El periodo que se extiende desde octubre de 1917 hasta marzo de 1921 es descrito por nuestros oponentes como el periodo de la realización del comunismo en Rusia, por que esto les permite a ellos hablar de la bancarrota del comunismo, la cual empezó a principios de 1921. Para refutar esta leyenda voy a citar primero un largo extracto tomado de un artículo sobre la situación general de Rusia que yo escribí en diciembre de 1919 cuando estaba preso en Berlín, que fue publicado por entonces en la edición berlinesa de La Internacional Comunista bajo el seudónimo de "Struthan". Esta cita vale mucho más que las descripciones efectuadas luego de los hechos ocurridos en este capítulo de la Revolución Rusa, porque sabemos muy bien que siempre se conocen mejor los hechos que ya han sucedido. Esto es lo que escribí en diciembre de 1919:
"Cuando la clase obrera rusa tomó el poder en octubre de 1917, ni el mundo burgués ni el mundo socialista pensaban que ésta podría mantenerse en el poder del estado durante más dos meses, mucho dos años. Si el imperialismo alemán negoció con la Rusia soviética, esto fue así porque fue obligado a hacerlo por la situación en que encontraba como resultado de la guerra; éste quería lograr la paz en el Este, incluso con un gobierno tan provisional porque estaba convencido, correctamente, de que inclusive aunque los bolcheviques desaparecieran, no habría partido ni gobierno alguno capaz de movilizar a los campesinos en el futuro inmediato. Pero la Rusia soviética tuvo que firmar la paz, no sólo porque había dejado de tener un ejército, sino también porque sólo podría volverse una realidad obteniendo un respiro momentáneo. En la época de las negociaciones en Brest[33] el gobierno soviético no representaba más que un programa, ya que éste sólo existía en las declaraciones contenidas en los decretos de los comisarios del pueblo. Inclusive el absolutismo zarista no había sido completamente destruido en los escalafones inferiores, y la propiedad terrateniente feudal no había sido eliminada. Las formas soviéticas de gobierno en el país y el estado parecían ser todavía un experimento, y no una realidad orgánica. El gobierno bolchevique se enfrentaba a las siguientes opciones: o bien librar como gobierno una lucha partisana revolucionaria, una guerra de guerrillas que comenzaba en los Urales, con ayuda de los Aliados contra el imperialismo alemán, permitiendo la restauración del capital ruso bajo la protección de las bayonetas alemanas, o bien tomar el sendero del Gólgota que llevaba a Brest, y al costo de la humillación nacional, dar prioridad a la tarea de derrocar a la burguesía y organizar al proletariado.
"En cuanto a los imbéciles que forman parte de los 'independientes'[34] en Alemania, quienes ahora hablan acerca de la ilusoria política exterior del gobierno soviético, después de haber acusado a los bolcheviques de 'desorganizar' al ejército ruso, y eso después de su propia experiencia de noviembre,[35] no queda nada por hacer por estos wilsonianos[36] en bancarrota. La corrección de la política del gobierno soviético, que estaba convencido de que el proceso de descomposición del imperialismo mundial no se detendría, sino que sería acelerado por la paz de Brest, se demuestra por la realidad de su éxito: los torturadores de Brest-Litovsk quedaron sepultados a la vera del camino, y la Unión Soviética ha logrado recomponerse y reorganizarse en medio de una encerrona, entre la espada y la pared como se dice usualmente, y también por el hecho de que a sólo un año de la caída del imperialismo alemán aquél le arrancó a los representantes del imperialismo de la Entente victoriosa el reconocimiento de que el bolchevismo no puede ser derrotado por las armas. La paz de Brest, que a pesar de carácter rapaz, tuvo una significación positiva para la Unión Soviética porque puso fin a la gran guerra, no fue impuesta por la Unión Soviética gracias a su propia fortaleza, ni tampoco fueron los obreros alemanes quienes la impusieron. Se logró la paz de Brest por la presión de los ejércitos de la Entente en el oeste. Incluso aunque el imperialismo de la Entente victoriosa haya firmado una paz todavía más rapaz con la Rusia soviética, esta paz, al permitirle a la Unión Soviética la posibilidad de existir, sería una ruptura, una brecha en el sistema de estados capitalistas. Esta paz sería de hecho el resultado de la resistencia opuesta por la Unión Soviética gracias a su propia fortaleza, el resultado del auxilio brindado por el proletariado mundial. ¿Pero por qué la Unión Soviética, que no pudo ser destruida por las armas, debe firmar un compromiso de paz con la Entente? ¿Por qué no podía esperar, con las armas en la mano, el momento en que la descomposición del capitalismo de la Entente estuviera tan avanzada como para que éste se viera forzado a asegurarle un paz honorable?
"La respuesta a esta pregunta es simple: durante la guerra mundial, aunque la política criminal de todos los estados imperialistas la estaba prolongando demasiado, podíamos contar con una rápida catástrofe del capitalismo mundial y con la insurrección de las masas populares en muchos países, si la masacre no les dejaba ninguna otra salida. En la época de la firma de la paz de Brest, el gobierno soviético estimaba que el respiro que esta paz permitiría sería de corta duración: pensábamos entonces que o bien la revolución mundial estallaría pronto, salvando a la Rusia soviética, o que ésta se hundiría en una lucha desigual. La concepción de los bolcheviques se ajustaba a la situación prevaleciente por entonces.
"El colapso del imperialismo alemán, la incapacidad de los Aliados de derrocar a la Rusia soviética militarmente, así como también el hecho de que la guerra mundial haya finalizado provisoriamente, que la crisis de la desmovilización haya sido superada, el hecho de que la revolución mundial haya triunfado sobre el capitalismo no en forma de explosión, sino mediante la desorganización, en otras palabras como un proceso prolongado, todo esto cambia completamente la situación y las condiciones de la política exterior del gobierno soviético. Este no puede contar mecánicamente con una rápida liberación, por medio de un movimiento de masas espontáneo que de una vez y para siempre mande al infierno a todos los Clemenceau, los Lloyd George y los Wilson[37] y a todos los que ocultan tras ellos, pero pueden tener la certeza matemática de que el proceso de descomposición capitalista continuará y facilitará su causa. Pero como éste será un proceso muy prolongado, lo cual es necesario tomar en cuenta, la Rusia soviética debe tratar de encontrar un modus vivendi con los estados que son todavía capitalistas. Si la revolución proletaria triunfara mañana en Alemania o en Francia, la situación de la Rusia soviética sería mucho más fácil, porque dos estados proletarios, por su fortaleza económica y militar, ejercerán una presión mucho mayor sobre el mundo capitalista. Aún así, todavía estarían interesados en lograr la paz con los estados que son todavía capitalistas, aunque sólo fuera en aras de su recuperación económica.
"La Rusia soviética no ha permitido que la echen abajo. Y estamos seguros de que si los estados de la Entente no le ofrecen ahora términos aceptables de paz, continuará la lucha, pasará hambre, y al final aquellos se verán forzados a garantizarle una paz más ventajosa. La derrota mediante un bloqueo de un país con recursos ingentes como Rusia, requiere un lapso de tiempo que la política imperialista de los países de la Entente no podrían afrontar. Pero está claro que si la Rusia soviética tiene que prolongar la lucha, no podría comenzar su reconstrucción económica. La guerra exige que sus debilitadas fuerzas de producción se vuelquen de lleno a la producción de armas, que sus mejores fuerzas sean usadas en la industria de guerra, y que sus arruinados ferrocarriles sean usados para transportar tropas. Las necesidades de la guerra obligan a centralizar toda la fuerza del estado en manos del ejecutivo, con lo cual amenazan al sistema soviético, y una cosa mucho más importante, amenazan con devorar en el largo plazo a los mejores elementos de la clase obrera. El gobierno soviético ha realizado esfuerzos sobrehumanos para luchar contra esto. Sus logros en el campo de la educación, a pesar de todos los obstáculos y dificultades, ya sorprenden a sus opositores burgueses honestos como se puede apreciar en el artículo de Goode aparecido en el Manchester Guardian, y en dos o tres años la Rusia soviética contará con miles de nuevos recursos organizativos y culturales.
"El congreso de marzo del Partido Bolchevique, cuyas minutas un documento muy interesante se han publicado recientemente, muestra hasta qué punto sus líderes se toman en serio el peligro de la restauración de la burocracia de funcionarios y de que florezca la corrupción bajo nuevas formas. Pero la guerra es la guerra: es una fuente de destrucción devastadora, y si se la puede detener con sacrificios, ésta deber ser detenida. Obviamente es algo serio que el pueblo ruso deba garantizarle una concesión de explotación minera a los capitalistas ingleses, franceses y norteamericanos, porque sería mucho mejor explotar estas mismas minas, en vez usarlas para pagar un tributo. Pero en la medida en que éste se vea obligado a proseguir la guerra, no podrá explotar sus minas, y deberá incluso arrojar a sus mineros a la hoguera de la guerra. Si la única opción que quedara fuera la construcción económica socialista, o bien la guerra contra el capital mundial que pone límites a la construcción socialista, la única decisión correcta sería la guerra. Pero las cosas no están planteadas de esta manera. El problema a resolver se expresa del siguiente modo: la construcción socialista dentro de los límites de un compromiso temporario, o la guerra sin ninguna reconstrucción económica en absoluto.
