OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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TEMAS DE EDUCACION |
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P R O L O G O
Siempre enderezada a propiciar la comprensión del hombre y su verdad, la educación ha estado sometida a un debate permanente. Desde los remotos tiempos en que sólo fue un intercambio dialéctico, merced al cual despejaba el maestro las interrogaciones que en su ingenuidad proponía el discípulo, y todo se reducía a ordenar sutilezas y argumentos que emergían de la tradición o intentaban superarla. Desde los oscuros años que reservaron para la inteligencia una humilde tarea, consistente en moderar la soberbia de jovenzuelos engreídos por los esplendores de su cuna, en tanto que el hombre común se forjaba una cultura empírica y, pacientemente, se encaminaba hacia su perfeccionamiento personal, hacia un género de nobleza que se sustentaba en las obras y las inquietudes del espíritu. Y, de modo muy particular, desde que las bases del Estado y las funciones del gobierno fueron teóricamente sustentadas en un "contrato social": pues, reconociéndose así la soberanía del pueblo, era lógico asignar la más trascendental importancia a la formación del soberano. Las escuelas catequísticas, hacia las cuales eran atraídos los hijos del pueblo para instruirlos en el temor a lo sobrenatural y la conformidad con el propio destino, fueron lentamente sustituidas por las escuelas públicas, destinadas a excitar el ejercicio de la razón mediante un conocimiento básico del mundo. Luego, se desenvolvieron las proyecciones de la enseñanza, bajo la in-fluencia de la organicidad que alcanzaban las relaciones sociales, de modo que la atención dada a la educación, sin coordinarlos con la estructura menor universalidad del sufragio. Y hoy se plantea el problema en armonía con criterios aún más complejos, pues en el proceso educativo se cruzan las expectativas de elevación social, así como las proyecciones económicas de la eficacia profesional y los insoslayables requerimientos de la cultura individual. No es posible afrontar aisladamente el estudio de las bases, los métodos y los fines de la educación, sin coordinarlos con la estructura general de la sociedad. Y de allí la permanente y vital actualidad de cuanto atañe al desenvolvimiento y la correlación de sus factores. Clara y enfáticamente definió José Carlos Mariátegui aquellos estrechos ligámenes, cuando enunció su juicio en torno a las perspectivas históricas de la educación peruana:
O, en términos igualmente coherentes:
Y de la correlación así presentada es fácil deducir algunas observaciones: 1ª, su enfocamiento corresponde a una peculiar coyuntura, caracterizada por la quiebra de gastados privilegios y la progresiva democratización de la vida; 2ª, la flagrante desadaptación entre el proceso educativo y las orientaciones predominantes en la economía y la sociedad , acusa la necesidad de un cambio que restablezca el equilibrio; 3ª, cualquier esfuerzo enderezado a solucionar aisladamente los problemas de la educación será artificioso y precario, porque la naturaleza de sus causas no es sólo educacional; y 4ª, si los moldes de la educación deben adecuarse al carácter de la economía y la superestructura política, a fin de servir a su desenvolvimiento y preparar su cambio, será malsano efectuar injertos o trasplantes que alteren su unidad orgánica. O dicho de otro modo en una secuencia histórica, la crisis de la educación es reflejo de una crisis estructural de la sociedad; y sólo la superación de ésta creará las condiciones para que el proceso educativo sea renovado en forma verdaderamente eficaz y estabilizadora. Muy bien lo ejemplifica el propio José Carlos Mariátegui, cuando se refiere al debate contemporáneo en torno a la reforma universitaria: pues, expresándose en ella una corriente de renovación que en todo el país, se hace "cada día más vigorosa y definida", no es posible afrontarla aisladamente, sino como una de las tareas enderezadas a "crear un Perú nuevo dentro del mundo nuevo". 3 En cuanto afecta al Perú, las principales crisis de la educación han coincidido con la decadencia del dominio español, el apogeo del liberalismo y el advenimiento del pragmatismo. En cada caso, la educación contribuyó a preparar las conciencias para los cambios entrevistos. Y a éstos siguieron fundamentales reformas educativas que los hombres de cada época acertaron a trazar, porque sus ideas y sentimientos armonizaban con el destino del país. Implícitamente lo advirtió así José Carlos Mariátegui, cuando invocó la experiencia histórica de la educación peruana, para contrastarla con la equívoca tendencia que en sus días pretendió endosar a "especialistas extranjeros" la solución de los respectivos problemas orgánicos:
Y aunque sea presentada a veces como una panacea, esa injerencia sólo puede reflejarse en una lógica agravación de los problemas educacionales: pues, negligiendo el metódico reconocimiento de la influencia que ejerce la estructura económico-social, tales "especialistas" creerán que pueden moldearla mediante la aplicación de sus propias experiencias. No obstante los fines prácticos hacia los cuales aparenten orientarse, seguirán lineamientos puramente teóricos, por ignorar las circunstancias del contorno e intentar la mecánica adaptación de moldes ajenos. A decir verdad, la mera apelación al consejo de los "especialistas extranjeros" pone al desnudo las deficiencias de la educación y denuncia la insolvencia de los dirigentes nacionales que ella debe formar. Supone un flagrante desequilibrio de las labores docentes:
