Original: "Die Zusammenbruchstheorie des Kapitalismus", aparecido sin firma en alemán en Ratekorrespondenz, junio de 1934.
Traducción al castellano: José A. Tapia, a partir de una traducción incompleta de Ricardo Fuego publicada por Kaos
En La Red y en Marxists Internet Archive (ambos en 2010) y de la versión en inglés de Adam Buick en Capital and Class(Spring, 1977).
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2021.
Este artículo del astrónomo marxista holandés Anton Pannekoek (1873-1960) es básicamente una crítica de las ideas que Henryk Grossmann expuso en su libro Das Akkumulations und Zusammenbruchsgesetz des Kapitalistischen Systems, que se publicó en Leipzig en 1929. Como explicó muy bien Adam Buick en su nota preliminar a su traducción de este artículo al inglés (Capital & Class, primavera de 1977), mientras que para Rosa Luxemburg el capitalismo se hundiría por falta de mercados, para Henryk Grossman el hundimiento sería por falta de ganancias; en este artículo Anton Pannekoek discrepó de ambos.
En su crítica a Grossmann, Pannekoek fue una voz aislada. Mientras que, en contra de Pannekoek, la visión general de Henryk Grossman fue apoyada por otros teóricos de la izquierda marxista como Paul Mattick (véase “The permanent crisis: Henryk Grossman’s interpretation of Marx’s theory of capitalist accumulation", www.marxists.org/subject/left-wing/icc/1934/11/permanent-crisis.htm), la socialdemocracia y la Tercera Internacional ignoraron sistemáticamente tanto las ideas de Grossman como las de Pannekoek, crítico acérrimo de estas corrientes políticas.
Algunas de las críticas que Pannekoek hace a Grossman en este artículo ponen de manifiesto incoherencias o arbitrariedades en el razonamiento de Grossman. Tal es el caso, por ejemplo, de la crítica de Pannekoek a la forma en la que Grossman distribuye la plusvalía entre acumulación de capital constante y de capital variable cuando a partir del año 34 del esquema de reproducción la cantidad de plusvalía es insuficiente para cubrir las necesidades de acumulación según los supuestos del modelo. Otras críticas de Grossman reflejan más bien las incomprensiones de Pannekoek. Por ejemplo, es obvio como dice Grossman que el desempleo que se produce súbitamente en las crisis económicas es de causa distinta al que se genera poco a poco por la introducción de maquinaria y otros cambios tecnológicos que desplazan la mano de obra. Extrañamente, Pannekoek critica esta diferenciación de los dos tipos de desempleo. Algo que resulta sorprendente en el artículo, tanto más cuando Pannekoek era un astrónomo de sólida formación matemática, es que se considere aceptable la hipótesis de Otto Bauer de un crecimiento demográfico (“regular y pausado") de un 5% anual. La población mundial eran 2000 millones en la década de 1930, cuando Pannekoek escribió este articulo. Con un crecimiento demográfico de 5% anual, la población mundial actual (2020) serían 161.000 millones, 20 veces mayor que la población mundial actual que son 7800 millones. Afortunadamente el crecimiento demográfico mundial –aproximadamente un 1,2% anual entre 2010 y 2015 y en descenso— ha sido mucho menor que ese 5% supuesto sin objeciones por Bauer y Pannekoek.
Tras dar razones mejores o peores contra las ideas de Grossman, Pannekoek pasa al final del artículo a acusar a Grossman de ser un economista burgués que no ha entendido el materialismo histórico. En ese sentido el artículo es ilustrativo de las polémicas entre marxistas, que en décadas pasadas a menudo se desarrollaban como si toda discrepancia fuera indicativa de graves desviaciones o incomprensiones, o de traiciones incluso.
Del libro de Grossman, Das Akkumulations und Zusammenbruchsgesetz des Kapitalistischen Systems (Leipzig, Hirschfeld, 1929), hay una versión en castellano titulada La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista: Una teoría de la crisis, traducción de Juan Behrens, Irene del Carril y José Aricó, supervisada por Jorge Tula (México DF, Siglo XXI, 1979). Existe también una versión en inglés, The law of accumulation and breakdown of the capitalist system being also a theory of crises, traducida y drásticamente abreviada (aproximadamente a la mitad) por Jairus Banaji (Londres, Pluto Press, 1992). Para redactar la versión en castellano de las citas del libro de Grossman en el presente artículo he usado la edición original en alemán del libro de Grossmann y las traducciones citadas de ese libro al castellano y al inglés. Lamentablemente, ambas traducciones del libro de Grossman, pero más la versión en inglés, distan mucho de ser traducciones adecuadas. En la presente traducción, siguiendo la terminología habitual en la literatura marxista y económica en castellano uso indistintamente los términos “plusvalía" y “plusvalor", así como “sector" y “departamento" (I y II, para cada una de las partes de la economía dedicadas respectivamente a la producción de medios de producción y de medios de consumo), y “derrumbe" o “colapso" (del capitalismo) para el alemán Zusammenbruchsgesetz. Cuando se cita el libro de Grossman las páginas que se indican en la presente versión son las de la edición en castellano de Jorge Tula, aunque a menudo he modificado la traducción. Las citas de El capital de Marx corresponden a la traducción de Pedro Scaron de los tres libros, en ocho volúmenes, publicada por Siglo XXI (México DF, 1975), de forma que, por ejemplo, El capital III/6, p. 33, indica la página 33 del volumen 6, que es el primero de los tres volúmenes del libro III en esta edición de Siglo XXI.
La idea de que el capitalismo se encontraba en su crisis final predominaba en el periodo que siguió a la revolución rusa. Cuando los movimientos revolucionarios de los trabajadores en Europa occidental fueron derrotados, la Tercera Internacional abandonó esta idea, que fue sin embargo mantenida por el movimiento de oposición, el KAPD, que adoptó la teoría de la crisis final del capitalismo como característica delimitadora de la perspectiva revolucionaria y la perspectiva reformista.[1] La necesidad e inevitabilidad del colapso del capitalismo y la manera en que debe entenderse esta inevitabilidad es la cuestión más importante para la clase obrera, para su consciencia y táctica. Rosa Luxemburg ya había tratado este tema en 1912 en su libro La acumulación del capital, en el que concluía que, en un sistema capitalista puro, cerrado, la plusvalía necesaria para la acumulación no puede realizarse y por lo tanto se necesita la expansión constante del capitalismo mediante el comercio con países no capitalistas. Esto significa que el capitalismo se hundirá, no podrá seguir existiendo como sistema económico, cuando esa expansión ya no sea posible. El KAPD se refería a menudo a esa teoría, que en cuanto se publicó el libro fue rechazada desde distintas posiciones políticas. Muy diferente fue la teoría que desarrolló Henryk Grossmann en su libro Das Akkumulations und Zusammenbruchsgesetz des Kapitalistischen Systems (La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista: Una teoría de la crisis) publicado en 1929.[2] Grossmann concluye en esta obra que el capitalismo debe colapsar por razones puramente económicas, es decir, que independientemente de intervenciones humanas, revoluciones, etc., es imposible que se mantenga como sistema económico. La crisis grave y prolongada que empezó en 1930 ciertamente predispuso a muchas mentes a una teoría de una crisis final de ese tipo. El manifiesto recientemente publicado de los United Workers of America hace de la teoría de Grossmann la base teórica para una nueva dirección del movimiento obrero.[3] Por lo tanto es necesario examinarla críticamente. Pero ello exige una explicación de las ideas de Marx sobre esta cuestión y las discusiones previas sobre ella.
