En Poronín fuí durante siete días el huésped de los camaradas Lenin y N. Kroupskaia. Estos ocupaban una casa de campo de dos pisos. En la planta baja se alojaban Lenin, Nadejda Constantínovna y su madre; en el segundo piso había una o dos alcobas destinadas a los camaradas transeúntes, pues antes de mi llegada, Kámenev ya estaba instalado allí y a mí se me instaló a la vez. En el otro extremo de Poronin vivían Zinóviev y Lilina.
En Pronin, lo mismo que en Londres, Ginebra y París, donde tuve ocasión de verle, Vladimir Ilitch trabajaba y se paseaba a horas determinadas. A pesar de que durante mi permanencia en Poronin no cesó de llover, Vladimir Ilitch daba todos los días largos paseos a pie o en bicicleta por los alrededores, que son muy pintorescos. Desde Poronín se contemplan las montañas de Zakopan.
Muy a menudo yo acompañaba a Lenin en sus paseos. Una vez fuimos a Zakopan, que está próximo a Poronin. Desde allí nos internamos, durante todo un día, en las montañas, con el fin de ver, si mal no recuerdo, el “Ojo del mar”. Estaba con nosotros un tercer camarada, pero no puedo acordarme si era Hanecki, que entonces vivía en Poronin, o Kámenev. Recuerdo solamente que este camarada no nos acompañó hasta el final del viaje. La lluvia caía a torrentes, pero de vez en cuando reaparecía el sol. Estábamos calados hasta los huesos. Para evitar la lluvia, nos guarecíamos, alguna que otra vez, en unas cabañas muy parecidas a las que se encuentran en Siberia, en algunos caminos, y que estaban construidas especialmente para que los turistas pudieran cobijarse en ellas.
Estuvimos trepando durante mucho tiempo para escalar los peñascos, agarrándonos como podíamos a los salientes de las rocas. Durante la mayor parte del camino nos vimos precisados a seguir un sendero que bordeaba un inmenso precipicio. El panorama era grandioso. Pero cuando nos aproximábamos al “Ojo del mar”, las nubes ocultaron su vista. Por tres veces descendimos y volvimos a subir la montaña, pues el sol tan pronto salía como se ponía. Por último, pudimos ver, en el circo profundo formado por las elevadas montañas, el fondo cubierto de nieve inmaculada. Ya de noche, muy tarde, regresamos a Poronin helados y cansadísimos.
Este paseo ha quedado grabado en mi memoria. Lenin, por su parte, tampoco lo había olvidado. En 1918-19, cuando tuvo algunas tiranteces con el Comité del pueblo de Vías y Comunicaciones, el Comité de camineros del radio de Moscú y el Comité Central del sindicato de los camineros donde yo trabajaba, Ilitch, lamentándose, me decía a menudo que hubiera sido preferible haberme arrojado al fondo del barranco en el curso de nuestra excursión por las montañas de Zakopan.
Durante uno de estos paseos, Lenin me expuso el plan de preparación del Congreso del partido. La cuestión debía debatirse ante la Conferencia de otoño de 1913, para asistir a la cual tenía yo que invitar a los camaradas del sur de Rusia. Conforme al plan de Lenin, se debía solicitar la asistencia a ese Congreso de la socialdemocracia letona y de la oposición del partido socialdemócrata polaco y lituano (razlomovtsí). Con este objeto, Lenin enumeraba los nombres de nuestros camaradas que podrían ser delegados cerca de los letones. Por mi parte, no me oponía a la presencia en el Congreso de la oposición polaca; pero hube de insistir fuertemente para que se invitase al Comité Central del partido socialdemócrata polaco y lituano. Al mismo tiempo rogué que la invitación se hiciese extensiva a las organizaciones locales de los Comités citados, con el fin de que estos últimos pudieran darse perfecta cuenta de que no era culpa de los bolcheviques si su Comité Central no asistía al Congreso y se colocaba, por esta causa, fuera del partido obrero socialdemócrata de Rusia. (Los bolcheviques y el Comité Central del partido socialdemócrata polaco y lituano no estaban de acuerdo sobre los principios de organización, y tenían una concepción distinta de los métodos a seguir para la reconstitución del partido obrero socialdemócrata de Rusia.) Sobre esto, Lenin me declaró que no se trataba de “hacer diplomacia”, sino sencillamente de crear un partido capaz de combatir. Desde luego, si el Comité Central del partido socialdemócrata polaco y lituano asistía al Congreso, sería únicamente para presentar dificultades y complicaciones.
Como yo creía que si los delegados provinciales venían de Polonia a nuestro Congreso, podría ejercerse alguna presión sobre el Comité Central del partido socialdemócrata polaco y lituano para decidirle a colaborar, de una manera seria y efectiva, en los trabajos de las instituciones centrales del partido obrero socialdemócrata de Rusia, no pude inclinarme ante los argumentos de Lenin; y en vista de mi actitud, éste me dijo que, en esas condiciones, no era posible que yo continuase mi trabajo en las instituciones centrales del partido. Como ello coincidía con mi deseo de trabajar en la fábrica, quedó convenido que yo marcharía a Petersburgo o Moscú, a fin de militar en el plan local. Se me facilitó la dirección de un local de reuniones secreto en Petersburgo, en casa del camarada Abel Ienuzkidé (yo estaba personalmente en relaciones con la organización de Moscú), y marché al sur de Rusia para cumplir la misión que me habla confiado el departamento del Comité Central en el extranjero.