Pronunciado: Discurso pronunciado el 16 de junio de 1936 ante las Cortes
españolas. Joaquín Maurín, secretario general del POUM,
fue elegido diputado por Barcelona en la candidatura del Front
d'Esquerres.
Fuente digital de esta edicion: Fundanin.org
Traduccion: Rodrigo Cisterna, enero de 2015.
HTML: Rodrigo Cisterna,
2015.
El señor Ventosa, en su intervención, se quejaba de que el Gobierno es beligerante ante el problema del orden público. Discrepo completamente de lo manifestado por el señor Ventosa. Yo tengo que hacer una crítica del Gobierno precisamente porque después de haber afirmado hace aproximadamente un mes que él sería beligerante ante el problema del fascismo, el Gobierno no es verdaderamente beligerante. El hecho de que en esta Cámara puedan pronunciarse discursos de tipo fascista como el pronunciado por el señor Calvo Sotelo hace unas semanas y esta misma tarde demuestra que el Gobierno da, incluso en el propio Parlamento, toda clase de facilidades a las hordas fascistas, a esas hordas a que antes en sentido negativo se refería el señor Calvo Sotelo.
Yo dije al señor Azaña el día 15 de abril en esta misma Cámara: en ese Gobierno -y en el del señor Casares Quiroga, la cuestión está todavía más acentuada-, en ese Gobierno hay dos contradicciones fundamentales. Y en política, cuando hay contradicciones fundamentales, no se va a ninguna parte, o se va, inevitablemente, al fracaso. La contradicción fundamental que se manifestaba en el Gobierno del señor Azaña, y que se repite ahora en el del señor Casares Quiroga, es que en 1936, cuando existe en el país una situación mucho más revolucionaria que en 1931-33, el Gobierno es menos de izquierda, menos avanzado, menos revolucionario que el de entonces. La presencia de tres ministros socialistas en el Gobierno presidido a la sazón por el señor Azaña tuvo en aquella época la garantía de un sentido social progresivo que en manera alguna puede tener, aunque posean sus hombres la mejor voluntad del mundo, el Gobierno actual, formado exclusivamente por republicanos.
Y otra de las contradicciones que indicaba al señor Azaña, y que señalo ahora al señor Casares Quiroga, es que siendo el triunfo del Frente Popular el 16 de febrero el del movimiento de octubre, pues sin octubre no existiría el triunfo del 16 de febrero, los hombres que simbolizan aquella gesta no se encuentran representados de una manera directa en el Gobierno del Frente Popular que actualmente preside los destinos de España.
Y bien, señores diputados, estas contradicciones no conducen, como he dicho, a ninguna parte, o conducen, irremediablemente, al fracaso. Hace un mes aproximadamente que este Gobierno se constituyó, encontrándose ahora ante una ofensiva brutal por parte de la derecha, e indiscutiblemente con una situación caótica en todo el país.
¿Por qué esta situación del Gobierno? ¿Es que voy a suponer ahora en el Gobierno del señor Casares Quiroga una falta de buena voluntad para cumplir los compromisos del Frente Popular? Yo no haré esta afirmación; pero el hecho evidente es que el Gobierno, que lleva de hecho cuatro meses de vida -hoy hace cuatro meses que triunfaba el Frente Popular en las elecciones-, este Gobierno durante un tercio de año, durante una sexta parte, aproximadamente, de lo que es la vida normal de unas Cortes ordinarias, no ha hecho, no ya la sexta parte, ni la décima, ni la centésima parte de lo que contiene el programa del Frente Popular.
En el pacto del Frente Popular, firmado por los partidos republicanos de izquierda y firmado también por el partido que yo represento, se hablaba, en primer término, como cuestión capital, de la amnistía. Esta amnistía no ha sido concedida por el Parlamento. Esas masas, no las hordas que trataba de denostar el representante del fascismo en esta Cámara, señor Calvo Sotelo, sino esas masas que tienen una gran vibración política, las masas que hicieron el movimiento de octubre, las masas que dieron el triunfo del 16 de febrero al Frente Popular, estas masas, porque recelaban tal vez de las posibilidades del Parlamento, arrancaban la amnistía antes de que el Parlamento se la diera. Y el Parlamento no ha concedido todavía la amnistía prometida en el pacto del Frente Popular.