Marx desarrolló las condiciones generales de la producción capitalista considerada en su totalidad en el segundo libro de El Capital. En la abstracción de una producción capitalista pura, toda la producción se lleva a cabo para el mercado, todos los productos se compran y se venden como mercancías. El valor de los medios de producción se traspasa al producto y el trabajo añade más valor. Este nuevo valor tiene dos partes: el valor de la fuerza de trabajo, que se paga como salarios y que los asalariados usan para adquirir medios de subsistencia, y el valor restante, la plusvalía o plusvalor, que va al capitalista. Cuando la plusvalía se utiliza para adquirir medios de subsistencia o bienes de lujo estamos en la reproducción simple; cuando una parte de la plusvalía se acumula como nuevo capital, estamos ante la reproducción a escala ampliada.
Para que los capitalistas encuentren en el mercado los medios de producción que necesitan y para que los trabajadores encuentren de forma similar los medios de subsistencia necesarios, debe haber una proporción determinada entre los distintos sectores productivos. Un matemático lo expresaría fácilmente con una fórmula algebraica. Lo que Marx presenta son ejemplos numéricos para expresar estas proporciones, con cantidades inventadas que sirven de ilustración. Marx distingue dos sectores o departamentos principales de la producción, el sector productor de medios de producción (I) y el sector productor de medios de consumo (II). En cada uno de estos sectores se transfiere a la masa de mercancías producida un valor dado de los medios de producción utilizados (capital constante, c); otra parte del valor agregado es la que corresponde al pago de la fuerza de trabajo (capital variable, v); otra parte constituye la plusvalía (p). Si suponemos un capital constante cuatro veces mayor que el capital variable (una proporción que aumenta con el progreso tecnológico) y que la plusvalía es igual al capital variable (esta proporción es la que determina la tasa de explotación), entonces, en el caso de la reproducción simple, podemos tener las siguientes cantidades:
Tanto en el departamento I como en el departamento II se satisfacen las condiciones. Como estamos en la reproducción simple, la suma de v y p corresponde íntegramente a medios de consumo, es equivalente a la mitad de c, el valor de los medios de producción, y el departamento II debe producir un valor igual a la mitad del valor producido en el sector I. Entonces se encuentra la proporción exacta: los medios de producción producidos (6000) son la cantidad exacta que se necesita para el próximo periodo: 4000c para el sector I y 2000c para el sector II; y los medios de subsistencia producidos en el sector II (3000) son exactamente los medios de consumo para los asalariados (1000 + 500) y los capitalistas (1000 + 500).
Para ilustrar de manera similar el caso con acumulación de capital debe especificarse la parte de plusvalía que se destina a acumulación; esta parte se agrega al capital el año siguiente (para simplificar suponemos un periodo de producción de un año) de manera que cada sector emplea un capital expandido. Supondremos que la mitad de la plusvalía se acumula (aumentando tanto el capital constante c como el capital variable v) y la otra mitad se consume (llamaremos al consumo k). El cálculo de la proporción entre el sector I y el sector II se complica, pero sigue siendo factible. Dados los supuestos, la proporción es 11:4, como muestran las siguientes cantidades:
Los capitalistas necesitan 4400 + 1600 para sustituir los medios de producción insumidos y 440 + 160 para la expansión de medios de producción y, en efecto, encuentran en el mercado 6600 en medios de producción producidos en el sector I. A efectos de consumo los capitalistas necesitan 550 + 200, los trabajadores empleados originalmente necesitan 1100 + 400 mientras que los nuevos necesitan 110 + 40 para consumo de medios de subsistencia, todo lo cual suma 2400 que es lo producido en el sector II de medios de subsistencia. En el año siguiente todas las cifras se incrementan un 10%:
De esta manera la producción se incrementa cada año en la misma proporción. Esto es, por supuesto, un ejemplo grosamente simplificado. Podría hacerse más complicado y más cercano a la realidad si se suponen diferentes composiciones del capital (la proporción c:v) en los dos sectores, o diferentes tasas de acumulación, o si la proporción c:v crece gradualmente, de manera que la proporción entre el sector I y el sector II cambie cada año. En todos estos casos el cálculo se complica, pero siempre es factible, ya que la cantidad que se desconoce ––la proporción entre el sector I y el sector II— siempre puede calcularse de forma que se satisfaga la condición de que oferta y demanda coincidan.
Pueden encontrarse ejemplos en obras publicadas. Claro que, en el mundo real, el equilibrio completo durante un cierto tiempo no existe. Las mercancías se venden por dinero y el dinero se utiliza o no después para adquirir otras cosas, de manera que se forman cantidades importantes de dinero, atesoramientos, que actúan como amortiguadores y como reservas. Y las mercancías tardan mucho a veces en venderse, y hay también comercio con áreas no capitalistas. Pero lo esencial que muestran estos esquemas de reproducción es que para que la producción se expanda de forma sostenida deben existir proporciones determinadas entre los sectores productivos; en la práctica estas proporciones se logran aproximadamente dependiendo de los siguientes factores: la composición orgánica del capital, la tasa de explotación, y la proporción de plusvalía que se acumula.
Marx no pudo presentar cuidadosamente estos ejemplos (ver la introducción de Engels al segundo libro de El Capital). Esto es sin duda el motivo por el cual Rosa Luxemburg creía haber descubierto ahí un error, un problema del que Marx no se había dado cuenta y había dejado sin resolver y que ella habría resuelto en su libro La acumulación del capital (1912). El asunto en cuestión era que, si los capitalistas compraban a otros capitalistas más y más medios de producción y medios de subsistencia, se produciría una especie de movimiento circular sin sentido, del que nada resultaría. La solución sería que hubiera compradores situados por fuera del capitalismo, mercados externos cuya conquista sería, por lo tanto, una cuestión vital para el capitalismo. Esa sería la base económica del imperialismo.
Pero, por lo que se ha visto aquí, está claro que Rosa Luxemburg se equivocó en este asunto. En el esquema del ejemplo puede verse claramente que todos los productos se venden dentro del capitalismo mismo. No solo la parte de valor transmitida (4400 + 1600), sino también los 440 + 160 de plusvalía que han de acumularse como medios de producción estarán en poder de los capitalistas que comienzan el año siguiente con un total de 6600 de medios de producción. De la misma manera, los 110 + 40 de plusvalía corresponden a los trabajadores adicionales. Tiene sentido: producir, venderse productos unos a otros, consumir, producir más, es la esencia del capitalismo y, por lo tanto, de la vida de los seres humanos en este modo de producción. No hay en este asunto ningún problema que Marx haya pasado por alto.
