O. Piatnitsky

MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
(1896-1917)

 

 

Prologo

Veintiún años de organización y de acción revolucionaria.

 

Memorias de un bolchevique es la obra de uno de los más viejos militantes del partido comunista de la Unión soviética, uno de esos “revolucionarios profesionales”, tal como los concebía y llegó a formar Lenin; uno de ésos que sacrifican todo a la causa del proletariado, uno de los que más contribuyeron a la gloriosa victoria de octubre de 1917.

Estas Memorias no son una de esas “deslumbrantes obras literarias” que constituyen la admiración del burgués y del pequeño burgués; es un relato escrito por un obrero de lo que él ha visto y de su vida durante una actividad revolucionaria de más de veinte años. Al rayo deslumbrador de la literatura burguesa francesa; ocultando el vacío de una inteligencia en decadencia, las Memorias de un bolchevique nos muestra hechos, nada más que hechos, de los cuales se desprende una ardiente fe revolucionaria, de donde salió la mayor victoria social conocida. Obra apasionadora, la cual, el lector obrero no la abandonará sin haberla leído por completo, y que meditará profundamente, ya que cada una de sus páginas es una enseñanza preciosa para los obreros revolucionarios y para todos los comunistas.

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Lo que domina la obra y llama la atención del lector desde la primera hasta la última línea, es la idea de la organización. Con toda evidencia, Piatnitsky es uno de los que mejor comprendieron y pusieron en práctica el deseo de Lenin, que ha sido lo que dió la victoria al proletariado ruso: la necesidad para un partido revolucionario de una organización coherente, legal e ilegal, penetrando en todos los engranajes de la sociedad capitalista. En el “club” de discusión que querían los mencheviques, las “parlottes”, que son las secciones de los socialistas franceses -y también muchas organizaciones comunistas y simpatizantes del país-, los bolcheviques supieron sostener la organización centralizada que conduce e impulsa todo el movimiento obrero revolucionario.

En Rusia o en el extranjero, tan pronto como llega Piatnitsky, consagra todas sus fuerzas a mejorar lo que existe o al agrupamiento de los bolcheviques dispersos. Lo mismo en Berlín, contra la obra disolvente de los mencheviques, o en Samara, con los miembros del partido que no se atreven a agruparse por miedo a la Policía, sabe reunir rápidamente a los bolcheviques aislados y organizarlos para conducirlos rápidamente a éxitos decisivos. Advierte que en París, no obstante las resoluciones tomadas, la “Pravda”, entonces legal, no está difundida; se hace cargo de ella y en seguida la venta aumenta sin detenerse. En Samara, por la debilidad de un camarada, fué arrebatado por los mencheviques el Órgano del partido. Por su impulso, el Comité bolchevique se vuelve hacia las fábricas y de nuevo el periódico vuelve a los obreros revolucionarios; la policía le inculpará esta acción cuando lo detiene.

Pero sobre todo es en la acción ilegal donde Piatnitsky nos muestra el trabajo formidable ejecutado por los bolcheviques. El mismo vivió ilegalmente durante trece años. Durante estos años fue perseguido por la Policía, por todas las Policías: zarista, alemana, austriaca, francesa. No obstante, en el extranjero, Piatnitsky es el jefe de una amplia red que organiza el paso de la frontera por los militantes, que expide y difunde en toda Rusia la literatura revolucionaria. En Moscú, durante los años de “reacción negra” que siguieron a 1905, fué encargado de la organización técnica secreta. Fué el organizador de la imprenta ilegal de partido. El militante francés que actualmente sale con dificultad de la legalidad burguesa quedará deslumbrado por las precauciones meticulosas y los múltiples problemas, por el valor y la sangre fría que exigen actividades tan indispensables. Un esquema de la organización secreta del partido en Moscú muestra cuán potente era ya el partido bolchevique en 1906; sin embargo, era ilegal.

