OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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MARIATEGUI Y SU TIEMPO |
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RECORDACION DE MARIATEGUI1 por ROBERT G. MEAD Jr.
Cinco lustros hace que desapareció para siempre de nuestro mundo un peruano cuyo nombre evoca memorias diversas en todos los que han reflexionado sobre el desenvolvimiento ideológico de Hispanoamérica en el siglo XX. José Carlos Mariátegui se ha convertido en un símbolo elogiado por muchos y estimado en varios aspectos aun por sus opositores. Le ha tocado esta suerte no sólo en los países hispanoamericanos sino también en los Estados Unidos. Muy pocos son los estudiosos norteamericanos, triste es registrarlo, que conocen bien las corrientes de ideas en la América española y entre ellos más pequeño todavía es el número que sabe algo de Mariátegui. Sin embargo, desde 1931, año en que Waldo Frank analiza al escritor peruano en su América Hispana, ha crecido lentamente el núcleo de comentaristas estadounidenses de Mariátegui. Ahora, a los veinticinco años de su muerte quizá sea factible resumir las opiniones que éstos han emitido acerca de su figura. Nos referimos, claro está, solamente a los que han sabido rechazar todo partidarismo obscurantista, sea éste socio-político o literario, para examinar tranquilamente los ideales del peruano, buscando en ellos verdades fundamentales y valores transcendentes. José Carlos Mariátegui es ante todo, juzgado por sus comentaristas norteamericanos, un continuador del radicalismo peruano, sano e indispensable para el país, que representan Francisco de Paula González Vigil y Manuel González Prada. Como ellos, siente hondamente los problemas que vejan al Perú y, como ellos, aplica sus energías y talentos a analizarlos y a proponer soluciones. Pero Mariátegui, perteneciente a una generación muy posterior a las de Vigil y Prada, es más contemporáneo en el análisis que sus precursores y su visión preponderantemente sociológica de la crisis del Perú (y de tantos otros países americanos) encuentra eco todavía en los que hoy ponderan el mismo apasionado tema. Proceden sus ideas de un hombre joven aún (murió a los treinta y cinco años) y datan de una época histórica más temprana y quizá más cándida, cuando la esperanza de una solución de los problemas económicos por vía del socialismo (sui generis en el caso de Mariátegui, recuérdese) no había sufrido las transformaciones nacidas de una década de acerba Guerra Fría. Algunos de los críticos norteamericanos de Mariátegui pueden reprocharle la supuesta estrechez doctrinaria o dialéctica de su análisis, y así lo han hecho, pero jamás se le ocurriría a ninguno de ellos dudar de la ilimitada sinceridad, la perfecta integridad, ni del puro y valiente idealismo y el claro espiritualismo del finado escritor peruano. Para reconocer y admirar a un hombre no es preciso aceptar todas sus ideas. Otro aspecto fundamental del pensamiento de Mariátegui que encuentra una acogida favorable entre los norteamericanos que conocen sus ideas es su insistencia en la necesidad de una asimilación, de una convivencia, entre las masas indígenas andinas y los peruanos descendientes de los conquistadores. Noción ya implícita como problema moral y ético en González Prada, para Mariátegui esta asimilación debe considerarse además en términos concretos: económicos, sociales y políticos. Importa que estos dos grupos se comprendan mutuamente; las razas son una ficción repugnante y el entendimiento ha de ser psicológico y espiritual. Con gran acierto el analista peruano destaca los elementos que tanto los indios como los españoles pueden contribuir a la formación de lo que Waldo Frank denomina "el nuevo americano". No menos importantes, a los ojos de sus críticos estadounidenses, son su siempre vivo interés por los sucesos mundiales y la maestría intelectual que el peruano ejerce en su país y en otros de la América. Quieto en su silla de inválido valeroso en Lima, su radio de movimiento físico es corto pero vasto es el radio de sus actividades intelectuales. Lector omnívoro, periodista nato e incansable conversador, está pendiente de los acontecimientos de Europa, de Estados Unidos y de su América. Establece "Amauta" y la revista, órgano de publicidad inusitado en el Perú tradicional y conservador, se convierte en palestra donde escritores nativos y de otras naciones americanas: poetas, novelistas, críticos, historiadores, pintores, músicos y economistas exponen sus juicios diferentes y desarrollan sus polémicas, enfocando los problemas nacionales y universales o comentando los sucesos internacionales. Puede verse ahora que la figura de Mariátegui que han sabido discernir los norteamericanos que le miran sosegadamente, sin padecer la ceguera de los prejuicios arraigados, y con verdadera comprensión, es la de un mártir del deber. Es también, para ellos, un intelectual que busca la amistad del obrero y un campeón del hombre completo, del individuo libre y digno, dentro de una sociedad responsable. En fin, José Carlos Mariátegui ejemplifica uno de los varios tipos de hombre que tanto necesita la América continental en su magna tarea inacabada de formar un mundo nuevo, diferente y mejor.
NOTA: 1 Artículo escrito con ocasión del XXV Aniversario de la muerte de José Carlos Mariátegui. Se publicó, por primera vez, en el diario "La Prensa" de Lima (17 de julio de 1955), con el título "La figura de José Carlos Mariátegui en los Estados Unidos"; fue, después, reproducido en "La Nueva Democracia" (vol. XXXVI, Nº 4, octubre de 1956, New York), con el título de su presentación actual, el mismo con que fue incorporado al libro Temas Hispanoamericanos, Volumen 26 de la Colección Studium, Ediciones De Andrea, México, 1959 (Nota de los Editores).
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