Escrito: Abril de 1937.
Primera vez publicado: En La Batalla, 27 abril de 1937.
Digitalización: Martin Fahlgren, 2012.
Esta edición: Marxists Internet Archive, marzo de 2012.
Conferencia de Andreu Nin de 25 de abril de 1937 en el Principal Palace de Barcelona. Publicamos la reseña de dicha conferencia aparecida en La Batalla, diario del POUM.
El problema del poder, empezó diciendo el camarada Nin, es fundamental en todas las revoluciones, que no son sino luchas por el poder. De la actitud que se adopte ante este dependerá que la revolución triunfe o fracase. El marxismo tiene su concepción doctrinal sobre el problema del poder, pero es un error enfocar la cuestión desde un punto de vista demasiado esquemático. Porque el marxismo no es un dogma, sino un método de acción. La táctica es variable como lo es la realidad.
Las fórmulas de la revolución rusa aplicadas de una manera mecánica nos llevarían al fracaso. Del marxismo de la revolución rusa hay que recoger, no la letra, sino el espíritu, su experiencia. Sin la experiencia de la “Commune”, Lenin no habría triunfado.
Entre la revolución rusa y nuestra revolución hay analogías y divergencias que conviene recoger y señalar. La principal analogía está en que tanto en Rusia como en España no se había realizado la revolución democrática. La experiencia ha demostrado que hoy esta revolución sólo puede realizarla el proletariado, incapaz de realizar la burguesía su propia revolución.
Otra analogía es la lucha que nosotros, al igual que los bolcheviques rusos, tenemos que desarrollar contra el reformismo. En ciertos sectores primarios del movimiento obrero florece el mito sentimental y abstracto de la unidad. ¿Por qué - se preguntan ingenuamente - nos combatimos entre nosotros? También lo preguntan nuestros reformistas, que olvidan que el leninismo se forjó precisamente en lucha a muerte contra el reformismo. Es fácil combatir de frente a la burguesía. Pero la burguesía se infiltra en el movimiento obrero para atacarlo por la espalda. Al combatir el reformismo, no hacemos otra cosa que combatir a la burguesía.
Esta lucha contra el reformismo es necesaria, inevitable.
La unidad, a cambio de renunciar a la lucha contra el reformismo, sería una unidad regresiva.
El enemigo, tanto en Rusia como en España, es el reformismo, pero los reformistas rusos de 1917 eran más revolucionarios que nuestros reformistas. Nunca se llegó a una defensa tan desvergonzada de los intereses de la burguesía como la que realizan el PSUC y el Partido Comunista. Hoy tenemos que luchar contra un reformismo más potente que el de los mencheviques y el de los socialistas revolucionarios. Porque en una situación eminentemente revolucionaria nuestros reformistas se encuentran apoyados por el Estado que en 1917 venció a los reformistas rusos.
Los bolcheviques combatían a los reformistas, por su actitud ante el problema de la guerra, en el que sostenían la necesidad de continuar la guerra al servicio de un grupo imperialista. Los reformistas de nuestro país, en el problema de la guerra, quieren hacer triunfar asimismo los intereses del imperialismo franco-inglés. Pero en este punto existe una fundamental diferencia entre la situación rusa y la española. Entonces, la guerra imperialista se transformó en guerra civil. Hoy se quiere transformar la guerra civil en guerra imperialista. Otra diferencia además. En 1917 se produjo en toda Europa una situación revolucionaria. Hoy estamos rodeados de regímenes fascistas ya consolidados. Esto impone métodos distintos.
En Rusia, los bolcheviques tuvieron que luchar contra los reformistas, pero además contra los partidos de la gran burguesía: los «cadetes». Aquí, en cambio, el 19 de julio, desaparecieron los partidos de la gran burguesía. ¿Pero es que por ello las clases que estos partidos representaban han renunciado a la defensa de sus intereses?
Cuando una clase no encuentra el órgano de expresión que le es propio, lo busca en otros organismos. Las clases no desaparecen de un plumazo. Y es por esto que los de la Lliga, de la CEDA, de los radicales, no tienen el carnet del PSUC y esto no es una frase demagógica, sino que es una realidad. Los programas del PSUC y el PC traducen los intereses de las clases explotadoras, en la situación presente.
En Rusia no había tradición democrática. No existía una tradición de organización y de lucha en el proletariado. Nosotros contamos con ella. Tenemos sindicatos, partidos, publicaciones. Un sistema de democracia obrera.
Se comprende, pues, que en Rusia los soviets alcanzaran la importancia que tuvieron. El proletariado no tenía sus organizaciones propias. Los soviets fueron una creación espontánea que en 1905 y en 1917 tomaron carácter político.
Nuestro proletariado tenía ya sus sindicatos, sus partidos, sus organizaciones propias. Por esto, los soviets no han surgido entre nosotros.