El libro de Rosa Luxemburg recibió críticas diversas al poco de su publicación. Otto Bauer fue el autor de una de esas críticas en un artículo del Neue Zeit (7-14 de marzo de 1913). Como en todas las demás críticas, Otto Bauer muestra que la producción y las ventas concuerdan. Pero su crítica tiene como característica especial el que vincula la acumulación del capital con el crecimiento demográfico. Otto Bauer parte del supuesto de una sociedad socialista donde la población crece un 5% anual; por lo tanto, la producción de medios de subsistencia debe crecer en la misma proporción y la de los medios de producción debe incrementarse más rápido, porque hay progreso técnico. Lo mismo debería ocurrir en condiciones de capitalismo, pero entonces la expansión no tendría lugar mediante una regulación planificada, sino por acumulación de capital. Otto Bauer da un ejemplo numérico en un esquema que satisface esas condiciones de la manera más simple: un crecimiento del capital variable a un 5% anual y del capital constante a un 10% anual, con una tasa de explotación de 100% (c = v). Estas condiciones determinan por sí mismas la parte de plusvalía que se consume y la parte que debe acumularse para que tenga lugar el crecimiento correspondiente del capital. No se necesitan cálculos difíciles para armar un esquema que produce el crecimiento exacto de año a año.
Bauer continúa su esquema de acumulación cuatro años y también presenta por separado las cantidades de los sectores I y II. Esto era suficiente para mostrar que no se presentaba el problema que según Rosa Luxemburg existía. Pero la crítica de Bauer estaba destinada a ser criticada también. La idea básica está bien expresada en la introducción de Bauer sobre el crecimiento de la población en una sociedad socialista. El capitalismo aparece así como un socialismo no planificado, como un potro salvaje que aún no ha sido domado y solo necesita ser domado por un domador socialista. La acumulación solo sirve aquí para incrementar la producción según el crecimiento demográfico, así como el capitalismo tiene la función general de proveer a la humanidad de medios de subsistencia. Por la falta de planificación ambas funciones se llevan a cabo defectuosa y erráticamente, a veces se produce más de lo necesario, a veces menos, y se causan catástrofes. Un crecimiento demográfico moderado de 5% anual podría encajar bajo una sociedad socialista con una humanidad debidamente organizada. Pero para el capitalismo, tal como ha sido y como es, el ejemplo es inapropiado. La historia entera del capitalismo ha sido la de una violenta expansión que ha superado en mucho el crecimiento demográfico. La fuerza motriz de esa expansión ha sido la pulsión por acumular; la mayor cantidad posible de plusvalía se invierte como nuevo capital que, para valorizarse, involucra a más y más sectores de la población en el proceso. Siempre hubo y hay un gran sobrante de trabajadores que quedan fuera o medio fuera como reserva, listos para servir a la puesta en marcha del capital acumulado, que se integran o son excluidos de la producción según las necesidades de la acumulación. Esta característica esencial y básica del capitalismo se ignoraba por completo en el análisis de Bauer.
Era obvio que Rosa Luxemburg pondría esas ideas en el blanco de la réplica a sus críticos. En respuesta a la demostración de que no había un problema de omisión en los esquemas de Marx, Luxemburg no pudo aportar mucho más que una afirmación burlona de que cualquier cosa puede hacerse funcionar estupendamente sobre el papel, en ejemplos artificiales. Pero hacer del crecimiento demográfico el regulador de la acumulación era tan contrario al espíritu de la teoría de Marx que el subtítulo de la contracrítica de Luxemburg, “Lo que los epígonos han hecho de la teoría de Marx", era bastante adecuado para la ocasión. Aquí no se trata (como en el caso de Rosa Luxemburg) de un simple error científico, el error de Bauer refleja el punto de vista político práctico de los socialdemócratas de la época, que se veían a sí mismos como futuros hombres de Estado que desplazarían a los políticos en el poder y reorganizarían adecuadamente la producción; no veían al capitalismo como algo diametralmente opuesto a la dictadura del proletariado que se establecería en una revolución, sino como un modo de producir medios de subsistencia que podría mejorarse y que todavía no estaba bajo control.
Henryk Grossman propuso un esquema de reproducción que partía del esquema propuesto por Otto Bauer. Grossman puso de manifiesto que ese esquema no puede continuar funcionando indefinidamente sin que pronto surjan contradicciones insuperables. Esto es fácil de ver. Otto Bauer supone un capital constante de 200.000 que crece un 10% anual y un capital variable de 100.000 que crece un 5% anual, suponiendo una tasa de plusvalía del 100%, o sea, una plusvalía anual igual al capital variable (p = v). Por las leyes de la matemática, una cantidad que se incrementa un 10% anual se duplica en 7 años, se cuadriplica en 14, se multiplica por 10 en 23 años y por 100 en 46 años. De esta forma el capital variable y la plusvalía que en el primer año eran igual a la mitad del capital constante solo son 46 años después una vigésima parte del capital constante, que ha crecido enormemente en el mismo periodo. Por lo tanto, la plusvalía está lejos de asegurar un 10% de crecimiento anual del capital constante.
Esto no depende de las tasas de crecimiento de 10% y 5% elegidas por Bauer. De hecho, en el capitalismo la plusvalía se incrementa más lentamente que el capital. Es un hecho bien conocido que, debido a eso, la tasa de ganancia debe caer continuamente con el desarrollo del capitalismo. Marx dedicó muchos capítulos a esa caída de la tasa de ganancia. Cuando la tasa de ganancia disminuye a un 5% el capital ya no puede incrementarse un 10%, ya que el incremento del capital depende de la plusvalía acumulada y es necesariamente menor que la plusvalía misma. Evidentemente la tasa de ganancia es el límite de la tasa de acumulación (veáse el capítulo 15 del libro III de El Capital, donde Marx explica que la tasa de acumulación cae con la tasa de ganancia). La adopción de una tasa constante, 10%, que podría ser aceptable para un periodo de pocos años como el que planteaba Bauer, no es aceptable cuando el esquema de reproducción se continúa por un periodo prolongado.
A pesar de esto, Grossman continúa despreocupadamente el esquema de Bauer año a año y cree que de esa manera reproduce lo que ocurre en el capitalismo. Y así halla las cantidades siguientes para el capital variable y el constante, la plusvalía, la acumulación de capital y lo que resta para el consumo de los capitalistas (las cantidades están redondeadas a miles):
A partir del año vigésimo primero (21o) la parte de la plusvalía destinada al consumo empieza a disminuir; en el año 34 casi desaparece y en el año 35 es negativa; el Shylock del capital constante demanda inmisericorde su libra de carne, quiere crecer al 10%, mientras los pobres capitalistas pasan hambre porque no pueden conservar nada para su propio consumo.
Por tanto, a partir del 35o año la acumulación en base al correspondiente desarrollo tecnológico no podría mantenerse a la par del crecimiento de la población. Al ser la acumulación demasiado pequeña, surgiría necesariamente un ejército de reserva, que a su vez aumentaría de año en año (Grossman, p. 85).
En tales circunstancias los capitalistas no piensan en continuar la producción. O si lo piensan, no lo hacen; ya que, en vista del déficit de 11 en la acumulación de capital tendrían que reducir la producción. (De hecho, tendrían que haberlo hecho antes, considerando sus gastos destinados al consumo.) Por lo tanto, parte de los trabajadores quedan desempleados, parte del capital queda sin utilizar y la plusvalía producida disminuye y la acumulación disminuye todavía más, con un incremento ulterior del desempleo. Este es entonces el colapso económico del capitalismo. El capitalismo se vuelve económicamente imposible. De esta manera resuelve Grossman el problema que había planteado en la página 54:
¿Cómo, y de qué modo, puede conducir la acumulación al colapso del capitalismo?