"Ya en la primavera de 1918, el gobierno soviético se había visto confrontado con la cuestión de llegar a un compromiso económico. Cuando el coronel norteamericano Raymond Robins[38] partió de Moscú rumbo a Washington el 3 mayo de 1918, llevaba con él una propuesta concreta del gobierno soviético que estipulaba ciertas condiciones para las concesiones económicas. [39] El Comisario Adjunto del Pueblo para Comercio e Industria, Bronsky[40], en el transcurso de la primera reunión que tuvo con los representantes del gobierno alemán, presentó propuestas prácticas para la colaboración del gobierno soviético con el capital alemán. Los puntos esenciales de las negociaciones fueron transmitidos en forma confidencial a Bruce Lockhart (el representante británico).[41] En medio de una guerra mundial, podíamos abrigar la esperanza de que una explosión revolucionaria en un futuro cercano volviera innecesario efectuar tales concesiones, pero básicamente la política de concesiones ya había sido acordada, y estuvo justificada plenamente. En la medida en que el proletariado no haya triunfado en los principales estados capitalistas, en la medida en que éste no se encuentre en posición de utilizar todas las fuerzas productivas del globo en aras de la construcción socialista, en la medida en que los estados capitalistas coexistan con los estados proletarios, los estados proletarios se verán obligados a llegar a distintos compromisos con ellos, y no habrá ni un capitalismo puro, ni un socialismo puro. Al tener límites geográficos el uno con el otro, se verían de hecho forzados a efectuarse concesiones recíprocas dentro de sus propios territorios nacionales. El alcance de las concesiones que sea necesario efectuar ante el capitalismo dependerá de la fortaleza y el número de estados proletarios existentes. Es imposible soslayar la necesidad de las concesiones, a menos que al mismo tiempo se señale el método que le permita al proletariado obtener la victoria de un solo golpe en todos los países.
"¿Pero al reconocer la necesidad de llegar a un acuerdo entre los estados proletarios y los estados capitalistas, no estamos al mismo tiempo reconociendo la posibilidad y la necesidad de llegar a un acuerdo con el capitalismo dentro de cada estado, y por lo tanto no significa eso renunciar a la revolución y a la dictadura del proletariado como caminos al socialismo? ¿No tenían razón Renner, Bauer[42], Cunow y Kautsky en su momento? ¿No es el acuerdo con el capitalismo sobre la base de la democracia definitivamente el único método correcto? ¿No está en bancarrota el comunismo con su programa de dictadura soviética? Estas preguntas, sobre las que hay que reflexionar, y que hay que responder con total franqueza y claridad, deben ser examinadas, antes que nada, históricamente dentro del contexto de la experiencia de la Revolución Rusa, y después de eso es necesario ver en qué medida éstas pueden tener validez a escala internacional.
"Los enemigos del comunismo, provenientes del campo de los elementos tambaleantes de la difunta Segunda Internacional, tienen en la manga dos fábulas que se contradicen entre sí. Según la primera de ellas, el conjunto de la "teoría soviética" ha surgido sólo como producto de la necesidad: ésta vio la luz cuando quedó claro que en las elecciones a la asamblea nacional los bolcheviques no habían obtenido la mayoría en su seno. Este hecho obligó a los bolcheviques a presentarse como los orgullosos paladines de la dictadura proletaria. De acuerdo a la segunda fábula, los bolcheviques accedieron al poder en tanto representantes bárbaros de una dictadura, pero luego, aleccionados por sus propias experiencias, se vieron cada vez más obligados a agregarle agua al vino de su cosecha. ¿Pero qué dicen los hechos? Antes de la revolución de 1905, los bolcheviques consideraban que la dictadura del proletariado y el campesinado era el sendero histórico que Rusia iba a transitar. Rosa Luxemburgo y Trotsky trataron de enmendar esta fórmula hablando sobre la dictadura del proletariado apoyada por el campesinado. Mediante esta corrección deseaban reafirmar el concepto, también admitido por los bolcheviques, de que el proletariado urbano tendría el rol dirigente en la revolución. Todo el espectro del comunismo ruso actual estaba de acuerdo en el hecho de que en un país esencialmente agrario como Rusia, el proletariado debía tomar en consideración los intereses del campesinado, y no podía excluir a los campesinos del poder. Cuando en 1917 los bolcheviques resueltamente se trabaron en lucha con el partido campesino de los socialistas revolucionarios dirigidos por Chernov, lo hicieron no por afán de oponerse a los intereses de los campesinos, sino justamente para defenderlos. De hecho, por su coalición con el Partido Cadete, los líderes de los socialistas revolucionarios estaban traicionando los intereses de los campesinos, estaban retrasando la solución del problema agrario, y estaban sacrificando las masas campesinas a la guerra librada por el imperialismo ruso. Cuando como resultado de esta política, la masa de soldados y campesinos se pasó del lado de la clase obrera y ayudó a los bolcheviques a tomar el poder el 25 de octubre de 1917, los bolcheviques le ofrecieron compartir el poder a sus derrotados adversarios: no sólo negociaron con los mencheviques, sino también con los socialistas revolucionarios durante dos semanas luego de la derrota de Kerensky, con miras a formar un gobierno de coalición que daría forma a la dictadura el proletariado y el campesinado. Las negociaciones naufragaron porque los mencheviques y los socialistas revolucionarios de derecha todavía creían en la victoria de la burguesía. No obstante, los bolcheviques incorporaron al gobierno al ala izquierda de los socialistas revolucionarios, que se había separado de su partido y estaba dispuesta a resolver la cuestión de la tierra y la paz por medio de una dictadura revolucionaria.[43] La ruptura con este partido tuvo lugar cuando se hizo evidente que los elementos nacionalistas habían tomado el control dentro de él, y que sus elementos intelectuales, fieles a un nacionalismo con tintes revolucionarios, no se pudieron decidir a favor de la política de paz. Nuevamente fue en defensa de los intereses de los campesinos que se produjo la ruptura con este partido campesino, que perdió cada vez más el contacto con la vida real, y que se estaba transformando en un partido del nacionalismo revolucionario intelectual. La ruptura de los bolcheviques con los partidos que decían representar a los campesinos, pero que en su mayoría no eran más que los ideólogos e intelectuales del campesinado, nunca interfirió con su percepción de la real relación de fuerzas existente. Por un lado trataron de crear una organización de los pobres de la aldea, que no sólo incluía a los obreros que se habían refugiado en las aldeas a causa de la hambruna que asolaba las ciudades y la decadencia de la industria, sino también al proletariado rural y a los pequeños campesinos, con el fin de permitir que los intereses proletarios prevalecieran en las aldeas, y por otro lado trataban de atraer más y más a los campesinos medios hacia la dictadura proletaria a través de concesiones (por ejemplo, con respecto a las cooperativas agrícolas). Aquél que ve oportunismo en esto no entiende el ABC del socialismo. Dado que el capitalismo, en la forma de concentraciones fabriles, no se ha materializado en ninguna parte del mundo, y dado que hay por todas partes millones de emprendimientos agrícolas pequeños y medianos, la socialización de la agricultura será en todas partes un proceso muy lento, que llevará generaciones. El socialismo no será introducido allí por medio de expropiaciones, sino solamente a través de la nacionalización de los préstamos hipotecarios, del comercio en cereales y alimento para animales, del transporte y la venta de maquinarias agrícolas, y a través de toda la asistencia cultural que el estado socialista pueda brindar a los campesinos. En todos los países, el proletariado, luego de su victoria sobre la burguesía estará obligado a llegar a un compromiso con los campesinos, porque sólo podrá cerrar este acuerdo precisamente cuando haya derrocado a la burguesía, y los campesinos se vean obligados a consentir este compromiso.