Hay más. En el pacto del Frente Popular se habla de Ios represaliados. El Gobierno ha obligado a que los represaliados sean admitidos por parte de las empresas de que fueron despedidos; pero hay represaliados del Estado, hay hombres que tomaron parte activa en el movimiento de octubre, personalidades cuyos nombres, si hubieran sido fusilados, como querían los representantes de la derecha, hoy seguramente estarían inscritos en mármol al lado de los de Galán y García Hernández -me refiero a los militares sublevados, al comandante Farrás, a Bosch, a Luengo, a Condé, a Escofet-; y estos hombres, representantes de octubre; estos hombres, funcionarios del Estado, represaliados, todavía no han sido readmitidos. Se falta, por tanto, al pacto del Frente Popular, se falta en la acción del Gobierno a las promesas del pacto del Frente Popular.
Hay más todavía, señores diputados: esta suspensión permanente de las garantías constitucionales. Yo no sé, hombres representantes de los partidos de izquierda, socialistas, camaradas del movimiento obrero, si os dais cuenta de la gravedad que entraña por parte de un Gobierno del Frente Popular la suspensión permanente de las garantías constitucionales. Con la suspensión de garantías constitucionales gobiernan las derechas; pero la clase popular progresiva, un movimiento que tiene la garantía de contar con el asentimiento casi unánime de las grandes capas populares, no necesita la suspensión permanente de garantías constitucionales. Es a través de la Constitución, es a través de la democracia, es a través de la libertad, como nosotros podemos combatir el movimiento contrarrevolucionario. ¿Os dais cuenta, señores de la izquierda y señores socialistas, de lo que representa una educación permanente del pueblo español viviendo en régimen constante de suspensión de garantías? ¿No es ésta una educación negativa, en el sentido de que puedan implantarse regímenes que vayan contra la libertad, que dice asegurar la Constitución del año 1931? Los peligros de la democracia se vencen con la democracia misma.
Aquí se habla de leyes represivas contra los jueces que dictan sentencias favorables al fascismo. ¿Por qué no restaurar el Jurado, y un Jurado popular dictaminaría, no como quieran los jueces reaccionarios, sino como es el sentido liberal de la población? ¿Por qué no matar esos Tribunales de urgencia, engendro equivocado de la República, que dan el poder de una manera omnímoda a los jueces contrarrevolucionarios? ¿Por qué no establecéis la libertad de Prensa, que no atacará las ideas progresivas, sino que determinará precisamente una gran corriente popular para ahogar todo lo que se oponga a esta libertad del sentido progresivo de la Prensa? Y, en último término, señor Presidente del Gobierno, si con la libertad de Prensa el Gobierno ve enemigos declarados en la Prensa contrarrevolucionaria, ¿por qué no aplica una medida contra uno, dos, tres o cuatro periódicos, y no adopta una medida general contra toda la Prensa, incluso contra la Prensa de izquierda? Lo cierto es que hoy, para enterarnos de lo que sucede en España, tenemos que leer la Prensa inglesa, la Prensa francesa, la extranjera en general, y aquí estamos in albis. Así se va fomentando un ambiente de desconfianza, de rumor, de descontento, de ansiedad, de inquietud, y esto es, precisamente, lo que utilizan los hombres de la contrarrevolución, en el Parlamento, en su Prensa, en sus reuniones clandestinas, para ir creando una atmósfera contraria a la situación actual.
No nos engañemos; entre el Parlamento actual y la situación real del país va cada día profundizándose más un verdadero abismo. El Parlamento hoy no representa la inquietud popular; este Parlamento representaría el anhelo que significaba el triunfo del 16 de febrero si hubiera hecho una tercera parte del pacto del Frente Popular; y ni la tercera, ni la décima, ni la centésima parte ha sido llevada a cabo. íAh!, entonces, ¿qué queréis que piensen centenares de rniles de campesinos, de obreros hambrientos, toda esa gente vejada por la represión de octubre, todo ese gran movimiento popular que ha ido a una acción porque ha aspirado a una mayor justicia, pero, también, a un mayor bienestar económico y social? ¿Por qué el Gobierno, por qué vosotros, por qué nosotros mayoría, por qué nosotros no hacemos, por ejemplo, una mínima parte de lo que ha realizado el Gobierno de Blum a los cuatro días de posesionarse del Poder?