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Naturalmente, tal actividad tenía que provocar una contraofensiva vigorosa del Gobierno zarista. Piatnitsky nos muestra cuán grande fué la penetración policiaca en el seno de aquel partido, que ya estaba fuertemente organizado. Es un policía Jitomirski, quien lo reemplaza en 1905 en Berlín en la dirección de la organización para la expedición de la literatura en Rusia. Es un policía Matvei-Brindinski quien en la misma Rusia es el cabeza, en algunos momentos, de servicios de difusión de la literatura. Es un policía Malinovski uno de los líderes de la fracción parlamentaria y al mismo tiempo del Comité central.

¿Quién puede extrañarse de esta penetración? ¿Es o no la lucha de clase una guerra? En toda guerra, ¿los adversarios no tratan de enviar espías al campo enemigo y de comprar traidores? ¡Sólo pequeños burgueses legalistas pueden llorar por la “maldad” burguesa, que envía agentes al movimiento revolucionario! ¡Como si la introducción de provocadores en el seno del partido y en los sindicatos revolucionarios no fuese una prueba del serio peligro revolucionario que representa el partido comunista y los sindicatos revolucionarios! Los socialistas, que siempre protestan de la penetración policíaca en nuestro partido, ¿no votaron a la burguesía francesa en noviembre de 1924, al último Judas, fondos secretos para pagar a los traidores?

Ante el daño hecho por la Policía al partido en el movimiento obrero revolucionario. ¿Piatnitsky no fue -poco tiempo- atacado de esa enfermedad que consiste en ver Policía por todos lados? Pero también nos indica la solución: es en la organización y en la acción cuando se obliga al policía a trabajar por el partido -los acontecimientos del 1° de mayo de 1911 fueron conducidos hasta el éxito por el policía Matvei-Brindinski, mientras que su “colega” Malinovski leía a la Cámara los discursos hechos por Lenin y Zinóviev-; cuando el policía sabotea la acción del partido, esto permite separarlo de puestos importantes y desenmascararlos, a la condición de que se ejerza un control riguroso en la ejecución de la tarea encargada a los militantes.

Gritando: “¡Al policía!”, no fué como Piatnitsky ha desenmascarado a los más peligrosos, sino controlando la ejecución del trabajo y analizando seriamente los menores indicios.

Detenido en Sámara, Piatnitsky confirma con amargura que la Policía “lo sabía todo”. (Sabía que él era del Comité Central, cosa que aun ignoraba.) ¡Ya lo sabían todo! Lo cual no impidió que la revolución barriese al régimen.

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Como era de prever, Piatnitsky fué varias veces encarcelado, y, por último, deportado a Siberia en 1914. Apenas entre en la prisión, el militante tiene un puesto en la organización de los presos. Siente a su alrededor la solidaridad absoluta de sus camaradas, aun la de aquellos de tendencias políticas diferentes. Los víveres y los envíos de dinero siempre se reparten en común. No obstante la defensa enérgica de su situación material, esto no es lo esencial para ellos; ante todo, la lucha revolucionaria.

En Kiev, aun con las celdas abiertas de la mañana a la noche, lo mismo que las puertas de acceso del pabellón al patio, los detenidos estudiaban seria y activamente... “El tiempo de prisión transcurría sin darse cuenta”, escribía Piatnitsky, quien no esperó la visita de la causa, ya que se escapó con diez revolucionarios para seguir luchando contra el zarismo y la burguesía.

¡Qué lejos estamos de ciertas desmoralizaciones, de tristes escrúpulos, anteponiendo el cuidado del “vientre” al trabajo revolucionario y al estudio!

De ahí el interés de las páginas sobre la vida en la cárcel, sobre la organización de las “comunes” de los detenidos y el trabajo encarnizado para estar mejor armado ideológicamente en la deliberación; ¡excelentes enseñanzas para la educación de los militantes revolucionarios!