"¿Pero era posible la victoria de la clase obrera sobre la burguesía por otros medios que no fueran la guerra civil y la dictadura? ¿No era posible hacerlo por medio de la democracia? Toda la historia de la revolución rusa, sin embargo, es un rotundo mentís a esta pregunta. La política menchevique naufragó porque no sólo era imposible expropiar a la burguesía por medios pacíficos, sino incluso salvar a las masas populares de las fauces de la guerra mundial, en la cual sólo los sectores más altos de la burguesía el capital financiero y sus beneficiarios estaban interesados. Fue necesario derrocar a la burguesía y construir la dictadura de las masas populares, cuyo interés primordial era la paz, antes de estar en condiciones de satisfacer los intereses más vitales y elementales de las masas laboriosas. Los intentos de la burguesía y sus cómplices de derrocar el poder soviético, ya sea directa o indirectamente, determinaron la forma y el contenido de las medidas de la dictadura con una necesidad de hierro. Fue necesario responder con la persecución de la prensa burguesa y los saboteadores, etc., a los intentos de la intelectualidad burguesa apoyados por los bancos de sabotear la vida económica y el funcionamiento de la maquinaria estatal. Esto, sin embargo, requirió durante un cierto tiempo formas mucho más primitivas de control sobre la producción y el gerenciamiento, hasta que la intelectualidad burguesa cejó en su intento. Con el fin de desbaratar los intentos de la burguesía de privar al pueblo de su propiedad por medio de un crimen de alta traición; para enfrentar a los fabricantes, los comerciantes y los banqueros que trataron de buscar la protección de Alemania luego de la paz de Brest, ocultando sus propiedades, tratando de hacerlas pasar como "alemanas" por medio de todo tipo de transacciones fraudulentas, fue necesario recurrir, por un lado, a métodos de intimidación, y por el otro a rápidas medidas de nacionalización. Para evitar que un gran número de industrias fueran rematadas a favor del capital alemán, fue necesario nacionalizarlas rápidamente en el momento de las negociaciones por medio de cláusulas añadidas al tratado de Brest, sin poder preparar estar medidas radicales con el suficiente cuidado. Cuando la burguesía se pasó del lado de la Entente una vez, y empezó a apoyar todas las conspiraciones urdidas por la Entente desde el terror individual hasta la organización de revueltas, fue necesario recurrir al Terror Rojo, que sólo se generalizó cuando los ejércitos de Kolchak y Denikin[44] equipados por la Entente, pero apoyados por todos los elementos capitalistas de Rusia comenzaron su guerra abierta contra la Rusia soviética.
"En el curso de los dos años de historia de la dictadura del proletariado en Rusia, no se ha tomado básicamente una sola medida importante de manera doctrinaria, y que no haya sido resultado de la necesidad. La caída del gobierno de Kerensky fue provocada por su total incapacidad para sacar a Rusia del sangriento atolladero en que se encontraba. De hecho, era imposible dar cuenta de los más elementales intereses populares, contra la resistencia de la burguesía, a no ser por métodos dictatoriales: la dictadura también devino una necesidad.
"Los bolcheviques comprendieron esta necesidad desde el principio, y exigieron que todo el poder pasara a los soviets desde abril de 1917 en adelante. Pero era obvio que las masas populares no harían más que perder la confianza en la asamblea nacional en el transcurso de la lucha contra su política capitalista. Por otra parte, comparada con la desenfrenada actividad de la camarilla de Kerensky, esta tribuna parlamentaria representaba un paso adelante. Dado que el gobierno de Kerensky había pospuesto la convocatoria de la asamblea nacional, la Asamblea Constituyente se reunió cuando la dictadura del proletariado ya había sido creada. Lo que vio la luz era sólo un cadáver. No obstante, había que permitir que éste se enterrara por sí solo. Si, no obstante, el gobierno soviético intentó apresurar su entierro, esto era porque aquélla amenazaba, al igual que el cadáver del gobierno de Kerensky, con chuparle la sangre al pueblo.[45] El gobierno soviético había entrado en negociaciones de paz con un enemigo inescrupuloso, y esa es la razón por la cual jugar con la idea de la paz en la Asamblea Nacional podía ayudar al partido militar alemán a romper las negociaciones de paz, y enterrar a la joven Rusia soviética que estaba naciendo. La indiferencia con la cual todos los estratos de la población presenciaron el entierro de la Asamblea Constituyente mostró que ésta no contaba con el apoyo de las fuerzas populares. Era una sombra del pasado.
"Todos aquellos que se interesan por la historia de la Revolución Rusa como historiadores y no como moralistas, no pueden dejar de reconocer que la política de los bolcheviques era una política coherente, adaptada a la necesidad. Todos aquellos que la estudien como revolucionarios no podrán dejar de reconocer que era la única política revolucionaria posible. Los mismos mencheviques lo reconocieron en una declaración efectuada en ocasión del primer aniversario de la Revolución de Octubre. ¡Pero hay algo más importante que esto! La única fuerza que podría reemplazar a la dictadura proletaria sería la dictadura de las camarillas feudales-capitalistas rusas, que sólo podría sostenerse con la ayuda de la dictadura mundial del capital financiero. La Revolución Rusa puede ser derrotada: entonces la dictadura de los generales Blancos reemplazaría a la dictadura del proletariado. Pero la Revolución Rusa sólo puede triunfar en tanto dictadura del proletariado que conduzca a las masas populares al ataque contra el capital.
"Incluso aunque pereciera, la revolución proletaria rusa legaría al proletariado mundial la proclama de su testamento: ¡la dictadura del proletariado! Y así llegamos a la cuestión final: ¿se sostendrá la dictadura del proletariado al llegar a un acuerdo con el capitalismo mundial? Aquí entramos de lleno en la cuestión de los límites de las concesiones que un estado obrero puede efectuar en su política exterior."[46]
Yo preguntaba en mi artículo:
Cuáles son los límites de las concesiones económicas que puede hacer la Rusia soviética?
"Así como la Rusia soviética no se cubrió de oprobio al convertirse en vasallo del imperialismo alemán en Brest, de la misma manera no tiene porqué rebajarse al jugar el rol de vasallo del imperialismo anglosajón. En el transcurso de todas las negociaciones emprendidas por la Rusia soviética con los representantes de los cárteles imperialistas británico y alemán, ésta no dejó de explicar esto: el mundo ha sido tan empobrecido por la guerra que ninguna de las partes beligerantes está en condiciones de satisfacer las enormes necesidades económicas de la Rusia soviética. Rusia necesita maquinarias, recursos y ayuda organizativa de todas partes, y al precio más bajo. ¿Ha cambiado esta situación el final de la guerra? Alemania ha colapsado, pero su aparato y su conocimiento tecnológico están en un nivel muy alto. Los países anglosajones han salido victoriosos, pero su desbarajuste económico es tan profundo que son completamente incapaces de brindar ayuda suficiente a Francia y a Italia. Está creciendo la tendencia a explotar los recursos de Alemania al máximo en los círculos capitalistas franceses. Esta tendencia se acentúa todavía más por la continua baja del franco[47] con relación a la libra y al dólar (un buen ejemplo de la utilización de la victoria y la "solidaridad de los vencedores"). Polonia y Checoslovaquia, ambos vasallos de la Entente, han sido obligadas a efectuar acuerdos económicos con Alemania, en primer lugar porque la ayuda que están recibiendo de la Entente es insuficiente, y también porque ninguna victoria puede hacer caso omiso de vínculos económicos que emanan de la proximidad geográfica.
"A esto se añade un hecho económico muy importante. El abrumador desbarajuste que impera en la economía mundial significa que incluso aunque Rusia quisiera implementar una política a corto plazo, por ejemplo adquirir bienes, en vez de pensar en movilizar sus fuerzas económicas, no obtendría estos productos en cantidades suficientes. Antes que nada, ésta debe dedicarse a la organización de su economía con los pocos medios de producción que reciba de los capitalistas extranjeros. Pronto se verá en la necesidad de fabricar en su propio suelo las máquinas necesarias. Si comprende la necesidad de esto, debe por lo tanto importar, en forma prioritaria, del exterior los recursos técnicos calificados que le hacen falta. Luego de la ruina de sus relaciones externas y del colapso de su economía, Alemania dispone de miles de ingenieros, químicos y obreros calificados deambulando por allí, sin pan y sin trabajo, que le prestarían un servicio considerable a la Rusia soviética en su reconstrucción. Naturalmente, los periodistas de la Entente pondrán el grito en el cielo cuando lean esto: "Así que los bolcheviques quieren entonces ayudar a Alemania a reconstruir el poderío del capital alemán sobre territorio ruso." Esta alharaca acerca de los nuevos vínculos germano-bolcheviques es tan engañosa como las antiguas advertencias estridentes. Ni siquiera le estamos ofreciendo al capitalismo alemán las concesiones que le ofrecemos al capitalismo de la Entente. Y esto es así no sólo porque aquél no posee la fortaleza suficiente como para extorsionarnos, sino porque no sabría qué hacer con ellas. Necesita exportar capital para expandirse. Ahora bien, la guerra convirtió a Alemania en un país miserable y empobrecido. En vano mendiga créditos a Estados Unidos, pero por sí misma es incapaz de generar expansión alguna. Las relaciones económicas germano-rusas, que juzgamos necesarias, independientemente de las concesiones que la Rusia soviética deba hacerle a Gran Bretaña, no pueden construirse en absoluto sobre las viejas bases capitalistas. No es el intercambio de productos ni la exportación de capital lo que constituye la nueva base de las relaciones económicas germano-rusas, sino la ayuda mediante mano de obra. Estas no le otorgarán a los alemanes la posibilidad de dominar a Rusia, sino que al ayudar a Rusia a recuperar su poderío económico, le brindarán a miles trabajadores manuales e intelectuales alemanes pan y trabajo, y también sentarán las bases para el intercambio futuro de productos entre Rusia y Alemania. Rusia hubiera tenido que seguir esta política incluso si hoy en día fuera un estado burgués. Es una política dictada por los intereses rusos. Pero coincide con los principios que un estado proletario no debe echar por la borda, incluso frente a una necesidad imperiosa: no debe convertirse en el instrumento de una política que consista en empobrecer y aislar a otros pueblos. Naturalmente, hacen falta dos para las relaciones políticas y personales. Si el gobierno alemán continúa en una posición estúpidamente pasiva, temiendo al bolchevismo como la Entente, abrigando la esperanza de que el diablo hunda a Rusia y se la entregue atada de pies y manos a Denikin, entonces tendrá que asumir la responsabilidad por su propio bloqueo autoimpuesto.