En Rusia, y esto es otra diferencia a señalar, el anarquismo no tenía arraigo entre las masas. Aquí tiene una influencia enorme. El anarquismo en Rusia era un movimiento de intelectuales pequeño-burgueses. Aquí, el anarquismo, es un movimiento de masas.
El anarquismo es el castigo que sufre el movimiento obrero por los pecados oportunistas. Los obreros han seguido a ]os anarquistas porque veían representados en ellos al espíritu revolucionario de su clase, que no encontraban, en cambio, en el socialismo reformista. Si en lugar del Partido Socialista hubiese existido en España un partido bolchevique, el anarquismo no habría arraigado.
La existencia de un movimiento obrero de influencia anarquista plantea problemas nuevos, tácticas diferentes a las seguidas en Rusia. La CNT es una organización potencialmente revolucionaria, a pesar de sus prejuicios, de sus concepciones erróneas. Nosotros estamos mil veces más cerca de los militantes de la FAI, que no son marxistas pero que son revolucionarios, que de los del PSUC que se dicen marxistas pero que no son revolucionarios. El problema está en que el instinto revolucionario de la CNT se convierta en conciencia revolucionaria, en que el heroísmo de sus masas se convierta en una política coherente.
Las vacilaciones de la CNT son debidas a que le falta una teoría del poder. Ante la realidad revolucionaria, su doctrina les ha fallado. No han sabido qué hacer cuando el proletariado estaba en la calle con las armas en la mano. El anarquismo gobierna, pero no tiene el poder.
En Cataluña, el 19 de julio se hunde el poder burgués, se disuelve el aparato estatal de la burguesía. El único poder era el del proletariado en armas. Entonces, ante aquella situación, dijimos nosotros: ¿Qué es esto sino la dictadura del proletariado? Esta era la tendencia general del movimiento. El proletariado entonces era el único poder. Pero aquella situación había que llevarla hasta sus ultimas consecuencias. Aquella situación en la calle precisaba una base jurídica. Existían las condiciones objetivas para el poder obrero. Bastaba sólo que el proletariado hubiese dicho: quiero gobernar, y hubiese gobernado.
Hoy continuamos aún en esta posibilidad, si bien se han perdido posiciones. El problema fundamental del poder es el de las armas. Y las armas siguen estando en las manos de las masas trabajadoras. Es por esto que se pretende desarmar al proletariado. La burguesía francesa, después de cada revolución, que realizaba a su servicio el proletariado, tenía una única obsesión: la de desarmarlo. Así lo señaló ya Engels. Comorera, en este sentido, no constituye, pues, una novedad.
La burguesía no puede directamente pedir el desarme de la clase trabajadora. Es por esta razón que son los reformistas quienes, en su nombre, lo piden y lo propugnan. El poder es la organización armada de una clase. Las armas no pueden, pues, ser abandonadas por los obreros.
No basta con que el proletariado tenga en sus manos los organismos económicos, las tierras, las fábricas, etc. No hemos de olvidar la experiencia de Italia en septiembre del año 1920. Los obreros se apoderaron de las fábricas. Según el punto de vista anarquista, la revolución ya estaba hecha. Pero la burguesía siguió teniendo el poder en sus manos. El movimiento obrero fue vencido y aquella derrota posibilitó el triunfo del fascismo. El proletariado no destruyó el Estado burgués y sus instrumentos de coerción.
Nosotros también somos antiestatales. Pero entendemos que si la clase obrera quiere emanciparse ha de crear su mecanismo estatal contra la burguesía. El Estado sirve para oprimir a alguien. Cuando la burguesía haya dejado de existir, el Estado desaparecerá por sí solo porque no será necesario. El gobierno de los hombres será sustituido por la administración de las cosas. Los anarquistas han transigido y han colaborado en los gobiernos. Si han colaborado ya en un gobierno, que no colaboren con la burguesía, sino con el proletariado revolucionario. Si van al gobierno, que sea un gobierno obrero y campesino.
Hay que crear los nuevos órganos de poder. La revolución no puede acabar otra vez en la república burguesa. Nosotros desde el primer momento lanzamos nuestra consigna: Disolución del Parlamento. Convocatoria de una asamblea de obreros, campesinos y combatientes. Existían los sindicatos obreros. Y era a través de ellos que debía elegir se la nueva asamblea.
Esto no estaba en contradicción con nuestra colaboración en el Consejo de la Generalidad. Colaboramos en él conservando nuestra independencia de partido revolucionario. Esto nos permitió propagar nuestras posiciones y no aislarnos de las masas, que no hubieran comprendido una actitud de no colaboración. Aquel gobierno tenían una mayoría obrera y un programa socialista.