Hay en el país un movimiento de huelga, no de hordas, sino de masa civil, de masas representantes de la verdadera esencia de la Nación.
Si vosotros veis este gran movimiento huelguístico, no lo atajaréis ni. con máuseres ni con fusiles, ni con medidas represivas; ese movimiento huelguístico, que tiene una razón de ser, lo apaciguaríais si tomaseis medidas, no de orden coactivo, éstas para las derechas, sino medidas de índole económica para la clase trabajadora. La semana de cuarenta horas, un salario mínimo, una garantía de que los obreros en paro forzoso encontrarían trabajo, todo eso liquidaría el movimiento huelguístico que actualmente existe planteado en España. Y si no hacéis esto, representantes de la mayoría, del Gobierno, del Frente Popular, las huelgas crecerán, habrá mayor malestar y todo esto hará que vaya intensificándose la ofensiva de la contrarrevolución, y llegará el momento, como ocurrió en 1933, en que pueda haberse creado un divorcio, un abismo infranqueable entre la voluntad de las masas y el Gobierno del Frente Popular. Yo no deseo eso, y, porque no lo deseo, señalo el que, a mi entender, debiera ser el camino político seguido por el Frente Popular, para salir de la contradicción actual.
Hay una situación prefascista en el país, es innegable; existe el fascismo; ataca el fascismo; lanza bombas el fascismo; ametralla el fascismo; dispara las pistolas el fascismo; habla desde los bancos de la contrarrevolución el fascismo; existe el fascismo, Y toma en este momento en España las posiciones que adopta el fascismo cuando nace en determinados países. El fascismo de Mussolini, primeramente, no era. un peligro para Giollitti; no era un peligro para socialistas ni comunistas; eran hordas terroristas: el fascismo asaltaba la gran campiña romana y hacía excursiones punitivas, pero no ponía en peligro la seguridad del Estado liberal. El fascismo italiano, en sus comienzos, estaba constituido por hordas terroristas que asaltaban los locales de los partidos socialistas y comunistas, pero aún no era un movimiento que pusiera en peligro la seguridad del Estado. El fascismo, a través del terrorismo, a través de la acción solapada y de la colaboración que le presta la gran burguesía, se prepara para una nueva entrada de los grandes bandoleros de la Historia, como los jefes de los movimientos fascistas italiano y alemán, que parecía que se encontraban completamente descartados, y, sin embargo, vimos más tarde que tomaban el Poder por mediación de golpes de Estado, favorecidos por la gran burguesía. Y ésta es una situación en la que nosotros podemos encontrarnos dentro de un año, de dos, o dentro de muy poco tiempo.
Para destruir el fascismo no bastan medidas coercitivas, sino que hay que aplicar medidas políticas, y una medida política, principalmente, señores del Frente Popular, es que el Gobierno responde a la constitución de este Frente, que no haya contradicción en la constitución del Gobierno. Un Gobierno que respondiera actualmente a los deseos de las masas populares y, por tanto, a la realidad, debería estar integrado, no solamente por los partidos republicanos, sino por los partidos obreros, por los representantes del Frente Popular que crean en la política de este Frente Popular.
Ese Gobierno, así formado, debería nacionalizar las tierras, los ferrocarriles, la gran industria, las minas, la banca y adoptar medidas progresivas, como las que ha adoptado en Francia Blum; ese Gobierno podría acabar con la amenaza fascista.
De otro modo, dentro de dos meses veremos cómo la contrarrevolución es más intensa, y tal vez entonces sea ya tarde para contener los desmanes del fascismo, más peligroso de lo que tal vez nosotros nos lo figuramos desde estos escaños.
El fascismo hoy es un peligro real en España, y hay que.acabar con él con medidas represivas y con medidas políticas, como las que acabo de señalar.