Aquí encontramos lo que en la vieja literatura marxista siempre se trataba como un estúpido malentendido. A menudo se hablaba de “el gran batacazo". Sin que haya una clase revolucionaria que derrote y expropie a la burguesía, el fin del capitalismo llega por razones puramente económicas; la máquina no funciona, se atasca, la producción se vuelve imposible. En palabras de Grossman:
... a pesar de todas las interrupciones periódicas y atenuaciones de la tendencia al derrumbe, con el progreso de la acumulación capitalista el mecanismo entero necesariamente se aproxima más y más a su fin (...) entonces la tendencia al derrumbe se hace predominante y se impone en su validez absoluta como “crisis final" (p. 95).
Y en otra parte del libro, más adelante:
Según nuestra interpretación (…) si bien bajo determinadas supuestos el colapso del capitalismo resulta objetivamente necesario, pudiéndose incluso calcular el momento exacto en que habrá de tener lugar, ello no significa que ese momento haya de llegar “por sí mismo", automáticamente, y que por tanto no queda sino esperar pasivamente (p. 388).
Este pasaje podría inducir a pensar que Grossman sugiere un rol activo del proletariado como sujeto revolucionario, pero realmente lo que tiene en mente son cambios en los salarios y los tiempos de trabajo que alteran los supuestos numéricos y los resultados del cálculo. Así continúa:
De aquí se deduce que el pensamiento que concibe el colapso como necesario, como producto de ciertas condiciones objetivas, no está de ningún modo en contradicción con la lucha de clases. Se pone de manifiesto, en cambio, que el colapso, a pesar de su inevitable necesidad objetiva, está sujeto en gran medida a la influencia ejercida por las fuerzas vivas de las clases en pugna, otorgando de este modo un cierto margen a la participación activa de las clases.
Precisamente por eso es que toda la investigación del proceso de reproducción desemboca en Marx en la lucha de clases (p. 388).
El “Precisamente por eso" es jugoso, como si la lucha de clases significara para Marx solo la lucha por las subidas salariales y las horas de trabajo.
Pero consideremos un poco más en detalle el fundamento de ese colapso. ¿En qué se basa el crecimiento del capital constante a un 10% anual? En la cita anterior se decía que el progreso técnico, a una tasa dada de crecimiento demográfico, implica un cierto crecimiento anual del capital constante. Entonces podría decirse, sin necesidad del desvío del esquema de reproducción, que cuando la tasa de ganancia se hace menor que la tasa de crecimiento exigida por el progreso técnico, el capitalismo debe derrumbarse. Obviando que esto no tiene nada que ver con Marx, ¿cuál es este crecimiento de capital que demanda la tecnología? En el contexto de la competencia se introducen mejoras técnicas para obtener mayores ganancias (plusvalía relativa). Pero la introducción de mejoras técnicas está limitada por los recursos financieros disponibles. Y todo el mundo sabe que docenas de inventos y mejoras técnicas no se introducen y, a menudo, los empresarios los suprimen deliberadamente para no devaluar el aparato técnico existente. La necesidad del progreso técnico no actúa como fuerza externa; actúa a través de los hombres, y para ellos la necesidad no es válida más que como posibilidad.
Pero admitamos que la idea es correcta y que, como resultado del progreso técnico, la relación del capital constante c con el capital variable v va variando, según el esquema: en el trigésimo año (año 30o), 3170:412; en el año 34o, 4641:500, en el año 35o, 5106:525, y en el año 36o, 5616:551. En el año 35, la plusvalía es solo 525.000 y no basta para agregar 510.000 al capital constante y 26.000 al capital variable. Grossmann permite que el capital constante crezca en 510.000 y retiene solo 15.000 como aumento de capital variable: ¡11.000 de menos! Dice que de un total de 551.000 trabajadores:
Se quedan sin trabajo 11.509, formándose así el ejército de reserva. Y puesto que no toda la población trabajadora es incorporada al proceso de producción, resulta que no toda la suma de capital constante adicional (510.563) será necesaria para la adquisición de medios de producción. Si con una población de 551.584 se requiere un capital constante de 5.616.200, entonces una población de 540.075 solo puede utilizar un capital constante de 5.499.015. Por tanto, un excedente de capital de 117.185 permanece sin poder ser invertido. De este modo nuestro esquema nos muestra por medio de un ejemplo propio de escolares la situación que Marx tenía en mente cuando dio a la parte correspondiente del tercer libro de El capital el título siguiente: “Exceso de capital con exceso de población" (p. 86).
Grossmann no se da cuenta de que estos 11.000 asalariados quedan desempleados solo porque él, arbitrariamente y sin razón alguna, hace que el capital variable cargue con todo el déficit, mientras que el capital constante sigue creciendo tranquilamente al 10% como si no pasara nada; pero cuando se da cuenta de que no hay trabajadores para todas esas máquinas, o más bien que no hay dinero para pagar sus salarios, prefiere no instalarlas y por eso tiene que dejar el capital sin utilizar. Con ese error llega a un “ejemplo propio de escolares" de un fenómeno que aparece durante las crisis capitalistas ordinarias. De hecho, los empresarios solo pueden expandir su producción en la medida en que tienen capital suficiente para la maquinaria y los salarios combinados. Si la plusvalía total es demasiado pequeña, esta habrá de dividirse proporcionalmente entre los elementos del capital, según las restricciones técnicas supuestas; si se hace el cálculo se halla que según las proporciones supuestas que corresponden al progreso técnico, de la plusvalía que asciende a un total de 525.319, se sumarán 500.409 al capital constante y 24.910 al capital variable. No son entonces 11.000 sino 1.326 trabajadores los que quedan liberados y no hay ningún exceso de capital. Si los esquemas se continúan de esta manera correcta, en lugar de un enorme estallido del desempleo hay un aumento muy lento del número de trabajadores despedidos.
¿Cómo es posible que pueda alguien atribuir este supuesto colapso a Marx y citarle una y otra vez capítulo tras capítulo? Claro que todas esas citas de Marx se refieren a las crisis económicas, al ciclo en que alternan las fases de prosperidad económica y depresión. El esquema de Grossman debería servir para mostrar un colapso económico final una vez transcurridos 35 años, pero pocas páginas después Grossman se refiere a la “teoría marxiana del ciclo económico que aquí fue expuesta" (p. 92).
Grossmann solo puede aparentar que está presentando una teoría de Marx mezclando continuamente a lo largo de sus propios razonamientos los comentarios que Marx hizo sobre las crisis periódicas. Pero no hay nada en absoluto en Marx sobre un colapso final que concuerde con el esquema de Grossmann. Es cierto que Grossmann cita un par de pasajes que no tratan de crisis. Así escribe en la página 172:
Se muestra que “el modo capitalista de producción halla en el desarrollo de las fuerzas productivas una barrera ..." (Marx, El capital, III/6, cap. 15, p. 310).