"Los límites de las concesiones económicas que la Rusia soviética puede hacer al capital de la Entente son de una naturaleza más social. No puede permitir que surjan colonias imperialistas en su suelo, en las que el proletariado ruso juegue el papel de esclavo blanco. Incluso si la Rusia soviética se ve obligada a proveer una cierta cantidad de riqueza al capital extranjero, esto sólo podría tener lugar sobre la base de condiciones que serían pactadas concretamente entre los estados interesados. Antes que nada, se plantea una cuestión de condiciones de trabajo, que no deben ser peores que las del resto del proletariado ruso; y esto dando por sentado que los obreros vayan a ser tomados como empleados allí. Entonces se plantea la cuestión de la relación entre la producción de las empresas concesionarias, y el plan económico de conjunto de la república soviética. Los acuerdos deben definir qué parte de la producción será en beneficio de la economía rusa organizada. Si Rusia desea renacer económicamente, debe extraer beneficios inmediatos del desarrollo de las empresas concesionarias, comprándoles a precio de costo una porción de la producción, que luego sería usada para dotarla de los medios de producción necesarios. Sólo así el tributo que es necesario pagarle al capital extranjero no equivaldría a desangrar a Rusia. No podemos entrar en detalles sobre esta cuestión aquí, porque ese nos apartaría del tema. No obstante, el año pasado hubo consultas muy profundas y concretas sobre este tema en los círculos que dirigen la política económica de la Rusia soviética. Si había dudas el año pasado acerca de si los círculos capitalistas, acostumbrados a un método individualista de producción económica, aceptarían que su iniciativa privada estuviera limitada por controles sociales, la situación ha cambiado notablemente en el ínterin. De hecho, éstos se enfrentan a los mismos problemas en sus propios países, y no importa cuánto se opongan a cualquier intento de control social, es obvio, sin ninguna duda, que la presión del movimiento obrero y la necesidad de superar la anarquía económica de una u otra manera, los ha obligado a renunciar a su antiguo individualismo sin límites. Lo que se han visto obligados a conceder a los obreros británicos y norteamericanos, incluso antes de que éstos hayan conquistado el poder político, también deben concederlo a los obreros rusos, que son apoyados por el estado obrero ruso.
"No queremos exagerar las cosas aquí, o pintarlas de color de rosa. A pesar de la importancia de las concesiones que el capital extranjero se verá obligado a efectuar ante el proletariado ruso, si es que quiere hacer negocios en Rusia, el hecho es que los obreros rusos tendrán que trabajar en pos de las ganancias de los capitalistas extranjeros, que la riqueza natural de Rusia será explotada por una economía capitalista extranjera, y que un cuerpo extraño verá la luz en el seno de la Rusia soviética. Pero en tanto la Rusia soviética misma constituya un cuerpo extraño dentro del sistema de estados capitalistas, no puede evitar estos peligros.
"Está claro que de hecho hay un peligro en todo esto. Ya que independientemente de las dificultades que el gobierno proletario encuentre en caso de conflicto entre los proletarios rusos y las concesionarias capitalistas extranjeras, también existe el peligro de que los vestigios de la derrotada burguesía rusa renazcan alentados por las empresas privadas extranjeras. Este peligro aumentará en la medida en que el gobierno soviético se vea obligado a hacer más y más concesiones al capital extranjero, si la actual etapa transicional llegara a extenderse. Con esto es precisamente con lo que cuentan Lloyd George y los otros líderes de la Entente que se inclinan por llegar a un acuerdo de paz con la Rusia soviética. Que sus esperanzas se materialicen o no depende del tiempo que dure esta colaboración. La influencia que la paz con el capitalismo de la Entente tenga sobre el desarrollo del estado proletario ruso también depende de ella. Si esta colaboración se prolongara durante muchos años, la Unión Soviética se transformaría como mucho en un estado al estilo de Nueva Zelanda o Australia, un estado capitalista gobernado por los obreros y los campesinos, en el cual el capital financiero ha efectuado grandes concesiones al proletariado en lo que respecta a sus niveles de vida... Obviamente, esta es una situación mejor que la existente en Estados Unidos o Europa, pero no es la dictadura del proletariado que busca sentar las bases del comunismo. No obstante, si como es probable que suceda, la revolución mundial se extiende en forma lenta pero segura, estos acuerdos con respecto a los intereses capitalistas extranjeros no serán ni tan importantes ni prolongados como para amenazar el poder efectivo del proletariado. Al otorgarle la paz a la Rusia soviética, así como la posibilidad de proceder a la reconstrucción de su economía, estos acuerdos podrían incluso permitir que el poder efectivo del proletariado se fortalezca. Está claro que este poder será más fuerte si las condiciones de transporte mejoran, si las industrias obtienen las materias primas y el combustible necesario, y si los campesinos pueden comprar productos a cambio del pan, incluso aunque tengamos que renunciar a muchos objetivos y replegarnos por un tiempo.
"Cuanto más se fortalezca la Unión Soviética, más estará en condiciones de renunciar al terror, que no es nada más que un medio de defensa, y más estará en condiciones de ejercer la dictadura con moderación. No se debe dar por terminada la dictadura en tanto persistan las amenazas contra la dominación del proletariado. Pero la severidad de la dictadura depende del alcance de las amenazas; en la medida en que éstas disminuyan podemos ampliar el círculo de aquellas capas vacilantes a las que podemos permitirles el ejercicio de los derechos políticos. El párrafo 2 de la sección política del programa del Partido Comunista Ruso (marzo de 1919) dice esto: 'Al contrario de lo que sucede en la democracia burguesa, que oculta la naturaleza de clase del estado, el gobierno soviético reconoce abiertamente la necesidad histórica de la naturaleza de clase de cualquier estado hasta la desaparición de las divisiones de clase en la sociedad, y por ende todo poder estatal. El estado soviético apunta esencialmente a sofocar la resistencia de los explotadores. La Constitución soviética, que reconoce que la libertad no es más que un fraude si ésta constituye un obstáculo a la emancipación de los trabajadores de la opresión capitalista, no vacila en privar a ciertos grupos sociales del disfrute de los derechos políticos. La tarea del partido proletario es sofocar sin vacilaciones la resistencia de los explotadores, y librar una lucha ideológica contra las supersticiones muy enraizadas acerca de la naturaleza absoluta de las leyes y libertados burguesas, pero también ésta consiste en explicar que la restricción de los derechos políticos, junto con otras medidas que restringen la libertad, son sólo medidas temporarias en la lucha contra los explotadores, quienes defienden sus privilegios o tienen la esperanza de que éstos sean restaurados. En la medida en que la posibilidad objetiva de la explotación del hombre por el hombre desaparezca, la necesidad de medidas represivas temporarias también desaparecerá, medidas que el partido se esforzará al máximo por limitar, y a las cuales finalmente pondrá fin.'[48]
"En la medida en que las victorias del Ejército Rojo sobre los ejércitos contrarrevolucionarios debilitan las esperanzas de la nobleza y los explotadores rusos de reestablecer su dominio, las posibilidades de suavizar la dictadura proletaria en Rusia también aumentan. Por primera vez en la historia del mundo, esta dictadura le ha otorgado a amplios sectores del pueblo la posibilidad real de tomar parte en la vida intelectual y de dirigir el estado, y de crear así una democracia real como no existe en ningún otro estado. Pero al mismo tiempo esta dictadura ha privado a la burguesía, y a aquellos intelectuales que la apoyan, de derechos políticos porque los estaban usando para frenar la emancipación de las masas populares. La lucha armada del proletariado ruso con la contrarrevolución se hubiera terminado hace ya tiempo si los estados capitalistas (empezando por Alemania, y después la Entente) no hubieran apoyado a la contrarrevolución rusa por todos los medios a su alcance, obligando así a la Rusia soviética a fortalecer sus medidas de defensa. La contrarrevolución ha sufrido grandes derrotas en este combate. Si el imperialismo de la Entente cesara al fin de entrometerse en la guerra civil rusa, si levantara su bloqueo mortal, entonces la clase obrera victoriosa podría renunciar a sus medidas militares, como resultado del fin de la guerra civil. Esto no significa que renunciaría a dirigir el estado de conformidad con los intereses de los obreros, sino que por el contrario desarrollaría realmente al estado proletario, a partir de la victoria del proletariado sobre la opresión burguesa, hacia la democracia. Este desarrollo se produciría gradualmente. Cualquier intento del capital de la Entente por ejercer presión para acelerar este proceso, no haría más que obstaculizarlo. Cualquier interferencia en favor de los antiguos miembros de la burguesía despertará una profunda desconfianza en el seno del proletariado, prolongando la guerra civil, más allá de que el gobierno soviético lo desee o no.