La crisis posterior demostró que éramos un elemento extraño en aquel gobierno. La CNT no comprendió el alcance político contrarrevolucionario de nuestra eliminación. Éramos un obstáculo a la contrarrevolución. Decíamos a los camaradas de la FAI: «Hoy se dispara contra nosotros. Mañana será contra vosotros». Los hechos, una vez más, nos han dado la razón.
Se suceden las crisis, que no se solucionan. Se pide un gobierno que gobierne. ¿Por qué los gobiernos no gobiernan? Eso es lo que hay que preguntar. Sólo el gobierno de la clase trabajadora será un gobierno fuerte. Si la CNT sigue haciendo concesiones, llegará día que habrá un gobierno que gobierne. Pero será gobierno de la burguesía. Los gobiernos no gobiernan porque no responden al anhelo de las masas.
La crisis de la Generalidad, que duró dieciocho días, se ha resuelto oficialmente. Pero la crisis sigue en pie. El día antes de crearse el nuevo gobierno, las organizaciones adoptaban posiciones intransigentes. Nadie sabe a qué precio se ha formado el nuevo gobierno. Solidaridad Obrera no ha dicho en qué condiciones se ha formado el nuevo gobierno, cuál será su política. La diplomacia secreta no pueden tolerarla los obreros. Los dirigentes de la CNT no pueden actuar por cuenta propia. Las discrepancias que existian sobre la política del orden público, del Ejército, de la depuración de los cuerpos armados, del funcionamiento de las consejerías. ¿Qué hay de estas cuestiones? Nada se sabe. Se celebran consejos de trámite y nada se dice de la política a seguir. Y eso no puede continuar. Hay que hablar claramente a la clase trabajadora. Si se han hecho concesiones, que se diga. pero lo que sucede es que no hay tal solución de la crisis. No era un problema de carteras lo que estaba planteado. Lo que estaba, y sigue planteado, es una lucha a muerte entre la revolución y la contrarrevolución. Lo que hay que saber es qué clase ha de gobernar: si la burguesía o el proletariado.
La clase obrera aún puede tomar el poder sin recurrir a la violencia. Lanzando un puntapié a los consejeros burgueses. Que la clase obrera no desvalorice su potencialidad. Si quiere, puede serlo todo. No ha de perder la confianza en sí misma. Pero las circunstancias no se repiten. La contrarrevolución avanza. Y entonces, la clase obrera tendrá que tomar violentamente el poder.
Se ha publicado un documento firmado entre la CNT y la UGT sobre el primero de Mayo. Es un documento lleno de vaguedades, sin ninguna afirmación revolucionaria concreta. La CNT se mueve bajo el influjo de las cosas externas. La Alianza Obrera Revolucionaria la entiende como una alianza entre la UGT y la CNT. Pero el problema fundamental está en la orientación de la unidad obrera, en el porqué nos unimos. Y lo que interesa no es una unidad hecha de vaguedades y tópicos reformistas, sino el frente obrero revolucionario. Que se unan los elementos revolucionarios: el POUM, la CNT y la FAI.
El proletariado internacional, envenenado por el Frente Popular, indica que ha perdido la fe en sus propios destinos. Si en España triunfa la clase obrera, el movimiento obrero internacional se pondrá nuevamente en pie. Pero para esto precisa que llevemos hasta el fin nuestra Revolución proletaria.
¿Cuál ha de ser la tarea fundamental del Frente Obrero Revolucionario? Convocar y reunir el Congreso de delegados de los sindicatos, de los campesinos y de las unidades combatientes, que establezcan las bases de la nueva sociedad, y de la que nazca el nuevo gobierno obrero y campesino, el gobierno de la victoria y de la revolución. No un gobierno burocrático, no el gobierno de un partido, sino el gobierno de la democracia obrera. Como en la «Commune» de París, que era el ideal de Lenin, que no tiene nada de común con el engendro burocrático creado después de su muerte. Un gobierno elegido por las masas trabajadoras en el cual todos los funcionarios sean revocables y cobren sueldos igual que los obreros. Un gobierno que suprima el ejército burgués, la policía burguesa. Que realice la socialización. Que una en sus manos las funciones legislativas y ejecutivas. Sólo este gobierno creará la moral revolucionaria que nos llevará a la victoria militar creando la moral que animaba los ejércitos de la revolución francesa, la moral del Ejército Rojo.
En estas fechas celebramos diversos aniversarios. En 1848, el proletariado francés, escuchando la demagogia democrática, se dejó desarmar. En el mes de junio, los obreros de París, fueron aplastados por la burguesía. Hace veinte años que Lenin regresaba a Rusia, también en pleno idilio democrático, su propio partido. Lenin se alzó contra ello. Todo a los Soviets, dijo. El camino seguido por el proletariado francés en 1848, le condujo a la derrota de junio. Lenin condujo al proletariado ruso a la victoria de octubre. Sigamos su ejemplo. No desarmemos material y políticamente al proletariado. Sigamos el camino de Lenin, el camino de sus tesis de abril.