Pero si abrimos el libro III de El capital en esa página, leemos allí: “Pero lo importante de su horror [de Ricardo y otros economistas] a la tasa decreciente ganancia es la sensación de que el modo capitalista de producción halla en el desarrollo de las fuerzas productivas una barrera…" que es algo bastante diferente. Y en la página 54, Grossmann da esta cita de Marx como prueba de que incluso la palabra “colapso" procede de Marx:
Este proceso pronto provocaría el colapso de la producción capitalista, si no operasen constantemente tendencias contrarrestantes con un efecto descentralizador, junto a la fuerza centrípeta (El Capital, III/6, cap. 15, p. 316)
Como bien enfatiza Grossmann, estas tendencias contrarrestantes se refieren al corto plazo, de modo que, con ellas, el proceso se produce más lentamente. ¿Pero Marx estaba hablando aquí de un colapso puramente económico? Veamos el pasaje precedente:
Esta escisión entre las condiciones de trabajo, por una parte, y los productores, por la otra, es lo que constituye el concepto del capital: se inaugura con la acumulación originaria (…), aparece luego como proceso constante en la acumulación y concentración del capital y se manifiesta aquí finalmente como centralización de capitales ya existentes en pocas manos y descapitalización de muchos (que bajo esta forma modificada se presenta ahora la expropiación).
Está claro que el colapso que así resulta es, como habitualmente en Marx, el fin del capitalismo, sustituido por el socialismo. De modo que no hay nada de nada en las citas de Marx que permita deducir de ellas una catástrofe económica final e igualmente difícil es deducirla de los esquemas de reproducción. Pero, ¿pueden los esquemas de reproducción servir para analizar y explicar las crisis periódicas? Grossmann busca unificar ambas cosas: “La teoría marxista del colapso es al mismo tiempo una teoría de las crisis", dice al comienzo del capítulo 8 (p. 92). Pero como prueba de esta afirmación solo proporciona un diagrama (p. 93) en el que una “línea de acumulación" en empinado ascenso se quiebra después de 35 años; sin embargo, en la realidad del capitalismo se produce una crisis cada 5 o 7 años, cuando según el esquema todo iría bien. Si se desea un colapso más rápido, se obtiene haciendo que la tasa anual de crecimiento del capital constante no sea del 10% sino mayor. En el período ascendente del ciclo económico hay de hecho un crecimiento del capital mucho más rápido; el volumen de producción aumenta a pasos agigantados; pero ese crecimiento no tiene nada que ver con el progreso técnico. De hecho, en esos períodos el capital variable también aumenta muy rápidamente. Pero la razón por la que debe haber un colapso después de 5 o 7 años sigue siendo oscura. En otras palabras, las causas reales que producen el aumento rápido y luego el colapso de la actividad económica son de naturaleza bastante diferente de las que se establecen en el esquema de reproducción de Grossmann.
Marx habla de una sobreacumulación que precipita una crisis, de que hay demasiada plusvalía acumulada que no se invierte y que deprime las ganancias. Pero el colapso de Grossmann se produce porque la plusvalía acumulada es insuficiente.
El excedente simultáneo de capital sin utilizar y de trabajadores desempleados es una característica típica de las crisis; el esquema de Grossmann lleva a una falta de capital que solo puede transformarse en un excedente de capital cometiendo el error mencionado anteriormente. De modo que el esquema de Grossmann no puede demostrar un colapso final, ni corresponde tampoco a los fenómenos reales de colapso, las crisis económicas.
Puede añadirse que el esquema de Grossmann, como corresponde a su origen, adolece del mismo defecto que el de Bauer: el avance real e impetuoso del capitalismo en toda la extensión del mundo que lleva a más y más poblaciones a su órbita, está representado aquí por crecimiento demográfico regular y pausado de 5% anual, como si el capitalismo estuviera confinado a una economía nacional cerrada.
Grossmann se enorgullece de haber reconstruido correctamente por primera vez la teoría de Marx frente a las distorsiones de los socialdemócratas. Uno de los logros obtenidos en el libro –dice con orgullo en la introducción— es “la comprensión de la teoría del colapso que aquí se expone y que forma la columna central en la que se apoya toda la concepción marxiana de la economía" (p. 3).
Ya hemos visto lo poco que tiene que ver con Marx eso que Grossmann considera una teoría del colapso. Sin embargo, según su propia interpretación personal, podría parecer que él cree que sí tiene que ver. Pero en algunos aspectos eso no es aplicable. Como Grossman ve su esquema como un modelo apropiado del desarrollo capitalista, deduce de él algunas cosa que, como él mismo parece notar en alguna medida, contradicen los puntos de vista desarrollados en El capital.
Esto se refiere, en primer lugar, a lo relativo al ejército industrial de reserva. Según el esquema de Grossmann, a partir del año 35o, un cierto número de trabajadores quedan desempleados y se forma un ejército de reserva.
La formación del ejército de reserva, es decir, el desempleo de trabajadores que se discute aquí, debe distinguirse rigurosamente del desplazamiento de obreros sustituidos por máquinas. El desplazamiento de los obreros por las máquinas que Marx describe en la parte empírica del primer libro de El capital (capítulo 13, “Maquinaria y gran industria") es un fenómeno de naturaleza técnica (…) el desplazamiento de los obreros, el surgimiento del ejército de reserva del que Marx habla en el capítulo de la acumulación no es causado (y de esto se ha hecho caso omiso en la literatura sobre el tema) por el hecho teórico del introducción de maquinaria sino por la insuficiente valorización que hace su presentación en una cierta fase avanzada de la acumulación (pp. 87-8).
Esto equivale básicamente a decir que si los gorriones se van volando, no es por el disparo sino por su timidez. Los trabajadores son eliminados por las máquinas; la expansión de la producción les permite en parte volver a encontrar trabajo; en este ir y venir algunos de ellos no vuelven a conseguir trabajo o quedan al margen. ¿Debe considerarse el que todavía no hayan vuelto a ser contratados como causa de su desempleo? Si leemos el capítulo 23 del primer libro de El capital, siempre veremos la eliminación del trabajo humano por las máquinas como la causa de formación del ejército de reserva, que se reabsorbe parcialmente o se vuelve a liberar y se reproduce como superpoblación, según sea la situación económica. Grossmann dedica varias páginas a probar que lo que opera aquí es la relación económica c:v, no la relación técnica medios de producción: fuerza de trabajo; de hecho, ambas relaciones son lo mismo. Pero esta formación de un ejército de reserva, que según Marx ocurre en todas partes y siempre desde el inicio del capitalismo, y en la que los trabajadores son reemplazados por máquinas, no es idéntica a la formación del ejército de reserva según Grossmann, que comienza como consecuencia de la acumulación tras 34 años de progreso técnico.
Lo mismo ocurre con la exportación de capital. En extensas discusiones, todos los autores marxistas –Varga, Bujarin, Nachimson, Hilferding, Otto Bauer, Rosa Luxemburg— son demolidos por Grossman uno tras otro porque caqda uno de ellos mantiene que el capital se exporta para obtener mayores ganancias. Como dice Varga:
No porque sea absolutamente imposible acumular capital en el país sin “avanzar en el mercado no capitalista" sino porque existe la perspectiva de mayores ganancias, por esto se exporta el capital (citado por Grossmann, p. 322).
Grossmann ataca este punto de vista como incorrecto y no marxista:
La razón última de la exportación de capital no es la mayor ganancia en el exterior, sino la falta de oportunidades de inversión en el país (p. 561).