"Hemos descrito las concesiones que puede hacer la Rusia soviética. Muchos revolucionarios las considerarán una humillación profunda. ¿Qué? ¿La orgullosa Rusia soviética, que repudió sus deudas de guerra, acabará por pagarlas? ¿La Rusia soviética, que ha derrotado a la burguesía rusa, le hará concesiones al capital privado? Sí, precisamente porque la Rusia soviética por sí sola no puede derrotar al capital mundial sólo el proletariado mundial puede hacer eso, tiene que pagarle un tributo a la burguesía mundial. Es inútil enojarse por esto. Esta situación continuará hasta que una abrumadora descomposición capitalista desencadene la revolución mundial. Un sector de la prensa capitalista y la prensa de los denominados socialistas traidores a la clase obrera dirán que la república soviética ha emprendido el camino de Damasco, el de la renuncia al comunismo. Dejemos que sigan cacareando, ya habían dicho eso luego de Brest-Litovsk, pero nosotros sobrevivimos, mientas que los vencedores de Brest-Litovsk fueron aplastados por la rueda de la historia. No nos retractamos de nada. Todo lo que enseñamos sobre la dictadura del proletariado sigue siendo completamente válido, más allá de la forma en que ésta sea implementada, y el gobierno soviético ruso siempre será el representante del poder del proletariado, o no será. Que los enemigos y los amigos comprendan una cosa: no habrá una fachada de república soviética. Si la república soviética no tuviera la fortaleza como para defender el poder real, no defendería una existencia que no es más que una sombra, sino que capitularía abiertamente o se hundiría combatiendo. El resultado del ataque de otoño contra las principales ciudades demostró que no hace falta hacer esto. ¿Por qué peleó ésta si se encontraba al límite de sus fuerzas? Como efectivamente resistió y pasó una ardua prueba militar, así también podrá superar la ardua prueba económica que nos depara un duro invierno. Entre los Denikin y los Kolchak, las condiciones económicas son incluso peores. También es necesario destacar el siguiente hecho: mientras que en la Rusia soviética la clase obrera está convencida de que el gobierno proletario ha hecho lo imposible por ayudarla, no podría, hambreada como está, siquiera llegar a contemplar, más allá de los acciones de las camarillas de Denikin y Kolchak, el festín que se estaban dando los ricos. Este invierno la mitad de Europa sufrirá un tormento infernal, y ninguna parte de la Entente entregará ayuda alguna. Y no lo hará porque no puede hacerlo. La ayuda requiere millones y millones, y Francia y Gran Bretaña se encuentran al borde de la bancarrota. El gobierno soviético no tiene necesidad de entregarse, ya sea en forma abierta o encubierta. Para remediar la terrible miseria se ve obligado, en nombre de la paz, a hacer concesiones. Los meses venideros decidirán si la Entente es capaz de tener alguna idea racional sobre la cuestión rusa. Si no lo logra, la Rusia soviética tendrá que sobrevivir a costa de grandes sacrificios, pero el colapso del imperialismo de la Entente será incluso todavía más rápido porque éste se verá obligado, una vez más, a realizar esfuerzos inusitados por derrotar a la Rusia soviética. La diferencia entre nuestros oponentes y nosotros es que el tiempo está de nuestro lado. Tomamos la decisión de hacer concesiones porque sabíamos que saldríamos victoriosos al final. Podría prevalecer la política de jugarse el todo por el todo a un solo tiro de los dados. Lo que suceda dependerá de la actitud de los obreros de la Entente este invierno, y de los acontecimientos políticos en todas partes del mundo. Pero de una cosa estamos seguros en toda esta mezcla de tendencias: la desintegración capitalista continuará y la revolución proletaria se extenderá. Nosotros, que somos su vanguardia, padeceremos tiempos duros. ¡Pero estamos seguros de vencer sí o sí!"[49]
Estas líneas fueron escritas, como he dicho, en diciembre de 1919 en el momento de las decisivas victorias de la Rusia soviética sobre los Blancos, en el momento en que Kolchak y Yudenich[50] eran liquidados y Denikin era forzado a replegarse hasta el Cáucaso. ¿Y qué dicen estas líneas? Nos dicen que en el momento de las más grandes victorias, no abandonamos ni por un segundo los siguientes puntos de vista: para empezar, Rusia es un país cuya población es esencialmente pequeño burguesa, y que por esa razón la política comunista tiene que aguardar que llegue su momento en la aldea, y que la socialización de la agricultura es un problema que insumirá el trabajo de generaciones enteras, y que además el gobierno soviético debe por el momento tratar de llegar a un acuerdo con los campesinos. En pocas palabras, dábamos por sentado que la mayor parte de la economía rusa estaría en el futuro inmediato orientada hacia la producción mercantil pequeño burguesa. Luego sosteníamos que la revolución mundial se desarrollaría lentamente luego de superada la crisis de la desmovilización, y que entonces el gobierno soviético tenía que apuntar, por el momento, a llegar a un modus vivendi con los estados capitalistas, y con este fin, prepararse para efectuar concesiones al capital:
"En tanto el proletariado no haya triunfado en los principales estados capitalistas, en la medida en que no esté en condiciones de utilizar todas las fuerzas productivas del mundo para la construcción socialista, en tanto los estados capitalistas coexistan junto con los estados proletarios, los estados proletarios se verán obligados a llegar a acuerdos con ellos, y no habría ni un capitalismo puro ni un socialismo puro. Al limitar geográficamente entre sí, se verían de hecho obligados a hacerse concesiones recíprocas en sus propios territorios nacionales."
