Fuente digital de la version al
español: Edición digital de la Fundación Andreu
Nin, 2005
Html: Rodrigo Cisterna, 2014
La ejecución de Eduardo Dato (marzo de 1921), responsable principal de la persecución sangrienta del movimiento sindicalista, produjo un enorme desconcierto en las altas esferas oficiales de la nación.
El hecho de que dos de los ejecutores, Casanellas y Nicolau, hubiesen podido escabullirse, psicológicamente creaba en Madrid la sensación de una posible segunda "vuelta". El cargo de presidente del Consejo de Ministros, antes tan deseado, ahora era "tabú". Parece la antesala de un condenado a muerte. Sustituyó a Dato un quídam cualquiera de la fauna conservadora.
La policía, siempre sagaz y diligente "post rnortem", estaba persuadida - y ahora no se equivocaba- de que Casanellas seguía en Madrid. ¿Con qué propósito? Siniestro, sin duda alguna...
Luis Bagaría, el genial caricaturista de la época, hizo una caricatura, que se publicó en "El Sol", reflejando el estado de espíritu oficial de entonces. Aparecían dos personajes, en 1971, y recordaban lo que había ocurrido medio siglo antes. Uno de ellos decía: "Yo fui el único español que no fue detenido entonces", Al oirlo, el otro exclamaba: "En ese caso, usted es Casanellas".
Como el estado de temor e incertidumbre reinante en Madrid, repercutía en Barcelona, y además, disminuyó la furia represiva de Martínez Anido y Arlegui, el Comité Nacional de la CNT decidió celebrar un Pleno nacional. Además de los problemas de actuación y organización planteados había una cuestión internacional que resolver: la CNT había sido invitada a enviar una delegación a Moscú para participar en el III Congreso de la Tercera Internacional.
La Tercera Internacional fue fundada en 1919 como oposición a la Segunda Internacional. Lenin, que fue quien concibió la idea, cometió - como los acontecimientos posteriores se encargaron de demostrar - un grave error de enfoque, cuyas repercusiones fueron desastrosas para el movimiento obrero mundial y para la causa de la democracia.
En 1919 Lenin creía que la revolución rusa era el comienzo de la revolución socialista mundial, y procedía en consecuencia. A su modo de ver, la Tercera Internacional agruparía las fuerzas obreras revolucionarias de todo el mundo, y la toma de poder político y económico por la clase trabajadora se produciría con la facilidad con que el fruto cae del árbol cuando está maduro,
Ideológicamente, Lenin era una mezcla de socialista marxista y socialista utópico. Su marxismo "científico" tenía mucha ganga utópica. En el fondo de su dialéctica materialista se movían las sombras de los utopistas del socialismo premarxista. En la concepción de la Tercera Internacional, el utopista se sobrepuso al marxista.
La Tercera Internacional, no produjo la revolución mundial, sino la contrarrevolución mundial. La clase obrera quedó dividida en dos sectores rivales, y por la brecha abierta penetró poco después el fascismo.
Sin la Tercera Internacional, es decir, sin la división del movimiento socialista, ni Mussolini (ex socialista) hubiese tomado el poder en Italia, ni Hitler en Alemania. Y sin fascismo y nazismo, no hubiera habido guerra civil española, ni Segunda Guerra Mundial.
Que la Internacional Comunista fue una creación equivocada, incluso, a la larga, para el propio Estado soviético, lo demostró Stalin disolviéndola de un plumazo años más tarde.
La Confederación Nacional del Trabajo se adhirió a la Tercera Internacional en su II Congreso, celebrado en diciembre de 1919.
Como todo movimiento obrero mundial, la CNT simpatizaba entonces con la revolución rusa. Y la Tercera Internacional, en sus comienzos, trataba de parecerse más que a la Segunda Internacional, formada por los partidos socialistas, a la Primera, que agrupaba al conjunto del movimiento obrero, sin distinción de sindicatos y partidos,
Por otra parte, Lenin, aunque marxista, tenía una gran simpatía por el movimiento sindicalista libertario, muy vigoroso entonces en los países latinos: Francia, Italia, España y Portugal. El libro de Lenin "El Estado y la Revolución", escrito en 1917, era el puente doctrinal que enlazaba el bolchevismo con el sindicalismo y el anarquismo.