A continuación Grossman presenta numerosas citas de Marx sobre la sobreacumulación y se refiere a su esquema, en el que, después de 35 años, la creciente masa de capital ya no puede emplearse en el país y, por tanto, debe exportarse.
Recordemos que, sin embargo, según su esquema, faltaba capital para la población existente y que su excedente de capital era solo un error de cálculo. Además, con tanto citar a Marx, Grossmann ha olvidado citar el pasaje en el que el propio Marx habla de la exportación de capital:
Si se envía capital al exterior, ello no ocurre porque sea absolutamente imposible ocuparlo en el interior. Sucede porque en el exterior puede ocupárselo con una tasa más elevada de ganancia" (El capital, III/6, p. 329).
La caída de la tasa de ganancia es una de las partes más importantes de la teoría del capital de Marx, que fue el primero en afirmar y demostrar que esta tendencia, que se expresa periódicamente en las crisis, es la materialización de la naturaleza transitoria del capitalismo. Con Grossmann es otro fenómeno el que aparece en primer plano: después de 35 años los trabajadores son despedidos en masa y al mismo tiempo hay exceso de capital. Como resultado, el déficit de plusvalía en el año siguiente es más grave y más trabajo y capital quedan inactivos; con la disminución del número de trabajadores, la masa de plusvalía producida disminuye y el capitalismo se hunde aún más en la catástrofe. ¿No se ha dado cuenta Grossmann de que aquí está en contradicción con Marx? De hecho, sí que se ha dado cuenta. Así, después de algunas observaciones introductorias, pone manos a la obra en el capítulo titulado “Las causas del malentendido de la teoría marxista de la acumulación y el colapso":[4]
Así han madurado las condiciones para reconstruir la doctrina marxiana del colapso. Que el tercer capítulo del tercer libro de El capital sea, como dice Engels en el prefacio, “una serie de cálculos matemáticos incompletos" debe darse como una razón externa del malentendido.
Engels contó con la ayuda de su amigo, el matemático Samuel Moore:
Pero Moore no era un economista (…) La forma en que surgió esta parte de la obra hace, por tanto, creíble por anticipado la existencia de abundantes oportunidades para equivocaciones y errores, e igualmente que esos errores pudieron extenderse fácilmente al capítulo de la baja tendencial de la tasa de ganancia (pp. 129-130).
(NB: ¡Pero esos capítulos los había escrito Marx!)
La probabilidad de error aumenta hasta la casi certeza cuando consideramos que se trata aquí de una palabra que, desgraciadamente modifica por completo el sentido de toda la exposición: el fin inevitable del capitalismo es atribuido a la baja relativa de la tasa de ganancia y no de la masa de ganancia. ¡Aquí con toda seguridad Engels o Moore se equivocaron al escribir (p. 130).
¡Así es entonces como se reconstruye la teoría de Marx! En una nota Grossman da otra cita de El capital:
Las mismas leyes producen, pues, para el capital social, una masa absoluta de ganancias en aumento (y una tasa de ganancia en disminución)
de la que dice:
En las palabras entre paréntesis se equivocó Engels o Marx mismo: debería decir en forma correcta: “y al mismo tiempo una masa de ganancia que decrece relativamente" (p. 130).
Así que resulta que es el mismo Marx quien comete errores. Y aquí se trata de un pasaje donde el sentido del texto de El capital es inequívocamente claro. Todo el análisis de Marx, que termina con el pasaje que Grossmann considera necesario cambiar, es una continuación de un pasaje donde Marx explica que
El número de obreros empleados por el capital (…) la masa absoluta del plusvalor que ha producido, y por lo tanto la masa absoluta de la ganancia que ha producido, puede aumentar entonces y hacerlo en forma progresiva a pesar de la baja progresiva de la tasa de ganancia. Este no solo puede ser el caso. Debe serlo –al margen de fluctuaciones transitorias— sobre la base de la producción capitalista (III/6, p. 277).
Marx luego expone las razones por las que la masa de ganancia debe aumentar y vuelve a decir que
a medida que progresa el proceso de producción y acumulación, debe aumentar la masa de plustrabajo susceptible de apropiación y apropiado, y por ende la masa absoluta de la ganancia apropiada por el capital social (III/6, p. 278).
Esto es exactamente lo contrario del inicio del colapso inventado por Grossmann. Y en las páginas siguientes Marx lo repite. Todo el capítulo 13 consiste en una presentación de
La ley según la cual la baja de la tasa de ganancia ocasionada por el desarrollo de la productividad se acompaña de un aumento de la masa de ganancia... (III/6, p. 287)
Por tanto, no puede quedar la menor duda de que Marx quería decir precisamente lo que está impreso y que no había cometido un desliz. Así, cuando Grossmann escribe que
El colapso no puede resultar de la caída de la tasa de ganancia. ¡Cómo podría una relación porcentual como la tasa de ganancia, un número puro, provocar el colapso de un sistema real! (p. 130)
demuestra una vez más que no ha entendido nada de Marx y que su colapso está en completa contradicción con Marx.
Este es el punto en el que Grossman podría haberse dado cuenta de la endeblez de su construcción. Pero si se hubiera dejado enseñar aquí por Marx, entonces toda su teoría habría caído y su libro no se habría escrito.
La mejor forma de describir el libro de Grossmann es como una colección de retazos de Marx, mal cosidos por medio de una teoría fabricada. Cada vez que se requiere una prueba, se introduce una cita de Marx, que no se refiere al aspecto en cuestión. Y la exactitud del texto de Marx es lo que se supone que dará al lector la impresión de que la teoría es correcta.
La pregunta que a la postre hay que contestar es cómo puede estar tan completamente equivocado y encontrarse en completa contradicción con Marx un economista que cree que está reconstruyendo correctamente las ideas de Marx y que además afirma con ingenua seguridad en sí mismo que es el primero en dar una interpretación correcta de esas ideas. La razón es la falta de una comprensión materialista histórica. Porque la economía marxista no puede comprenderse en absoluto si no se parte de una forma histórico-materialista de pensar.
Para Marx, el desarrollo de la sociedad humana y, por tanto, también el desarrollo económico del capitalismo, están determinados por una necesidad firme como una ley de la naturaleza. Pero este desarrollo es al mismo tiempo obra de seres humanos que desempeñan su papel en él y donde cada uno determina sus propios actos con consciencia y propósito, pero sin consciencia del todo social. Para la forma burguesa de ver las cosas, esto es contradictorio: o bien lo que sucede depende de la libre elección humana o bien, si está regido por leyes fijas, estas actúan como una restricción mecánica y externa sobre los hombres. Para Marx, toda necesidad social es lograda por los seres humanos; esto significa que el pensamiento, los deseos y las conductas de un ser humano, aunque aparezcan como elecciones libres en su conciencia, están completamente determinados por el ambiente. Solo en la totalidad de las acciones humanas, determinadas principalmente por fuerzas sociales, se logra la conformidad con las leyes del desarrollo social.