Esta concepción no era patrimonio exclusivo mío, sino que era una concepción común entre los principales dirigentes del Partido Comunista Ruso y el gobierno soviético. Y esta concepción no era sólo resultado de las experiencias de 1919. De hecho, Lenin no sólo defendió esta concepción en la época de los conflictos que surgieron en ocasión de la firma de la Paz de Brest, sino que también la defendió en abril de 1918, durante su discurso acerca de las tareas inmediatas del poder soviético. Este discurso fue efectuado el 29 de abril de 1918 ante el Comité Ejecutivo Central de los soviets. En él Lenin desarrolló las siguientes ideas: en la esfera de la política exterior, era necesario por un lado crear el Ejército Rojo, y por otro lado hacer concesiones al capital internacional hasta tanto la revolución mundial no hubiera triunfado. En la esfera de la organización de la economía, apoyaba no sólo la necesidad de convocar a especialistas burgueses ofreciéndoles salarios más altos, la necesidad de llegar a un acuerdo con las cooperativas pequeño burguesas, sino incluso con los cárteles capitalistas debían organizar la industria pesada bajo control del estado con participación en las ganancias. En abril de 1918, Lenin declaró que era necesario aprender cómo organizar el socialismo de los magnates de los trusts capitalistas, y exigió que se pusiera temporariamente fin a los ataques contra el capital porque pensaba que el gobierno soviético ya había expropiado mucho más de lo que podía controlar.[51] En la actualidad, se nos plantea la siguiente cuestión: ¿por qué el gobierno soviético llevó adelante la política opuesta durante el periodo que va desde el otoño de 1918 hasta marzo de 1921, la política de requisas en las aldeas, la política de nacionalización de todos los medios de producción en las ciudades, la política de suprimir incluso todo comercio interior, que fue atacado como especulación? ¿Por qué entonces no siguió el gobierno soviético la política defendida por Lenin en abril de 1918, política también defendida a menudo en teoría por los líderes de la república soviética en 1919? (Cf. el discurso de Lenin sobre las relaciones con el campesinado medio en abril de 1919[52]; cf las incesantes propuestas de paz y ofertas de concesiones dirigidas por el gobiero soviético al capital extranjero en 1919). En su discurso ante el Congreso de las Secretarías de Educación Política Popular de octubre de 1921, Lenin explicaba que la política de estos tres años había sido un error y proclamaba la necesidad de un retorno a la política de 1918.[53] Esta explicación fue interpretada por los enemigos del comunismo como una confesión de la bancarrota del comunismo ruso, una confirmación de la corrección de toda lo que la prensa capitalista mundial, no sólo la de los mencheviques, había dicho muchas veces sobre la política del comunismo ruso. Obviamente, Lenin es sin duda alguna un hombre de una rectitud política ejemplar, un hombre digno de confianza que nunca teme admitir los errores que cometió. Sin embargo, queda claro que no pronunció este discurso, en tanto líder de un gran gobierno, para sincerar su corazón frente a los capitalistas del mundo entero y los mencheviques, sino que con sus discursos Lenin perseguía sus propios objetivos políticos. En un discurso que hizo más tarde, el 29 de octubre (que fue publicado en la Pravda de Moscú el 3 de noviembre), explicó porqué había hablado de falencias y errores. [54] Se trata, explicaba, no sólo de darle una nueva orientación a la política económica de la república soviética, que ha estado en vigor desde el mes de marzo de 1921, sino también de llevar adelante la nueva política. Ahora bien, el partido, que desde el otoño de 1919 había llevado adelante la más intransigente política de nacionalización, no es capaz de cambiar de la noche a la mañana, y esa es la razón por la cual tiene que ser conciente, en la forma más brutal, de los cambios que se han producido en las condiciones de desarrollo de la república soviética. Y esto es lo que Lenin hizo al hablar de errores pasados. En este discurso, Lenin trataba de explicar la naturaleza de los errores cometidos haciendo una comparación entre las diferentes tácticas usadas por el general japonés Nogi para capturar Port Arthur.[55] Por empezar, atacó la fortaleza con una furiosa ofensiva frontal que le costó numerosas bajas. Cuando vio que Port Arthur no podía ser conquistada por estos métodos, Nogi realizó un sitio lento y sistemático, y tomó la ciudad al final de luchas muy duras, en las cuales el trabajo de los zapadores y la artillería jugó un papel tan crucial como la artillería y los ataques frontales. Entonces Lenin preguntaba: ¿fueron un error los primeros ataques frontales? La respuesta es sí y no. Fueron un error porque más tarde quedó en evidencia que eran insuficientes para capturar la fortaleza. Pero no fueron un error porque la capacidad de resistencia del enemigo no podía ser determinada sin un ataque, y un general debe tratar de derrotar al enemigo lo más rápido posible. Por último, incluso los ataques repelidos habían debilitado al enemigo, y le habían permitido a él conquistar finalmente mediante el sitio. Asimismo, decía Lenin, era necesario destruir al capitalismo en Rusia mediante un ataque frontal. Pero cuando los ataques frontales no produjeron el resultado esperado, nuestro deber era preparar la retirada y organizar el sitio contra el enemigo, y derrotarlo por otros medios. Cualquier comparación es incompleta, pero esta comparación de Lenin cojea de ambos pies, por así decir, y el análisis de esta comparación contribuye en gran medida a explicar las causas de la política de la república soviética en el periodo que se extiende entre el otoño de 1918 y marzo de 1921, hasta su cambio actual.
Por empezar, nos gustaría decir que la historia de planificar para la guerra es un viejo cuento que todos los auténticos historiadores de la guerra e historiógrafos de la estrategia han cuestionado. Los estados mayores de todos los ejércitos tratan de desarrollar una concepción sobre la guerra futura, que solamente los observadores externos consideran un plan de guerra. Pero no ha habido una sola guerra en la historia que haya consistido meramente en un golpe o un ataque sorpresa, que se haya desarrollado según el plan prefijado por el alto mando. Se suscitó un gran debate en la historia militar alemana luego del colapso de 1918, para saber si la guerra había sido conducida o no según el Plan Schlieffen.[56] La investigación histórica ha demostrado que no había ningún plan de guerra en absoluto. Schlieffen tenía en mente una situación en la cual Alemania debía librar la guerra en dos frentes, y creó el plan básico de preparar una división del ejército alemán en caso de que la guerra se librara en las condiciones anticipadas por él. Schlieffen contaba con una lenta movilización de tropas rusas, y en consecuencia desarrolló la idea de conquistar una posición defensiva en el frente oriental antes de que Rusia pudiera movilizar al grueso de sus tropas, mientras trataba de vencer a Francia primero con fuerzas decisivas. No preparó un plan para la conducción de la guerra, porque sabía muy bien que un plan concreto sólo puede ser elaborado luego de que los primeros enfrentamientos con las fuerzas enemigas hayan provisto indicios sobre cómo se desarrollarán los acontecimientos futuros. Los pronósticos de Schlieffen no se cumplieron, ni tampoco fue posible aplicar su idea básica correctamente. Aunque no existe un plan general de guerra elaborado de antemano que guíe la conducción de la guerra, sí hay no obstante un plan para cada batalla en particular. El comandante en jefe posee información acerca del estado de las fuerzas enemigas en una situación de combate concreta. Sus propias fuerzas también representan una magnitud dada y precisamente definida. Baraja todas las posibilidades que tiene de derrotar a las fuerzas del enemigo, y luego elige la idea que le parece más favorable según su criterio. Por lo general, tiene distintas opciones a mano. Lo mismo sucedió con el general Nogi. Nogi podría haberse dado cuenta de entrada que la toma de Port Arthur era imposible mediante un ataque frontal. Podría haber evitado el error cometido evaluando correctamente a las fuerzas enemigas, pero Nogi sobrestimó la viabilidad del ataque, y subestimó las fuerzas de defensa, y esa es la razón por la cual su ataque fue un error. Ahora bien, nuestro Nogi, Lenin, estimaba que las fuerzas del capital mundial eran muy poderosas. En su discurso de abril de 1918, elaboró un plan de guerra que partía de una estimación correcta de las fuerzas enemigas y de nuestras debilidades.[57] Este es el motivo por el cual proponía hacerle concesiones al campesinado y al capital, y esa es la razón por la cual llevó adelante una política de acuerdos con el capital mundial firmando la paz con Alemania en Brest Litovsk, y haciendo todo lo que estaba al alcance de su mano para evitar la guerra con la Entente. Lo que Lenin en la actualidad defiende bajo la etiqueta de Nueva Política Económica no es más que un episodio ulterior de su plan de guerra de 1918. ¿Pero qué fue lo que llevó a abandonar su ingenioso plan en el otoño de 1918? Lenin y la república soviética no tenían libertad de acción, no podían optar libremente. Desde el levantamiento checo durante el verano de 1918,[58] desde la ocupación de Arcángel por los británicos, [59] el enemigo había tomado la iniciativa. Le había dictado a la república soviética el curso de acción a seguir. El enemigo era mucho más fuerte que nosotros, tomó la iniciativa y pasó a la ofensiva, desechando la posibilidad de cualquier negociación. Fue necesario pelear, y esta lucha no se libró siguiendo un plan preconcebido, sino bajo la compulsión de las necesidades de la lucha misma. Comprendíamos perfectamente que estábamos obligados a llegar a un acuerdo con los campesinos, que son pequeños productores de bienes, que son pequeño burgueses, y que sólo podían ser ganados para la política comunista a través de las generaciones mediante los grandes avances ofrecidos por los modernos métodos técnicos de la agricultura. Pero a pesar de que nos vimos obligados a recurrir a una política de confiscaciones que nos granjeó enemigos en las aldeas, y que al continuar durante varios años, debilitó a las fuerzas agrícolas considerablemente. Por empezar, Siberia estaba en manos de los checoslovacos, y luego de Kolchak; Ucrania estaba en manos de los alemanes, y después pasó a manos de Skoropadsky, después Petliura, [60] y finalmente a manos de Denikin. Tuvimos que alimentar a las ciudades y los ejércitos, cada vez más numerosos, recurriendo a las reservas de Rusia central y la región del Volga. Los campesinos habían tomado la tierra de hecho. Habían retornado a la aldea luego de una guerra que había fortalecido su conciencia, contaban con armas, y con una idea de libertad y de sus relaciones con el estado que eran muy cercanas a la concepción según la cual el campesino no tiene en absoluto necesidad de algo tan diabólico como el estado. Si hubiéramos tratado por entonces de imponer impuestos en especie, no hubiéramos podido cobrarlos, porque no poseíamos el aparato necesario, y porque los campesinos no los hubieran entregado en forma voluntaria. Fue necesario hacerles entender, antes que nada con métodos muy enérgicos, que el estado no sólo tenía derecho a solventar sus necesidades reclamando una parte del producto a sus ciudadanos, sino que también contaba con la fuerza necesaria para imponer este derecho. Además, dado que desde comienzos del otoño nuestro territorio de aprovisionamiento era muy limitado, los impuestos en especie extraerían de los campesinos, por necesidad, todo aquello que no fuera necesario para su propia subsistencia. Un impuesto en especie que confisca todo el producto excedente y es recolectado por el recurso a la fuerza militar no es otra cosa que una requisa.