Era pues completamente lógico que la Confederación Nacional del Trabajo se adhiriera a la Tercera Internacional en 1919, como lo fue su separación tres años más tarde.
El `primer delegado que la CNT envió a Moscú fue Angel Pestaña.
Pestaña tomó parte activa en el II Congreso de la Tercera Internacional, celebrado durante el verano de 1920. Intervino en debates y en comisiones y firmó documentos y manifiestos.
Entonces se encontraban también en Moscú representantes sindicalistas y anarcosindicalistas de diversos países, entre los cuales, el francés Alfred Rosmer, el alemán Augustin Souchy y el italiano Armando Borghi, que estuvieron en contacto con Pestaña, ayudándole, de hecho, a encontrar la posición justa. Asimismo le fue útil Víctor Serge, anarquista belga-francés, adherido al comunismo.
Pestaña, como la mayoría de los libertarios, simpatizaba con la revolución rusa como cuestión de principio. Ahora bien, le alarmaba la hegemonía del partido comunista, que hacía presentir la dictadura de un partido sobre el proletariado.
Personalmente, Pestaña produjo una excelente impresión a los dirigentes comunistas rusos, sobre todo a Lenin, que enseguida descubrió lo que Pestaña era: un obrero inteligente y ,puritano, dotado de un gran don de observación y de sentido crítico, para quien la idea de libertad era la piedra angular de su edificio ideológico.
Pestaña regresó de Rusia pasando por Italia, en donde le sorprendió (septiembre de 1920) la ocupación de las fábricas por los obreros. Fue detenido por las autoridades italianas, pasando varios meses en la cárcel de Milán, lo que le impidió ponerse en contacto con la CNT para darle cuenta de su actuación y de sus experiencias.
Al margen de la información de Pestaña, el Comité Nacional de la CNT, cuyo secretario general era Andrés Nin, decidió convocar un Pleno nacional, entre otras cosas, para nombrar la delegación que debía ir a Moscú a tomar parte en el III Congreso de la Tercera Internacional,
A pesar del riesgo que se corría, el Comité Nacional acordó celebrar el Pleno en Barcelona, aunque la preparación del mismo se hizo sobre un doble peldaño. Los delegados regionales fueron invitados a presentarse en Lérida, como si fuese allí donde debía tener lugar la reunión. A medida que los delegados iban llegando a Lérida - el Comité Regional de Cataluña me había nombrado delegado al Pleno nacional - yo les notificaba que la reunión tendría lugar en Barcelona. Conduje los delegados a Barcelona y el 28 de abril (1921) se reunió el pleno nacional de la CNT en la casa de un compañero, situada en el barrio de la falda de Montjuich.
Estábamos presentes: Andrés Nin, Jesús Ibáñez (Asturias), Arenas (Galicia), Hilario Arlandis (Valencia), Arturo Parera (Aragón) y Joaquín Maurín (Cataluña). Las Regionales del Norte, Centro y Andalucía, por diversas razones no estaban representadas.
La reunión empezó temprano por la mañana, y duró unas cuatro horas.
En el orden nacional se discutió la cuestión de la represión de que era objeto la CNT en toda España, y de un modo particular en Barcelona. Hubo dos posiciones: la del Comité Nacional y la Regional de Cataluña, opuesta al terrorismo como sistema, y la de la Regional de Aragón, partidaria del terrorismo permanente y sistemático. La tesis de Arturo Parera no encontró el menor eco. Se adoptó el punto de vista del Comité Nacional y la Regional de Cataluña,
A continuación, Nin dió cuenta de la invitación hecha a la CNT para que enviara una delegación a Moscú, al III Congreso de la Tercera Internacional, que debía celebrarse en junio. Fue aceptada.
Pasó a nombrarse la delegación, y fueron designados: Andrés Nin, Jesús Ibáñez, Hilario Arlandís y Joaquín Maurín.
Hilario Arlandis propuso que se invitara a la Federación de Grupos Anarquistas (aún no existía la Federación Anarquista Ibérica) a que indicara un nombre para que fuese el quinto miembro de la delegación. Fue aceptada la proposición, y los Grupos Anarquistas designaron a Gastón Leval.
Unos días después, Nin y yo, por un lado, Arlandis, Ibáñez y Leval, separadamente, emprendimos el viaje a Moscú sin dinero y sin pasaporte.