Las fuerzas sociales que determinan el desarrollo son, pues, no solo las conductas puramente económicas, sino también las conductas políticas generales determinadas por aquellas, que dotan a la producción de las necesarias normas de derecho. La conformidad con las leyes del desarrollo social no radica solo en la acción de la competencia que fija precios y ganancias y concentra el capital, sino también en el establecimiento de la libre competencia y la libre producción por las revoluciones burguesas; no está solo en el movimiento de los salarios, en la expansión y contracción de la producción en la prosperidad y la crisis, en el cierre de fábricas y el despido de trabajadores, sino también en la revuelta, la lucha de los trabajadores, su conquista del poder sobre la sociedad y la producción para establecer nuevas normas de derecho. La economía, como totalidad de seres humanos que trabajan y se esfuerzan por satisfacer sus necesidades de subsistencia, y la política (en su sentido más amplio), como conjunto de acciones y luchas de esos seres humanos como clases, para satisfacer esas necesidades, forman un dominio unificado de desarrollo regido por leyes. La acumulación de capital, las crisis, la pauperización, la revolución proletaria, la toma del poder por parte de la clase trabajadora forman juntos, actuando como una ley natural, una unidad indivisible, el colapso del capitalismo.
La forma de pensar burguesa, que no entiende esta unidad, siempre ha sido importante dentro y fuera del movimiento obrero. En la vieja socialdemocracia radical era corriente la visión fatalista, comprensible en vista de las circunstancias históricas, según la cual la revolución llegaría un día como una necesidad natural y mientras tanto los trabajadores no deberían intentar nada peligroso. El reformismo cuestionó la necesidad de una revolución “violenta" y creyó que la inteligencia de sus líderes y estadistas domesticaría al capitalismo, reformándolo y organizándolo. Otros creían que el proletariado debía ser educado en la virtud revolucionaria mediante la prédica moral. Siempre faltó la consciencia de que esta virtud solo encuentra su necesidad natural mediante las fuerzas económicas, y que la revolución encuentra su necesidad natural a través de las fuerzas mentales de los hombres. Luego aparecieron otras perspectivas. Por una parte, el capitalismo ha mostrado ser fuerte e inexpugnable frente a todo reformismo, toda habilidad de los líderes, todo intento de revolución; todo esto ha parecido ridículo frente a su fuerza inmensa. Pero, por otra parte, las crisis terribles revelan también su debilidad interna. Quien estudia ahora las ideas de Marx queda profundamente impresionado por la naturaleza irresistible y regulada por leyes del colapso del capitalismo y recibe esas ideas con entusiasmo.
Pero si su forma básica de pensar es burguesa, no puede concebir esa necesidad más que como una fuerza externa que actúa sobre los seres humanos. El capitalismo será así un sistema mecánico en el que los hombres participan como personas económicas, capitalistas, compradores, vendedores, trabajadores asalariados, etc., que por lo demás deben someterse de forma puramente pasiva a lo que les impone la estructura interna de este mecanismo.
Esta concepción mecanicista se revela en las declaraciones de Grossmann sobre los salarios, cuando ataca violentamente la exposición de la teoría marxista de los salarios que hace Rosa Luxemburg:
Nos encontramos allí con las mutilaciones más increíbles y alevosas de la teoría marxista del salario (p. 377).
Realmente, Rosa Luxemburg elabora bastante acertadamente el valor de la fuerza de trabajo como cantidad que puede expandirse sobre la base del nivel de vida alcanzado. Para Grossmann, el valor de la fuerza de trabajo “representa una magnitud fija, no variable" (p. 378). Los acciones voluntarias humanas, como las luchas de los trabajadores, no pueden influir en él; la única forma en que los salarios pueden aumentar es mediante una mayor intensidad del trabajo que obligue a reemplazar una mayor cantidad de fuerza de trabajo insumida.
Esta es la misma visión mecanicista: el mecanismo determina las cantidades económicas mientras que los seres humanos que pugnan y actúan están fuera de esa relación. Grossmann apela aquí otra vez a la visión de Marx sobre el valor de la fuerza de trabajo:
Aún así, en un país determinado y en un período determinado, está dado el monto medio de los medios de subsistencia necesarios (El capital, I/1, p. 208)
Pero lamentablemente, Grossmann ha pasado por alto una vez más que este pasaje está inmediatamente precedido por esta frase:
Por oposición a las demás mercancías, pues, la determinación del valor de la fuerza de trabajo encierra un elemento histórico y moral.
Partiendo de su forma burguesa de pensar, Grossmann afirma en su crítica de varios puntos de vista socialdemócratas:
Como vemos, el colapso del capitalismo fue negado absolutamente o se lo fundamentó de forma voluntarista en factores políticos extraeconómicos. Tampoco se demostró una necesidad económica del derrumbe del capitalismo… (p. 43)
Y cita con aprobación la opinión de Tugan-Baranovsky de que, para demostrar la necesidad de la transformación del capitalismo en su opuesto, primero debe presentarse una prueba sólida de que es imposible que el capitalismo siga existiendo. El propio Tugan niega esta imposibilidad y desea dar al socialismo una base ética. Pero que Grossmann opte por llamar como testigo a este economista liberal ruso que, como se sabe, fue siempre completamente ajeno al marxismo, muestra hasta qué punto se relaciona su forma básica de pensar, a pesar de sus puntos de vista prácticos opuestos (véase también Grossmann, p. 73). La visión propia de Marx de que el colapso del capitalismo será una acción de la clase trabajadora y, por lo tanto, un acto político (en el sentido más amplio del término: social, general, inseparable de la toma del poder económico), Grossmann solo puede entenderla como algo “voluntarista", es decir, gobernado por la elección de los seres humanos, por el libre albedrío.
El colapso del capitalismo en Marx depende de la acción voluntaria de la clase trabajadora; pero esta acción voluntaria no es una elección libre, sino determinada por el desarrollo económico. Las contradicciones de la economía capitalista, que surgen repetidamente en el desempleo, las crisis, las guerras, las luchas de clases, determinan repetidamente la voluntad revolucionaria del proletariado. El socialismo llega no porque haya un colapso económico del capitalismo y los seres humanos, asalariados o no, se vean obligados por necesidad a crear una nueva organización, sino porque el capitalismo, a medida que existe y se desarrolla, se vuelve cada vez más insoportable para los trabajadores y los empuja repetidamente a luchar hasta que crece en ellos la voluntad y la fuerza para derrocar la dominación del capitalismo y establecer una nueva organización. Es entonces cuando el capitalismo se derrumba. La clase trabajadora no es movida a actuar porque se le demuestre desde fuera el carácter insoportable del capitalismo, sino porque los trabajadores sienten esa necesidad generada internamente. La teoría de Marx, como teoría económica, muestra cómo los fenómenos citados reaparecen irresistiblemente cada vez con más fuerza y, como materialismo histórico, cómo necesariamente dan lugar a la voluntad revolucionaria y al acto revolucionario.
Es comprensible que los portavoces del nuevo movimiento obrero presten cierta atención al libro de Grossmann, ya que ataca al mismo enemigo que ellos. El nuevo movimiento obrero tiene que atacar a la socialdemocracia y al comunismo partidista de la Tercera Internacional, dos ramas del mismo árbol, porque ambas acomodan la clase obrera al capitalismo. Grossmann ataca a los teóricos de estas corrientes por haber distorsionado y falsificado las enseñanzas de Marx e insiste en la necesidad de colapso del capitalismo. Sus conclusiones suenan similares a las nuestras, pero su sentido y esencia son completamente diferentes. También somos de la opinión de que los teóricos socialdemócratas eran buenos expertos teóricos que, a menudo, sin embargo, distorsionaron la doctrina de Marx; pero su error fue histórico, la consecuencia teórica de un período temprano de la lucha del proletariado. El error de Grossmann es el de un economista burgués que nunca ha tenido experiencia práctica de la lucha del proletariado y que, en consecuencia, no está en condiciones de comprender la esencia del marxismo.