Pero si tratábamos de arrancarle a los campesinos el producto excedente en su conjunto, era necesario evitar por todos los medios que se rehusaran a vendernos sólo una parte de los cereales que necesitábamos perentoriamente. Tuvimos que prohibirles vender cereales, y tuvimos que eliminar el comercio con la ciudad, el cual constituía un aliciente para la creación de un mercado negro de cereales.
¿Y podíamos dejar los recursos productivos e industriales en manos de la burguesía? Sabíamos muy bien que no podíamos administrar la pequeña y mediana industria por nuestros medios, ya que nuestras fuerzas eran insuficientes para ello. Sabíamos que los capitanes de la industria nos serían necesarios, y que la cartelización estatal de la industria con participación estatal, pero bajo gestión práctica de los capitalistas controlados por el estado, sería temporariamente la forma de organización industrial más favorable para nosotros. Pero estos caballeros, los capitanes de la industria, se pasaron a las filas del enemigo con el fin de derrotarnos, primero con ayuda de los alemanes, y luego con ayuda de los Aliados. No querían ser nuestros arrendatarios, ni tampoco someterse al control del estado. En una palabra, no quisieron aliarse con nosotros, porque abrigaban la esperanza de poder echarnos del poder. La política de llegar a un compromiso con los líderes del gran capital fue imposible, porque ellos no reconocían nuestro poder, y estaban por el contrario convencidos de que lograrían derrocarnos. Pero sólo el reconocimiento actual de nuestro poder ha sentado las bases para llegar a un acuerdo. En lo que respecta a la pequeña y mediana industria, fue necesario cerrar sus puertas desde el comienzo mismo de la gran Guerra Civil. Los frentes en una guerra civil difieren de los frentes en una guerra entre estados, en el sentido de que los Blancos, al igual que los Rojos, siempre tienen fuerzas enemigas a sus espaldas. Las líneas del frente sólo dividen al país geográficamente, pero no socialmente. De un lado del frente los Rojos tienen la supremacía, pero las fuerzas contrarrevolucionarias no han desaparecido en consecuencia de su territorio. Del otro lado, el poder está en manos de los Blancos, pero las fuerzas de los Rojos, las fuerzas de la revolución, todavía existen y representan una gran amenaza para la dictadura de los Blancos. Con el fin de triunfar en el frente, la dictadura de los Blancos, al igual que la de los Rojos, debe eliminar totalmente a las fuerzas enemigas en su retaguardia. La fortaleza de las masas trabajadoras reside en su organización. Esta es la razón por la cual la dictadura de los Blancos reprime toda forma de organización obrera. La fortaleza de la burguesía reside en el hecho de que dispone de los medios de producción y los bienes. Podemos eliminar por completo toda organización política de la burguesía, pero si permitimos el comercio burgués, la industria burguesa e incluso la existencia de la pequeña y mediana industria, entonces la burguesía mantendrá su cohesión y su unidad como clase sobre la base de las relaciones económicas recíprocas entre sus miembros, y en tanto enemigos de la clase obrera, usarán sus medios materiales contra nosotros. Esta es la razón por la cual nos vimos obligados a nacionalizar la pequeña y mediana industria, incluso aunque la nacionalización no fuera más que un pretexto para cerrar las fábricas. Se estaba librando un combate, y era necesario aplastar al enemigo. Era nosotros o ellos, así se planteaba la cuestión, y no había lugar para llegar a compromiso alguno.
Pero la nacionalización también era necesaria por motivos económicos. Teníamos que librar una guerra contra un enemigo que disponía de los más modernos medios técnicos y militares. Pero tuvimos que equipar al ejército y dotarlo de armas por medio de una industria que había sido dislocada por la guerra mundial, una industria que ya antes de la guerra estaba a un nivel mucho más bajo que la de Europa occidental. Por lo tanto, sólo podíamos vencer agrupando a todas las fuerzas industriales del país, usándolas en forma concentrada para la victoria. Dejamos que las líneas férreas alejadas entraran en decadencia, porque era necesario fortalecer la red ferroviaria en el teatro de operaciones de la guerra. Todavía recuerdo las palabras de Trotsky ante el congreso del partido en 1920: "Hemos arrasado el país para derrotar a los Blancos". Seguramente que esto no era una política económica, y mucho menos una construcción comunista. Fue una política de guerra y victoria, y como no podíamos vencer de otra manera, y vencimos de esta manera, la historia ha dado su veredicto sobre estos métodos. Y este veredicto se lee así: este camino no fue un error. Fue el camino que condujo a la victoria.
Pero tuvimos que tomar este camino no sólo por la política de la burguesía, y a causa de las necesidades económicas, sino que también tuvimos que tomarlo porque la fuerza principal sobre la que nos apoyábamos era la clase obrera. Cada clase social tiene su propio programa máximo, al cual sólo renuncia o cede parcialmente, cuando se ve obligada a hacerlo por la presión de otras clases, y bajo presión de la necesidad. Ya desde la década de 1840, los reformadores sociales burgueses le han dicho siempre a la burguesía que iba en interés suyo no tratar a los obreros como esclavos. Le explicaban a la burguesía que una clase obrera bien remunerada, culturalmente desarrollada, trabajaría mejor, pero la burguesía no prestó la más mínima atención a estos consejos, hasta que la clase obrera opuso su propia voluntad al deseo de la burguesía de explotarla implacablemente. La burguesía rusa ya sentía el calor de las llamas de la revolución, pero aún así no pensaba en ahogar la revolución mediante la nacionalización, la lucha contra la especulación y las concesiones a la clase obrera. Los campesinos rusos no querían entregar su pan a las ciudades o a los obreros, que les habían concedido la tierra, hasta que se vieron obligados a hacerlo. Los obreros rusos, que habían sido esclavizados y oprimidos por la burguesía, habían tomado el poder, y lo habían tomado por asalto. La burguesía parecía impotente, y en estas condiciones no podíamos esperar que los obreros comprendieran efectivamente la real relación de fuerzas existente, o que comprendieran efectivamente las dificultades del nuevo régimen, y las dificultades para asentar su poder. En 1917, tal como en 1918, Lenin y los dirigentes del partido tuvieron una comprensión correcta de la relación de fuerzas, pero las masas no. Lenin, en su discurso sobre las tareas inmediatas del gobierno soviético,[61] y Trotsky, en su discurso acerca del "trabajo y la disciplina",[62] dieron sermones enteros, por un lado contra la mentalidad que describían como la psicología de masas pequeño burguesa, individualista, que consistía en decir: "la industria nos pertenece, cada trabajador es el amo de su propia casa, y puede tomar lo que quiera", y por otro lado contra las aspiraciones de implementar el socialismo de un solo golpe. Hoy en día, luego de cuatro años de revolución y de privaciones inmensas para las masas, Lenin, con el fin de asegurar la estricta y resuelta implementación de una política de compromiso, considera necesario decirle al partido que la política económica seguida hasta ahora fue un error. Sin embargo, es altamente improbable que la política actual hubiera podido ser implementada en 1918, incluso aunque la Entente no hubiera atacado. Basta recordar que en 1918 un influyente grupo de publicistas y organizadores, tales como Bujarin, Ossinsky, Smirnov, Yakovleva, Lomov y yo mismo,[63] lanzaron un ataque contra esta política en un órgano fraccional, El comunista, y que no sólo había una tendencia de izquierda en el partido, sino que esta tendencia contaba incluso con una organización centralizada. Y fue en este espíritu del primer ataque frontal victorioso que la clase obrera se trabó en una lucha muy dura contra los Blancos y contra la intervención. Ésta soportó privaciones terribles, e hizo los sacrificios más grandiosos. ¿Y quién se sorprendió por el hecho de que Rusia, el campo de batalla que era Rusia entonces, una fortaleza sitiada, tuviera que vivir como en estado de sitio? Cuando los luchadores revolucionarios estaban pasando hambre y miseria, ¿podían acaso ceder el más mínimo poder o privilegio alguno a la clase que con ayuda de la Entente estaba ahogando al país en un baño de sangre?