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Lo que domina la obra, como ya hemos dicho, es la idea de la organización. Pero sería un error creer que Lenin y los bolcheviques querían la organización por la organización. Ante todo, desean la organización para la lucha política, la organización al servicio de los principios del marxismo revolucionario defendidos irreductiblemente por Lenin y los leninistas. Toda la obra de Piatnitsky respira esta lucha encarnizada que Lenin y los, leninistas no cesaron de sostener contra las diferentes corrientes que sin cesar renacían. La batalla por la Iskra, la lucha contra Plejánov, contra las corrientes “izquierdistas”, “sectarios”, provocados por la actitud de la fracción parlamentaria, en fin, y sobre todo la lucha incesante cotidiana de Lenin, no solamente contra los mencheviques, sino contra los oportunistas, contra los conciliadores, todo eso se desprende netamente en la lectura de estas memorias escritas sin aparato literario. Se siente en cada momento qué incesantes combates ideológicos han formado el partido de acero que condujo al proletariado ruso a la victoria. La actitud de Piatnitsky discutiendo frecuentemente con Lenin, es una respuesta viviente a esa tontería socialista que afirma ser el partido bolchevique una capilla en la cual aquel que no piensa como el jefe es expulsado. Es, al contrario, en la más grande libertad de espíritu donde se desenvuelven las controversias sobre los problemas del movimiento obrero, sobre la táctica, etc. Pero una vez tomada la decisión será aplicada sin ningún desfallecimiento por todos los miembros del partido. Esto es lo que dice Piatnitsky de las elecciones a la tercera Duma. Hasta éstas, reinaban grandes divergencias entre los bolcheviques; esta cuestión fué muy discutida en todos lados, puesto que numerosos bolcheviques eran contrarios a la participación en las elecciones; pero desde que el partido tomó su decisión, los bolcheviques participaron con igual entusiasmo en las elecciones. Nos muestra también cómo Lenin, adversario encarnizado de toda alianza con los mencheviques, aceptó por disciplina participar en ellos en la redacción de “Social-Demócrata”. Cuantas veces vemos a los emigrados -aun los evadidos de los calabozos zaristas, como Piatnitsky- regresar directamente a la ciudad y a los puestos que les había fijado el partido, esta disciplina de hierro era la resultante natural y, por consecuencia, aceptada sin discusión, de la incesante lucha ideológica sostenida por Lenin contra el oportunismo.

Las últimas páginas del libro, donde aparecen las declaraciones de guerra, las aptitudes completamente opuestas de la socialdemocracia alemana y del partido bolchevique, son la demostración luminosa.

Piatnitsky se impresionó fuertemente por la potencia del partido socialdemócrata alemán. Los millones de lectores de su Prensa y devotos electorales, sus grandiosos mítines, los tres millones de obreros sindicados y las potentes cooperativas que dirigían sus militantes, todo eso le habían convencido de que el partido socialdemócrata sabría, si quería vencer el oportunismo, llevar al combate al proletariado alemán. No suscribía completamente los sarcasmos de Lenin, mostrando que el partido socialdemócrata alemán se había lanzado por su oportunismo en los brazos de la burguesía. ¡Y fué, con verdadero dolor, cuando en agosto de 1914 se enteró Piatnitsky, estando preso en Sámara con Plejánov, cómo los socialistas alemanes estaban por la guerra! ¡El coloso socialdemócrata, podrido por el oportunismo, se había derrumbado al primer golpe!

Tres meses después, el 14 de noviembre de 1914, tenía la noticia de que los cinco diputados bolcheviques en la Duma, y Kámenev confirmaba a Piatnitsky, todavía en prisión, que los bolcheviques continuaban la lucha de clases durante la guerra como durante la paz. ¡El partido, diezmado sin cesar; la Policía decapitando sin parar las organizaciones y viviendo casi permanentemente en la ilegalidad, había resistido gracias a su ideología, formada en la lucha por Lenin y los leninistas, al torrente devastador de la guerra imperialista!

Mientras que la social-democracia francesa -como la alemana- caía en la abyección de la guerra, el partido bolchevique preparaba a los obreros, los campesinos y los soldados para el derrocamiento del absolutismo y del capitalismo en la victoria de octubre de 1917.

André Marty.