etc. Debemos recoger con esmero esta cosecha -resultado de nuestra siembra por años-, apoyarnos en ella para extender la fuerza organizada de la revolución y elevar su calidad, desarrollar al. Partido y la J.C., promover su papel de vanguardia, asegurar la aplicación de su correcta línea.
Los GAP podrán consolidarse si escogemos bien a quienes serán sus miembros y los dirigimos a realizar sistemáticamente tareas que permitan estabilizarlos, educarlos y desarrollarlos. La C. P. ha determinado que debemos reclutar para integrar los GAP a los elementos más concientes, más valientes y firmes, con mayor capacidad de iniciativa, sacrificio y disciplina, demostradas en la práctica. La primera promoción de los GAP debe ser de la mejor calidad, para asegurar que ellos puedan asimilar rápidamente su formación como militantes de vanguardia y ayudarnos a educar bien a las promociones siguientes. La C. P. determinó asimismo, las tres tareas principales en torno de las cuales debemos consolidar y desarrollar a los GAP:
a) su formación teórica y adiestramiento práctico como organismos de auto-defensa, y como organismo de apoyo para preparar la insurrección y promoverla, llegado el caso;
b) la realización con ellos de las tareas de agitación, propaganda y construcción de las fuerzas políticas de masas; y
c) La educación política de sus miembros en la línea de nuestro Partido y sucesivamente en el conocimiento de los fundamentos del marxismo-leninismo.
Entre las tareas de propaganda, la C. P. acordó publicar un periódico ilegal e impulsar a los organismos intermedios del Partido, a la J.C. y a todas la
organizaciones de masas a realizar su propia propaganda. Es necesario comprender que durante los meses pasados tuvimos canales de comunicación y vínculos muy variados y efectivos con las masas: utilizábamos la radio y la T. V., los campos pagados en los diarios burgueses, publicábamos nuestro propio periódico legal, usábamos intensamente la tribuna pública, realizábamos miles de visitas de nuestros activistas casa a casa, hacíamos “perifoneos” y distribuíamos hojas volantes, organizábamos presentaciones artísticas, charlas políticas, “mesas redondas”, etc., etc. Bruscamente se cortó casi todo esto por la represión iniciada el 28 de febrero y apenas hemos mantenido la comunicación con las masas por medio de volantes y pintas, en número aún insuficiente, en momentos que ellas demandan orientación e información, respuestas a innumerables preguntas y dudas, pautas para continuar luchando.
Aunque son muy pocos, hay quienes alegan que “ya no se necesita repartir papelitos, pues eso quedó atrás y está superado”, etc. Los que así opinan simplemente no saben lo que dicen; llevados por su deseo de combatir creen que les estorban las tareas de agitación y propaganda y, con buena intención, abogan por cometer el grave error de silenciarlas. Debemos ser pacientes con ellos y persuadirlos de que están equivocados, a pesar de sus magnificas intenciones, pero al mismo tiempo, hemos de ser firmes en impulsar sin contratiempos una grande y multifacetíca acción propagandística, capaz de abrirnos el mayor número y variedad de canales de comunicación con las masas que la condiciones permitan; debemos escuchar las inquietudes, interrogantes y opiniones de las masas y realizar una esmerada labor orientadora entre ellas, con el fin de unificar de nuevo su pensamiento político momentáneamente disperso, lo más pronto que sea posible, porque esta es condición indispensable para organizar una acción política realmente de masas, es decir, realmente eficaz.
Para cumplir bien estas tareas organizativas y de propaganda, los organismos intermedios del Partido y la J.C., deben recibir atención esmerada de los organismos nacionales, a fin de que ellos a su vez se esmeren en atender y ayudar a las células; debemos incorporar a todo el Partido y la J.C. a la elaboración de la línea, ganarlos para su total comprensión y aplicación y, sobre esta base, elevar su disciplina conciente a grados superiores, lo más pronto posible. A este último respecto, será necesario proceder por las mismas células, organismos intermedios y de dirección nacional a depurar las filas del Partido y la J.C., de elementos inestables, vacilantes, indisciplinados, haraganes y cobardes, teniendo en cuenta su conducta durante toda la jornada de la lucha reciente, pero en especial durante los combates posteriores a las elecciones.
La C. P. llamó la atención hacia la necesidad de hacer penetrar el trabajo y la organización de nuestro Partido y la J.C. profundamente en la clase obrera industrial y en las masas trabajadoras del campo, como condición indispensable para asegurar la dirección del movimiento revolucionario por la clase obrera y su Partido, es decir, su vanguardialidad. En este sentido, la C. P. recomendó
prestar atención especial a los destacamentos obreros y de trabajadores en general, que tuvieron participación en la huelga progresiva y demás combates de esos días, así como también a los destacamentos del proletariado agrícola y los campesinos que se incorporaron a la lucha en defensa de la voluntad popular burlada por el fraude electoral. Apoyándonos en el trabajo con tales sectores de
las masas trabajadoras de la ciudad y el campo, habremos de concebir y aplicar planes extensos y audaces para penetrar profundamente en el campo y la clase
obrera urbana; desarrollar a nuestro Partido y J.C., construir la alianza revolucionaria obrero-campesina, conquistar la unidad del movimiento obrero.
La C. P. puso de relieve que contra el fascismo podemos y debemos unir a las amplias fuerzas. La tarea de la construcción del frente anti—fascieta tiene ini portancia estratégica y es urgente.
La C.P. destacó la importancia que hoy tiene la lucha en defensa de loe de— rschos humanos, de las libertades y derechos sindicales y sociales en general, d, todas las libertados y ¿çarantías democráticas. Esta orientación debe empren d;ree partiendo do la lucha por la libertad de los presos políticos, el cese — d, las masacres, de lo “desaparecimientos”, de la tortura, el cese de los de 1ídos masivo3 y de las maniobras anti—sindicalee de patronos y gobierno, la re c:)nquif3ta de la autonomía universitaria, etc.
Esta lucha no sólo tiene, importancia para la defensa de lo cuadros,de los- activistas y de las organizaciones populares, sino también, tiene importanciapara promover la solidaridad internacional, facilitar la construcción del fren te anti—faocista, favorecer la unidad de acción de las fuerzas de izquierda,la unidad de acción del movimiento sindical y del movimiento de las masas del caen po, promover la unificación del pensamiento político dol pueblo y el odio contra los fascistas.
Aprobado por la Comisión Política del
Partido Comunista de El Salvador
1 de abril de 1977.