Las necesidades de la guerra y las necesidades de la lucha se transformaron, en la cabeza de las masas, en la religión del comunismo. Y cada una de nuestras medidas, incluso aunque persiguieran fines muy limitados y transitorios, era integrada e incorporada a un sistema comunista generalizado. Un filisteo de poca monta, el menchevique Abramovich,[64] preguntó dónde y cómo el Partido Comunista describía sus medidas como temporarias. ¿Por qué hablaba éste de comunismo? Este hombre tan valiente no sólo no había participado nunca en una revolución, sino que incluso no había leído con simpatía alguna la historia de las grandes guerras de liberación. De otra manera, hubiera comprendido que la revolución no sólo da lugar a juicios serenos, sino también a ilusiones, que no son "errores", sino que dan impulso a la ofensiva, la fortalecen, y la conducen hacia los fines que históricamente tiene planteados ante sí. Sería ridículo negar que cometimos muchos errores en la lucha, o que alguna vez llevamos adelante una política equivocada, pero sería igualmente ridículo negar que la ideología, que había tomado su propia dinámica, muy a menudo transformaba medidas de orden provisional, transitorias, en un sistema que a su vez influenciaba a las medidas, prolongándolas más de lo necesario. Tomada de conjunto, como época histórica, la política que hemos tenido que rectificar en la actualidad no fue un error. Todavía más, fue gracias a esta política, llevada adelante resueltamente, que pudimos hacer retroceder a los enemigos del país, derrocarlo desde adentro, siendo así capaces de crear las condiciones para la política actual. El general Nogi perdió su objetivo a causa de su estimación errónea de las relaciones de fuerza, a causa de su ataque frontal contra Port Arthur. La Rusia soviética no se lanzó a ninguna ofensiva por iniciativa propia. La guerra contra la Entente, con todas sus consecuencias, se nos impuso a la fuerza, pero nuestra ofensiva no fue rechazada. Hemos derrotado al enemigo, desbaratado sus planes y evitado nuestra propia derrota: hemos por lo tanto creado las condiciones que nos permiten intentar llegar a un acuerdo con él, lo cual es necesario para la reconstrucción económica del país.
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[33] Luego de prolongadas negociaciones, la república soviética firmó un tratado con la Alemania imperial en Brest-Litovsk, Polonia, el 15 de marzo de 1918, por el cual la primera cesó su participación en la primera guerra mundial.
[34] Una escisión de izquierda de la socialdemocracia alemana fundó el Partido Socialdemócrata Independiente (USPD) en 1917. Estaba dirigido por Haase, Kautsky y Ledebour. Más tarde se escindió, y la mayoría de sus miembros se incorporó al Partido Comunista, mientras que la minoría volvió al Partido Socialdemócrata en 1922.
[35] Durante la revolución alemana de noviembre de 1918, el USPD jugó un confuso papel, apoyando a los consejos obreros y a la república democrática al mismo tiempo.
[36] Woodrow Wilson (1856-1924) fue el presidente demócrata de Estados Unidos, de inclinación liberal, que propuso un programa de 14 puntos como base para la terminación de la primera guerra mundial.
[37] Georges Clemenceau (1841-1929) fue primer ministro de Francia durante la primera guerra mundial, siendo uno de los más ardientes partidarios de librar la guerra hasta el final; David Lloyd George (1863-1945) fue primer ministro de coalición de Gran Bretaña durante la segunda mitad de la guerra, y era partidario de las mismas políticas.
[38] Raymond Robins (1873- ) fue miembro del servicio de inteligencia norteamericano y de la misión de la Cruz Roja en Rusia.
[39] Este documento figura en el discurso de Radek sobre las consecuencias económicas de la Paz de Brest publicado en las Minutas del Primer Congreso de los Consejos de la Economía Nacional.[nota del autor]
[40] Mieczyslaw G Bronsky (Varshavsky, 1882-1941) fue Comisario de Comercio e Industria en el primer gobierno soviético.
[41] Robert Hamilton Bruce Lockhart (1887-1970) fue periodista y agente de la inteligencia británica en Rusia.
[42] Otto Bauer (Heinrich Weber, 1881-1938) fue uno de los grandes teóricos de la socialdemocracia austriaca.
[43] El primer gobierno soviético fue una coalición de los bolcheviques y los eseristas de izquierda, que habían roto con su partido y contaban con siete integrantes en el Consejo de Comisarios del Pueblo. Pero luego de la firma del tratado de Brest-Litovsk éstos pasaron a la oposición, y comenzaron acciones terroristas contra el gobierno.
[44] El almirante Alexander Vasilyevich Kolchak (1873-1920) dirigió el ataque de los Guardias Blancos contra el estado soviético desde el Lejano Oriente en la guerra civil rusa; el general Anton Ivanovich Denikin (1872-1947), comandante del Frente Sudoccidental durante la primera guerra mundial, hizo lo mismo pero en el sur de Rusia y en Ucrania.
[45] Los bolcheviques disolvieron la Asamblea Constituyente en enero de 1918, en razón de que ésta no reconoció la legalidad del gobierno revolucionario.
[46] Arnold Struthan, "Die Aussere und die innere Lage Sowjetrusslands", Die Kommunistische Internationale, 1919, nº 3, págs. 9 a 27.
[47] Cuando el franco fue finalmente estabilizado por Poincaré en 1926, su valor era sólo un quinto en comparación con su valor antes de la guerra.
[48] Programa del Partido Comunista, aprobado al cierre del Octavo Congreso del Partido Comunista Ruso (18 al 23 de marzo de 1919)
[49] Arnold Struthan, "Die Aussere und die innere Lage Sowjetrusslands", Die Kommunistische Internationale, 1919, nº 3, págs. 9 a 27.
[50] El general de los Guardias Blancos, Nikolai Nikolayevich Yudenich (1862-1933) atacó Petrogrado durante la guerra civil, respaldado por Gran Bretaña.
[51] VI Lenin, "Las tareas inmediatas del poder soviético", Obras escogidas, volumen 27, Moscú, 1964, pág. 246.
[52] VI Lenin, "Resolución acerca de la actitud hacia los campesinos medios", y "Los campesinos medios", Obras escogidas, volumen 29, Moscú, 1964, págs. 217-220, 246-247.
[53] VI Lenin, "La Nueva Política Económica y las tareas de las Secretarías de Educación Política", Obras escogidas, volumen 33, Moscú, 1964, págs. 62-64.
[54] VI Lenin, "Informe sobre la Nueva Política Económica", Obras escogidas, volumen 33, Moscú, 1964, págs. 83-101.
[55] El general japonés, conde Maresuke Nogi (1849-1912), atacó Port Arthur en agosto de 1905 durante la guerra ruso-japonesa.
[56] Alfred, Graf von Schlieffen (1833-1913) completó el famoso Plan Schlieffen en 1905, el cual proponía resolver la guerra en dos frentes contra Rusia y Francia con un golpe mortal contra Francia al comienzo de la guerra, seguido de un desplazamiento de todo el ejército alemán contra Rusia inmediatamente después.
[57] VI Lenin, "Las tareas inmediatas del poder soviético", Obras escogidas, volumen 27, Moscú, 1964, pág. 246.
[58] Alrededor de 40.000 soldados checos, la mayoría de los cuales habían sido tomados prisioneros por los rusos durante la primera guerra mundial, quedaron varados a la vera del ferrocarril transiberiano como resultado de la Revolución de Octubre. El gobierno soviético los autorizó a salir del país vía Vladivostok, pero luego de que una refriega con los prisioneros de guerra húngaros los llevara a tomar el control de Cheliabinsk el 14 de mayo, éste exigió que entregaran sus armas. Los checos organizaron entonces una revuelta, que llevó a un rápido colapso del poder soviético a lo largo del ferrocarril transiberiano desde el Volga hacia el este, y permitió el establecimiento de un gobierno de los eseristas en Samara, y del régimen Blanco en Siberia, dirigido por Kolchak.
[59] Con la excusa de que estaba protegiendo sus depósitos de municiones, el ejército británico desembarcó en Arcángel en 1918 para apoyar a los Blancos en la guerra civil.
[60] Pavlo Skoropadsky (1873-1945) y Semión Petliura (1877-1926) fueron nacionalistas ucranianos que se opusieron al régimen soviético, el primero en alianza con los alemanes y el último en alianza con los polacos.
[61] VI Lenin, "Las tareas inmediatas del poder soviético", Obras escogidas, volumen 27, Moscú, 1964, pág. 254.
[62] LD Trotsky, "El trabajo, la disciplina y el orden", 28 de marzo de 1918, Cómo se armó la revolución, volumen 1, Londres, 1979, págs. 28-48.
[63] El grupo de los Comunistas de Izquierda se formó en el Partido Bolchevique en protesta por la firma del Tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918. Además de Bujarin y Radek, entre sus líderes se encontraban Ossinsky (Valerian Obolensky, 1887-1938), Vladimir Smirnov (1887-1937), Varvara Yakovleva (1884-1944) y A Lomov (George Oppokov, 1888-1937). Su plataforma, las Tesis de los Comunistas de Izquierda, fue publicada en Kommunist el 20 de abril de 1918. Una traducción al inglés fue publicada por Critique en 1977. Cf. RI Kowalski, El Partido Bolchevique en conflicto, Pittsburgh, 1991.
[64] Raphael Abramovich (Rhein, 1880-1963) fue uno de los principales dirigentes de los mencheviques en el exilio.