Severo y preciso, tal enjuiciamiento linda con el laconismo, de modo que su cabal comprensión obliga a esclarecer sus secuencias implícitas. Anota "la incongruencia (de la educación) con las necesidades de la evolución de la economía nacional", porque ésta se hallaba sometida a una estrecha dependencia; y como las necesidades de la evolución económica eran previstas y determinadas en lejanas metrópolis, se comprende que ellas no tomasen en cuenta los requerimientos de la educación nacional, y aun condicionaran las perspectivas del proceso político. A semejante correlación estructural atribuye una doble proyección: de una parte, en la impotencia de la enseñanza "para preparar una clase dirigente apta y sana", pues la dependencia económica limitaba las iniciativas de dicha clase y reducía su papel histórico a secundar los juegos de los intereses dominantes; y por otra parte, en "su olvido de la existencia del factor indígena", relegado al analfabetismo y sometido a una cruel explotación. Por tanto, José Carlos Mariátegui sugiere que la acción educativa del Estado peruano había resultado ineficaz, para servir a las exigencias básicas de la unidad y la independencia del país, por haber ignorado a la masa indígena y no haber desarrollado la formación de sus potenciales dirigentes; y permite deducir que hasta entonces había sido enderezada a decorar una honesta mediocridad. A base de lo expuesto, resulta obvio que la educación peruana confronta en su nivel elemental un grave problema. Es tal vez el más grave si se atiende a su extensión y su carácter crónico, y obliga a efectuar un exigente escrutinio, para identificar sus causas y sus implicancias. Al respecto, oigamos la lúcida reflexión del Amauta.
En verdad, la alfabetización ha carecido de importancia práctica para el indio, pues no le franqueó el aprendizaje aplicable a su mejoramiento económico, ni fue en su vida un factor de prestigio local. Por el contrario, las nociones de la lectura y la escritura influyeron sobre sus relaciones sociales en forma que puede reputarse como negativa: porque le conquistaron el ejercicio del sufragio, que agravó su dependencia en cuanto lo sometió a los juegos de los caciques políticos; y porque su aptitud para comparecer en juicios dio apariencia legal a las apropiaciones territoriales cometidas por los latifundistas en perjuicio del indígena. Es comprensible que la alfabetización no haya sido vista como una promesa de bienestar. Que los esfuerzos proyectados hacia ella sólo hayan logrado resultados muy precarios, y no hayan captado una activa cooperación de las masas populares y campesinas. Su incorporación cultural tendrá algún significado cuando queden abatidas las anacrónicas barreras de la servidumbre; cuando la estructura de la sociedad favorezca la realización de los valores personales, y el hombre común halle viables las aspiraciones basadas en la razón y el conocimiento. En armonía con su planteamiento básico, tan certeramente aplicado a fijar la naturaleza y los alcances del analfabetismo, José Carlos Mariátegui identifica una correlación semejante en las condiciones generales de la educación:
Y con particular énfasis advierte la unidad de los problemas que afronta la educación peruana:
Puede considerarse que así desacredita las alegaciones de ciertos pedagogos, que examinan aisladamente los hechos de la educación para intentar la explicación de sus crisis; que limitan la unidad del proceso educativo a la total sucesión de sus diversos ciclos, e ingenuamente pretenden que los defectos de un ciclo determinado condicionan los del siguiente; que deslizan una confesión de inepcia, en cuanto dirigen sus acciones hacia la solución parcial de los problemas de un ciclo, y en verdad aceptan el carácter crónico de los males que señorean sobre las raíces, los métodos y los objetivos de la educación. Por su esencia y su destino, es obvio que sus tareas están destinadas a transmitir la herencia cultural de todos los tiempos y, por ende, a servir los intereses sociales. Sus problemas derivan de la coyuntura histórica, sus inspiraciones doctrinarias son dictadas por los "ideales" de los grupos dominantes, y sus perspectivas generales dependen de la estabilidad o la movilidad social. Guiado por los destellos de una concepción tan penetrante, José Carlos Mariátegui escruta en los valores contemporáneos de la educación así como en reveladores aspectos de la sociología cultural peruana. Desde el zarandeado problema de la universidad, cuyas vetustas enseñanzas fueron aireadas por la influencia del positivismo y luego por el espíritu crítico de una reforma pequeño-burguesa; desde las arduas polémicas en torno a la posición social y la actuación gremial de los maestros, hasta las sugerentes cuestiones plantea-das por la insurgencia de la mujer y los horizontes de la cultura popular. Y gracias a su estilo, tan ágil como preciso, tan versátil como acucioso, los Temas de Educación conservan una actualidad vibrante, viril, magistralmente orientadora.
Alberto Tauro NOTAS: 1 Cf. "El proceso de la instrucción pública" en sus 7 Ensayos de Interpretación de la realidad peruana. 2 Cf. en este volumen: "La libertad de la enseñanza" (p. 31) 3 Cf. "Presentación de Amauta'". 4 Cf. "El proceso de la instrucción pública". 5 Loc. cit. 6 Loc. cit 7 Cf. en este volumen: "Enseñanza única y enseñanza de clase". 8 Cf. en este volumen: "Los maestros y las nuevas corrientes". |
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