Un ejemplo de cómo sus conclusiones aparentemente concuerdan con las opiniones del nuevo movimiento obrero, pero en esencia son completamente opuestas, se encuentra en su teoría de los salarios. Según su esquema, después de 35 años, con el colapso, aparece un desempleo en rápido aumento. Como resultado, los salarios se hunden muy por debajo del valor de la fuerza de trabajo, sin que sea posible una resistencia efectiva.
“Aquí se encuentra fijado el límite objetivo de la acción sindical" (p. 386). Por muy familiar que suene, la base es bastante diferente. La impotencia de la acción sindical, que ha sido evidente desde hace mucho, no debe atribuirse a un colapso económico, sino a un cambio en la relación de fuerzas y poder social. Todo el mundo sabe cómo el poder cada vez mayor de las combinaciones patronales del gran capital concentrado ha dejado a la clase trabajadora relativamente impotente. A lo que ahora se suman los efectos de una crisis gravísima que deprime los salarios, como sucedió en cada crisis anterior.
El colapso puramente económico del capitalismo que construye Grossmann no
implica una pasividad total por parte del proletariado. Porque, cuando se produce el colapso, la clase trabajadora debe prepararse precisamente para restablecer la producción sobre una nueva base.
De esta manera el desarrollo despliega y agudiza las contradicciones internas entre el capital y el trabajo a un punto tal que la solución solo puede provenir de la lucha entre estas dos fuerzas (p. 386).
Esta lucha final está ligada también a la lucha salarial porque (como ya se mencionó) la catástrofe puede posponerse deprimiendo los salarios, o apresurarse subiéndolos. Para Grossmann el factor esencial es la catástrofe económica, el nuevo orden impuesto por la fuerza a los seres humanos. Ciertamente, los trabajadores, como masa de la población, deben suministrar la fuerza preponderante de la revolución, igual que lo hicieron en las revoluciones burguesas del pasado, donde formaron la fuerza de masas para la acción. Pero, como en las revueltas de hambre en general, eso es independiente de su madurez revolucionaria, de su capacidad para tomar el poder sobre la sociedad y mantenerlo. Esto significa que para que se pudiera introducir algún tipo de economía planificada el viejo poder tendría que ser sustituido por un nuevo grupo gobernante, un partido revolucionario con fines socialistas.
La teoría de la catástrofe económica está lista, pues, para los intelectuales que reconocen el carácter insostenible del capitalismo y quieren una economía planificada edificada por líderes capaces y economistas expertos. Y es de esperar que otras muchas teorías de este tipo emerjan de estos sectores, o encuentren su aprobación. La teoría del colapso necesario del capitalismo también podrá ejercer cierta atracción sobre los trabajadores revolucionarios que ven a la abrumadora mayoría de las masas proletarias adheridas todavía a las viejas organizaciones, a los viejos dirigentes, a los viejos métodos, ciegas a las tareas que les imponen los nuevos fenómenos del desarrollo social, pasivas e inmóviles, sin signos de energía revolucionaria. Los pocos revolucionarios que comprenden los nuevos fenómenos del desarrollo social bien podrían desear a las masas estupefactas una buena catástrofe económica que finalmente les haga salir del letargo y entrar en acción. La teoría según la cual el capitalismo ha entrado hoy en su crisis final también proporciona una refutación simple y decisiva del reformismo y de todos los programas partidistas que dan prioridad al trabajo parlamentario y la acción sindical, una demostración de la necesidad de tácticas revolucionarias tan convenientes. que debe ser recibido con simpatía por los grupos revolucionarios. Pero la lucha nunca es tan sencilla ni tan conveniente, ni siquiera la lucha teórica que busca razones y demostraciones.
El reformismo fue una táctica falsa que debilitó a la clase trabajadora, no solo durante las crisis sino también en las épocas de prosperidad. El fracaso del parlamentarismo y las tácticas sindicales se demostró durante los últimos cien años, no hubo que esperar a la crisis actual. El proletariado debe emprender acciones de masas, reagrupando la fuerza de toda la clase, no por el colapso económico del capitalismo sino por el enorme desarrollo de su fuerza, por su expansión a todo el planeta, por su exacerbación de los antagonismos políticos, por la intensificación violenta de su impulso interno. Ese cambio en las relaciones de poder es la base de la nueva dirección del movimiento de los trabajadores.
El movimiento obrero no debe esperar una catástrofe final, sino muchas. Catástrofes políticas, como las guerras, y catástrofes económicas, como las crisis que se producen una y otra vez, unas veces regularmente, otras veces de forma inesperada, pero que, en conjunto, dada la dimensión creciente del capitalismo, se vuelven cada vez más devastadoras. Las ilusiones del proletariado y las tendencias a la pasividad se irán abajo una y otra vez y estallarán luchas de clases agudas y profundas. Parece una contradicción el que la crisis actual, más profunda y devastadora que cualquier crisis anterior, no haya dado señales de un despertar de la revolución proletaria. Su primera gran tarea es la eliminación de las viejas ilusiones, la ilusión de hacer soportable el capitalismo mediante reformas obtenidas mediante el parlamentarismo socialdemócrata y la acción sindical, la ilusión de que el capitalismo puede ser derrocado mediante el asalto dirigido por un partido comunista revolucionario. Es la misma clase trabajadora en su conjunto la que debe dirigir la lucha, pero mientras que la burguesía ya está reforzando su poder cada vez más sólidamente, la clase trabajadora aún tiene que familiarizarse con las nuevas formas de lucha. Antes o después habrá conflictos y luchas intensas. Y si la crisis actual se acabara, surgirán nuevas crisis y nuevas luchas. En esas luchas la clase trabajadora desarrollará su fuerza combativa, descubrirá sus objetivos, se formará, se independizará y aprenderá a tomar en sus manos su propio destino, es decir, la producción social misma. En ese proceso se logrará la destrucción del capitalismo. El colapso del capitalismo es la autoemancipación del proletariado.
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NOTAS
[1] El KAPD, Kommunistische Arbeiterpartei Deutschlands, Partido Comunista Obrero de Alemania, fue una escisión en los primeros años de la década de 1920 del KPD, Partido Comunista de Alemania, este último afiliado a la Tercera Internacional (N. del t.).
[2] En la nota preliminar se dan los detalles bibliográficos de la edición en castellano (N del t.).
[3] La organización a la que hace referencia Pannekoek fue probablemente un pequeño grupo que tuvo una corta vida en EEUU a comienzos de la década de 1930 y que surgiendo del ala izquierda del Proletarian Party recibió distintas denominaciones como United Workers Party y Workers League. Véase Marxism in a Lost Century: A Biography of Paul Mattick por Gary Roth, Leiden: Brill, 2015, pp. 107-108 (N. del t.).
[4] En la versión de Jorge Tula, “Las causas del desconocimiento de la teoría marxista de la acumulación y del derrumbe" (p. 127).